028. people yo know to people you don't
↯ CAPÍTULO VEINTIOCHO
▬ ❝ gente que conoces a gente que no conoces ❞ ▬
ACTUALIDAD
narra kamari
SUJETO EL TERMO CON AMBAS MANOS, AUNQUE EL CALOR DEL TÉ SE PERDIÓ HACE UN RATO EN EL AIRE HELADO. Tengo los músculos tensos de frío. Si apareciese una jauría de perros salvajes ahora mismo, no tendría muchas posibilidades de trepar a un árbol antes de que me atacasen. Tendría que levantarme, moverme y dejar que la sangre volviese a circularme por las extremidades, pero, en vez de hacerlo, me quedo sentada, tan inmóvil como la roca que tengo debajo, mientras el alba empieza a iluminar el bosque. No puedo luchar contra el sol, sólo puedo observar con impotencia cómo me arrastra a un día que llevo meses temiendo.
A mediodía estarán todos en mi nueva casa de la Aldea de los Vencedores: los periodistas, los equipos de televisión, incluso Effie Trinket, mi antigua acompañante, recién llegados al Distrito 12 desde el Capitolio. Me pregunto si Effie seguirá llevando aquella ridícula peluca rosa o si habrá elegido otro color antinatural que lucir en la Gira de la Victoria. Habrá más gente esperando, varias personas listas para atender todas mis necesidades en el largo viaje en tren. Un equipo de preparación que me pondrá guapa para mis apariciones públicas. Mi estilista y amigo, Cinna, que diseñó los maravillosos trajes que hicieron que la audiencia se fijase en mí por primera vez en los Juegos del Hambre.
Si estuviese en mis manos, intentaría olvidar los Juegos del Hambre por completo, no hablaría nunca de ellos, fingiría que no han sido más que un mal sueño. Sin embargo, la Gira de la Victoria hace que mi deseo resulte imposible. La organizan en un momento estratégico, entre unos juegos y los siguientes, como si el Capitolio pretendiese mantener el horror vivo y cercano. En los distritos no sólo nos vemos obligados a recordar la mano de acero del poder del Capitolio una vez al año, sino que, además, nos obligan a celebrarlo. Este año yo soy una de las estrellas del espectáculo. Tendré que viajar de distrito en distrito, ponerme delante de la multitud para que me vitoree, aunque, en realidad, me odie; mirar a la cara a los familiares de los chicos a los que he matado...
El sol sigue empeñándose en salir, así que hago un esfuerzo por levantarme. Me duelen todas las articulaciones, y la pierna izquierda lleva tanto tiempo dormida que necesito pasarme unos minutos caminando para devolverla a la vida. He estado tres horas en el bosque, pero, como no he intentado cazar, no llevaré nada de vuelta. Al menos pude darle más tranquilidad a Katniss con lo de cazar: ya no es un requerimiento diario. Las tres mujeres en mi vida pueden permitirse comprar carne en la carnicería del pueblo, aunque a ninguna nos gusta más que la carne de caza. Por otro lado, mi mejor amigo y su hermano, Asher y Gale Hawthorne, y su familia dependen de lo que saque hoy, y no puedo dejarlos tirados. Empiezo la hora y media de paseo que necesitaré para comprobar todas nuestras trampas. Cuando estábamos en el colegio, los cuatro teníamos tiempo por la tarde para mirar las trampas, cazar, recolectar vegetales y llegar a tiempo para comerciar con todo ello en el pueblo. Sin embargo, desde que Gale y Asher empezaron a trabajar en las minas de carbón, Katniss y yo nos encargamos del trabajo sin problema.
La Everdeen no se separaba de mi. Ya no lo hacía en ningún momento. Y no podía sentirme mejor por ello.
En cierta parte.
