036. strange feeling
↯ CAPÍTULO TREINTA Y SEIS
▬ ❝ extraña sensación ❞ ▬
ACTUALIDAD
narra kamari
ALGUIEN ME SACUDE EL HOMBRO, ASÍ QUE ME ENDEREZO. Me he quedado dormida con la cara sobre la mesa, de modo que la tela blanca me ha dejado arrugas en la mejilla buena, mientras que la mala, la que recibió el latigazo de Thread, me late de dolor. Asher está en otro mundo, aunque tenemos los dedos entrelazados. Huelo a pan recién hecho, y al volverme, con el cuello rígido, veo a Peeta mirándome con mucha tristeza. El corazón se me encoge ante ello, pues me da la impresión de que lleva un rato observándonos.
Suelto la mano de Asher rápidamente.
━Vete a la cama, Kamari, yo cuidaré de él ━me dice.
━Peeta, sobre lo que te dije ayer de huir...
━Lo sé, no tienes que explicarme nada.
Veo las barras de pan sobre la encimera a la pálida luz de una mañana de nieve, así como las sombras azules bajo sus ojos. ¿Habrá dormido algo? Seguro que no mucho. Pienso en cómo había aceptado huir conmigo ayer, en cómo dio un paso adelante para proteger a Asher, en lo dispuesto que estaba a darlo todo por mí, con lo poco que yo le daba a cambio. Haga lo que haga, siempre sale alguien herido.
━Peeta... no es, no es lo que crees...
━No te preocupes, vete a la cama, ¿si?
Subo la escalera a tientas, me arrastro bajo las sábanas y me quedo dormida en un segundo. En cierto momento, Clove, la chica del Distrito 2, entra en mis sueños. Me persigue, me sujeta en el suelo y saca un cuchillo para cortarme la cara. La hoja se me hunde en la mejilla y me abre una raja profunda. Entonces Clove empieza a transformarse, se le alarga la cara hasta convertirse en hocico, le sale pelo por todas partes y las manos se convierten en garras, aunque los ojos permanecen iguales. Se convierte en una mutación de sí misma, en la creación del Capitolio con aspecto de lobo que nos aterrorizó la última noche en la arena. Echa la cabeza atrás y deja escapar un largo y espeluznante aullido, que otros mutos repiten cerca de nosotras. Clove empieza a lamer la sangre que sale de mi herida, y cada lametón hace que me duela más la cara. Dejo escapar un grito ahogado y me despierto sobresaltada, sudorosa y estremecida. Me llevo la mano a la mejilla herida y me recuerdo que no fue Clove, sino Thread, el que lo hizo. Ojalá estuviera aquí Peeta para abrazarme; pero luego recuerdo su mirada, repleta de tristeza y decepción, y me siento mal por hacer el ademán de ir a buscarlo.
Me ha bajado la inflamación del ojo y ya puedo abrirlo un poco. Corro las cortinas y compruebo que la tormenta de nieve se ha convertido en una ventisca en toda regla. Sólo se ve una capa blanca y los aullidos del viento, que tienen un parecido asombroso con los de las mutaciones.
Doy la bienvenida a la ventisca, con sus vientos feroces y su nieve en el aire. Puede que baste para mantener lejos de mi puerta a los verdaderos lobos, es decir, a los agentes de la paz. Unos cuantos días para pensar, para preparar un plan, con Asher, Gale, Peeta y Haymitch a mano. Esta ventisca es un regalo.
