1. Gasolina
Park Sunghoon siempre había sido el centro de atención, no por su dinero, aunque su fortuna era una razón, sino por su naturaleza indomable.
Criado en el seno de una familia de poderosos alfas, los Park, su vida estaba marcada por el lujo y la expectativa de grandeza.
Desde joven, Sunghoon había demostrado ser distinto. Mientras otros alfas se preparaban para seguir el camino de los negocios, él anhelaba la libertad, la adrenalina que solo sentía cuando desafiaba las reglas.
A los dieciocho, en lugar de unirse a la empresa familiar como se esperaba, comenzó a correr en motocicletas, primero por diversión y luego como un estilo de vida.
Las carreras clandestinas le ofrecían lo que ningún consejo de administración podría: emoción, peligro, y una sensación de control absoluto. En cada carrera, sentía que dominaba el mundo, que nada ni nadie podía frenarlo.
Para él, las carreras representaban su libertad personal, una rebelión contra las expectativas familiares y sociales.
Su familia, en especial su padre, había intentado detenerlo varias veces, amenazando con quitarle sus privilegios o cortarle los fondos. Pero Sunghoon, con una mezcla de orgullo y desafío, siempre encontraba la manera de seguir adelante.
Con su inteligencia y carisma, logró generar ingresos a través de apuestas, patrocinios ilegales y su red de contactos en las altas esferas, asegurándose de que nunca dependiera de nadie.
Sin embargo, en lo más profundo, había un vacío que ni las carreras ni el dinero podían llenar. A pesar de estar rodeado de otros alfas y omegas que deseaban acercarse a él, Sunghoon nunca había encontrado a alguien que realmente lo hiciera sentirse completo.
Las noches en la ciudad pasaban entre el rugido de los motores y el efímero placer de los encuentros ocasionales, pero cuando el ruido se apagaba y las luces se apagaban, quedaba solo con sus pensamientos, siempre buscando algo más.
Su único escape real era su motocicleta, una máquina de diseño personalizado que se convirtió en su compañero más fiel. Al subir a ella, el mundo desaparecía.
El viento en su rostro, el asfalto bajo sus ruedas y la velocidad le daban la ilusión de ser intocable, imparable. En la carretera, podía ser cualquier cosa menos el heredero de la familia Park, cualquier cosa menos el alfa que todos querían que fuera.
Y así, noche tras noche, se lanzaba a las carreras clandestinas, sin importarle el peligro. Sabía que estaba jugando con fuego, que en cualquier momento todo podía cambiar, pero ese era el punto.
Vivía al límite, buscando ese algo que pudiera finalmente llenar el vacío que sentía desde siempre.
Sin embargo, nunca había pensado que lo encontraría en el lugar más inesperado: frente a una pequeña florería, con el aroma de un omega dulce y delicado que trastornaría todo su mundo.
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