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040. idiot guy

CAPÍTULO CUARENTA
▬  ❝ chico idiota ❞  ▬















ACTUALIDAD
narra kamari

MI CUERPO REACCIONA ANTES QUE MI CEREBRO; salgo corriendo por la puerta, cruzo el césped de la Aldea de los Vencedores y me interno en la oscuridad. La humedad del suelo empapado me moja los calcetines y me doy cuenta de lo frío que es el viento, pero no paro.

¿Adónde? ¿Adónde ir? Al bosque, claro. Hasta que no llego a la alambrada no oigo el zumbido que me hace recordar lo atrapada que estoy realmente. Retrocedo, jadeando, me vuelvo y salgo corriendo otra vez.

Lo siguiente que sé es que estoy a cuatro patas en el sótano de una de las casas vacías de la Aldea. Unos débiles rayos de luz de luna entran a través de los huecos de las ventanas que hay por encima de mi cabeza. Tengo frío, estoy mojada y me siento exhausta, aunque mi intento de huida no ha servido para aliviar la histeria que crece dentro de mí. Me ahogará si no la dejo salir. Hago una bola con la parte delantera de la blusa, me la meto en la boca y empiezo a gritar. No sé cuánto tiempo estoy así, pero, cuando paro, apenas me queda voz.

Me hago un ovillo, tumbada de lado, y contemplo los parches de luz de luna que se forman en el suelo de cemento. Volver a la arena, volver al origen de las pesadillas. Ahí es a donde voy. Tengo que reconocer que no lo vi venir; me imaginé un montón de cosas: humillación pública, tortura y ejecución; huir por el bosque, perseguida por agentes de la paz y aerodeslizadores; casarme con Peeta y ver cómo obligan a nuestros hijos a ir a la arena. Sin embargo, nunca me imaginé volviendo a los juegos. ¿Por qué? Porque no hay precedentes. Los vencedores quedan fuera de la cosecha de por vida, es el trato si ganas..., hasta ahora.

Veo unas sábanas, de esas que usan para cubrir los muebles cuando se pinta. Me las pongo encima, como una manta. A lo lejos, alguien me llama, pero en este momento ni siquiera deseo pensar en las personas que más quiero. Sólo pienso en mí y en lo que me espera.

La sábana me da calor, a pesar de lo tiesa que está. Los músculos se me relajan, el corazón se me calma. Veo la caja de madera en las manos del niño y al presidente Snow sacando el sobre amarillento. ¿De verdad se trata del Vasallaje de los Veinticinco escrito hace setenta y cinco años? Parece poco probable, es una respuesta demasiado perfecta para los problemas a los que se enfrenta ahora mismo el Capitolio. Se libran de mí y someten a los distritos de un solo golpe.

Oigo la voz del presidente Snow: «En el setenta y cinco aniversario, como recordatorio a los rebeldes de que ni siquiera sus miembros más fuertes son rivales para el poder del Capitolio, los tributos elegidos saldrán del grupo de los vencedores».

Sí, los vencedores son nuestros miembros más fuertes, son los que han sobrevivido a la arena y escapado del yugo de la pobreza que nos frena a los demás. Son, o mejor dicho, somos la personificación de la esperanza cuando no hay esperanza. Y ahora veintitrés de nosotros moriremos para demostrar que incluso esa esperanza era ilusoria.

Me alegra haber ganado el año pasado. De lo contrario conocería a los demás vencedores, no sólo por la televisión, sino porque son invitados en todos los juegos. Aunque no tengan que ser tutores, como siempre le ha pasado a Haymitch, la mayoría regresa al Capitolio una vez al año para el acontecimiento. Creo que muchos son amigos entre ellos, mientras que yo sólo tengo que preocuparme por matar a Peeta o a Haymitch. ¡A Peeta o a Haymitch!
Me levanto de golpe y aparto la sábana. ¿En qué estaba pensando? Bajo ninguna circunstancia mataría a Peeta o a Haymitch, pero uno de ellos estará en la arena conmigo, eso es un hecho. Puede que incluso hayan decidido entre ellos quién irá. Sea cual sea el elegido, el otro tendrá la opción de presentarse voluntario para ocupar su lugar, y ya sé lo que pasará: Peeta le pedirá a Haymitch que lo deje ir a la arena conmigo, pase lo que pase. Por mí, para protegerme.

