Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

33 - 決める

...decidir

Felix ya había dado un par de vueltas por el cuerpo de guardia, pero Minho no aparecía por ninguna parte. Eso le extrañó un poco, así que decidió escribirle antes de terminar dando vueltas por todo el hospital como un idiota.

No tardó en recibir una respuesta indicándole que estaba en una de las salas. Felix fue rápidamente hacia el ascensor y marcó el último piso, tal vez con un poco de impaciencia. Nunca, a no ser cuando se quedó de guardia, había estado en el hospital tan temprano. Faltaban un par de minutos para las seis y media y los pasillos además de desiertos, se sentían más tenebrosos que en otros horarios. Felix corrió del ascensor hasta las salas, casi chocando con Minho cuando torció en el pasillo. El residente lo recibió en sus brazos y Felix ahogó un pequeño grito contra su pecho. Se había asustado más de lo que pensaba.

—¿Tan feo estoy?— bromeó Minho mientras enredaba sus dedos en el cabello de Felix y lo acariciaba, aun sujetándolo contra sí. Obtuvo un golpe a modo de respuesta y enseguida sintió como el menor se relajaba entre sus brazos y rodeaba su espalda, correspondiendo al improvisado abrazo.

—No.— murmuró, sintiendo la colonia del mayor.— Eres lo más lejano a feo que hay en este hospital.

Minho sonrió y se dio la vuelta, aun dándole un abrazo de oso al delgado chico y empezó a caminar, arrastrándolo con algo de esfuerzo, de vuelta a la sala.

—Oye...— Felix se rio y sacó la cabeza de la bata de Minho.— Nos vamos a caer.

—Ok.— fue la breve respuesta del residente, quien, acto seguido sujetó la cintura de Felix y lo alzó del suelo, haciendo que este, instintivamente se sujetara de él y rodeara sus muslos con sus piernas para no caerse.

—¿Qué haces?— a Felix le era difícil contener la risa.— Estamos en el hospital.

—Tienes razón. Así que lo mejor será que no hagas mucho ruido. ¿No querrás que nos vea alguien en esta comprometedora posición?

—¿Comprometedora?— Felix aún tenía una leve sonrisa.-Solo me estás cargando. ¿Qué hay de comprometedor en eso?

Minho mordió su labio inferior, travieso, y se giró rápidamente para estampar la espalda de Felix contra la pared más cercana, sintiendo como el menor dejaba salir el aire, sorprendido.

—Minho...

—¿Ahora sí es lo suficientemente comprometedora?— las manos del mayor viajaron por sus muslos hasta sus nalgas, sujetando su peso a la vez que acercaba su rostro hasta casi rozar sus narices juntas. Notó como las mejillas de Felix se teñían de un rojo bastante intenso con la nueva posición.— ¿O hay que ser más audaces?

—Minho...— Felix se removió un poco, haciendo sin querer que su cuerpo se frotara contra el de Minho, quien lo tenía fuertemente sujeto contra la pared.-...estamos en medio del pasillo.

—¿Y qué? A esta hora no hay nadie realmente.

—Pero... ¿y si...?

—No pasará nada.— Minho llevó sus labios al cuello de Felix y depositó un pequeño beso ahí.— Además, te extrañaba demasiado. No me iba a dar tiempo llegar a la sala. Necesito saborearte ahora.

Felix gimió ahogadamente al sentir los húmedos labios de Minho recorrer desde la base de su mentón hasta sus clavículas, dándole suaves mordidas y lamiéndolo después para aliviar la punzante sensación que dejaban sus dientes. Le estaba costando trabajo mantenerse cuerdo cuando Minho estaba haciéndole justamente lo que tantas veces había visto en sus fantasías. Había soñado tanto con ser empotrado contra una pared que ahora, muy a su pesar, tenía una bien conformada erección dentro de sus pantalones, la cual rezaba porque no fuera notada por el mayor.

—Mierda, Minho.— exclamó con voz ahogada, después de boquear el aire, al sentir una mordida, considerablemente más fuerte que las anteriores, sobre su clavícula.— Me vas a dejar más marcas.

—¿Tienes algún problema con eso?— Minho lo miró a los ojos, por un momento luciendo inflexible.

—No...— murmuró su respuesta, algo cohibido. Haciendo que expresión de Minho consiguiera suavizarse un poco.

—Bien, tú ganas.— el residente cedió y lo dejó apoyarse sobre el suelo.— Ven.— agarró su muñeca y tiró de él rumbo a la sala.

—¿Qué haces?

—No puedo hacerte todo lo que quiero hacerte allí en el pasillo.

Felix iba a protestar, pero Minho casi lo llevó corriendo hasta el cuarto médico, haciéndolo entrar y cerrando la puerta con seguro detrás de ellos.

—Minho... ¿estás loco?— protestó Felix al sentir como el residente lo empujaba contra la mesa y se abalanzaba sobre él para seguir besando su cuello, una de sus manos comenzando a desabotonar la blanca bata de Felix.

—No.

—Las enfermeras están ahí... mierda, puede que hasta entre algún interno.

—Está cerrado con seguro.

—Pero pueden escuchar algo.

—Entonces supongo que tendremos que asegurarnos de que no lo hagan.— concluyó Minho a la vez que fundía los labios de ambos en el primer beso de aquel día. Felix gimió ante el sorpresivo contacto, pero no tardó en llevar sus manos a las hebras de cabello y comenzar a mover sus labios al ritmo de aquel beso aturdidor. Sintió como las manos de Minho terminaban de zafar su bata y comenzaban a subir su camiseta para acariciar su abdomen. Las cosas estaban yendo demasiado rápido. Pero realmente no tenía las más mínimas intenciones de detenerlo.

La presión que Minho ejercía contra él hizo que su cuerpo fuera cediendo hasta que, sin darse cuenta muy bien de cuando sucedió, su espalda ya estaba contra la mesa y Minho estaba encima de él, aun besándolo y recorriéndolo con sus manos. A Felix le gustaba cada vez más ver ese lado de Minho, ese con el cual dejaba de ser un doctor responsable, un adulto serio y centrado, para convertirse en poco menos que una bestia. Besándolo como si quisiera reclamarle algo, tomando posesividad de todo su ser solo con la forma en la que lo tocaba. Era sobrecogedor.

—Aún se notan tanto...— sintió que Minho murmuraba, separándose un poco y mirándolo desde arriba. -... mis marcas en tu piel. — recorrió el torso de Felix suavemente, bordeando las oscuras marcas que allí había.

—Eso es porque hay alguien aquí que no se puede controlar como es debido. — Felix fingió disgusto, pero realmente no encontraba absolutamente nada desagradable en tener en su piel las huellas de Minho.

—Pues a alguien más aquí no le molestó para nada que se las hiciera...— Minho se acercó a él de nuevo y dejó un beso en el centro de su pecho, justo encima de una de las marcas. -... además, se ven preciosas en ti. Te ves hermoso así, cuando cada parte de tu cuerpo indica que eres mío.

—No sabía que ya fuera tuyo...— bromeó el menor, acariciando el cabello de Minho mientras este seguía besando su pecho.

—Pues lo eres, así que ahora te aguantas. — envolvió su lengua alrededor de uno de los pezones de Felix, haciendo que un gemido se ahogara contra sus dientes y su espalda se arqueara un poco gracias a la sorpresa. — No te voy a dejar ir tan fácil.

—Minho...— Felix musitó su nombre, sus ojos fuertemente cerrados, solo concentrándose en cada una de las sensaciones que la boca y las manos de Minho le provocaban. Como si pudiera entender aquella súplica, Minho llevó sus manos hasta el vientre de Felix y jugueteó con sus dedos en la zona más próxima el borde del pantalón, sonriendo contra su piel al notar como las piernas del menor se estremecían un poco alrededor de él.

Felix tenía sus manos en su cabello, sus hermosos labios fruncidos en una ligera mordida cuyo cometido era ahogar los incipientes gemidos que pugnaban por salir. Sentir a Minho encima de él, disponiendo de su cuerpo de aquella provocativa manera no ayudaba mucho a conservar el silencio, pues, aun desde lo profundo de su garganta, podían escucharse leves gruñidos, imposibles de contener.

