Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18.

¡Hola mis bonitos lectores! ¿Estuve pateando a propósito este capítulo? Sí, porque los nudos de la trama siempre absorben mi estabilidad emocional, mental y energética, así que estoy muerta, pero igual llegué hoy. Muchas gracias a las personas que se toman el tiempo para leer.

¡Espero que les guste!

¿Qué es un alma gemela?

—¿Ash? —Él no lo escuchó, él le sonrió para redefinir la tristeza y llevarse el corazón en la manga—. ¿A dónde vas? —Él estaba caminando demasiado profundo en esa ventisca. ¿Cómo encontraría el camino de regreso si se iba tan lejos?—. ¡Ash...! ¡Ash! —¿Cómo lo hallaría sino le daba la mano?

Pero él no volvió.

Despertó de golpe, el sudor le había quemado la piel y el llanto inyectado las pupilas, él apretó con fuerza las sábanas, frustrado. Esa conexión se desvanecía, la falta de calidez había calado hacia lo más tortuoso de sus pesadillas, él no era capaz de dormir, comer, siquiera pensar sin el lince de Nueva York. Era como si el sol fuese el instante de la realidad y ahora que las tormentas se habían acribillado en sus grietas la historia carecía de sentido. Él se sentó en la cama antes de hacerse un ovillo contra sus rodillas, un toque muerto le repasó la muñeca, él se dio el coraje para girar la llave de su pecho solo para hallarlo vacío. Porque Ash Lynx se había ido.

Y él ya no lo sentía.

—¿Eiji? —La expresión de Shorter fue un poema desteñido—. ¿Estás bien? —Aunque sabía que la pregunta era estúpida se forzó a hacerla, se había vuelto costumbre para el psicólogo encogerse como un niño mientras clamaba por un amanecer extinto.

—Solo fue un mal sueño. —Encontrarlo con la mirada hueca, con un aspecto de absoluta demacración y una expresión de pura soledad, le cerró la garganta—. Estoy bien. —Pero su voz se quebró y por sus mejillas corría la lluvia, él suspiró antes de acercarse.

—Oye... —Apenas se sentó en la cama su atención se clavó en un frasco sobre el velador.

—No me mires así, no tengo la energía para contradecirte. —Ni siquiera se atrevió a alzar el mentón, los dedos del moreno se crisparon contra su regazo, esto era una agonía.

—Eres inteligente, no hagas esto. —El japonés pintó una sonrisa descolorida.

—Lo sé. —Sus puños se hundieron como barquitos de papel en su pijama—. Es irresponsable tomar antidepresivos sin recetas, lo entiendo mejor que nadie. —Eso no lo detuvo para empastillarse. Porque él ni siquiera tenía una camisa para recordarlo o una fotografía para lamentarse, ellos destruyeron su burbuja de felicidad con una crueldad repulsiva.

—Entonces no lo hagas. —Ese dolor—. Es terrible para tu salud. —Él se apretó el pecho, tratando de arrancarse los sentimientos.

—No es tan fácil. —¿Cómo aferrarse a la infinidad si se quedó sin tiempo?

—Eiji... —Las cicatrices habían dejado abismos irreparables en su corazón—. Por favor, trata por mí. —Lo abrumaba el mero hecho de respirar porque su pulso se reducía a cenizas.

—Lo siento, pero no podía seguir tirado en la cama llorando, esto me hace sentir un poco mejor. —¿Mejor? Que mentiras más dulces para una pureza tan manchada—. Pero no puedo. —La boca le tembló, su mentón cayó inerte contra sus rodillas—. Shorter, ya no puedo sentirlo.

Él se quebró.

—¿Ni siquiera un poco? —Y no supo recoger sus pedazos—. No te pongas en el peor escenario, tu novio es inteligente, debe estar burlándose de todo esto. —Él negó antes de desmoronarse contra el pecho del policía.

—No es justo. —Él se aferró con violencia al contrario, como si con ese lamento pudiese traerlo de regreso—. ¡Él dijo que volvería! ¡Él prometió que lo haría! —Él quiso sollozar, no obstante, de sus ojos ya no salió nada—. Él dijo que me amaba...

Absolutamente nada.

—Y yo le creí.

—De seguro es temporal. —Shorter trató de consolarlo, sin embargo, la mirada que Ash Lynx le dedicó antes de ser sometido fue una despedida silenciosa, sus dedos trazaron círculos contra la espalda del azabache para relajarlo, sin embargo, este solo se tensó.

—¿De verdad lo crees? —¿Podía culparlo?

—Sí. —Eiji Okumura era un ave con las alas quebradas que se atrevió a alzar vuelo tras contemplar la belleza del alba.

—Él dijo que iría a Japón conmigo, íbamos a adoptar un perrito, ¿sabes? Él iba a estudiar medicina, seguramente se iba a convertir en el mejor doctor del mundo y yo lo iba a recibir con natto todos los días solo para verlo hacer ese lindo puchero. —La última pluma se le marchitó cuando el sol se perdió—. Yo... —Él se frotó el entrecejo, hecho miles de pedazos.

—Detente.

—Esto no puede estar pasado. —Pero habían transcurrido semanas y él no había regresado—. Él me diría si está bien, ¿verdad? —La compasión trazada en el rostro de Shorter le hizo darse cuenta de lo patético que lucía.

—Perdón. —Su palma sostuvo con desesperación su muñeca.

—Yo también lo lamento. —¿Cómo se debía sentir ahora? Su novio era una brillante y milagrosa fuerza vital, esos jades eran el matiz que coloreaba su mundo, esa risa la melodía de la caja musical en sus latidos, ese resplandor el complemento de su alma.

Pero lo dejó acá...

Solo.

Acá.

Sin él.

—¿Quieres que te prepare algo caliente para que puedas dormir?

—No. —Y él lo odió por eso—. Estoy bien. —Por más que quiso entenderlo no pudo.

—¿Quieres que me quede a tu lado? —Porque maldición, él no podía ser feliz si lo extinguía en una jaula. ¿Qué tan poco lo amó para tomar esa decisión por los dos? Ash no pensó en lo miserable que sería si perdía ese sublime fulgor o en la culpa que lo atiborraría a modo de ancla.

No, él solo se dio vueltas para comportarse como un leopardo hasta el final.

Y ahora estaba acá, varado, con un paraguas roto en medio de una tormenta.

—Shorter... —El nombrado contuvo el horror, aun en la inmensidad de la oscuridad esos grandes ojos cafés se profesaron vacíos—. Tenemos que hacer algo. —Él se frotó el entrecejo, tratando de mantener la cabeza fría.

—Lo sé. —Porque esto era una mierda para él también. Fue una catástrofe, apenas tomaron al lince de Nueva York un sinfín de patrullas aparecieron para arrestar a la pandilla y sabotear ese imprudente plan suicida. Yut-Lung Lee ni siquiera apareció por la puerta del instituto mental.

Él tampoco sentía a su fragilidad.

—Ellos no volverán por su cuenta. —Y aunque se había tratado de mantener fuerte por su mejor amigo, esto lo estaba desbordando—. ¿Qué hacemos, Shorter? —Debió valorar a su impresión cuando su mundo se reducía a esas diez letras, era enfermizo no saber absolutamente nada de esa mortífera belleza.

—¿Quieres hacer un plan estúpido conmigo? —La sagacidad de la pregunta se expandió en la oscuridad como una onda en el océano—. Es probable que terminemos en prisión si sale mal o en ese hospital psiquiátrico como ratas de laboratorio, pero...

—Cuenta conmigo. —El ambiente se electrizó, la determinación chispeó en sus pupilas con audacia—. Ya hemos pasado por muchos operativos juntos para saber que somos un buen equipo. —Shorter sonrió, esas misiones de incógnitos fueron un fracaso.

—Aprovechemos que Fox está de viaje para sacar primero a la pandilla. —Esa declaración encendió el aura del japonés a fuego lento—. Después vayamos por nuestras almas gemelas a esa pocilga. —Él miró acusatoriamente su frasco de antidepresivos antes de tirarlo. Si iban a hacer esto necesitaba de todos sus sentidos.

—Te escucho.

Un alma gemela era aquella persona cuyos retazos lograban zurcir los bordes maltrechos de tu corazón.

Shorter Wong entendió lo corrupta que estaba la justicia cuando lo despidieron. Luego de que Nueva York pereciese en las llamas de la discordia él confrontó a sus superiores exigiendo una explicación, encarcelar a inocentes que solo habían tratado de sobrevivir le pudrió las entrañas, esos sujetos eran inofensivos, ¿desde cuándo era un crimen nacer en la decadencia? Además nadie le daba una maldita respuesta acerca del clan Lee, los archivos de ese caso se esfumaron como polvo. El escándalo disgustó al omnipotente Eduardo L. Fox quien no se conformó con la humillación de exiliarlo sino que usó a sus contactos para que jamás pudiese volver a pisar un cuartel. Una vida como mesero era su nueva aspiración. Una mierda, ¿verdad? La realidad se sostenía con fajos de billetes, sin embargo, ese despecho sería su ventaja.

El plan era simple, usando la ayuda de Max él armaría un escándalo lo suficientemente grande como para captar la atención de los subordinados de ese psicópata, cuando el lugar fuese un caos, Sing y Eiji se escabullirían a las celdas subterráneas para evacuar a los miembros de la pandilla hacia un lugar seguro. Las cámaras no serían un problema y si había que asumir la responsabilidad el ex-pandillero tomaría más que encantado la horca. Porque aborrecía ese grotesco pantano de poder. ¿Querían profanar algo tan sagrado como su vocación? Bien, lidiarían con el verdadero terror de Chinatown. El japonés se hizo pasar por una víctima de la burocracia algunas horas antes mientras él se preparaba para su debut.

—¿Estás en posición, Sing? —Luces.

—Sí, ya me encargué de la seguridad, solo necesitamos un vehículo de huida. —Cámara.

—Bien, buena suerte, Eiji te está esperando en la recepción.

Acción.

—¡Eduardo L. Fox! —Los vidrios cayeron cuando él golpeó la puerta—. ¡Exijo que ese psicópata me devuelva el empleo! —Shorter Wong agitó con una maestría impresionante un fierro en el aire—. ¡¿Dónde está ese cobarde?! —El ventanal se hizo trizas tras una estocada.

—Señor...

—¡¿Dónde está ese idiota?! —El japonés perdió el aliento mientras contemplaba la escena desde un rincón, no sabía que su mejor amigo se tomaría tan a pecho su papel de maleante.

—Por favor tranquilícese. —Pero la secretaria no pudo hacer más que temblar cuando el aludido la miró.

—¡¿Dónde está Fox?! —La varilla se estrelló contra el escritorio, el público se congeló frente a la escena, algunos se refugiaron debajo de la corrida de asientos mientras otros se limitaron a gritar, la única salida estaba siendo bloqueada por los restos de la puerta.

—Él no está. —Max Lobo trató de mantenerse indiferente mientras confrontaba a su subordinado—. Pero puedes hablar conmigo, somos amigos. —Esta era su oportunidad para redimir a la pasión, era humillante, lo habían degradado a conserje desde que arrestaron a la pandilla, las celdas del subterráneo eran una tortura, él no los dejaría desfallecer en la soledad.

—¿Contigo? —La carcajada fue grosera—. ¿Hablas enserio, anciano? —La frente le palpitó, una profunda bocanada de paciencia le llenó los pulmones, debía mantenerse profesional, su adorable subalterno solo estaba actuando—. ¿Cómo me devolverás mi empleo sino eres más que la perra de Fox? —La tensión fue implacable.

—¿Qué dijiste? —El orgullo le sangró.

—Que eres un lamebotas. —El fierro cayó de lado—. Siempre quise decírtelo, pero eras un jefe de mierda. —Él exhaló, su preciado subordinado seguramente estaba bromeando—. No sirves como policía ni como padre. —¿Verdad?

—Retráctate. —El más joven se acercó.

—¿O qué? —Él lo pateó en las costillas—. Anciano.

—¿Después de todo lo que he hecho por ti? ¡¿Así es cómo me lo pagas?! —Un puñetazo le desencajó la mandíbula—. ¡Mocoso de mierda! —Ambos cayeron al suelo mientras se agarraban como animales salvajes, poco les importó que las baldosas estuviesen repletas de vidrio—. ¡Por eso Eiji era mi favorito!

—¡Él también te odiaba! —Las secretarías llamaron despavoridas a los oficiales, sin embargo, estos no los pudieron separar. El policía lo tomó del cuello para estamparlo contra el escritorio.