Doy tumbos por el sótano buscando la salida. ¿Cómo he llegado hasta este lugar? Subo a tientas los escalones que dan a la cocina y veo que la ventana de cristal de la puerta está destrozada. Supongo que por eso me sangra la mano. Corro de vuelta a la noche y me voy directa a la casa de Haymitch. Está sentado a solas a la mesa de la cocina con una botella medio vacía de licor blanco en un puño y un cuchillo en la otra. Borracho como una cuba.

━Ah, aquí estás, hecha polvo. Por fin te salieron las cuentas, ¿no, niña? ¿Has caído en que no irás sola? Y ahora me vienes a pedir... ¿el qué?

No respondo. La ventana está abierta de par en par y el viento me azota como si estuviese fuera.

━Debo reconocer que al chico le resultó más fácil. Llegó incluso antes de poder abrir la botella y me suplicó que le diese otra oportunidad de participar. Pero ¿qué me vas a decir tú? ━pregunta, y se pone a imitar mi voz━: ¿«Ocupa su lugar, Haymitch, porque, en igualdad de condiciones, preferiría que fuese Peeta y no tú el que tuviese la oportunidad de seguir con su vida»?

Me muerdo el labio porque, una vez que lo ha dicho, me temo que eso es justo lo que quiero, que Peeta viva, aunque signifique la muerte de Haymitch. No, no es verdad. Aunque es odioso, Haymitch ahora es mi familia.

«¿Para qué he venido? ━pienso━. ¿Qué quiero de él?

━He venido a beber ━me limito a decir.

Él se echa a reír y deja la botella en la mesa con un buen golpe. Limpio el borde con la manga y le doy dos tragos antes de sufrir un ataque de tos. Tardo unos minutos en recuperar la compostura, y los ojos y la nariz siguen picando, pero noto el licor dentro de mí como si fuese fuego; me gusta.

━Quizá deberías ir tú ━afirmo, en plan pragmático, mientras acerco una silla━. De todos modos, odias la vida.

━Muy cierto. Y como la última vez intenté mantenerte viva a ti..., al parecer esta vez me veo obligado a salvar al chico.

━Es otra buena razón ━respondo; me sueno la nariz y vuelvo a servirme.

━Peeta dice que, como te elegí a ti, ahora le debo una, lo que él quiera. Y lo que quiere es la oportunidad de ir de nuevo a la arena para protegerte.

Lo sabía. En ese sentido, Peeta es bastante predecible. Mientras yo me tiraba en el suelo de aquel sótano para lamentarme por mi suerte, pensando sólo en mis problemas, él estaba aquí, pensando sólo en mí. Decir que siento vergüenza no es lo bastante fuerte para expresar cómo estoy.

━Ni viviendo cien vidas llegarías a merecer a ese chico. Lo sabes, ¿no?

━Sí, sí ━respondo, brusca━. ¿Por qué crees que sigo haciéndolo creer que esto es una farsa y qué no lo quiero? ¡No lo merezco! ¡Mira lo que mi imprudencia a provocado! ━me obligo a bajar la voz, dando otro sorbo largo. Poco a poco la garganta dejaba de arderme, comenzaba a disfrutar la sensación━. Está claro, él es el mejor de este trío. Bueno, ¿qué piensas hacer?

━Ni idea ━responde Haymitch, suspirando━. Quizá volver a la arena contigo, si puedo. Si sacan mi nombre en la cosecha, da igual, porque él se presentará voluntario para ocupar mi lugar.

━Para ti sería una pesadilla estar en la arena, ¿verdad? ━le pregunto, después de guardar silencio un momento━. Conoces a todos los demás.

━Oh, creo que podemos afirmar con total seguridad que será insoportable esté donde esté ━replica. Después señala la botella con la cabeza━. ¿Me la devuelves ya?

━No ━respondo, abrazándola como una niña pequeña. Haymitch saca otra de debajo de la mesa y abre el tapón de rosca. En ese momento me doy cuenta de que no he venido sólo para beber, que hay otra cosa que quiero de Haymitch.

━De acuerdo, ya sé lo que quiero pedirte ━le digo━. Si al final vamos Peeta y yo a los juegos, esta vez intentaremos mantenerlo a él con vida ━algo se vislumbra brevemente en sus ojos inyectados en sangre: dolor━. Como has dicho, lo pasarás mal lo hagas como lo hagas. Da igual lo que Peeta quiera, le toca a él salvarse. Los dos se lo debemos ━insisto, en tono de súplica━. Además, el Capitolio me odia tanto que puedo darme por muerta, pero quizá él tenga una oportunidad. Por favor, Haymitch, dime que me ayudarás.

