⸻dos: invierte en el amor
temporada 6, episodio 8 - invierte en el amor
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―Muchas gracias.―dijo Sage, tomando el sándwich de queso a la parrilla que Alex probablemente había preparado para ella.
―Eso no es para ti.―se quejó Alex, pero le dio el sándwich de todos modos. Ella lo partió a la mitad y le entregó la mitad más grande mientras caminaban hacia el interior del hospital.
Alex le dio un mordisco se dirigían a la estación de enfermeras antes de que los detuviera el jefe Richard Webber.
―Karev.―dijo, caminando hacia el dúo.
Sage abrió la boca para saludarlo, pero Derek Shepherd la interrumpió. Tenía una sonrisa en su rostro y una taza de café en una mano mientras se acercaba. Sage le levantó una ceja a Derek, quien solo se rio entre dientes y negó con la cabeza.
Le daba un poco de vergüenza admitirlo, peor a Sage no siempre le había agradado tanto el gran doctor Derek Shepherd. Al principio se llevaba bien con él, pero luego empezó a acostarse con Meredith y ella pensó que se estaba aprovechando de ella, y luego apareció Addison, su esposa de la que no le había contado a nadie, y ella realmente lo odió. Pero, con el tiempo, recuperó la confianza de Meredith y la de todos sus amigos, incluida Sage. Eran buenos amigos, no tan buenos como ella y Alex, pero buenos amigos de todos modos.
―Uh, cunado estés libre, ven a buscarme.―Webber le dijo a Alex, ignorando a Derek antes de alejarse.
―¿De qué se trata esto?―le preguntó Sage al neurocirujano cuando el jefe ya no podía oírlos.
―Me despidió.―explicó Derek mientras continuaban hacia la estación de enfermeras.―Y me negué a que me despidieran, así que lo saludo todas las mañanas y no dice ni una palabra.
―Me suena familiar.―se burló Alex, metiéndose el resto de la mitad del sándwich en la boca.
―¿No has tenido noticias de Stevens?―él preguntó.
Sage frunció el ceño cuando Alex dijo:―Ni una palabra.
―Ya cambiará de opinión.―le aseguró Derek mientras tomaban los registros de la estación de enfermeras.
―Tiene razón.―agregó Sage, ofreciéndole a su mejor amigo una suave sonrisa.
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Al día siguiente, Sage fue asignada para operar junto a Owen, Callie, Cristina y Jackson a Hillary Boyd, una joven de quince años con cincuenta y dos fracturas agudas por haberse caído del techo de su casa.
―Bueno, parece que usaste prácticamente todas las herramientas del hospital.―dijo Owen, mirando la pierna.
―Si, te hace pensar dos veces antes de fumar hongos en el techo.―se rio Callie mientras trabajaba en la cadera.
―¿Y qué hay de su lenguaje?―dijo Owen, sacudiendo la cabeza lentamente.―Si alguna vez le hubiera hablado a mis padres así...
Se interrumpió cuando Callie se rio de nuevo en señal de estar de acuerdo y habló:―Oh, mi padre habría... oh, ni siquiera quieres saberlo.
Sage se rio en voz baja mientras continuaba trabajando en la pierna.―Mi madre me habría estrangulado. Tenía notas perfectas, pero no podía salirme con la mía, especialmente hablando así con mis padres.―les contó, recordando cómo Hillary le había hablado a su madre antes.
Cristina miró a Sage antes de hablar.―Tenía notas perfectas, un expediente perfecto y decía lo que quería, hacía lo que quería. Mis padres no podían hacer nada al respecto.
―¿Quieren que les cuente sobre mi infancia?―preguntó Jackson. El resto de los médicos en la habitación se quedaron en completo silencio.―¿No? Está bien. Solo lo pensaré en mi cabeza.
A Sage todavía no le agradaba mucho el chico Avery, considerando que casi la había empujado en su primer encuentro, peor de nuevo la había salvado de ser golpeada con un martillo y que nadie quisiera escuchar la historia que tenía que contar era muy vergonzoso, así que se sintió bastante mal.
―Yo lo haría.―le susurró Sage, sin levantar la vista de su trabajo.―Más tarde.
