
Inicio: Valensi (I)
Primera Parte
La vida es impredecible; un día puedes tener la mayor de las suertes y al siguiente la peor; un día puedes ser la persona más feliz del mundo y al otro la más infeliz. Uno nunca sabe lo que le tocará padecer, ganar o perder. Nadie está a salvo de lo peor.
Lo que uno puede decidir es cómo manejar las cosas, qué hacer de su vida. Se puede disfrutar de aquellos buenos momentos o vivir con amargura.
Hay que aprender a vivir con la felicidad y la tristeza, bienestar y malestar, placer y dolor. Lo uno y lo otro forjan la identidad, forman parte del equilibrio de la vida. Es la lección que tal vez quiso dar aquella frase que alguien dijo con severidad: "El humor es una gran parte de nuestra emoción. Si no hubiera odio, no habría amor...Si no hubiera risas, no habría llantos...Todo es parte de todo".
Incluso existe la elección del tipo de camino que se quiere seguir: el bien o el mal, la diferencia es que este último camino es tan fácil de seguir y caer en su tentación. Claro está que incluso tomando el camino del bien puede resultar sencillo desviarse al mal, mientras que al revés es muy difícil. Eso fue lo que un padre le inculcaba a su hijo todos los días.
El pequeño Nicholas era un niño demasiado curioso para su edad, demasiado inquieto. Buscaba devorarse el mundo, experimentar cosas nuevas cada día. Es una lástima la manera en que la vida le otorgó una de las peores experiencias... perder a un ser amado, el más cercano.
Fue un niño con una maravillosa infancia. Su padre siempre estuvo junto a él, enseñándole a ser mejor persona. Tenía la vida perfecta junto a sus pequeñas hermanas y sus padres. Nunca le faltó nada.
Nicholas era el único hijo varón y a veces para su padre, pasar tiempo con él era como darse un respiro. La relación entre ellos era de las mejores que un padre e hijo podrían tener, muy especial. Así como la pequeña Celine era la niña de sus ojos, el pequeño Nicholas era el niño de su todo. Fue un maravilloso padre, según lo describían sus tres hijos y esposa.
Para Nicholas, su padre era más que eso... era su mejor amigo, la persona en la que más confiaba. Eran cómplices a medianoche para tomar algunos caramelos del tarro oculto en el dispensario, el mejor dúo a la hora de convencer a la señora Valensi de dejarlos ir a las carreras en terracería que se armaban los domingos.
El serio Nicholas para algunos, pero el travieso Nick para su padre, el inquieto Nick para su madre, y el hermano irritante para sus hermanas. Desde diferentes puntos de vista ese era Nick Valensi, el único chico que lograba hacer de una ida al hospital lo más divertido del mundo.
Si el afán es describirlo era tantas cosas, entre ellas, ganador nato en peleas de pulgar, el aberrado niño que quería ir a la luna en un cohete y tenía otros sueños locos, normales para un infante en pleno desarrollo.
Amaba cada uno de sus cumpleaños. Siempre escapaba con su papá para hacer algo divertido. En su cumpleaños número tres, al señor Valensi se le ocurrió llenar el carro de bocinas y salir con el pequeño en la madrugada para despertar a todo mundo con las canciones más pesadas de Black Sabbath (probablemente Ozzy Osbourne se hubiera comido un murciélago entero en honor a eso); en su cumpleaños número cuatro, su padre y él salieron a tocar timbres por la colonia, pero un cumpleaños que jamás olvidaría, sería el número cinco, cuando los padres de Nick lo sorprendieron con el regalo más asombroso de todos: una guitarra acústica.
A muchos les parecería extraño darle un regalo así a un niño. Bueno, pero la sociedad en ese tiempo es la misma que creía que el SIDA era contagioso por respirar el mismo aire que quienes lo padecían.
Nick era diferente a los demás niños de su edad. Él era el triple de perspicaz y curioso, lo que le traía problemas en bastantes ocasiones. Sus arranques aparentemente hiperactivos eran la causa de que sus padres fueran citados por conflictos muy a menudo. Intentaron con los años buscarle una distracción, algo para mantenerlo ocupado y en lo que encontrara el gusto, pero la hazaña parecía imposible.
¿Fútbol? Fue la primera opción, y por ciertas razones no duró ni una semana. ¿Boy-Scout? Es suficiente mencionar que el fuego y Nick no eran una muy buena combinación. Así pasaban, actividad tras actividad y cuando casi se rendían, por mera casualidad, descubrieron lo que en un futuro se volvió el hobbie del chico; más que un "hobbie" se convertiría en una parte fundamental de su vida.
