36- 正しい
correcto...
—Espera, Felix...— Minho empujó el torso del menor. Sin embargo, este hizo oídos sordos y continuó besando su cuello, sus manos acariciando el torso desnudo del mayor, a la vez que seguía haciendo presión para caer sobre la alfombra. — ¡Qué te esperes!— Minho finalmente lo detuvo, tirando de la parte de atrás de su camiseta como si se tratara de un perro rabioso. Podía notar que Felix estaba avanzando demasiado rápido, y si las cosas finalmente iban a llegar al sexo, no podían simplemente lanzarse a lo loco.
—¿Qué sucede?— se quejó, haciendo un puchero de descontento.
Minho lo miró con seriedad.
—¿Estás dispuesto a llevar esto hasta el final?
Felix rodó los ojos, incómodo por la interrupción. ¿En serio Minho se había detenido para preguntarle eso? ¿Acaso no era obvio?
—Si por final te refieres a tener sexo contigo de una buena vez, sí, a eso me dispongo.
—Bien... ven entonces.— Minho se levantó y le extendió una mano para ayudarlo a hacer lo mismo. Felix, sin embargo, lo miró con confusión.
—¿Qué haces?
—Estás muy equivocado si pensaste que iba a dejar que nuestra primera vez fuera en el piso de mi sala.
Felix aceptó su ayuda y se levantó.
—Pues estuviste a punto de hacérmelo en el cuarto médico esta mañana.— señaló, aun algo inconforme por la interrupción.
—Es cierto, y ahora agradezco el que nos hubiéramos detenido.— tiró de la mano de Felix y lo apretó contra su cuerpo, envolviéndolo en sus brazos.— Porque ahora puedo hacértelo bien, con calma... tomarme todo el tiempo del mundo para disfrutar de ti y hacer que tú también llegues al paraíso...— dejó que su voz saliera como un grueso susurro contra uno de los oídos de Felix, a la vez que paseaba sus manos por la espalda del menor.— ¿No te gusta más así?
Felix cerró sus ojos y aspiró, profundo, buscando calmar la violenta excitación que ese último comentario le había provocado. Si Minho se lo ponía en esos términos, definitivamente no tendría el mas mínimo tipo de objeción.
—Vamos...— Minho volvió a tirar de él.
—¿Vamos a tu cuarto?
—No...— el mayor contestó con una sonrisa maliciosa.— Vamos al baño.
Felix dejó que Minho se deshiciera de su ropa, pieza por pieza. Desvistiéndolo con cuidado, descubriendo cada parte de su cuerpo como si no hubiera nada más precioso en el universo. A Felix le causó un poco de vergüenza, pero no lo detuvo ni se quejó, ya que, por encima de la vergüenza, sentir los dedos suaves de Minho recorriendo su piel era suficiente como para hacerlo llegar al cielo.
—Conque aquí estaba...— comentó el residente al descubrir el tatuaje que Felix tenía en la cara externa de su muslo derecho. Se trataba de una pequeña pluma de ave, dibujada en tinta negra y roja sobre su nívea piel.— Con razón no lo había visto. No creo que me hubiera detenido aun a detallar esta parte de tu cuerpo.
Felix permanecía de pie en medio del baño, mientras dejaba que Minho lo desnudara y lo acariciara por todas partes. Cuando solo faltaba su ropa interior, el mayor se detuvo y lo miró a los ojos.
—Vamos a igualar las condiciones.— sonrió mientras llevaba sus manos al borde de su pantalón. Sin embargo, las manos de Felix lo detuvieron.
—Déjame hacerlo yo.— Felix no supo de donde sacó el valor para hacer eso, simplemente sabía que quería desvestir a Minho también, quería poder tocarlo y ver como su piel iba apareciendo a medida que la tela cedía. El cuerpo de Minho se le hacía tan perfecto, tan precioso...
Quitó el pantalón hasta sus muslos para luego soltarlo y dejar que este cayera. El propio Minho usó sus pies para lanzar la prenda lejos y volvió a agarrar la cintura de Felix para atraerlo cerca. La sensación de ambas pieles rozándose, sabiendo que apenas había ropa de por medio se les antojó divina a los dos. Podían sentir la erección del otro contra la suya y, dentro del beso que se estaban dando, surgieron un par de gemidos que murieron ahogados en el vaivén de lenguas y labios. Sin obtener ninguna resistencia a cambio, Minho fue empujando a Felix hasta la bañera, deshaciéndose en el camino de la ropa interior de ambos.