Él se volvió hacia ella con los ojos muy abiertos y ella podía decir que estaba sonriendo debajo de su máscara.
Ella puso los ojos en blanco mientras Callie termina de poner el clavo.
―Muy bien, los clavos están colocados. Todo está bien.―dijo Callie.―Echemos un vistazo.
Owen se estiró y agarró la radiografía para que pudieran ver la tomografía.
―Fantástico.―todos volvieron a su trabajo hasta que los monitores comenzaron a pitar, indicando que había un problema.
―El C-0-2 de final de espiración acaba de bajar de 34 a 22.―leyó Sage en el monitor.
―Oh, vamos.―gimió Callie.―Dame un respiro, Hillary.
Cristina levantó la vista para revisar su corazón.―Tiene un nuevo soplo.―informó.
―Hay un émbolo aéreo en su corazón.―dijo Sage mientras se mostraba aire ascendiendo en el monitor.
―Está bien, inunden el campo en solución salina.―ordenó Callie mientras todos se apresuraban a seguir sus instrucciones.
―Dame la cera ósea.―le dijo Owen a una enfermera.―Llama a cardio y coloca una bandeja torácica.
―Y ponla en posición Trendelenburg.―agregó Cristina, mirando a Owen.―Puedo... puedo aspirarlo.
Sage y Jackson rápidamente se miraron entre sí, luego a Cristina y luego volvieron a ayudar a Callie.
―No, no.―le dijo Owen.―Esperaremos a cardio e intentaremos encontrar la fuente.
―No.―argumentó Cristina.―Me llevará 30 segundos. Puede que a cardio le lleve media hora llegar aquí.
―Doctora Yang...―empezó Owen, pero ella lo interrumpió rápidamente.
―Ya lo he hecho antes. Sé lo que estoy haciendo. Podría sufrir un paro cardiaco en cualquier momento.
―Doctora Yang.―dijo Owen, volviendo la cabeza para mirarla con enojo.―No. Fin de la discusión.
Cristina se quedó indefensa mientras los monitores seguían funcionando. Miró a Sage, que reflejaba su expresión de impotencia. Intentaban hacer todo lo que podían, pero nada cambiaba. Iba a morir a menos que hicieran algo. A menos que Cristina hiciera algo.
―Esto es ridículo.―Cristina habló, apartándose de la paciente para mirar a Owen.―Estás perdiendo todo ese tiempo aquí abajo, cuando deberíamos estar tratando el problema cardiaco directamente.
―Estamos siguiendo el protocolo.―Owen respondió.―El corazón está en camino y podemos encontrar la fuente del émbolo de esta manera.
Cristina volvió a mirar a Sage, que asintió con la cabeza lentamente y con un gesto pequeño que no se notaría. Cristina sabía exactamente lo que significaba la mirada en sus ojos. "Hazlo."
―Al diablo.―dijo, moviéndose hacia el otro lado de Hillary.
―Doctora Yang, el paciente no está codificando.―comenzó Owen mientras Cristina se preparaba para aspirar.―Y usted no está calificada para hacer esto.
―Abran el pecho izquierdo.―Cristina lo ignoró.
―Oh, Yang, ¿en serio?―habló Callie.
―Enciendan el fluoro.
―¡Doctora Yang!
―¿Alguien podría pisar el pedal del fluoro?―preguntó Cristina, mirando entre Jackson y Sage.―¿O quieren que entre a ciegas?
―¡Doctora Yang, baje el bisturí!
Sage miró a Jackson, preguntando si podía reemplazarla.
―Ve, yo me encargo.―él murmuró.
―Gracias.―susurró ella antes de apresurarse a pisar el pedal. El monitor se iluminó y Cristina asintió con la cabeza hacia su amiga.
―Gracias.
Volvió a mirar a Jackson a los ojos. Por supuesto, llevaba una mascarilla en la parte inferior de la cara, pero ella podía notar que sonreía. Se rio entre dientes y sacudió la cabeza mientras miraba a Cristina, que continuaba con su trabajo.
―¡Tijeras!
―¡Cristina!―gritó Owen, pero ella no se detuvo.
Todos miraban ansiosos y Callie miró hacia la puerta.―Cardio está aquí, Yang.―le dijo.