El padre de Nick poseía una hermosa guitarra acústica modelo MG94 color azul y también una eléctrica Gibson Les Paul de color negro. Un día descubrieron al pequeño husmeando en el sótano, donde encontró llamativos esos aparatos con cuerda.
Todo empezó con una simple pregunta que el pequeño le hizo a su padre:
─ ¿Qué son estas?
No pasó mucho para los Valensi descubrieran que su hijo tenía un don con las guitarras. Gracias a esto, conocieron a una de las personas que marcarían la vida de Nick, J.P Bowersock, quien sería el mentor del muchacho y lo encaminaría al mundo de la composición. El primer pensamiento de Nick al conocerlo sería: «¿Un viejo barbón me dará lecciones de guitarra?».
Todo iba normal en la vida de Nick, aunque era inevitable seguir teniendo problemas con los demás chicos en su colegio. No era muy social. De hecho sus únicos amigos, dejando de lado a su familia, eran su guitarra y Bowersock "el viejo cascarrabias".
Para Nick todo iba bien, mientras se extendieran sus lecciones de guitarra y no se metieran en su camino. A sus padres les preocupaba un poco la ausencia de amistades de su edad, pero entendieron que Nick era distinto y no podía ser una monedita de oro para caerle bien a todos. Un verdadero amigo aceptaría a Nick tal y como era.
No fue sino hasta los siete años que su padre sintió que el chico estaba preparado para una guitarra eléctrica. Algo que siempre sería memorable para Nick era el día en que su padre lo llevó a comprar una.
─ Escoge la que sea de tu agrado – ofreció su padre, lo que dejó al niño boquiabierto.
─ ¿Es enserio, papá? – preguntó asombrado, a lo que su padre asintió.
Ese fue uno de los momentos que se pueden definir como inolvidables en la vida de Nick. Al final del día, una preciosa Riviera Epiphone de un color naranja madera acompañó el viaje de Valensi de regreso a casa.
En un inicio la guitarra era común, pero con el tiempo se volvió especial para Nick. Ese apego no era material, sino sentimental. Era especial y no por su precio. Representó un proyecto que unió a Nick y a su padre a un nivel indescriptible con palabras. De ser un pedazo de madera común, pasó a ser la primera guitarra personalizada de Nick. Como ella no había dos.
El tiempo transcurrió y Nick creció. Pero después de unos años de normalidad en el mundo de los Valensi, ocurrió lo inesperado.
La familia Valensi lo perdió todo y no hablando económicamente.
Tres hijos perdieron a su padre.
Una esposa perdió al amor de su vida.
Un padre y esposo se había marchado para siempre...
Para un niño de diez años no era nada fácil asimilar la situación. Es desgarrador tener que aceptar no volver a ver a una de las personas más importantes tu vida, que te vio nacer y crecer.
Comenzó un duelo para Nick, un vacío en su pecho que parecía infinito. Lo supo desde el momento en que vio a su madre a los ojos.
Su padre no regresaría a casa.
No habría más tiempo de calidad con él.
No más bromas.
No más escapadas de noche.
No habría un padre amoroso guiando el camino de esos tres niños.
Nick y sus hermanas no verían la sonrisa de su madre alzarse en mucho tiempo.
Lo único que quedaba era una cruda despedida, lágrimas y frustración.
La última voluntad del moribundo hombre fue despedirse de su hijo, a quien consideraba el más apto para verlo en esa deplorable situación. El hombre no sería lo suficiente valiente como para llevarse la imagen de otros dos tristes semblantes, además del de su hijo y esposa.
Sus últimos momentos los pasó con el niño de diez años que se contuvo para no llorar, gastando bromas y recordando ese tiempo antes del calvario. Ya se había despedido de la mujer de su vida, a quien le juró permanecer a su lado hasta que la muerte los separara.
─ Eres consciente de lo que me está pasando, ¿no es así? ─ preguntó el padre de Nick. El chico asintió con los ojos ya cristalizados.
Nick recordaba que todo iba de maravilla hasta hace un mes. Su padre, tan lleno de vida, cambió drásticamente. Era el mismo hombre sonriente de siempre, solo que ya no tenía las energías para ir a trabajar, salir al parque o tocar la guitarra y, paulatinamente, ni siquiera salir de la cama. El color de su rostro y piel palidecieron. Era como una fantasma. El chico veía la lucha del hombre detrás de esa sonrisa despreocupada y el cansancio en su mirada.
─ Estás muriendo, papá ─ respondió sollozando mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Abrazó fuerte a su padre. Pensaba que si se aferraba a él lo suficiente no se lo arrebatarían. Daría todo por seguir escuchando el corazón de su padre latir y a sus pulmones recibir aire, su propio corazón y aliento si fuese necesario.
