02: Alcancemos las Estrellas.
Un mes había pasado desde la última vez que vi a ese chico y un mes que evito pasar por esa calle para evitar verlo.
Se de lo cruel que pueden ser las personas conmigo luego de que saben mi enfermedad de que saben que no tiene cura, quería evitar una herida más a mi dignidad, a mi orgullo y a mi corazón por lo que comencé a irme por otra avenida y por otra calle para evitar a toda costa al chico modelito. Mi corazón y mente querían verlo una vez más pero me negaba a ceder, no quiero que me trate mal cuando sepa que sufro de vitíligo.
Está noche luego de mi clase salgo con mi compañera de piso a un bar restaurante que queda a unas tres cuadras de nuestro edificio y el cual lleva por nombre: alcancemos las estrellas. Era rústico y muy lindo, había micrófono abierto esta noche por lo que fácilmente pondríamos subir a cantar cualquier canción que nos guste.
Elida mi compañera trae con ella a su compañero de trabajo para que nos acompañe durante la velada, queríamos pasar una noche diferente y ella sin duda quería que salga un momento de mi habitación.
Últimamente no me he sentido bien de salud, curiosamente mis manchas me han estado doliendo y arden cuando me baño, me había negado a salir de mi habitación ya que las he estado tratando con los ungüentos que el médico me recetó para estos casos.
—¿Qué pedirán para esta noche?
Román Galilei es el dueño del establecimiento y es quien se encarga de tomar los pedidos de sus clientes.
Ese mismo hombre nunca ha tenido una vida fácil y cualquiera que viva en el pueblo sabe su historia.
Román vivió toda una vida con sus padres incluso después de mayor de edad, su madre falleció de un infarto fulminante a la edad de 70 años dejándolo con su papá, quién años después mientras Román Galilei trabajaba aquí murió. Se desconoce la causa de su muerte y en dónde yacía sus restos, solo se sabe que después de su partida física Román Galilei no volvió a ser el mismo y que en honor a la memoria de su papá nombró a su establecimiento “Alcancemos las Estrellas ” ya que esa misma frase se la decía su papá antes de irse a dormir, Román sufría de insomnio y su papá cada vez que lo encontraba despierto durante la madrugada le decía: “ve a dormir pequeño, ve y alcancemos las estrellas en tus sueños.”
—Yo una cerveza y unas patatas sabor a queso. —. Pidió Elida.
—Lo mismo que ella, por favor. —. Pidió Norman su compañero.
—¿Y tú qué vas a querer, Sienna? —. Me preguntó Román.
—Un hot dog con queso pecorino y una coca cola de fresa, por favor.
Él escribe mi orden junto con la de mis amigos para irse de nuestra mesa a la cocina.
—¿Y que tal estuvo la clase está noche? —. Indaga Elida, sacando tema mientras llega la comida.
—Interesante, hoy tocaba artes. —. Sonreí, mis días preferidos eran los jueves y solo porque veía esa asignatura.
—Bien, Sienna. ¿Y la salud? ¿Ya no duelen más?
Lamo mis labios inquieta, no me gusta hablar de mi enfermedad con personas desconocidas cerca.
—Está todo en orden, Elida Graham. —. Murmuré apartando la mirada al escenario, dónde había una pareja cantando una canción de Julia Michaels.
Ella inicia una conversación con su compañero dónde comienzan a contar las cosas que no les gusta de su zona de trabajo actual.
Elida antes estaba en la administración del McDonald’s pero la han cambiado a mesera y a Norman lo han cambiado de mesero a que esté en la cocina preparando las hamburguesas y la demás comida. Ambos se conocen desde hace un par de meses pero se llevan bien, tienen buena comunicación y acompaña siempre a mi amiga de regreso al departamento.
Elida es una esbelta rubia, de enormes y saltones ojos azules, delicada piel lechosa, con una nariz respingona cubierta de pecas.
Norman era de estatura baja de cabellos rojo fuego ondulado, ojos castaños y piel pecosa blanca.
—Buen provecho. —. Nos desea Román Galilei al momento de traer la comida.
—¿Quieres cantar? Tienes rato viendo a esa dirección.
—Elida pregunta luego de darle un gran trago a su cerveza.