De todos modos, antes de bajar para enfrentarme a mi nueva vida, me tomo unos instantes para obligarme a ser consciente de lo que significará. Hace menos de un día estaba lista para perderme en la naturaleza con mis seres queridos en pleno invierno y para la posibilidad, muy real, de que el Capitolio nos persiguiese. Una empresa poco segura, como mínimo. Sin embargo, me estoy metiendo en algo aún más arriesgado: luchar contra el Capitolio supondrá una represalia inmediata. Tengo que aceptar que pueden detenerme en cualquier momento, que alguien llamará a la puerta, como anoche, y un grupo de agentes entrará a por mí. Que quizá me torturen, me mutilen o me metan una bala en la cabeza en plena plaza del pueblo, si soy lo bastante afortunada para morir tan deprisa. El Capitolio cuenta con un repertorio infinito de asesinatos creativos. Me imagino todo eso y estoy aterrada, pero, afrontémoslo, es algo que siempre he tenido en la cabeza, aunque en segundo plano. He sido tributo en los juegos; el presidente me ha amenazado; me han dado un latigazo en la cara; ya soy un objetivo.
Ahora viene la parte más difícil, aceptar el hecho de que mi familia y mis amigos podrían compartir el mismo destino. Prim. Katniss. La señora Everdeen. Sólo necesito pensar en esas tres mujeres para que mi resolución se desintegre. Protegerlas es cosa mía. Me tapo la cabeza con la manta y empiezo a respirar tan deprisa que me quedo sin oxígeno y empiezo a ahogarme. No puedo dejar que el Capitolio les haga daño.
Entonces, de repente, me doy cuenta: ya lo han hecho. Mataron a su padre y esposo en esas espantosas minas; no hicieron nada para evitar que se murieran de hambre; eligieron a Prim como tributo, casi obligan que su hermana se presente voluntaria y después la obligaron a ver cómo la persona que le había evitado una muerte rápida luchaba por su vida en los juegos. Han sufrido mucho más que yo, e incluso eso palidece en comparación con la vida de Rue.
Aparto la manta de un empujón y respiro profundamente el aire frío que se filtra a través de la ventana. Katniss estaría de acuerdo conmigo. Prim... Rue... ¿No son ellas la principal razón para intentar luchar? Porque lo que les han hecho está tan mal, tiene tan poca justificación, es tan malvado que no existe alternativa. Porque nadie tiene derecho a tratarlas como las han tratado.
Sí, eso es lo que tengo que recordar cuando el miedo amenace con paralizarme. Lo que estoy a punto de hacer, lo que todos nosotros nos veamos obligados a soportar, es por ellas. Ya es demasiado tarde para ayudar a Rue, pero quizá no lo sea para esas cinco caritas que me miraban desde la plaza del Distrito 11; no es demasiado tarde para Rory, Vick y Posy. No es demasiado tarde para Prim.
Asher tiene razón: si la gente consigue reunir el valor suficiente, podría ser nuestra oportunidad. También tiene razón cuando dice que, dado que yo lo he iniciado todo, podría hacer muchas cosas, aunque ni idea de cuál es exactamente. Sin embargo, decidir no huir es un primer paso crucial.
Me doy una ducha; esta mañana mi cerebro no está calculando listas de provisiones para vivir en el bosque, sino intentando imaginar cómo organizaron el levantamiento en el Distrito 8. Había muchas personas en claro desafío al Capitolio. ¿Lo planearon o fue algo que surgió sin más después de años de odio y resentimiento? ¿Cómo podríamos hacerlo aquí? ¿Estaría la gente del Distrito 12 dispuesta a unirse o atrancarían sus puertas? Ayer la plaza se llenó muy deprisa después de los latigazos de Asher, pero ¿no es porque nos sentimos impotentes y no tenemos ni idea de qué hacer? Necesitamos a alguien que nos dirija y nos dé confianza en que es posible, y no creo ser la persona adecuada. Quizá haya sido el catalizador de la rebelión, pero un líder es alguien con convicción, y yo apenas acabo de unirme a la causa; alguien con un valor inquebrantable, y yo sigo esforzándome por encontrar el mío; alguien que sepa hablar con claridad y persuasión, y yo siempre me quedo en blanco.
Palabras. Pienso en palabras y, de inmediato, veo la imagen de Peeta. La gente acepta todo lo que dice, seguro que podría hacer que una multitud entrase en acción, sabría cómo encontrar las palabras adecuadas. Sin embargo, estoy segura de que nunca se le ha pasado por la cabeza.
