capítulo siete
Narra Delia.
Es viernes por la tarde y Lucía me ha convencido para salir a despejarnos después de toda una semana de estudio. Hemos quedado en el centro de la ciudad, y mientra caminamos por las calles de la ciudad condal, Lucía no para de hablar de anécdotas de su facultad.
- ¿Y si vamos a merendar algo? - Sugiere, mirando una cafetería cercana.
- Vale, pero nada que sea extremadamente pesado. Me apetece hacer algo divertido después - responde.
Entramos en la acogedora cafetería y nos sentamos en la única mesa que queda libre.
- Bueno, Delia, cuéntamelo todo - dice con una sonrisa traviesa, mirándome de reojo.
- ¿Todo, de qué? - pregunto, sin entender nada.
- No te hagas la tonta. Tú y Pau. ¿Cómo va la cosa? - cuestiona, dándome un leve empujón con el hombro.
Suspiro, pero no puedo evitar sonreír.
- Va bien. Bueno, no sé, todavía es algo nuevo para mí, pero me siento cómoda con él. Es atento y divertido y no sé, tiene algo especial.
Lucía me mira atenta con una mueca de orgullo y satisfacción.
- ¡Se nota que existe algo entre los dos!
- No exageres - murmuro, sin poder contener la sonrisa.
- ¿Y habéis quedado últimamente? - pregunta intrigada.
- Hace unos días salimos a dar un paseo junto a Caramelo.
- ¿Os habéis besado más? - pregunta, bajando un poco la voz.
- Bueno - digo sintiendo como me sonrojo.
- Vamos, señora detalles. ¿Son tan especiales como me dijiste la última vez?
- Sí, lo son - admito, sonriendo tímidamente. - Pero no quiero apresurarme, Lu. Quiero que las cosas fluyan de manera natural.
- Eso es genial, pero por lo que veo, él está interesado en ti. ¿Te has dado cuenta en cómo te mira? - comenta arqueando las cejas.
- A veces, no sé, todo es tan nuevo - respondo.
Después de tomarnos un café y unos ricos pasteles, Lucía y yo salimos de la cafetería poniendo rumbo a la bolera.
Antes de que entremos a la bolera, alguien llama nuestra atención.
- ¡Mira quién está ahí! - exclama Lucía acercándose rápidamente.
No me queda más opción que seguirla detrás.
- Vaya coincidencia - dice Lamine, dándole un codazo a Pau. - Parece que alguien tiene suerte hoy.
- Hola, chicas - saluda Pau, manteniendo su mirada fija en mí.
- Hola chicos - responde Lucía con una sonrisa. - ¿Qué hacéis por aquí?
- Íbamos a la bolera - explica Lamine. - Los dos necesitamos relajarnos después de tanto entrenamiento, y pensé en humillarle en algo que no sea el fútbol.
- ¿Ah, sí? - responde Pau, rodando los ojos con una sonrisa. - Tengo que recodarte que la última vez gané yo.
- ¿Queréis uniros? - pregunta Lamine. - Cuantas más personas mejor.
Lucía me mira de inmediato, buscando mi aprobación, yo asiento.
- Claro, será divertido - respondo.
Entramos a la bolera, un lugar lleno de luces de neón, música animada y el ruido constante de los bolos cayendo. Lamine se apresura a pedir la pista, mientras Lucía y yo buscamos las mejores bolas. Pau, en cambio, se acerca a mí con una sonrisa.
- ¿Has jugado alguna vez a esto? - pregunta.
- Un par de veces, pero no soy muy buena.
- Bueno, te doy consejos si quieres. Prometo no aprovecharme para ganar.
- Ya veremos si es verdad - le respondo.
Lamine y Lucía están en plena discusión por ver quién empieza primero, así que Pau y yo nos quedamos observando.
- Que carácter tienen estos dos - comenta Pau mirándolos.
- Totalmente. Tienen la misma personalidad - respondo riendo.
Cuando finalmente empezamos a jugar, las risas no cesan. Lamine hace comentarios exagerados sobre sus lanzamientos, Lucía se frustra porque siempre se le quedan bolos de pie, y Pau, consigue varios strikes seguidos.
- Vaya, parece que jugar a los bolos se te da de maravilla - le digo cuando consigue tirar todos de nuevo.
- Te he dicho que no soy malo, pero aún no has visto nada - contesta, guiñándome un ojo.
Pau se coloca detrás de mí, ajustando mis brazos para poder tirar de manera correcta. Su cercanía hace que me poca un poco nerviosa.
- Así, ¿ves? Lanza con seguridad - murmura en mi oído.
Cuando lanzo consigo derribar más bolos de lo habitual.
- ¡Eso es! - exclama Pau, levantando la mano para que le choque los cinco.
Después de una tarde llena de risas en la bolera, los cuatros decidimos ir a un pequeño establecimiento cercano de hamburguesas pare cenar. Es un sitio pequeño pero perfecto. Lamine y Lucía iban delante, discutiendo sobre quién había sido el mejor en los bolos, mientras Pau y yo caminamos detrás, intercambiando miradas.
- No te pongas celoso porque Delia ha mejorado gracias a mis consejos - comenta Pau, guiñándome un ojo cuando nos sentamos en la mesa.
- Sí, claro, todo mérito tuyo, Pau. ¿Y mis ánimos qué? - replica Lamine, fingiendo indignación mientras Lucía rueda los ojos.
Nos entregan los menús, pero Pau no tarda en inclinarse hacia mí para mostrarme su elección.
- Mira esto tiene de todo: doble carne, queso cheddar, bacon. La tienes que probar - susurra, sin apartar su mirada de la mía.
- Suena increíble, pero no creo que sea capaz de terminarla entera - le sonrío.
- Sí no puedes, yo me sacrifico y me la acabo por ti - me guiña el ojo echándose hacia atrás con una sonrisa de satisfacción.
Lamine y Lucía se miran entre ellos, compartiendo una expresión de "no sabernos donde meternos".
- Vale, ¿la boda para cuándo? Porque aquí estamos para cenar, no para veros como os hacéis ojitos - bromea Lamine.
Lucía suelta una carcajada.
- Ay, Lamine, déjalos. El amor es tan bonito, ¿verdad? - añade Lucía con un tono burlón, que me hace sonrojarme.
- Muy graciosa - respondo, lanzándole una mirada cargada de advertencia.
Las hamburguesas llegan, y con ellas un par de batidos de chocolate.
- A ver, di que este no es el mejor batido que has probado en tu vida - me pasa su vaso.
- Está bien, pero seguro que no es tan bueno como el mío - replico, tomando un sorbo para comprobarlo.
- Vale, déjame probar. - Pau se inclina hacia mi batido, tomando un sorbo de mi vaso mientras nuestras miradas se cruzan.
Lucía y Lamine sueltan un gruñido de desesperación.
- ¡Ya basta! ¿Queréis que nos vayamos para dejaros solos? - dice Lucía, levantando las manos.
- No os cortais, ¿eh? - añade Lamine, llevándose un puñado de patatas fritas a la boca.
Pau y yo no podemos evitar reírnos. Hay algo en nuestra conexión que hace que lo demás quede en un segundo plano.
Al final de la cena, mientras recogemos nuestras pertenencias, Pau se inclina hacia mí.
- Me gusta hacerte reír.
Y con esa frase, consigue que mi sonrisa dure toda la noche.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro