037. bonnie and twill
↯ CAPÍTULO TREINTA Y SIETE
▬ ❝ bonnie y twill ❞ ▬
ACTUALIDAD
narra kamari
NO TIENE SENTIDO. MI PÁJARO EN UN TROZO DE PAN. No es como las elegantes representaciones que vi en el Capitolio, así que está claro que no se trata de una cuestión de moda.
━¿Qué es eso? ¿Qué quiere decir? ━preguntó con rudeza, preparada para matar.
━Quiere decir que estamos de tu parte ━responde una voz trémula detrás de mí.
No la vi cuando llegué, aunque debía de estar ya en la casa. Mantengo la vista fija en mi blanco; es probable que la recién llegada esté armada, pero apostaría lo que sea a que no se arriesgará a dejarme oír el clic que anunciaría mi muerte inminente, porque sabe que mataría a su compañera al instante.
━Sal a donde pueda verte ━le ordeno.
━No puede, está... ━empieza a decir la mujer de la galleta.
━¡Que salgas! ━grito. Oigo un paso y el ruido de algo arrastrándose, al igual que el esfuerzo que le exige el movimiento. Otra mujer se acerca cojeando, aunque quizá sería mejor decir que es una chica, ya que debe de tener mi edad. Lleva puesto un uniforme de agente de la paz completo, con su capa de pelaje blanco, pero le queda varias tallas grande. No veo ningún arma.
Tiene las manos ocupadas intentando mantener derecho un tosco bastón fabricado con una rama rota. La punta de su bota derecha no puede levantarse de la nieve, de ahí que se arrastre.
Estudio la cara de la chica, que está roja de frío. Tiene los dientes torcidos y una mancha de nacimiento encima de uno de los ojos, que son castaño oscuro. No es una agente de la paz, ni tampoco una habitante del Capitolio.
━¿Quiénes son? ━pregunto con cautela, aunque con menos agresividad.
━Me llamo Twill ━responde la mujer. Es mayor que la otra, quizá unos treinta y cinco━. Y ésta es Bonnie. Hemos huido del Distrito 8.
¡El Distrito 8! ¡Entonces deben de saber lo del levantamiento!
━¿De dónde han sacado los uniformes?
━Los robé de la fábrica ━responde Bonnie━. Los fabricamos allí, aunque éste iba a ser para... para otra persona. Por eso me queda tan mal.
━La pistola es de un agente muerto ━añade Twill al ver mi mirada.
━Esa galleta que llevan, la del pájaro, ¿de qué va? ━pregunto.
━¿No lo sabes, Kamari? ━pregunta Bonnie, que parece muy sorprendida.
Me reconocen, claro; voy a cara descubierta y estoy al lado del Distrito 12 apuntándolas con una flecha. ¿Qué otra persona podía ser?
━Sé que es igual que la insignia que llevaba en la arena.
━No lo sabe ━comenta Bonnie en voz baja━. Quizá no sepa nada de nada.
De repente siento la necesidad de recuperar el control y digo:
━Sé que han tenido un levantamiento en el 8.
━Sí, por eso tuvimos que salir ━dice Twill.
━Bueno, ahora están bien lejos, ¿qué vais a hacer? ━pregunto.
━Vamos al Distrito 13 ━responde Twill.
━¿El 13? No hay ningún 13, lo borraron del mapa.
━Hace setenta y cinco años.
Bonnie se mueve sobre su muleta y hace una mueca.
━¿Qué le pasa a tu pierna? ━le pregunto, cuidadosa.
━Me torcí el tobillo. Las botas me quedan demasiado grandes.
Me muerdo el labio. El instinto me dice que me cuentan la verdad, y detrás de esa verdad hay un montón de información que desearía obtener. De todos modos, me acerco y le quito la pistola a Twill antes de bajar el arco. Después vacilo un momento pensando en otro día en el bosque, cuando Asher y yo vimos cómo salía un aerodeslizador de la nada y capturaba a dos fugados del Capitolio. Al chico lo mataron con una lanza. Cuando llegué al Capitolio descubrí que a la chica pelirroja la habían mutilado y convertido en uno de esos criados mudos a los que llaman avox.
━¿Las sigue alguien?
━Me parece que no. Creemos que nos dan por muertas en la explosión de la fábrica ━explica Twill━. Seguimos vivas por casualidad.
━De acuerdo, vamos dentro ━les digo, señalando la casa de cemento con la cabeza. Entro detrás de ellas con la pistola.
Bonnie va derecha a la chimenea y se sienta en una capa de agente que han extendido en el suelo. Pone las manos sobre la débil llama que arde en el extremo de un tronco achicharrado. Tiene la piel tan pálida que es casi translúcida y me permite ver el brillo del fuego a través de su carne. Twill intenta poner la capa (probablemente suya) alrededor de la chica, que está tiritando.
Han puesto sobre las cenizas una lata cortada por la mitad, con un borde irregular y peligroso, llena de agujas de pino hirviéndose en agua.
━¿Están haciendo té?
━La verdad es que no estamos seguras. Recuerdo haber visto a alguien hacer esto con las agujas de pino en los Juegos del Hambre de hace unos años. Al menos creo que eran agujas de pino ━responde Twill con el ceño fruncido.
Recuerdo el Distrito 8, un feo sitio con aspecto urbano que apestaba a polución industrial y en el que la gente vivía en casas de vecinos cochambrosas. Apenas una brizna de hierba a la vista. Ninguna oportunidad de aprender nada sobre la naturaleza. Es un milagroso que estas dos mujeres hayan llegado tan lejos.
━¿Se les ha acabado la comida?
━Nos llevamos lo que pudimos ━responde Bonnie, asintiendo con la cabeza━, pero había escasez. No nos queda nada ━el temblor de su voz hace que se derrumben las defensas que me quedaban; no es más que una chica herida y desnutrida que huye del Capitolio.
━Bueno, pues es su día de suerte ━afirmo, soltando la bolsa de caza en el suelo. La gente se muere de hambre en todo el distrito, mientras que en la Aldea de los Vencedores seguimos teniendo más que suficiente, así que he estado repartiéndolo por ahí. He establecido prioridades: la familia de Asher y Gale, Sae la Grasienta, algunos de los otros comerciantes del Quemador que se han quedado sin trabajo. La señora Everdeen tiene a otra gente, sobre todo pacientes, a los que desea ayudar. Esta mañana llené mi bolsa de comida a propósito, sabiendo que la mujer vería la despensa vacía y supondría que iba a hacer mi ronda por las casas de los hambrientos. En realidad, pensaba ganar tiempo para ir al lago sin que ella se preocupase; pretendía repartir la comida esta noche, a la vuelta, pero ahora me doy cuenta de que no será posible.
De la bolsa saco dos panecillos recién hechos con una capa de queso horneado encima. Siempre tenemos muchos desde que Peeta descubrió que eran mis favoritos. Le tiro uno a Twill y me levanto para colocar el otro en el regazo de Bonnie, ya que su coordinación parece no funcionar muy bien en estos momentos y no quiero que el pan acabe en el fuego.
━Oh, ¿me lo puedo comer entero? ━pregunta Bonnie.
Noto que algo se retuerce dentro de mí y recuerdo otra voz, la de Rue, en la arena, cuando le di el muslo de granso: «Oh, nunca había tenido un muslo para mí sola». La incredulidad de los que sufren hambre crónica.
━Sí, acaba con él ━le digo. Bonnie sostiene el panecillo como si no pudiera creerse que es real, y después le hinca los dientes una y otra vez, incapaz de detenerse━. Es mejor si lo masticas ━le aconsejo.
Ella asiente, intentando frenar un poco, pero sé lo difícil que es hacerlo cuando estás tan vacía.
━Creo que su té está listo ━anuncio.
Saco la lata de las ascuas, Twill pesca dos tazas de hojalata de su mochila, y yo sirvo el té y lo dejo en el suelo para que se enfríe. Se ponen muy juntas y comen, mientras soplan el té y le dan diminutos traguitos para no achicharrarse. Yo alimento el fuego y espero a que se chupen la grasa de los dedos antes de preguntar:
━Bueno, ¿cuál es su historia? ━y me la cuentan.
Desde los Juegos del Hambre, el descontento en el Distrito 8 no hacía más que crecer. Siempre había estado ahí, por supuesto, hasta cierto punto, pero lo que cambió era que ya no les bastaba con hablar, que la idea de entrar en acción pasó de deseo a realidad. La maquinaria de las fábricas textiles que suministran a todo Panem hace mucho ruido, y ese estrépito ayudó a que se corriera la voz susurrándose las palabras al oído; palabras que se transmitieron sin que nadie se diese cuenta. Twill enseñaba en el colegio; Bonnie era una de sus alumnas y, cuando tocaba el timbre que daba fin a las clases, las dos pasaban un turno de cuatro horas en la fábrica especializada en uniformes de agentes de la paz. Bonnie, que trabajaba en el frío muelle de inspección, tardó meses en robar los dos uniformes, una bota por aquí, un par de pantalones por allí. En principio eran para Twill y su marido, porque se decía que una vez empezara el levantamiento era crucial que se supiera más allá del Distrito 8 si querían tener éxito.
El día que Peeta y yo hicimos nuestra aparición allí en la Gira de la Victoria fue una especie de ensayo. La multitud se colocó en equipos, al lado de los edificios que atacarían cuando empezase la rebelión. Ese era el plan: hacerse con los centros de poder de la ciudad, como el Edificio de Justicia, el cuartel general de los agentes de la paz y el centro de comunicaciones de la plaza. También otros lugares del distrito, como la vía férrea, el granero, la central eléctrica y la armería.
La noche del anuncio de mi compromiso, la noche que Peeta se puso de rodillas y proclamó su eterno amor por mí delante de las cámaras en el Capitolio, fue la noche en la que se inició el levantamiento. Era una tapadera ideal. Nuestra entrevista en la Gira de la Victoria con Caesar Flickerman era de visión obligatoria, lo que le daba a la gente una excusa para estar en la calle después de anochecer, reuniéndose en la plaza o en alguno de los centros comunitarios de la ciudad para ver la tele. En cualquier otra ocasión, tanta actividad habría resultado sospechosa. Por tanto, todos estaban en su puesto a la hora señalada, las ocho en punto, cuando se pusieron las máscaras y se desató la tormenta. Sorprendidos y abrumados por el número de rebeldes, los agentes de la paz se vieron, en principio, superados por la multitud, que se hizo con el centro de comunicaciones, el granero y la central eléctrica. Conforme caían los agentes, los rebeldes se adueñaban de sus armas. Nació la esperanza de que aquello no fuese una locura, de que, de algún modo, lograran avisar a los otros distritos y derribaran el gobierno del Capitolio.
Entonces cayó el hacha. Los agentes de la paz empezaron a llegar por miles. Los aerodeslizadores bombardearon los baluartes de la resistencia y los redujeron a cenizas. En el caos absoluto que siguió, la gente apenas logró llegar a sus casas con vida. Tardaron menos de cuarenta y ocho horas en someter la ciudad. Después estuvieron aislados durante una semana, sin comida, ni carbón, sin poder salir de casa. Lo único que se veía en los televisores era estática, salvo cuando colgaban a los supuestos instigadores en la plaza. Entonces, una noche, cuando todo el distrito estaba a punto de morir de hambre, llegó la orden de volver al trabajo.
Para Twill y Bonnie eso significaba volver a clase. Como tenían que pasar una calle destrozada por las bombas llegaron tarde al turno de la fábrica, así que seguían a unos cien metros de ella cuando estalló; todos los que estaban dentro murieron, incluidos el marido de Twill y la familia de Bonnie al completo.
