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Capítulo 7.

¡Hola mis bonitos lectores!

¿Qué es peor que dar el primer examen de licenciatura en pleno estallido social? Dar el segundo en pandemia. Así que aquí me tienen, mi cerebro actualiza bien bajo presión y estrés.

Muchas gracias a quienes se tomaron el tiempo para leer.

Espero que sea de su agrado.

Rosas rojas para el amor. Mientras se vanagloriaba el triunfo de la pasión sobre el filo de las espinas, el color de la vitalidad tomó forma frente a las dificultades para desglosarlas como pétalos.

El leve arrullo de su voz, el vicio del perfume entremezclado con la melancolía de las hojas secas, una tenue bruma a la orilla de la carretera, el roce de sus palmas sobre aquella delicada y temblorosa espalda, un estridente palpitar de corazón. Eiji tragó, intentando limpiar el tajo que adornaba la frente del lince de Nueva York, sus manos se encontraban tiritando en el aire mientras un pequeño algodón humedecido con alcohol era corrompido por la espesura del carmín. Le costó respirar, le costó estar cerca de él. El japonés solía hacer esta clase de cosas por Shorter todo el tiempo, su mejor amigo era descuidado e impulsivo, sin embargo, esto era diferente. El viento les removió los cabellos con suavidad, los ojos de Ash Lynx le dieron sentido al infinito con una sola mirada. Afilada y felina. Arisca pero dulce. Estar tan cerca de él le había arrancado la razón.

El más bajo no sabía si la violencia de sus latidos era porque en el fondo deseaba que él fuese su alma gemela o por la repentina conexión que los había unido como si fuesen una cadena. A él le aterraba pensarlo. Aún si ese terco americano resultaba ser su preciado amanecer, él era el único que lo había sentido, aquel precioso e irrefrenable vínculo no parecía ser correspondido. Y eso le dolía. Se decía que era mentira y estaba consciente de que era imposible, pero su pecho se estaba desgarrando con espinas y su garganta se había llenado de pétalos y cenizas.

Conocerlo fue descubrir el secreto del universo y tener la certeza de que no era para él. Hermoso, sublime y desalmado.

—¡Duele! —Aquel infantil quejido lo hizo reaccionar, él apartó el algodón del contrario, con lentitud. El cabello se le había pegado en una extraña mezcolanza de rojo, pólvora y dorado.

—Perdón. —Estaban sentados a la orilla de la carretera en un pueblo olvidado—. ¿Te duele? —Las cejas del rubio se tensaron, sus labios se fruncieron con indignación. El silencio fue estrepitoso.

—Claro que me duele, no sé tú, pero yo tengo un cuerpo muy delicado. —El ceño del psicólogo fue arrugas y rigidez, una repentina y aniñada molestia le cerró la tráquea—. Duele mucho si lo haces sin cuidado. —Aun cuando él se las había arreglado para improvisar un botiquín mientras Arthur iba a comprar gasolina, él se estaba quejando. Petulante.

—Pues perdón por ser un japonés descuidado. —El repentino berrinche del moreno le pareció lindo, él acomodó su mentón sobre su palma, deseando que ese instante se extendiese por el resto de su infinidad—. Cierra los ojos, el olor te puede molestar. —Ash obedeció, aunque el ardor del alcohol le era venenoso y familiar fue reconfortante bajo la presencia de Eiji.

—¿Tú estás bien? No dormiste mucho anoche. —Él rio. Bien parecía ser una palabra tan relativa ahora. Sus ropas se encontraban manchadas de sangre, el retumbar de los casquillos contra el suelo de la cabaña era un grito delirante, el aroma a pólvora le ahogó los pulmones. ¿Bien? Que broma.

—Lo estoy. —Sin embargo, él no quería ser una carga. El rubio detuvo los movimientos del más bajo, su mano se aferró a la muñeca del contrario, las chispas suspendidas en el aire fulguraron en la tensión de una mirada. Perdieron el aliento y olvidaron los colores.

—Ese fue el primer asesinato que viste, ¿no es así? —Él no esperó una respuesta para poderlo estrechar entre sus brazos, él no quería ver la expresión que esbozaría el japonés. Le dolería.

—Ash. —El moreno ni siquiera supo cómo reaccionar a tan gentil y repentina caricia, sus piernas se encogieron sobre la vereda de césped, sus palmas tiritaron entre el pecho del más alto y sus propios latidos, los ojos le ardieron. Sino lo pensaba no era real. Sino lo veía no tendría miedo.

—Estas bien ahora. —Pero lo veía y lo pensaba. Su frente se dejó caer sobre el corazón del contrario, sus manos se aferraron con violencia a aquella fornida espalda. Contuvo un llanto tratando de recoger su realidad, él solo necesitaba de un segundo para recomponerse y seguir, lo sabía—. Estoy contigo. —Que ese momento jamás terminara. El aroma a rocío fue intoxicante.

—Fue toda una noche ¿no? —Ash sonrió, sus dedos se deslizaron con lentitud sobre la silueta del japonés, su alma fue un lío. Racionalmente él sabía que Eiji era una carga en potencia y no le traería más que problemas. Él era el regente del averno, no podía vacilar, sin embargo...

—No puedo prometerte que no volverás a ver otro asesinato. —Él ya no se sentía tranquilo sino estaba con él—. Pero sí puedo protegerte. —El moreno lo había hechizado. Él ya no podía dormir sino estaba a su lado, no podía sonreír sino era con sus chistes malos, era incapaz de respirar sin el roce de sus manos. ¿Por qué? La idea le parecía ridícula hasta a él. Un lince domesticado por un conejo. No.

—No es eso lo que quiero. —No pasaría pero ya lo estaba buscando—. Entiendo que no soy la persona más preparada para esto, pero no necesito que andes tan preocupado por mí. —Oh, pero lo estaba. Ash Lynx era un completo caos, sus latidos eran disarmonía, sus pensamientos una maraña, sus mariposas aleteaban furiosas. Sus dedos rozaron la muñeca del contrario, él psicólogo era frágil y pequeño.

—Gracias por venir conmigo. —Tan pequeño que le cabía en el corazón, la fricción entre sus yemas y los bordes de su marca fueron electricidad.

—¿No sientes curiosidad por la palabra que tengo escrita? —La bruma de la nostalgia fue hipnótica y encantadora, las piernas del más alto fueron plomo contra las hojas secas, su boca supo a ansiedad.

—No. —Su estómago fue un velero en una tormenta—. No quiero saber nunca lo que dice tu muñeca. —Él se apartó del japonés, angustiado, ya había tenido suficiente con Yut-Lung Lee. No sucedería otra vez.

—¿Te asusta que puedas ser tú? —Eiji atrajo sus rodillas hacia su pecho, su mentón se dejó caer en aquel áspero refugio de mezclilla—. ¿Es eso? —No había malicia en esa pregunta, solo una desbordante curiosidad.

—Me da miedo pensar en cómo podría reaccionar. —La sinceridad en el lince fue inesperada y abrumadora. El sol se paralizó mientras ellos vislumbraban lo desierto de la carretera bajo la sombra de un árbol—. Siempre he odiado la idea de tener un alma gemela. —Sus dedos se hundieron sobre sus codos, el polvo entreverado con la reminiscencia le quemó los ojos.

—¿Entonces? —El mundo se sentía extraño y hermoso a su lado. Eso no le gustaba. No lo necesitaba.

—Cuando Yut me dijo que yo era su impresión no le di importancia. —La conmoción en el rostro de su pareja durante esa confesión fue efímera y vulnerable. La asesinó antes de que naciera—. Pero tengo el presentimiento de que contigo las cosas serán diferentes—. La estridencia de la irrealidad se robó la cordura—. No sé bien la razón pero no puedo predecirme cuando se trata de ti. —Aquellas eran emociones para las que ninguno de los dos estaba preparado. La electricidad fue insoportable.

—Lo entiendo. —Eran dos piezas de un mismo rompecabezas cuyas orillas se comenzaban a desgastar—. Ash... —Pronto dejarían de encajar—. ¿Está bien que te siga en esto? —El aire fue verano y calina.

—Lo está. —El roce entre sus manos íntimo y torpe, el pasto les hizo cosquillas—. Quien sabe cuándo tus habilidades psicológicas nos puedan salvar. —Eiji contuvo una carcajada contra el dorso de su palma. ¿Qué tan mala fama tenía su carrera para que la gente pensara así? Su préstamo estudiantil lloró.

—¿Qué habilidades se supone que son esas? —Y como si fuese lo más natural del mundo, Ash bajó la guardia ante la presencia del japonés, él frunció la boca, divertido.

—Algo así como telepatía y clarividencia. —La molestia en el rostro del más bajo le resultó encantadora, que lindo era verlo enfadado—. En todo caso es mejor que te hayas dedicado a eso que a la medicina. —El descaro con el que apuntó a su propia herida lo fastidió—. Porque como enfermero te mueres de hambre. —La humillación fue una bofetada frente a tan desvergonzada mofa.

—Al menos mis subordinados no se andan quejando de mí. —El rubio elevó una ceja, intrigado. El murmullo de los árboles fue relajante y placentero—. Se rumorea que el jefe es todo un ogro cuando despierta. —La risilla del japonés taladró su orgullo, sus cejas temblaron, la cara le quemó.

—Es culpa de ellos. —Él chasqueó la lengua antes de cruzarse los brazos sobre el pecho—. No tienen cuidado al despertarme. —Contrataría a un mejor equipo cuando este caos terminara.

—¿Es cierto que le tiraste un diente a Bones? —Para el rubio era tan fácil ser una máscara y sostener una fachada, sin embargo, Eiji ni siquiera le daba la oportunidad para tratar.

—Se lo merecía. —Él solo lo arrastraba hacia un torbellino de desconcierto y aprensión.

—¡Oigan! —Al estar tan inmersos en el ambiente ninguno se percató de la presencia de Arthur—. Ya dejen de tontear. —El pandillero terminó de llenar el estanque de bencina—. Nos tenemos que ir. —Como si fuesen dos niños regañados ellos se miraron, tratando de contener una carcajada el más bajo se levantó para ofrecerle una mano, esa fue la primera vez que Ash Lynx se permitió ser ayudado.

Lavandas para la devoción. La pureza se contrapuso a la incondicionalidad, la suerte fue tentada por el silencio cuando la paz fue el filo necesario para una muerte mordaz.

Shorter Wong estaba fuera de lugar. Las conversaciones sobre lavado de dinero, los susurros que se escuchaban en torno a Dino Golzine, el corrupto teclear de las estafas, era demasiado. Aunque él se prometió quedarse en aquel nido de ratas por el psicólogo no lo estaba soportando bien. Su cuerpo tampoco era suyo, desde aquel fatídico encuentro con Yut-Lung Lee decenas de sensaciones e imágenes mentales lo hacían profesarse como un extranjero en su propia piel. No le gustaba. No sabía sobrellevarlo. Él se quería ir, no obstante, antes necesitaba hablar con Eiji. Había sido tan doloroso ser reducido a una segunda opción por su mejor amigo, sin embargo, él trataba de entenderlo.

El japonés era la clase de persona que no podía ignorar un grito de ayuda, fue su calidez y esa terquedad lo que le permitió sanar en la universidad. Él era capaz de captar la última y desesperada señal de agonía que las almas arrojaban, así que intentaba que el peso de la traición fuese más ligero que un ancla, pero era difícil. Temía que su relación no fuese la de antes, no obstante, la confianza ya se había fragmentado y ahora estaba repleta de grietas.

—Ten. —Uno de los pandilleros le llamó la atención—. Hoy tampoco has cenado. —El desconcierto en el policía fue palpable al recibir una lata de sopa.

—Gracias. —Otros dos sujetos se encontraban escondidos detrás del castaño. ¿Cómo se llamaba?—. Alex ¿verdad? —El nombrado asintió, la satisfacción trazada en sus facciones fue altiva y orgullosa.

—¿Te vas a llevar a Eiji cuando ellos regresen? —Fue Bones quien preguntó. Sus dedos se hundieron en los brazos de su compañero, su mentón se acomodó sobre la chaqueta del más alto—. Escuché que los dos trabajan para la policía. —En el corto tiempo que habían compartido el de cabellos rosados se había encariñado de sobremanera con el japonés. Le agradaba.

—No. —La amargura en el moreno fue agobio para el ambiente—. Solo quiero asegurarme de que este bien para poderme ir tranquilo. —Poco le importaba decepcionar a Blanca y dejar a sus preciados delincuentes a su suerte. Sus yemas rozaron la anilla, con suavidad.

—Pensé que te ibas a quedar con nosotros. —Alex le arrojó una afilada y pesada mirada a Bones. A veces el más joven no parecía comprender la atmósfera. Tan tonto como encantador.

—Es un policía, es obvio que no se puede quedar. —Ellos lo hicieron sonar tan simple—. Ya es malo que este aquí. —Como si la justicia se encontrase matizada en blancos o negros, como si los ideales fuesen capaces de definirse entre bien y mal, cuando la vida era una sinestesia entre lo sórdido y lo pacífico.

—¿No deberían haber regresado hace un par de días? —Shorter Wong los encarnaba a ambos—. ¿No les habrá pasado algo? —Un fatídico suspiro retumbó sobre el caos del cuarto, los alaridos de Yut-Lung Lee hacia el resto de la pandilla perdieron fuerza frente a tan abrumada expresión.

—Él llevó a Arthur como conductor, lo más probable es que se hayan quedado varados en algún lugar. —Alex se cruzó los brazos sobre el pecho, la decepción pintó cada una de sus facciones—. Yo pude haber ido y eso no habría pasado, pero él prefirió dejarme acá de niñero. —El moreno se relajó. No eran tan malas personas para estar metidos en tanta mierda. Él negó, avergonzado por pensar así, él habido sido lo mismo. Mentira. Había sido mucho peor.

—¿No nos vas a delatar con tu jefe en la policía?

Bones se escondió detrás de su compañero tras preguntar aquello. La garganta se le cerró frente a tan complicado dilema, la moral lo azotó como si fuese un látigo. Debería, lo correcto era informarle a Max sobre lo que estaba sucediendo, Dino Golzine era un nombre peligroso en el agobio de su cuartel. Su estómago se llenó de vidrio, su corazón se estancó con pétalos.

—No lo sé. —Antes necesitaba hablar con Eiji. Independiente del rumbo que tomase esa conversación él merecía una disculpa. Él se mordió el labio, observando a Yut-Lung Lee. Y también debía dar una—. Él parece algo irritado. —Los histriónicos gritos del de cabello largo reinaron sobre las tinieblas. Con una maestría demasiado afilada para alguien de su edad él organizó al resto de la pandilla.

—Él da miedo. —Todo Bones tiritó cuando aquellos oscuros y perspicaces ojos se posaron sobre él. La mirada que él y Shorter sostuvieron en medio de la habitación fue incómoda e inestable. Volátil.

—Estoy de acuerdo. —El moreno se acarició el cuello, sus palabras fueron chispas dentro de su laringe, su alma una densa calina de incertidumbre—. ¿Cómo alguien así puede ser frágil? —Aunque aquella pregunta fue para un público inexistente logró captar la atención de Alex.

—¿No lo sabes? —La seriedad en la voz del pandillero le erizó las orejas, el éter fue agobiante y ficticio—. ¿Nadie te lo ha contado? —Sin embargo, antes de que él pudiese preguntar.

—¡Ya llegaron! —El tren del destino lo dejó plantado en la estación.

—Ash. —Una venda deshilachada se encontraba sobre frente del nombrado, el dorado de sus cabellos se había teñido con la mancha roja del pavimento, sus ropas estaban repletas de sangre, su rostro era la definición de demacrado, las facciones de Yut-Lung Lee fueron impotencia—. ¿Qué fue lo que pasó? —El rubio dejó caer una tarjeta de memoria sobre la mano de su pareja.

—Tenemos que revisar esto ahora.

Con un ligero asentimiento de cabeza ambos se dirigieron hacia la otra habitación. El corazón de Shorter fue un revoltijo de nervios y angustia cuando el psicólogo ingresó al cuarto. La cordura se le aplacó, la mente le flaqueó para que sus emociones fuesen tormenta.

—¡Eiji! —Bones saltó sobre el nombrado, escarlata se encontraba impregnado a sus prendas, su color era pálido y raquítico, sus ojeras eran tan profundas como la traición. El policía se acercó. La mirada que ellos intercambiaron fue rara. No pareció correcta ni se sintió real.

—Sigues aquí. —La incertidumbre en la voz del japonés le pareció ingenua—. No lo entiendo. —Ese sujeto había preferido irse a jugar a la mafia con un desconocido antes que volver con él. Él le dijo cosas terribles, él lo abrazo para apuñalarlo con sus garras, él le puso un punto final a su amistad. Y Shorter odiaba eso. Claro que le guardaba rencor y le enfermaba aquella inmunda obsesión por su alma gemela.

—Tú... —Pero más que nada—. Estas bien. —Él se alegraba de verlo con vida. Ni siquiera lo implacable de la cólera lo pudo frenar. Sus brazos estrecharon al más bajo, con fuerza. Podía dejar la saña para después. Aun le dolía, mierda como lo hacía, sin embargo.

—Y tú sigues aquí. —Eiji parecía tanto necesitar un abrazo, las uñas del psicólogo se clavaron a su uniforme, él tiritó, su respiración fue un violento tronar de tensión, su palpitar una desafinada caja musical—. Pensé que te habías ido con Max. —Ambos eran orgullosos y se negaban a ceder. El más bajo se encontraba completamente seducido por lo efímero del amanecer y lo inevitable del destino, mientras Shorter se negaba a creer.

—No podía irme sin saber si seguías con vida. —Aquel tacto fue forzado e incómodo—. Michael se pondría triste si ya no ve a su segunda persona favorita. —Pero no tanto. El japonés se separó, los murmullos a su alrededor fueron graciosos y lejanos. Él elevó una ceja, ofendido.