Minho comenzó a desatar el pantalón de Felix a medida que sus besos iban descendiendo por todo el abdomen, haciendo, con cada uno, que los músculos de dicha zona se contrajeran en ínfimos temblores. Su mano se coló dentro de la ropa interior y acarició levemente el inicio de la erección de Felix, obteniendo un gemido algo más sonoro que los anteriores seguido de la consecuente maldición que dejó salir el chico al notar que había subido demasiado el volumen.

Abrió los ojos solo para ver a Minho arrodillarse en el suelo y terminar de liberar su erección. Aquella imagen provocó que todo su cuerpo se estremeciera con una oleada de lujuria que le resultó desconocida. Ver a Minho entre sus piernas, acariciando lánguidamente su erección mientras besaba su pelvis y la base de sus muslos era mucho más de lo que su ingenua imaginación había previsto alguna vez.

Nunca imaginó que algo así pudiera suceder, que fuera remotamente posible.
Sin embargo, estaba sucediendo.
Pensó en lo mucho que tenía que haber cambiado para que algo así le resultara tan atrayente. Sus dudas anteriores se arremolinaron un poco en su mente, pero con cada beso, era como si Minho las disipara una por una. No había nada mal en eso, nada erróneo. Y si Minho realmente estaba dispuesto a hacerlo, él no iba a ser quien lo detuviera.

Sus ojos se encontraron con los del residente en una mirada que parecía ser a la vez una petición de permiso y una garantía de placer. Minho lo miró desde donde estaba, relamiéndose sus labios, sin decir una palabra. Tanto él como Felix sabían a qué se refería con aquel gesto.

Felix sintió como si el aire se trabara en sus pulmones, la mezcla de vergüenza y excitación que sentía apenas lo dejaba pensar. Una de las comisuras del mayor se elevó ligeramente, casi sonriendo al ver la turbación en su enrojecido rostro. Felix finalmente asintió a la vez que tragaba el nudo que le estaba impidiendo respirar. Minho completó su sonrisa y recorrió finalmente la erección de Felix con una de sus manos, dándole un suave masaje desde la base hasta la punta. Felix volvió a morder sus labios, exhalando un quejido de placer. No necesitaba que Minho le dijera cuán duro estaba, él mismo podía notarlo.

Sus puños se apretaron hasta que sus uñas lastimaron sus palmas en el momento que Minho rodeó su glande con los labios, haciendo que pareciera que toda la energía que tenía concentrada allí se disparaba por todo su cuerpo. La boca de Minho lo envolvió con seguridad, brindándole un placer que le parecía imposible de sentir. Una mano alrededor de su base y la otra acariciando levemente su cintura. Los labios envueltos en su eje, subiendo y bajando con un ritmo cadente y suave. La lengua, rozando suavemente la punta, jugueteando con su uretra. Todo aquello al unísono, sobrestimulándolo como nunca.

—Minho...— volvió a decir su nombre, pero esta vez envuelto en un gemido lloroso. El residente alzó la vista y lo miró sin dejar de hacer lo que hacía. Felix sentía como si sus ojos fueran más eróticos que cualquier otra cosa, viéndolo con aquel deje de burla, disfrutando ver el estado desarreglado que se iba apoderando de él con cada cosa que le hacía. Sintiendo el placer que le estaba brindando tanto o más que él, quien lo estaba recibiendo.

Como si mencionar su nombre hubiera activado algo, Minho aumentó la velocidad de lo que hacía, consiguiendo que Felix volviera a gemir, esta vez sin mucho control. Apretó sus caderas, exigiéndole silencio, pero solo consiguió que boqueara el aire y tratara de asfixiar sus gemidos mordiendo una de sus manos. Aquello fue poco menos que inútil, aún era perfectamente audible cada sonido que hacía. De estar en otra situación, Minho lo dejaría, le permitiría gemir hasta que le doliera la garganta, pero ese no era el momento ni el lugar indicado.

—Tienes que hacer silencio. — se separó brevemente de la erección de Felix y siguió estimulándolo con su mano. El menor lo miró, suplicante, sus ojos húmedos con lágrimas acumuladas.

—Lo siento...— musitó.

—Prométeme que no harás ruido.

Felix hizo un puchero.

—Promételo...— exigió el residente, apretando ligeramente su agarre sobre el miembro del chico.

—Lo prometo. — accedió rápidamente después de dejar ir un suspiro ansioso.

—Bien, ese es mi chico. Ahora encarguémonos de esto. — Minho volvió a rodear la erección de Felix con su boca y notó como sus muslos se contraían al sentirlo. Podía notar como el miembro palpitaba entre sus labios, señal inequívoca de un orgasmo cercano. Siguió chupando con avidez, a un ritmo lo suficientemente rápido como para hacer que Felix se estremeciera completo. Sintió como una de las manos del menor agarró su cabello, temblorosa, sin saber exactamente si incitarlo a seguir o detenerlo.

Le gustaba la forma en la que Felix se dejaba hacer y parecía disfrutar aquello casi de forma enfermiza. Era sublime verlo ceder, pasar de ser un chico algo huraño a deshacerse en gemidos cuando estaba con él.

—Min...— Felix casi chilló, incapaz de contenerse. — Ya casi...— avisó, como si Minho no lo supiera. Como si no pudiera ver las contracciones en su abdomen bajo, como si no notara la turgencia del miembro entre sus labios.

—Mmh...— gimió en asentimiento, y sintió el agarre de Felix cernirse aún más sobre su cabello. Alzó de nuevo la vista, no queriendo perderse ni un solo detalle. El chico ya no lo miraba, solo sujetaba su cabello, y hacía hasta lo imposible por mantenerse en silencio, mordiendo el dorso de su mano, tratando de exteriorizar lo que sentía con cualquier otra parte de su cuerpo. Felix sabía que nunca había durado tan poco con un oral, pero había algo en la forma en la que Minho lo hacía que le resultaba irresistible. Tal vez fuera la manera en la que sus labios envolvían todo su eje, moviéndose de arriba abajo, apretándolo de una forma insana, o su lengua que parecía haber nacido para eso, recorriendo cada una de sus zonas sensibles, estimulándolo sin piedad. Incluso hasta el agarre de las manos fuertes de Minho en su cuerpo se le antojaba erótico, todo era como una chispa en el reguero de pólvora que se había vuelto su cuerpo.

Se vino con un gemido ahogado. Las contracciones de su cuerpo acompañaron el semen que se disparó en la boca de Minho. Su vista se nubló y, por instante, sintió que ya no estaba en este mundo.

Realmente quería más. Aquello no era suficiente. Quería más, mucho más. Mucho más de todo lo que Minho le podía ofrecer. A la mierda la vergüenza o la inseguridad. No iba a llegar a ningún lado si seguía haciendo las cosas de forma mediocre.

Tiró del cuello de la bata de Minho y lo obligó a echarse sobre él. Envolvió sus piernas alrededor de su cuerpo y atrajo su rostro para besarlo. Minho apoyó sus manos sobre la mesa, a ambos lados de su cara, sorprendido por el súbito arrebato de pasión. Felix pudo sentir en la boca de Minho el sabor de su propio semen. Mientras metía su lengua en la boca del residente, sus manos fueron directas a desabotonar su bata. Minho aún estaba completamente vestido, y eso nunca le había molestado tanto como en ese momento.

—¿Pasa algo, bebé?— Minho le preguntó, divertido, cuando Felix finalmente dejó ir sus labios.

—No.— fue la escueta respuesta que le dio el americano, justo antes de comenzar a besar el cuello del mayor, tirando de él para sentirlo más cerca contra su cuerpo. — Solo bésame. — volvió a buscar sus labios. Mordiéndolos con un poco de fuerza, ansioso por más. Necesitado. — Tú también quieres liberarte ¿no?

—Felix...— Minho se detuvo y miró directo a sus ojos. Sabía que la erección que tenía en sus pantalones estaba lo suficientemente dura como para no pensar con claridad. Pero aun así...— No me provoques.

—¿Por qué no?— Felix dejó un casto beso sobre el mentón de Minho.— ¿No me quieres? ¿No quieres hacerlo?

Minho sintió que la poca resistencia que le quedaba se iba al carajo para nunca volver. Felix lo miraba de una forma demasiado sensual, pidiéndole más con sus ojos y sus gestos. Envolviéndolo con sus piernas, su ropa hecha un desastre por él mismo. Demasiado como para seguir fingiendo que podía resistirse.

