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Capítulo 9.

¡Hola mis bonitos lectores! ¿Cómo saber cuando la autora anda muerta? No sube nada en la semana </3, perdón por la inactividad, pero acá me tienen.

El capítulo me quedo un poco más largo de lo usual porque pasan muchas cosas en él, pero era su planificación original, así que espero que les guste.

Mil gracias por leer.

El mundo se detuvo tres veces esa noche.

La primera fue en los ojos de Yut-Lung Lee.

El chico de facciones hermosas y sombra de tristeza le alisó los hombros a la libertad robada, sus yemas acariciaron con lentitud el prensado de hilo y los bordes de satín, sus labios se fruncieron bajo el reflejo de unas orbes demasiado vastas y resplandecientes para tan decadente callejón, la noche tuvo sabor a Camel y su corazón arremetió al ritmo de pandora, él suspiró, esto debía salir bien. Había sido toda una proeza separar al lince de Nueva York del japonés, la aflicción con la que el rubio gritó entre pesadillas cuando se lo arrebató le recordó a él de niño, cuando las gotas de miedo empapaban su cama y la voluntad de una madre perdió sus alas, el temblar entre las sábanas, la leve capa de ácido bajo el pijama, los sueños que se perdieron hacia Nunca Jamás. Él negó, los murmullos de la ciudad lo estaban haciendo delirar, aunque estaban a un par de locales de aquella pretensiosa fiesta la pestilencia del cinismo se le había clavado como cáncer al pulmón. Él debía probarle que era mejor.

—¿Te sientes listo Eiji? —Las cuerdas vocales se le enredaron para que él no pudiese hablar, un torpe asentimiento fue su respuesta—. ¿Recuerdas las instrucciones que te di? —La tensión les electrificó hasta la última vertebra de sus almas. El tintinear de los postes de luz fue enfermizo.

—Debo mantener un perfil bajo y tratar de acercarme a Dino Golzine. —Pronunciar aquel nombre fue un desagradable retorcijón para sus entrañas, la ansiedad le presionó el pecho, las piernas le temblaron como hojas—. Dijiste que en estas fiestas es común que él presuma sus pertenencias y tenga la guardia baja. —Yut-Lung Lee relajó sus hombros, al menos lo había escuchado en el camino hacia la locura.

—Correcto. —Él le acomodó un mechón de cabello al japonés detrás de la oreja, la imagen fue casi galante—. Como el viejo solo invita a gente importante a estas reuniones le encanta pavonearse y alardear sobre su poder, no te prestara atención. —La mandíbula del más joven se desencajó, sus uñas se clavaron a sus hombros, alguna vez él fue la muñeca con la que él jugó en esa casa.

—¿Crees que solo se subirá a un escenario y anunciara lo que sabe? —Al psicólogo aquella idea le parecía ridícula. La curiosidad se deslizó como calina entre ellos dos, la nariz le cosquilleó bajo la palidez de su propio aliento.

—Justamente eso hará. —La seriedad con la que su compañero pronunció eso le heló la sangre, las risas del centro le martillearon la cabeza—. Es una persona egocéntrica, lo último que está esperando es que alguien se infiltré ahí, más con toda la exclusividad del ambiente. —Yut-Lung Lee se encogió de hombros—. No lo verá venir. —Él era carne y hueso. Complejos y sueños.

—¿Cómo conseguiste tú la invitación? —Con una sonrisa altanera el más bajo sacó una identificación de su bolsillo, la cadena se deslizó como agua entre sus dedos, aquel mohín de satisfacción fue alivio.

—Tengo mis propios métodos. —Sin esperar respuesta él colgó la invitación alrededor del cuello del japonés—. Mantente alerta toda la noche, trata de prestarle atención a las figuras importantes, va a estar lleno de sanguijuela. —Los dedos del moreno repasaron las letras de su muñeca con una compulsión divina, la imagen de Ash clamando por él mientras sollozaba se le había quemado a las pupilas. El corazón se le quebró pero solo encontró la mitad.

—Entiendo.

—No es lo mejor que pudimos improvisar pero luce decente. —La voz de Arthur fue la que retumbó en aquel callejón—. Le queda un poco grande aunque no creo que importe. —Los pasos de Shorter fueron torpes y cojos en el camino de la luz, tratar de arremangarse la camisa fue imposible con tanto sudor en las palmas, la chaqueta le quedaba suelta y los pantalones le arrastraban.

—¿Tan elegante es esto? —Al no soportar más de los intentos del moreno por arreglarse aquel saco Yut-Lung Lee intervino, la presencia del más joven fue un rayo paralizante para las neuronas del policía, esa era la primera vez que él se le acercaba por voluntad.

—Te pedí por teléfono que te vistieras de gala y llegaste con tu uniforme. —El reproche fundido con la saña fue hipnotizante—. No sé lo que pasa debajo de esa cresta de gallina tuya. —Quizás la tintura se le había deslizado hacia los pensamientos para teñirlos de insuficientes. El más alto dejó que el contrario hiciera lo que quisiera con él, las cosas en el cuartel no le daban un buen presentimiento, él tenía que actuar antes de que fuese tragedia.

—Esta será la única vez que haré esto. —El chino alzó una ceja mientras le terminaba de acomodar los puños de la camisa—. Y solo lo hago porque escuché a Fox balbucear sobre esta noche. —La suavidad con la que Eiji lo miró le trabó el aire, la cadena con la invitación pendió como cuerda sin suelo, el tacto fue frío y áspero, le desagradó.

