11. Ecos del Corazón
Después de su primer contacto físico, el aire entre Sunghoon y Jake se llenó de una nueva sensación: una mezcla de anhelo, confusión y promesas no dichas. Los días pasaron como una brisa suave, pero cada encuentro en la florería tenía una carga que ninguno de los dos podía ignorar. El alfa seguía apareciendo de manera constante, siempre con una excusa para ver a Jake. A veces era para comprar una pequeña flor, otras solo para admirar la paz del lugar.
Sunghoon, sin embargo, no podía ocultar lo que sentía cada vez que veía a Jake. Se encontraba fascinado por su belleza externa, sí, pero lo que más lo cautivaba era esa dulzura interior que parecía emanar sin esfuerzo del omega. Cada sonrisa tímida, cada movimiento delicado mientras atendía las flores, hacía que Sunghoon se sintiera más profundamente atraído.
Una tarde, cuando el sol estaba en su punto más bajo, teñiendo la florería con tonos anaranjados y rosados, Sunghoon decidió quedarse más tiempo. Observó a Jake trabajar desde la distancia, sus manos cuidadosas mientras preparaba un ramo para un cliente.
—Eres... realmente hermoso, ¿lo sabías? —dijo de repente, su voz rompiendo el silencio mientras se acercaba a él.
Jake levantó la mirada, sorprendido por la repentina confesión. Aunque estaba acostumbrado a los cumplidos superficiales por su apariencia, había algo diferente en la forma en que Sunghoon lo decía. Era como si hablara de algo más allá de su físico.
—Gracias... —respondió Jake, con una sonrisa suave—, pero no creo que sea tan especial.
Sunghoon frunció el ceño y negó lentamente con la cabeza. Se acercó aún más, apoyando su espalda contra la pared junto al mostrador, su cuerpo relajado, pero sus ojos intensos.
—No me refiero solo a lo que se ve a simple vista —aclaró Sunghoon—. Eres... algo más. Hay una luz en ti, Jake, que no puedo ignorar. La manera en que cuidas tus flores, la paciencia que tienes con los clientes... Eres genuino. Y eso es raro. —Se detuvo, buscando las palabras adecuadas—. No puedo dejar de admirarte por eso.
Jake bajó la mirada, su rostro sonrojado. Las palabras de Sunghoon lo hacían sentir expuesto, pero no de una manera incómoda. Era como si el alfa viera partes de él que normalmente escondía, como si valorara algo más allá de su apariencia. Esa sensación lo desconcertaba, pero también lo llenaba de un calor reconfortante.
Sin embargo, antes de que pudiera responder, la campanilla de la puerta sonó, y ambos se giraron hacia el nuevo cliente. Era una chica joven, con el ceño fruncido, claramente alterada. Caminó directamente hacia Jake.
—¿Jake? —preguntó con la voz quebrada—. Necesito un ramo urgente. Mi novio... —Hizo una pausa, visiblemente emocionada—. Nos peleamos y quiero arreglarlo. ¿Puedes ayudarme?
Jake, siempre atento, asintió con comprensión. Se movió rápidamente, comenzando a preparar un ramo que reflejara tanto arrepentimiento como esperanza. Mientras lo hacía, Sunghoon lo observaba con una mezcla de admiración y una ligera molestia que no pudo evitar sentir. Ver a Jake interactuar con otra persona, ser tan cuidadoso y considerado, despertaba algo en su interior: una chispa de celos, por pequeña que fuera.
Cuando Jake terminó el ramo y se lo entregó a la chica, ella le agradeció antes de salir apresurada, dejando nuevamente a los dos solos.
Sunghoon se acercó a Jake, su expresión más seria ahora.
—Es increíble cómo puedes hacer eso —dijo—. Tomar algo tan simple como unas flores y hacer que signifiquen algo tan grande para alguien más.
Jake se encogió de hombros, incómodo con los elogios constantes.
—Es solo mi trabajo —respondió humildemente.
—No, Jake —Sunghoon negó—. Es mucho más que eso. Y creo que no te das cuenta de cuánto valor tiene lo que haces.
Hubo un silencio incómodo después de esas palabras, mientras ambos se quedaban quietos en medio de la tienda. Pero antes de que pudieran procesar lo que había pasado, la campanilla de la puerta volvió a sonar. Esta vez, la tensión en el aire cambió drásticamente. Un hombre alto y de apariencia imponente entró en la florería, su rostro severo. Jake lo reconoció al instante: era uno de los antiguos pretendientes que había tenido problemas para rechazar en el pasado.
—Jake —dijo el hombre, su voz grave y algo arrogante—. Necesitamos hablar.
El cuerpo de Jake se tensó, y Sunghoon lo notó al instante. Sin pensar dos veces, se interpuso entre el hombre y Jake, su postura protectora y dominante. La mirada de Sunghoon era afilada, su naturaleza alfa emergiendo con fuerza ante la presencia de lo que consideraba una amenaza.
—Él no tiene nada que decirte —declaró Sunghoon con un tono bajo y peligroso.
El hombre lo miró con desdén, pero no retrocedió.
—No estoy hablando contigo —replicó el intruso—. Esto es entre Jake y yo.
Jake, nervioso, dio un paso hacia Sunghoon, queriendo evitar un conflicto. Pero antes de que pudiera intervenir, Sunghoon dio un paso más adelante, haciendo que su presencia se sintiera aún más.
—Si tienes algo que decir, lo dices con respeto —gruñó Sunghoon, su tono bajo pero amenazante—. O mejor aún, no lo dices en absoluto.
El hombre finalmente pareció notar que no tenía oportunidad contra el alfa y, tras unos segundos de tensión, decidió marcharse sin decir una palabra más. Cuando la puerta se cerró tras él, Jake soltó el aire que no sabía que había estado conteniendo.
—Gracias... —murmuró Jake, sintiendo una mezcla de alivio y sorpresa.
Sunghoon, aunque su corazón latía con fuerza, se volvió hacia Jake, su mirada suavizándose.
—Siempre te protegeré, Jake. —Su mano se extendió, acariciando suavemente el rostro del omega—. Nadie tiene derecho a hacerte sentir inseguro. No mientras yo esté aquí.
Jake lo miró, conmovido por la sinceridad y la intensidad en los ojos de Sunghoon. Había algo en ese alfa que lo hacía sentir seguro, pero también lo confundía. Sunghoon no era como otros alfas. No se trataba solo de la atracción física o la posesión; se trataba de la manera en que lo veía, de la forma en que lo valoraba por completo, por dentro y por fuera.
—No entiendo por qué haces esto —admitió Jake en voz baja—. Apenas nos conocemos.
Sunghoon sonrió suavemente, inclinándose para rozar la frente de Jake con la suya.
—Porque no se trata de cuánto tiempo nos conocemos —susurró—. Se trata de lo que siento cuando estoy contigo.
Jake cerró los ojos, permitiendo que esa cercanía lo envolviera, sabiendo que, a pesar de sus dudas, había algo profundo y verdadero en lo que Sunghoon estaba construyendo entre ellos.
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