041. the haymitch games
↯ CAPÍTULO CUARENTA Y UNO
▬ ❝ los juegos de haymitch ❞ ▬
ACTUALIDAD
narra kamari
SIGO EN LA VENTANA HASTA MUCHO DESPUÉS DE QUE EL BOSQUE SE TRAGUE MI HOGAR. Esta vez ni siquiera tengo la vaga esperanza de regresar. Antes de los primeros juegos le prometí a Prim y a Katniss que haría todo lo posible por ganar, y ahora me he jurado a mí misma que haré todo lo posible por mantener a Peeta con vida. Nunca haré el viaje de vuelta si puedo asegurarme de ello.
Mi yo de los primeros juegos me golpearía por poner primero a Peeta antes que a mi, pero no se me haría difícil justificarme. Siempre pongo primero a los que quiero, Peeta esta en esa lista ahora.
Ya había pensado las últimas palabras que dedicaría a mis seres queridos, la mejor forma de cerrar las puertas y dejarlos a todos tristes, pero a salvo al otro lado. El Capitolio me ha robado hasta eso.
━Les escribiremos cartas, Kamari ━dice Peeta detrás de mí━. Así será mejor, les dará algo nuestro a lo que aferrarse. Haymitch se las hará llegar si... si hace falta.
Asiento y me voy directa a mi habitación, dándole un pequeño beso en la mejilla, diciéndole en silencio que necesitaba estar a solas. Me siento en la cama, sabiendo que nunca escribiré esas cartas. Serán como el discurso que intenté escribir en honor a Rue y Thresh en el Distrito 11: en mi cabeza estaba todo claro y las palabras surgieron sin problemas cuando estuve delante de la multitud, pero no delante del papel. Además, se suponía que irían acompañadas de abrazos y besos, una caricia del pelo de Prim, un abrazo por parte de Katniss, mi pelo hecho un desastre por culpa de Gale, un apretón de la mano de Madge y un largo abrazo de Asher, acompañado por un beso en la frente y una mala broma que nos haría reír a pesar de las circunstancias. No puedo decírselo acompañado de una caja de madera con mi frío cadáver dentro.
Demasiado desconsolada para llorar, lo único que quiero es acurrucarme en la cama y dormir hasta que lleguemos al Capitolio mañana por la mañana. Sin embargo, tengo una misión; no, es más que una misión, es mi último deseo: mantener a Peeta con vida. Aunque parezca poco probable teniendo en cuenta la rabia del Capitolio, es importante que esté en plena forma, y eso no pasará si me quedo lamentándome por todas las personas de casa a las que quiero.
«Vamos allá ━me digo━. Despídete y olvídate de ellos.»
Hago lo que puedo, los libero como si fuesen pájaros en una jaula cuya puerta vuelvo a cerrar para evitar que regresen.
Cuando Effie llama a la puerta para la cena, estoy vacía, pero la ligereza no es del todo desagradable. La comida está poco animada, tanto que, de hecho, guardamos silencio durante largos períodos, sólo interrumpidos por el cambio de platos. Una sopa fría de puré de vegetales; pasteles de pescado con un cremoso paté de lima; aquellos pajaritos rellenos de salsa de naranja, con arroz salvaje y berros; natillas de chocolate salpicadas de cerezas.
Peeta y Effie intentan iniciar alguna conversación, sin éxito.
━Me encanta tu nuevo pelo, Effie ━comenta Peeta.
━Gracias. Lo pedí expresamente para que fuese a juego con el broche de Kamari. Pensaba conseguirte una pulsera dorada para el tobillo y quizá un brazalete de oro para Haymitch, o algo así, para que parezcamos todos un equipo.
Está claro que Effie no sabe que mi sinsajo ahora es un símbolo de los rebeldes, al menos en el Distrito 8. En el Capitolio no es más que un recordatorio divertido de unos Juegos del Hambre especialmente emocionantes. ¿Qué otra cosa iba a ser? Los rebeldes de verdad no pondrían un símbolo secreto en algo tan duradero como una joya. Lo dibujarían en una galleta de pan que pudiera comerse en un segundo, en caso necesario.
━Creo que es una gran idea ━dice Peeta━. ¿Qué te parece, Haymitch?
━Sí, lo que quieran ━responde Haymitch. No está bebiendo, pero me doy cuenta de que le encantaría. Los camareros se llevaron la copa de vino de Effie cuando ella vio el esfuerzo que hacía su compañero, pero Haymitch seguía en un estado lamentable. De haber sido él el tributo, no le debería nada a Peeta y podría emborracharse todo lo que quisiera. Ahora va a tener que hacer lo que esté en su mano por mantenerlo con vida en una arena llena de viejos amigos, y seguramente fracasará.
Y quizá, muy dentro de él, odia haberse comprometido conmigo con mandarme literalmente a mi muerte.
━Quizá podríamos buscarte una peluca ━comento, intentando bromear. El me mira como diciendo que lo deje en paz, y todos volvemos a comernos las natillas en silencio.
━¿Quieren que veamos los resúmenes de las cosechas? ━pregunta Effie mientras se limpia las comisuras de los labios con una servilleta de lino blanco.
Peeta va a por su cuaderno con las notas sobre los vencedores y nos reunimos en el compartimento del televisor para ver quiénes serán nuestros enemigos. Estamos todos preparados cuando empieza a sonar el himno que da comienzo a los resúmenes de las ceremonias de los doce distritos.
En toda la historia de los juegos ha habido un total de setenta y cinco vencedores. Cincuenta y nueve siguen vivos. Reconozco muchas de sus caras, ya sea por verlos de tributos o de mentores en anteriores juegos, o por haber visto hace poco sus grabaciones de vencedores. Algunos están tan mayores o destrozados por enfermedades, drogas o la bebida que no logro ubicarlos. Como cabría esperar, en los distritos 1, 2 y 4 es donde más tributos profesionales hay. No obstante, todos los distritos han logrado arañar al menos un vencedor y una vencedora.
Las cosechas avanzan deprisa. Peeta coloca con minuciosidad una estrella junto a los nombres de los tributos elegidos. Haymitch observa, vacío de emociones, mientras sus amigos suben al escenario. Effie hace comentarios ahogados y afligidos como: «Oh, no, Cecelia no». O: «Bueno, a Chaff nunca le ha gustado perderse una buena pelea». También suspira con frecuencia.
En cuanto a mí, intento tomar notas mentales de los demás tributos pero, como el año pasado, sólo me quedo con unos cuantos. Están los guapos hermanos, hombre y mujer, del Distrito 1 que ganaron en años consecutivos cuando yo era pequeña. Brutus, un voluntario del Distrito 2, que debe de tener al menos cuarenta años y, al parecer, está deseando volver a la arena.
Finnick, el atractivo chico de cabello de bronce del Distrito 4 que fue coronado hace diez años, a la edad de catorce. También llaman a una joven histérica de cabello castaño al viento en el Distrito 4, aunque la reemplaza rápidamente una voluntaria, una anciana de ochenta años que necesita un bastón para llegar al escenario.
Después está Johanna Mason, la única vencedora con vida del Distrito 7, que ganó hace unos cuantos años fingiendo ser una enclenque.
La mujer del 8 a quien Effie ha llamado Cecelia parece tener unos treinta años y debe separarse de tres niños que la aferran con fuerza.
También eligen a Chaff, un hombre del 11 muy amigo de Haymitch.
Después me llaman a mí y a Haymitch. Y Peeta se ofrece voluntario, mientras discute conmigo. Una de las presentadoras llega a ponerse llorosa porque, al parecer, la suerte nunca estará de parte de los trágicos amantes del Distrito 12. Después se calma y dice que seguro que son «¡los mejores Juegos del Hambre de la historia!». Haymitch sale del compartimento sin decir palabra, y Effie, después de unos cuantos comentarios inconexos sobre los tributos, nos da las buenas noches.
Me quedo sentada mirando cómo Peeta arranca las páginas de los vencedores no seleccionados.
━¿Por qué no duermes un poco? ━me dice.
«Porque no puedo soportar las pesadillas, no sin ti», pienso.
━¿Qué vas a hacer tú? ━le pregunto.
━Revisar mis notas un rato. Así me haré una buena idea de a qué nos enfrentamos. Aunque tendré que repasarlo contigo por la mañana. Vete a la cama, Kamari.