─ Pero voy a un lugar mejor ─ dijo el hombre, en un intento de darle consuelo a su destrozado hijo. Sabía que Nick no lo aceptaría. Después de todo le heredó lo obstinado.
─ ¡No me importa! ¡No quiero que te mueras! – gritó con rabia. El niño prefería ser él quien estuviera en esa camilla muriendo. ¿Cómo iba a vivir sin su padre? ¿De dónde iba a sacar las fuerzas para seguir sin él?
─ Sé que es difícil, hijo, pero tienes que dejarme ir.
─ No puedo. ¡Los doctores tienen que salvarte!
─ Créeme, ellos han hecho todo lo posible. Yo también lo hice. Ni ellos ni yo podemos luchar contra algo tan natural como morir. Así es la vida, Nick. Mi tiempo se está acabando.
─ No es justo. Tú no mereces esto. ─ masculló con coraje, mientras apretaba su abrazo y las lágrimas seguían cayendo.
─ Lo sé, pero es parte de la vida. Todos en algún momento tenemos que pasar por esto y aceptarlo. ─ explicó el hombre, recargando débilmente la barbilla en la cabeza de su hijo. ─ Es normal sentir tristeza por ello, que llores por mí. Pero quiero que sepas que me voy feliz de todo lo que he vivido hasta ahora. Me alegra haberme enamorado de tu madre y de tenerlos a ustedes, de verlos crecer. La vida es un regalo, sin importar el tiempo que dure.
─ Yo quiero que dures toda la vida ─ susurró el chico. No existe una edad adecuada para entender una pérdida.
La mamá de Nick se encontraba encerrada en un baño, intentando unir las piezas de su quebrado yo. No era consciente de su fuerza hasta ahora, cuando no tenía otra opción. Amaba la sabiduría de su esposo pero ahora mismo quería odiarlo por ello. Él ya había aceptado el final de su camino, pero para ella no estaba bien. "La vida sigue", dicen los demás. Absolutamente no. Para Danielle, su vida se detuvo.
Mientras tanto, Nick tocaba su guitarra acústica al pie de la cama de su papá. Si bien falló el intento de consuelo, el hombre decidió ya no intentar persuadirlo. Prefería ver por última vez esa imagen de su hijo, la serenidad que adquiría cuando se concentraba en cada acorde y esa habilidad con la que sus dedos se desplazaban a través de las cuerdas. Definitivamente Nick nació para ser músico.
─ ¿Podrías hacer una cosa por mí? ─ pidió tranquilamente el hombre.
─ Lo que sea. – contestó el muchacho más animado. No es que estuviera tranquilo, pero tampoco iba a seguir discutiendo. Quería seguirlo negando, pero era evidente que su padre se debilitaba conforme pasaban los minutos.
Nick entendió por qué sus hermanas no podían estar ahí frente a su padre. Era apenas reconocible. De no ser por esos inconfundibles ojos verdiazules y esa voz apacible, sería un extraño.
─ Quiero que cuides de tus hermanas y tu madre, que seas fuerte cuando ya no esté... y sobre todo que sigas tu sueño. No te dejes opacar o ser menospreciado por nadie. Eres una buena persona. ─ concluyó mientras el chico asentía con una media sonrisa, pero con una mirada afligida.
─ Nunca te voy a olvidar.
─ Siempre voy a estar con ustedes, en los mejores y los peores momentos aunque... ya no puedan verme. ─ El niño se recargó en el pecho de su padre, y se aferró a él tanto como el tiempo se lo permitió, mientras el hombre le daba consuelo por algo que pasaría pero no estaba en sus manos cambiar.
Nick se engañó por unos segundos, asegurándole a su mente que todo era una equivocación, un chiste de mal gusto y que su padre le daba consuelo como aquellas veces antes de ir al dentista, cuando casi lo llevaban a rastras.
Y así pasaron las horas. Según los médicos, el corazón del hombre no tardaría en darle más molestias hasta acabar con su vida.
Duró un poco más de lo previsto, pero dejó este mundo repentinamente.
Enfrentó su final sin miedo y con una sonrisa. Se fue en paz, con la suerte de haberse despedido. Esa fue la última imagen que se llevó Nick de su padre.
Fue duro para Nick. A pesar de que los primeros meses se derrumbó, se reconstruyó a sí mismo para cumplir la promesa que le hizo a su padre.
❝El amor es cómo te mantienes vivo incluso después de que te hayas ido❞.
- Mitch Albom
▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒
Multimedia: Tears In Heaven de Eric Clapton. Creo que era el tema más acertado.
▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒▒
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro