Parte Única
Estaba cansado.
Park Jimin estaba cansado.
De los estudios, de sus amigos y del ambiente que le rodeaba.
Sentía que no podía más, no quería intentarlo cuando iba a volver a fracasar, iba a volver a escuchar esas horribles palabras de sus padres.
«No sirves para nada, absolutamente nada. Ni tus estudios son buenos ni desarrollas algún tipo de talento. Piensa en tu futuro, no tendrás ninguno si sigues así.»
Quiso hablar, gritar o lanzar algo, al contrario, no hubo más que un asentamiento por su parte y una mirada dirigida al suelo con vergüenza, asqueado de sí mismo por no ser lo que todos ellos esperaban. Sus padres querían que estudiara leyes o economía, él prefería letras o idiomas. Sus amigos querían ir a sitios que a él le disgustaban, mantenía fobia social y ellos no eran comprensivos. Sus maestros le presionaban, ocasionando peores rendimientos en sus estudios al estar acercándose el fin del último año escolar.
Sentía que iba a hundirse en cualquier momento y que su único soporte en tierra era Kim Taehyung.
Ese amigo incondicional que se mantenía a su lado incluso cuando llovía, él que era alguien que odiaba la lluvia porque borraba el bonito color del cielo pero que a la vez la amaba porque luego disfrutaba de un bonito arcoíris en el firmamento.
Un cielo gris, lleno de nubes y truenos, como Jimin.
Taehyung era azul, divino y casi estelar como un cielo soleado antes de una gran llovizna.
Jimin era gris, en todo el sentido de la palabra. Porque gris era un color bonito y nadie se había dado cuenta de ello. Porque gris era como todos le veían y como él se sentía.
Y dejó de insistir. Dejó de hablar y Taehyung se preocupó de dejar de escucharle. Jimin siempre tenía algo que decirle, con emoción e ilusión de que alguien estuviera ahí para él. Taehyung siempre estaba encantado de escuchar sus berrinches, sueños y todo lo que tuviera por contarle, para hablarle luego sobre los suyos.
Entonces, ¿porqué se sentía cada vez más roto? ¿Por qué se sentía cada vez más vacío e incomprendido?
Si eso significaba crecer y madurar, prefería quedarse a jugar con figuritas y ver películas infantiles para siempre.
Como cuando aún no sabía lo malo que significaría hacerse mayor.
— Presta atención. —Susurró Kim a su lado, el rubio alzó la mirada de su cuaderno de notas y le miró—. Esta mujer no se sabe con qué va a salir, es mejor prevenir que curar.
Asintió, restándole importancia y siguiendo escribiendo. Eso le ayudaba con sus sentimientos, a entenderse a él mismo y a conocer y respetar a los demás. ¿Eso también estaba mal?
— Park Jimin. —Oyó—. ¿Puede decirme qué es lo último que dije?
Suspiró sonoramente, pasando las hojas hasta llegar a sus apuntes y dejar el bolígrafo a un lado.
— La Segunda República Española se proclamó el 14 de abril de 1931. —Habló sin mirar a la profesora—. Justo dos días después de las elecciones municipales por todo el país. La República Independiente de Cataluña se proclamó a penas horas antes, es por eso que hubo inconvenientes con el gobierno y el nacionalismo de dicha comunidad.
La profesora le miró con una ceja alzada y masculló algo que no logró escuchar. Cualquiera diría que Jimin estaba prestando atención, pero no, sus conocimientos se equivalían a cuando estudió de más en el último examen y, por consiguiente, a pesar de haberlo suspendido, logró mantenerlo a salvo de una majestuosa llamada de atención.
— Siga la clase, Park. —Ordenó—. Está distraído, no toma apuntes y luego desarrolla mal el contenido en los exámenes. Causa mala impresión.
En ese momento, Jimin quiso lanzarle un bolígrafo, con suerte, Taehyung logró 'tomarlo prestado' a tiempo.
Jimin no era un chico violento, pero ya estaba fuera de control. Estaba cansado de todos y esa persona le había hecho hundirse un poco más de lo que ya lo estaba. Le avergonzaba en clases continuamente y le hacía sentirse inferior.
«No lo eres, nunca lo has sido. Ellos no saben apreciarte, pero aquí me tienes a mí para decirte las veces que quieras lo orgulloso que estoy de ti». Le había dicho Taehyung la otra noche.
— Siempre tomo apuntes. —Murmuró.
— Hoy no estaba haciéndolo.
Fue la gota que colmó el vaso.
Todo el mundo tenía buenos y malos días. Ese era uno de ellos para Jimin, aunque últimamente siempre lo fueran.
Tomó valor y se levantó de inmediato, golpeando la mesa y haciendo sonar un chirriante sonido por arrastrar la silla. Señaló con su dedo a la docente y alzó la voz.
— ¡Deja de meterte en mi vida! ¡Deja de decir lo que debo hacer y lo que no!
— ¡No me alce la voz, joven! —Vociferó—. ¡Le estoy hablando correctamente!
— ¡Nunca lo hace! ¡Nunca!
Taehyung le sostuvo por su brazo antes de que se acercara a la profesora pero, para ese entonces, las voces habían sido escuchadas y una pareja de profesores se asomaban con cautela por la puerta.
— ¿Todo en orden?
La profesora viró a ambos chicos y negó, una lágrima tan falsa como sus extensiones cayó por su mejilla.
— M-Me ha gritado. —Señaló a Jimin—. He intentado sobrellevar la clase a pesar de que no prestaba atención y, cuando iba a decirle algo, se ha vuelto como loco y ha comenzado a gritarme.
— ¡Eso es mentira! —Vociferó un chico más al fondo, Yoongi.
— ¡Mienten! —Comenzó a temblar levemente, un falso ataque de ansiedad estaba por comenzar—. ¡Los jóvenes de ahora no tienen respeto a los mayores!
— Señora, cálmese. —Añadió uno de los profesores—. Váyase a beber agua y tranquilícese. —Miró a Jimin y chasqueó su lengua—. Tú vas a venir con nosotros al despacho del director.
— Pero, señor, él no hizo nada, ella se puso como loca y-
— Silencio. No quiero escuchar más. —Tomó a Jimin de los hombros, sin ejercer mucha presión y le enseñó el camino hacia fuera del aula. Éste solo pudo hacer un gesto con su cabeza hacia Taehyung para que no se preocupase—. Andando, rubio.
Pero Jimin no tenía intenciones de quedarse ahí parado y seguir órdenes, ya no más.
Contuvo la respiración y, aprovechando el momento en el que el profesor se descuidó, apartó sus manos lejos de su cuerpo y se lanzó a correr por los interminables pasillos del centro escolar. Corrió como nunca, con una sonrisa en su rostro sin importarle demasiado lo que había hecho o no, o, siquiera, lo que había dejado atrás.
Fue rápido, en pocos minutos incluso había logrado escabullirse de los secretarios del centro y había salido del mismo modo, corriendo, lejos de aquella cárcel.
Paró a unos metros, respirando agitado y encorvándose sobre sus rodillas para tomar aire. Él era y siempre había sido un chico bueno, hacer cosas 'malas' no estaba en su vocabulario, pero le gustaba. Le gustaba mucho y no sería la primera vez que haría ese tipo de cosas si seguía sintiéndose extraño en un lugar, si sentía que no pertenecía ahí. Tal vez lograse llevar a Taehyung en algún momento.
Ahora se centró en su camino, mientras esperaba a que sus padres fueran llamados por su director y llegasen a su instituto, comenzó a correr de nuevo, llegando a ese sitio olvidado al que solía recurrir en los fines de semana. Se encontraba cerca de su casa e instituto y era su lugar de paz y armonía, un escape de su realidad.
Observó desde lo lejos el paisaje y los trenes abandonados que decoraban el prado, una antigua estación de tren que se ceñía bajo un puente aislado, algo tan irreal como precioso.
A Jimin también le gustaban las cosas simples, como escuchar música con la brisa dándole en su rostro o sentarse a contemplar los animales y flores a su alrededor.
Sonrió, se sentía bien ahí. Tomó asiento, bajando sus pies y dejándolos colgados de la extensión del puente y se sujetó a la barra de acero de seguridad, suspirando y mirando al horizonte.
Segundos más tarde, pudo sentir ese cosquilleo familiar por sus hombros y no pudo evitar ensanchar su sonrisa.
— ¿Día difícil? —Preguntó.
Jimin asintió en silencio y apoyó su cabeza en su hombro, a la vez que sus enormes y blancas alas se ciñeron a su figura, resguardándolo del mundo.
— Hoy has tardado más de lo normal. —Murmuró, cerrando sus ojos—. Te he echado de menos.
Aunque quizás no todo estaba perdido.
Ahora sentía el camino y podía comenzarlo con los ojos tapados mientras mantenía la luz que él le proporcionaba.
Su ángel.
Porque si Park Jimin estaba roto y vacío, él se encargaba de repararlo cada día.
«¿Dónde está mi ángel?» Preguntó hace algún tiempo, cansado de no ser comprendido.
«Aquí, siempre estoy aquí.» Escuchó en un leve susurro.
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