El frunce el ceño mirando la botella, sopesando mis palabras.

━Eres tan estúpidamente parecida a tu hermana ━gruñe, y yo sonrió para él como una niña en juguetería━. De acuerdo ━acepta, al fin.

━Gracias ━respondo. No quiero ir a ver a Peeta, aunque debería. Me da vueltas la cabeza por culpa del alcohol y estoy tan destrozada que no sé qué me podría obligar a prometer. No, ahora tengo que ir a casa para enfrentarme a Katniss, a Prim y a la señora Everdeen.

Mientras subo como puedo los escalones de la entrada, la puerta principal se abre y Asher me abraza.

━Me equivoqué, tendríamos que habernos ido cuando lo dijiste ━susurra: casi puedo oír su voz quebrándose.

━No ━me cuesta concentrarme y el licor se sale de la botella y se derrama por la espalda de la chaqueta de Asher, aunque a él no parece importarle.

━No es demasiado tarde ━insiste.

Por encima de sus hombros veo a la señora Everdeen y a Prim abrazadas en el umbral, mientras que Katniss está aferrada a Gale. Nosotros huimos, ellos mueren. Y, además, tengo que proteger a Peeta. Fin de la discusión.

━Sí, sí que lo es.

Me ceden las rodillas y él me sujeta, llamándome una y otra vez. Al final, el alcohol me puede y oigo cómo la botella de cristal se rompe contra el suelo. Parece apropiado que se escape de mi control, como todo lo demás.

Cuando despierto, apenas consigo llegar al baño antes de que el licor blanco haga su reaparición. Quema tanto al salir como al entrar, y el sabor es el doble de malo. Después de vomitar sigo temblorosa y sudorosa, aunque, al menos, la mayor parte del alcohol está ya fuera de mi cuerpo. En cualquier caso, buena parte de él logró entrar en mi torrente sanguíneo, así que tengo un dolor de cabeza palpitante, la boca seca y el estómago ardiendo.

Abro el grifo de la ducha y me pongo debajo de la cálida lluvia un minuto antes de darme cuenta de que no me he quitado la ropa interior. Mi madre me habrá quitado la exterior, que estaba asquerosa, antes de meterme en la cama. Tiro la ropa mojada al lavabo y me enjabono la cabeza con champú. Me pican las manos, y entonces veo los puntos pequeños y ordenados que me cruzan la palma de una mano y el dorso de la otra. Recuerdo vagamente romper aquella ventana de cristal anoche. Me restriego de pies a cabeza, aunque me detengo una vez para volver a vomitar en la misma ducha. No es más que bilis y el sumidero se la traga con las perfumadas burbujas.

Por fin limpia, me pongo la bata y vuelvo a la cama sin hacer caso del pelo chorreando. Me meto debajo de las mantas, segura de que así es como se siente alguien cuando lo envenenan. Las pisadas en las escaleras hacen que note de nuevo el pánico de anoche; no estoy lista para ver a mi familia. Tengo que parecer tranquila y segura, igual que cuando nos despedimos el día de la última cosecha. Tengo que ser fuerte. Consigo sentarme en la cama, me aparto el pelo mojado de las sienes (que me siguen palpitando) y me preparo para el encuentro. Aparecen en la puerta con té, tostadas y caras de preocupación. Abro la boca para hacer algún chiste, pero, de repente, rompo a llorar.

Buen intento.

La señora Everdeen se sienta en la cama y Prim se tumba a mi lado, mientras Katniss se lanza junto a su hermana para abrazarme entre las tres e intentar tranquilizarme hasta que me agoto de tanto llorar. Después Katniss busca una toalla, me seca el pelo y lo desenreda con ayuda de Prim, mientras la señora Everdeen me convence para tomar té y una tostada. Me ponen un pijama calentito, me echan más mantas encima y yo me vuelvo a dormir.

Por la luz sé que es última hora de la tarde cuando me despierto. Hay un vaso de agua en la mesita de noche y me lo bebo a toda velocidad. A pesar de que el estómago y la cabeza todavía no se han recuperado, me siento mucho mejor que ayer, así que me levanto, me visto y me ato el cabello en una coleta baja.

