038
...basura
Song Mingi sabía perfectamente quién era Kim Hongjoong.
No estaría mintiendo si decía que la existencia de Hongjoong le era más conocida que la de cualquier otra persona. Habían sido años, más de cinco, desde aquella primera vez que le dirigió la palabra. Desde esa primera vez que chocó con él, en medio de uno de los pasillos de aquel mismo hospital, sintió que Kim Hongjoong tendría irremediablemente algo que ver con él. En aquel entonces todo era un mundo sin descubrir, todo parecía formar parte de la aventura más larga de su vida, y toda esa emoción rebosaba fuera de él en forma de una amplia sonrisa.
Esa vez cuando, sin querer, su hombro y el de Hongjoong se chocaron, provocando un pequeño desastre de libros nuevos y papeles, Mingi sintió que ya le estaban pasando demasiadas cosas al unísono. No podía ser que, justo cuando comenzaba su carrera, una nueva etapa de su vida, con todo lo que eso conllevaba, apareciera también la persona más hermosa.
Porque sí. Hongjoong era hermoso.
Aún lo es.
Aunque tal vez esa imagen ligeramente angelical suya, con aquella bata color blanco nuclear y sus suaves y esponjosos cabellos haciéndole un gracioso flequillo sobre su frente fuera un poco más hermosa que la de ahora. En aquel entonces Hongjoong parecía un borrón y cuenta nueva, parecía una musa, una bendición. Y todo eso pasó por la mente de Mingi en los breves segundos que le tomó balbucear una disculpa apenada y ayudarlo a recoger sus cosas.
Hongjoong, sin embargo, lucía alterado, nervioso. Sus labios fruncidos en un puchero tembloroso y sus manos recogiendo los libros con prisa, como si cada segundo en aquel pasillo fuera más y más vergonzoso. Mingi se disculpó de nuevo y solo obtuvo una inclinación a medias, llena de inseguridad y agitación.
Se preguntó entonces si no habría algo molestando a aquel pequeño ángel. Ingenuamente, quiso ser la razón por la cual dejara de sentirse irritado, quería borrar esas preocupaciones que apretujaban sus labios.
Sí, llámenlo ingenuo.
Pero eso había bastado para que Song Mingi se enamorara de Kim Hongjoong.
Llámenlo cliché.
Pero Mingi sabía cuando algo le gustaba. Y la impresión que Hongjoong había dejado en su alma con solo un par de miradas tímidas y el sonido de un suspiro cansado había sido suficiente.
Sin embargo, incluso si Hongjoong parecía brillar con luz propia, Mingi no pudo evitar notar las pequeñas manchas, casi imperceptibles que iban apareciendo con cada día que lo miraba de lejos. Aún no sabe si decidir mirarlo desde la distancia, entenderlo mejor, había sido una buena o mala decisión.
Porque su pequeño ángel solo se tornaba más y más cruel a sus ojos a medida que el tiempo pasaba.
O tal vez siempre fue así.
O tal vez algo más estaba sucediendo y su inocencia se iba esfumando lentamente.
Mingi llegó a entender a Hongjoong como a nadie más.
Entendió cómo funcionaba su cabeza, entendió su forma de ser, de actuar.
Pero también fue grabando en su mente las otras cosas, los otros detalles que tal vez nadie notaba en aquel chico que ya todos habían tildado de rastrero y desagradable.
Llegó a saber que esa linda sonrisa que había visto de lejos, esas caricias descuidadas que le dedicaba a otras personas, esas palabras suaves, esa manera de cuidar a los demás, esa forma de simplemente ocupar el espacio, todo… formaban parte de un Kim Hongjoong que solía permanecer oculto a la vista. El verdadero Hongjoong estaba encerrado, encerrado dentro de la persona que él mismo quería mostrar.
Aun así no dejaba de ser cierto. No dejaba de ser una persona calculadora e irritante. Una persona que parecía disfrutar de manipular a los demás.
Porque Hongjoong había dejado muchos sentimientos atrás, muchísimos. Y para cuando Mingi se convenció a sí mismo de la realidad, ya había entendido que aquella persona de la que se había enamorado se había convertido en una demasiado manipuladora y cruel. Sabía que no podría darle su corazón a alguien así, simplemente no podía. Aun si le parecía doloroso, más terrible sería convertirse en otra de sus conquistas, en otro de los imbéciles con los cuales podía jugar a gusto.
Lo amaba demasiado como para conformarse únicamente con eso. Amaba las cosas de Hongjoong que el odiaba sobre sí mismo.
Así que se prometió que nunca tendría nada que ver con él.
