Todo está sucio.

Todo está lleno de polvo, de gérmenes, es lo que su madre dice. Su madre dice que si no se lava las manos dos veces antes de comer, se enfermará, no podrá ir a la escuela en tres días, días perdidos que no volverá a recuperar por su propio error, el no lavar la superficie, y sus manos.

Jungkook por eso llegaba cargando un pañuelo siempre, antes de tocar cualquier superficie, le pasaba el pañuelo, al aceptar algo, si es que lo hacía, antes de verlo con asco y de tragar saliva nerviosa, examinándolo, pensando.

Todo está contaminado, lleno de gérmenes. Todo está sucio. El celular que usabas a diario estaba más sucio que tu inodoro, la mesa, en la que comías, la cocina en la que armabas tu comida, en su cuarto.
Como todo está sucio, todo está desorganizado.

Cómo la ropa de su hermano pasaba de un verde bandera a rojo, sin armonía en el armario.
Cómo su cuarto lleno de polvo, de suciedad, de impureza puede existir y que él no sienta el más mísero asco de vivir en ese entorno, de respirar ahí, de pasar a diario en ese lugar, comer, hacer todo.

Cómo esa mancha que cayó después de dejar caer la mayonesa la hacía dejar su sándwich a un lado para proceder a limpiar la cocina por dos horas, porque, si eso cayó, ¿Qué más habrá caído?
Jungkook apretó sus manos al ver a la profesora Chou tirar la soda en la barrita de la sala de maestros, cerró sus ojos, suspirando.

Todo. Está. Sucio.

Absolutamente todo.

Jungkook limpió su propia mano antes de estrecharla con el hombre, con el padre de su omega, y después hizo una reverencia, haciéndolo lucir sorprendido.
Lo escuchó reír, palmeando su hombro. Jungkook sólo sonrió, dejando a segundo plano la idea de todo lo que tendrá la mano del hombre porque ya estaba dejándolo, poco a poco, por su propio bien.

Lo que llevaba no era una vida impecable, era una vida rutinaria llena de obsesiones que le hacían sentir ansioso todo el día, como si no limpiaba la barrita dos veces o limpiaba la manija de su puerta cuatro veces antes de partir, iba a enfermar, iba a perder su día o le pasaría algo peor.

Jungkook sonrió con dientes, haciendo otra reverencia cuando vio a un omega llegar y sentarse al lado de Youngho, haciéndolo sonreír, junto a Taehyung.

—Él es Ten Lee, prefiere que le llamen así, es el novio de mi papá, pensamos que sería una buena opción una cita doble para que los conozcas, amor. —¿Cómo le iba a negar a esa hermosa sonrisa, esa sonrisa que ya no faltaba en ningún día?

La sonrisa que antes parecía inexistente, que nunca recuperaría. El pelinegro sonrió, asintiendo, acercándose a besarlo, siendo correspondido al instante, ganando un sonido tierno de los dos hombres.
Sí, lo amaba.

Jungkook más que nada, amó cómo su omega estaba cómodo en ese entorno, tomando un té con su padre, hablando sobre cómo iba todo, y cómo él, ahora era el que contaba todo.
Más abierto, expresivo, Jungkook debajo de la mesa apretó su rodilla, acariciándolo, ganando que la mano de Taehyung bajara para entrelazarla, ahora, acariciando el dorso de su mano.

El mundo que antes veía sucio, perverso, contaminado, no supo cómo, por qué, pero poco a poco, quizás dejaba de verlo así.
Ahora la mancha de mayonesa que caía en la barrita era limpiada y pasada a segundo plano porque tenía cosas más importantes que hacer, como maratón de películas, o simplemente sentarse a hablar con Taehyung sobre su día.

Sonrió, viendo al hombre.

—¿Eres maestro de historia?

—Sí, señor, maestro de historia en el colegio '*****'. a 14 minutos de casa, mi tipo de sangre es A, mi mbti es INTP y... Sí...