Antes de bajar me detengo en lo alto de las escaleras, algo avergonzada por la forma en que he reaccionado ante las noticias del Vasallaje de los Veinticinco: mi errática huida, la borrachera con Haymitch y el llanto. Dadas las circunstancias, supongo que me merezco un día de indulgencia, aunque me alegro de que no estuviesen las cámaras para verlo.

Abajo, las Everdeen me abrazan otra vez, pero no están demasiado emotivas. Sé que se controlan para facilitarme las cosas. Miro a Prim y me resulta difícil creer que es la misma niña frágil que dejé atrás el día de la cosecha de hace nueve meses. Aquella terrible experiencia y todo lo que ha pasado después (la crueldad en el distrito, el desfile de enfermos y heridos que a menudo trata sola, porque la señora Everdeen está muy ocupada) la han envejecido varios años. Además, ha crecido bastante; ya casi somos de la misma altura, aunque no es eso lo que la hace parecer tan mayor.

La señora Everdeen me sirve un tazón de caldo y le pido otro para llevárselo a Haymitch. Después me voy a su casa. Él acaba de levantarse y lo acepta sin hacer comentarios; nos quedamos sentados, casi plácidamente, sorbiendo el caldo y contemplando la puesta de sol por la ventana de su salón. Oigo a alguien caminar por la planta de arriba y supongo que es Hazelle, pero, pocos minutos después, aparece Peeta y tira una caja de cartón llena de botellas vacías de licor en la mesa.

━Ya está hecho ━dice.

Haymitch tiene que utilizar toda su energía para concentrarse en las botellas, así que hablo yo.

━¿Qué está hecho?

━He tirado todo el licor por el desagüe.

Eso parece sacar a Haymitch de su estupor.

━¿Que has hecho qué? ━exclama, tocando la caja, incrédulo.

━Lo he tirado todo.

━Comprará más ━comento.

━No, no lo hará ━responde Peeta━. He buscado a Ripper esta mañana y le he dicho que la delataría a los agentes si les vendía algo a cualquiera de los dos. También le he dado dinero, por si acaso, pero no creo que tenga ganas de volver a caer en manos de los agentes de la paz.

Haymitch intenta acuchillarlo con su navaja, y Peeta lo esquiva con tal facilidad que casi resulta patético. Me enfurezco.

━Lo que él haga no es asunto tuyo ━le digo a Peeta.

━Claro que es asunto mío. Pase lo que pase, dos de nosotros vamos a volver a la arena con el tercero como mentor. No podemos permitirnos borrachos en este equipo, sobre todo si se trata de ti, Kamari.

━¿Qué? —le espeto, indignada, aunque resultaría más convincente sin la resaca━. Anoche fue la primera vez que he estado borracha.

━Sí, y mira qué pinta tienes ━dice Peeta.

No sé qué esperaba de mi primera reunión con él después del anuncio, quizá unos cuantos abrazos y besos, un poco de consuelo, pero no esto. Me vuelvo hacia Haymitch.

━No te preocupes, te conseguiré más licor.

━Entonces los entregaré a los dos. Así se despejarán en la cárcel ━asegura Peeta.

━¿Qué sentido tiene todo esto? ━pregunta Haymitch.

━Pues que dos de nosotros vamos a volver a casa del Capitolio: un mentor y un vencedor ━responde Peeta━. Effie me va a enviar grabaciones de todos los vencedores que siguen con vida. Vamos a ver sus juegos y a aprender todo lo que podamos sobre su forma de luchar. Vamos a engordar y ponernos fuertes. Vamos a empezar a actuar como profesionales. Y uno de nosotros vencerá de nuevo, ¡les guste o no! ━abandona la habitación a toda prisa y sale por la entrada principal dando un portazo.

━No soporto a la gente que se cree moralmente superior ━comento.

━Nadie la soporta ━responde Haymitch, que ha empezado a sorber los restos de las botellas vacías.

Suelto una risa amarga.

━Tú y yo. Ésas son las dos personas que pretende devolver a casa.

━Pues se va a llevar una sorpresa ━dice Haymitch━. Resulta que su noviecita resulta más convincente que él.

