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Lindsey.
El camino hacia el metro está siendo lento. El autobús va lleno y no hay espacio donde pararme. Lo único bueno es que no voy muy lejos y no tendré que irme más tiempo de pie, ya que el Sr. McCaffrey vendrá a por mí. Estoy agarrada del tubo de la parte trasera y los señores que están a mi lado están platicando como si no les importara que fueran casi saliéndose del autobús. Bajo la mirada al pequeño papel que me dieron en la escuela y leo "Cuando alguien llora". Sigo sin entender a que viene todo eso. La profesora de Inglés se había pasado con esto. No entiendo para que quiere que hagamos un texto en otro idioma partiendo de esta frase. ¿Acaso está loca?
Mi papel se me cae de las manos cuando el chofer se detiene de golpe y ruego a Dios por que el maldito aire no se lo lleve. Miro que el señor de traje se agacha a recogerlo y me lo pasa al tiempo en que me doy cuenta de que ésta es mi parada. Espero a que las personas que están bajando terminen y cuando es mi turno me doy de bruces con la persona que menos me imaginaba.
Andrés Meyers está subiendo en el mismo autobús y no se da por enterado de que estoy enfrente de él lo hace cuando deja de mirar el piso y sonríe.
— Hola.
Me paso del otro lado sin saludarlo y empiezo a bajar los tres escalones que me separan de mi destino. Él me sigue los mismos pasos y me agarra del brazo antes de que continúe con mi camino. Ezra me había mandado un mensaje en el último período y me había dicho que estaría esperándome en el estacionamiento del centro comercial para que entraramos a comer algo y después me llevaría a casa. Si no me apuro se va a enojar y miles de llamadas caeran a mi teléfono, y lo que menos quiero es que pelearamos. Miro incómoda a Andrés y él me suelta avergonzado.
— ¿Qué es lo que quieres? — le pregunto.
Sus ojos no dejan de examinar mis labios. Trago saliva y chasqueo mis dedos en su cara. Él sale de su hipnosis, alza la mirada y me sonríe.
— Sólo quería... Supongo que quería ver cómo estabas. Recuerdo que tú fuiste la que terminó con nuestra relación y después no volví a saber de ti — responde triste. Ah, no. No, otra vez.
— ¿Y qué se suponía que hiciera? Tú en esos momentos tenías novia y yo no quería seguir en algo que después me lastimaría. Yo no soy una masoquista, Andrés.
Él aparta su mirada de mis ojos y aprieta los labios, metiendo sus manos dentro de los bolsillos de su pantalón. Sé lo siguiente que pasara. Se fumara un cigarrillo en mi cara y pretendera que eso no me molesta. ¡Claro que lo hace! ¡Odio que fume! Vuelve a sacar sus manos de sus bolsillos y me sorprende al verlo llevarse a los labios un cigarillo de tabaco sin encender.
— Sé lo que estás pensando y si lo dejé fue por ti. Fingía que no me daba cuenta, pero sabía que te molestaba que fumara y más cuando estaba a tu alrededor. Bruno me lo dijo una vez. Y por eso preferí fumarlos sin encenderlos — menea el cigarro —. Así no es dañino y no queda ningún olor a tabaco por lo que me dijo tu hermano.
Abro los ojos sorprendida. ¿Sigue en contacto con mi hermano? ¡Joder! Con razón no soporta a Ezra. Prefiere seguir en contacto con mi querido profesor de Filosofía de la preparatoria, noten mi sarcasmo, que intentar convivir con mi actual novio. Mi hermano me las pagará. Mi teléfono vibra en el bolsillo de mis jeans y lo saco para ver que tengo un mensaje de Ezra.
De: Ezra McCaffrey.
Para: Lindsey Blair.
¿Ya estás aquí? Recuerda que dentro de una hora y media tengo clase.
Me muerdo el labio mientras le respondo.
De: Lindsey Blair.
Para: Ezra McCaffrey.
Estoy a cinco minutos. Me encontré con alguien y estamos hablando. No me tardo.
Suelto mi labio y guardo mi teléfono de nuevo en mi jeans. Subo la mirada a los ojos de Andrés y él está mirándome con el ceño fruncido.
— ¿Qué? — Se encoge de hombros —. ¿Tienes algo más que decir? Tengo que irme.
— ¿Crees que pueda ir a tu casa a hablar? — pide tomando mi mano. Suspiro y asiento —. Genial. Voy a eso de las cinco, ¿está bien?
Muevo la cabeza de arriba hacia abajo asintiendo y, sin responder, lo esquivo y sigo con mi camino.
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