Jeonghan poco después de su ruptura con Seungcheol y las terribles palabras que él le había dicho no pudo evitar sentirse un poco deprimido.

El sentirse triste nunca había sido muy habitual en el, pero al perder a quien le había prometido nunca lastimarlo y a mantenerlo feliz siempre lo afectó, porque Jeonghan amaba a Seungcheol como si de su vida se tratara y en efecto, el era como su vida, con su belleza inigualable, su sonrisa y sus bellas palabras, el pobre chico rubio se terminó enamorando del pelinegro.

Sin embargo Jeonghan sabía con seguridad de que no podía seguir así, aunque todavía lo siguiera amando, gracias a Jisoo, su mejor amigo, pudo salir adelante, ya no pensaba tanto en Seungcheol debido a que su amigo lo mantenía distraído de sus pensamientos y se lo agradecía de corazón, aunque cuando Jisoo estaba ocupado o no salía y se mantenía distraído no podía evitar pensar una vez más en Seungcheol, el dueño de sus pensamientos.

Un día como cualquier otro en el que Jisoo y Jeonghan salieron a dar un paseo como acostumbraban y se contaban cualquier cosa, algo le llamó la atención a Jeonghan, él creyó ver a su Seungcheol, el cuál no había cambiado mucho, su mirada se topo con él y aunque él pelinegro no lo noto apartó la mirada, le recordaba cuando antes él chico miraba a escondidas al pelinegro.

Jisoo pareció percatarse de la distracción de Jeonghan y miró por dónde había mirado anteriormente, se veía como el pelinegro se iba alejando cada vez más.

—"Jeonghan~, ven vamos a comer."

Dijo Jisoo para poder sacar de los pensamientos a Seungcheol.

—"Claro, vamos."

Dijo un poco nostálgico Jeonghan, el cual no pudo evitar sonreír al recordar los bonitos momentos que pasó con Seungcheol, porque aunque le dijera que lo odiaba, era una completa mentira, el no podría odiar a la única persona que hizo que su vida tuviera sentido.