03 - 安全だと思った
Pensé que era seguro...
Felix estrechó la mano que Minho le ofrecía. Sin embargo, sus ojos se pasearon por toda la anatomía del recién llegado sin el más mínimo disimulo.
¿De dónde Jisung sacaba gente así?
Minho le dedicó una sonrisa que, como todo en él, era perfecta. El cabello rojo, peinado de forma casual, pero sin ningún descuido, llevaba un traje, pero aun así no lucía demasiado elegante. La ropa se cernía a su cuerpo como si hubiera nacido con ella puesta. Un cuerpo perfecto, modales perfectos, voz perfecta, todo...
— Felix estudia conmigo en el hospital. — Continuó Jisung al ver que Felix no hacía él más mínimo esfuerzo por darse a conocer.
-Ya veo. Va a ser un doctor muy popular siendo tan apuesto. — La sonrisa de Minho seguía intacta. Soltó la mano de Felix suavemente.
¿Apuesto él? Cuando se lo decía alguien así sonaba casi condescendiente.
—¿No quieren otra ronda? — el recién llegado se ofreció al notar los vasos casi vacíos de los tres chicos. Seungmin y Jeongin negaron con una sonrisa, sin embargo el rostro de Felix se iluminó.
-¡Sí! ¡Me encantaría!
— ¿No crees que ya ha sido suficiente, Felix? — le susurró Jisung.
-¡No, que va!
— ¿Otro mojito entonces?— Minho le arrebató el vaso vacío de la mano y se dispuso a buscar otro.
—¿En serio estás bien? — le preguntó Jisung en cuanto Minho se hubo alejado. — ¿Cuántos tragos has tomado?
Era más que obvio que los tragos habían sido más que suficientes. Pero Felix lucía alegre. Por primera vez en varios días. Aunque Jisung se preocupara, sabía que Felix necesitaba estar así por un rato. Por lo se conformó cuando Felix lo abrazó de nuevo y le dijo que estaba bien, que, de hecho, estaba mejor que nunca.
Cuando Minho regresó con el trago de Felix y una cerveza para él, se convirtió en su nueva persona favorita. Minho sabía conversar, era gracioso, y aunque diera la primera apariencia de una persona frívola y egocéntrica, era en realidad muy espontáneo. Por lo tanto, Felix no se molestó cuando Jeongin y Seungmin se perdieron entre la multitud, ni cuando Jisung se excusó para ir al baño y nunca regresó. Estaba bien, mientras estuviera con el brillante Minho, no se iba a aburrir. Y aunque sus amigos lo hubieran dejado solo probablemente no corría ningún peligro. Un chico tan amigable como aquel no podía ser peligroso. ¿No?
—¿Quieres ir a dar una vuelta? — Escuchó que Minho le decía acercándose a él. — Estar aquí arriba ya me está aburriendo.
Felix asintió y dejo que Minho rodeara sus hombros con un brazo.
- ¿A dónde vamos? — preguntó por pura curiosidad viendo como la nuez de Adán de Minho subía y bajaba mientras lo que quedaba de su cerveza desaparecía. El pelirrojo puso una sonrisa mientras dejaba la botella vacía sobre una mesa que había por ahí.
- ¿Qué te parece si hacemos algo realmente divertido?
Eso era lo último que recordaba.
Cuando su mente se volvió a activar lo primero que sintió fue un dolor de cabeza como nunca lo había sentido en la vida. Curiosamente lo primero que pensó fue en las características de ese dolor tan particular y en sus posibles causas, pero muy pronto se sustrajo de esos pensamientos para concentrarse en algo definitivamente más importante.
¿Dónde diablos estaba?
Su cabeza era un verdadero desastre, pero aún era capaz de darse cuenta de que aquel no era su cuarto y que aquella enorme cama no era la suya. Trató de pensar en lo que había hecho la noche anterior, pero todo era un revoltijo de imágenes muy poco nítidas, sonidos y el sabor fresco de los mojitos. Se irguió sobre la cama y se sobó las sienes en búsqueda de un poco de alivio. Por las pesadas cortinas de la habitación se colaban apenas un par de finos haces de luz que hacían visibles las pequeñas partículas de polvo que flotaban en él aire. Era una habitación enorme y lujosa, nada que ver con su económico apartamento. Cuando se sentó, las sábanas se deslizaron por su cuerpo haciéndolo notar que solo llevaba su ropa interior.
Se había activado la primera alarma.
¿Por qué demonios solo tenía su ropa interior?
Miró hacia el piso descubriendo que su ropa se encontraba regada sobre este, como si se la hubiera quitado precipitadamente. Sin embargo, también había piezas que no eran suyas.
Un blazer negro, una camisa blanca, pantalones a juego con el blazer...
Intentó levantarse, pero un dolor sordo en su espalda baja lo hizo quejarse y volver a reposar su peso sobre él colchón. La segunda alarma.
¿Qué coño...?
Su cabeza lo estaba matando y para colmo sentía su estómago revuelto. Pero aquel dolor que acababa de sentir le resultó el más extraño. Era un dolor demasiado particular, demasiado desconocido.
¿Qué había hecho anoche?
Necesitaba saberlo porque sus recuerdos no colaboraban y el rompecabezas que estaba armando poco a poco no le gustaba para nada.
Finalmente se giró. Sabía que probablemente encontraría las respuestas que necesitaba cuando lo hiciera.
Un bulto bajo las sábanas.
Solo eso se veía.
Estiró la mano con miedo. Sabía que no le iba a gustar. Pero tenía que hacerlo, tenía que verlo. Sabía que no iba a ser saludable, pero tenía que correr esas sábanas.
Sus dedos agarraron la tela y tiraron con suavidad.
Lo primero que saltó a su vista fue el cabello rojo brillante, luego aquel rostro que le resultaba salvajemente familiar, pero a la vez desconocido. Podría haberse detenido ahí, pero no lo hizo.
Continuó moviendo la sábana lentamente. Cualquiera pensaría que lo estaba disfrutando. Sus ojos se pasearon por aquella piel dorada, sus pectorales, su abdomen...
Definitivamente era aquel chico. Aún lo tenía fresco en su enredada memoria.
Lee Minho
Tuvo que ahogar un grito cuando confirmó lo que quería.
Salió de la cama casi arrastrándose y recogió su ropa como pudo. Se vistió en el pasillo mientras buscaba la salida. No le importó que sus caderas dolieran como el infierno. No se iba a quedar ni un segundo más allí.
Afortunadamente la puerta estaba abierta.
Salió corriendo mientras aún se abrochaba los botones de su camisa. Una señora mayor que se había asomado a la puerta de su apartamento lo vio bajar corriendo las escaleras en aquel estado. ¿Pero eso a él qué le importaba? No paró hasta bajar todas las escaleras hasta el primer piso y salir a la calle. Se sentía asfixiado dentro de aquel edificio. Estaba confundido, adolorido y avergonzado.
Le hizo un gesto al primer taxi que vio y en cuanto este se detuvo se montó en él asiento trasero. Le dijo su dirección al chofer y solo se permitió respirar cuando el auto arrancó y se separó del contén. Acto seguido se estrujó la cabeza con las manos mientras gemía en medio de su desesperación.
—¿Noche dura? — escuchó que le preguntaba el chofer. Él solo asintió aun con la cabeza entre sus manos. Aquella maldita imagen no se borraba de su mente.
Minho estaba desnudo. Minho estaba desnudo en la misma cama que él.
Se había acostado con Lee Minho.
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