Sin embargo, después de unos cuantos días, accedemos a comportarnos como tributos profesionales, porque también es la mejor forma de preparar a Peeta. Todas las noches vemos los resúmenes de los juegos en los que ganaron los vencedores que siguen vivos. Me doy cuenta de que no conocí a ninguno en la Gira de la Victoria, lo que, ahora que lo pienso, me parece raro. Cuando saco el tema, Haymitch responde que al presidente Snow no le convenía en absoluto mostrarnos a Peeta y a mí (sobre todo a mí) haciendo amistad con otros vencedores en los distritos que podían rebelarse. Los vencedores tienen una posición social especial y, si daba la impresión de que apoyaban mi desafío al Capitolio, se convertirían en un peligro político. Al hacer las cuentas, calculo que algunos de nuestros oponentes serán ancianos, lo que resulta tanto triste como alentador. Peeta toma copiosas notas, Haymitch ofrece información sobre sus personalidades y, poco a poco, empezamos a conocer a la competencia.

Todas las mañanas hacemos ejercicio para fortalecernos. Corremos, levantamos cosas y estiramos los músculos. Todas las tardes trabajamos en nuestras habilidades de combate, lanzamos cuchillos, nos enfrentamos cuerpo a cuerpo; incluso les enseño a trepar árboles. En teoría, los tributos no pueden entrenarse, pero nadie intenta detenernos. En cualquier caso, en los años normales, los tributos de los distritos 1, 2 y 4 aparecen sabiendo blandir lanzas y espadas. Esto no es nada, en comparación. Después de tantos años de maltrato, el cuerpo de Haymitch se resiste a mejorar. Aunque sigue siendo muy fuerte, se queda sin aliento con una carrera de nada. Y cabría pensar que un hombre que duerme todas las noches con un cuchillo sabría cómo acertar con uno en la pared de una casa, pero las manos le tiemblan tanto que tarda semanas en conseguirlo.

Por otro lado, a Peeta y a mí nos sienta muy bien el nuevo régimen. Además, me da algo que hacer, nos da a todos algo que hacer aparte de aceptar la derrota. La señora Everdeen nos pone una dieta especial para ganar peso. Prim cuida de nuestros doloridos músculos y Katniss... bueno, ella nos hecha porras como puede (ayudando a su madre o a veces a Prim). Madge nos pasa en secreto los periódicos del Capitolio que le llegan a su padre. Los pronósticos sobre quién será el vencedor de los vencedores nos sitúan entre los favoritos. Incluso Asher y Gale aparecen en escena los domingos y, pese a que ninguno les cae del todo bien ni Peeta ni Haymitch, nos enseñan todo lo que sabe sobre trampas.

Una noche, mientras acompañamos a Gale y a Asher a su casa Katniss y yo, Asher me llega a reconocer:

━Su novela me da risa ━lo mire con una ceja alzada━. Me mira con odio, pero sin odiarme. ¿Sabes como?

━No.

━Pues, Kami: te presento los celos ━se ríe de lo que dijo mientras yo observo como sus últimas dos neuronas fallecen━. Ya se acostumbrará, créeme.

Me abraza por los hombros aún entre risas, haciéndome sonreír con melancolía.

Como no pretendo volver con vida por segunda vez, cuanto antes me deje marchar Asher, mejor. Pienso decirle un par de cosas después de la cosecha, cuando nos permitan despedirnos. Quiero que sepa lo esencial que ha sido para mí durante todos estos años, lo mucho que ha mejorado mi vida gracias a él, gracias a quererlo.

Pero no tengo esa oportunidad.

El día de la cosecha hace un calor bochornoso. La población del Distrito 12 espera en la plaza, sudando en silencio y vigilada con metralletas. Yo estoy sola en una pequeña zona delimitada con cuerdas, y Peeta y Haymitch están en un corral similar a mi derecha.

━Bienvenidos... a la celebración del 75º aniversario... y del tercer Vasallaje de los Veinticinco... de los Juegos del Hambre ━fijó mi mirada en un punto frente a mi. Decido no mirar a ninguna de las Everdeen, no deseaba que me vieran reteniendo las lágrimas de terror que estaban por escaparse de mis ojos━. Como siempre... primero las damas.

Effie, reluciente con una peluca de metal dorado, no exhibe su brío de siempre. Tiene que agarrarse a la urna de las chicas durante un rato para conseguir sacar el trozo de papel en el que todos saben que está mi nombre.

La mujer regresa a su sitio inicial, desdoblando temblorosamente el papel entre sus dedos.

━La mujer Tributo del Distrito 12... ━lo alza, antes de decir con la voz temblorosa━: Kamari Gray.