—Lo sé. —Cuando Yut-Lung Lee acabó de ordenarlo él lo contempló como si fuese un artista atormentado—. Te ves bien. —La perplejidad en el rostro de ambos fue tartamuda bajo esas palabras—. Para el desastre que eras, quiero decir. —No hubo sinceridad en el orgullo ni en la noche. El más joven optó por darse vueltas y recoger la dignidad que no se le había perdido en las alcantarillas.

—Entran un par de horas, tratan de codearse con gente importante y salen antes de que Golzine empiece a pedir donaciones. —Fue el rubio quien intervino—. ¿Entendido? —Que Eiji estuviese con ellos dos y no con Ash era algo que lo satisfacía de sobremanera. Era una lástima que no viese la cara del lince cuando despertase y su presunta alma gemela ya no estuviese entre el caos de la pandilla.

—No es mi primera vez de incógnito. —Él se arrebató los lentes de sol antes de echarse el cabello para atrás—. Podemos hacerlo. —Sin embargo, esta sí era la primera vez para el japonés. Toda una pesadilla.

—Eiji. —Yut-Lung Lee le apretó la muñeca, aquellos oscuros ojos de dalias centellaron una infinidad de secretos—. Buena suerte. —Pero no le dijeron nada.

El mundo se detuvo tres veces esa noche.

Aquella fiesta le pareció sacada de una vieja película de la década del 70, era un cortejo entre la magnanimidad y la elegancia, las pesadas y largas cortinas de terciopelo le dieron un toque de secretismo y exclusividad a los murmullos del lugar, la champaña era más transparente que las estrellas, las risas del fondo fueron un agónico chirrido para ellos dos, ellos intercambiaron una mirada afligida antes de abrirse paso a semejante locura, Yut-Lung Lee tenía razón, decenas de rostros conocidos e importantes tomaron forma de máscara, Shorter se encogió en aquel vasto océano de traición, él creía en la justicia, él le había perjurado su vida con tal de mantener sus ideales, sin embargo, encontrarse con los poderosos cenando con el diablo le dejó un sabor amargo. No quería hallar a alguien de su preciado cuartel en esa pesadilla, aunque Fox fuese un hombre retorcido, al menos tenía integridad ¿No? Métodos cuestionables, un carácter insoportable y un pasado pecaminoso, pero era el líder de su batallón.

—¿La gente de la estación sabrá sobre estas cosas? —Aunque el más joven les había garantizado que Dino Golzine tendría la guardia baja seguridad privada se pavoneaba por la fiesta, era un mundo de lujo e hipocresía absorto de la realidad. La naturalidad con la que Shorter se movió lo dejó perplejo—. ¿Realmente has estado de encubierto antes? —La sonrisa del más alto ventiló las telarañas de la inseguridad.

—Algunas veces con Max pero nada tan grande como esto. —La música de la noche lo mareó, el rojo y el negro fueron un cliché—. No tienes que preocuparte, nadie nos conoce, por eso nos mandaron. —La aflicción le cerró los labios al japonés. Él lo sabía, sin embargo, los buques hundidos en su estómago le dieron un mal presentimiento, él se limpió el sudor de las palmas contra la camisa—. Relájate. —Además estaba Ash, dejarlo y que él lo llamase así le desgarró el corazón.

—¿Cómo se supone que encontraremos al anfitrión? —Tal vez podía recoger algunas de sus piezas en tan elegante velada—. El lugar es gigante. —El rechinar de los tacones y las miradas coquetas pusieron nervioso al policía, él se aflojó la corbata, el cuarto estaba repleto de bellezas, esta era la verdadera punta de la alcurnia. Políticos brindando con el diablo, empresarios vendiendo humanidad.

—Tú lo has visto ¿no? —Dino Golzine era un secreto a viva voz en Nueva York—. Ya sabes, en las fotografías. —Su presencia era casi omnipotente, él estaba involucrado con las ratas del bajo mundo y con la estirpe del dinero. Antes de que Eiji pudiese responder las luces bajaron y los aplausos los envolvieron.

Un hombre, con un largo bigote blanco adornando lo hosco de sus facciones, con un elegante traje de diseñador ceñido al descaro y un aura prepotente subió a un pequeño escenario, la admiración en el rostro de los invitados le retorció las entrañas, él tocó el micrófono con una sonrisa de cristal antes de relajarse frente al público. Todo el cuerpo de Eiji se llenó de sudor frío y temor, un sinfín de imágenes que no pudo ver le golpearon la mente, su respiración fue un ataque de hiperventilación, sus gritos no pudieron ser articulados, él trató de retroceder, sin embargo, dejó de sentir el piso, cuando los ojos le ardieron, cuando el color se le perdió y temió desfallecer, él comprendió que aquel terror no era de él. Otra vez, él estaba sintiendo a Ash.

Él se aferró a la muñeca de Shorter con desesperanza. ¿Qué tanto daño debió haberle hecho ese hombre al lince de Nueva York para gatillar esa clase de reacción? Él lo entendía, había estudiado el temor en sus dos últimos años de universidad, era una respuesta primitiva que el sistema disparaba ante una amenaza, no obstante, él se apretó el pecho, mierda no podía respirar.

La segunda vez que el mundo se detuvo fue bajo las garras del horror.

—¿Estas bien? Te pusiste pálido. —Ninguno de los dos pudo escuchar las palabras introductorias del anfitrión en la miseria—. De repente pareces enfermo. —La voz de Dino Golzine le escurrió por las entrañas como brea, la memoria de ese sujeto le quemó la piel, contuvo una arcada. Asqueroso.

—Es él. —En la desesperación que chorrearon esas palabras Shorter entendió que ese ataque de pánico no era de su mejor amigo—. Ese es nuestro sujeto. —El escenario le tembló cuando la mirada se le empañó. El mundo dejó de ser real y él dejó de ser él. Calma, debía mantener la tranquilidad. Con un carraspeo la atención regresó al presentador.

¿Qué es un alma gemela?

—Llegamos al mundo a la mitad. —La declaración de Dino Golzine retumbó en un escalofrío hacia el público, el gélido pendió como perplejidad esa noche—. Somos una misma esencia vertida en dos contenedores diferentes. —Sus pasos fueron estridentes e intimidantes en aquel podio, sus manos se deslizaron detrás de su espalda con tranquilidad, el vendedor de humanidad—. Y la única pista que tenemos para encontrar a la otra persona es una palabra tatuada en la muñeca. —La sonrisa de ese sujeto chirrió en la mente del japonés.

—Esto no me gusta. —Shorter no le prestó atención a su murmullo, su atención había sido robada por la perversidad. Lo seductor de un psicópata.

—Qué mundo más cruel es este, tenemos que jugar al detective para encontrar a nuestra otra mitad. —Los chirridos hicieron que el más bajo se encogiera, aquel discurso era delirante—. Eso es un alma gemela. —Dino Golzine se aferró a su propia muñeca—. Algunas conexiones son tan potentes que consiguen transgredir el límite entre el cuerpo y la mente.

La piel se le erizó, sus piernas fueron nudos, el sudor le empapó la camisa. El japonés no pudo evitar preguntarse si así era sufrir alguna clase de trastorno disociativo. La realidad le lloró. No era su cuerpo, no era su mente, no eran sus recuerdos, no eran sus heridas.

Pero eran de él.

—Imagínense lo incómodo que debe ser sentir las emociones de la otra persona. —Las risas en el público le helaron la sangre—. Aunque conexiones así de fuertes son solo mitos, imagínense tener que pasar por todo eso y que aun así no te guste tu destino. —La mente de Shorter rechinó en ese discurso para hacer click, él sabía que aquella locura parecía sacada de una misma secta satánica, no obstante...

—Lo que dice es verdad. —Él no lo pudo negar.

—¿Por qué tenemos que conformarnos con aceptar un alma gemela en lugar de elegirla? —Los susurros le arañaron la mente en una esquizofrénica sacudida, Eiji se sentía como un niño aterrado bajo la cama siendo cazado por un depredador—. ¿Por qué no podemos comprarla? —Pero no era él.

—No me gusta el rumbo de su discurso. —Era Ash quien tiritaba y suplicaba por piedad.

—Eso es lo que quería anunciar esta noche. —La idea era omnipotente, imposible y ridícula, sin embargo—. Estoy trabajando para que ustedes puedan forzar a quien quieran a ser su alma gemela. —El público se la tragó junto a la champaña. Compraban olvido y vendían recuerdos. Shorter y Eiji se vieron aplacados por aquella multitud, la oscuridad del ambiente ocultó el terror.

—¿Eso se puede hacer? —El policía no supo qué responderle a su mejor amigo, él lo hizo retroceder ante la filosa y narcisista mirada de Dino Golzine.

—Si es así estamos en problemas. —Esto era lo que hacía el poder. Algunas personas se tenían que arrastrar para pagar una renta de mierda mientras ellos iban vendiendo humanidad como si fuesen cigarrillos. Enfermizo.

—Al final de la velada les pediré que me entreguen sus datos para poderlos contactar si les interesa probar esta novedad. —Un alma gemela era la única certeza absoluta con la que los seres humanos llegaban al mundo, su morder fue compulsivo, su latir convulsivo, si eso se podía cambiar—. Lealtad absoluta y obediencia ciega es lo que les puedo garantizar.

¿Quién estaba a salvo?

Fue macabra la normalidad con la que las personas comenzaron a charlar sobre ese descubrimiento, algunos exclamaron con orgullo que comprarían decenas de almas gemelas para ser alabados, otros las usarían para manipular, algunos atarían con una maniática obsesión a lo platónico, matar por devoción, morir por lealtad, pecar por obediencia. Shorter palideció, su risa fue muerta y frustrada, así que este era el cielo de los poderosos, intercambiaban vidas como si fuesen cartas, sus uñas se clavaron a su palma, la ira le destruyó las entrañas. Un alma gemela debía ser sagrada. La demencia en esa fiesta se acumuló junto a las colillas. Sus dedos frotaron su frente, le acababan de arrebatar el pilar de su cordura, los mortales como él necesitaban de una esperanza para seguirse arrastrando y aunque él odiase admitirlo las letras en su muñeca significaban algo, lo ayudaban, y si alguien lo forzaba a ser el destino de un tercero. Joder, no, ¿Este era el verdadero rostro de la realidad?

—¿Dónde se fue? —Las palabras de Shorter le parecieron lejanas al japonés, él parpadeó, ajeno a la velada. Se odiaba por especularlo, no obstante, su primer pensamiento fue Ash y su muñeca en blanco—. ¿Eiji? —Debía concentrarse, Yut-Lung Lee confiaba en él.

—Con el ajetreo no vi a donde se fue. —Dinero era servido en bandeja de plata y espíritus eran vendidos por el hombre de las sonrisas. La magnificencia de la miseria.

—Deberíamos separarnos para investigar. —La indignación alzó una ceja en el más bajo.

—¿Nunca viste Scooby Doo? —El pánico en su mejor amigo le causó ternura—. Shorter, es la peor idea que podrías haber tenido. —Sin embargo, el reloj avanzaba y si no se llevaban alguna prueba sería haber venido por nada. Su palabra contra la de él. Dejar a Eiji solo era un salto de fe.

—Entonces terminemos con esto rápido. —El psicólogo bien conocía la clase de mirada que se había encendido en Shorter Wong. Aquella lo había hecho famoso en el cuartel—. Este lugar no debe ser tan grande. —Él estaba sediento de justicia. Para todo ser humano tenía un significado especial poseer un alma gemela.

—Bien. —El policía no supo lo mucho que anhelaba la suya hasta que el temor a perderla le caló debajo de las venas—. No debe ser tan grande. —Pobres ingenuos.

El lugar era interminable.

Eiji escuchó muchas cosas nauseabundas y trastornadas esa noche, tal como Yut-Lung Lee le dijo, la multitud estaba confiada, era como si esas cuatro paredes pudiesen contener todos los secretos, no obstante, estos ya se estaban desbordando por el techo. Poniendo su mejor máscara y tomando un denso trago de valor él se paseó por aquella residencia como si fuese importante, las piernas se le paralizaron cuando el reloj marcó la media noche y él encontró en lo que parecía ser una oficina a Dino Golzine, él se mordió el labio antes de apegarse al otro lado de la puerta. No estaba solo. El estómago se le revolvió con una putrefacta sensación, bien, no debería sorprenderle que Eduardo. L. Fox fuese una basura. El coronel ya había protagonizado un sinfín de rumores escandalosos a lo largo de su carrera. Ambos estaban frente a un escritorio, descifrar sus expresiones le fue imposible, la atmósfera era insufrible.

—¿Ya estas satisfecho con esto? —Lo lúgubre en la voz de quien fue su jefe lo paralizó—. ¿Cómo se supone que arreglaremos este desastre? ¡No tenemos ni un maldito caso exitoso! —Eiji dio un respingo con el estruendo de un vidrio quebrado, seguramente el exmilitar había arrojado un vaso contra la pared.

—La traición de Dawson nos tomó por sorpresa a todos, necesitamos actuar antes de que sea tarde. —Un miedo diferente se instaló en el cuerpo del japonés, contener el escalofrío en su columna fue imposible, sentir tanto a Ash lo empezaba a afectar—. Pero sí tenemos un caso que resultó exitoso en el cambio. —El aire fue filo de navaja en esa habitación. El ceño de Fox se tensó.

—¿Dónde está? —Él no había aprobado semejante imprudencia.

—Lo perdimos hace un tiempo. —Mucho menos cuando el proyecto estaba a medias, Dino Golzine se apretó el engaño contra el rostro—. Pero es posible y podemos hacerlo comercial luego de otra prueba de campo. —La aspereza en su voz fue desagradable. Al coronel no le interesaba venderlo, pero no se lo diría aún, sus brazos fueron muros sobre su pecho.

—¿En cuántas personas lo probaste? —La tráquea del japonés se cerró, la verdad fue un susurro fúnebre en su oreja—. Dijiste que estabas investigando los efectos segundarios en tus conejillos de indias ¿no? —La risa del anfitrión le martilló la cabeza.

—En los hombres que le asigné a Ash. —Bones lo abofeteó en una epifanía—. Sí. —La noche fue gris—. Los necesitamos de regreso pronto, este juego del gato y el ratón ya me está fastidiando. —Su corazón no pudo evitar crujir al escuchar aquello. La mandíbula se le cayó—. Parece que aún debemos perfeccionar algunas cosas y entender la relación que tiene la impresión con la voluntad del sujeto, pero se puede obtener una obediencia ciega. —Aunque él quiso retroceder se forzó a seguir escuchando. Mierda, esto era turbio.

—Someter a alguien por completo por amor. —El sarcasmo con el que Fox pronunció esa última palabra fue grotesco—. ¿Cómo diablos se supone que un alma gemela hace eso? —El suspiro de Golzine fue pesado y fatigado. Esta alianza momentánea no lo terminaba de convencer.

—Para eso teníamos a Dawson. —Él maldijo el repentino brote de consciencia que el científico tuvo con cada fibra de su ser—. Por el momento solo podemos seguir experimentando y encontrar a Ash. —Su expresión fue lánguida y macabra—. Por mientras usemos a los voluntarios de esta noche. —Al menos la desgracia no discriminaba. Esto se estaba saliendo de su control.

—Eiji. —Una mano sobre su hombro lo hizo saltar, su rostro no tuvo la oportunidad de tensarse al observar a Max y Shorter detrás de él—. Me tienes mucho que explicar. —Era verdad, pero no ahí.

El japonés los agarró de la muñeca para apartarlos de aquel cuarto. Solo cuando estuvo seguro de que ni Fox ni Golzine los podrían encontrar en la magnanimidad de la velada él los soltó. Las palabras del psicólogo perecieron bajo lo efímero de un arrullo, los brazos de Max temblaron a su alrededor, el más alto lo sostuvo con fuerza, había tratado de disimularlo para no alterar los nervios de Shorter y poderle sacar el secreto que guardaba, sin embargo, estaba preocupado hasta los huesos por él.

—Has estado actuando extraño desde que me preguntaste por mi impresión. —No fue necesario que el japonés le dijese algo para que él lo supiera, esos ojos nunca le habían podido mentir—. ¿¡Encontraste a tu alma gemela!? —El suspiro de Shorter fue pesado, lo que le sobraba a su jefe de valentía lo carecía de sutileza.

—Aún no sabemos. —La sonrisa de Max se esfumó antes de ser esbozada, sus pensamientos comenzaron a conectar los hechos como si fuesen una hilera de dominó a media caída.

—No es ese sujeto de la estación ¿verdad? —El asco le cerró la garganta, la piel se le erizó al recordar la mirada de aquel delincuente, él no aceptaría como el otro extremo de su preciado pupilo a semejante bárbaro—. Frederick Arthur, el tipo raro que entrevistaste. —El rostro de Eiji se tiñó de vergüenza bajo la desvergonzada carcajada de Shorter, el alarido del castaño fue exagerado y desafinado—. Esto es como esa película de super héroes que vimos con Michael, la doctora que se enamora de su paciente chiflado. —El más bajo se frotó el ceño, sus dientes crujieron en busca de paciencia. A esto lo habían rebajado.

—No es él. —Ninguno de los dos lo escuchó, eran una combinación peligrosa—. ¿Qué haces tú aquí? —El más alto salió del trance de la desgracia para sacar de su bolsillo una tarjeta como la que ellos tenían colgadas en sus cuellos. Una invitación.

—Jessica usó algunos de sus contactos para conseguírmela. —Las luces volvieron a bajar en el salón—. Hay mucho ajetreo en el cuartel y escuché que Fox vendría esta noche. —Dino Golzine se volvió a subir al escenario para anunciar el registro de voluntarios—. Pero no lo he visto. —Maldición, debían salir.

—Yo tampoco lo encontré. —Shorter se mordió el labio, la decepción fue un velo sobre sus hombros, la invitación le pesó como una cadena. ¿Cómo creer en la justicia si sus rostros eran arpías esta noche?—. Tal vez ni siquiera vino. —El nudo en su corazón lo comenzó a asfixiar, sus manos se acomodaron sobre su impresión. Ni siquiera sabía quién era su fragilidad y ya la sentía perdida.

—Yo escuché algo. —Los dedos de Eiji fueron un convulsivo temblar contra los bordes de su camisa—. Yut-Lung también debería saberlo. —Ese nombre fue un eco vago entre las memorias del Lobo.

¿Por qué lo conocía?

—¿Yut-Lung? —Pronunciarlo solo le dio escalofríos, el caso le sonaba.

—Han pasado muchas cosas estas semanas, viejo. —Él no supo qué fue peor; que el moreno hiciese aún más evidente la pérdida de su cabello o la mueca repleta de aflicción que le entregó Eiji.

La verdad fue un espacio vacío en la cama de la realidad.

El parpadear de los postes de luz en aquel desolado callejón junto al susurro del invierno hicieron del ambiente aún más incómodo para tan pintoresco grupo. Max y Arthur intercambiaron una mirada fatigada, estar del mismo lado de las rejas les pareció extraño a ambos. Aquella noticia fue un balde de agua fría para Yut-Lung Lee. Irónico, tuvo que regresar al comienzo para encontrar el final, sus dedos se aferraron a su muñeca, sus colmillos se clavaron para envenenarlo con destino. Aunque él no podía elegir qué se quedaba y qué se iba, él anhelaba albor en esa confesión.

—Así que experimentaron con la pandilla. —Él no quiso mirar al japonés cuando musitó aquello, su corazón quería una revelación, no obstante, las grietas en su interior eran demasiado profundas para tenerla ahora. El aroma a ciudad fue desagradable.

—Así parece. —La punzada en el alma de Shorter fue más endeble que sus palabras. Verlo así le dolía.

—Si un alma gemela se puede cambiar... —Fue Arthur quien pensó en voz alta—. ¿Cómo están tan seguros de que tienen a la persona correcta y no fueron manipulados? —Las luces fueron violentas en la decadencia de Nueva York, el más joven se frotó el ceño, sus memorias eran como un cóctel de pastillas, él siempre había tenido esa palabra ¿Verdad? Se le mareó la visión.

—¿Nos va a dar problemas tu jefe? —La pregunta de Yut-Lung le erizó la cordura a Max, alguien tan hermoso no debería ser tan hosco—. Porque si es así tendré que tomar ciertas medidas. —Él estaba lleno de espinas y cicatrices, el tosigo enlazado a su voz fue su confirmación.

—No lo haré. —El castaño extendió sus palmas en el aire como seña de paz, aquel burdo gesto no convenció al bando contrario—. Además, tenemos que reevaluar quién es de confianza en estos momentos. —La decepción fue un nocaut en el ring de la justicia. Sus manos juguetearon de manera ansiosa sobre su vientre—. Mierda, la vida se nos complicó. —Quizás, o tal vez siempre fue así pero tenían los ojos cerrados.

—Max. —La aflicción en el rostro del policía se robó los reflectores—. ¿Qué haremos con Fox? —El aludido frunció la boca, sus pensamientos se hundieron como anclas en el tormento de la impotencia. Era el juego del gato y el ratón.

—Nada. —Hasta Arthur dejó escapar un jadeo de sorpresa con dichosa respuesta—. Por el momento es su palabra contra la nuestra y si llegamos sin pruebas al cuartel él puede ponerse en nuestra contra, es un movimiento imprudente por donde los mires.

Shorter lo sabía, no obstante, la frustración le dejó escrita diez heridas entre las dos manos. Joder, él odiaba eso, él pensaba que el bien y el mal se encontraban divididos por una guillotina, su respiración fue pesada.

—Lo entiendo. —Ese ya no parecía ser el caso—. Esta solo fue una alianza de una noche. —El policía le extendió la palma a Yut-Lung Lee—. La velada ha terminado. —Era demasiada corrupción que procesar para un exdelincuente juvenil. El contrario alzó una ceja ante tan vulgar gesto, sin embargo, le debía un favor.

—Estaremos en contacto por si surge una emergencia. —Cuando la salvación y la fragilidad se dieron la mano una extraña y potente estática golpeó hasta la última chispa de sus almas, el estómago les burbujeó, las piernas les temblaron, la sangre fue electricidad y la mente perplejidad. Ambos se perdieron en la mirada del contrario, ambos se quisieron aferrar a ese momento.

—No mereces que Ash te trate así. —Pero no lo hicieron—. Cuídate, Yut. —El nombrado sonrió, viendo como la pareja de justicieros desaparecía en la manía de Nueva York.

—Señoritas. —Arthur golpeó el techo del auto para robarse la atención—. Ya nos vamos. —Pero la mente del chino había partido apenas Eiji le soltó tan desalmado descubrimiento.

Él ni siquiera había entrado a la dichosa fiesta, lo único que había hecho fue investigar por los alrededores que frecuentaban los clientes de Dino Golzine con la copia barata de su novio, sin embargo, él se profesaba cansado, tan agotado que solo pudo dejarse caer sobre el hombro del japonés en el asiento de atrás para dormitar. Su propia sonrisa le desgarró los pedazos, él pensaba que le afectaría más, se supone que Ash Lynx era su motivación para seguirse arrastrando por la decadencia, él era su salvación, ¡Sí! Él era el amor de su vida. Él se mordió el labio, la fricción entre sus yemas y su impresión fue dolorosa. Fue en ese mugroso vehículo, con una vieja canción de rock siendo tarareada por la endivia, en el acuno de quien debía ser su rival que él lo entendió.

Él nunca había amado a Ash.

—Eiji. —Yut-Lung Lee sintió alivio al sincerarse consigo mismo—. ¿Tú alguna vez has sentido físicamente a tu alma gemela? —Tal vez él solo buscaba aferrarse con desesperación a algún lugar, él quería que alguien lo necesitase y le hiciese sentir valioso, no obstante, Ash hace años no hacía eso.

—A veces creo que puedo sentir sus pensamientos, pero es una imagen un tanto confusa, como si no pudiese entenderlos del todo. —La respiración del más joven le erizó el cuello, sus cabellos le hicieron cosquillas—. Otras la siento en el cuerpo, una vez desperté lleno de heridas que no sabía cómo me las había hecho. —Él sonrió cuando el chino se restregó contra su hombro, el cuadro le recordó a un gato arisco, se acercaba cuando quería bajo sus propios términos. Los párpados le pesaron.

—¿Te sientes menos solo teniendo una? —Sus yemas juguetearon sobre aquellas letras, si el lince de Nueva York no era su preciada libertad.

¿Quién lo era?

—De hecho me siento más desdichado con ella. —Aquella fue una respuesta inesperada, Yut-Lung Lee se removió en el asiento para poderlo vislumbrar, la oscuridad se había posado en las pestañas del japonés para ser atenuada—. Sentir la soledad de otra persona y no poder hacer nada para consolarla es algo a lo que no me puedo mantener indiferente, me frustra no poder hacer nada. —Y fue en esa clase de mirada que el más joven lo entendió—. Odio esa impotencia. —Eiji Okumura era como un girasol.

—Ese es un pensamiento estúpido. —Mientras él y Ash estaban repletos de espinas el psicólogo era pétalos de sol—. Te vas a herir así. —En el fondo él siempre había aborrecido la idea de que su novio no tuviese una impresión y estaba cansado de negárselo. Sostener esa farsa lo hizo miserable.

—Tal vez. —Él quería que alguien le correspondiese, él deseaba ese ridículo amor ciego que se supone que un alma gemela ofrecía, él anhelaba a su salvación—. Pero sino estas dispuesto a salir herido no puedes amar. —El aromatizante del auto le caló hacia los pulmones, el mecer en la autopista fue tranquilo. Su mente rechinó con una obsesiva pregunta.

—¿Crees que es muy tarde para que yo encuentre a la mía? —Había pasado tanto tiempo forzándose a encajar con el rubio que los había terminado rompiendo a ambos.

—No deberías dejar que te afecte tanto esto. —Eiji se había jurado mitigar sus emociones por el lince de Nueva York para no herir a más personas—. Han pasado por mucho juntos. —El romance no valía la pena si era a costa de alguien más.

—Ese es el problema. —Sin embargo, esa noche Yut-Lung Lee tomó una decisión—. Seguimos pasando por muchas cosas cuando deberíamos superarlas. —Él ya no se mentiría más. Aunque implicase estar solo, aunque con eso perdiese a quien él clamó para que fuese su alma gemela. Él merecía mejor.

El mundo se detuvo tres veces esa noche.

La tercera vez fue en los brazos de Ash Lynx.

Cuando Yut-Lung Lee contempló la desesperación con la que el rubio se aferró al psicólogo él comprendió que el lince de Nueva York tampoco lo había amado, sus hombros se dejaron caer en la realidad, él rio, pensó que le dolería más, no obstante, se lamentó por lo patético que le resultó ese despecho. El nudo en su estómago no lo dejó respirar. Maldición, ser sincero no era tarea sencilla, pero ahora tenían a la muerte persiguiéndolos y la prioridad no era llorar. Él era fuerte, él no necesitaba esa clase de emociones, y mientras nadie se atraviese a cuestionar su lugar en su reinado se las arreglaría para estar bien.

—Desobedeciste mis órdenes. —La aspereza en las palabras del rubio le pareció hilarante, él ya no lucía tan intimidante ni galante bajo el reflector del desamor—. Fuiste a esa fiesta ¿no es así? —La sonrisa del más joven fue larga y altiva. De pronto Yut-Lung Lee se sentía mucho más él.

—¿Qué si fue así? —Él se encogió de hombros antes de darse vueltas, los colores se profesaron más ligeros en el papel de la sinceridad. Él se hizo más valiente—. Averiguamos cosas importantes, deberías estar agradecido de que uno de los dos sea diligente para guiar este desastre. —El veneno en sus palabras fue dulce, la seguridad en su caminar lo llevó hacia la libertad—. Yo tomaré las riendas de esto mañana.

Él sabía que tenía que hablar con Ash más tarde y escribir el punto final, no obstante, bien merecida tenía una noche de sueño.

—¿Cosas importantes? —Eiji le golpeó el pecho, moriría asfixiado si lo seguía abrazando con semejante brutalidad, el pavor lo hizo soltarlo—. Perdón, no me di cuenta.

Ash Lynx era un desastre. Su mente era ciega, su corazón sordo y su alma muda. Aún en la mitad de la noche el aire tuvo un fulgor aterciopelado entre ellos dos, el más alto se dejó caer sobre el sillón del comedor, decenas de lápices y folios se encontraban repartidos por doquier. El silencio fue seductor.

—Cuando el resto de la pandilla despierte podemos tener esa conversación —Eiji se acomodó a su lado, el desastre en el apartamento le causó nostalgia, la cabeza le punzó, Shorter era igual de desordenado—. No deberías ser tan duro con Yut, fue una buena idea. —La distancia en aquel sofá fue más imponente que el mismo Kilimanjaro. Eran los únicos despiertos en ese piso.

—Me aterró no verte cuando desperté. —El más alto subió sus piernas hacia el sillón, su mentón se dejó caer en el espacio entre sus rodillas, sus memorias se rieron de él desde la sombra del cuarto. Cruel y gris.

—¿Por qué? —Cuando Ash ya estaba destrozado—. ¿Por qué yo? —Esa pregunta lo destrozó un poco más. El rubio no se atrevió a mirarlo, él era una persona arisca y precavida, él había aprendido a sobrevivir en la inmundicia, sin embargo...

—¿Sabes qué pasa cuando un bebe llora y nadie lo socorre? —El mundo estaba paralizado. El japonés ladeó la cabeza con curiosidad frente a tan inesperada interrogante.

—No lo sé. —La sonrisa del más alto le comprimió el alma.

—Deja de llorar. —La melancolía enlazada a su voz le cerró la garganta—. Yo crecí en esa clase de ambiente, donde sin importar que tan fuerte llorara nadie me socorría, así que empecé a guardar silencio. —Su infancia estaba repleta de fotografías violentas: toses secas, hombres que gritaban, los pies descalzos de Jennifer en un charco de licor, él escondido debajo de las sábanas sin entender los quejidos del otro lado del cuarto—. Griffin hizo de eso menos terrible. —Los ojos le ardieron al pronunciar su nombre, la cabeza le martilló con la remembranza de un fantasma, su piel fue caliza.

—Ash. —El nombrado no lo escuchó.

—Es gracioso, pasé toda mi juventud arriesgándome en situaciones ridículas sin temerle a la muerte. —Su mano se aferró a la de Eiji entre los cojines del sillón, el aire fue sofocante entre tanta amargura—. Pero nunca me imaginé la de él. —Aunque el lince de Nueva York pretendía ser invencible en el fondo era frágil.

Tan frágil que resultaba violento.

—Odio la idea de tener un alma gemela porque perdí a Griffin por eso. —La lentitud con la que él alzó su rostro le quitó el aliento—. Pero... —La aflicción le hizo morderse el labio—. Odio más no tener una. —La última espina se le quebró cuando sintió a sus ojos agolparse con pena y temor—. Quiero que alguien este aferrado a mí para no quedarme solo otra vez. —Él sabía que aquello era egoísta y patético, él aborrecía esa parte de su humanidad, era débil y nauseabunda, no obstante, la suavidad con la que Eiji lo miró no lo hizo profesarse juzgado.

—No tiene nada de malo querer tener alguna certeza. —Un estruendoso latido rechinó debajo de las tablas, aún en la oscuridad, aquellas orbes se robaron las estrellas—. ¿Te sientes avergonzado de eso? Qué lindo. —Las mejillas del rubio se tiñeron con una impresionante facilidad.

—Es malo si estoy atando a gente como Yut para que este conmigo. —El agarre entre ellos fue delicado y eléctrico, la realidad cobró sentido en la dulzura que le entregó el japonés, tan reconfortante que no hubo espacio para la vacilación—. Quiero llenar ese vacío con la pandilla o con él, pero no puedo. —Su corazón era una grieta que cada día lo consumía un poco más, el sillón rechinó cuando el más bajo se acercó, aquella calidez lo paralizó.