Abajo encuentro a Prim y a la señora Everdeen atendiendo a Asher, que parece algo apagado. La medicina debe de estar perdiendo efecto, a juzgar por su expresión. Me preparo para otra pelea, aunque intento hablar con tranquilidad.
━¿No puedes darle otra dosis?
━Lo haré si es necesario. Hemos pensando en probar primero con la capa de nieve ━responde la señora Everdeen. Le ha quitado las vendas y casi se puede ver el calor que irradia la espalda de Asher. Le pone un paño en la carne maltratada y le hace un gesto con la cabeza a Prim, que se acerca removiendo un enorme cuenco lleno de nieve, aunque con un tinte verde claro y un olor dulce y limpio. Una capa de nieve. Empieza a colocar la sustancia con cuidado en el paño y me parece oír el chisporroteo de la atormentada piel de mi amigo al entrar en contacto con la mezcla de nieve. Abre los ojos de golpe, perplejo, y deja escapar un suspiro de alivio.
━Es una suerte que haya nevado ━dice mi madre.
Pienso en cómo será recuperarse de unos latigazos en pleno verano, con el calor abrasador y el agua tibia del grifo.
━¿Qué hacían en los meses de calor? ━pregunto.
La mujer frunce el ceño y una arruga le surca la frente.
━Intentábamos espantar las moscas.
Se me revuelve el estómago; ella llena un pañuelo con la mezcla de nieve y lo aprieta contra el verdugón de mi mejilla. El dolor desaparece al instante. Es el frío de la nieve, sí, pero la mezcla de jugos de hierbas que añade también entumece.
━Es estupendo, ¿por qué no se lo pusiste anoche?
━Primero tenía que dejar que se asentase la herida.
No sé bien a qué se refiere, aunque, mientras funcione, ¿quién soy yo para cuestionarlo? La señora Everdeen sabe lo que se hace. Me entran remordimientos por las cosas horribles que le grité ayer mientras Peeta y Haymitch me sacaban a rastras de la cocina.
━Siento mucho haberte gritado.
━He oído cosas peores, cariño ━responde━. Ya has visto cómo se ponen todos cuando ven sufrir a la gente que aman.
A la gente que aman. Las palabras me dejan la lengua tan adormecida como si la tuviese cubierta de la capa de nieve. Claro, quiero a Asher, pero ¿a qué tipo de amor se refiere ella? Yo lo amo, si, pero como un hermano, como un amigo... ¿no estará creyendo otra cosa, no es así?
Sacudo la cabeza para aclarármela.
━¿Dónde está Peeta? ━pregunto.
━Se fue cuando oyó que te levantabas. No quería dejar su casa desprotegida durante la tormenta ━responde la señora Everdeen.
━¿Llegó bien? ━pregunto, porque en una ventisca te puedes perder en cuestión de metros y acabar vagando por ahí.
━¿Por qué no lo llamas para comprobarlo?
Entro en el estudio, un cuarto que procuro evitar desde la reunión con el presidente Snow, y marco el número de Peeta, que responde después de unos cuantos timbrazos.
━Hola, sólo quería asegurarme de que habías llegado bien ━le digo.
━Kamari, vivo a tres casas de ti.
━Lo sé, pero con el tiempo y eso...
━Pues estoy bien, gracias por llamar ━después de una larga pausa, añade━: ¿Cómo está Asher?
━Está bien, Prim y la señora Everdeen le están poniendo una capa de nieve.
━¿Y tu cara?
━Yo también tengo una capa. ¿Has visto a Haymitch hoy?
━Me he pasado por allí. Borracho como una cuba. Le he encendido la chimenea y le he dejado un poco de pan.
━Quería hablar con... con los dos ━no me atrevo a contar nada más por teléfono, porque seguro que está pinchado.
━Probablemente tendrás que esperar hasta que se calme el tiempo. De todos modos, no habrá mucho movimiento hasta entonces.