Para estos momentos siento como una lagrima me baja por la mejilla, única y solitaria, la cual se pierde en mi mentón. Giró mecánicamente mi rostro inexpresivo hacia Effie, la cual me mira con tristeza y una mueca de preocupación. A lo lejos percibo a Peeta, quien igualmente me miraba con decisión en su rostro.

Eso me asustó más que el propio hecho de volver a la arena.

Caminó rápidamente hacia Effie, sintiendo como mi pelo se ondeaba por mi espalda ante mi andar. Una vez llegó a la par de Effie, siento como su mano me acaricia la espalda, intentando brindarme alguna especie de consuelo que, aunque quisiera, no funcionaba.

━¡Maravilloso! ━musita Effie, tras mi llegada━. Y ahora, los hombres.

Repite lo mismo que conmigo: camina a paso irregular hacia la urna, donde yacen los nombres de Haymitch y Peeta. Los revuelve un poco antes de sacar temblorosamente uno de los dos papeles, caminando de nuevo hacia el micrófono.

━El hombre Tributo del Distrito 12 es... ━lo abre, tomando una notoria respiración antes de decir━: Haymitch Abernathy.

Maldigo en mi interior, girando mi cabeza bruscamente hacia donde estaban ambos hombres. Abrí mi boca, horrorizada, negando hacia aquel chico idiota.

━Me ofrezco como voluntario ━exclama por lo alto, mirándome fijamente.

Haymitch lo toma del brazo━. No puedo permitirlo ━le dice.

Peeta se separa de él bruscamente y quita sus ojos de mí para posarlos en él━. No puedes detenerme.

━Peeta...

━Suéltame.

Me quito de con Effie y caminó hacia donde están ellos dos, tomando de la muñeca a Peeta, girándolo hacia mi.

━Peeta ━notó cómo se tensa, pero no retira su mirada de mi━. Por favor, no, no lo hagas. Si de verdad me quieres, vas a quedarte aquí y vas a vivir.

━Es por eso que me ofrezco, Kamari ━alega, frunciendo su mandíbula━. No por que te quiera, sino por que te amo.

Esas palabras me descolocan por completo, desestabilizándome y provocando que Peeta me llevase nuevamente con Effie, quien es la que ahora nos separa.

Te amo.

Te amo.

Te amo.

Mis ojos nuevamente se llenan de lágrimas.

Siempre es lo mismo. La gente muere por que me ama.

Todos se van cuando me aman.

Yo no quiero eso para Peeta. Yo no quiero que me ame.

━Muy bien ━escuchó la voz de Effie como un susurro muy lejano. Nada me hace concentrarme. Sigo bastante entrometida en mis pensamientos como para hacerlo━. Los Tributos del Distrito 12... Kamari Gray... y Peeta Mellark.

Entonces, cuando lo veo todo perdido, veo una señal. Al frente, en la primera fila, vislumbró a las Everdeen. Katniss me miraba fijamente con los ojos rojos, y antes de que pudiese siquiera pestañear, veo cómo se lleva los tres dedos centrales de la mano izquierda a los labios y después los extiende hacia donde estábamos Peeta y yo. De Katniss la sigue Prim, su madre, Asher, Gale y pronto todos los que estaban reunidos a nuestro alrededor se encuentran haciendo la señal del Distrito 12.

Peeta se une a ellos, buscando mi mano, y aunque me sienta debilitada por sus palabras, no dudó en tomarla y seguir sus pasos, repitiendo la señal, esta vez, mirando a mi familia.

Segundos después, siento una mano ejercer presión en mi brazo, haciendo que soltase a Peeta y bajase de a poco mi mano, sin separar los ojos de las Everdeen, Asher y Gale hasta que me es imposible verlos.

Nos llevan de inmediato al Edificio de Justicia, donde nos espera Thread, el jefe de los agentes de la paz.

━Nuevo procedimiento ━anuncia, sonriendo, y nos empujan hacia la puerta trasera, al interior de un coche que nos lleva a la estación de tren. No hay cámaras en el andén, ni gente para despedirnos.

Aparecen Haymitch y Effie, escoltados por guardias, y los agentes se apresuran a meternos en el tren y cierran la puerta. Las ruedas empiezan a girar.

Me quedo mirando la ventana, observando cómo desaparece el Distrito 12, con todas las despedidas pegadas a los labios.

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