35- Chicken and beer.
pollo y cerveza...
Minho se despertó con la desagradable sensación de haber dormido más de lo que planeaba.
El dolor en su espalda, causado por la incómoda posición que había adoptado contra la cabecera de la cama, le dio la pista de ello. Se incorporó, haciendo un sonido que era mitad quejido y mitad bostezo, provocando que el libro que tenía sobre su pecho cayera a su regazo. Minho lo tomó y lo puso sobre la mesa auxiliar a la vez que sacaba sus pies y los ponía sobre la alfombra. Se sentía un poco más descansado, pero, aun así, tenía que admitir que sería agradable seguir durmiendo por un par de horas más.
Los haces de luz que entraban por la cortina entreabierta le indicaban que ya eran pasadas las dos de la tarde. Definitivamente su siesta de media hora-cuarenta y cinco minutos se había extendido un poco más de lo planeado. Se puso de pie cuando sintió que ya no le daría mareo hacerlo y se estiró aparatosamente, tratando de apartar la modorra de su cuerpo. El espejo de su armario le devolvió la imagen de su torso desnudo y él no pudo evitar pasarse una mano por el abdomen. Si bien estaba firme y marcado, no lo estaba tanto como le gustaría. Anotó mentalmente que debía ir un poco más seguido al gimnasio.
Le resultó gracioso como, justo después de pensar eso, su estómago rugió, reclamándole por algo de comida. Teniendo en cuenta que lo único que tenía en su historial calórico era el deficiente desayuno del hospital, no le vendría mal una comida relativamente fuerte. Así compensaría, además, el almuerzo perdido.
Salió de la habitación, caminando descuidadamente mientras se frotaba la espalda. En su mente sopesando las distintas opciones que tenía para comer. O, más bien, pensando que cosa requeriría menos tiempo y esfuerzo para preparar.
Mientras seguía tratando de tomar su decisión, el sonido de unos insistentes golpes contra la puerta de su apartamento lo sorprendieron. Se detuvo en seco justo frente a la entrada de la cocina. Lo extraño de todo eso era que no lo estaban llamando al intercomunicador del edificio, sino que estaba tocando directamente a su puerta. Supuso entonces que se trataría de algún vecino y se dispuso a abrir. Sin embargo, no pudo ocultar su sorpresa cuando se encontró con algo que realmente no esperaba recibir.
Las mejillas sonrosadas de Felix y su ceño fruncido por el esfuerzo lucían extrañamente tiernos. El chico estaba parado frente a su puerta, una mano sobre el marco, sosteniendo su peso, resollando fuertemente tal vez por haber subido corriendo. Su mochila colgaba de su mano libre, rozando el suelo y su bata blanca tenía dos botones abiertos. En esencia: Felix era un desastre.
—¿Se puede saber que te pasó?— fue lo único que Minho atinó a decir al verlo así.
—Eso... te pregunto yo...— Felix hablaba con esfuerzo debido a la falta de aire.— ¿Qué te... pasó? ¿Por qué no contestabas al móvil?
Minho miró hacia dentro del apartamento, recordando súbitamente que había dejado su celular dentro de su bolso y que este había estado tirado encima del sofá desde que había llegado.
—Ah... dejé mi teléfono en mi bolso. No lo sentí.
—¿En serio?.— Felix hizo una mueca de frustración a la vez que lograba incorporarse y dejar de sujetarse de marco de la puerta.— Te debo haber llamado al menos treinta veces.
—Wow... ¿De verdad? ¿Y viniste hasta aquí solo porque no contestaba? No sabía que fueras esa clase de novio.— Bromeó el mayor, llevándose las manos a las mejillas, fingiendo ocultar un sonrojo que realmente no existía.
—No seas idiota.— Felix lo apartó con un suave empujón y entró, dejando su mochila junto al bolso de Minho y yendo a la cocina para servirse un vaso de agua.— Vine porque quería hablar contigo.
—Ah ¿Si? — Minho lo siguió de cerca y se paró junto a la nevera mientras Felix bebía agua.— ¿No podías esperar a más tarde cuando viera tus llamadas?