Se abalanzó sobre Felix, rodeándolo con sus brazos. Besando sus enrojecidos labios casi con roña. Realmente quería hacer un desastre con su cuerpo. Hasta que Felix ya no tuviera fuerzas para pedirle más. Era lo que llevaba demasiado tiempo queriendo hacer. Y, demonios, si el propio Felix le suplicaba de aquella manera...

Sin embargo, ambos se detuvieron al sentir una vibración en una zona algo incómoda para ambos.

Felix dejó salir un quejido al percibir esa sensación en su muslo y Minho casi muerde la lengua de Felix. Se separó un poco de él y buscó en su bolsillo la fuente de aquella molesta sensación.

—¿Qué sucede?— preguntó Felix, incorporándose sobre la mesa.

Minho miró la pantalla de su celular con una mueca.

—Hay una emergencia...

—Oye...— Hyunjin sintió una voz que conocía a la perfección asomarse por la rendija de la puerta entreabierta. Ni siquiera alzó la vista de lo que estaba haciendo para contestar.

—¿Qué quieres, Changbin?

El castaño se sobrecogió un poco con la fría reacción. Aun así, eso no lo detuvo de abrir por completo la puerta y entrar a la consulta de cirugía donde Hyunjin, con gesto cansado, estaba escribiendo una remisión.

—Buenos días a ti también.— aclaró, sentándose en el asiento que estaba destinado para los pacientes.

—No lo son.— cortó el pelinegro, aun sin dirigirle la mirada.

—¿Por qué eres así conmigo?

—Soy así con todo el mundo.

—No es cierto.

—Eso no lo sabes. No es como si alguna vez me hubieras prestado atención.

Changbin sabía que era verdad. El rostro de Hyunjin le sonaba, por supuesto que sí, había sido su compañero de curso durante toda la carrera, pero aparte de algunas conversaciones grupales y algún que otro frío saludo de pasillo, no recordaba haberle puesto atención por más de dos segundos. Sin embargo, ahora le resultaba curioso. Una posible próxima víctima que atormentar.

Sonrió con su propio pensamiento y dejó caer su cabeza sobre la mesa, su mejilla apretada contra la fría madera mientras miraba a Hyunjin escribir.

—Lo siento por eso.

—No lo haces. No mientas— Hyunjin seguía impasible lo cual hizo que Changbin frunciera el ceño. ¿En serio él estaba siendo tierno y estaba recibiendo pura ignorancia y acidez de parte del otro interno?

—En serio, Hwon... ¿Por qué eres así conmigo? ¿Te he hecho algo?

—Mi apellido no es Hwon, es Hwang.— cortó Hyunjin, sonando tal vez demasiado severo.

—Perdón...— Changbin estiró sus labios en una sonrisa falsamente apenada.— A cambio te dejaré llamarme park o cualquier otro apellido que quieras.
De repente Hyunjin soltó el bolígrafo, y finalmente miró a Changbin.

—¿Qué es lo que quieres? Ya te dije que es inútil que hagas todo tu teatro conmigo.

—No estoy haciendo ningún teatro.

—¿Y pretendes que yo me crea que en serio eres así? Por favor, Changbin.— negó con la cabeza, incrédulo, a la vez que volvía a lo que estaba haciendo.

—Solo quería ver cómo estabas. Escuché que la guardia de anoche estuvo un poco movida.

—Lo estuvo... ¿Y?

—Solo me preocupé por ti... dado que me ayudaste ayer en la mañana... Pensé que a lo mejor querrías desayunar conmigo, te compraré lo que quieras, como agradecimiento.

La mano de Hyunjin se fue moviendo más lentamente sobre el papel hasta que finalmente se detuvo. Se giró un poco para ver a Changbin. Las mejillas del castaño se veían abultadas debido a que estaba recostado sobre la mesa y lo miraba dulcemente, una de sus manos jugueteando con el cuño que Hyunjin tenía sobre la mesa.

—Aún es temprano, deben quedar cosas ricas en la cafetería.— continuó Changbin y dejó que una suave sonrisa hiciera arruguitas debajo de sus ojos.

Hyunjin se inclinó sobre él, acercando sus rostros haciendo que Changbin retrocediera un poco con la repentina cercanía, sin retirarse por completo, sus ojos enlazados con los oscuros orbes del otro chico. Por un momento se sintió sobrecogido. Nunca había tenido a Hyunjin tan cerca. Pudo incluso sentir el olor a chocolate en su cabello.

—¿Acaso me ves la cara de imbécil?— la expresión amable de Hyunjin contrastaba con su vocabulario. Se alejó nuevamente con un suspiro cansino y reinició su escritura.-Vete a joder a alguien más, Seo.— dijo su apellido con énfasis. No estaba dispuesto a aceptar el trato de trocar sus nombres por otros. Changbin se quedó inmóvil por unos segundos, algo sobrecogido, para finalmente ponerse de pie, dejando salir una gran cantidad de aire, resignado.

—Vale. Supongo que hablaré contigo cuando no estés teniendo una mala mañana.— se dio la vuelta dispuesto a irse, pero una sonrisa satisfecha lo invadió al sentir que Hyunjin tiraba de su bata. Lo había oído incluso ponerse de pie para hacerlo. No podía evitar sonreír de aquella manera, al final, la victoria siempre era suya.

Intentó darse la vuelta para enfrentar al otro interno pero una de las fuertes manos de Hyunjin sujetó su cuello y lo obligó a permanecer de espaldas a él.

—¿Qué est...?— intentó protestar.

—Shhh.— Hyunjin lo calló con aquel siseo que casi parecía una orden y con su otra mano, levantó la bata y la camiseta de Changbin, dejando al descubierto su espalda, donde un parche analgésico cubría el moretón del golpe que se había dado mientras forcejeaba con Minho. Hyunjin retiró el parche sin la más mínima delicadeza, haciendo que Changbin ahogara un gemido de dolor contra sus labios.

—Esto...— dio una leve palmada sobre la zona de piel oscurecida.— Ponte hielo. No uses esta mierda.— lanzó el parche a la basura y volvió a sujetar la cadera de Changbin, su pulgar recorriendo suavemente la zona, haciendo que el castaño sintiera un leve dolor encima del golpe, aun así, no se movió. De cierta forma, no podía, la mano de Hyunjin sobre la base de su cuello lo hacía sentir extraño. Como algo que lo detenía de cualquier tipo de rebelión.

—Es un gran moretón.— la voz de Hwang bajó unas octavas mientras seguía paseando su pulgar sobre el hematoma.

—Hyunjin...— Changbin dejó salir más aire que voz. El leve dolor resultándole más atractivo de lo que debería.

—Solo haz lo que te dije.— lo soltó finalmente y volvió a sentarse en su silla, ignorando a Changbin. Quien permanecía de pie, de espaldas a él, a solo unos pasos de la puerta de la consulta. -¿Esperas algo?— la voz de Hyunjin a sus espaldas fue lo que finalmente lo sacó de su estupor y lo hizo salir apresuradamente, cerrando con un portazo que resonó demasiado fuerte en medio de los silenciosos pasillos del hospital.

Sentía el latido en sus arterias, desde la punta de sus dedos hasta sus sienes. Golpeteando contra su piel en medio de una confusa descarga de adrenalina. Deslizó uno de sus dedos por debajo de su mentón hasta alcanzar a sentir el pulso en su cuello.

Aquello no tenía sentido.

Permaneció ahí por unos largos segundos mientras trataba de calmarse. Su sobrecogimiento rápidamente dio paso a un ligero enojo. La actitud de Hyunjin le irritaba, pero no quería admitirlo. Era demasiado testarudo como para admitir que otro hombre lo había hecho sentir nervioso e intimidado. Así que prefirió disfrazar su enojo con diversión.

—Esto es interesante.— se dijo a sí mismo.
Ignoró el hecho de que acababa de salir corriendo de la consulta de cirugía, probablemente sonrojado. Preferiría enfocarse en otra cosa. Después de todo, era raro que alguien se resistiera a sus encantos. Solo le había pasado una vez, y ya era más que sabido cómo iba ese asunto. No pudo evitar sonreír. A Changbin le gustaban los retos. Y aquello prometía ser uno muy bueno.

Sintió el sonido de las sirenas en la distancia y supo que no podía tratarse de otra cosa que no fuera una emergencia. Personalmente, le parecía que era demasiado temprano como para trabajar, así que giró a su derecha y enfiló rumbo a la escalera, saliendo cuanto antes del cuerpo de guardia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro