24 - お前が好き
me gustas
Después de un rato, Felix pudo levantarse por sus propios pies y seguir a Minho hasta donde estaba su auto. El residente había tomado todo un pertrecho de enseres médicos para tratar a Felix, los cuales llevaba en una bolsa. Hicieron el viaje en silencio, solo interrumpiendo el apacible sonido del motor del auto con la insistente tos húmeda de Felix. Minho podía notar el nerviosismo en el semblante del chico, las pocas veces que habían estado a solas antes, el menor se había mostrado algo incómodo y reacio, pero ahora solo removía sus dedos, sin saber exactamente dónde poner sus ojos o sus manos, con sus labios temblando de vez en cuando, como si no se atreviera a decir algo.
Llegaron a casa de Minho en poco tiempo. Minho vivía en un edificio cerca de la parte suburbana de la ciudad, a solo unas calles de donde comenzaba la zona de grandes casas y parques verdes, perfectos para correr. Estaba amaneciendo y el sol solo dejaba caer un poco de luz sobre el paisaje. Felix había notado el cansancio en Minho. Después de todo, llevaba despierto casi toda la noche por su culpa. Seguía sin saber cómo debía interactuar con él ahora, estaba un poco confundido, sobre todo por el súbito cambio de actitud de Minho, que, aunque no dejaba de ser un cambio positivo, seguía resultando sobrecogedor.
Minho le había dado varias toallitas de papel para que tosiera y expectorara, así que Felix simplemente se había mantenido callado, tosiendo de vez en cuando, siguiendo cada paso de Minho mientras este estacionaba el auto en el sótano del edificio y sacaba las cosas que había guardado.
—¿Cómo te sientes?— la cansada voz del residente rompió el suave silencio que los rodeaba en el ascensor. Felix lo pensó. Se sentía mal. Obvio. Tenía una bronconeumonía y algo le decía que el antibiótico que estaba tomando le estaba revolviendo el estómago. El dolor en sus costillas parecía no querer ceder, pero al menos no tenía fiebre, ni esa sensación asfixiante que había sentido mientras estaba solo en su casa.
—Bastante bien.— contestó, su propia voz se oía rasposa, como si no fuera la suya.
—Debes comer algo. ¿Crees que puedas comer?— Minho rozó su frente y su cuello, como si fuera algo completamente natural, aunque, por alguna razón, la sensación de los dedos de Minho sobre su piel hacía a Felix estremecerse en más de un sentido.— ¿No tienes apetito?
—No, pero puedo intentarlo.— Felix carraspeó, se sentía incómodo hablar.
—Te haré algo ligero entonces.— Minho miró hacia la pantalla donde se mostraba el piso por el que iban, pero su mente parecía estar en otro sitio. Analizaba mentalmente qué podría hacer con lo que tenía en casa, aunque ya se estaba haciendo la idea de que tendría que bajar de nuevo a comprar algunas cosas.
—¿Cómo fue que... que supiste de mí? ¿Cómo llegaste a mi casa?— le preguntó Felix, aun rehuyendo su mirada.
—Hablé con Jisung. Me dijo que estabas enfermo, así que te llamé. Obviamente no contestaste así que me preocupé más, hasta que ya no lo soporté y fui a tu apartamento. Le pedí al de seguridad que me dejara entrar.
—El señor Lee no deja entrar a nadie a los apartamentos.
—Le dije que era tu doctor, y que no contestabas el teléfono. Como él sabía que no habías salido desde el día anterior supuso, al igual que yo, que te habría pasado algo.
—Ya veo... gracias.
—De nada.— el ascensor se detuvo, haciendo que el estómago de Felix se revolviera un poco más con la sensación de la desaceleración. Alzó la vista, estaban en el piso 12.
—Ven.— Minho se adelantó, asegurándose de usar su cuerpo para evitar que la puerta se cerrara, rodeó levemente los hombros de Felix y lo guió hasta una de las dos puertas que había en el pasillo. Felix miró a su alrededor. El pasillo era pequeño. Felix casi no lo recordaba, solo había estado conscientemente allí durante los minutos que le tomó vestirse y salir, no solo salir, sino más bien salir corriendo. Ni siquiera había usado el elevador. En ese piso parecía haber solo dos apartamentos. Vio como Minho llegaba hasta la puerta e introducía el código para abrir.
El interior de la casa le resultaba innegablemente familiar, pero a la vez desconocido. Es como si en lo profundo de su mente los recuerdos de la noche que había pasado allí reaccionaran al ver el lugar pero, conscientemente, era incapaz de recordarlo. Minho entró, resueltamente, dejando las llaves del auto en un tazón que había sobre la mesa de centro. La bolsa que traía con el material médico fue a parar a la mesa del comedor, el sweater quedó en alguna parte del pasillo entre la cocina y el baño, y la presencia de Minho pronto se desvaneció en el interior de la casa. Al parecer Minho tenía prisa en usar el baño.
Felix dio un par de vueltas por la sala, indeciso en sí debería acomodarse o no. Tampoco era como si necesitara estar acostado o algo. Se sentía mal pero tampoco estaba convaleciente. La casa de Minho le gustó. Tenía una decoración sencilla en la cual se notaba la mano de una mujer que había tratado de interferir sin mucho éxito. Entre las sobrias decoraciones de estilo minimalista que Minho tenía se colaba algún que otro portarretratos cursi con fotos familiares, en algunos jarrones había flores artificiales, como si intentaran darle un poco de color a todo, pero realmente a Felix le gustaba más la sobriedad de los colores crema y blancos que reinaban sobre casi todo. Al parecer Minho era ordenado, el lugar no lucía sucio, solo había unas pantuflas cerca de la entrada las cuales parecían haber sido dejadas allí en un momento de prisa, por lo demás, todo estaba en su justo lugar, incluso las revistas que había en la mesa de centro estaban cuidadosamente ordenadas. Caminó hasta las ventanas que parecían ocupar completamente una de las paredes, las cortinas eran blancas y finas, pudiendo notarse a través de ella los rayos del sol naciente. Felix las corrió discretamente descubriendo una vista sobrecogedora de la ciudad, con la luz del sol chocando de frente, haciéndolo entornar un poco sus párpados. Se llevó una mano a las cejas para tratar de cubrirse pero no cerró las cortinas, le gustaba la vista.
—¿Sintetizando vitamina D?— sintió la voz de Minho detrás de él. Se giró a mirarlo, venía caminando, aun ajustándose los pantalones. Pasó por la mesa del comedor y tomó la bolsa, acercándose a Felix mientras rebuscaba algo dentro.— Ten.— le extendió un sobre con varias píldoras. Felix tomó el sobre y alzó la vista hasta los ojos de Minho esbozando una silenciosa pregunta.
—Vitaminas.— fue la respuesta que le dio el residente, volviéndose a girar y sacando otras cosas que fue a poner en la nevera y sobre la meseta. Felix lo siguió, necesitaba agua para eso, así que caminó con la espalda de Minho en su campo visual. Se fijó en lo que Minho sacaba de la bolsa.
—¿Qué es eso?— señaló las cosas mientras abría el sobre y tomaba las píldoras en su palma derecha.
—Tus antibióticos, ámpulas de dipirona para la fiebre y el dolor, suero fisiológico para administrarlo y Ringer-Lactato por si acaso...— Minho fue señalando cada una de las cosas.— Aunque no le puedes decir a nadie que traje todo esto. Los sueros y la dipirona están bien, pero no será lindo si alguien se entera que me llevé varios bulbos de piperacilina.— Minho lo miró con complicidad mientras ponía un dedo sobre sus labios.
—No tenías que hacer eso.— Felix miró las píldoras que tenía en sus manos. Minho se estiró y abrió la nevera para sacar una botella de agua y extendérsela.
—No, no tenía, pero decidí hacerlo. Además...— Minho siguió sacando cosas de la bolsa, esta vez sacó varios trócars y algunas agujas con una mirada maliciosa.-... ¿Te hubiera gustado estar ingresado en la misma sala donde estudian tus compañeros? ¿Te hubiera gustado que alguno de ellos te examinara? Tendrían que hacerte una historia clínica, sabes muy bien que eso lleva un examen físico completo. ¿Te hubiera gustado que alguno de tus compañeros te desnudara? ¿Te tocara por todas partes? ¿Revisara todo tu cuerpo?
Felix tragó en seco, la forma en la que Minho estaba hablando, mientras examinaba que las jeringuillas funcionaran bien y lo miraba de soslayo, aun con esa expresión ladina.
-N-no.— contestó, bebiéndose las vitaminas de un trago y tomando abundante agua.
-Por supuesto que no, aunque, si fuera estrictamente necesario tu historia la podría haber confeccionado yo.— sonrió al ver como Felix se atragantaba súbitamente con el agua.— O tal vez no... solo digo, de todos modos nunca has estado cómodo con tenerme tocándote.
Felix se limpió la boca y lo miró, sorprendido. Ya era obvio que Minho estaba jugando con él desde hacía un rato.
—Deja de hacer eso.— le suplicó, poniendo la botella sobre la meseta.
—¿El qué?— Minho se giró y guardó algunas cosas en la alacena que había del otro lado de la cocina. Felix notó que el espacio estaba un poco reducido, así que se recogió hacia una esquina, dejando que Minho se moviera libremente de un lado a otro.
—Sabes a que me refiero.
Minho solo sonrió sin agregar nada más. Guardó las jeringuillas y trócars en la nevera. Felix lo contempló durante unos minutos, hasta que decidió que ya era hora de hablar.
—¿Podrías escucharme ahora?— Minho seguía dando vueltas, como revisando si necesitaba algo más.
—Si insistes.— se detuvo, mirándolo.
—¿Podríamos sentarnos o algo?
—Sí, ven. Será mejor que te acuestes un rato.— Minho lo convidó a seguirlo en dirección al dormitorio. Una vez allí, Felix sí pudo reconocer la cama en la que había amanecido junto a Minho. Las sábanas eran obviamente distintas, pero la habitación completa le resultó sobrecogedoramente familiar. Se quedó de pie en el umbral, mirando hacia adentro.
—Pasa.— le indicó Minho, corriendo el cobertor de la cama, dejando a la vista las suaves sábanas blancas.— Puedes acostarte, debes sentirte mal, llevas bastante tiempo de pie y caminando.— retrocedió unos pasos y se sentó en una silla junto a la cama, reaccionando con alegría al sentir que su cuerpo caía finalmente sobre una superficie cómoda. Felix comprobó que Minho también estaba cansado. Se acercó y rodeó la cama hasta estar frente a él, pero no se acostó, solo se sentó, sintiendo con sus palmas lo suave y mullido que era aquel lecho. Si mal no recordaba, ese era el lado en el que Minho había dormido. Se preguntó si Minho sería el tipo de persona que ocupa un lado de la cama a pesar de dormir solo, o si era de los que daban muchas vueltas, o si, simplemente, dormía en el centro.
—Quería hablar de lo que pasó el otro día.
—De acuerdo.— Minho se recostó sobre el respaldo del asiento, sacándose el móvil del bolsillo y poniéndolo sobre uno de los anchos brazos de la silla.— Habla.— lo instó.
—Ese día... hablo del martes, cuando... discutimos.— miró tentativamente a Minho, pero este lo seguía escuchando en silencio, mirándolo con atención, más que dispuesto a escuchar.— Ese día, me contaste lo que pasó aquella noche en el bar. Sé que no te creí y te enojaste por eso, pero no es ahí a donde quiero llegar. Puede que esto suene mal de mi parte, pero, aun cuando me lo dijiste, yo seguí sin creerte, así que regresé al bar y le pedí al chico de la seguridad que me mostrara el video de las cámaras de aquella noche.— Minho alzó las cejas.
—¿En serio tuviste que llegar a esos extremos?
—La idea fue de Jisung. Me dijo que, conociéndome, sería necesario que lo viera por mis propios ojos para creerlo.
—Supongo que es un buen razonamiento.
—Jisung me conoce extremadamente bien... en fin, que vi el video...— suspiró.-... y tenías razón. No me obligaste a irme contigo, ni te aprovechaste de mí, ni nada por el estilo. Lo siento mucho por pensar así...— Felix tragó en seco, su voz temblaba, nunca había estado tan nervioso, ni siquiera la primera vez que canalizó una vena.-...Lo siento también por todo lo que te dije y lo mucho que interferí con tu trabajo debido a las discusiones. También siento mucho haberte faltado al respeto. En realidad yo te admiro y te respeto mucho, aunque nunca lo hubiera admitido antes, ahora lo puedo decir sin problemas, creo que eres un profesional increíble y me gustaría ser como tú en el futuro. Eres mi modelo a seguir, especialmente por haber sido capaz de lidiar con mis idioteces sin que tu trabajo se viera afectado.— trató de respirar profundo, los nervios y lo precipitado de sus palabras le estaban dando un poco de falta de aire.
—Cálmate...— Minho estiró sus manos, transmitiéndole calma.— Habla despacio, no tienes que precipitarte. Lo único que no pude traer fue un tanque de oxígeno, no nos hagas tener que volver al hospital.— Felix sonrió levemente y respiró con calma, poniendo sus manos sobre sus piernas y levantando sus hombros para respirar mejor.— ¿Eso es todo lo que querías decir?
—No...— Felix respondió rápidamente, notando que se había precipitado un poco, relajó sus gestos y suavizó su voz una vez más.— No... eso... no es todo, hay más.
—Te escucho.
—Ese día me dijiste.— Felix no se atrevió a seguir sosteniéndole la mirada a Minho.— Cuando me... me besaste...— el timbre de su voz fue descendiendo hasta convertirse en un murmullo.— me dijiste que lo fuera que hubiera sentido con eso, era la realidad que tenía que enfrentar.
Minho volvió a guardar silencio, observando cuidadosamente a Felix, dejándole expresarse.
—Tus palabras se quedaron dándome vueltas... lo pensé mucho y aun así creo que solo conseguí hacerme un lío mucho más grande que el que ya tenía. Lo único que pude aclarar fue que... que no quería que estuvieras enojado conmigo. Yo quería más. No sé... quería... ¡Dios! ¿Por qué es tan difícil?— apretujó su rostro con sus manos, frustrado.— Ahora que finalmente me estás escuchando tengo la cabeza hecha un lío.— Minho se mantuvo inmóvil en su silla. Sabía que Felix necesitaba un tiempo para acabar de decir lo que tenía que decir.— Lo que quiero decir es que... creo que me gustas.— soltó aire, desesperado.— ¡Ya está! ¡Ya lo dije! ¡Me gustas! ¡Y no quería admitirlo porque seguía pensando que no eras alguien que valiera la pena y porque eras hombre! ¡Pero ya eso no me importa! ¡Me vale un carajo si eres hombre o no! Me gustas... y no quería que estuvieras enojado conmigo. Me siento como la mierda ahora que sé lo estúpido que fui y...— de repente sus palabras se cortaron y un súbito absceso de tos se elevó por su garganta, haciéndolo encorvarse y toser con fuerza, consiguiendo que su rostro se pusiera más rojo de lo que ya estaba y llenándolo con una sensación de ahogo súbito extremadamente desagradable, sin contar el dolor en sus costillas que se exacerbaba cada vez que tosía. Minho se puso de pie suavemente y le alcanzó una caja de pañuelos, sin decir nada. Se retiró del cuarto para volver a los pocos segundos con una botella de agua y la dejó en la mesa auxiliar. Felix aun tosía un poco, incapaz de concentrarse en algo más que en su garganta adolorida.
—A ver...— Minho le arrebató el pañuelo de papel que había usado. Lo abrió para ver el color de las expectoraciones. Frunció un poco el ceño y arrugó el pañuelo para botarlo.
—Minho, yo...— Felix intentó hablar pero se quedó sin aliento en medio de la oración. Minho sujetó su hombro y lo obligó a recostarse, lo sostuvo un poco contra su pecho mientras acomodaba las almohadas para que Felix quedara en un ángulo cómodo.
—Solo recuéstate.
—Pero...
—Te escuché. Eso fue lo que me pediste.— Felix separó sus labios pero prefirió no decir nada, no sabía cómo Minho podría haberse tomado lo que le había dicho. Observó como el rubio lo cubría hasta la cintura con las sábanas y se volvía a levantar de la cama.
—Voy a prepárate algo. ¿Prefieres caldo o frutas?
Felix miró su rostro, la expresión de Minho no parecía reflejar emoción alguna. Eso, de cierta manera, lo hacía sentir abrumadoramente inseguro. No le gustaba la ausencia de reacción, de respuesta, de lo que fuera. No le gustaba la forma en la que Minho parecía preocuparse más por su salud que por lo que estaban hablando, sabía que era lo lógico pero aun así...
—Frutas, no creo tolerar algo caliente.
—De acuerdo. Aunque tengo que comprarlas. Alguna preferencia en particular.
—Cualquier cosa menos uvas.
—Está bien.— Minho tomó el teléfono inalámbrico en su escritorio y se lo dio.— El uno del marcado rápido es mi móvil, llámame si pasa algo.— recogió su celular de la silla y se lo volvió a meter en el bolsillo.— Enseguida regreso.— se dio la vuelta y salió del cuarto, dejando a Felix envuelto en su incertidumbre.
Felix se acurrucó entre las sábanas, tratando de buscar el olor de Minho en ellas. Estaba tenso, nervioso, su estómago se sentía como si estuviera dando vueltas dentro de su cuerpo, brincando como loco. No podía evitar preguntarse qué estaría pensando Minho, y si lo que había hecho había sido la decisión correcta. ¿Realmente habría estado bien decirle eso?
Se había sorprendido incluso a sí mismo. Nunca lo había pensado así, con esa claridad.
Minho le gustaba.
Decirlo se había sentido bien. Mandarlo todo al carajo también. Porque esa era la realidad. Minho le gustaba, lo deseaba, lo admiraba, y, ahora que sabía la verdad, no había un solo punto en el residente que le desagradara, de hecho, se consideraba ahora indigno para él.
Sin embargo lo deseaba, le gustaría no estar enfermo y poder disfrutar la compañía de Minho. No se iba a mentir, prefería mil veces que Minho lo atendiera en su casa a tener que estar ingresado en el hospital.
Pero seguía inseguro, especialmente con la reacción de Minho. Era de esperar, el residente se había enojado con él, le había dicho que estaba cansado de todo y se había pasado todo un día evitándolo. Aunque ahora se estuviera preocupando por él y cuidándolo, eso no tenía por qué significar nada especial. Minho es médico después de todo.
Hundió su espalda en las sábanas y suspiró, arrugando después su rostro en un mohín de dolor. Sus costillas le dolían cada vez más. Tocó su propia frente. Probablemente su temperatura estaba subiendo un poco. Trató de relajarse y esperar con calma. De todos modos, no había nada más que él pudiera hacer.
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