—Es que me preocupé... como no contestabas.— Felix cerró la nevera y se giró, quedando de frente a Minho con una peligrosa distancia de apenas diez centímetros entre los dos. Minho sonrió divertido al notar el azoro en el rostro del menor y decidió que no se movería un solo milímetro.
—¿Por qué no eres sincero contigo mismo y dices que viniste porque aún no querías irte a tu casa y prefieres quedarte hoy también conmigo?
Felix tragó en seco al escuchar como Minho le decía eso con voz baja y profunda. Se estremeció ligeramente al notar como el mayor deslizaba una de sus manos por su cintura y lo atraía un poco más, hasta que los cuerpos de ambos se rozaron.
—Porque eso no es cierto.— contestó, sin embargo su vista estaba pegada al pecho de Minho, como si recién ahora se hubiera dado cuenta de que el mayor estaba semidesnudo.
—¿Estás seguro?
—Sí...— Felix contestó sin estarle prestando verdadera atención a lo que decía. Minho lo sabía, podía notar perfectamente como la atención del menor esta fija en otras cosas.
—Ok entonces.-lo soltó descuidadamente y se dio la vuelta para ir hasta la alacena y mirar dentro.-¿Quieres comer algo antes de irte? Ahora mismo iba a preparar algo de almuerzo.
Felix se quedó inmóvil por unos segundos pero enseguida trató de reaccionar como si nada hubiera pasado.
Como si solo tener a Minho cerca no lo excitara como un animal en celo.
—Seguro.— se acercó y apoyó su cuerpo contra la meseta.— Por cierto, aun tienes mis sueros y mis medicinas en la nevera. ¿No te desharás de eso?
—No, mientras no caduquen los dejaré ahí. Nunca se sabe cuándo puedan hacer falta.— Minho removió algunos frascos y cajas, buscando quién sabe qué allí arriba. Felix lo miraba atentamente, no perdiéndose ni un solo detalle de la forma en la que los músculos de la espalda del residente se movían con cada gesto, recorriendo cada detalle de la silueta de su novio, desde sus sensuales tobillos hasta los músculos de sus hombros.
Felix se sentía cada día un poco más pervertido, sinceramente.
—¿Planeas enfermarte?
—Yo no, pero tú no pareces tener la salud más fuerte del mundo y ahora que soy tu novio tengo que cuidarte ¿no?— Minho dijo eso con tota desenfado, consiguiendo finalmente sacar un paquete de ramen de lo más profundo de la alacena. Felix notó como sus mejillas se sonrojaban, haciendo que su rostro se tornara más caliente y su pecho latiera con una extraña calidez. Aun no dejaba de sorprenderle la facilidad con la que Minho decía cosas así.— Bien...— el mayor se dio la vuelta, mirando el paquete de ramen con pena.-... digamos que la última vez que fui de compras no pensé mucho en la comida rápida.
—¿No puede cocinar algo más?— Felix hizo ademán de caminar hacia la nevera, pero la expresión de inconformidad en el rostro de Minho lo detuvo.
—Sí, pero... me da flojera.— admitió.— ¿Por qué mejor no pedimos algo?
Felix se encogió de hombros.
—Por mi está bien.— no era como si no entendiera a Minho, él mismo rara vez cocinaba en su casa.
—Genial.— tiró el paquete de ramen de vuelta a la alacena y tomando la mano de Felix, lo llevó consigo hasta la sala, donde se dejó caer en el sofá, tirando del menor hasta que este estuvo sentado encima de él. Felix se acomodó hasta que solo sus piernas estuvieron sobre Minho y el resto de su cuerpo reposando sobre el sofá, junto a él. El mayor buscó su teléfono en su bolso y se dispuso a buscar el número de algún lugar de comida.
—¿Qué vas a pedir?— Felix apoyó su cabeza contra el respaldo, haciendo que su cabello se desparramara sobre este. Minho dudó por unos segundos.
—Me dijiste que tenías veinte ¿no?
Felix frunció el ceño. ¿A qué venía eso?
—Sí, ¿Por qué?
—Pensé en ordenar pollo y cerveza. Ya puedes tomar ¿cierto?
—Minho, ¿se te olvida que me conociste en un club con un mojito en la mano y que tú mismo fuiste a comprarme más? ¿Eso te pareció como que aún no puedo beber?
—Tienes razón.— Minho sonrió al recordarlo y marcó para hacer su orden.— Dios, ese día lucías demasiado bien. ¿Por qué no te arreglas así más seguido?— usó una de sus manos para juguetear con los cabellos de Felix.— Aunque eres hermoso de cualquier manera.
—Porque, gracias a Dios, Jeongin no tiene voz ni voto sobre mi atuendo diario.
Minho sonrió, iba a contestar, pero en ese momento tomaron su llamada. Realizó su pedido sin quitarle los ojos de encima a Felix, quien jugueteaba con los botones de su bata, la vista gacha, perfectamente consciente de que Minho lo estaba mirando.
—Ese día...— Minho dejó su móvil sobre el sofá y comenzó a acariciar delicadamente el muslo de Felix.-... ¿Realmente pensaste que lo que quería era acostarme contigo? Porque no he dejado de pensar en eso. Si realmente eso era lo que creías, pues te fuiste conmigo aun sabiéndolo... ¿Eso quiere decir que estabas dispuesto a tener sexo conmigo esa noche?
Felix se removió un poco en su sitio, visiblemente incómodo.
—Estaba borracho, Minho. No pensé en nada de eso. Solo me pareciste alguien divertido, y dado que ninguno de mis amigos parecía dispuesto a hacerme caso, se sintió una mejor idea el irme contigo.
—Ah... entonces fue así.
—Ahora te pregunto yo a ti. Si no hiciste nada conmigo mientras estuve aquí. ¿Por qué tú también estabas desnudo cuando me desperté?
—Bueno, yo también estaba bebido. Cuando me duermo así, me da por hacer cosas raras. Estoy seguro que además de quitarme la ropa, también hablé dormido y me moví por toda la cama. Seguro por eso también estaban las sábanas enredadas y las ropas por el piso.
Felix lo miró con el ceño fruncido en señal de sospecha.
—Eso es tan verosímil que cuesta trabajo creerlo.
—La próxima vez que me veas borracho lo vas a comprobar.
—Puede que eso sea hoy.
—Sí, pero hoy puede que sí suceda algo...— Minho elevó una de sus comisuras.
—Puede...— Felix correspondió a su media sonrisa.— Todo es posible.
—Me gusta tu forma de pensar.— Minho amplió sus caricias sobre el muslo de Felix.— Sigo manteniendo que, después de todo, eres un pequeño pervertido... Y muero de ganas por ver un poco más de ese lado tuyo.
Felix ensanchó su sonrisa y desvió la vista de los hambrientos ojos de Minho.
—Ya te dije... todo es posible.
Cuando el timbre sonó, ambos se sorprendieron visiblemente. También lamentaron la forma abrupta en la que tan agradable atmósfera se había roto, pero ninguno comentó nada al respecto.
—Eso fue rápido.— Felix quitó sus piernas de encima de Minho y dejó que este se levantara.
—Ábrele tú, déjame buscar el dinero.— Minho se alejó en dirección al cuarto y Felix se puso de pie para ir hasta el intercomunicador. El residente regresó a los pocos segundos, ahora con la camisa del piyama puesta sin abotonar. Felix no supo si agradecerle o lamentarse. Dejó que Minho se encargara de recibir la orden y fue a la cocina para buscar servilletas y palillos.
—Realmente pediste mucho.— comentó al ver las bolsas que Minho estaba poniendo sobre la mesita que había frente al sofá. Al parecer comerían cómodamente allí, en vez de sentarse a la mesa del comedor.
—Ese sitio es muy bueno y está cerca. Además, me disculparas, bebé, pero lo único que tengo en el estómago es el desayuno del hospital.— Minho se sentó con las piernas cruzadas sobre la alfombra y empezó a desempacar los pedidos, encargándose de oler cada cosa y exhalar incontables suspiros de satisfacción.
Felix se sentó junto a él con una amplia sonrisa. Aunque él hubiese almorzado ya, no iba a negar que el olor del pollo frito le hacía agua la boca.
—Aquí tienes el abridor.— le extendió el utensilio a Minho al verlo poner las cervezas sobre la mesa.
—Gracias. ¿Quieres una?— Felix asintió y agarró una pieza de pollo con sus palillos. Minho puso una botella frente a él y abrió otra para sí mismo.
—Creo que es la primera vez que voy a beber de día.— comentó el menor, llevándose la botella a los labios.
—Pues bien, sigo adueñándome de tus primeras veces.— ripostó el residente con una sonrisa, obteniendo un codazo como respuesta.
Siguieron comiendo tranquilos, entre una broma y otra. Minho realmente cumplió su promesa y comió como si no hubiera un mañana. A Felix le preocupó un poco que Minho no hubiera comido casi nada, así que no le dijo nada al respecto y lo dejó comer tranquilo hasta que se sintiera lleno.
Las seis cervezas que habían pedido desaparecieron antes de ninguno de los dos se percatara. Cuando lo hicieron, ya Felix se sentía ligeramente más alegre de lo normal.
—Ahora que lo pienso...— Minho juntó las botellas vacías, aun completamente sobrio.— Todavía no me has contado lo que viniste a contarme.
—¡Cierto!— Felix reaccionó exageradamente. Se acercó a Minho y le arrojó los brazos al cuello, consiguiendo que el mayor lo sujetara por la cintura para evitar que ambos cayeran sobre la alfombra.-¡Hoy han dado las notas del examen! ¿Lo recuerdas? El de semiología.
—¿Y qué tal te fue?— Minho no supo que expresión poner. Por la alegría de Felix supuso que le había ido bien, pero aun así. No quería adelantarse a los acontecimientos.
—¡He sacado cinco!— Minho abrió los ojos, alegre, pero Felix no lo dejó decir nada aun.-¡Fui el único que sacó cinco!
—¿En serio?
El menor asintió enérgicamente, en su rostro había una enorme sonrisa.
—Fue gracias a ti. Si no me hubieras ayudado, nunca hubiera sacado una nota así.
—No es cierto. Yo solo te orienté. — Minho acarició su cabello.— Si no te hubieras esforzado durante el resto de la semana para estudiar definitivamente no hubieras sacado esa nota.
—¿50/50?— sugirió Felix, ganándose una caricia aún más fuerte de parte de Minho.
—Ok, bebé. 50/50.— cedió el mayor.
—Y bien... ahora es cuando aprovechas el momento alegre y mi ligero estado de embriaguez y me besas como has querido besarme desde que llegue aquí.— Felix acomodó sus brazos hasta poder enredar sus dedos en el cabello del mayor. Notó como la sonrisa de Minho se transformó ligeramente. Sabía que nunca diría algo así a menos que tuviera alcohol en su sistema.
O tal vez no tanto. ¿Quién sabe?
—No creo que tres cervezas basten como para considerarte en estado de embriaguez. — ripostó Minho, pero ya sus manos se estaban colando por debajo de la camiseta de Felix, acariciando su espalda baja.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? Soy joven e inexperto, tú solo hazte la idea de que eso es suficiente.
Minho solo pensó que Felix era irremediablemente lindo y, llevando una de sus manos a la nuca del menor, lo atrajo hasta que pudo capturar sus labios en un suave beso que sabía a grasa y a cerveza. Los labios de Felix se sentían ahora demasiado suaves y resbalosos, le correspondían con deseo, coincidiendo con los suyos de una forma deliciosa. Felix se sentía cada vez más cómodo entre sus brazos, dejándose llevar. La mano que tenía en su nuca pasó a tirar con cierta rudeza de sus cabellos, obteniendo un gemido necesitado, haciéndole más que obvio el hecho de que lo de esa mañana iba a continuar allí y ahora.
Y aunque el hospital se estuviera cayendo, esta vez Minho no permitiría que los interrumpieran.
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