Quería subir y cantar mi canción favorita pero me da pena que no lo haga bien y termine haciendo del oso delante de todas estás personas.
—Quisiera…
—Entonces ve. —. Dice Norman, y yo niego sonrojada.
—Nor tiene razón, Sienna. Si quieres cantar ve y hazlo, no pienses en lo que puede decir el resto.
Elida tenía razón, y debía obedecerla.
Termino mi comida para ponerme de pie y dirigirme al escenario que estaba vacío, le digo al chico encargado de la música cuál quiero cantar y él amablemente, me pasa un micrófono y me ayuda a subir al un poco alto escenario.
Los reflectores caen sobre mi haciendo que mi azulado cabello brille y más por el glitter que me apliqué antes de salir.
—El día que nos conocimos
Congelado, aguanté la respiración
Desde el principio
Sabía que había encontrado un hogar para mi corazón
Batir rápido, colores y promesas
¿Cómo ser valiente?
¿Cómo puedo amar cuando tengo miedo de caer?
Pero verte solo
Todas mis dudas, de repente desaparece de alguna manera
Mi voz salía suave ante la letra de la canción y la melodía me ayudaba mucho al momento de recordar la letra de la canción de Christina Perri.
Un paso más cerca…
He muerto todos los días esperándote
Cariño, no tengas miedo
Te he amado por mil años
Te amaré por mil más
El tiempo se detiene
Belleza en todo lo que es
Voy a ser valiente
No dejaré que nada me lleve
¿Qué hay delante de mí?
Cada respiración
Cada hora ha llegado a esto.
Y cuando me siento en la cúspide de la canción y del momento la puerta del establecimiento de Román Galilei es abierta por una persona que conocía bien y es a quien te evitado durante el último mes. Pude ver cómo en sus labios nace una sonrisa y fue la misma que me regaló la noche en qué nos conocimos, usaba un suéter blanco coral con un chaleco negro, pantalones de vestir negros y zapatos del mismo color, su cabello miel estaba revuelto y su atractivo rostro no se despega ni un segundo del mío.
Un paso más cerca…
He muerto todos los días esperándote
Cariño, no tengas miedo
Te he amado por mil años
Te amaré por mil más
Y todo el tiempo creí que te encontraría
El tiempo me ha traído tu corazón
Te he amado por mil años
Te amaré por mil más
Te amaré por mil más
Un paso más cerca…
He muerto todos los días esperándote
Cariño, no tengas miedo de que te haya amado
Durante mil años
Te amaré por mil más
Y todo el tiempo creí que te encontraría
El tiempo me ha traído tu corazón
Te he amado por mil años
Te amaré por mil más.
Se que durante ese buen rato que estuve entonando esa parte final de la canción mi tímida mirada no se quitó de él, se que él me estaba mirando y de algún modo apoyando ya que a todo el que pasaba a su lado le decía que me mirara. Eso hizo que mis mejillas se calienten violentamente. Entre tropezones bajo del escenario con ayuda del chico de la música y a quien le hago entrega del micrófono.
—Hola
—Hola.
Dijimos al mismo tiempo, uno frente al otro, yo sonrojada hasta las orejas y él sonriente viéndome.
—¿Dónde has estado? Desde aquella noche no te vi más. —. Indaga con una matiz de preocupación en su tono.
—Eeh… estuve de viaje, y regresé hoy. —. Se que es malo mentir pero me negaba a tener que contarle sobre mi enfermedad y que durante este último mes lo he estado ignorando.
—Oh entiendo, ¿Y como te fue? Durante este último mes pasé por aquella calle para encontrarte otra vez y no te encontré, curioso. —. Su risa al final hace que cada vello de mi brazo se levanten y que mis nervios suban un poco más.
—¿Has ido solo para verme otra vez? —. No podía creerle, nadie quiere verme nunca, y menos a una enferma como a mi.
Él no sabe que estamos enfermas Sienna, es por eso que sigue aquí.
—Se que suena un poco psicópata de mi parte pero lo hice, de mi mente no podía olvidar el recuerdo que tenía de la chica de cabello azul. Y menos podía olvidar su linda sonrisa.
Oh mi…
Oculté mi sonrojo con varios mechones de mi cabello y que él no pueda ver qué su comentario me afectó
—Salió psicópata el modelito… —. En su lindo rostro apareció una sonrisa cuando de mis labios salió su apodo, el que le había asignado la noche que nos conocimos.
