🍃Cambio
Si me preguntan, lo quería a rabiar. Pero las cosas cambian, evolucionan, se transforman, lo mismo que los sentimientos.
Chris era el chico perfecto para aprender, si quitabas la manera en que inocentemente se burlaba de las pequeñas cosas que le parecían que salían diferente. Su mayor problema, la etiqueta de chico especial se caía en cuanto notaba que su querer no implicaba mostrarme como algo formal. Así eran las cosas, le daba pena decir lo obvio a sus amigos y el resto de personas desconocidas o no. Ambos disfrutábamos de nuestra adolescencia juntos. Cada noche de reunión o fiestas entre compañeros de escuela.
Sin quedarme corta, los humanos erramos y juzgamos siempre aunque tratemos de hacerlo poco. No fui la excepción, lo juzgué porque según la sociedad proponerte a un chico no era cosa de mujeres. Para eso estaban ellos. Así que busqué en alguien más lo que necesitaba sin dejarle.
Los susurros de mis amigos no se detuvieron, me repetían hasta el cansancio todo lo malo, que me aleja de de aquello que tanto me molestaba, si total, esconderse no era mi estilo. Tenían razón.
Llegó Ariel. El típico chico popular con fisico disparejo entre su bella cara y el pequeño flotador de grasa en su estómago, del que te enamoras por su destreza con las palabras y amistades hiperactivas.
Él me gustaba, no lo niego. Esmás, me encantaban las locuras adolescente que me llevaba a hacer. Y quitando el hecho de que lo conocía por una vecina ya que no asistimos al mismo Instituto, cuando salíamos era todo lo que quería en un novio.
Era atento, caballeroso y bromista. En la calle no le importaba presumir de nuestras manos juntas ni intentaba evadirme en la escuela, al contrario, si podía iba a verme para picotearme a través de las rejas del patio.
Pero todo lo que empieza, acaba. Él hizo su vida y me quedé sin ese chico. Venía el cambio.
Ah, por supuesto, Chris y yo perdimos en algún punto nuestra época conexión romántica. El cambio fue obligatorio en mis emociones. Estar sola no era una opción en esta sociedad.
🍃🍁🍃
A veces los susurros son mal intencionados, pero terminan siendo buenos. Es cuestión de escuchar y pensar.
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