Mis dos amigos ya habrán llegado a la mina y terminado el vertiginoso paseo en ascensor que lleva a las profundidades de la tierra, por lo que estarán dándole golpes a una veta de carbón. Sé cómo es estar allí abajo. Todos los años, como parte de nuestra formación, mi clase de la escuela tenía que hacer una visita a las minas. Cuando era pequeña me resultaba desagradable: los túneles claustrofóbicos, el aire apestoso, la agobiante oscuridad que lo dominaba todo.
Hasta hoy, después de lo ocurrido en los Juegos del Hambre, creo que podría soportarlo.
Pienso en Asher, que en realidad sólo se siente vivo en el bosque, con el aire fresco, la luz del sol y el agua limpia de los arroyos. No sé cómo lo soporta: ni él, ni Gale. Bueno..., sí lo sé: lo soportan porque es la única forma de alimentar a su madre y a sus hermanos pequeños. Y aquí estoy yo, con montones de dinero, más que suficiente para alimentar a las Everdeen y a los Hawthorne, y ninguno de los dos chicos quieren aceptar ni una moneda. Ya me ha costado convencerlos para que me dejaran llevarles carne, a pesar de que ellos habrían ayudado a Katniss a mantener a Prim y a su madre si yo hubiese muerto, como le pedí a Asher. Les digo que me hacen un favor, que me volvería loca si me pasara todo el día de brazos cruzados. Aun así, nunca me paso a dejarles las presas cuando ellos están en casa, cosa que no resulta difícil, ya que trabajan doce horas al día.
En realidad, ahora sólo los veo los domingos, cuando nos reunimos en el bosque para cazar juntos los cuatro. Sigue siendo el mejor día de la semana, Asher se encarga de que así sea, y digamos que le sale realmente bien (con ayuda de Gale y la risa muy participativa de Katniss).
━Mira nada más ━escuchó a Katniss, haciéndome voltear hacia la primera de las trampas.
Sacamos un buen botín de las trampas: ocho conejos, dos ardillas y un castor que se metió en un artilugio de alambre diseñado por los chicos Hawthorne. Son un par de magos de las trampas, pues son capaces de doblar los árboles jóvenes para que suban alto la presa, lejos del alcance de los depredadores; también saben colocar troncos en equilibrio sobre disparadores de palitos y trenzar cestas de las que ningún pez puede escapar. Conforme avanzamos y volvemos a colocar cada trampa, sé que nunca podré imitar su ojo para el equilibrio, sus instintos para saber por dónde cruzará la presa el sendero. Es más que experiencia, es un don natural, como mi habilidad y la de Katniss para disparar el arco en la penumbra y derribar a nuestro objetivo de una sola flecha.
━Vamos, volvamos a casa ━le digo a Katniss, quitándome el cabello de la cara de un resoplido.
Cuando llegamos a la alambrada que rodea el Distrito 12, el sol está bien arriba. Como siempre, presto atención durante un momento, pero no me llega el zumbido delator de la corriente eléctrica por el metal. Casi nunca lo electrifican, a pesar de que, en teoría, debería estarlo siempre. Katniss y yo nos arrastramos por el hueco de la parte de abajo de la alambrada y salimos a la Pradera, a un tiro de piedra de mi casa. De mi antigua y primera casa. Todavía es mía oficialmente, ya que es la vivienda asignada para mis padres extraviados, mi difunta hermana y para mi. Si me muriese ahora mismo, la casa quedaría deshabitada y las Everdeen tendrían que regresar a la que es suya, en la Veta. Por ahora, eso sí, las tres están felizmente instaladas en la casa nueva de la Aldea de los Vencedores, y yo soy la única que utiliza el diminuto lugar en el que me crié trece largos años. Para mí es mi verdadero hogar, del cual huí por los recuerdos que me dejaba mi hermana.
No había vuelto desde que me fui a casa de Katniss, pero en cuanto toque el distrito 12 nuevamente fue de las primeras cosas que hice. Seguía tal cual como la había dejado, solo que más polvorienta que antes: con mi tiempo libre, me encargué de darle una pequeña manita de gato, pues a Anika le hubiese dado un paro de ver así su casa. Además, que encontré su más preciado tesoro (o así lo llamaba ella): era una libreta vieja, de hecho muy vieja, podría decir que aquella podía ser de un familiar con varios años ya muerto sin problema.
¿Lo que contenía? Bah, canciones. Si, como lograron leerlo: canciones. Los acordes de estas estaban encima de la letra, con su respectiva secuencia.
A Anika le fascinaba tocarlas para mi, y cuando las creí perdidas por un largo tiempo, logré recuperarlas. Ella se ponía a bailar en la oscuridad de nuestra casa mientras tarareaba estas para mi, era un recuerdo presente y bonito para mi.
Voy a aquella casa y me cambio de ropa. Me quito la vieja chaqueta de cuero de mi hermana y me pongo un abrigo de lana buena que siempre parece apretarme demasiado en los hombros. Dejo la comodidad de mis desgastadas botas de caza y me calzo unos caros zapatos hechos a máquina que la madre de Katniss considera más apropiados para alguien de mi posición. Ya hemos guardado el arco y las flechas en el tronco hueco de un árbol, en el bosque. Aunque el tiempo vuela, me permito pasar unos cuantos minutos sentada en la cocina a la par de Katniss: el lugar tiene aire de abandono con la hornilla apagada y la mesa sin mantel. Echo mucho de menos mi antigua vida. Apenas lográbamos sobrevivir Anika y yo, luego fui solamente yo, pero sabía dónde encajaba, sabía cuál era mi lugar en los prietos hilos que formaban la tela de nuestra vida. Ojalá pudiera volver a ella, porque, en retrospectiva, me parece segura comparándola con la de ahora: tan rica y famosa, y, a la vez, tan odiada por las autoridades del Capitolio.
━Quiero ir a casa ━me giró hacia la castaña a mi lado━. ¿Puedes acompañarme?
Asiento, separándome de la diminuta barra de cocina━. A donde sea, Katniss. Vamos.
A ella le gusta que su hermana tenga una mejor calidad de vida. Es eso lo único que le gusta de todo. En aquel aspecto se parece demasiado a mi, y no logro juzgarla.
En cuanto atravesamos la Veta hacia su casa, un par de recuerdos me caen como agua helada. Verdaderamente extraño mi mentalidad de hace unos meses, antes de que el Capitolio me hiciera tan paranoica y cuidadosa.
━Estas perdiendo la cabeza, Gray ━me dice Gale, cada que le pido que no hable en voz alta del Capitolio━. Antes era tu actividad favorita.
Apreté mis labios entre sí. Claro, lo era antes de que estuviese metida en el ojo de la tormenta. Cuando decidí comer esas bayas, los puse en riesgo a ellos: ahora cualquier cosa, provocará mayor enfado en el Capitolio.
━Cállate un poco Gale ━lo mandaba callar Asher, golpeándole la parte de atrás de la cabeza antes de mirarme━. Solo cállate.
Nunca le dije, ni a él ni a nadie lo que se me podría venir encima si hacía algo mal: era lo único que podría salvarlos si no podía estar lejos de ellos.
En cuanto nos adentramos al antiguo hogar de Katniss, un gemido que reclama nuestra atención se escucha desde la puerta trasera. Mi amiga la abre y descubrimos a Buttercup, el zarrapastroso gato de Prim. Le gusta la nueva casa tan poco como a nosotras y siempre se va cuando Prim está en clase. Nunca nos hemos llevado especialmente bien, pero ahora compartimos este nuevo vínculo. Katniss lo dejo entrar, mientras que yo le doy un trozo de grasa de castor e incluso le rasco entre las orejas un ratito, mientras Katniss pasa sus dedos por su pelaje del dorso.
━Eres horroroso, lo sabes, ¿verdad?
Buttercup me da con el hocico en la mano para que siga acariciándolo, pero tenemos que irnos.
—Vamos, gato ━Katniss lo sujeta con una mano mientras que yo agarro nuestra bolsa de caza y salimos a la calle.
El gato salta al suelo y desaparece debajo de un arbusto.
Los zapatos me aprietan los dedos en mi camino sobre las cenizas de la calle. Como me meto por callejones y patios traseros, llegamos a la casa de Gale y Asher en pocos minutos, y su madre, Hazelle, nos ve por la ventana, ya que está inclinada sobre el fregadero de la cocina. Se seca las manos en el delantal y se dirige a abrirnos la puerta.
Me gusta Hazelle. La respeto. Su marido murió en la misma explosión que mató al padre de Katniss, y la dejó con cuatro hijos varones y un bebé a punto de nacer. Menos de una semana después de dar a luz, salió a la calle en busca de trabajo. Las minas no eran una opción viable, ya que tenía que cuidar del bebé, pero consiguió que los comerciantes del pueblo le diesen su ropa para lavar. Gale, el mayor de los hijos, se convirtió a sus catorce años en el principal apoyo económico de la familia seguido de Asher, el segundo de los hijos, quien también se convirtió a sus trece años en un apoyo económico para su familia. Ya habían firmado para pedir teselas, que les suponían unas escasas cantidades de cereales y aceite a cambio de dejar que sus nombres entrasen más veces en el sorteo de los tributos. Además, ya por aquel entonces eran un par de tramperos expertos. Sin embargo, eso no bastaba para mantener a una familia de seis, así que Hazelle tenía que pelarse los dedos hasta los huesos en aquella tabla de lavar. En invierno las manos se le ponían tan rojas y agrietadas que sangraban a la menor provocación. Seguirían haciéndolo de no ser por el ungüento que le preparaba la señora Everdeen. Con todo y con eso, Hazelle, Gale y Asher están decididos a que los otros chicos (Rory, de doce años, Vick, de diez, y el bebé Posy, de cuatro) nunca tengan que pedir teselas.
Hazelle sonríe al ver nuestro botín y agarra el castor por la cola, sopesándolo:
━Esto servirá para un buen estofado.
A diferencia de sus testarudos hijos, a ella no le parece mal nuestro acuerdo de caza.
━Y tiene buena piel ━respondo. Me reconforta estar aquí con Hazelle y Katniss, las tres hablando de las cualidades de las presas, como siempre hemos hecho. Nos sirve una taza de infusión, y yo la sujeto con ambas manos para calentármelas━. ¿Sabes? Cuando vuelva de la gira estaba pensando en llevarme a Rory conmigo de vez en cuando, después de la escuela, para enseñarle a disparar.
━Eso estaría bien. A Gale o a Asher les gustaría hacerlo, pero sólo tienen libres los domingos, y creo que les gusta guardarlos para ustedes.
No puedo evitar que el color me suba a las mejillas al igual que a Katniss. Es una estupidez, claro, porque nadie me conoce mejor que Hazelle y sabe el vínculo amistoso que comparto con Asher. Estoy segura de que mucha gente supuso que nos acabaríamos casando, aunque yo nunca pensé en ello. Sin embargo, eso fue antes de los juegos, antes de que mi compañero tributo, Peeta Mellark, anunciase que estaba loco por mí. El romance se convirtió en una estrategia clave para nuestra supervivencia en la arena. El problema es que para Peeta no era tan sólo una estrategia. No estoy segura de lo que fue para mí, pero para Asher fue demasiado gracioso, pues no deja de hacerme bromas al respecto. Cuando pienso en que Peeta y yo tendremos que presentarnos de nuevo como enamorados en la Gira de la Victoria, después de no habernos hablado en absoluto después del tren, me noto un nudo en el pecho.
Me trago la infusión de golpe, aunque está demasiado caliente, y me aparto de la mesa. Katniss me imita, aún con las mejillas encendidas.
La verdad, Asher y yo ya hemos apostado cuanto tardarán este par: solo espero que no sea más de un año, pues esa fue mi apuesta.
━Será mejor que nos vayamos ━digo, sin saber porque de repente me sentí tan extrañamente decaída━. Me toca ponerme presentable para las cámaras.
━Disfruta de la comida ━responde Hazelle, dándome un abrazo a mi y después repetir su acto con Katniss.
━Por supuesto.
Nuestra siguiente parada es en el Quemador, donde solíamos hacer casi todos nuestros trueques. Hace años era un almacén de carbón, hasta que dejó de usarse y se convirtió primero en un lugar de encuentro para el comercio ilegal y después en un mercado negro en toda regla. Supongo que al ser un sitio que atrae a los delincuentes, debe de ser mi sitio. Cazar en el bosque que rodea el Distrito 12 viola al menos una docena de leyes y se castiga con la muerte.
Las personas que frecuentan el Quemador nunca mencionan lo mucho que les debo. Asher me dijo que Sae la Grasienta, la anciana que vende sopa, inició una colecta para patrocinarnos a Peeta y a mí durante los juegos. En teoría era una cosa del Quemador, pero mucha gente más se enteró y quiso participar. Aunque no sé exactamente cuánto dinero fue y soy consciente de que el precio de cualquier cosa en la arena era exorbitante, lo cierto es que su contribución bien pudo salvarme la vida.
Todavía me resulta extraño abrir la puerta principal con el saco vacío, sin nada que intercambiar, y con el bolsillo lleno de monedas pegado a la cadera. Entre Katniss y yo intentamos cubrir el mayor número de puestos posible y repartir nuestras compras de café, bollos, huevos, hilo y aceite por todos ellos. En el último momento decido comprar tres botellas de licor blanco de una mujer manca llamada Ripper, una víctima de accidente minero que había tenido la astucia suficiente para encontrar la forma de ganarse la vida.
El licor no es para mi familia, sino para Haymitch, que hizo de mentor de Peeta y mío en los juegos. Es hosco, violento y está borracho casi todo el tiempo, pero hizo bien su trabajo. Bueno, lo hizo más que bien: por primera vez en la historia, dos tributos consiguieron ganar. Así que, sea Haymitch como sea, se lo debo, y es una deuda que he contraído para siempre. Le compro el licor blanco porque hace unas semanas se quedó sin botellas y no había ninguna a la venta, así que tuvo el síndrome de abstinencia, y se pasaba todo el tiempo temblando y gritándoles improperios a seres que sólo él veía. Asustó mucho a Prim y, la verdad, para mí tampoco fue muy divertido verlo de aquella manera: me recordó mucho a la vez que intento ayudarme ofreciéndome su hogar como último deseo de Anika: quizá también estaba en abstinencia y por ello no dijo las mejores frases para que una niña desolada aceptara irse con él. Desde el incidente de Prim y que Katniss casi le pega un sartenazo por ello, me he dedicado a reunir mi propia reserva de alcohol, por si vuelve a haber escasez.
Cray, el jefe de nuestros agentes de la paz, frunce el ceño al verme con las botellas. Es un hombre mayor con unos cuantos mechones de pelo plateado peinados de un lado sobre su cara rojo chillón.
━Eso es demasiado fuerte para ti, chica ━él lo sabe bien porque, después de Haymitch, Cray bebe más que ninguna otra persona que conozco.
━Es que la señora Everdeen lo usa para sus medicinas ━respondí, como sin darle importancia.
Katniss asiente, siguiéndome la mentira.
━Bueno, la verdad es que eso lo mata todo ━responde, dejando una moneda en el mostrador para pagar una botella.
Cuando llegamos al puesto de Sae la Grasienta nos sentamos al mostrador y pedimos sopa, una especie de mezcla de calabaza y alubias. Un agente de la paz llamado Darius se acerca y compra un cuenco mientras estamos comiendo. Para ser un representante de la ley, está entre mis favoritos, porque nunca abusa de su poder y tiene sentido del humor. Aunque tendrá unos veinte años, no parece mucho mayor que nosotras; hay algo en su sonrisa, en el pelo rojo que le sale disparado en todas direcciones, que le da aspecto de crío.
━¿No tendrías que estar en un tren? ━me pregunta.
━Vienen por mí a mediodía ━me limito a decir.
━¿Y no deberías tener mejor pinta? ━pregunta, en un susurro bien alto. No puedo evitar sonreír ante sus intentos, a pesar de mi humor━. Quizá un lazo en el pelo o algo ━me agita la coleta baja que cuelga de mi hombro y yo le aparto la mano.
━No te preocupes, cuando terminen conmigo estaré irreconocible.
━Bien. A ver si demostramos un poco de orgullo de distrito para variar, señorita Gray, ¿eh? ━mira a Sae la Grasienta y sacude la cabeza con aire burlón, como si me regañase; después se aleja para reunirse con sus amigos.
━¡Eh, devuélveme ese cuenco! ━le grita Sae, pero, como lo hace entre risas, no parece demasiado preocupada━. ¿Van a despedirte Gale y Asher? ━me pregunta.
━No, no estaban en la lista, pero los vimos el domingo.
━Creía que los habrían puesto en la lista. Como son tus primo y tal... ━añade, irónica.
Katniss esconde una pequeña risa tras lo dicho por la mujer.
No es más que parte de la mentira que ha fabricado el Capitolio. Cuando Peeta y yo nos quedamos entre los ocho finalistas de los juegos, enviaron periodistas para preparar historias personales sobre nosotros. Preguntaron por mis amigos y todos los dirigieron a Katniss, Gale y Asher. Si bien con Katniss no hubo algún problema, no les convenía que Asher y Gale fuesen mis amigos, porque yo estaba en pleno romance en la arena. Ambos eran demasiado guapos, demasiado masculinos, y no parecían nada dispuestos a sonreír y poner buena cara ante las cámaras, mucho menos Asher. No obstante, los tres tenemos ese aire de la Veta: cabello liso oscuro, piel aceitunada, ojos grises. Así que a algún genio se le ocurrió convertirlos en mis primos. Yo no me enteré hasta que ya estábamos en casa, en el andén de la estación del tren, cuando la Señora Everdeen dijo: «¡Tus primos están deseando verte!». Entonces me volví, y allí estaban Asher, Gale, Hazelle y todos los críos, esperándome, así que no me quedó más remedio que seguirles la corriente.
A pesar de que Sae la Grasienta sabe que no somos parientes, algunas de las personas que nos conocen desde hace años parecen haber olvidado que toda mi familia estaba muerta.
━Estoy deseando terminar con todo esto de una vez ━susurro.
━Lo sé, aunque tienes que empezarlo para poder terminarlo. Será mejor que no llegues tarde ━miró a Katniss.
Ella asintió━. Yo me encargo de ello.
Mientras caminamos hacia la Aldea de los Vencedores empieza a nevar un poco. Desde la plaza del centro del pueblo hasta la Aldea hay apenas un kilómetro de distancia, pero es como entrar en otro mundo completamente distinto. Se trata de una comunidad independiente construida alrededor de un precioso parque salpicado de arbustos en flor. Hay doce casas, y cada una de ellas es diez veces más grande que el hogar en el que me crié. Nueve siguen vacías, como siempre han estado. Las tres en uso pertenecen a Haymitch, a Peeta y a mí.
Las casas habitadas por mi familia y Peeta desprenden un cálido hálito de vida: ventanas iluminadas, humo en las chimeneas, ramilletes de maíz de colores pegados a las puertas de entrada como decoración para celebrar el próximo Festival de la Recolección. Sin embargo, la casa de Haymitch, a pesar de los cuidados del encargado de la Aldea, rebosa abandono y dejadez.
━Te dejó aquí ━me dice Katniss, con una sonrisa━. No tardes mucho.
Le sonreí de vuelta y asentí━. No notarán que no estoy.
Katniss me da un pequeño abrazo antes de caminar hacia la casa, no dejo de mirarla hasta ver que cruza la puerta, es cuando puedo respirar más tranquila.
