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039

…aire.

Aire.

Hongjoong necesitaba aire.

Podía sentir como su pecho le dolía, todo su cuerpo reclamándole por una inspiración. Solo una.

Pero a Mingi eso simplemente parecía no importarle en lo más mínimo.

Los labios de Hongjoong seguían siendo suyos, su cuerpo aprisionado en un abrazo demasiado posesivo y ansioso. Kim sentía como si Mingi fuera a devorarlo y el cambio de rumbo que habían tomado las cosas entre ellos lo tenían demasiado anonadado como para resistirse.

Mingi apenas se apartó de su lado durante el breve tiempo que duró el viaje en taxi hasta el apartamento de Hongjoong. Lo besaba y paseaba sus manos por su cuerpo como si hubiera algo necesario en ello. Y Hongjoong no pudo evitar sentirse confundido, atónito y era inevitable, pues tenía demasiadas cosas dando vueltas en su cabeza en aquel momento.

Song Mingi.

¿Exactamente dónde había estado todo ese tiempo… esos cinco años?
¿Desde qué rincón? ¿En qué momento? ¿Cómo era posible que pudiera remover sus sentimientos de esa manera? Aun si era alguien que siempre fue poco más que una sombra en el fondo, una cara en la multitud, una espalda en la distancia…

Hongjoong estuvo seguro en ese momento de que había algo realmente jodido en su interior. Tal vez más de lo que pensaba.

Si no fuera así no tenía porque adorar aquella manera que tenía Mingi de jugar con todo su ser, con sus emociones y sus convicciones, como si, de repente, Kim  Hongjoong fuera algo frágil y vulnerable. Completamente risible. Porque tenía que admitir que eso, en el fondo, le había fascinado. Desde la primera vez que fue consciente de la existencia de Mingi.

¿Cómo podía haberlo convencido con unas simples palabras? ¿Con una simple súplica?

Hongjoong había oído esa misma frase un montón de veces.

"No te vayas"

Y nunca... Ni una sola vez se había quedado.

Entonces… ¿por qué los brazos de Mingi rodeando su cuerpo tenían ese poder?

Había pensado que el otro interno sería alguien divertido con quien jugar, un nuevo capítulo en el extenso libro de sus conquistas. Sin embargo, quien se vio vapuleado, con sus emociones viajando en una montaña rusa que sólo sabía subir y bajar aleatoriamente, fue él.

Le daba la desagradable sensación de que era él quien había sido tomado por un juguete, y realmente tenía que estar algo jodido en su cabeza para que eso se le antojara tan interesante.

Pero, bueno... Después de todo, nadie es completamente impenetrable, y lo estaba comprobando en ese momento. Finalmente Mingi había cedido, y si bien eso no estaba en los planes de ninguno de los dos, no tenía por qué ser algo necesariamente malo.

Sí, Hongjoong estaba dispuesto a dejar que esta vez fuera distinto.

Ya averiguaría donde había estado Mingi todo ese tiempo, ya le daría nuevas razones para conocerlo. Mientras el ascensor los llevaba hasta el piso del apartamento de Hongjoong y las manos del pelinegro dibujaban laberintos en su espalda, por debajo de la tela de su camisa, justo en ese instante supo que quería entender mejor a Song Mingi... Porque realmente no le gustaba lo que el otro interno pensaba de él, no le gustaba la forma en la que lo miraba cada vez que le pedía silenciosamente un poco de su atención. De cierta forma, no sentía ganas de ser con Mingi el mismo Hongjoong que era con todos los demás.

Si Mingi, después de todo, lo conocía así de bien como decía, entonces no había necesidad de mentirle, no tenía por qué actuar.

Podía ser él mismo esa noche.

El alcohol le alcanzaba para pensar que eso sería una buena idea.

                             
Los besos de Mingi a lo largo de su nuca y sus dedos, firmes en su cintura, le hicieron muy difícil introducir la llave en la cerradura de su apartamento.

                             
Usualmente el olor húmedo de las paredes de aquel viejo edificio le traía una sensación de paz. Le gustaba llegar a casa por eso. Le gustaba como se mezclaba con el olor de sus libros. Por eso aún no había querido irse de aquel apartamento barato, le tenía un extraño apego.

                             
Sin embargo, esa noche, el olor de sus libros se perdió en la colonia de Mingi. En el ron y su champú. En todo él. Cada sentido de Hongjoong había pasado a ser propiedad del pelinegro, de las caricias que dejaba sobre su piel. La forma en la que Mingi lo guiaba, moviendo su cuerpo en la oscuridad, sin mirar por donde iba, absorto en los labios de Hongjoong, le hacía pensar que tal vez Mingi también estaba fuera de sí. Le gustó saber que tal vez él no fuera el único sintiéndose victorioso. Tal vez Mingi también sentía que ganaba algo cada vez que sus dientes mordían su labio inferior.

                             
El sofá apareció en el camino de ambos y a ninguno de los dos le pareció mala idea solo dejarse caer ahí. En la oscuridad, Hongjoong no podía ver el rostro de Mingi, no sabía con qué tipo de expresión lo estaría mirando, o como lucirían sus ojos cada vez que se separaba de él unos instantes y apoyaba sus frentes juntas.

                             
Le daba curiosidad.

                             
Mucha.

                             
La forma en la que Mingi lo estaría mirando… lo que estaría pensando… la razón exacta por la cual no había querido dejarlo irse.

                             
-Hongjoong-ah…- casi un susurro, una pequeña exhalación contra su garganta.

                             
Acarició el cabello de Mingi, suavemente, sintiendo como si todo sucediera en cámara lenta. Como si la pasión no necesitara velocidad para expresarse, algo en la voz de Mingi caló hondo en él. Una emoción nueva… aun no sabía cuál, empezaba a crecer en alguna parte suya. Sin dejarse entender aun, solo llenándolo con una temperatura extraña.

                             
-Eres tan hermoso…- unas yemas se deslizaron por la piel de su cuello, hundiéndose entre los botones de su camisa. Tan suaves, tocándolo como si se fuera a quebrar. Las sílabas de Mingi se enredaban un poco, casi temblorosas como si todo fuera demasiado irreal para ser creíble. Su mano continuó su camino, poco a poco desabotonando su ropa, dejando que la pálida piel de Hongjoong brillara en aquella penumbra. A cada botón le seguía un beso, una caricia y Hongjoong realmente se sentía cada vez más extraño. Un calor raro subiendo hasta sus mejillas, sus latidos acelerándose, podía sentirlos en sus oídos. No recordaba eso, no recordaba sentirlo con nadie. El sexo era solo sexo. Pero eso que estaba a punto de hacer con Mingi no se sentía como solo sexo. Las manos de Mingi no lo hacían sentir como un pedazo de carne.

                             
Se sentía realmente hermoso. Y no era precisamente un asunto de físico. Las suaves palabras de Mingi lo hicieron lamentar por un instante todo lo que era, lo que hacía… porque él sabía muy bien que no era hermoso. Lo sabía perfectamente, pero Mingi lo tocaba como si lo fuera, como si valiera la pena. Y su cabeza solo se enredaba más y más en todo eso.

                             
Mingi lo desvistió con la misma devoción con la que lo acariciaba. Detalló cada pequeño tramo de su cuerpo, haciendo que Hongjoong gimiera quedamente, sintiendo todas esas reacciones impropias de su yo usual.

                             
-Di mi nombre.- le pidió de repente, deteniendo esos besos que habían buscado su dirección desde su pecho hasta su ombligo. A Hongjoong le gustaba el sonido algo ronco de la voz de Mingi, de sus susurros que parecían temerosos, como si fueran a deshacer algún hechizo.

-Mingi…- susurró también, y sonrió. Sabía que la oscuridad se tragaría todas esas cosas extrañas que estaba sintiendo. O al menos la mayoría, pues la oscuridad no podía hacer nada con esos pequeños estremecimientos que cada beso de Mingi causaba en su cuerpo.

-Dilo de nuevo…- exigió el pelinegro una vez más, volviendo a saborear la piel de Hongjoong, ahora completamente desnudo debajo de él.

-Mingi… Song Mingi… lo diré todas las veces que quieras…

De repente Mingi se detuvo. Hongjoong pudo sentir el aliento tibio alejarse de su piel, y su peso del sofá. Se sintió frío de repente y un ligero pánico ahogó su voz.

-¿Qué suc…?

Pero solo fueron segundos, pues enseguida sintió de nuevo las manos del interno, las sintió agarrar las suyas y tirar de él, obligándolo a levantarse. Mingi lo agarró por los muslos, forzándolo a brincar encima de él y rodearlo con sus piernas. Se tambaleó por un instante, pero lo sostuvo con firmeza.

-¿Dónde está tu cuarto?- la pregunta sonó como una súplica.

-Al fondo.- Hongjoong contestó, aun un poco sobrecogido, preguntándose si no sería demasiado pesado para el pelinegro.

Sin que mediara ninguna otra palabra entre ellos, Mingi caminó, llevándolo consigo hasta la habitación, aun sujetándolo como si fuera demasiado preciado.

En el cuarto de Hongjoong había más luz.

El frío resplandor de la luna se colaba por las ventanas de cristal, todo luciendo como un sueño, una suave ilusión. Una ilusión en la que ahora podían verse los rostros, descubrir las pequeñas sonrisas y los cabellos despeinados.

Solo un poco más perfecto que antes.

Las sábanas de Hongjoong recibieron su cuerpo, y él al de Mingi. Las ropas sobraron en algún momento durante ese lapso, pues Hongjoong solo sintió la piel caliente del pelinegro contra la suya. Mingi lo miró con cuidado, buscando algo en su mirada. Esto hizo que Hongjoong se sintiera momentáneamente cohibido, así que lo besó, tratando de evitar esa mirada. Por primera vez en la noche era él quien iniciaba un beso, y le gustó ser correspondido. Así que quiso más. Sus manos envolvieron la espalda de Mingi buscando precisamente eso.

Más.

Sus piernas se enredaron en las del contrario, ambas erecciones peleando entre sus vientres. Los suspiros y los jadeos perdiéndose en el silencio. De una forma tan instintiva que no dejaba espacio a ningún tipo de premeditación.

-Está bien, Mingi…- la voz de Hongjoong rompió el silencio, separando sus muslos lo suficiente, acomodando a Mingi encima de él.- Solo hazlo.

-Hongjoong-ah…- el pelinegro hundió su rostro en el cuello que tenía frente a él. Nuevos besos y nuevas mordidas, más lentas, profundas…

Hongjoong lo sintió acomodarse en su entrada y comenzar a penetrarlo lentamente. Una breve punzada de dolor lo invadió, arrancándole un quejido. Sintió que Mingi se quedaba inmóvil de repente, buscando mirarlo de nuevo.

-Te dije que estaba bien.- acunó sus mejillas, inclinándose a besarlo de nuevo.- Puedes hacerlo, me voy a acostumbrar.

-¿Estas seg…?

-Sí.- lo besó de nuevo.- Estoy seguro.

Mingi continúo entonces, sus caderas moviéndose lentamente hacia adelante, toda la espalda de Hongjoong creando un glorioso arco en el aire a la vez que dejaba salir un gemido demasiado sugerente, un poco más sonoro que los que había estado haciendo hasta ahora.
Mingi no supo si fue algo en la voz llorosa de Hongjoong mientras gemía, o en la forma en la que balbuceaba su nombre, pero por alguna razón perdió el control rápidamente.

El cuerpo de Hongjoong lo recibió con gusto. Fue un placer más intenso de lo que había pensado, de lo que estaba listo para resistir.

Hongjoong gemía debajo de él, todo su cabello desastrosamente regado en su rostro, sus muslos apretando sus caderas, pidiéndole más con la presión de sus dedos en su espalda. Mingi estaba siendo demasiado, muchísimo más de lo que estaba dispuesto a manejar.
Ahora, más que nunca, parecía un ángel.

Su ángel.

Agarró esos muslos de Hongjoong que tan ansiosamente se cernían a él, los sintió tan deliciosos como los había imaginado siempre, puede que incluso un poco más, pues la suave textura de su piel y el calor que emanaba de esta nunca había formado parte de su imaginación. Sus embestidas fueron adquiriendo fuerza, ritmo… y le gustó notar los cambios en Hongjoong, lo que producía cada movimiento de sus caderas contra su cuerpo. Era sublime verlo así. Aun si sabía el tipo de persona que Hongjoong era, aun si conocía hasta los aspectos más oscuros de su ser, era precisamente esa forma suya de brillar la que más ansiaba ver, la que más hermosa le había parecido hasta ahora.

Ese era el mejor Hongjoong.

No porque estuviera gimiendo su nombre debajo suyo.

Sino porque estaba siendo él mismo. Perfectamente natural. No estaba fingiendo nada. Y eso era hermoso a su manera.

Sí, era hermoso…pero Mingi no sabía hasta qué punto podía confiar.

Realmente no lo sabía.

Hongjoong se aferró más a él, sonando suplicante, ansioso y Mingi entendió lo que sucedía. Buscó con una de sus manos la erección desatendida del castaño, imprimiéndole un ritmo muy parecido al de sus embestidas. Hongjoong dejó escapar una maldición envuelta en un profundo gemido, lo miró desde abajo, y Mingi sintió como si pudiera hundirse en esos ojos húmedos.

En todo lo que sentía por él.

La forma en la que Hongjoong llegó al orgasmo dejó a Mingi sin palabras. Fue explosiva la manera en la que solo gimió su nombre, todo su cuerpo contrayéndose, cada músculo temblando de placer. Un placer sencillo, uno que no había necesitado de la técnica más rebuscada, ni de la fuerza más brutal. Hongjoong alcanzó el éxtasis desde lo más profundo de su ser y eso Mingi pudo notarlo, pudo entenderlo. Y la única razón por la cual podía hacerlo era porque se sentía de la misma manera.

El placer no radicaba en el sexo. Radicaba en lo que estaba sintiendo mientras lo hacía. En lo arduo que era su deseo de tener a Hongjoong piel contra piel. Aun si había querido reprimir ese deseo durante demasiado tiempo, aun así, seguía vivo, fuerte y demandante en cada célula de su ser.

Su orgasmo también llegó, inevitable y abrupto. Dejándolo sin fuerzas, como si una parte de su alma hubiera pasado al cuerpo del castaño, como si le hubiera arrebatado de él.

Se dejó caer a su lado. Su pecho subiendo y bajando, agitado.

Permaneció en silencio, usando su brazo para cubrir sus ojos. Podía sentir a Hongjoong a su lado, también inmóvil. La realidad volviendo poco a poco. Como si el raciocinio se encendiera nuevamente.

Mingi pensó por un instante en esa noche. En todo lo que había sucedido, absolutamente en todo…

Y lo supo.

Supo que ese había sido uno de los errores más grandes de su vida.

Porque sabía que Hongjoong seguiría siendo el mismo. Aun si le daba la sensación de que había sucedido algo, aun si quería creer que ese Hongjoong que estaba a su lado no era el mismo que veía todos los días, se había prometido a sí mismo que no iba a ser engañado. No iba a dejar nunca que Hongjoong jugara con él.

-Song…- la voz de Hongjoong lo sacó de su pequeño laberinto mental. Se quitó el brazo de la cara pare verlo. Hongjoong se había dado la vuelta, lo miraba con una vaga sonrisa, su cabeza apoyada sobre sus brazos cruzados.-¿Quieres qued…?

-Ya me voy.- se sentó sobre la cama, sacudiéndose los cabellos con energía.

-¿Ya...? Puedes…

-No. Ya lo hicimos. No tengo porque quedarme aquí. Mañana tenemos que ir al hospital.- se levantó después de ponerse su ropa interior.

-Espera, Mingi…- Hongjoong lo sujetó por la muñeca.- ¿No podrías… solo un rato?

-¿Por qué tendría que hacer eso?- la voz de Mingi tembló un poco, pero confiaba en que Hongjoong no lo notara. Apartó su mano y se agachó para recoger su ropa.- Solo follamos. No pienses que te voy a abrazar hasta que te duermas.

Hongjoong pudo sentir como algo apretaba dentro de su pecho. Apretaba mucho, hasta su garganta, asfixiándolo.

-¿Qué?

-¿Acaso eres tonto?- Mingi se acercó a él, aun con los botones de su pantalón zafado.- Estabas buscando con quien revolcarte. Me pareció mejor que lo hicieras conmigo a que lo hicieras con un tipo aleatorio. Y tú, obviamente, no tuviste quejas. ¿Qué más esperas?

-Pero… pensé…

-Piensas demasiado. Alguien que se abre de piernas tan fácil como tú no necesita mimos. No nos engañemos.- palmeó su mejilla con cinismo.- Nos vemos mañana, Kim Hongjoong.- se dio la vuelta, dejando a Hongjoong confundido entre las sábanas, su mirada atónita siguiendo su espalda desnuda fuera de la habitación.

-¡Espera!- Mingi lo oyó desde la sala y sintió sus pasos retumbar cada vez más cerca. Hongjoong fue hasta donde él estaba, solo una sábana envuelta de forma caótica alrededor de su cuerpo.- No es así. No es como tú dices. ¡No me abrí de piernas contigo por ser fácil!

-¿Por qué lo hiciste entonces?- Mingi seguía con la misma expresión cínica.

Los labios de Hongjoong temblaron. ¿Qué podría decir? ¿Cuál era la verdadera razón?

-¿Ves? No hay nada que puedas decir. Ya te dije que es imposible, Hongjoong. Te conozco demasiado bien.- sujetó su mentón, deslizando un pulgar por sus labios. Por un instante… por un microsegundo, quiso desbaratar todo eso. Quiso dejarse llevar por aquel Hongjoong despeinado que lo miraba con frustración. Quiso ceder y quedarse allí esa noche. Toda la noche. Con Hongjoong acurrucado entre sus brazos, con su olor a duraznos jugando en su nariz. Era tan tentador, tanto...

Pero el recuerdo de Hongjoong en el bar, riendo con aquel tipo, dejándose tocar, seducir, hizo que su sangre hirviera una segunda vez y la caricia acabara bruscamente.

-Si quieres otro revolcón, me avisas. Mientras tanto, mejor no me hables.

Y salió.

Pero la amarga sensación de su boca se quedó. Se quedó toda la noche. Aun cuando llegó a su casa y se duchó. Aun cuando se acostó en su cama y se dejó envolver por el silencio de su habitación.

Ese silencio era tan distinto al que había junto a Hongjoong. Era tan vacío.

Nunca se había sentido tan vacío.

Se arrepentía. Sabía que lo hacía.

Simplemente no sabía exactamente de qué.
















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