000. prologue
↯ CAPÍTULO CERO
▬ ❝ prólogo ❞ ▬
4 AÑOS ATRÁS
narrador omnisciente
—¿KAMARI? ¿KAMARI, EN DÓNDE ESTÁS? —las pisadas de la muchacha siguieron haciendo eco por todo aquel solitario sitio.
El sonido de una rama quebrándose se escuchó por entre los grandes árboles, provocando que ella parase su andar y mirara a su alrededor, expectante.
—¿Kam? —una sonrisa ladina se posó sobre los labios de la adolescente. Ella estaba cerca, pero su hermanita sí que tenía una mente avanzada para poder jugar con su cabeza demasiado bien: era una cualidad que de vez en cuando amaba y odiaba—. Se que debes estar por aquí, puedo sentirte.
—Una cosa es poderme sentir y otra distinta es que puedas verme —Anika, la mayor, movió la cabeza tan rápido como escuchó la voz de su hermanita—. ¿Por qué quieres volver, Ani? No es que tengamos algo en el distrito, y la vida en el bosque luce sencilla. Sabes usar los cuchillos, yo sé usar el arco, y podremos cazar nuestra propia comida sin necesidad de... —se interrumpió a sí misma, sumergiendo al bosque en el mismo silencio en el que se hallaba un par de minutos atrás.
Anika, quien conocía perfectamente a su pequeña hermana, se recargó en un tronco de uno de los árboles y soltó un largo suspiro—. ¿Qué te aterroriza para que no quieras regresar, Kam?
Prosiguieron los minutos, siete en total, en los cuales ninguna de las dos había hablado. Kamari rompió aquel silencio repentinamente.
—Tu número entrará veinte veces al sorteo —comenzó ella, dejándose ver sobre uno de árboles más altos del sitio, parada sobre una la rama más gruesa que este tenía—. No necesito teselas, tampoco me importa que este sea mi primer año entrando al sorteo: lo que no quiero es que tú entres en el.
Anika se veía venir aquella respuesta, puesto que conocía bastante bien a la menor como para saber que en todos los años, en esa fecha, ella huía desde temprano al bosque para impedir que asistiera al evento del sorteo: nunca lo lograba, pues siempre terminaba encontrándola.
—No podemos evitarlo, cariño —se acercó a paso lento hasta aquel árbol, alzando la cabeza para poder mirar a los ojos achocolatados de su hermana—. Pero no tienes de que preocuparte, no ocurrirá nada. No seré elegida, y tu tampoco. Por algo no deje que pidieras ni una sola tesela.
—Tengo miedo, pero no por mi, por ti —repitió Kamari—. Eres lo único que tengo, siempre hemos sido tú y yo, no quiero ser solamente yo.
Anika soltó un pequeño suspiro antes de hacerle una seña a Kamari para que bajara de aquel gran árbol, extendiendo sus brazos en su dirección.
Ella estaba consciente del todo aquel apego emocional que Kamari tenía por ella, y le daba la razón, pues lo único que tenían en aquel distrito eran la una a la otra desde que ambas fueron abandonas por su familia ella teniendo cuatro años y Kamari siendo solamente una bebé casi recién nacida.
Kamari, con duda en su semblante, comenzó a bajar con cuidado todo aquel tronco, enganchándose en las ramitas de vez en cuando, sin siquiera poner ni una sola mueca en el proceso.
Pego un salto cuando estuvo a una altura considerablemente cercana al suelo y cayó frente a Anika, quien se colocó de cuclillas delante de ella para poder estar a su altura.
Le dedico una pequeña sonrisa.
—Oye... —susurro— no dejaremos de ser tu y yo, nunca —acercó una de sus manos a la mejilla derecha de Kamari, quien sonrió ante el tacto cálido de la mayor—. Además, ¿sabes lo que tienes que hacer en caso de que algún día no esté contigo, cierto?
—Si —ella asintió—. Buscarte en los Sinsajos del bosque, lo sé, me lo has dicho desde siempre.
Ella la miró con los ojos entrecerrados—. Solamente desde que tienes cuatro años, cariño.
[...]
Kamari miraba a sus lados con soslayo, manteniendo una postura recta, sin un solo gesto expresivo en sus facciones y solamente con un tic nervioso en su pie derecho, el cual golpeaba sin cesar el suelo debajo suyo.
Faltaba poco para que el reloj diera las dos, y aquello no emocionaba mucho a la muchacha, pues deseaba volver al bosque y permanecer ahí el resto de sus días junto a su hermana.
—Y tú solamente metiste tu nombre una sola vez —alegó a su lado una de las pocas personas con la que podía entablar una conversación de más de dos palabras, Katniss Everdeen—. Mi nombre aparecerá cuatro veces en la urna.
Kamari la miró sorprendida—. ¿Tú madre lo permitió?
La mirada de Katniss se desvió a sus pies y se encogió de hombros.
—No creo que esté enterada —confesó la muchacha—. Asumo que Anika no te a dejado pedir teselas.
—No me dejó —murmuró ella—. Dice que con su nombre es suficiente, pero admito que tengo miedo de que toda la suerte que a tenido ella por años se vaya.
—¿Cuantas veces aparecerá su nombre esta vez?
Kamari trago en seco antes de responder—. Veinte. Veinte veces.
Es entonces cuando su pequeña charla se ve interrumpida por los pasos y voz de su alcalde, el cual comienza su ya famoso discurso.
—Es el momento de arrepentirse, y también de dar gracias.
Después lee la lista de los habitantes del Distrito 12 que han ganado en anteriores ediciones. En setenta y cuatro años hemos tenido exactamente dos, y sólo uno sigue vivo: Haymitch Abernathy: un borracho sin arreglo alguno, según Kamari.
La mujer, tan alegre y vivaracha como siempre, Effie Trinket, sube a trote ligero al podio y saluda con su habitual:
—¡Felices Juegos del Hambre! ¡Y que la suerte esté siempre, siempre de vuestra parte!
Empieza a hablar sobre el honor que supone estar allí, aunque todos saben lo mucho que desea una promoción a un distrito mejor, con ganadores de verdad, en vez de borrachos sin quehacer.
—Ha llegado el momento del sorteo —alardea Effie Trinket—. ¡Las damas van primero! —y se acerca a la urna de cristal con los nombres de las chicas.
Mete la mano hasta el fondo y saca un trozo de papel. La multitud contiene el aliento, se podría oír un alfiler caer, y Kamari empiezo a sentir náuseas y a desear desesperadamente que no sea Anika.
Effie Trinket vuelve al podio, alisa el trozo de papel y lee el nombre con voz clara;
—¡Kamari Gray!
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