17. El Peso de la Apertura
Jake observaba desde el umbral de la puerta cómo la lluvia tamborileaba suavemente contra los ventanales de la florería. El día se apagaba lentamente, sumergiendo el pequeño local en un gris melancólico, y el aroma a tierra mojada se mezclaba con la fragancia de las flores, creando un ambiente casi embriagador. Sin embargo, su mente estaba lejos de disfrutar ese instante. El encuentro con Sunghoon de la noche anterior seguía resonando en su cabeza, como un eco persistente que no lo dejaba en paz.
Había algo en la forma en que Sunghoon lo miraba, en la intensidad de su deseo por protegerlo, que lo abrumaba. Y no era que Jake no quisiera ser amado o protegido; al contrario, sentía un profundo anhelo por eso, un deseo escondido durante demasiado tiempo. Pero al mismo tiempo, la magnitud de lo que Sunghoon le pedía, de lo que su relación le exigía, lo asustaba.
Con el local vacío, Jake se dejó caer en el pequeño banco de madera que usaba para arreglar ramos. Sus dedos temblaban ligeramente mientras pasaba la yema por los pétalos de una rosa blanca, buscando en su perfección algo que lo tranquilizara. Pero en lugar de calma, solo encontraba preguntas.
"¿Por qué no puedo entregarme del todo?" La pregunta rondaba su cabeza, haciéndolo sentir culpable. Sunghoon había sido paciente, cariñoso, y, sobre todo, constante. A pesar de su naturaleza dominante, el alfa siempre le había dado espacio para respirar, nunca lo había forzado a nada. Entonces, ¿por qué seguía sintiendo que había una barrera entre ellos?
Jake cerró los ojos, dejando que los recuerdos de su vida antes de Sunghoon fluyeran. La soledad había sido su compañera más fiel. Crecer sin figuras que lo protegieran le había enseñado a depender solo de sí mismo. No era algo de lo que se quejara; había aceptado su independencia como un escudo. Era más fácil no depender de nadie porque cuando no esperabas nada, no te lastimabas. Pero ahora todo era diferente.
Sunghoon había llegado a su vida como una tormenta, removiendo todas las defensas que Jake había construido. Su intensidad, su amor, su deseo de cuidar y proteger a Jake eran, en muchos sentidos, todo lo que había querido. Y, sin embargo, esa parte de él que había aprendido a sobrevivir solo seguía resistiéndose.
—¿Qué es lo que me asusta tanto? —murmuró en voz baja, mientras su mirada caía sobre la rosa que aún sostenía.
Era el miedo a perder el control. Si se entregaba completamente a Sunghoon, si permitía que el alfa lo cuidara, ¿qué sería de él? La idea de depender de alguien lo hacía sentir vulnerable, expuesto. Sabía que Sunghoon nunca lo lastimaría, pero no podía evitar pensar en el "qué pasaría si". ¿Qué pasaría si las cosas no salían como esperaba? ¿Qué pasaría si, al confiar completamente en Sunghoon, terminaba perdiéndose a sí mismo?
Suspiró profundamente, dejándose caer hacia atrás contra la pared, abrazando sus rodillas mientras apoyaba la cabeza en ellas. Sabía que no podía seguir así. Sunghoon merecía más que una mitad de él. Y, lo más importante, él merecía más. Merecía permitirse ser amado sin restricciones, sin miedos que lo ataran.
Recordó la mirada de Sunghoon cuando le había dicho que necesitaba que confiara en él. No había sido una demanda egoísta, sino un ruego lleno de amor. Sunghoon no quería poseerlo, lo quería a su lado como su igual. Pero para llegar a ese punto, Jake tendría que dejar de temer la vulnerabilidad.
La puerta de la florería se abrió suavemente, y el sonido hizo que Jake levantara la vista. Sunghoon estaba ahí, empapado por la lluvia, con una mirada preocupada en el rostro.
—Jake —dijo, su voz baja pero cargada de emociones—. No te he podido sacar de mi cabeza desde anoche. Lo siento si fui demasiado duro.
Jake se levantó lentamente, sacudiéndose el polvo del pantalón, antes de acercarse a él. Había algo diferente en su actitud esta vez, algo más firme. Tomó una bocanada de aire antes de hablar.
—No fuiste demasiado duro —comenzó, su voz suave pero clara—. Tenías razón, Sunghoon. He estado manteniéndote a distancia. Y no porque no quiera estar contigo, sino porque... tengo miedo.
Sunghoon frunció el ceño, dando un paso hacia él. Jake levantó una mano, indicándole que le permitiera continuar.
—He estado solo mucho tiempo. No sé cómo dejar de protegerme. Toda mi vida, he sido yo contra el mundo. —Bajó la mirada un instante, sintiendo cómo su voz temblaba ligeramente—. Y ahora que te tengo a ti, ahora que me pides que confíe en ti, siento que... si lo hago, voy a perder una parte de mí mismo.
Sunghoon se quedó en silencio, observándolo con una mirada tan profunda que hizo que Jake se estremeciera. Entonces, el alfa dio otro paso hacia él, acortando la distancia entre ambos, pero esta vez, con una suavidad que Jake no esperaba. Levantó una mano y la colocó en su mejilla, acariciándola con el pulgar.
—No tienes que perderte para estar conmigo —susurró Sunghoon, con una ternura que contrastaba con su habitual intensidad—. Quiero que seas tú. Quiero que sigas siendo ese omega fuerte e independiente que admiro tanto. Pero también quiero que me permitas ser parte de tu vida. No para controlarte, sino para compartirla contigo.
Jake sintió cómo el nudo en su pecho comenzaba a deshacerse lentamente. La forma en que Sunghoon lo miraba, como si fuera lo más precioso del mundo, le hacía sentir que tal vez, solo tal vez, podía dejar ir sus miedos.
—Voy a intentarlo —susurró Jake, su voz quebrándose un poco por la emoción—. Voy a intentar dejarte entrar, dejarme cuidar... pero necesito tiempo, Sunghoon.
Sunghoon asintió, acercándose más y envolviéndolo en un abrazo cálido, protector. Jake apoyó la cabeza en su pecho, escuchando el ritmo constante del corazón del alfa, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, no estaba solo.
Y en ese momento, bajo la tenue luz de la florería y el sonido de la lluvia cayendo afuera, Jake supo que había dado el primer paso para dejar de huir de lo que más deseaba: el amor.
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