Felix mordió sus labios al sentir la erección del mayor rozando contra su piel. Su mente ya no pensaba en otra cosa que no fuera en Minho, y en las caricias que le hacía, en sus manos tallando suavemente su piel y en su voz gruesa que le susurraba palabras dulces. Cuando sintió el agua caliente rozar contra su espalda apenas se estremeció, no le importaba el agua, solo quería seguir besando a Minho, seguir pasando sus manos por su espalda y rozando sus miembros juntos. Quería seguir haciendo eso y más, mucho más.
Las manos de Minho cayeron de su espalda hasta sus nalgas y no pudo evitar sobrecogerse ante la sensación. Se sentía un poco raro, pero dado que era Minho, su cuerpo estaba dispuesto a aceptarlo de buen gusto.
No tardó en descubrir que le gustaba, le gustaba sentir las grandes manos del mayor en su trasero, sentir como lo acariciaba con deseo y amasaba sus nalgas, llenándolo de una sensación electrizante que le estaba encantando.
—¿Estás bien hasta aquí?— le susurró Minho.
—Mm-hum...— musitó Felix, rodeándolo con sus brazos, pegándose más a él para permitirle un mejor acceso.
—¿No te molesta?
—No, estoy bien, Min... solo sigue...— le contestó.
Minho mordió suavemente uno de sus hombros a la vez que llevaba uno de sus dedos hasta la entrada de Felix y comenzaba a frotar su yema con suavidad. Sintió como Felix se contraía un poco y siseaba. Supuso que eso significaba que aún le gustaba, así que continuó acariciándolo, obteniendo muy pronto un pequeño concierto de gemidos contra su cuello.
—Eso se siente bien.— musitó Felix, sintiendo como las caricias de Minho se combinaban con el calor del agua.
—Es bueno saberlo.— Minho decidió entonces hacer un poco de presión e introducir la punta de su dedo. Felix le encajó las uñas y apretó sus dientes, eso lo había tomado por sorpresa.
—¿Te duele?
—No... solo me agarró desprevenido.
—Tengo mis manos en tu trasero ¿Qué esperabas?— bromeó el mayor, ganándose un chasquido de lengua por parte de Felix. Esperó un par de segundos a que se acostumbrara y comenzó a mover su dedo, aún asegurándose de rozar contra los músculos de su entrada, estimulando toda esa zona, sabiendo lo sensible que era.
Felix aumentó un poco el volumen de sus gemidos y buscó su boca para volverlo a besar, probablemente avergonzado de los sonidos que estaba haciendo. Tampoco era como si a Minho le molestara besarlo mientras lo preparaba.
Fue aumentando la profundidad y la frecuencia, consiguiendo que las piernas de Felix temblaran un poco y que sus caderas se movieran, buscando más.
—Sabes lo que estoy haciendo, ¿verdad?— dejó ir por un momento los labios de Felix y lo miró de nuevo a los ojos. Necesitaba comprobar que aun estuviera bien, no quería dejarse llevar por su deseo y hacer algo mal.
—Sí, no soy tonto.— Felix rodó los ojos y mordió sus labios al sentirse penetrado de nuevo.
—Pues entonces voy a agregar otro.
—Está bien...— Felix volvió a hundir su rostro en el cuello de Minho.
—No tienes idea de lo bien que se siente...— Minho besó de nuevo su hombro a la vez que usaba otro dedo para ir dilatándolo.— Estás tan suave y caliente... tan estrecho...
—No sabía que se sentiría así.— confesó el menor, tratando de ocultar el sonrojo en sus mejillas.
—¿Te gusta?
—Sí...— su voz salió en apenas un jadeo, acababa de sentir como Minho abría y cerraba sus dedos y eso produjo toda una nueva serie de descargas eléctricas recorriéndolo de pies a cabeza.— Mierda...