Solo verlo de lejos estaría bien. Aun si sonaba cobarde, no lo era. Era sensato. Era lógico.
Hongjoong solo lo lastimaría.
Y Mingi no estaba seguro de ser capaz de responder por sí mismo si la persona que amaba con todo su ser jugaba con sus sentimientos.
Y es que también se conocía a sí mismo. Sabía muy bien que su exterior y su interior diferían grandemente. Sabía que él también tenía un lado que odiaba, uno que no quería que nadie viera.
No quería que Hongjoong lo lastimara.
Pero tampoco quería lastimarlo a él.
Por eso se había obligado a ver de lejos, a dejar que Hongjoong hiciera su vida como quisiera, como mejor entendiera.
Él no sería nada, ni nadie, solo una sombra en el fondo, un borrón en sus recuerdos, un rostro sin nombre.
Y podría haberlo sido para siempre.
Podría… si simplemente no tuviera la mierda de autocontrol que tenía.
Aún no sabe cómo fue que pudo mantenerse bajo control después de ver el rostro sonrojado de Hongjoong, sus ojos moviéndose nerviosamente de un lado a otro mientras su boca balbuceaba un "me gustas".
Había estado a punto de caer, quiso dejarse llevar, quiso, por primera vez, dejar de saber lo que sabía, dejar de conocer a Hongjoong y solo besar esos labios lindos y perfectos.
Sin embargo tenía claro que nada de eso era verdadero, Hongjoong solo quería jugar con él. Por la razón que fuera. Siempre había sido así. No eran pocos los que habían caído en sus juegos, en sus miradas inocentes o su sensualidad arrolladora. Mingi había visto cada una de sus conquistas. Había visto como Hongjoong los llevaba al cielo para luego dejarlos caer, de la forma más humillante y descorazonada. Hongjoong adoraba jugar con los sentimientos de la gente, pero detestaba que jugaran con los suyos, que le pagaran con la misma moneda. solo él podía ser cruel. Por eso aún no superaba que fuera Jungkook quien lo dejara. Por eso probablemente seguía dando vueltas alrededor suyo. Porque tanto el como Jungkook tenían algo en común: ninguno de los dos parecía dispuesto a caer en sus encantos.
Sin embargo Mingi sabía que había estado cerca. No era tan sencillo como pensaba. De lo contrario no tendría esa necesidad idiota de aparecer cada vez que Hongjoong estaba en problemas, no lo ayudaría, no se preocuparía por él aun si solo le decía palabras hirientes. No se quedaría embobado tocando su piel, no se perdería en sus ojos y mucho menos desearía besarlo hasta que sus labios estuvieran hinchados y rojos.
Tenía que quitarse esas ideas de la cabeza.
Aun si era una noche entre semana necesitaba salir y despejarse, sacar a Hongjoong de sus pensamientos. Al menos lo suficiente como para que su fuerza de voluntad volviera a ser la de antes, la que había tenido antes de comenzar su internado y de ver de nuevo a Kim en cada jodido pasillo, en cada conferencia y en cada guardia.
Sí, saldría del hospital, del olor a alcohol y a desinfectante, de la luz artificial y de todas esas cosas que le recordaban a la persona que por desgracia amaba.
Ir a beber no estaba entre las cosas que Mingi comúnmente hacía. Había comenzado su carrera a los dieciocho años y la mayoría de edad lo había golpeado sin siquiera notarlo. Un día, de repente, se dio cuenta que ya era adulto y podía hacer lo que quisiera, sin embargo su mente todavía no lo había procesado del todo. Aun así, sabía qué era lo que necesitaba en ese momento:
Alcohol bajando por su garganta y quemando todo el camino hasta su estómago. Tal vez así olvidaría que Hongjoong le había dicho que le gustaba… aun si era solo un poco.
Quería beber lo suficiente como para que al otro día el malestar y la resaca no lo dejaran ni mirar el rostro de Hongjoong. No quería pensar en él, en nada. Incluso quedarse en cama parecía una buena opción para el día siguiente.
Cambiar de ambiente se sintió raro al principio, pero muy pronto la música golpeteando contra sus oídos y la oscuridad, unidas la mezcla envolvente del perfume de la gente y el olor dulzón de los tragos bastaron para que se sintiera cómodo y ligero.
Hacía tanto tiempo que no vestía algo que no fuera su bata o la ropa de andar en casa que ahora se sentía como si pudiera flotar. Muy pronto una botella de cerveza estuvo entre sus manos y se dedicó a dar un par de vueltas alrededor, buscando algún tipo de compañía, un chico o una chica, quien fuera. Necesitaba hablar con alguien que no supiera lo que era un esfigmomanómetro.
Se sentó en los asientos junto a la barra, su cerveza casi se terminaba así que planeaba pedir otra antes de seguir deambulando alrededor. La pista de baile no estaba muy llena, el bar en general estaba bastante vacío. Después de todo al otro día se trabajaba, muy pocas personas irían a beber en una noche así.
Dejó que las luces móviles bailaran por su cuerpo. Se miró a sí mismo, encontrándose extraño solo con jeans, una camiseta y su chaqueta de cuero favorita encima. Aunque, aun si lucia extraño, le daba la sensación de que esa noche no necesitaba ser él mismo.
Se bebió lo último que quedaba en su botella y sopesó la idea de beber algo más fuerte. Una simple cerveza no lo haría olvidar absolutamente nada. Un gesto de su mano bastó para que el bartender se acercara. Ya mirar hacia la pista de baile no era su principal prioridad, ahora su vista recorría las diversas botellas que decoraban todo el fondo del bar, buscando con la vista algo que luciera lo suficientemente fuerte.
-¿Otra cerveza?- el bartender recogió la botella vacía que Mingi había dejado sobre la barra y lo miró sin verlo, más pendiente de su trabajo que de su cliente.
-No. Eso…-Mingi señaló una botella ambar que había en una de las repisas mas altas.- Deme un trago de eso.
El hombre se giró, siguiendo la vista de Mingi hasta darse cuenta de cual era la bebida en cuestión.
-Ron… Añejo Especial. ¿Quiere un trago de eso?
Mingi pensó en su billetera, pero, en realidad, ni siquiera se gastaba el dinero. Por una noche que se volviera loco no iba a pasarle nada.
-Sí.- asintió, sacando un billete para pagar.
La bebida hizo justo lo que esperaba. La garganta le ardió ligeramente pero su innegable dulzor la hacía extremadamente agradable. Mingi la saboreó con calma. Nunca había bebido ron en su vida, pero definitivamente valía la pena embriagarse con eso.
El primer trago se desvaneció en pocos minutos. Le gustó la forma en la que la música se fue volviendo menos estridente y las luces iban adquiriendo un breve halo borroso. Al traerle el segundo trago, el bartender le dedicó una mirada divertida.
-Si nunca has bebido esto no deberías ir tan rápido.- una sonrisa comprensiva adornó su rostro en la penumbra, pero a Mingi realmente le traía sin cuidado lo que le pasara. El color ambarino de la bebida era bonito. O al menos empezaba a parecerle así.
Tal vez para el tercer trago se decidiera a salir a la pista. A socializar un poco. Después de todo, a eso había ido.
Mientras ese pensamiento daba vueltas en su mente, sintió como alguien se acercaba a la barra, apoyando sus manos sobre esta, luciendo un poco apresurado.
-¡Hey!- llamó la atención del encargado del bar y Mingi sintió que todo su ser se estremecía al escuchar esa voz. Giró su cabeza lentamente, observando primero esas manos de dedos largos y bonitos. Su piel tan blanca parecía brillar en la penumbra del lugar, contrastando con el color negro profundo de su camisa.
Sí, camisa negra… pantalones negros… ajustados. Todo creando una armonía gloriosa con el brillo de su pálida piel.
Justo lo que menos necesitaba en ese momento.
Como si todo jugara en su contra.
Hongjoong.
-Ponme dos cervezas.- su voz sonaba divertida, su cuerpo se mecía hacia adelante y hacia atrás, un poco impaciente. Parecía de buen humor, despreocupado, luciendo así de hermoso y perfecto. Parecía un puñetero ángel. Aun con toda esa ropa negra, no había otra cosa con la que pudiera compararlo.
Sin darle tiempo a Mingi de salir de su sorpresa, otro tipo llegó, rodeando con uno de sus brazos la cintura de Hongjoong, también luciendo divertido. Una sonrisa satisfecha adornaba sus labios a la vez que sus dedos jugueteaban en uno de los costados del castaño. Hongjoong se volvió a verlo y dejó que el tipo se inclinara sobre él para susurrarle quien sabe qué. El desagradablemente fuerte olor de su colonia pegándose a la piel de Hongjoong.
A su hermosa piel…
Y rió.
Su risa tan particular taladrando los oídos de Mingi, haciendo que lo mandara todo a la mierda de una vez. Absolutamente todo.
Se terminó su trago rápidamente y se puso de pie. Agarró la muñeca del tipo, esa que se apoyaba sobre el cuerpo de Hongjoong y la retiró bruscamente, lo suficiente como para arrancarle un quejido a aquel imbécil.
-¿Qué mierd…?- el tipo se inclinó hacia atrás para poder ver a Mingi.- ¡Yah! ¡¿Qué coño te pasa?!
Hongjoong sin embargo, se quedó inmóvil, tal vez tan sorprendido como había estado Mingi en el momento en que se dio cuenta que era él quien estaba allí… en el mismo bar… con otro tipo.
-Mingi…- su voz apenas se oyó. Intentó pensar en algo para decir, pero su cabeza estaba bloqueada por completo. Mingi lo agarró y lo haló, alejándolo de aquel tipo que cada vez entendía menos.
-¿Qué demonios está pasando? ¿byeongkwan?- el tipo buscó la mirada de Hongjoong, pero este aun lucía fuera de sí mismo.
-¿byeongkwan?- Mingi lo miró con una sonrisa cínica.- Eso es interesante… Así que ahora te llamas byeongkwan.
-¿Quién carajo te crees que eres, pedazo de imbécil?- el tipo agarró el cuello de la camisa de Mingi, en un vano intento por intimidarlo, pero este sujetó su mano con la suficiente fuerza como para que ambos sintieran todos los pequeños huesos del tipo crujir, probablemente saliéndose fuera de su lugar.
-Si deseas terminar la noche tranquilo, lo mejor que puedes hacer es dejar a este pedazo de basura conmigo.- dijo, señalando a Hongjoong con un movimiento de su cabeza.- Te aseguro que yo lo puedo manejar mejor.- lo soltó con un empujón, consiguiendo que el tipo perdiera el equilibrio y tuviera que sujetarse de la barra para no caer. Obviamente, esas dos cervezas que iban a pedir no eran las primeras que tomaban.
-byeongkwan…- el tipo llamó a Hongjoong una vez más, aun usando ese nombre falso. Sin embargo Hongjoong retiró la vista, permaneciendo junto a Mingi.- Al carajo. No voy a perder me tiempo en esto.- se irguió y decidió alejarse, no sin golpear con su hombro el hombro de Mingi mientras se iba.
Pasaron varios segundos, durante los cuales un silencio aplastante cayó sobre ambos. Hongjoong no se atrevía a mirar a Mingi. Aun no creía lo que había sucedido.
Las cervezas llegaron y Mingi tomó una, bebiendo de esta hasta que su contenido estuvo por debajo de la mitad.
-Fue un lindo gesto de tu parte.- dijo de repente, volviéndose de una vez a mirar a Hongjoong. La tela negra de su camisa brillaba discretamente en la oscuridad, su cabello inusualmente desarreglado, como si lo hubiera lavado y dejado que se secara al aire, todo tan inusitado en él.
-¿De qué hablas?- Hongjoong dejó de darle la espalda a la barra y se reclinó sobre esta, tomando la otra cerveza.- ¿Por qué hiciste eso?
-Nada, solo no me pareció correcto que la persona que se me confesó hace unas horas estuviera siendo manoseado por un tipo aleatorio.
-¿Eso a ti que te importa?- Hongjoong sonó seco, ni él mismo sabía, hasta ese momento, cuanto le había dolido la respuesta de Mingi a su abrupta y estúpida confesión.- Me rechazaste. Con todas las letras.
-¿Y tu solución es venir a un bar a andar de zorra?
Hongjoong lo miró de reojo. Sabía que tenía razón, pero, simplemente, no le estaba gustando que fuera Mingi quien le dijera esas cosas. Por alguna razón le irritaba más que cuando se lo decía alguien más. Cuando era Jungkook o cualquier otra persona, solo le sonaba divertido. Incitante.
"Soy una zorra después de todo"
Eso solía pensar.
Pero ahora que era Mingi quien lo decía, con su mirada dura perdida en algún punto frente a él, todo su ser le pedía aclararle que no era así.
-¿Qué querías que hiciera? ¿Tirarme en un rincón a llorar?... Dejemos la estupidez por un segundo, Mingi. Tenemos suficiente alcohol encima como para hacerlo. Según tú, me conoces muy bien, por lo tanto, ambos sabemos que ese no es mi estilo.
Mingi sonrió.
Eso había sonado extrañamente bien. Un Hongjoong sincero era mejor que uno que fingía no ser la basura de persona que era.
-Al menos podías esperar un par de días.
-Ni siquiera sé por qué demonios te dije eso. No pienses que me quería confesar o que ando suspirando por ti como una colegiala imbécil. Solo lo dije… Tampoco tenías que tomártelo así. No sé por qué te crees que puedes tratarme como te dé la gana.
-Tengo derecho.- Mingi seguía bebiendo de su cerveza.
-¿Ah, sí?- Hongjoong sonó irritado. Realmente no estaba entendiendo qué demonios era lo que le llamaba la atención de un tipo como Mingi. Si realmente no estaba interesado, lo mejor que podía hacer era dejarlo e irse. No necesitaba dirigirle la palabra o buscarlo. No necesitaba las humillaciones. Nunca se las había permitido a nadie, Mingi no tenía por qué ser el primero. Ni siquiera sabía la razón por la cual estaba aún ahí, parado junto a él.- Pues no lo creo.- agarró su botella y se giró, dispuesto a irse.
Pero el brazo de Mingi rodeando su cintura y halándolo cerca lo detuvo.
-Sí lo tengo. Tengo más derecho que nadie.
Hongjoong no estaba entendiendo nada. Ni la actitud de Mingi, ni la suya propia. No entendía porqué por todo su cuerpo subió un calor extraño. Se sintió como si nunca lo hubieran tocado. Las manos de Mingi y las de aquel tipo de antes se sentían tan extremadamente diferentes, la forma en la que Mingi lo sujetaba no lo hacía sentir como simplemente algo sensual, o algo barato, no se sentía como un objeto de deseo.
Llámenlo tonto.
Pero la mano de Mingi sujetándolo lo hacía sentir necesario. Como si quisiera decirle algo. Algo más que solo las acideces usuales. Eso era demasiado confuso.
Agarró la mano de Mingi, dispuesto a liberarse e irse de una buena vez, pero no pudo. Solo consiguió ser sujetado con mas fuerza, de nuevo como si esos dedos clavándose en su cuerpo gritaran algo.
-Hongjoong-ah…No te vayas.
Sí, algo como eso.
Hongjoong se dio la vuelta, esta vez los ojos de Mingi lo miraban, directo a los suyos, sin rastro de esa expresión usualmente dura y desinteresada. La mirada de Mingi parecía contener años. Años llenos de un montón de cosas que simplemente no podía llegar a entender.
-Te gusta jugar conmigo.- habló suavemente y se dejó halar un poco, mucho más, hasta quedar entre las piernas de Mingi, quien aún estaba sentado en su taburete. No dijo nada cuando lo sintió hundir el rostro en el pecho y respirar contra su piel, como si el olor de su cuerpo fuera algo que anhelaba.
-Desearía que no me gustara tanto. Realmente lo deseo…- la voz de Mingi se ahogó en la oscura tela de la camisa de Hongjoong. Sus manos rodearon su espalda baja y se entrelazaron allí atrás, encima de su pantalón.
-Realmente no te entiendo.
-No necesitas entenderme. Solo deja que hoy sea yo. Deja que sea yo quien te haga olvidar lo que sea que viniste a olvidar.
Hongjoong se quedó inmóvil. Las palabras de Mingi lo tomaron por sorpresa.
-No debe ser tan difícil decidir.- Song se levantó, aun sujetando a Hongjoong entre sus brazos, ahora a la altura de su rostro. Su expresión luciendo distinta una vez más, como resignada, como si lo hubiera tirado todo por la borda.
Pero, aun así, parecía desearlo.
-Me da igual.- Hongjoong se encogió de hombros y antes de darse cuenta, ya los labios de Mingi se habían apoderado de los suyos, sus brazos apretándolo aún más, cuerpo con cuerpo. Sintió el ardor del deseo en la lengua de Mingi, la sintió abrirse paso sin permiso y no le molestó para nada.
Aunque si le molestó un poco lo mucho que había deseado eso. Le molestó sentir, justo entre sus piernas, las consecuencias de ese beso agresivo y robado.
Las manos de Mingi se aferraron a sus caderas, sus dedos hundiéndose en la suave piel, haciéndolo gemir un poco contra sus labios. En ese momento supo que, aun si no entendía realmente lo que estaba sucediendo, no iba a detenerlo por nada del mundo.
Sus propias manos fueron a enredarse en el cabello de Mingi, aferrándose a él como si no estuvieran en un lugar público, como si solo existieran ellos dos en el universo.
Y se sintió genial.
-¿Sabes una cosa?- Hongjoong se separó, notando sus labios húmedos y algo adoloridos, Mingi lo miró como recriminándole la distancia que había tomado de repente. No era suficiente, de verdad que no.
-¿Qué?- sonó ansioso, casi como un niño pequeño.
-Me es más fácil olvidar en mi casa… en mi habitación… en mi cama… sin ropa… ¿Qué crees?
Mingi estiró una de sus comisuras en la sonrisa más apetitosa que Hongjoong había visto nunca.
-Creo que esa es la mejor idea que has tenido hoy.
~~~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro