5. El Llamado del Destino
Las noches en la ciudad seguían su curso habitual, pero para Sunghoon, todo parecía haber cambiado desde aquel encuentro en la florería.
Era como si algo hubiera quedado impregnado en su piel, algo que ni la velocidad ni el rugido de su motocicleta podían borrar.
Cada vez que cerraba los ojos, el aroma a flores frescas y la imagen de Jake inclinándose para curarlo regresaban a su mente. Era un constante recordatorio de que, por primera vez, había algo o alguien que lo había desconcertado de verdad.
Días después del accidente, mientras se encargaba de reparar su motocicleta en su taller privado, Sunghoon trataba de concentrarse.
Sin embargo, sus pensamientos volvían una y otra vez a la tienda de flores. Había algo en la quietud de ese lugar, en la forma en que Jake lo había mirado... Era como si el omega pudiera ver más allá de su arrogancia y velocidad, y eso lo inquietaba.
—Estás más callado de lo normal —comentó Jay, su amigo de toda la vida y compañero en las carreras. Jay había pasado por el taller a visitarlo, notando la evidente distracción en el alfa.
—Solo estoy ocupado —respondió Sunghoon sin levantar la vista, ajustando un tornillo que no necesitaba tanta atención.
—¿Ocupado con esa florería? —replicó Jay con una sonrisa maliciosa, apoyándose en la pared. Sabía exactamente lo que estaba pasando por la mente de Sunghoon, aunque su amigo no lo admitiera.
El accidente había sido la comidilla del grupo de corredores, pero lo más interesante para todos había sido que Sunghoon, el implacable alfa rebelde, había terminado en una florería, atendido por un omega que ni siquiera pertenecía a su círculo.
Sunghoon detuvo lo que estaba haciendo y lanzó una mirada de advertencia a Jay, pero éste no se amedrentó.
—Solo digo, nunca te había visto distraído por algo que no tuviera motor o apuestas de por medio. ¿Qué tiene ese lugar, o ese omega, que te tiene tan fuera de lugar?
Sunghoon resopló y se limpió las manos con un trapo.
Era verdad, algo lo tenía fuera de lugar, pero no era solo el aroma de Jake ni su dulzura.
Había algo más profundo, una conexión que lo confundía y lo atraía al mismo tiempo. Desde aquel encuentro, había sentido la urgencia de regresar, de verlo otra vez, como si hubiera dejado algo importante detrás.
—No lo sé —admitió finalmente, dejando caer el trapo al suelo—. Pero voy a averiguarlo.
Jay alzó una ceja, sorprendido por la sinceridad.
Sunghoon no era el tipo de alfa que se interesaba emocionalmente por nadie. Era impulsivo, vivía al límite, y el compromiso era algo que simplemente no existía en su vocabulario. Pero este cambio, esta nueva faceta que ahora mostraba, intrigaba a Jay.
—Suerte con eso —dijo Jay con una sonrisa ladeada antes de salir del taller—. Aunque creo que vas a necesitar más que suerte esta vez.
Sunghoon no respondió, pero sabía que su amigo tenía razón. Esto no iba a ser como ganar una carrera o vencer a un oponente. Había algo mucho más complicado en juego aquí, algo que no podía controlar.
Al día siguiente, Sunghoon se encontró frente a la florería de nuevo. Esta vez no estaba en su motocicleta, sino caminando.
El sol de la tarde bañaba la pequeña tienda, haciendo brillar las flores que adornaban la entrada. Vaciló por un momento, preguntándose por qué había regresado tan pronto, pero antes de que pudiera cambiar de opinión, la puerta se abrió.
Jake estaba de pie en el umbral, sosteniendo un ramo de rosas blancas. Su expresión fue de sorpresa al ver a Sunghoon allí, pero rápidamente se transformó en una sonrisa suave, esa misma que había logrado calmar al alfa durante su primera visita.
—No esperaba verte tan pronto —dijo Jake, apartando las flores y abriendo más la puerta para que Sunghoon entrara.
—Yo tampoco —admitió Sunghoon, cruzando el umbral con una mezcla de confusión y determinación.
Dentro, el aroma a flores era más intenso que nunca, y aunque lo había sentido antes, ahora parecía que se estaba volviendo más fuerte con cada respiración. Jake se movió con gracia detrás del mostrador, colocando las flores en un jarrón, mientras el silencio entre ellos crecía.
—¿Estás mejor? —preguntó Jake finalmente, mirándolo de reojo mientras arreglaba el ramo.
—Sí, estoy bien. Gracias a ti. —Sunghoon se apoyó en el mostrador, observándolo en silencio.
El omega lo miró directamente a los ojos, y esta vez, Sunghoon pudo ver algo más en esa mirada.
No era solo bondad o preocupación; había algo más profundo, algo que hacía que su corazón latiera más rápido.
Jake también sentía esa conexión, aunque ambos parecían incapaces de ponerle nombre.
—¿Volviste por eso? —preguntó Jake suavemente, refiriéndose a su ayuda. Pero el tono de su voz decía que sabía que no era solo eso.
—No. —La voz de Sunghoon era firme, pero luego vaciló por un momento. Era raro para él ser tan honesto, tan abierto—. No sé por qué volví, pero... algo me trajo de regreso.
Jake asintió lentamente, dejando el ramo a un lado y caminando hacia Sunghoon, deteniéndose a pocos pasos de él.
—A veces, las flores atraen a quienes más las necesitan, incluso cuando no lo saben —susurró Jake, su voz baja pero llena de significado.
El aire entre ellos se llenó de tensión, de promesas no dichas.
Sunghoon, por primera vez en su vida, no sabía cómo actuar. No había una carrera que ganar, ni un desafío físico que superar.
Solo estaba él, frente a este omega que, con su sola presencia, lo hacía replantearse todo.
Y en ese momento, Sunghoon supo que este era solo el comienzo. Porque, aunque no podía explicarlo, algo le decía que Jake sería mucho más que un simple encuentro pasajero en su vida.
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