—Vaya, compatible con el tipo de sangre de mi ángel —la sonrisa de Youngho, una sonrisa que hacía las ojeras ocultarse, su piel arrugarse, mostrando la edad, pero de todos modos, que de alguna manera logró calmar a Jungkook—. Estaré siempre agradecido contigo, Jungkook, por haber estado con Tae hasta en los momentos más difíciles, por el apoyo, amor, atención, y sé que eres el alfa perfecto para estar con mi hijo.

Pocas cosas hacían sonrojar a Jungkook, número uno, Taehyung, y número dos, los halagos del padre Kim. Así que sólo sonrió bobo, sacando un pequeño carcajeo mientras acariciaba su taza.

Haría todo por Taehyung. No sabía si ya llegaba a algún punto de adoración, de amor profundo, pero de ver cómo el hombre miraba a su hijo, supo que nunca llegaría a superar esa adoración, esa adoración que veía en los ojos antes apagados, esa sonrisa, esos ojos antentos.

Jungkook después de acostarse se acercó a Taehyung, abrazándolo por la espalda, cruzando sus brazos, ganando que el otro los acariciara, riendo feliz.
Él lo hacía feliz.

La inseguridad de pensar que sólo era su olor, que ya estaba acostumbrado al nido se fue desde hace tiempo, pero siempre era buen momento para recordar que él es parte de esa felicidad, esa felicidad admitida que Taehyung le confesó varias veces en un suelto, en un momento nada planeado y que sólo soltaba.

Un sentir que llegaba de la nada, pero que lo hacía sentir feliz toda la semana, toda una vida. Jungkook besó en la mejilla a su omega, a Taehyung, haciéndolo reír y voltear a verlo para recibir un beso en sus labios.

—¿Qué te pareció mi papá? —volvió a dejarle un beso en los labios, uno que sonó, y sólo habló.

—¿Qué puedo decir del hombre que crió al hombre más divino de éste universo? A mi impresión, como dijiste, se ve demasiado mejorado, sano, y liviano, es un hombre que se ve que es bueno.

Taehyung sonrió, viéndolo, volviendo a besarlo en los labios, como estaban acostumbrados. El menor saltó.

—¡Te tengo un regalo! Ahorré y ahorré, no pude llevarte a cenar a un restaurante lujoso como tú lo haces, pero éste... lo hice pensando en ti, espero que te guste.

—¿Para qué el regalo? —preguntó mientras el menor se sentaba a su lado, tocando como tambor su pierna para que lo abriera, y después de morderse los labios, habló.

—Porque no pude comprarte algo en mi primera paga, pero vamos, estoy seguro que te encantará. —Jungkook abrió la caja de galletas.

Siempre dicen, que el mejor regalo viene en la envoltura más simple, pero ahí se quedó sin palabras.
El mayor llevó su mano a su boca al ver anillos compartidos en la caja, un sentimiento que comenzó a recorrer todo su cuerpo para que al final su corazón latiera a una velocidad inimaginable.

Él sonrió, limpiando una lágrima que se atrevió a salir de su mejilla y vio a Taehyung, que mordía sus labios, tratando de ahogar una sonrisa.— ¿Te gustaron? ¿Si? Dime por fi...

—Me encantaron, TaeTae. —el menor le señaló su anillo, por lo que el mayor tomó la mano de su omega, tomó el anillo no señalado, y se lo puso, para después proceder a besar esa mano tan suave y linda.

Ahora el omega hizo lo mismo, haciendo al otro sonrojarse, para después acercarlo a besarlo, sosteniendo la mejilla para profundizar el beso.

El mundo ya no se veía tan gris ahora, pero de todos modos, la lluvia siempre lograba quitarle el color a todo.

Taehyung tal vez ignoró el leve chispeo de la noche, por lo que no se advirtió de la tormenta que seguiría.