━Alguien tuvo que decirle al Capitolio que la idea del levantamiento partió de allí ━me cuenta Twill en voz baja.
Las dos corrieron de vuelta a casa de Twill, donde las esperaban los trajes de los agentes de la paz. Reunieron las provisiones que pudieron, robando a los vecinos que sabían muertos, y llegaron hasta la estación de tren. En un almacén cerca de las vías se pusieron los trajes y, disfrazadas, lograron meterse en un vagón lleno de tela en dirección al Distrito 6. Huyeron del tren en una parada para repostar y viajaron a pie. Escondidas en el bosque, aunque utilizando las vías para orientarse, llegaron a las afueras del Distrito 12 hace dos días, donde se vieron obligadas a detenerse cuando Bonnie se torció el tobillo.
━Entiendo por qué huyen, pero ¿qué esperan encontrar en el Distrito 13?
Bonnie y Twill se miran, nerviosas.
━No estamos muy seguras ━responde Twill.
━Sólo quedan escombros ━digo━. Todos hemos visto las secuencias.
━Ésa es la cuestión: llevan usando las mismas secuencias desde que se recuerda en el Distrito 8 ━afirma Twill.
━¿De verdad? ━intento recordar las imágenes del 13 que he visto en televisión.
━Siempre muestran el Edificio de Justicia, ¿verdad? ━sigue Twill. Yo asiento, lo he visto mil veces━. Si observas con atención lo verás, arriba, en la esquina superior de la derecha.
━¿El qué?
Twill me enseña de nuevo su galleta con el pájaro.
━Un sinsajo. Se ve un instante, antes de que se aleje. Es siempre el mismo.
━En casa creíamos que usan el mismo metraje una y otra vez porque el Capitolio no quiere que veamos lo que hay ahora realmente ━añade Bonnie.
━¿Y en eso se basan para ir al Distrito 13? ━pregunto, gruñendo━. ¿En la imagen de un pájaro? ¿Creen que van a encontrar una especie de ciudad nueva con personas paseando por las calles? ¿Y al Capitolio le parecería bien?
━No ━afirma Twill con fervor━. Creemos que la gente se escondió bajo tierra cuando destruyeron la superficie. Creemos que han conseguido sobrevivir y que el Capitolio los deja en paz porque, antes de los Días Oscuros, la principal industria del Distrito 13 era el desarrollo nuclear.
━Tenían minas de grafito ━protesto, aunque después dudo, porque es una información que he obtenido del Capitolio.
━Tenían unas cuantas minas pequeñas, sí, pero no las suficientes para justificar una población de ese tamaño. Supongo que ésa es la única cosa que sabemos con certeza ━dice Twill.
Me late el corazón muy deprisa. ¿Y si tienen razón? ¿Podría ser cierto? ¿Podría haber un lugar al que huir además del bosque? ¿Un lugar seguro? Si existe una comunidad en el Distrito 13, ¿sería mejor ir allí, donde podría hacer algo, en vez de esperar aquí a que me maten? Sin embargo..., si hay gente en el Distrito 13, gente con armas poderosas...
━¿Y por qué no nos han ayudado? ━pregunto, enfadada━. Si es verdad, ¿por qué nos dejan vivir así, con el hambre, los asesinatos y los juegos? ━de repente odio esa ciudad subterránea imaginaria y a los que se esconden allí, viendo cómo morimos. No son mejores que el Capitolio.
━No lo sabemos ━susurra Bonnie━. Ahora mismo sólo nos aferramos a la esperanza de que existan.
Eso me devuelve a la realidad. Lo que me cuentan no son más que ilusiones. El Distrito 13 no existe porque el Capitolio nunca lo permitiría. Seguro que se equivocan con lo del metraje, porque hay más sinsajos que rocas, y son más duros que ellas. Si lograron sobrevivir al bombardeo inicial del 13, seguramente les irá mejor que nunca.
Bonnie no tiene hogar, su familia está muerta y volver al Distrito 8 o introducirse en otro distrito le resultaría imposible. Obviamente, la idea de un Distrito 13 independiente y próspero la atrae. No puedo decirle que está persiguiendo un sueño tan insustancial como una espiral de humo. Quizá Twill y ella logren sobrevivir de algún modo en el bosque; lo dudo, pero me dan tanta pena que tengo que intentar ayudarlas.
Primero les doy toda la comida que llevo en la bolsa, que consiste sobre todo en cereales y alubias secas, aunque bastará para alimentarlas durante un tiempo si tienen cuidado. Después me llevo a Twill al bosque e intento explicarle los principios básicos de la caza. Tiene un arma que, en caso necesario, convierte la energía solar en mortíferos rayos de energía, así que eso le durará indefinidamente. Cuando consigue matar a su primera ardilla, la pobre criatura está achicharrada, ya que le ha dado de pleno. Sin embargo, la enseño a despellejarla y limpiarla. Con un poco de práctica lo dominará. Fabrico una muleta nueva para Bonnie. En la casa le quito a la chica una capa de calcetines y le digo que se los meta en la punta de las botas para caminar mejor y que se los vuelva a poner en los pies por la noche. Finalmente, les enseño cómo encender un fuego de verdad.
Me suplican detalles sobre la situación en el Distrito 12 y les cuento cómo vivimos con Thread. Veo que lo consideran una información importante para llevársela a los que dirijan el Distrito 13 y les sigo el juego para no destrozar sus esperanzas. Sin embargo, cuando la luz del sol me indica que ya es media tarde no me quedan ánimos para más.
━Tengo que irme ya ━les digo.
Me dan las gracias mil veces y me abrazan.
━No puedo creerme que hayamos podido conocerte ━comenta Twill, con lágrimas en los ojos━. La gente no hace más que hablar de ti desde que...
━Ya, ya, desde que saqué las bayas ━la interrumpo, cansada. Niego con la cabeza, brindándoles una última sonrisa━. Les deseo suerte, chicas. Lleguen con bien a su destino.
Apenas soy consciente del paseo de vuelta, aunque ha empezado a nevar. La cabeza me da vueltas, llena de información nueva sobre el levantamiento del Distrito 8 y la improbable, pero tentadora, posibilidad del Distrito 13.
Tras hablar con Bonnie y Twill queda confirmada una cosa: el presidente Snow me ha estado tomando por idiota. Ni todos los besos y carantoñas del mundo podrían haber suavizado la situación en el Distrito 8. Sí, puede que las bayas fuesen la chispa, pero yo no tenía forma de controlar el fuego. El debía de saberlo. Entonces, ¿por qué visitar mi casa? ¿Por qué ordenarme que convenciese a la población de mi amor por Peeta? Obviamente era una estratagema para distraerme y evitar que hiciese algo incendiario en los distritos. Y para entretener a la gente del Capitolio, claro. Supongo que la boda no es más que una necesaria prolongación de lo mismo.
Estoy ya cerca de la alambrada cuando un sinsajo aterriza en una rama y me trina. Al verlo me doy cuenta de que al final no me dieron una explicación completa sobre el significado del pájaro en la galleta.
«Quiere decir que estamos de tu parte», dijo Bonnie. ¿Hay personas de mi parte? ¿De qué parte? ¿Me he convertido sin querer en el rostro de la tan esperada rebelión? Si es eso, mi parte no va demasiado bien, no hay más que ver lo que sucedió en el Distrito 8.
Escondo las armas en el tronco hueco cerca de mi antiguo hogar de la Veta y me dirijo a la valla. Hinco una rodilla en el suelo, preparada para entrar en la Pradera, pero sigo tan ensimismada en los sucesos del día que no me espabilo hasta que oigo el chillido de un búho.
Aunque la alambrada metálica parece tan inocua como siempre bajo la escasa luz que queda en el cielo, lo que me hace retirar la mano de golpe es el sonido, como el zumbido de un árbol lleno de nidos de rastrevíspulas, que indica que la valla está electrificada.
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