━No, no mucho.
La tormenta tarda dos días en amainar y nos deja con unos montículos de nieve más altos que yo. Después necesitamos otro día para limpiar el camino que lleva de la Aldea de los Vencedores a la plaza. Durante ese tiempo ayudo a cuidar de Asher, me aplico capas de nieve en la mejilla e intento recordar todo lo que puedo del levantamiento del Distrito 8, por si nos sirve de ayuda. La hinchazón de la cara se reduce y acabo con una herida que me pica y un ojo muy negro. Sin embargo, en cuanto puedo, llamo a Peeta para ver si quiere ir al pueblo conmigo.
Levantamos a Haymitch y lo arrastramos con nosotros. Él se queja, pero no tanto como siempre. Todos sabemos que hay que discutir lo sucedido y que no podemos hacerlo en un sitio tan peligroso como nuestras casas en la Aldea. De hecho, esperamos a dejarla bien atrás antes de hablar. Mientras, me entretengo examinando las paredes de nieve de tres metros de altura que están apiladas a ambos lados del estrecho sendero que han limpiado, preguntándome si se nos caerán encima.
Al final, Haymitch rompe el silencio.
━Entonces nos vamos todos a tierras desconocidas, ¿no? ━me pregunta.
━No, ya no.
━Ya has visto los fallitos de tu plan, ¿no, niña? ━me pregunta━. ¿Alguna idea nueva?
━Quiero iniciar un levantamiento.
Haymitch se ríe. Ni siquiera es una risa cruel, lo que me resulta más inquietante, ya que me demuestra que ni siquiera me toma en serio.
━Bueno, necesito un trago. Ya me dirás cómo te va, ¿eh?
━¿Y cuál es tu plan? ━le pregunto, furiosa.
━Mi plan es asegurarme de que todo esté perfecto para el día de tu boda y que tú te mantengas viva después de eso ━responde━. Llamé para cambiar la fecha de la sesión de fotos sin dar demasiados detalles.
━Ni siquiera tienes teléfono.
━Effie lo arregló. ¿Sabes que me preguntó si querría ser el padrino y entregarte en matrimonio? Le respondí que, cuanto antes te entregara, mejor.
━Haymitch ━le digo, y noto que mi tono tiene algo de súplica.
━Kamari ━responde, imitándome━. No funcionará.
Nos callamos cuando un grupo de hombres con palas pasa a nuestro lado en dirección a la Aldea de los Vencedores. Quizá ellos puedan hacer algo sobre esas paredes de tres metros. Cuando están lo bastante lejos para no oírnos, ya nos encontramos demasiado cerca de la plaza.
Entramos en ella y nos detenemos de repente.
«No habrá mucho movimiento durante la ventisca», eso era lo que Peeta y yo pensamos. Sin embargo, estábamos muy equivocados. La plaza se había transformado: una enorme pancarta con el sello de Panem cuelga del tejado del Edificio de Justicia; unos agentes de la paz con impecables uniformes marchan sobre los adoquines recién barridos; en los tejados vemos más agentes en puestos de vigilancia con metralletas; y lo más perturbador es la fila de nuevas construcciones (un poste oficial para latigazos, varias cárceles y una horca) que han aparecido en el centro de la plaza.
━Thread trabaja deprisa ━comenta Haymitch.
A pocas calles de la plaza veo un incendio. No hace falta decirlo en voz alta, todos sabemos que el Quemador está ardiendo. Pienso en Sae la Grasienta, en Ripper y en el resto de amigos que se ganan la vida en aquel lugar.
━Haymitch, ¿crees que quedaría alguien...? ━me veo incapaz de terminar la frase.
━No, los del Quemador son listos. Y tú también lo serías si llevaras más tiempo por aquí. Bueno, será mejor que vaya a comprobar si al boticario le sobra algo de alcohol.
Se aleja arrastrando los pies y yo miro a Peeta.