Minho usó su mano libre para masturbarlos a ambos a la vez que seguía preparándolo. Sintió como Felix se aferraba más a él y dejaba salir un par de maldiciones. Minho solo sonrió y continuó lo que hacía, agregando el tercer dedo y moviéndolos en círculos dentro de Felix, quien ya ni siquiera intentaba esconder sus gemidos.
Súbitamente, sacó sus dedos e hizo que el menor se girara de espaldas a él, apoyándolo contra la pared de azulejos.
—¿Ya lo vas a hacer?— Felix se giró a verlo, en sus ojos podía verse un poco de miedo mezclado con expectación.
—No, bebé...— Minho besó su nuca a la vez que volvía a meter sus dedos.— Solo estoy buscando algo.
Felix estiró su cuello y mordió sus labios cuando fue penetrado nuevamente, estar de espaldas a Minho lo hacía sentir deliciosamente vulnerable. Además, estaba descubriendo lo salvajemente bien que se sentía todo eso, aunque probablemente solo se sentía así porque se trataba de Minho. Ninguna otra persona podría hacer que se sintiera así de bien.
—¿Qué estás buscando?— preguntó, entre jadeos, sintiendo como sus piernas casi no lo podían sostener por el intenso placer que las aflojaba.
De repente sintió algo distinto, algo que desde muy adentro fue como una explosión en todos sus nervios. Fue tan violentamente bueno que no pudo evitar gemir a todo lo que daba su voz.
—Eso...— contestó el mayor con una sonrisa maliciosa.
—Fuck...— Felix aun no podía creer lo que había sentido. Sin embargo, tuvo que apretar sus puños y morder sus labios cuando Minho volvió a rozar allí. Supuso que ese sería el tan mencionado punto g, pero nunca pensó que se fuera a sentir así. Su miembro estaba más duro que nunca y la falta de atención le dolía. Aunque estaba seguro de que podría venirse solamente con sentir los dedos de Minho rozando en aquel lugar tan delicioso.
—¿Quieres terminar?-Minho susurró contra su oído, aun usando sus dedos, prestándole más atención a la dilatación que a estimular su próstata.
—Oh, sí... por favor.— movió su trasero contra la mano de Minho, ya no le importaba como eso lo hacía ver. Estaba a solas con Minho, en los preámbulos de tener sexo, así que podía mandar al carajo su orgullo y su vergüenza. Él quería tener un orgasmo y estaba dispuesto a rogar por ello.— Necesito terminar... vuelve a hacer eso... lo de ahora.
Minho sonrió y movió cuidadosamente sus dedos, buscando de nuevo aquel punto, haciendo que Felix gimiera sonoramente y echara la cabeza hacia atrás, dejando que el agua le cayera en el rostro.
—Sí...— jadeó.— Más... solo un poco.— se separó de la pared para apoyarse contra Minho, su espalda arqueada y sus manos aferradas a los húmedos azulejos. Minho besó su rostro y continuó penetrándolo con sus dedos, buscando la erección del menor con su otra mano para así ayudarlo a alcanzar el clímax.
Felix arañó la pared al sentir que su orgasmo llegaba. Sus jadeos se apagaron al morderse sus labios y las blancas estelas de su semen adornaron el aire por unos instantes, siendo rápidamente borradas por el agua corriente. Minho no tardó en sujetarlo por las caderas, sabiendo lo débiles que debían estar sus piernas. Mientras dejaba que el menor se recuperara, apoyado contra él, comenzó a limpiar su cuerpo, usando una suave esponja. Se aseguró de bañarlo con cuidado, buscando también relajar sus tensos músculos. Mientras más relajado y tranquilo estuviera, mejor sería todo.
Después de bañarse, envolvió a Felix con una toalla y lo cargó, haciendo que el menor enrollara sus piernas alrededor de él. Lo llevó hasta la habitación, mientras llenaba su rostro de besos. Felix le correspondía con avidez, como si no acabara de tener uno de los mejores orgasmos de su vida, necesitado de más.
Lo dejó caer sobre la cama, aun si los dos estaban húmedos. Eso no importaba, ya cambiaría las sábanas. Gateó por encima del menor, buscando llegar hasta su boca para seguirlo besando. Felix lo recibió, gustoso y lo abrazó contra su cuerpo, sintiendo a Minho encima de él, abriendo sus piernas para recibirlo más cómodamente. Podía sentir la erección del mayor aun perfectamente llena, y no pudo evitar estremecerse con la anticipación. Sabía que aún le quedaba un buen tramo por recorrer, y no podía estar más deseoso.
—Espera...— Minho se detuvo de nuevo.
—¿Ahora qué?— protestó el menor.
—Lubricante y condones.— Minho se encogió de hombros.— Déjame buscarlos.— se levantó y fue hasta el armario. Felix iba a protestar, pero prefirió quedarse mirando la desnudez de Minho, su espalda, su cintura, sus nalgas y sus piernas. Todo perfectamente sensual. Definitivamente valía la pena tragarse sus quejas.
—Ya estoy de vuelta, bebé.— anunció el mayor, como si Felix no acabara de verlo darse la vuelta y volver sobre sus pasos hasta caer una vez más sobre la cama.
—Bienvenido.— le siguió la broma. Minho sonrió y tomó la botella de lubricante, indicándole a Felix con un gesto de su mano que se pusiera bocabajo.
—¿Tengo que estar así?— protestó de nuevo el menor.— Quiero verte.
—Así es mejor, recuerda que es tu primera vez.— le contestó, inflexible, a la vez que le ponía una almohada debajo de las caderas.— Además... no me vas a negar...— se acomodó encima de él, usando sus manos para apoyarse.— que esto...— se inclinó y besó entre los omóplatos de Felix.— se siente muy bien...— lo hizo de nuevo, sonriendo al sentir como el menor gemía.
Se irguió nuevamente y abrió la botella de lubricante, dejando caer una generosa cantidad entre las nalgas de Felix y esparciéndola con sus dedos. Le encantaba la vista que tenía, no había nada mejor que tener a Felix desnudo sobre su cama, con su cabello húmedo y su piel suave y olorosa. Su cuerpo era tan dócil, tal delicado, tan perfecto que aun si sentía deseos de arremeter contra él con todas sus fuerzas había algo que se lo impedía. Al menos ahora, realmente quería hacer las cosas con cuidado.
Se puso el condón y se aplicó una dosis bastante generosa de lubricante. Llevó sus manos a las nalgas de Felix y las recorrió con suavidad, bajando todo el camino hasta sus muslos y de vuelta. Notó como los vellos en la piel del menor se erizaban levemente. Se inclinó para dejar un beso en su espalda baja y se acomodó encima de él.
—Voy a empezar.— anunció, dejando otro beso en su cuello. Felix asintió y cerró sus ojos con fuerza.— No te pongas así...— Minho acarició su costado.— Relájate, bebé, verás que se sentirá bien, te lo prometo.— mordió uno de los lóbulos de Felix y se acomodó mejor entre sus piernas, dispuesto a penetrarlo.
Se fue introduciendo lentamente, notando como la tensión en el cuerpo del menor crecía con cada segundo y cada milímetro que pasaba. Lo besó más y lo acarició con devoción, buscando relajarlo, llenarlo de cariño. Pudo notar como Felix suavizaba sus músculos y le permitió seguirlo penetrando con más comodidad.
Ambos ahogaron un par de maldiciones al sentir como Minho iba entrando en el cuerpo de Felix. Se sentía tan apretado, tan caliente... Felix agradeció el lubricante, porque el miembro de Minho no tenía nada que ver con sus dedos, y Felix sabía que le hubiera dolido bastante averiguarlo por las malas.
—No tienes idea de lo bien que te sientes, bebé.— Minho gruñó, incapaz de quedarse callado.
—Tú tampoco tienes idea.— Felix giró su rostro para besarlo, relajándose lo más que podía, sintiendo como Minho finalmente lo penetraba por completo.
—Voy a esperar a que te acos...
—¡Al carajo con eso!— Felix lo volvió a besar, esta vez de forma un poco más agresiva y demandante.— Estoy bien así que solo muévete de una vez.
Minho sonrió y le mordió el labio inferior a le vez que comenzaba a mover sus caderas contra el cuerpo de Felix. Notó como desde el principio, el menor se movía al unísono, tratando de encontrase con sus embestidas. Esto solo lo incitó a moverse más duro, dejando que su control se fuera perdiendo poco a poco.
Felix agarró otra de las almohadas y la colocó debajo de su rostro. Algo le decía que silencio era lo que menos iba a hacer y cuando sintió que Minho aumentaba la fuerza de sus embestidas, arremetiendo contra su cuerpo sin la más mínima delicadeza, lo comprobó. Gimió demasiado alto para su gusto, sus manos aferrándose a las sábanas y todo el placer que aquello le producía concentrándose en su desatendida erección, haciéndolo delirar.
Lo único que podía escuchar eran los gruñidos de Minho unido a los gemidos que de vez en cuando dejaba salir y el sonido de sus pieles húmedas chocando. Ya no sabía si por el sudor o el baño, solo sabía que aquel sonido lo excitaba también. Todo era perfecto y ya no estaba seguro de si estaba soñando o viviendo la realidad.
Minho lo besaba constantemente, susurrándole cosas al oído, sujetando sus caderas para contener de cierta forma el impacto de sus penetraciones. Felix simplemente no podía dejar de gemir, no podía y no quería, era algo más fuerte que él, demasiado.
—Levanta más tus caderas.— demandó el mayor, ayudándolo a hacerlo.
—¿Para qu...?— Felix iba a preguntar, pero se ahogó con sus propias palabras al sentir como Minho rozaba de nuevo su punto dulce. Su vista se nubló de repente y a partir de allí todo fue un placer demasiado intenso para su cordura. Solo sentía como si su cuerpo estuviera a punto de explotar y los dedos de Minho se encajaban en su piel, reclamándolo con dureza. Su orgasmo llegó de nuevo, alocado, violento y sorpresivo. Se dejó ir contra las sábanas de Minho mientras sentía como era penetrado con mucha más fuerza, casi como si lo fuera a partir a la mitad. Todo el cuerpo de Minho se contrajo y sintió como este también alcanzaba un orgasmo igual de irreal.
Sabía que tenía una sonrisa idiota puesta es su cara, pero simplemente no podía quitarla. Se sentía como si estuviera flotando en el espacio, y aun cuando Minho se dejó caer a su lado, resollando, seguía sintiéndose más allá de ese mundo. Se acercó a él y lo besó. Sintió como Minho protestaba por oxígeno, pero no le importó, lo besó largo y tendido, con una necesidad insana de tener contacto con él, de sentirlo aun en sí mismo.
Acababa de tener sexo con él. Y nunca nada se había sentido tan correcto en su vida.
Absolutamente nada.
Minho se despertó de nuevo cuando ya había caído la noche. Decidió que esta vez sí cocinaría algo, así que dejó a Felix durmiendo y se dirigió a la cocina. Se vio tentado a despertar al menor y llenarlo de besos y mimos, pero supuso que estaría cansado. Lo mejor sería dejarlo descansar y prepararle una buena comida para cuando se levantara.
Fue a la sala para recoger el desorden que habían dejado allí, sin embargo, el sonido del teléfono de Felix, sonando insistentemente sobre el sofá lo hizo detenerse y rebuscar entre los cojines hasta que encontró el aparato.
En la pantalla decía "Mom" y podía verse una foto de una señora sonriendo y haciendo la seña de paz. Minho supuso que esa llamada seria importante, así que se resignó en silencio y agarro el teléfono para ir a despertar a Felix.
—Bebé.— Lo llamó, sacudiéndolo suavemente. Felix abrió uno de sus ojos y sonrió al ver a Minho. Sin embargo, este solo le extendió él teléfono.-Es tu madre.
Felix se incorporó sobre la cama con un mohín de dolor y contestó la llamada.
—¿Cielo? Al fin contestas, ¿dónde estabas metido?— la voz algo agitada de su madre lo recibió incluso antes de que él dijera algo.
—Hola, ma. Estaba durmiendo.— Felix se frotó los ojos a la vez que se volvía a acostar, aun con el móvil pegado a su oreja.
—Felix, hay algo que necesito hablar contigo.
Felix frunció en ceño. No le gustó para nada como había sonado eso.
—¿Qué sucede?
—Ji Ann me llamó...— se hizo un breve silencio en la línea durante el cual ni Felix ni su madre respiraron.— Tienes un montón de cosas que explicarnos.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro