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31 - 別の気持


un sentimiento distinto...

Felix salió de la consulta en búsqueda de Minho. No tardó en divisarlo a unos metros de distancia, con las manos en su cintura y caminando de un lado a otro del pasillo como un tigre enjaulado.

—Oye...— se le acercó y rozó su brazo. Minho retiró la vista y exhaló un nuevo y hondo suspiro al notar su presencia.

—Perdón. — dijo antes de que Felix pudiera reclamarle por algo.

—No tienes que disculparte. Entiendo perfectamente cómo te sientes aun si no sé lo que pasó. Solo quiero saber si estás bien. Changbin... él... ¿te dijo algo malo?

—Solo se pasó de la raya. No necesitas saber los detalles.

Felix alzó una ceja, inconforme. No supo si debería insistir, no quería parecer una chica pegajosa, pero algo le decía que tampoco debía dejar el asunto así.

— ¿Te molestarás conmigo si te pido que me cuentes?

— ¿Por qué me iba a molestar?

—No sé, ya me dijiste una vez que no necesitaba saberlo.

Minho suavizó su expresión y sacudió brevemente los cabellos de Felix.

— ¿Tú te molestarías si yo te insistiera en una situación así?

—Depende de cuan incómodo esté...

—Está bien. No fue nada, solo que no sé si has notado la facilidad que tiene Changbin para irritar a la gente, y bueno, digamos que no supe cortar la conversación a tiempo y tuve que quitarme sus manos de encima.

Las cejas de Felix se unieron en su frente. Minho nunca había visto una expresión así en él, ni siquiera cuando estaba discutiendo con Ann. Parecía estar más allá del enojo.

— ¿Changbin te puso las manos encima?

—Sí, pero ya viste como terminó todo. No necesitas enojarte, bebé. — Minho se le acercó y sujetó su rostro entre sus manos, buscando su mirada para calmarlo. A Felix aun le resultó desconcertante la facilidad con la que Minho lo trataba como su novio en lugares públicos. Pero, de cierta forma, lo hacía sentir seguro.

—Sabes que me tengo que enojar, y bastante. — mordió su labio en un vano intento por controlar el remolino de emociones que sentía. No iba a hacer una escena, ni saldría corriendo para tirar de los pelos de Changbin y arrastrarlo por todo el hospital. Él no era así. Ni remotamente. Pero tampoco era como si no tuviera sangre en sus venas. Desde el día uno, cuando notó que Changbin se tomaba más atribuciones de las necesarias con el cuerpo de Minho, había experimentado la misma sensación. Antes no la quiso enfrentar, pero ahora entendía que eran celos, o, más bien, posesividad. De cierta forma siempre sintió a Minho como algo suyo, primero como su incordio personal y ahora como su novio.

Fuera cual fuera el contexto, le enojaba que Changbin actuara así.

—Solo dejemos eso, ¿sí? — Minho apretujó sus mejillas y sonrió al ver como los labios de Felix protuían hacia adelante. — Vayamos a hacerte el análisis y salgamos de aquí cuanto antes. No quiero estar ni un minuto más aquí, y la opción de pasar el resto de la mañana contigo es realmente atrayente.

Felix se puso el cinturón de seguridad y devolvió su vista al papel que traía en sus manos con los resultados de su análisis. Todos los parámetros estaban normales, aunque su hemoglobina algo baja indicaba que podría estar cerca de la anemia, razón por la cual se ganó una buena reprimenda de Minho sobre cómo debía alimentarse bien, no saltarse las comidas y no comer chatarra solo porque no tenía ganas de cocinar.

Aun así, estaba feliz. Eso indicaba que ya estaba prácticamente sano, solo restaba terminar el ciclo de los antibióticos y podría volver a su rutina normal.

— ¿Por qué estás tan contento? — Minho lo miró de reojo, sin desviar mucho su vista de la calle.

—Porque ya no estoy enfermo. — Felix lo dijo como si fuera algo obvio.

—Entonces te alegras de que ya no necesitarás estar en mi casa ¿No?

—No lo digo por eso. — Felix negó rápidamente, lo que hizo a Minho sonreír. — Deja de ser tan buscapleitos.

—De acuerdo. ¿Qué quieres desayunar?

Felix había olvidado por completo que estaban en ayunas. Al recordar el tema desayuno notó que estaba bastante hambriento.

—Algo pesado.

— ¿Cómo qué?

—No sé, escoge tú. Yo seré feliz mientras termine lleno.

—Te aseguro que vas a terminar bien lleno. — Minho contestó con picardía, lo que hizo que Felix se sonrojara una vez más.

— ¿No te da vergüenza decir esas cosas? — se giró a ver a Minho, fingiendo indignación.

—No.— Minho sonaba divertido. — Solo quiero ver hasta cuando te dura la etapa inocente.

— ¿Etapa inocente? — Felix no estaba siguiéndolo.

—Sí, esa etapa en la que estás ahora en la que todo te da vergüenza. No digo que no sea encantador, créeme, te ves precioso con las mejillas sonrosadas. Pero muero de curiosidad por averiguar que hay más allá.

—No hay mucho, la verdad. — Felix trató de restarle importancia al asunto y se dedicó a mirar el paisaje por la ventana.

—No engañas a nadie. — Minho amplió su sonrisa. — Pero no hay problema, siempre que venga de ti, lo voy a disfrutar.

— ¿A qué te refieres con que no engaño a nadie?

—A que no puedes ser tan inocente como te ves.

—Pues técnicamente estoy experimentando todas mis primeras veces contigo.

—No creo que yo haya sido la primera persona que has besado.

—No, pero... besarte a ti es distinto. Se siente como algo nuevo.

—Supongo que puede ser así...

—Además, nunca nadie se me ha insinuado como lo haces tú... es difícil reaccionar de otra forma que no sea avergonzándome.

— ¿Y te gusta que me insinúe? — Minho aprovechó un ligero estanco en el tráfico para ver atentamente el rostro de Felix.

El menor le sostuvo la mirada, sopesando en su mente la posible respuesta. Los ojos de Minho parecían querer descifrar todo lo que había en su mente, hasta sus más íntimos pensamientos.

Y Felix sabía que lo que había en su mente no era precisamente apto para todas las edades.

—Sí. — fue lo único que contestó. Pudo ver claramente como Minho tragaba en seco sin retirar la vista.

El sonido de un claxon por detrás de ellos los hizo reaccionar a ambos. Minho volvió a mirar al frente y avanzó en la línea de autos. Felix, sin embargo, siguió mirándolo. Como tantas veces había hecho en los últimos días, solo se quedó mirando a Minho. Sus manos sobre el volante, su nuez de Adán, recorriendo su cuello de arriba abajo, sus fuertes piernas envueltas en aquel pantalón que tan sugerentemente delataba sus contornos. No había una sola cosa ahí que no le resultara apetecible.

Su mente a veces parecía jugar con él. Había momentos en los que deseaba sentir las manos de Minho directamente sobre su piel, ejerciendo fuerza, recorriéndolo. Sabía que, por mucho que intentara imaginarlo, sus ensoñaciones nunca se compararían con la sensación real. Aun así, había otras veces en las que sentía que no estaba listo, casi temblaba cuando Minho lo abrazaba sorpresivamente o lo besaba mientras dormía. Porque sabía que, si se lo dejaba a su cuerpo, no resistiría un solo segundo, y eso de cierta forma le daba temor.

Era extraño.

Recordaba que Jisung y Jeongin le habían dicho que todo era una cuestión de relajarse, dejarse llevar y no pensar en nada innecesario. Le habían dicho que el placer estaría ahí, indudablemente, y eso hacía que a toda la confusión mental de Felix se sumara la curiosidad. Sabía que con su cabeza en ese estado no debía tomar decisión alguna. Pero era realmente difícil no dejarse llevar cuando Minho lo miraba con aquellos ojos que hablaban por sí solos, cuando pensaba en sentir ese cuerpo sobre el suyo. Era difícil resistir una idea tan jodidamente sugerente.

— ¿No eres alérgico a nada?

Una súbita pregunta de Minho interrumpió el tren de sus pensamientos. Sin darse cuenta, ya habían salido de la autopista y ahora iban por una carretera bordeada de frondosos árboles que daban una agradable sombra sobre ellos. El sol de la mañana ya estaba un poco fuerte y se notaba como, poco a poco, aquella parte más tranquila de la ciudad se iba despertando.

—No.— contestó Felix para después exhalar todo el aire que pudo. Necesitaba relajarse y dejar de darle tantas vueltas al asunto. Probablemente lo mejor sería dejar que las cosas fluyeran con naturalidad.

Minho giró a la derecha y se adentró por un camino bastante mal asfaltado. Casi súbitamente desapareció toda la urbanización a su alrededor y solo se veían arboles a ambos lados del camino.

—¿Me puedes explicar dónde vamos a desayunar si me llevas al medio de la nada?— Felix miró a su alrededor y después a Minho, quien seguía conduciendo con toda la calma del mundo, como si conociera perfectamente el camino.

—Ya verás. No te tienes que preocupar.

—Si tú lo dices...— Felix iba a agregar algo más, pero justo en ese instante la cortina de árboles cedió y dejó ver un precioso paisaje verde que se extendía por varios kilómetros a la redonda. Era algo así como una especie de valle, perfecto para acampar. De hecho, a lo lejos podían observarse algunas tiendas, esparcidas en el verdor de la suave hierba. Probablemente de personas que habían ido a pasar la noche allí.

Minho detuvo el auto frente a una gran cabaña de madera, alrededor de la cual también había otros autos y alguna que otra persona. Parecía tratarse de un restaurante rústico. En general, el lugar era precioso, y Felix no pudo evitar sonreír al salir del auto y estirar sus piernas. El aire fresco entró a sus pulmones, lleno con el olor de una fogata que ardía a lo lejos y de las flores que recién se abrían.

Minho también se bajó con una sonrisa, y miró a su alrededor, complacido.

—Es bueno ver que este lugar no ha cambiado.— dijo mientras cerraba el auto y lo rodeaba para acercarse y tomar la mano de Felix.

—¿Te gusta?

Felix se quedó mirando la mano de Minho alrededor de la suya, entrelazando los dedos de ambos con una familiaridad que resultaba cálida y agradable. Nunca había sostenido así la mano de Minho, en un sitio público, con esa confianza y tranquilidad.

—Es muy lindo.— su sonrisa se endulzó y miró el rostro de Minho, quien parecía pendiente de su reacción.— No pensé que fueras a tomártelo tan en serio.

Minho pareció calmarse con su respuesta y comenzó a caminar rumbo al restaurante.

—Solo pensé que te gustaría cambiar de aire. Llevas casi toda la semana metido en mi apartamento, estabas enfermo, no debe haber sido agradable. Quería que salieras y respiraras aire limpio, que comieras comida deliciosa... También quería pasar algo de tiempo junto a ti en un lugar como este.

Felix asintió mientras miraba al suelo, cubierto con piedras grandes de río, las cuales hacían que cada paso se sintiera suave y cómodo.

—¿Prefieres comer aquí o compramos la comida para llevar y nos sentamos en alguna parte del valle?— Minho se detuvo antes de abrir la puerta del restaurante.

—¿Cómo un picnic? ¿Podemos hacer eso?

—Sí, aquí rentan las cosas para acampar y venden los ingredientes por si los clientes quieren cocinar la comida ellos mismos. Tampoco tenemos que llegar a eso, un simple picnic estaría bien.

—Wow, hace mucho tiempo que no hago un picnic. Desde que era niño, en Sidney creo...

—Bien, entonces está decidido.

Después de comprar lo que iban a necesitar, Minho guió a Felix hasta la sombra de un árbol, un poco apartado de todo lo demás, donde pudieron sentarse cómodamente. A Felix le estaba encantando el lugar cada vez más. No hacía ni frío, ni calor. La brisa era justo perfecta y los frutos del árbol debajo del cual estaban sentados desprendían un olor dulzón bastante agradable.

Sin embargo, lo que más le gustaba era el contraste entre ese lugar y Minho. Parecía como una especie de criatura mágica que perdió su rumbo. Su aspecto, camisa elegante y botines se veía fuera de lugar encima de la manta con motivos de hongos que habían comprado. Estaba acostumbrado a ver a Minho en un ambiente completamente distinto. El hospital y ese lugar parecían ser dimensiones opuestas. Aun así, Minho brillaba. Era increíble como conseguía verse increíble en cualquier lugar. O tal vez eran los ojos de Felix. Era imposible saberlo.

Felix se estiró para tomar uno de los vasos de jugo que Minho había comprado y darle un sorbo. Estaba hambriento como el demonio, pero sentía que no debía hacer nada rápidamente, le daba la sensación de que el tiempo correría más rápido si no se detenía a disfrutar cada detalle.

—¿Te gusta ese?— Minho tomó otro jugo para él.

—Sí... está bueno.— Felix sujetó el vaso con ambas manos y sonrió, aun con el absorbente entre sus labios.

—Los jugos de aquí son cien por ciento naturales. Probablemente no encuentres otro jugo como ese en ninguna parte de la ciudad.— Minho alardeó como si él fuera el dueño del negocio.

Continuaron desayunando mientras conversaban tranquilamente de varios temas. Felix tuvo que contestar un montón de preguntas de Minho, especialmente sobre su infancia en América y sobre su familia. El residente parecía muy interesado en saber esas cosas sobre él. A Felix tampoco le molestó decirle. Sabía que esas cosas los volvían más cercanos, además, le gustaba la facilidad con la que se iba sintiendo más cómodo alrededor de Minho. Sus nervios habían desaparecido por completo, se sentía relajado y sin temor alguno. Incluso llegó a preguntarse para sus adentros la razón por la cual Minho lo hacía sentirse nervioso de repente. La forma en la que Minho sonreía, y la forma en la que le hablaba le daban la sensación de que lo conocía desde hace mucho tiempo, aun cuando apenas le estaba contando sobre su vida.

A pesar de que quiso atesorar cada segundo, el tiempo pasó, y antes de que se dieran cuenta ya era mediodía. El árbol seguía haciendo un buen trabajo en darles sombra, pero ya se sentía un poco más de calor. Ambos estaban acostados sobre la manta, con sus brazos detrás de su cabeza, mirando hacia las ramas del árbol a través de las cuales podían verse pequeños retazos de nubes. Si miraban más a lo lejos, podía verse el tejado del restaurante y un par de estrechas columnas de humo pertenecientes a alguna fogata. Tal vez porque era lunes, el lugar se sentía casi desierto, dándoles la sensación de que estaban solos en el universo.

—Minho...— Felix llamó su nombre con voz queda. Llevaban ya varios minutos en silencio.

—Pensé que te habías quedado dormido.— Minho giró su rostro para verlo, pero Felix seguía con la mirada perdida entre las hojas.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Claro.

—¿Cómo... cómo supiste que... que te gustaban los hombres?— Felix mantuvo la vista hacia arriba, un poco temeroso. Pero realmente quería saber...

—Pues... cuando era adolescente, supongo...— Minho respondió después de pensarlo un instante.-...la primera persona que me gustó fue un chico. La verdad es que nunca he pensado mucho al respecto. Mis padres fueron muy buenos conmigo en ese aspecto, nunca me juzgaron, ni me hicieron sentir que estaba haciendo algo erróneo. Así que fue natural para mí. Siempre me han gustado los chicos. No sabría cómo darte una explicación detallada del asunto.