―Está hecho.―dijo Cristina.―Ya terminé. El émbolo de aire salió.
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Sage suspiró, cruzando los brazos mientras se apoyaba contra la pared, esperando que Cristina terminara de lavarse las manos. Había estado esperando un rato y Sage supuso que Owen probablemente le estaba gritando.
Cristina había hecho lo correcto. Era la residente más talentosa y había salvado la vida del paciente, pero aún así había desafiado a sus dos médicos adjuntos, y Sage también.
Ni Callie ni Owen le habían dicho nada todavía pero solo era cuestión de tiempo antes de que ella también fuera reprendida.
―¿Crees que Yang esté en problemas?
Sage levantó al vista de punto en la pared que estaba mirando y se encontró con los ojos verdes de Jackson Avery.
Se encogió de hombros y dijo:―Probablemente. Hunt tiene un temperamento bastante fuerte, pero ella puede manejarlo.
Él asintió, mirando fijamente la puerta del quirófano.―¿Qué hay de ti?―le preguntó.―¿Estás en problemas?
Ella se encogió de hombros otra vez.
―Nadie ha dicho anda todavía, pero Hunt probablemente me va a gritar por ayudarla.―se rio entre dientes.
―Eso fue realmente genial, lo que hiciste allí.―la felicitó Jackson, juntando sus manos detrás de su espalda.
―Pisé un pedal.―se encogió de hombros una vez más.―Cristina fue la genial,
―Aún así.―insistió, colocando una mano sobre su hombro.―Fue genial.
Ella se rio en voz baja, sacudiendo la cabeza hacia él.
―¿Esa es tu manera de intentar hacerme tu amiga?―preguntó, cruzando los brazos y dándole una sonrisa cómplice. Esta vez fue su turno de encogerse de hombros mientras le sonreía.
―¿Está funcionando?
Estaba a punto de responder cuando la puerta se abrió y salió un Owen Hunt muy acalorado. Se detuvo brevemente para mirar a Sage, Ella le devolvió la mirada y por un momento pensó que le iba a gritar, pero en lugar de eso, simplemente se alejó.
Cristina salió un momento después ya arqueó una ceja cuando vio lo cerca que estaban Jackson y Sage.
Sage se aclaró la garganta antes de ir rápidamente a unirse a Cristina. Cristina unió su brazo con el de la chica Chang mientras comenzaban a caminar de regreso al vestuario de los residentes.
―¿Haciéndote amiga del chico lindo?―le preguntó Cristina en un tono empalagoso.
―Cállate.
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Al día siguiente, después de que Sage finalmente terminara con todas sus operaciones de posoperatorio de Callie y terminó el resto de su trabajo del día, se puso su polera y suéter favoritos antes de apresurarse a ir a casa a buscar las tartas de calabaza y manzana que había hecho.
Hoy era el cumpleaños de Arizona y le estaban organizando una fiesta sorpresa. Sage era conocido por sus tartas increíbles, así que Mark le había pedido que trajera un par con ella. Él pensaba que la fiesta era una mala idea, pero aún así quería las tartas.
Sage estaba de pie con Lexie mientras esperaban que Arizona regresara. Ambas chicas tenían gorras festivas en sus cabezas y cervezas en la mano-
Solo había estado allí unos diez minutos cuando todos escucharon que la puerta se abría.
―¡Sorpresa!―gritaron todos cuando Arizona entró al apartamento.
Arizona no se movió mientras seguían gritando "feliz cumpleaños" y moviendo todas las matracas que Mark había traído. Arizona se quedó allí por un momento antes de comenzar a llorar y salir corriendo.
Mark, que estaba sentado justo al lado de donde estaba Sage, suspiró y asintió, ya sabía que la fiesta no era una buena idea.
Arizona salió corriendo sollozando y Callie se encargó de correr tras su novia.
―Te lo dije.―dijo Mark mientras le daba un mordisco a la tarta de calabaza que ella había traído.―Pero la tarta está buena.―agregó, sonriéndole a Sage. Ella le dio un golpe en la nuca antes de irse a buscar algo de comer.
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La fiesta fue un fracaso. La mayoría de la gente se fue después de que Arizona saliera corriendo llorando y los que se habían quedado sólo se habían quedado por la tarta o por el alcohol.
Sage nunca había sido de las personas que beben mucho, pero definitivamente había bebido un poco más de vino del que debía esa noche.
Después de que Mark derramara accidentalmente su cerveza sobre su polera de los Eagles de Philadelphia, la chica había ido a la habitación de Cristina para buscar otra polera y cambiarse.
Cuando entró, se sorprendió al ver a Jackson Avery considerablemente ebrio saliendo del baño.
―¡Chang!―balbuceó, tropezando hacia ella.―Doctora, ¿puedo llamarte Smalls?
―No.―ella murmuró mientras buscaba en uno de los cajones de Cristina, tratando de encontrar una polera.―Sólo Alex me llama Smalls.
―¿Por qué sólo él?―preguntó Jackson, tomando otro sorbo de su cerveza.
―Porque es mi persona.
―¿Qué hay de Sagie? ¿O aún no hemos llegado ahí aún?―preguntó nuevamente, deteniéndose a unos pocos centímetros de ella. Ella negó con la cabeza y finalmente sacó una polera marrón que le gustaba.―¿No? Bien. Doctora Chang, déjame decirte que estuviste increíblemente caliente en el quirófano ayer.―dijo, apoyándose en la pared.
Sí, definitivamente estaba borracho.
―Pisé un pedal.―le recordó ella, intentando pasar a su lado para poder cambiarse.
―Sí, pero estuvo caliente.―le bloqueó el paso.―Tú estuviste caliente.
―Vale.―dijo ella, forzando una sonrisa.―Estás borracho y tengo que cambiarme.―hizo un gesto hacia al cerveza que le empavaba la polera.
―Estoy... de hecho, borracho.―dijo él, señalándola con el dedo.―Pero eso es legal, ¿sabes? E incluso si no lo estuviera, tú eres la que rompe las reglas, lo cual creo que establecimos en la cirugía.
―Pisé un pedal.―repitió, cada vez más cansada de toda esta interacción.
―Suenas tensa, ¿estás tensa?―preguntó, ignorando por completo su comentario anterior.
―¡No! ¡Y me agradas mucho más cuando estás sobrio!
―¿Sería muy malo, muy malo si yo solo.. ya sabes, por todo esto del asunto del émbolo y por ti en general... si yo solo...?
Estaba a punto de intentar pasarlo de nuevo, pero se detuvo cuando él se inclinó y la besó. Ella inmediatamente dejó caer la polera cuando sus manos se posaron en sus caderas y la presionó contra la pared.
―No.―ella colocó sus manos sobre sus hombros y lo empujó hacia atrás. Él quitó sus manos de ella y dio un paso atrás.
Esto estaba mal. No había forma de que terminara bien. Apenas lo conocía y no estaba dispuesta a convertirse en una versión femenina de Mark Sloan y comenzar a acostarse con extraños.
―Estás borracho.―ella dijo.―Estoy borracha.
Salió de la habitación antes de que él pudiera decir algo, olvidándose de la idea de cambiarse la polera mojada. Rápidamente encontró a Mark, ya que necesitaba a alguien con quien hablar y que la llevara a casa.
A ella siempre le había agradado, desde que Derek le había dado el primer puñetazo, por lo que tuvo que coserlo. Era un poco grosero con ella y era un prostituto, pero también era divertido y amable.
―Llévame a casa.―habló, parándose frente a él.
―Tengo una novia, Sagie, pero...―empezó a decir, pero ella no lo dejó terminar.
―No, idiota.―espetó, dándole un golpe en la nuca.―¡Llévame a mi casa!
―Vete a tu casa tú misma.―le respondió con sarcasmo, comenzando a alejarse de ella.
―¡Mark!―susurró ella, mirándolo con una expresión que él sabía que significaba que realmente lo necesitaba.
―Está bien, está bien.―dijo él levantando las manos en señal de rendición.―¿Qué hiciste?―agarró las llaves de su auto del mostrador.
―Más tarde te cuento.―murmuró ella mientras él le pasaba un brazo por los hombros y la sacaba del apartamento.
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