Me detengo un instante en la puerta de Haymitch para prepararme, porque sé que dentro estará todo asqueroso; después, entro.
Arrugo la nariz de inmediato ante el olor. Haymitch se niega a dejar que alguien vaya a limpiarle, y él no lo hace nada bien. Con el paso de los años, la peste a licor, vómito, col hervida y carne quemada, ropa sin lavar y excrementos de ratón se ha mezclado hasta formar un hedor que hace que me lagrimeen los ojos. Me abro paso a través de un montón de envoltorios vacíos, vasos rotos y huesos, y me dirijo al lugar en que sé que encontraré a Haymitch. Está sentado a la mesa de la cocina, con los brazos extendidos sobre la madera y la cara en un charco de licor, roncando como un poseso.
Le doy un codazo en el hombro.
━¡Arriba! ━grito, porque he aprendido que no existe ninguna forma sutil de despertarlo. Sus ronquidos cesan durante un momento, como si estuviese desconcertado, pero después siguen. Lo empujo con más━. ¡Arriba, Haymitch, es el día de la gira!
Abro la ventana y tomo grandes bocanadas de aire limpio del exterior. Después rebusco con los pies entre la basura del suelo, desentierro una cafetera de hojalata y la lleno en el fregadero. La hornilla no está del todo apagada y consigo devolverle la vida a unos cuantos carbones encendidos. Echo café molido en la cafetera, lo suficiente para asegurarme de que el brebaje resultante sea bueno y fuerte, y la pongo a hervir en la hornilla.
Haymitch sigue en otro mundo. Como lo demás no ha funcionado, lleno un barreño de agua helada, se lo vacío en la cabeza y me aparto de un salto. Un sonido animal gutural le sale de la garganta, y se levanta de un salto dándole una patada a la silla (que acaba tirada a tres metros de él) y blandiendo un cuchillo. Se me había olvidado que siempre duerme con uno en la mano. Tendría que habérselo quitado antes, pero tenía muchas cosas en la cabeza. Sin dejar de soltar blasfemias, acuchilla el aire unos segundos antes de darse cuenta de lo que está haciendo. Entonces se seca la cara con la manga de la camisa y se vuelve hacia el alféizar de la ventana, donde me había encaramado por si tenía que huir a toda prisa.
━¿Qué estás haciendo? ━pregunta, rabioso.
━Me dijiste que te despertara una hora antes de que llegasen las cámaras.
━¿Qué?
━Fue idea tuya ━le insisto, encogiéndome de hombros.
━¿Por qué estoy mojado? ━pregunta, después de acordarse de lo que le digo.
━No podía despertarte ━concluyó, cansada━. Mira, si querías una niñera con paciencia, se lo hubieses pedido a Peeta.
━¿Pedirme el qué? ━Sólo con oír su voz se me forma un nudo de emociones desagradables en el estómago, como culpa, tristeza, miedo y nostalgia; debo admitir que también hay algo de eso, pero tiene demasiada competencia como para vencer.
Peeta se acerca a la mesa; la luz del sol que entra por la ventana arranca destellos de la nieve caída sobre su pelo rubio. Parece fuerte y sano, muy distinto al chico enfermo y muerto de hambre que conocí en la arena, y ya casi no se le nota el cojeo. Deja una barra de pan recién hecho en la mesa y alarga una mano en dirección a Haymitch.
Casi pude sentir a mis piernitas temblar.
━Te pedí que me despertaras sin provocarme una neumonía ━dijo Haymitch, dándole el cuchillo a Peeta. Se quita la sucia camisa dejando al aire una camiseta interior igual de manchada y se frota el cuerpo con la parte seca.
Peeta sonríe y moja el cuchillo de Haymitch en el licor blanco derramado de una botella del suelo. Después limpia la hoja en el borde de su camiseta y corta el pan. Él nos mantiene a todos bien suplidos de bollería. Yo cazo, él hornea, Haymitch bebe. Cada uno tenemos nuestra forma de mantenernos ocupados, de quitarnos de la cabeza el tiempo que pasamos en los Juegos del Hambre. No me mira hasta que le da la tapa del pan a Haymitch.
━¿Quieres un trozo?
━No, he comido en el Quemador ━respondo, sin saber lo cortante que sonaba━, pero gracias. ━No parece mi voz, es demasiado formal, igual que todas las otras veces que he hablado con Peeta desde que las cámaras terminaron de filmar nuestra feliz vuelta a casa y regresamos a nuestras vidas reales.
━De nada ━responde, igual de serio.
Me sorprende para mal el como gente que conoces se puede convertir de un momento a otro en gente que no conoces.
Haymitch tira la camisa al suelo, entre la porquería.
━Brrr. Ustedes dos tienen que darle un poco de calor al asunto antes de que empiece el espectáculo.
Tiene razón, por supuesto. La audiencia estará esperando al par de enamorados que ganaron los Juegos del Hambre, no a dos personas que apenas pueden mirarse a los ojos por que la otra no comprende que todo lo que hizo fue para sobrevivir, y más aparte, dejarlo fuera del ojo del huracán.
Sin embargo, me limito a decir:
━Date un baño, Haymitch.
Salgo por la ventana, caigo en el suelo y atravieso el jardín en dirección a mi casa.
La nieve ha empezado a cuajar, así que dejo un rastro de huellas detrás de mí. En la puerta principal me detengo para sacudirme los zapatos antes de entrar. La señora Everdeen lleva trabajando día y noche para que todo quede perfecto ante las cámaras; no es buen momento para manchar sus relucientes suelos. Nada más pisar la entrada, la mujer aparece y me toma del brazo, como si deseara detenerme.
━No te preocupes, me los quito aquí ━le digo, dejando los zapatos en el felpudo.
La señora Everdeen deja escapar una risa extraña y entrecortada, y me quita el saco lleno de suministros que llevo al hombro.
━No es más que nieve. ¿Cómo ha ido su paseo?
━¿Paseo? ━pregunto. Sabe que he estado media noche en el bosque. Entonces veo al hombre que está detrás de ella, en la puerta de la cocina junto a Katniss. Con sólo echarle un vistazo a su traje a medida y los rasgos alterados quirúrgicamente sé que es del Capitolio. Algo va mal━. Más que pasear, hemos patinado. El suelo se está poniendo muy resbaladizo ahí fuera.
━Ha venido alguien a verte ━dice Katniss, al fondo. Está demasiado pálida y noto la ansiedad que intenta ocultar.
Casi igual que su madre.
━Creía que no venían hasta las doce ━respondo, fingiendo no darme cuenta de su estado━. ¿Ha llegado antes Cinna para ayudar a prepararme?
━No, Kam, es...
━Por aquí, señorita Gray, por favor ━dice el hombre, señalando al otro lado del vestíbulo. Es extraño que alguien te dirija en tu propia casa, pero sé que es mejor no comentar nada.
Mientras avanzo, sonrío a Katniss y a su madre por encima del hombro para tranquilizarlas.
━Seguro que son más instrucciones para la gira.
Me han estado enviando todo tipo de cosas sobre mi itinerario y el protocolo que debo seguir en cada distrito. Sin embargo, conforme me acerco a la puerta del estudio, una puerta que nunca he visto cerrada hasta ahora, noto que el cerebro se me pone en marcha. «¿Quién está aquí? ¿Qué quiere? ¿Por qué está mi madre tan pálida?»
━Entre ━me ordena el hombre del Capitolio, que me ha seguido por el vestíbulo.
Giro el pomo de latón pulido y hago lo que me dice. A mi nariz llegan dos olores contradictorios: rosas y sangre.
Un hombre bajito de pelo blanco que me resulta vagamente familiar está leyendo un libro. Entonces levanta un dedo, como diciendo: «Dame un momento». Cuando se vuelve para mirarme, me da un vuelco el corazón.
Estoy mirando a los ojos de serpiente del presidente Snow.
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