━¿Para qué lo quiere? ━pregunto, hasta que me doy cuenta━. No podemos dejar que se beba eso. Se matará o, como mínimo, se quedará ciego. Tengo licor blanco guardado en casa.
━Yo también. Quizá logremos mantenerlo con eso hasta que Ripper consiga volver al negocio ━dice Peeta━. Necesito ver a mi familia.
━Yo tengo que ver a Hazelle ━estoy preocupada, creía que aparecería en nuestra puerta en cuanto limpiasen la nieve, pero no hemos sabido nada de ella.
Palmeó su hombro en modo de despedida y cuando comienzo a avanzar, siento una mano cálida y grande envolviendo mi muñeca. Peeta tira de esta y hace que vuelva hasta donde él esta, quedando frente a frente: tan cerca que casi puedo sentir como su aliento choca contra el mío.
Nuestra distancia era tan poca que temía que en cualquier momento él pudiese sentir lo rápido que iba mi corazón ante su cercanía. Tenía que alzar mi cabeza ligeramente ante los centímetros que nos separaban. Eran tan pocos e insignificantes que no me molestaría mucho el romperlos.
━Iré contigo ━mi corazón da un nuevo vuelco cuando lo escucho. Se fija en mis ojos, he intento luchar por retenerle la mirada y no bajarla hasta sus labios━. Me pasaré por la panadería cuando volvamos a casa.
━Gracias ━respondo casi en un balbuceó, tragando duro.
Peeta hace el ademán de soltarme, pero cuando dejó de sentir el calor que sus dedos alrededor de mi muñeca me transmiten, no dudó en tomar su mano sin fijarme mucho en su rostro (pues mis mejillas ya se habían vuelto rojas) y la entrelazó con la mía, comenzando a caminar hacia la casa de Hazelle.
Las calles están casi vacías, lo que no resultaría extraño a estas horas del día si la gente estuviese en las minas y los niños en el colegio. Pero no lo están, porque veo caras asomadas a las puertas, a las rendijas de las contraventanas.
«Un levantamiento ━pienso━. Qué idiota soy.»
Hay un defecto de base en nuestro plan que ni Asher ni yo habíamos visto: un levantamiento requiere romper la ley, enfrentarse a la autoridad. Nosotros llevamos haciéndolo toda la vida, al igual que nuestras familias: caza furtiva, comercio en el mercado negro, burlas al Capitolio en el bosque... Sin embargo, para la mayoría de la gente del Distrito 12 un paseo a comprar algo en el Quemador es ya demasiado riesgo. ¿Y yo espero que se reúnan en la plaza con ladrillos y antorchas? Si sólo con vernos a Peeta y a mí basta para que todos aparten a los críos de las ventanas y cierren las cortinas...
Encontramos a Hazelle en su casa, cuidando de Posy, que está muy enferma. Reconozco los granos del sarampión.
━No podía dejarla ━me explica━. Sabía que Asher estaba en las mejores manos.
━Por supuesto ━le digo━. Está mucho mejor. La señora Everdeen dice que volverá a las minas en un par de semanas, junto a Gale.
━De todos modos puede que no las abran antes. Se dice que las han cerrado hasta nuevo aviso ━nos cuenta, lanzando una mirada nerviosa a su fregadero vacío.
━¿Has cerrado?
━Oficialmente no, pero todos temen darme trabajo.
━Quizá sea por la nieve ━interviene Peeta, con quien aún mantengo un agarre en nuestras manos.
━No, Rory se ha dado una vuelta esta mañana y, al parecer, no hay nada que lavar ━responde ella. Rory abraza a Hazelle.
━No pasa nada.
Me saco algo de dinero del bolsillo y lo pongo en la mesa.
━La señora Everdeen te enviará algo para Posy ━añado, dirigiéndole una sonrisa━. Y dígale a Gale que pase por la casa, Katniss está muy abrumada últimamente sin su presencia.