—Ya veo...

—¿Por qué preguntas eso, Felix? ¿Tienes algún tipo de duda? Siempre puedes hablar de eso conmigo.

—No es eso... solo estaba pensando. Lo que dijo Ann... ella me dijo que probablemente siempre había sido gay y solo me había aprovechado de ella. Sé que lo dijo en el calor del momento, y porque quería lastimarme pero... No sé, es que simplemente me siento muy cómodo contigo. Debería resultarme más difícil, o más antinatural, supongo... pero no lo es.— giró su rostro para finalmente encontrarse con la mirada de Minho. Los grandes ojos del residente lo veían, expectantes, atentos... era lindo.— Por eso te pregunté, no sé si es normal.

—¿Te sientes mal al respecto?

Felix se extrañó de que Minho le contestara con una pregunta, pero aun así le respondió.

—No.

—¿Entonces cuál es el problema?

—Que me sienta bien respecto a algo no siempre significa que sea normal, o correcto...

—¿A quién le importa eso, Felix? No estamos hablando de nada que vaya a hacerle daño a alguien. Estamos hablando sobre lo que te hace sentir bien. No necesitas ponerte una etiqueta en la frente para ser feliz. Si eras gay desde el principio o no, si resulta que simplemente te gusto yo, o te gustan las personas, eso no define nada, al final eres tú quien debe decidir lo que te hará feliz. Si te sientes bien con alguien, esas cosas no deberían importar. Solo sé honesto contigo mismo, es la mejor manera de quedar bien con todo el mundo.

Felix se quedó mirando fijamente los ojos de Minho. Le había sorprendido la simpleza con la que el mayor había despejado todas sus dudas, solo con unas pocas palabras.

En ese momento hubo una idea que apareció en su mente. Así, por sí sola. Sorprendiéndolo incluso a él mismo.

Y es que lo que sentía por Minho estaba cambiando. Ya no era simplemente gustar. Ya no era simplemente una atracción mezclada con admiración. Era algo más... algo mucho más hondo pero que definitivamente no iba a analizar en ese momento.

—Gracias...— le susurró y se giró de lado para poderse quedar mirando su rostro. Minho volvió a sonreír y se acostó de lado también, frente a él.

—De nada.

—¿Sería muy extraño si te besara ahora?

—Para nada.

Felix cortó la distancia que había entre los dos y dejó un casto beso sobre los labios del mayor. Después de hacerlo volvió a su lugar, notando como sus mejillas volvían a sentirse calientes y maldiciéndose internamente por eso.

—¿Realmente te basta con eso?— Minho sonó divertido.

—¿A qué te refieres?

—Pensé que después de semejante discurso me darías un premio algo más jugoso.

Felix rodó los ojos. Pero, a pesar de todo, adoraba ese lado de Minho. Decidió dejarse llevar, tampoco era como si él no tuviera deseos de algo más. Se irguió sobre sus brazos y empujó levemente uno de los hombros de Minho para obligarlo a ponerse bocarriba de nuevo. Se acomodó encima de él, poniendo ambas manos a los lados de su cabeza y manteniendo su cuerpo junto a él. Minho le dedicó una sonrisa pícara antes de dejar que lo besara. Llevó una de sus manos a la nuca del pelirrojo y enredó sus dedos en los cortos cabellos de la parte trasera de su cabeza a la vez que profundizaba el beso. Permitió que Felix lo guiara al principio, pero no tardó en convertirse en una suave batalla entre ambas lenguas. Felix se fue relajando, dejando caer poco a poco su peso sobre el torso de Minho. Podía volverse adicto a la sensación de los dientes de Minho acariciando su lengua y su labio inferior, chupándolos justo con la fuerza necesaria para que no fuera ni suave ni fuerte. Le gustaba como esos besos lo hacían gemir suavemente, y también le encantaba la sensación que recorría toda su espina dorsal cada vez que Minho movía sus dedos en su cabello.

Definitivamente no había nada malo en eso. Y ponerle una etiqueta solo sería perder tiempo pensando cosas innecesarias.

Minho mordió su labio con más fuerza, haciéndolo gemir un poco más alto. Felix lo sintió gruñir en respuesta y después de eso todo fue un montón de movimientos borrosos. Ninguno de los dos supo cómo terminó Minho encima de Felix, las erecciones de ambos rozándose juntas a través de la tela de su ropa y el cuello de Felix lleno de marcas rosáceas que prometían ponerse mucho más oscuras en breve. Ninguno de los dos estaba pensando en nada, no era necesario. Todo parecía estar cuidadosamente planeado, todo encajaba a la perfección.

Felix exhaló un profundo suspiro al sentir como Minho empezaba a simular embestidas contra él, haciéndolo abrir más sus piernas y sentir una ardiente necesidad por más contacto, más cercanía. Tenía sus manos hundidas en el rojo cabello de Minho, acompañándolo en cada beso que dejaba sobre su cuello, sus clavículas, sus hombros, incluso más allá, porque a su camisa le quedaban muy pocos botones por zafar. Definitivamente eso era lo que su cuerpo estaba añorando. Recordó aquella vez en su casa, cuando se había masturbado pensando en Minho, y constató que el asunto real era completamente distinto, mucho más intenso, más genuino. La fuerza con la que Minho apretaba sus muslos no se comparaba a su imaginación. Tampoco sus besos demandantes, ni su voz profunda y ronca, susurrando su nombre a la vez que lamía el lóbulo de su oreja. Nada que ver con la modesta imagen que tenía en su mente. Minho se sentía como una bestia encima de él, de una forma en la que nunca lo había visto.

Y le encantaba.

Dejó salir un chillido algo agudo cuando sintió que una de las manos de Minho se colaba dentro de su pantalón y acariciaba su erección en el apretado espacio que la prenda le permitía. Iba a decir algo, no sabía qué, pero los labios del residente lo hicieron callarse, tragándose sus gemidos. Sintió en su entrepierna como Minho comenzaba a hacer suaves movimientos que lo iban llevando lentamente hasta la locura, para luego detenerse súbitamente y cambiar el ritmo, haciéndolo retorcerse de ansias. Era increíble la manera en la que una sola mano de Minho podía hacerlo sentir.

Muy pronto su pantalón estuvo completamente suelto y los dedos de Minho se colaron dentro del bóxer para acariciar delicadamente la aterciopelada piel de su miembro. Cada cosa que hacía era cada vez más intensa. Felix temía no poder controlar los sonidos que estaba haciendo. Por mucho que Minho lo besara y chupara su lengua, desde lo profundo de su garganta partían sonidos guturales de puro placer. Era demasiado para él.

Cuando ya Felix sentía que no podría más, que necesitaba liberarse de una vez por todas, Minho lo soltó y se irguió sobre él. Felix lo miró, turbado, y sintió como si su orgasmo pudiera desatarse solo con la vista de Minho entre sus piernas, viéndolo como si fuera un trozo de carne mientras desataba su cinturón y liberaba su propia erección.

Mierda.

Eso era lo más sexy que había visto en su vida.

Minho volvió a inclinarse sobre él y agarró ambas erecciones juntas con una de sus manos. La sensación de la dureza de Minho contra la suya lo hizo retorcerse de gusto. Aquello era demasiado morboso, demasiado bueno.

—Solo gime...— Minho le susurró con voz grave.— Déjalo salir.— le pidió mientras comenzaba a mover su mano, masturbando ambos miembros juntos. Felix terminó de abrir su propia camisa como pudo, dejando su torso al desnudo. Quería ver a Minho venirse sobre él, quería sentir el calor en su piel. Ya no estaba pensando con claridad, pero sabía que quería ver eso. A Minho pareció gustarle, porque le sonrió, ladino, aumentando la velocidad de su mano. Felix gimió más, aún si trató de aguantarse. Le era raro gemir así, con esos tonos agudos de su voz que tan poco le gustaban pero que Minho parecía amar. Sintió que su orgasmo llegaba, y su cuello se estiró con anticipación. Minho también lo notó, y se inclinó más sobre él, para así dejar una última marca sobre la pálida piel de su garganta a la vez que ambos orgasmos llegaban, haciendo que los miembros palpitaran juntos y el semen se liberara violentamente entre los abdómenes de ambos. El agudo gemido que partió de la garganta de Felix se sintió como la gloria para Minho. Había descubierto su sonido favorito.

Estuvieron así por unos segundos, recuperando el aliento. Minho se sostenía sobre sus brazos para no hacerle peso a Felix, quien relajó sus piernas mientras resollaba.

—Lo sabía.— Minho fue el primero en romper el silencio. Sonrió levemente para después dejar un nuevo y húmedo beso sobre los labios de Felix.

—¿Qué sabías?

—Que no eras ni remotamente tan inocente como luces...

Felix chasqueó la lengua y desvió la mirada, sin embargo, Minho tomó su mentón y lo obligó a verle de nuevo.

—... y eso me encanta.

Felix sintió como se volvía a calentar un poco con las palabras de Minho. Sin embargo, el mayor volvió a besarlo y salió de encima de él para alcanzar unas toallitas húmedas. Se sentó a su lado y comenzó a limpiar cuidadosamente su piel.

—Perdón por eso.— Felix notó que la camisa de Minho había quedado hecha un desastre.

—Ah... ¿Esto? No te preocupes.— Minho se quitó la camisa y se quedó con el tank top que traía debajo.— Tenemos que pasar por casa de todos modos.

Felix, sin embargo, se dedicó a pasear sus ojos por el cuerpo de Minho, ahora mucho más descubierto.

Le estaba haciendo daño, en serio.

—De hecho, deberías perdonarme tú a mí.— continuó Minho, ignorante de lo que los ojos de Felix estaban haciendo con él.

—¿Por qué?— Felix se permitió volver a la realidad.

—Lo sabrás cuando te mires en un espejo.— Minho le rozó el cuello con el dorso de sus dedos.— Creo que vas a tener que usar ropa conservadora por unos días, a menos que quieras parecer un depravado sexual.

—¿Se notan mucho?— Felix tocó su clavícula y trató de mirar, pero le fue imposible. Solo alcanzó a ver algunas de las marcas en su pecho.

—Un poco... bastante, de hecho.

El menor exhaló un suspiro.

—No importa. No es como si no hubiera disfrutado cada una de esas marcas.

—Porque eres un pervertido y lo sabes.— bromeó Minho, obteniendo una toalla húmeda lanzada contra su rostro.

—No seas tonto.

Minho sonrió como un niño pequeño y se dejó caer sobre el regazo de Felix, quien automáticamente comenzó a acariciar su cabello.

—¿Y bien?— preguntó de repente el residente.

—¿Qué?

—¿Qué te pareció? ¿Fue tu primer contacto íntimo con un hombre algo digno de recordar?

—Uhm... no lo sé...— Felix pensó tomarle el pelo a Minho, pero no pudo hacerlo en cuanto vio la expresión inocente que adquirió el rostro del mayor.— Es broma... fue digno de recordar, de repetir y de upgradear.

Minho volvió a lucir complacido en milésimas de segundo y solo cerró los ojos y se dejó arrullar. A Felix le gustó verlo así. Su rostro mientras estaba feliz también era hermoso.

Y sí, definitivamente estaba sintiendo algo más.

Tal vez no fuera mala idea pensar un poco al respecto.

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