—Este mundo es un poco cruel si lo piensas. —Las palabras de Dino Golzine retumbaron como eco entre su mente y la locura, la esencia del más alto se deslizó como calina hacia él—. Sería más fácil si la impresión fuese el nombre de la otra persona y no una cualidad. —Ash se dejó envolver por tan reconfortante presencia, sus latidos le retumbaron en las orejas, el rostro le hormigueó.

—Supongo que así no sería divertido. —Aunque él trató de sonar natural el óxido en sus palabras lo delató—. Yo no podría saberlo, no tengo un alma gemela. —Sus dedos se aferraron con frustración a su muñeca. Tantos años pretendiendo para acabar rompiéndose frente al chico cuyo nivel de inglés era inferior a los títeres de plaza sésamo, que vergüenza.

—¿Te sentirías mejor si tuvieses una? —Ash se limitó a asentir—. Entonces... ¿Cómo me definirías a mí si yo fuese tu impresión? —La malicia con la que el más alto frunció la boca le dio un mal presentimiento.

—Torpeza. —La mueca de cólera del moreno lo hizo reír.

—Esa seguramente es la palabra de Alex. —El balbuceo aligeró la tensión—. Pero hablo enserio. —A Ash le pareció increíble la facilidad con la que Eiji lo sacó de su miseria para hacerlo sonreír. Lindo.

—Libertad. —Ambos se tiñeron de escarlata bajo esa confesión, el corazón le arremetió con desesperación para paralizarle la vida.

—¿Libertad? —El más bajo se sonrosó hasta las orejas, que él lo dijese con esa clase de galantería era injusto.

—Me ayudaste sin pedir nada a cambio la noche que nos conocimos. —Ash le acomodó un mechón detrás de la oreja, el tacto fue tímido e inocente, la expectación atrapada en esas orbes le erizó el pulso—. Luego tomaste mi lugar para ir a prisión, y ahora me estas ayudando. —El magnetismo entre ellos fue aleteos contenidos—. No sé si es tu intención, pero me haces creer que puedo ser libre. —El aire fue magia, el anhelo tentación.

—No es mi intención. —Eiji tomó uno de los marcadores que se encontraban esparcidos entre los cojines del sillón—. Pero es lindo saber esto. —Él acunó la muñeca del rubio para poder empezar con su proeza.

—¿Qué estás haciendo? —Él soltó una risilla, la suavidad de la tinta escurriendo por su piel fue agradable.

—Listo. —Ash se enterneció al vislumbrar aquella marca casera tatuada en su muñeca—. Ahora me tienes a mí de alma gemela. —Sus emociones fueron un torbellino—. Libertad. —La pena fue tan grande como la dicha.

—¿Todos los psicólogos tienen la letra tan fea? —El más bajo infló las mejillas, ofendido. Poderse comportar de esa manera era algo que ni siquiera Griffin había logrado que hiciera—. ¿Cómo se supone que debo interpretar esto?, ¿es una confesión de amor? —Él pensaba que sus alas se encontraban cortadas y su futuro atrapado en una jaula, sin embargo, con ese estúpido gesto el moreno se convirtió en su llave.

—No lo es. —La seriedad con la que el japonés pronunció aquello fue centella suspendida en el cuarto—. No tiene que ser romántico, no tiene que significar nada. —Eiji trató de poner sus pensamientos en orden, no obstante, sus sentimientos se manifestaron antes—. Lo único que quiero es que sepas que no estás solo. —El cuerpo del contrario tembló, aquella confesión se deslizó a través de su alma para dejarlo atónito.

—¿Estás diciendo que quieres quedarte a mi lado por voluntad propia? —Él no deseaba aferrarse a nadie, era doloroso hacerlo, tarde o temprano lo dejaban. El más bajo acomodó su palma sobre la espalda del lince, aquella calidez y amabilidad atravesaron cada una de sus defensas para sanar sus heridas.

—Puede que ahora mis palabras no signifiquen nada, pero recuerda esto. —Ash se sintió otra vez como ese niño sollozando debajo de la cama en una casa con olor a vodka y negligencia—. Aunque el mundo entero éste en tu contra, yo siempre estaré a tu lado. —Él no supo cómo seguir respirando cuando fue Eiji quien se metió en esos recuerdos para abrazarlo y hacerlo sentir protegido. La oscuridad le quemó, el hálito se le perdió, su mente pereció—. Yo permaneceré a tu lado. —Y fue en ese estruendoso y ansioso palpitar de corazón, en la desesperación por caricias y en la suavidad de realidad que él lo entendió—. Claro, si no te molesta.

—¿Eso quiere decir que tendré que seguir comiendo esos sándwiches asquerosos? —Él no se sentía de esta manera con Yut-Lung Lee.

—A los chicos les gustan, deberías ser más agradecido. —Él no mantenía las mismas barreras que con el resto de la pandilla. Él se dejó caer sobre el regazo del japonés, sus manos cubrieron su rostro, la verdad tuvo un sabor amargo. Él no se sentía así con los demás.

—Quédate a mi lado. —Porque Eiji Okumura le gustaba—. No tiene que ser para siempre. —Y él quería que el japonés fuese su alma gemela—. Aunque solo sea por ahora. —Él era especial.

Luego de que el mundo se detuviese tres veces esa noche comenzó a correr al revés.

Siento que pasaron demasiadas cosas en este capítulo, espero que se vaya entendiendo de a poquito el rollo de las almas gemelas, pero crear universos todos turbios y feos es mi pasión, ay perdón lectores.

Mil gracias por haberse tomado el tiempo para leer esta pequeña historia, nos vemos en un par de semanas.

Cuidense.


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