—¿Quién se supone que es la primera? —Como si hubiese estado esperando aquella pregunta, la altanería le acomodó los lentes de sol.

—Yo, por supuesto. —Eiji rodó los ojos, amaba que él fuese así—. Lo soborno con golosinas, es toda una estrategia. —Lo lamentaba. Shorter Wong era una persona importante para él y lo había dejado como un plato de segunda mesa, sin embargo, ni siquiera él terminaba de comprender aquella irrefrenable necesidad por seguir a Ash Lynx. Lealtad absoluta y obediencia ciega ¿no? Dawson tenía razón.

—¿Te iras? —Ambos se debían una conversación—. Creo que ya has pedido demasiados días de licencia, no quiero que te perjudiquen. —El más alto se encogió bajo los reflectores de la pandilla, ahora se concebía como un maldito espectáculo de circo, Bones parecía a punto de llorar por la conmoción.

—En un par de días, ya le avisé a Max para que me cubriera. —Él no sabía en lo que Eiji se estaba metiendo ni confiaba en el lince para proteger la integridad de esa joven vida. Sus emociones fueron puños, la confusión una sombra de terror. Y si él lo perdía, si lo llegaban a usar como carne para cañón y la belleza perecía—. Él aceptó. —Que al menos no hubiesen arrepentimientos.

—¿Se lo tomó bien? —La herida entre ellos dos estaba mal suturada, ambos debían abrirla para limpiarla con cuidado y dejarla cicatrizar.

—Sabes que no. —No obstante, este no era el momento—. Pero eso nunca me detuvo. —Shorter se relajó sabiendo que esa noche la reminiscencia había perdido el tren hacia Nueva York.

Tal mañana sería mejor.

Dalias para la impulsividad. En la aventura del despecho él le suplicó que se dejase arrastrar por la pasión. Un pétalo por la traición, otro por la infidelidad. Que nadie supiera que aquella era su manera para pedirle que cambiara.

Sus pies golpearon el suelo, sus uñas se incrustaron adentro de sus codos, la sangre le tiñó los dientes, el estómago le gruñó con saña, sus movimientos fueron tan erráticos como sus moretones, aquello podría haber pasado como un síndrome de Tourette y el maldito ni siquiera se habría dado cuenta. La boca se le abrió y cerró una infinidad de veces, la garganta se le desgarró con la pestilencia de las flores, su corazón fue atravesado por una exquisita y mortificante cuchilla. Sus ojos fueron agujas, su amor una basura. Él había estado preocupado a morir por ese estúpido estos días, y lo único que había hecho el gran lince de Nueva York fue sentarse frente al ordenar a desencriptar datos, ¿novio? ¡Ja! Más parecía su prostituta emocional.

Su cabeza fue una guerra, sus venas carcomieron el veneno. Este romance era una mierda. Yut-Lung Lee lo sabía, sin embargo, no lo dejaría escapar, él era su salvación, si era necesario le incrustaría garras y dientes para mantenerlo a su lado, el psicólogo no era rival. Él no volvería a caer en las manos de sus hermanos. No otra vez.

—Te demoraste más de lo que esperaba. —Su voz fue estridente y áspera—. Ash. —Como si él necesitase confirmar su propia existencia, él lo llamó—. ¿Era un testigo real? —Él no lo miró, la atención del rubio había sido absorbida por las carpetas en la pantalla.

—Fue algo así como una emboscada. —Sus palabras estuvieron repletas de monotonía y tedio—. Aún no estoy seguro, debo terminar de revisar los archivos para ver si hay algo útil. —Que él no lo mirase solo le provocó un tic nervioso en el alma, ¿Era enserio? Él podría estarse desangrando y su novio no lo notaría.

—¿Quién te puso esa venda? —Tratando de captar su atención, él se acercó con desespero—. Esta toda chueca. —Antes de que la pudiese tocar el más alto lo apartó con un manotazo. Maldición. El dolor en las facciones del de cabello largo fue paralizante. Él retrocedió, herido.

—Lo siento, fue involuntario. —El lince extendió sus palmas en el aire, arrepentido—. Yut. —El nombrado estaba tiritando por culpa de la ira, él dejó el ordenador de lado, sabiendo que se había abierto la misma puerta hacia el infierno con aquel descuido.

—Fue Eiji ¿no es así?

El rencor con el que escupió aquel nombre congeló al más alto. Su corazón se ahorcó adentro de su pecho al vislumbrar tan patética expresión en su novio. Lo que él más amaba de Ash Lynx era que él carecía de debilidad. Él era un monstruo, imponente y hermoso, aquella fachada había seducido a Dino Golzine para que le diese el mando en su cadena alimenticia.

—¡Contéstame! —No obstante, ahí estaba su lince, reducido a un gato pulgoso y domesticado.

—No tienes que alterarte tanto. —Ni siquiera al borde del colapso el más alto era útil.

—Pudiste haber conseguido un teléfono para avisarme sobre el retraso. —Ni en el borde de la locura el inútil parecía saber qué decir, los mejores años de su vida a la basura con él. Sus entrañas se carcomieron en un violento retorcijón. El aire fue asfixia.

—Nunca te he avisado. —Aunque el rubio ya había lidiado con las pataletas y los caprichos de su amante, esto parecía ser diferente—. Nunca te importo. —Los brazos de Yut-Lung Lee fueron un muro de espinas entre ellos dos. Que fácil era excusarse con eso, al menos podría tratar de fingir, él era bueno mintiendo, todo un maestro. Su cabeza fue el mismo tártaro.

—No creas que no he notado la manera en que lo miras. —El hálito fue concreto, el amor una descompuesta tortura—. ¿Crees que no te he escuchado llamarlo mientras duermes? —Odiarlo era tan placentero como tragar vidrio molido—. ¿Reír a escondidas? ¿Crees que no te he visto tontear como si fueras un niño? —Su carcajada fue maniática y despechada, la relación una cadena oxidada—. Porque te amo estoy tratando de tolerar todo esto pero no tientes mi paciencia. —Sus dedos se hundieron sobre sus hueso, sus huesos perecieron como cenizas.

—Yut... —El nombrado negó, iracundo.

—No tengo tanta. —Que su novio solo se quedase estático en el suelo con cara de imbécil fue algo que lo fastidió de sobremanera. Él estaba herido, él se estaba desmoronando justo al frente de su alma gemela ¿esto era lo mejor que él podía hacer?—. Que no se te olvide quien te ha apoyado todo este tiempo. —Él se dio vueltas, esperando que el lince lo detuviera.

—Lo sé.

Él no lo hizo.

Margaritas para la pureza de un funeral.

Huyendo de toda esa mierda él subió hacia la azotea. Él sabía que su relación con Ash no era la más apasionada o la más devota, ni la más sana, sin embargo, él lo amaba. Su primer encuentro fue cuando su impresión cosquilleó, sus hermanos lo habían convencido de que él no tenía un alma gemela, él había conocido de primera mano la belleza de la crueldad, si perdía esos sentimientos alrededor de su salvación, él negó, aferrándose al pasamanos, no los podía dejar. La Luna existía para atormentarse por el resplandor del sol, estaba bien, así se debía sentir. Sino dolía no servía. Sino sangraba no era real. Él no temería mientras tuviese esa marca. Un pesado alarido escapó de su garganta cuando llegó a su refugio de soledad. Yut-Lung Lee estaba acostumbrado a vivir en hacinamiento por culpa de la pandilla, sin embargo, ¿Qué tan mala suerte debía tener para encontrarse con su némesis? Él se frotó el entrecejo, iracundo. Hace meses nada le estaba saliendo bien, Griffin solía ser la voz de la razón, lo extrañaba.

—¿También viniste a tomar aire? —Tratando de mantener la compostura él llenó sus pulmones de paciencia. Era común que Ash y él tuviesen esas peleas. Lo arreglarían.

—Sí. —Siempre lo hacían—. Pensé que estarías pegado al policía ese. —El más joven se acercó a la orilla de la azotea, sin pedir permiso ni esperar una invitación él se acomodó a su lado—. Él no ha dejado de preguntar por ti. —El viento removió la incomodidad, la tensión los convirtió en lo mismo. El dorado del cielo fue estridente, el murmullo del invierno una agonía.

—Le dije cosas horribles. —La amargura en su alma fue decadente y real, las piernas del moreno se acercaron a su pecho, su mentón se dejó caer entre el espacio de sus jeans y el vacío del remordimiento—. No sé qué me pasó para decirle todo eso. —Lealtad absoluta y obediencia ciega. Yut-Lung Lee trató de odiarlo, sin embargo, era como verse en un espejo quebrado.

—Si está aquí es porque quiere arreglar las cosas. —Ambos eran dos extremos de diferentes hilos cuyo destino no existía—. Dale algo de tiempo. —El amanecer podía ser salvación.

—Gracias. —La condena podía perecer bajo el crepúsculo—. ¿Qué estás haciendo tú aquí? Pensé que estarías con Ash. —El de ascendencia china no estaba acostumbrado a esta clase de conversaciones. Aunque estar con la pandilla era agradable, ellos le temían. A pesar de tener la incondicionalidad de sus mentiras, él lo subestimaba. Él jamás había podido tener una vida normal.

—Bueno... —Esto lo sacaba de su zona de confort—. Nosotros nos peleamos. —Solo se rindió. Ser carcomido por la soledad era cruel. Él gritaba, pero no lo escuchaban. Él se desmoronaba, no obstante, nadie lo socorría. Él huía para que le diesen la espalda. Ash lo había agotado.

—¿Ustedes? —La expresión del más bajo fue una punzada para su corazón—. ¿Por qué? —Esas bonitas facciones se deformaron en el recelo, sus uñas rasguñaron los bordes de la azotea, el rostro le enrojeció por la ira.

—Por ti. —La atmósfera fue sofocante, el moreno parpadeó, perplejo.

—¿Por mí? —El más delgado se mordió el labio, colérico. Toda la furia acumulada le hirvió para que explotase en aquel momento.

—No me lo vas a quitar. —La nariz de Yut-Lung Lee quemó, sus latidos escurrieron ácido para destrozar sus entrañas—. ¿Escuchaste? —La determinación en su voz fue el filo de una daga, él hundió su palma sobre el pecho del japonés como advertencia. Él amaría a Ash Lynx hasta que lo odiase, él encontraría una manera para que su mente se viese plagada de él.

—Yut. —Lo envenenaría con romance, lo haría agonizar de la felicidad. Si, eso era el amor, una mierda torcida. Su salvación lo hacía tan feliz que había logrado borrar la línea entre la dicha y la miseria. El aludido tembló, ¡No era justo! Si Ash no tenía un alma gemela debería tratarlos por igual.

—No te lo cederé. —En lugar de eso lo reducía a una molestia. Y eso le dolía, su amor lo estaba matando—. No lo puedes tener. —El peso del mundo golpeó a Eiji cuando vislumbró la desolación en Yut-Lung Lee. Él había estado tan hipnotizado por la impresión en su muñeca que había terminado lastimando a dos personas. Sus manos se posaron sobre la espalda del contrario, un sobresalto fue convocado ante tan repentino del tacto.

—Perdón. —Aquella fue una disculpa insignificante y barata, no obstante—. No me di cuenta. —Fue lo más sincero que alguien alguna vez le regaló. Los colores se removieron entre pestañas y nubes, los sueños fueron buques en medio de una tormenta.

—¿Tan fácil te rindes? ¿No se supone que tienes una conexión especial con él? —Yut-Lung Lee retrocedió, desconfiado. No poder leer las intenciones del japonés lo ponía nervioso. No le gustaba.

—Tienes razón. —Aunque Eiji trató de ordenar sus pensamientos para que no hubiesen malentendidos su alma ya conocía la respuesta—. Si creo que tengo una conexión con Ash. —Sus dedos se acomodaron sobre la impresión de su muñeca, la suavidad entre su amanecer y él fue desalmada—. Pero no la quiero a costa de otras personas. —El hechizo se rompió. Lo había perdido antes de empezarlo.

—Ya veo. —Él más joven quiso decir algo más, no obstante, la sinceridad en aquellas facciones le resultó cruel.

—Lamento que hayan peleado. —La mente del moreno se enredó a su corazón. El llanto de su voluntad fue una bofetada para sus sueños.

—Está bien. —Él estaba seguro de que Ash Lynx era una persona especial para su existencia, el mismo universo cobraba sentido en la magnificencia de aquel verde—. Nos las arreglaremos. —Sin embargo, esa impulsividad había herido a Shorter y a Yut-Lung Lee. Si él solo podía acercarse a su alma gemela lastimando a los demás e imponiéndose en el egoísmo—. Siempre es lo mismo. —Él no la quería.

—Eso espero. —Pero ya estaba ahogado en esta situación.

—Eiji. —El peor error que se podía cometer en su profesión era subestimar el dolor ajeno—. ¿Quieres quedarte conmigo un rato más? Abajo son unos ruidosos. —Incluso caminando a ciegas él no se podía dar el lujo de olvidarlo.

—Me gustaría. —Que destructivo podía ser el amanecer.

Tulipanes para la opulencia. En el ayuno de la traición él rezó por un poco más de tiempo.

La discordancia entre la miseria y el lujo fue estridente. La línea entre el bien y el mal se esfumó en la niebla del desacato. Sus manos juguetearon detrás de su espalda, una sonrisa altiva se trazó sobre sus labios frente a tan imponente figura, el hombre de al frente apoyó los codos sobre la mesa, la oscuridad dentro del cuarto era tan macabra como el brillo de esa mirada. Dos guardias lo estaban vigilando, él suspiró, deteniendo la compulsión entre sus yemas. Él no lo entendía, ¿Por qué la gente se complicaba la vida por nada? Sin embargo, un contrato era un contrato, y había sido tan fácil venderle su alma al diablo.

—Entonces monsieur. —Las manos del aludido formaron un puente debajo de su mentón—. ¿Por qué me ha mandado a llamar? —La tensión suspendida en la atmósfera lo había comenzado a marear, él se aflojó el cuello de la camisa, sintiendo a su propia saliva pasar entre su tráquea y sus nudillos. Angustia.

—Me informaron que te presentaste a la comisaría para reportar como desaparecidos a Ash y a Yut-Lung Lee. —El ruso negó, relajado. Aquellos dos sujetos bloqueando la entrada no lo lograron poner nervioso. Él era un profesional.

—Yo solo fui a preguntar por ellos, me temo que le han informado mal. —Dino Golzine elevó una ceja, desconfiado. No lo convencía—. Además, usted fue quien me pidió buscarlos. —Aunque Blanca era un hombre astuto e ingenioso, él había tenido que recurrir a un completo extraño en medio de la desesperación.

—Es cierto. —El crujir de la silla fue un eco afilado dentro de lo hermético de la traición. —Pero es impropio de ti recurrir a métodos tan... —Sus palmas se dejaron caer sobre su escritorio—. Comunes. —Las piernas del más alto le pesaron, su estómago fue un revoltijo, su sonrisa galante lo encubrió. Él era buen actor, lo había llegado a considerar como su segunda carrera.

—Quería explorar otra clase de alternativas. —Al contrario no le parecieron hacer gracia esas palabras—. Ellos se han sabido esconder bien. —Antes de encargarle semejante tarea, él había averiguado sobre Shorter Wong, el hombre parecía confiable y se encontraba conectado a la situación, él era el cómplice perfecto, sin embargo.

—Esto está tardando demasiado. —Que Yut-Lung Lee pudiese ser su alma gemela derrumbaba sus planes. Él conocía mejor que nadie los encantos de esa dulce víbora, el joven sabía provocar—. Hace algunos días nos informaron sobre la muerte de Dawson. —La perplejidad en el rostro de Blanca fue genuina, ninguno tenía aquella noticia contemplada en sus planes. Maldición, un obstáculo.

—¿Usted no lo mandó a exterminar? —Dino Golzine negó, sus yemas hicieron presión bajo sus cejas, las arrugas se le marcaron en morado y gris—. Yo le aconseje que tuviera cuidado con Griffin, Ash era muy apegado a su hermano mayor. —La presión fue insoportable, la carcajada de la brisa lo fastidió.

—Eso ya no importa. —La cólera golpeó el escritorio, estaba perdiendo la paciencia—. Ash Lynx es un sujeto peligroso, necesitamos recuperarlo a toda costa. —Era bien conocido por todos los presentes la enfermiza obsesión que ese hombre había desarrollado por el lince de Nueva York. A Blanca no le gustaba.

—¿Qué hay de Yut-Lung Lee? —Él lo subestimó.

—Mientras traigas a Ash él vendrá. —Porque las personas daban su vida para conservar a su alma gemela—. Ni siquiera pondrá resistencia. —Él ya lo había comprobado, era una lealtad inquebrantable y una sumisión violenta. Sergei Varishikov lo había visto en primera fila. El corazón le punzó.

—¿Quiere que me apresure en la búsqueda? —Él necesitaba contactar lo antes posible a Shorter Wong para alertarle sobre el peligro inminente de la situación, él era lo más cercano que tenía a un aliado, y mientras se mantuviese con sus chicos él les podía garantizar cierta seguridad.

—Es hora de poner más cartas sobre la mesa. —Él se inclinó sobre la silla, su sonrisa fue un escalofrío para su columna vertebral, lo sombrío de su mirada lo abofeteó en un espasmo—. Es hora de ponernos en contacto con Fox.

Rosas negras para celebrar una muerte anunciada.

Como esta trama tiene muchos puntos precisos que debo tocar, con todo el amor del mundo me dedique a organizarla, y me atrevo a decir que este será el fic más largo que saque. Y acá se inaugura la temporada de cacería.

Muchísimas gracias por haberse tomado el tiempo para leer esta ya no tan pequeña historia.

Espero que les haya gustado. Se me va otro fic así que este va a tener actualizaciones más constantes.

Mil gracias y ¡Cuídense!

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