Cuando salimos de la casa, me vuelvo hacia Peeta, deshaciéndome del agarre en nuestras manos casi protestando ante lo fría que ahora me siento.
━Ve con tu familia, yo quiero pasarme por el Quemador.
━Iré contigo.
Niego rápidamente al oírle decir una respuesta automática━. No, ya te he metido en suficientes problemas.
━Y evitar un paseo por el Quemador va a arreglarlo todo, ¿no? ━sonríe, contagiándome casi al instante. Me extiende la mano una vez más y yo no dudo en tomársela. Juntos recorremos las calles de la Veta hasta llegar al edificio en llamas. Ni siquiera se han molestado en dejar por allí a los agentes de la paz. Saben que nadie intentaría salvarlo.
El calor de las llamas hace que se funda la nieve a nuestro alrededor, y unas gotas oscuras me manchan los zapatos.
━Es todo ese polvo de carbón de los viejos tiempos ━digo. Estaba en todas las grietas, incrustado en los tablones del suelo. Es asombroso que este lugar no se haya incendiado antes━. Quiero ver si Sae la Grasienta está bien.
━Hoy no, Mar, no creo que los ayudes con una visita.
Volvemos a la plaza y le compro unos pasteles al padre de Peeta, mientras hablamos sobre el tiempo y lo feliz que está de verme con su hijo por la panadería, alegando que le había dicho más de una vez que me invitase a cenar con ellos. Rió ligeramente, con las mejillas teñidas de un rosa pastel: el hombre verdaderamente se ve feliz de que su hijo esté conmigo. Nadie menciona los feos instrumentos de tortura que están a pocos metros de la puerta. Lo último que compruebo al abandonar la plaza es que no reconozco a ninguno de los agentes.
Conforme pasan los días, las cosas van de mal en peor. Las minas permanecen cerradas dos semanas y, para entonces, la mitad del Distrito 12 se está muriendo de hambre. El número de niños que piden teselas se dispara, pero muchas veces ni siquiera reciben la correspondiente ración de cereales. Empieza la escasez de comida e incluso los que tienen dinero vuelven de las tiendas con las manos vacías. Cuando se abren de nuevo las minas, se reducen los salarios, se amplían los horarios y envían a los mineros a lugares descaradamente peligrosos. La comida prometida para el Día de los Paquetes, que todos esperaban con ansiedad, llega podrida e infestada de roedores. Las instalaciones de la plaza se usan de manera asidua; castigan a los ciudadanos por delitos que llevan tanto tiempo sin penarse que nadie recuerda que son ilegales.
Asher se va a casa sin que hablemos más de la rebelión. Sin embargo, no puedo evitar pensar que todo lo que vea servirá para que esté más decidido que nunca a luchar. Las dificultades que pasan en las minas, los cuerpos torturados en la plaza, el hambre en los rostros de su familia... Rory ha pedido teselas, algo de lo que ni Gale ni Asher son capaz de hablar. Sin embargo, con la poca comida disponible y el aumento de los precios, ni siquiera eso basta.
Lo único bueno es que consigo que Haymitch contrate a Hazelle como ama de llaves, lo que le proporciona más dinero a ella y mejora considerablemente la calidad de vida de él. Me resulta extraño entrar en su casa y encontrarla tan fresca y limpia, con comida calentándose en la hornilla. Él apenas se da cuenta, porque está luchando su propia batalla. Peeta y yo intentamos racionarle el licor blanco que teníamos, pero ya casi no queda, y la última vez que vi a Ripper estaba en la cárcel.
Me siento como una paria cuando camino por las calles. Todos me evitan en público, aunque en casa tenemos compañía de sobra. Un flujo continuo de enfermos y heridos pasa por la mesa de nuestra cocina para que los cure la señora Everdeen, que hace tiempo que no cobra por sus servicios. No obstante, su suministro de medicamentos también se agota y pronto tendrá que tratar a sus pacientes con nieve.
El bosque, por supuesto, está completamente prohibido, sin excepciones. Ni siquiera Gale o Asher se atreven a ir: Katniss lo haría, pero no se lo permito pues ni yo misma lo hacía: hasta que una mañana lo hago yo, y no es por tener la casa llena de enfermos y moribundos, ni por las espaldas ensangrentadas, ni por los niños demacrados, ni por las botas militares, ni por la omnipresente miseria. Lo que me hace cruzar al otro lado de la alambrada es la llegada de una caja llena de vestidos de novia con una nota de Effie diciendo que el presidente Snow los ha aprobado en persona.
La boda. ¿De verdad piensa seguir adelante con ella? ¿Qué cree su cerebro retorcido que conseguirá con eso? ¿Es para contentar a los ciudadanos del Capitolio? Se les prometió una boda y tendrán una boda. ¿Y después nos matará? ¿Como lección para los distritos? No lo sé, no le encuentro sentido. Doy vueltas en la cama hasta que ya no lo aguanto más. Tengo que salir de aquí, al menos durante unas horas.
Meto las manos en el armario y rebusco hasta dar con la ropa de invierno aislada que Cinna me hizo para que me divirtiese durante la Gira de la Victoria: botas impermeables, un mono que me cubre de pies a cabeza y guantes térmicos. Por mucho que me guste mi vieja ropa de caza, el paseo que hoy tengo en mente necesita de toda esta alta tecnología. Bajo las escaleras de puntillas, lleno de comida mi bolsa de caza y salgo a hurtadillas de la casa. Recorro con precaución los callejones y las calles laterales, y llego al punto débil de la alambrada que está más cerca de la carnicería de Rooba. Como muchos trabajadores van por aquí a las minas, la nieve está cubierta de huellas y las mías no destacarán. A pesar de todas sus actualizaciones de seguridad, Thread no le ha prestado mucha atención a la alambrada, quizá porque cree que el mal tiempo y los animales salvajes bastan para mantener a todo el mundo dentro. Aun así, una vez bajo la malla metálica, cubro mi rastro hasta que los árboles lo ocultan.
Ya amanece cuando saco el arco y las flechas, y empiezo a abrir un sendero entre la nieve caída. Por algún motivo, estoy decidida a llegar al lago. Quizá para despedirme del lugar, de mi hermana y de los momentos felices que pasamos allí, porque sé que seguramente no vuelva nunca. Quizá sólo para poder respirar tranquila un momento. A una parte de mí le da igual si me encuentran, siempre que pueda verlo una vez más.
El recorrido me lleva el doble de lo normal. La ropa de Cinna mantiene bien el calor y llego empapada de sudor bajo el traje, aunque tengo la cara entumecida por el frío. El reflejo del sol de invierno en la nieve me entorpece la vista, y estoy tan cansada y absorta en mis desesperados pensamientos que no me doy cuenta de las señales: el fino hilo de humo que sale de la chimenea, las huellas recientes y el olor a agujas de pino cociéndose. Estoy literalmente a un par de metros de la puerta de la casa de cemento cuando me detengo de golpe, y no es por el humo o las pisadas, sino por el inconfundible chasquido de un arma detrás de mí.
Hábito, instinto; me vuelvo mientras coloco la flecha, aunque sé que las probabilidades no juegan a mi favor. Veo el uniforme de agente de la paz, la barbilla puntiaguda, el iris castaño en el que clavaré la flecha, pero el arma cae al suelo y la mujer desarmada me ofrece algo con su mano enguantada.
━¡Detente! ━grita.
Vacilo, incapaz de procesar este giro de los acontecimientos. Quizá tengan órdenes de capturarme con vida para torturarme y hacer que incrimine a todas las personas que conozco. «Sí, pues buena suerte», pienso. Mis dedos ya han decidido soltar la flecha cuando veo el objeto del guante: es un circulito blanco de pan aplastado, una galleta, más bien, gris y empapada por los bordes. Sin embargo, tiene una imagen muy clara estampada en el centro.
Es mi sinsajo.
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