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Chapter 4 [🦋]




Alexandra;

Prácticamente estaba siendo arrastrada hacia la salida. Su mano en mi muñeca apretaba con fuerza la zona haciéndome quejar levemente. Entendía que estuviera enojado por lo que había pasado, aunque no sé porqué dado que él es técnicamente un extraño en mi vida, pero yo no tenía la culpa de lo que había pasado y no tenía porque ser víctima de la furia que sentía.

Porque estaba furioso.

Luego de ver cómo casi mata a ese hombre, no me quedaba la menor duda de que estaba hecho una furia.

—Detente por favor, me estás lastimando —pedí, colocando una mano en su brazo.

Pensé que no lo haría, que seguiría caminando a esa maldita velocidad que tenían sus piernas, pero no fue así, milagrosamente su caminar se detuvo y su cuerpo giró quedando frente a mi.

Sus profundos ojos me miraban de manera intensa, detallando cada parte de mi cuerpo. Se sentía algo incómodo, mucho más por la situación en la que me encontraba. Solté un pequeño suspiro cuando sus ojos se posaron en los míos, aunque mis nervios no disminuyeran.

—Lo siento —soltó mi mano y sentí una extraña sensación en ese momento— De verdad perdóname.

Negué.

—Todo está bien —hablé.

—No, es que si debo disculparme. Me comporté como un bruto hace un momento e incluso ahora —suelta un suspiro pesado— Perdí los estribos cuando vi lo que intentaba hacerte y te hice presenciar algo que no debías de ver.

—Pero me salvaste. Gracias.

Ahora quién negó fue él.

Hace unos minutos, me hizo entender que no debía agradecerle nada, pero la verdad era que si, se lo debía. Me sentía en deuda con él; él había entrado en ese lugar, me había salvado de ese tipo justo cuando pensé que todo se había acabado, me había consolado.

Le debía todo, hasta mi estabilidad mental.

De tan solo recordar lo que ese hijo de puta estuvo a punto de hacerme, se me removía todo, sentía las náuseas queriendo hacer de las suyas nuevamente y mis lágrimas amenazaban con salir pero no me lo permití. No quería llorar frente a él, no de nuevo.

Odiaba verme tan sensible ante alguien y dar lugar a que me miraran con lástima. Era la peor sensación del mundo.

Abracé mi cuerpo y froté mis brazos por encima de la tela de su chaqueta, la brisa nocturna era fría y aumentaba a cada momento, haciendo que mi cuerpo temblara. No sé si era porque era algo bajita en estatura o si su chaqueta era grande, pero la prenda me cubría hasta por debajo de los glúteos y era algo que agradecía. Ya era bastante vergonzoso que me hubiese encontrado en esa situación como para también tener que andar en plena calle en bragas y en compañía de un hombre.

De repente una pregunta atacó mi mente. Mis ojos se posaron en los suyos y la pequeña duda de si debía compartir mi inquietud con él, taladraba en mi cabeza.

—¿Sucede algo?

—¿Q-qué?

Mi voz tembló y no sé por qué en ese momento sentí que su mirada sobre mi se intensificó.

Temblé en mi lugar cuando se acercó unos centímetros más a mi.

Carajo, él no debería provocarme estos escalofríos cada vez que lo tengo tan cerca.

—Me miras como si quisieras preguntarme algo.

Lo miré incrédula.

Ahora entendía porque Lisa tenía tanta facilidad para leer en mi rostro lo que sucedía. Definitivamente era muy obvia, como un libro abierto y la persona frente a mi me lo acababa de demostrar.

—N-no... —intenté hablar, pero sentía que las palabras no querían salir a pesar de tenerlas en la punta de la lengua.

—Puedes preguntarme lo que quieras —sonrío un poco— No te morderé.

Traté de sonreír pero más que eso solo me salió una mueca. Me le quedé mirando por unos segundos y no supe cómo descifrar la mirada que tenía su rostro tras sus últimas palabras.

—Yo quería... preguntarte algo —me obligo a reaccionar para poder hacer mi pregunta y trato de no hacer notar mis nervios en mi voz— Él... ese señor, ¿de verdad está...?

—¿Despedido? —completa mi frase y yo asiento levemente— Sí. Él jamás te volverá a hacer algo, si deseas volver a trabajar, lo puedes hacer.

¿Volver?

Ni siquiera amenazada volvería a ese lugar. Si pregunté fue porque había notado la tensión que hubo en ese momento en el que pelinegro le exigió que no volviera más, sentí que había algo más tras esa exigencia, pero ni muerta volvería a colocar un pie en ese lugar. No es nada bonito tener que regresar al lugar donde casi soy violada hasta la saciedad.

Porque era un hecho.

En los ojos de ese tipo se veía la clara amenaza de profanar mi cuerpo hasta que no le dieran las fuerzas.

Ok, ya basta Alexandra.

Deshazte de esos pensamientos horrorosos.

—Sé que lo he dicho muchas veces, pero de verdad le agradezco lo que hizo por mi. Aún así no puedo regresar a este lugar —mis ojos viajan nuevamente a otro punto que no sean sus potentes ojos cafés, simplemente no podía sostenerle la mirada por más de dos segundos— No sé qué sucederá de aquí en adelante pero yo no puedo regresar ahí.

Me quedo mirando al suelo, exactamente en mis pies, mientras juego con mis dedos, pellizcándolos y apretándolos con fuerza.

—Bien, supongo que tendré que buscar a una bailarina que te reemplace y a un gerente que sepa manejar mi club. Tranquila no te forzaré a hacer algo que te haga sentir mal.

Me quedo muda, paralizada completamente. Hace cinco segundos miraba hacia el suelo solo por evitar su mirada y ahora siento que los ojos se me salen de las cuencas de verlo en el modo en que lo estoy haciendo.

¿Suyo?

¿Su Club?

Entonces, él es... el dueño del Club.

El shock en mi rostro era evidente, estoy segura y mucho más cuando la pequeña risa que sale de sus labios me lo confirma.

—¿Qué pasa, cariño? —me mira con diversión— Parece que estás viendo un fantasma.

Definitivamente era él.

Me obligo a reaccionar para darle una respuesta, pero mi trance es algo fuerte. Joder es que por mi mente jamás pasó que todo este tiempo estuve frente al dueño del club donde he trabajado por un año.

Le he bailado sin pudor alguno hace unas horas.

Por más que me cueste admitirlo, la realidad es que le bailé sin ningún tipo de incomodidad, de repulsión. Muy diferente a otras ocasiones. Y el asunto es, que no me molestó en lo absoluto.

Al contrario, lo amé.

—Es difícil de creer, ¿cierto? —sus palabras son como un segundo llamado de atención para reaccionar por completo, pero aún así sólo logro asentir— Lo entiendo —mete las manos en sus bolsillos— pero no tengo porque mentir, este lugar ha sido mío por años, que lo frecuente poco es otro asunto.

—Lo siento... —musito.

—¿Por qué?

—Siento que le he causado muchos problemas.

Su carcajada me desconcierta y me cuestiono mentalmente cual de mis palabras suena como chiste.

—No me lo tomes a mal, pero eres un tanto–

—¿Extraña? —lo corto y este asiente— Lo sé —afirmo— A veces la maraña de pensamientos que me invaden me hacen ver como una extraña, pero realmente es así como me siento.

Un silencio un tanto incómodo para mi se forma entre nosotros. Pero sus palabras, esas simples palabras que salen de sus labios, hacen que algo dentro de mi se revolucione.

—Eres adorable.

Mis mejillas se tornan rojas en un santiamén y no sé dónde esconder mi rostro solo para que no viera el caos que soy en este momento.

Carajo, que vergüenza...

—¿Estás bien? —su voz me hace agitar la cabeza levemente— ¿Alexandra?

—S-sí, estoy bien.

Me mira no tan convencido pero aún así asiente sin indagar más en el asunto y no me puedo sentir más agradecida en ese momento.

Reacciona idiota.

Eso intento subconsciente de mierda.

—¿Nos vamos? —me extiende su brazo— Mi auto está aquí cerca.

Nuevamente, como por tercera vez en el día, la desconfianza se volvía a apoderar de mi cuerpo. Era como la segunda vez que me proponían llevarme a casa y a pesar de que ahora mismo me dejaría llevar a cualquier lugar menos a mi casa, no podía evitar la desconfianza que estaba sintiendo.

—No hace falta —digo dando unos pasos atrás— Yo puedo llegar sola a mi casa.