—Ya me hacía falta ser llamado de ese modo. —. Ambos reímos brevemente.— ¿Has venido sola o con alguien?
¡Elida!
Fugazmente miro a mi amiga quien con sus manos me hace señas divertidas mientras que con sus labios me dice: ¡Vive, Sienna, vive!.
—Eh, nop. ¿Y tú?
Él negó y con una de sus manos me indica que lo acompañe a su mesa.
—¿Me acompañas, pitufina?
Aún riendo acepto ir a su mesa y en ella nos sentamos delante del otro, él no aparta su mirada de mi y yo no paraba de reír por el apodo que me puso.
—Tu me dices modelito por lo tanto me parece justo que tú también tengas un apodo. Pitufina me parece excelente y va de acuerdo con el color de tu cabello.
—Me parece justo. —. Murmuré y él ladeó su cabeza.
—¿Qué tal va Humanidades?
—Bien, hoy fue una noche genial ya que tuvimos artes y personalmente es la asignatura que más me gusta.
—¿Y que hacen cuando la ven?
—Historia del arte, distintos tipos del arte, que tiene que ver humanidades con artes, todo eso. —. Él asiente comprendiendo.— ¿Y que me puedes decir de tus carreras?
—Soy CEO de la empresa de mis papás a tiempo completo, aunque a veces no voy mucho ya que ser el dueño y presidente de la empresa me da ciertos privilegios. Y de modelo, te puedo decir que en este último mes me han contratado varias campañas de ropa masculina que quieren tenerme como su imagen, algunas tiendas de electrodomésticos también me buscan para asociarnos y ser la imagen. He tenido mucho campo laboral este último mes que no puedo quejarme si quisiera.
—¿Y aún con tantas cosas en mente no pudiste olvidarme? —. Susurré tímida a su respuesta.
Y mi sorpresa fue que él negó.
—En ningún momento pude sacarte de mi mente y eso que aquella noche hablamos tan poco y fue tan rápido. —. Pasó una de sus manos por su cabello.— ¿Y tú qué me dices? ¿Te olvidaste del modelito?.
Y aunque quisiera en ningún momento pude sacarlo de mis pensamientos, siempre que cruzaba la calle creía que lo encontraría y terminaba decepcionada, ya que recordaba que lo estaba evitando y era lógico que no lo vería.
—Es extraño ya que no te conozco bien pero no pude olvidarme de ti en ningún momento. Esto jamás me pasó antes.
—También me extraña, nunca me interesó tanto una chica como para recorrer la misma calle, todas las noches a la misma hora que la conocí solo para volver a verla. Y menos volverme fan de su lindo cabello azul y su inmaculada voz al momento de cantar.
¡Corazón no corras tan rápido!
—¿Tu sabes cantar? —. Debo desviar el tema o terminaré roja como un tómate.
—Claro, cuando nadie me ve pretendo que soy James Arthur.
¡Que! Me carcajeo con él, me dolía la barriga de tanto reír y no pude sentirme mejor, antes me dolía de tanto llorar y ahora de solo reír.
—¿Te gustaría? —. Me pregunta.
—¿Qué?
—Eso. Cantar conmigo.
Abro mis ojos desmenuzadamente y de pronto comienzo a sentir taquicardia, pasmos, temblores involuntarios.
—Podría.
—Pitufina, aquí importa que tú quieras no si puedes o no, si quieres lo hacemos y si no, no importa igual estoy pasando la mejor noche de mi vida a tu lado.
¿Es así como se siente esto?
¿Así se siente que alguien haga latir tu corazón con solo palabras? ¿Qué domine tus pensamientos y sentimientos en cuestión de nada? Es decir no llevábamos nada conociéndonos y ya siento que se todo sobre él, siento que lo conozco mucho mejor que el resto de las personas.
Elevo mi rostro para finalmente mirarlo a la cara y hacerle saber mi respuesta.
—Si quiero cantar contigo.
Lo sigo hasta que ambos subimos al escenario, él no suelta mi mano y yo tampoco la de él, a ambos nos pasan un micrófono y ponen la canción que él elige.
La melodía inicia y los reflectores caen en nosotros, no mirábamos al público, nuestras miradas estaban puestas en nosotros, como si en este momento nadie más exista, como su fuéramos los únicos en este lugar y en este momento.
—Estaba distraído y en el tráfico
No sentí cuando ocurrió el terremoto
Pero realmente me hizo pensar, ¿estabas afuera bebiendo?
¿Estabas en la sala de estar, viendo televisión tranquilamente?
Ha pasado un año ahora, creo que he descubierto cómo
Cómo dejarte ir y permitir que la comunicación se extinga.
Él comienza y puedo identificar de quién es la canción.
Es mi turno.
—Yo sé, tú sabes, los dos sabemos
Que no estuviste triste para siempre y está bien
Yo sé, tú sabes, los dos sabemos
Que no fuimos hechos el uno para el otro y está bien.
Él sujeta mi mano con fuerza como si en su sistema naciera un miedo irracional a perderme otra vez, y yo me aferro a él como si todo esto estuviera solo pasando en mi mente y no fuera real.
—Pero si el mundo se acabara, vendrías a mi casa, ¿verdad?
Vendrías y pasarías la noche
¿Me amarías en medio de ese infierno?
Todos nuestros miedos serían irrelevantes. —. Los dos cantamos esa parte y por primera vez pude sentir mi sangre correr con fuerza por todo mi torrente, aquello se concentra en mis mejillas que permanecen calientes a este momento, uno que nunca en mi vida permitiré olvidar.
—Si el mundo se acabara, vendrías a mi casa, ¿verdad?
El cielo se estaría cayendo y yo te abrazaría fuerte
Y no habría un motivo
No tendríamos que decir adiós. —. Rompemos las distancias, yo con timidez acaricio su mejilla dónde siento una carrascosa incipiente de barba. Él me sonríe y pasa su mano por mi cabello azul.
—Traté de imaginar tu reacción
No me asusté cuando ocurrió el terremoto
Pero realmente me hizo pensar, esa noche fuimos a beber
Nos tambaleamos en la casa y no logramos llegar a la cocina
Ah, ya ha pasado un año, creo que he descubierto cómo…
Cómo pensar en ti sin que me rompa el corazón. —. Susurró cerca de mi rostro, era como una caricia a mi corazón y alma escucharlo cantar.
—Yo sé, tú sabes, los dos sabemos
Que no estuviste triste para siempre y está bien
Yo sé, tú sabes, los dos sabemos
Que no fuimos hechos el uno para el otro y está bien.
Yo en el fondo de mi corazón se que no puedo enamorarme nunca, estoy enferma, nadie querría estar con una chica que no puede salir durante el día, que solo puede vivir su vida durante las noches.
¿Quién querría enamorarse de una enferma? Se que él está aquí conmigo porque no sabe de mi enfermedad, no sabe cómo es mi cuerpo cuando no traigo ropa o chaquetas encima, no sabe cómo es mi vida cuando entro a mi habitación.
No lo sabe y tampoco le permitiré que lo sepa.
—Si el mundo se acabara, vendrías a mi casa, ¿verdad?. —. Y él finalizó la canción.
Él establecimiento de Román Galilei se llenó en aplausos, en piropos de emoción a nuestra presentación que más bien se asemejó a confesiones discretas en canciones.
Bajamos juntos, él me informa que debe atender una llamada importante pero que no tardará en salir.
Que espere por él.
Cuando desaparece por una puerta yo me apresuro a correr a dónde estaba Elida con Norman.
—¡Sienna, que hermoso cantaron juntos! —. Chilló de la emoción.
—Me quiero ir. —. Confesé entre llantos.
—¿Qué ocurrió? —saltó de su asiento cuando vio que las lágrimas bajaban por mis mejillas.— ¿Te dijo algo? Dímelo para irle a partir la cara.
Norman me sujetó de los brazos y entre los dos me sacan del establecimiento, la fría brisa del mes de marzo me recibe.
—Ella quiere irse Elida, vamos. —. Norman me sube a su espalda ya que no puedo caminar sin caerme o tambalearme.
—¿Y el chico qué, Sienna? —. Elida no entiende, no condenaré a nadie a quedarse.
Regresé mi mirada atrás, a la puerta del establecimiento y suspiré dolida.
—Él me olvidará.
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