Así que me voy a la cama y, efectivamente, al cabo de pocas horas me despierto de una pesadilla en la que la anciana del Distrito 4 se transforma en un roedor gigante y me mordisquea la cara. Sé que estaba gritando, pero no viene nadie, ni Peeta, ni uno de los ayudantes del Capitolio. Me pongo una bata para intentar librarme de la piel de gallina. Me resulta imposible quedarme en el compartimento, así que decido ir en busca de alguien que me prepare un té, un chocolate caliente o lo que sea. Quizá Haymitch siga levantado; seguro que no está dormido.
Le pido leche caliente a un ayudante, porque es la cosa más relajante que se me ocurre. Como oigo voces en la sala de la televisión, entro y me encuentro con Peeta, que tiene al lado de él, en el sofá, la caja que envió Effie con las cintas de los anteriores Juegos del Hambre. Reconozco el episodio en el que Brutus se proclamó vencedor.
Peeta se levanta y para el vídeo cuando me ve.
━¿No puedes dormir?
━No mucho ━respondo. Me tapo más con la bata al recordar a la anciana que se transformaba en roedor.
━¿Quieres hablar de ello?
A veces hablar ayuda, pero sacudo la cabeza; me hace sentir débil que me atormente la gente contra la que todavía no he luchado, más si se trata de alguien que me lleva por lo menos media vida.
Cuando Peeta extiende los brazos voy directa a ellos. Es la primera vez que me ofrece un gesto de cariño desde que anunciaron el Vasallaje de los Veinticinco. Hasta ahora se ha comportado como un entrenador muy exigente, siempre presionando, siempre insistiendo en que Haymitch y yo corramos más deprisa, comamos más y conozcamos mejor al enemigo.
Le abrazo con fuerza el cuello antes de que pueda ordenarme que haga flexiones o algo parecido. Lo que en realidad hace es apretarme más contra él y esconder su cara en mi pelo. El punto en el que sus labios rozan mi cuello irradia calor, un calor que se extiende lentamente por el resto de mi cuerpo. Es una sensación tan agradable, tan increíblemente agradable, que sé que no seré la primera en soltarme.
La llegada del ayudante del Capitolio con la leche caliente es lo que nos separa. Deja en la mesa una bandeja con una jarra de cerámica humeante y dos tazones.
━He traído una taza de más ━dice.
━Gracias ━respondo.
━Y he añadido un poquito de miel a la leche, para que esté más dulce. Y un pellizco de especias ━añade. Nos mira como si deseara decir algo más; después sacude ligeramente la cabeza y sale de la habitación.
━¿Qué le pasa? ━pregunto.
━Creo que se siente mal por nosotros ━dice Peeta.
━Ya ━respondo sarcástica, mientras sirvo la leche.
━Lo digo en serio. No creo que la gente del Capitolio esté muy contenta con la idea de que volvamos. Ni con que vuelvan los demás vencedores. Se encariñan con sus campeones.
━Supongo que lo superarán en cuanto empiece a correr la sangre ━respondo, rotunda. Si hay algo para lo que de verdad no tengo tiempo es para preocuparme por cómo afectará el vasallaje al estado de ánimo de los habitantes del Capitolio━. Entonces, ¿estás viendo otra vez las cintas?
━La verdad es que no. Sólo voy pasándolas a saltos para ver las distintas técnicas de combate de cada uno.
━¿Quién toca ahora? ━pregunto.
━Elige tú ━responde él, acercándome la caja.
Las cintas están marcadas con el año de los juegos y el nombre del vencedor. Meto la mano y, de repente, encuentro una que no hemos visto. El año es el cincuenta, lo que significa que se trata del segundo Vasallaje de los Veinticinco. Y el nombre del vencedor es Haymitch Abernathy.
━Esta no la hemos visto ━digo.
━No, sabía que Haymitch no quería, igual que nosotros no queríamos revivir nuestros juegos. Como estamos todos en el mismo equipo, me pareció que no importaba mucho.
━¿Está aquí la persona que ganó en el veinticinco?
━Creo que no. Fuera quien fuese, debe de haber muerto, y Effie sólo me envió los vencedores a los que podríamos tener que enfrentarnos ━Peeta sopesa la cinta de Haymitch en la mano━. ¿Por qué? ¿Crees que deberíamos verla?