Por más absurdo que parezca, estaba tratando de sonar amable mientras lo rechazaba. Es decir a pesar de todo y que soy una desconfiada, tampoco lo podía tratar groseramente luego de que él me salvara de ese imbécil.

—Alexandra, ya me sé de memoria ese rollo de ustedes las chicas de que no pueden irse con extraños, pero si quisiera hacerte algo ya lo hubiese hecho, ¿no lo crees?

Lo miro algo impactada.

Definitivamente no me esperaba esa respuesta. La simpleza con la que dijo cada palabra así como si fuera algo de lo más normal, me hizo quedar como una idiota en cuestión de tres segundos.

Analicé un poco sus palabras y no era descabellada su lógica. Si realmente tuviera la intención de hacerme algo no estaría charlando conmigo así de lo más tranquilo, ya lo hubiese hecho y eso lo debería de saber perfectamente luego de lo que presencié en esa oficina.

—Venga vamos —extiende su mano esperando que ésta vez si la acepte— Tampoco pienso dejarte sola en ésta situación en la que estás.

Lo pienso por unos segundos.

La oferta era tentadora y más porque no tenía ningún deseo de llegar a mi casa y encontrarme con mi madre borracha y seguramente follando con cualquier hombre que haya conocido en ese bar de quinta que frecuenta. Tampoco podía llegar a casa de Lisa en este estado, serían demasiadas preguntas que no pretendía responder así en este estado.

—Vale, acepto —me sonríe— Tal vez tengas razón.

Tomo su mano y ésta aprieta levemente la mía, sintiendo como un escalofrío me invade el cuerpo al sentir su calor.

Agito un poco mi cabeza, ignorando lo que sea que haya sido eso que sentí y me dejo guiar por él hasta el estacionamiento donde estaba su coche. Asiento levemente en forma de agradecimiento, cuando me abre la puerta de copiloto y luego lo veo rodear el auto hasta subirse a su asiento. Emprendemos el viaje en un silencio muy cómodo para mi, realmente no me apetecía hablar de nada en este momento, y menos con una persona que me ponía nerviosa con tan solo mirarme. Prefería estar así, con la cabeza sobre mi brazo apoyado en la ventana del auto, disfrutando del paisaje nocturno que mostraba la ciudad.

Nos tomó casi que una hora llegar, el Club quedaba casi que al otro lado de la ciudad y pues el trayecto era largo. Aún así para mi el tiempo había pasado en unos minutos, iba tan sumida en mis pensamientos que el tiempo de viaje se me había pasado volando.

Estábamos por atravesar los grandes portones de la mansión y desde aquí se veía una vista espectacular de todo el lugar. Era una enorme casa de ensueño que dejaría maravillado a cualquiera que posara sus ojos en ella. Era de dos plantas y a pesar de no haberla visto por dentro, apostaba que era una belleza igual a lo que se veía desde afuera.

Aparcamos frente a la entrada y veo como un hombre de unos treinta y tantos años se acerca a abrirme la puerta luego de que el pelinegro a mi lado se bajara.

—Gracias —musito suavemente, luego de que el señor me ayudara a bajar.

—Un placer señorita.

Asiento viendo cómo se va y se sube al auto del pelinegro de ojos cafés luego de que este le diera las llaves para que aparcara el coche.

—Ven, entremos.

Toma mi mano sin previo aviso, logrando erizar mis vellos. Caminamos a la gran puerta de la mansión y somos recibidos por una rubia joven, de ojos azules parecidos a los míos quien le asiente al chico a mi lado en señal de respeto.

—Señor. Señorita —se dirige a mi por último.

—Tengan todo listo.

Es lo único que dice antes de pasar por el lado de la rubia sin decir más nada. Atravesamos el gran living para luego caminar por el pasillo que da hasta la parte trasera de la casa por lo que puedo ver y joder, juro que de tan solo caminar la primera planta y a medias ya me he enamorado de la casa, incluso la baba me debe de escurrir. Era preciosa; amaba los tonos que fueron empleados en las paredes y el simple hecho de que el living estuviera decorado por varias obras de arte que estoy segura estaban valuadas en millones. Ni en tres siglos de mi vida me alcanzaría para tener una casa así de enorme y hermosa.

Después de haber recorrido prácticamente toda la casa, llegamos al área trasera donde se podía apreciar la gran piscina que poseía la mansión rodeada de varios camastros y camas balinesas.

—Ponte cómoda —suelta mi mano y me indica con la suya, un lugar en una de las tumbonas— Regreso en un momento.

Hago lo que me pide y tomo asiento en la tumbona. Lo veo perderse al interior de la casa y en ese momento aprovecho para ver mejor el lugar. La vista que ofrecía este sitio de la ciudad era espectacular. La ciudad de Cartagena nocturna y sus mares es sin duda alguna lo más bello que siempre verán mis ojos.

No pasó tanto tiempo cuando lo vi llegar hasta mi, sosteniendo una manta color gris entre sus manos. Me encogí un poco de hombros cuando sentí como colocaba la prenda sobre mi, cubriéndome de la brisa fría de la noche.

—¿Te sientes mejor? —pregunta, sentándose en la tumbona frente a mi, respetando mi espacio personal.

—Sí, g-gracias por todo, incluyendo la manta —la señalo.

Me sonríe.

—No te dejaré dormir aquí no te preocupes —comienzo a reír sin poder evitarlo— Luego de la cena, te guiaré hacia la habitación que usarás —quise refutar eso, no hacía falta tanta molestia, pero obviamente él fue más rápido que yo— Y sé que dirás que es una molestia pero no lo es, es lo menos que puedo hacer por ti.

—Has hecho mucho —susurro para mi.

—Pero no lo suficiente.

Me quedo helada al saber que me había escuchado. Cuando levanto la mirada, me encuentro con que me ha estado mirando en todo este tiempo que he mantenido mi cabeza gacha y siento que el cuerpo se me paraliza al sentir la intensidad con la que sus ojos me escanean.

—Espero que te sientas cómoda —habla, rompiendo el silencio.

Asiento con una pequeña sonrisa.

—Esto es hermoso —hablo mientras sigo observando la fascinante vista que se apreciaba desde aquí.

—Lo sé. Es lo más hermoso y relajante del mundo. Un lugar para sentirte en paz.

Tras una fuerte y honda respiración lo encaro. Mis orbes se centran en los suyos y trato de no cortar el contacto aunque me cueste trabajo.

—Muchas gracias por haberme salvado de ese tipo.

—Me lo has dicho como tres veces Alexandra —responde. Joder mi nombre en sus labios se escuchaba demasiado bien— No es necesario tanto agradecimiento, ¿acaso crees que te hubiese dejado ahí luego de ver la situación en la que estabas?

—Señor —me mira— Para muchos en ese lugar, nosotras solo somos unas putas. Así que lo que usted hizo por mi es algo que no olvidaré jamás.

—Alexandra —la seriedad con la que me nombró me hizo erizar la piel— Tu no eres ninguna puta, eres una bailarina y eso, es un trabajo como otros. En segundo lugar, ese tipo era un cabrón que se merecía mucho más de lo que le hice. Y por último, dime Jungkook, ese es mi nombre, no Señor Jeon.

Jungkook.

Así que ese era su verdadero nombre.

¿Te mojaste más las bragas ahora que sabes su nombre?

¡Silencio, subconsciente!

—Lo tendré en cuenta —me obligo a reaccionar— Haré todo lo posible por no tratarlo... tratarte, perdón —rectifico— Tratarte de ese modo.

—Más te vale, Alexandra porque no soporto que me traten de usted. No soy tan viejo para eso.

Reprimo una carcajada que amenaza con salir de mi garganta ante sus palabras. No sé por qué pero eso ya lo había escuchado antes.

—Venga, vamos a comer —se levanta de la tumbona donde estaba y me extiende su mano— Yo no sé tú, pero me muero del hambre.

A lo mejor me estoy volviendo loca, pero sentí que hubo otro trasfondo tras esas palabras.

Agito un poco mi cabeza mientras pestañeo, tratando de alejar un poco esos pensamientos que solo me hacen hacer tonterías y acepto su mano.

Yo también me moría de hambre y también necesitaba descansar.

Había sido un día pésimamente largo.

[🦋]
Hola 👋🏾

¿Cómo han estado? Yo me siento fatal en estos momentos, pero bueno, aquí estamos.

Aquí les dejo el capítulo cuatro listo!

Lxs leo en los comentarios.

Bye 💜

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