━Es el único vasallaje que tenemos. Quizá descubramos algo importante sobre cómo funcionan ━respondo, aunque me siento rara. Es como si invadiésemos la intimidad de Haymitch. No sé por qué, ya que todo es público, pero así me siento. Debo reconocer que también tengo muchísima curiosidad━. No tenemos por qué decírselo a Haymitch.
━Bien ━acepta Peeta. Mete la cinta y yo me acurruco a su lado en el sofá con la leche, que está deliciosa con la miel y las especias, y me pierdo en el interior de los Quincuagésimos Juegos del Hambre. Después del himno muestran al presidente Snow sacando el sobre del segundo Vasallaje de los Veinticinco. Parece más joven, aunque igual de repulsivo. Lee el cuadrado de papel con la misma voz onerosa que utilizó con el nuestro, informando a Panem de que, en honor al Vasallaje de los Veinticinco, habrá el doble de tributos de lo normal. Los editores cortan y pasan directamente a las cosechas, donde llaman a una persona tras otra.
Cuando llegamos al Distrito 12 estoy ya completamente abrumada por el número de chicos que van a una muerte segura. Hay una mujer que no es Effie sacando los números del 12, pero ella también empieza diciendo: «¡Las damas primero!». Anuncia el nombre de una chica de la Veta, por el aspecto que tiene, y después oigo el nombre Maysilee Donner.
━¡Oh! ━exclamo━. Era amiga de la señora Everdeen ━la cámara la encuentra en la multitud, aferrada a otras dos chicas, todas rubias, todas hijas de comerciantes.
━Creo que ésa que la abraza es la madre de Katniss ━dice Peeta en voz baja, y tiene razón. Mientras Maysilee Donner se suelta con valentía y se dirige al escenario, veo de refilón a la señora Everdeen a mi edad, y nadie había exagerado sobre su belleza. De su mano hay otra chica que llora y es idéntica a Maysilee. Pero también se parece mucho a otra persona que conozco.
━Madge ━digo.
━Es su madre. Maysilee y ella eran gemelas o algo así. Mi padre lo comentó una vez.
Pienso en la madre de Madge, la mujer del alcalde Undersee, que se pasa la vida en cama presa de un dolor terrible, aislada del mundo. Nunca me había dado cuenta de que mi madre y ella compartían esta conexión. Pienso en cómo apareció Madge en medio de la tormenta de nieve para llevarle analgésicos a Asher; pienso en el broche del sinsajo y en lo mucho que cambia su significado ahora que sé que su anterior propietaria era la tía de Madge, Maysilee Donner, un tributo asesinado en la arena.
El nombre de Haymitch es el último. Me resulta más chocante verlo a él que a la señora Everdeen, joven y fuerte. Cuesta reconocerlo, pero era bastante atractivo, con el pelo oscuro y rizado, los relucientes ojos verdes típicos de la Veta e, incluso entonces, ese aire de peligro.
━Oh, Peeta, no creerás que fue él quien mató a Maysilee, ¿verdad? ━estallo. Aunque no sé por qué, no soporto la idea.
━¿Con cuarenta y ocho jugadores? Diría que no es probable.
Vemos rápidamente el desfile de los carros, en el que los chicos del Distrito 12 van vestidos con unos horrorosos trajes de mineros, y las entrevistas. No hay mucho tiempo para fijarse en nadie, pero como Haymitch será el vencedor, sí que nos ofrecen una conversación completa de nuestro mentor con Caesar Flickerman, que está exactamente igual, con su centelleante traje azul marino, aunque con el pelo, los párpados y los labios de color verde oscuro.
━Bueno, Haymitch, ¿qué te parece que los juegos tengan un cien por cien más de competidores de lo normal? ━pregunta Caesar.
━No veo la diferencia ━responde Haymitch, encogiéndose de hombros━. Seguirán siendo estúpidos al cien por cien, como siempre, así que supongo que las oportunidades vienen a ser las mismas.
El público rompe a reír, y Haymitch esboza una media sonrisa. Mordaz, arrogante, indiferente.
━Seguro que no le costó mucho interpretar el papel, ¿eh? ━comento.
Llegamos a la mañana de inicio de los juegos. Lo vemos desde el punto de vista de uno de los tributos, una chica que sale del tubo de la sala de lanzamiento y entra en la arena. No puedo evitar un grito ahogado. Los jugadores no se lo creen, e incluso las cejas de Haymitch se elevan un poco de placer, aunque se recupera rápidamente y vuelve a fruncir el ceño.
Es el lugar más impresionante que pueda imaginarse. La Cornucopia dorada se encuentra en medio de un prado verde con unas flores maravillosas. El cielo es azul celeste con esponjosas nubes blancas, y melodiosos pájaros de colores revolotean por él. Por la manera en que olisquean el aire algunos tributos, debe de oler estupendamente. Una toma aérea revela que el prado se extiende a lo largo de varios kilómetros. A lo lejos, en una dirección, parece haber bosque; en la otra, una montaña nevada. La belleza desorienta a muchos jugadores, porque, cuando suena el gong, la mayoría da la impresión de estar intentando despertarse de un sueño. Aunque no Haymitch, que llega rápidamente a la Cornucopia, y se hace con armas y una mochila de suministros. Se va hacia el bosque antes de que la mayor parte de sus competidores salgan de las plataformas.
Dieciocho tributos mueren en el baño de sangre del primer día. Después empiezan a morir otros, y queda claro que casi todo lo que hay en ese bello lugar es venenoso (los exquisitos frutos que cuelgan de los arbustos, el agua de los arroyos crista-linos e incluso el aroma de las flores, si se respira de forma demasiado directa). Sólo el agua de lluvia y la comida de la Cornucopia son seguras. También hay una gran manada de profesionales bien surtidos, compuesta por diez tributos que recorren la zona de las montañas en busca de víctimas.
Haymitch tiene sus propios problemas en el bosque, donde las sedosas ardillas doradas resultan ser animales carnívoros que atacan en grupo, y las picaduras de mariposa suponen un terrible dolor, cuando no la muerte. Sin embargo, él insiste en avanzar, manteniendo siempre la lejana montaña a la espalda. Maysilee Donner resulta ser también una chica con bastantes recursos, teniendo en cuenta que salió de la Cornucopia con tan sólo una mochilita. Dentro encuentra un cuenco, un poco de ternera seca y una cerbatana con doce dardos. Utilizando los venenos disponibles por todas partes, convierte la cerbatana en un arma mortífera mojando las puntas de los dardos en las letales sustancias y disparándoselos a sus oponentes.
A los cuatro días, la pintoresca montaña se convierte en un volcán que borra del mapa a otros doce jugadores, incluidos todos los profesionales de la manada, salvo cinco. Con la montaña escupiendo fuego líquido y un prado sin lugar donde esconderse, los trece tributos restantes (incluidos Haymitch y Maysilee) no tienen más remedio que quedarse en el bosque.
Haymitch parece decidido a seguir en la misma dirección, alejándose de la montaña volcánica, aunque un laberinto de arbustos muy unidos lo obliga a volver al centro del bosque para rodearlos, donde se encuentra con tres de los profesionales y saca el cuchillo. Puede que ellos sean más grandes y fuertes, pero Haymitch tiene una velocidad envidiable y ya ha matado a dos cuando el tercero lo desarma. El profesional está a punto de rebanarle el cuello cuando un dardo lo derriba.
Maysilee Donner sale del bosque y dice:
━Viviremos más si nos unimos.
━Supongo que ya lo has demostrado ━responde Haymitch, restregándose el cuello━. ¿Aliados?
Maysilee asiente, y ahí están los dos, metidos en uno de esos pactos que no queda más remedio que cumplir si esperas volver a casa y enfrentarte a tu distrito.
Igual que Peeta y yo, les va mejor juntos. Descansan más, se inventan un sistema para reunir más agua de lluvia, luchan en equipo y comparten la comida de las mochilas de los tributos muertos. Sin embargo, Haymitch sigue decidido a avanzar.
━¿Por qué? ━le pregunta Maysilee una y otra vez, y él no le hace caso hasta que ella se niega a caminar si no obtiene respuesta.
━Porque tiene que acabar en alguna parte, ¿no? ━responde él━. La arena no puede durar para siempre.
━¿Qué esperas encontrar?
━No lo sé, quizá algo que podamos usar.
Cuando por fin atraviesan aquel arbusto de aspecto imposible utilizando el soplete de uno de los profesionales muertos, se encuentran en una tierra llana y seca que lleva a un barranco. Abajo sólo se ven picos de rocas.
━Esto es todo lo que hay, Haymitch, volvamos ━dice Maysilee.
━No, me quedo aquí.
━De acuerdo, sólo quedamos cinco. Será mejor que nos despidamos ahora, de todos modos. No quiero que seamos los dos últimos.
━Bien ━responde él. Y eso es todo, no le ofrece la mano, ni siquiera la mira, y ella se aleja.
Haymitch recorre el borde del barranco como si intentase averiguar algo. Con el pie desprende un guijarro que cae al abismo y, en principio, desaparece para siempre. Sin embargo, un minuto después, cuando él se sienta a descansar, el guijarro vuelve y cae detrás de él. Haymitch lo mira, perplejo, y entonces su rostro adquiere una extraña intensidad. Tira una roca del tamaño de su puño por el barranco y espera. Cuando vuelve volando, directamente a su mano, empieza a reírse.
Es entonces cuando Maysilee empieza a gritar. La alianza ha terminado porque ella lo ha querido, así que nadie podría culparlo por no acudir, pero Haymitch corre a buscarla de todos modos. Llega a tiempo de ver cómo el último de una bandada de pájaros rosa chillón provistos de picos largos y finos le atraviesa el cuello. Le sostiene la mano mientras ella muere, y yo no puedo evitar pensar en Rue y en cómo yo también llegue demasiado tarde para salvarla.
Aquel mismo día, otro tributo muere en combate y un tercero acaba devorado por una manada de ardillas sedosas, dejando tan sólo a Haymitch y una chica del Distrito 1 para competir por la corona. Ella es más grande e igual de rápida y, cuando se produce el inevitable enfrentamiento, todo es sangriento y horrible, y los dos reciben heridas que podrían ser mortales, hasta que Haymitch queda desarmado. Se tambalea por el bello bosque, sosteniéndose los intestinos, mientras ella lo persigue dando traspiés y blandiendo un hacha con la que pretende darle el golpe de gracia.
Haymitch va derecho a su barranco y, justo cuando llega al borde, ella lanza el hacha. Él se deja caer en el suelo, y el hacha sale volando hacia el abismo. Desarmada también, la chica se queda donde está, intentando detener el flujo de sangre que le mana de la cuenca vacía de uno de los ojos. Quizá esté pensando que puede durar más tiempo viva que Haymitch, que empieza a sufrir convulsiones en el suelo. Lo que ella no sabe y él sí es que el hacha volverá. Cuando lo hace, sale volando del borde del barranco y se clava en la cabeza de la chica. Suena el cañón, se llevan su cuerpo y las trompetas anuncian la victoria de Haymitch.
Peeta apaga la cinta y guardamos silencio durante un rato.
Al final, él dice:
━Ese campo de fuerza al fondo del barranco era como el del techo del Centro de Entrenamiento. El que te devolvía arriba si intentabas saltar para suicidarte. Haymitch encontró la forma de convertirlo en un arma ━no sólo contra los demás tributos, sino también contra el Capitolio. No esperaban que eso sucediera, ya sabes. No estaba pensado para formar parte de la arena, no planearon que alguien lo usara de arma. Que él lo averiguase los hizo parecer estúpidos. Seguro que les costó explicarlo, y seguro que por eso no recuerdo haberlo visto en televisión. ¡Es casi tan malo como lo nuestro con las bayas!
No puedo evitar reírme, reírme de verdad por primera vez en meses. Peeta sacude la cabeza, como si me creyese loca... y quizá lo esté, un poco.
━Casi tan malo, pero no del todo ━comenta Haymitch detrás de nosotros. Me vuelvo rápidamente, temiendo que se enfade por haber visto su cinta, pero él sonríe con ironía y le da un trago a una botella de vino. Se acabó la sobriedad. Aunque debería molestarme que vuelva a beber, me preocupa más otro sentimiento.
Me he pasado todas estas semanas conociendo a mis competidores, sin tan siquiera pensar en quiénes son mis compañeros de equipo. Ahora siento una nueva confianza porque creo que por fin sé quién es Haymitch. Y empiezo a saber quién soy yo. Y, sin duda, dos personas que han causado tantos problemas en el Capitolio son capaces de encontrar la forma de devolver a Peeta a casa con vida.
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