—¡Malagradecido! —El mueble se hizo trizas con la brutalidad de la pelea, la alarma retumbó por el cuartel para clamar por refuerzos, parecía hilarante que necesitasen tanta ayuda para separar a dos hombres, sin embargo, Max Lobo fue un soldado importante en la marina y Shorter Wong un líder de pandilla. Se habían agarrado el cuello como perros rabiosos.

—¡Viejo decrepito! —La saña se intensificó cuando empezaron a golpearse con objetos. Aprovechando lo errático del encuentro el japonés se levantó de la recepción para escabullirse hacia el centro del cuartel.

—¿Tuviste problemas para llegar? —Él negó, cada oficial parecía estar lidiando con el incidente en la recepción, tenían un par de minutos para acabar.

—¿Tienes la llave? —Sing asintió, orgulloso.

—Pero tendremos que robar algún auto, si nos llevamos mi patrulla será demasiado sospechoso. —Eiji se apretó la muñeca con ferocidad.

—Todos vamos a ir a prisión, ¿no es así? —La sonrisa que el policía le entregó fue una gota de tranquilidad en su archipiélago de desolación.

—Vale la pena, estamos en misión imposible. —Ellos se aventuraron hacia la última puerta del pasillo—. Me siento como Tom Cruise.

Él odiaba el subterráneo del cuartel. El aroma a putrefacción le corroyó las fosas nasales como ácido, las paredes se encontraban repletas de humedad entremezclada con hongos, sus pasos fueron cautelosos, aunque el descenso infernal era exclusivo para los cargos privilegiados, él ya había evaluado a criminales riesgosos ahí dentro cuando trabajaba con Max Lobo en pruebas proyectivas. Las condiciones eran famélicas, este sitio era el criadero personal de Fox, él retenía a los criminales en un limbo tortuoso, era casi como si estuviese esperando para usarlos. El abandono se escurrió por cada grieta, sus nervios retumbaron contra los escalones, las luces parpadearon una última vez antes de fundirse.

—Deberían estar acá sino están retenidos arriba.

El más joven estaba aterrado, aunque él era fanático del suspenso la realidad le sobrepasó el intestino, los hombres detrás de los barrotes eran la encarnación de la agonía, los huesos se les marcaban debajo de los uniformes, parecían cadáveres, idos, sus pupilas carecían de esperanza y su voluntad era un frasco quebrado, lucían en blanco, sus muñecas se hallaban vendadas. Él tomó aire, tratando de lidiar con un espeluznante presentimiento, la peste le incitó una arcada, él se dio el coraje para darle la mano al japonés. Debía proteger a su alma gemela a toda costa. Además, esta era su oportunidad para verse cool. Él se enamoró de Eiji Okumura tras verlo saltar hacia la libertad, él anhelaba ser admirado por la ferviente pasión que le corroía las venas en torno a la justicia.

—¡Respeta el maldito espacio personal, Alex! —Él reconocería la voz de Arthur donde fuese, apretando la palma de su compañero él lo guio por ese laberinto de celdas. Era una suerte haber venido antes o se habrían perdido, más que un sótano esto se asemejaba a una catacumba.

—¡Chicos! ¡¿Dónde están?! —La oscuridad fue macabra.

—¡Por acá! —Esa jaula era humillante.

—¿Están todos bien? —Sus dedos se crisparon contra los barrotes, el japonés contuvo el espanto, aun en la oscuridad él pudo comprender que la pandilla personificaba la decadencia—. ¿Arthur?

—Hemos estado mejor. —Sing giró la llave, la libertad fue un alarido silencioso tras un click, si Fox se enteraba de que le había robado terminaría acá abajo.

—¡Salgan! —Los chicos empezaron a arrastrarse fuera, sin embargo, estaban demacrados, la realidad se había perdido tras una niebla sinuosa—. Eiji, tenemos algunos minutos, no creo que se puedan golpear por siempre.

—Hay una puerta de emergencia acá abajo, estaremos bien. —Bendita fuese la negligencia policial, si hubiesen seguido los protocolos el japonés no sabría eso.

—Bien. —Sing los ayudó a evacuar, no obstante, estaban agonizantes. ¿Cuándo habían comido por última vez? Eran sacos de huesos, no había ni siquiera agua dentro de la celda, él se mordió la boca, estaban repletos de hematomas y apenas jadeaban. Pero su preciado cuartel no podía ser responsable de esto, ¿no? Él creía en la justicia con una pasión inquebrantable.

¡Ellos eran los buenos!

—¿Bones? —El nombrado no se movió, no era más que una bolita en el rincón—. ¿Alex qué...? —Él negó.

—Yo lo llevo, luego te cuento.

Para poder escapar optaron por robar un camión de servicio.

—Esto es un problema. —El joven chino no lo entendía, él había imitado con una precisión envidiable lo que aparecía en las grandes pantallas, sin embargo, el motor no arrancaba.

—Muévete. —Aunque Arthur estaba pendiendo entre intervalos de locura y un hambre garrafal, él fundió los cables, cercenó el plástico y consiguió su cometido. Estar atrapado en esa ratonera, sometido a tanta mierda, en una precariedad inhumana. Necesitaba dormir y un suero que contrarrestase la anemia.

Los siguientes días fueron una odisea.

Tener a una decena de fugitivos escondidos en un apartamento en ruinas no fue su mejor idea, él tuvo que arreglárselas para conseguirles suplementos alimenticios y curar con una experticia ingenua una infinidad de heridas, por mucho que buscase a un médico clandestino él no tuvo los medios para contactarlo. Shorter fue encarcelado junto a Max, Sing lo ayudaba de vez en cuando con las labores domésticas, sin embargo, él pasaba la mayor parte del día en patrullajes para luego relevarlo al anochecer. El ambiente era mortífero. Las semanas que pasaron atrapados en el instituto mental y el cuartel se profesaron como un mosaico quebrajado, las pesadillas se habían vuelto recurrentes dentro de esas cuatro paredes y las sonrisas desteñidas. El psicólogo sabía que había que darle tiempo a los traumas para ser procesados, podían ser pandilleros pero eso no les arrebataba la fragilidad humana, debieron vivir momentos realmente duros para sumirse en el silencio y dejarse marchitar. Tener que convertirse en un soporte fue desesperanzador. A pesar de la lucha él no podía dejar de lamentarse por su pérdida.

Por su amanecer.

Su Aslan.

—Dijiste que volverías...

La luna no le obsequió una respuesta, él se dedicó a repasar las letras en su muñeca en un ritual sagrado, suplicando para sentirlo, rezando para que lo pudiese escuchar aunque no volviese a sus brazos. Porque lo mataría no poderlo contemplar otra vez cuando lo anhelaba tanto, sin embargo, mientras estuviese a salvo no le importaba tragarse el dolor y apartarse. Él no sería un obstáculo, él estaba dispuesto a sumirse en la tortura de la ignorancia con tal de garantizar su bienestar. Pero ya no tenía ninguna certeza. Sus dedos juguetearon sobre los bordes de la taza, su suspiro retumbó vacío por la cocina. Sí, él se decía eso, no obstante, lo amaba y lo necesitaba de regreso.

¿Qué sentido tenía un futuro sino era a su lado?

—¿Estás bien? —El murmullo de Sing lo trató de sacar a la superficie, sin embargo, él se estaba ahogando.

—Supongo. —Por mucho que nadase no podía tocar la orilla, él solo vislumbraba desde el fondo su propia vida como si fuese un espectador—. Los chicos lucen con más energías y liberarán a Shorter esta semana. —Tratar de sonreír lo hizo trizas. Porque no tenía sentido si no era para él.

—Blanca aún no me responde pero mañana hablaré con el líder de Black Sabbath. —Él tomó asiento a su lado en la mesa, preocupado—. Son buenas noticias.

—Si... —Unas cadavéricas ojeras reemplazaron el fulgor, la tristeza fue una bruma de encanto.

—Aunque no te estaba preguntando por ellos. —Sus dedos se crisparon contra los bordes del mueble—. No has estado desayunando con nosotros. —La boca le sangró luego de fruncirla, la tenía demasiado reseca.

—No he tenido hambre. —¿Esto se sentía perder a un alma gemela? La muerte sería mejor destino—. No te tienes que preocupar. —El policía hizo un esfuerzo sobrehumano para mantener la calma, porque no era justo, quería ser suficiente aunque fuese como un amigo.

—Él odiaría verte así. —Una solitaria lágrima le quemó la mejilla, la taza se deslizó desde sus manos hacia el servilletero, sus piernas pendieron en el taburete, flojas.

—¿Sí? —Las estrellas fueron un reflector melancólico para esa conversación—. Pues yo odié que se fuera pero eso no lo detuvo. —Él no quería sonar dramático, no obstante, se profesaba moribundo. Cada día tenía menos sentido, amarlo le había drenado la existencia, los colores eran grises, los sonidos dolorosos, los sabores putrefactos.

—Entiendo que estés frustrado pero...

—¡No es cierto! —Él se levantó con violencia, sus rodillas se tambalearon como papeles contra el peso de la realidad—. No puedes entenderlo, esto... —Él se arañó el pecho, desesperado—. Me duele mucho. —Ni siquiera tuvo energía para llorar. Tonto, ¿no? Hace un par de meses él no sabía quien era su impresión y ahora daría lo que fuese para verlo una última vez.

—¡Sí lo entiendo! —Sing se paró al frente de él, colérico, sus palmas se deslizaron por esos frágiles hombros para acunarlo—. ¡Lo entiendo porque yo te siento! —Musitar esa verdad fue un frasco de mariposas contra el piso—. ¡Esto también me está hiriendo! —El rostro se le calentó con una sinestesia rabiosa.

—Pero...

—¡Lo lamento, pero verte así me duele! ¡Eres mi conexión especial! —Él lo abrazó con fuerza, temiendo que Eiji pudiese esfumarse sino lo protegía de la brisa.

—Sing... —Él se dejó acunar.

—No te puedo prometer que las cosas saldrán bien, pero no te rindas así. —Esa caricia fue cruel, su nariz se hundió contra el cuello del policía para que terminase de ahogarse—. Aún tienes a los chicos contigo, no actúes como si no hubiese nada más. —Él solo se quebró como un espejo cuyas piezas se perdieron—. Aún me tienes a mí...

Esto ya no tenía arreglo.

—Me duele mucho. —Porque anhelarlo era tener un agujero incrustado en el pecho. ¿Cómo seguir cuando solo era la mitad?—. Creo que mi impresión se rompió pero no sé cómo arreglarla. —Su voz escapó bajita, casi con temor a ser pronunciada. Sing lo rodeó despacio, de alguna manera Eiji se había hecho más pequeño durante ese lamento.

—No está quebrada. —Respirar sin Ash Lynx era asfixiarse en una densa nada. Ni bien ni mal. Ni hambre ni frío. Era solo existir en un naufragio.

—Si lo pierdo, yo... —La lluvia no tuvo perdón contra su paraguas quebrado—. Ash... —La tempestad lo aplastó—. ¡Mi Aslan...! —Él tembló, apretando sus puños contra los hombros del chino—. Solo quiero que este a salvo. —Él necesitó llorar pero salió polvo de estrellas.

—Lo sé. —Él exhaló pero la muerte lo clamó.

Dos palabras, una frase y una mentira.

Para Ash esto tampoco era sencillo. Él no quería un alma gemela, hace meses se habría reído de esa fatídica creencia, solía mofarse de Griffin por lo cursi que sonaba la leyenda, sin embargo, lo conoció y el universo cobró sentido. Él se escribía esa impresión con plumón porque Eiji Okumura era la persona que llevaba consigo siempre, sin importar lo que pasase, él lo amaría de manera incondicional. O eso solía creer...

Pero ahora estaba de regreso en esa pesadilla.

Él suspiró, sabiendo que ninguna promesa fue verdad, un hombre como él...Ya no tenía nada que ofrecerle. Era repulsivo, su cuerpo era una colección de cicatrices y su corazón una caja musical quebrada. Sus uñas se clavaron al sillón. Al menos antes de ser reducido a un inodoro de semen él había podido ser feliz, sí, él fue malditamente dichoso porque se entregó con una devoción desmesurada a la ternura, la suavidad con la que esos resplandecientes ojos cafés lo adoraron, la dulzura de las caricias, la pasión en sus besos, eso ni siquiera Dino Golzine se lo podría quitar.

Así que estaba bien si lo usaban, porque él le arrancó la mejor parte a su alma y se la obsequió a la libertad.

—¿Ash, me estás escuchando?

—Sí. —Esa risa le quebró los tímpanos.

—Lamento que se esté portando así, los linces no son buenas mascotas. —Dino Golzine acomodó una palma sobre su muslo, él quiso llorar, sin embargo. ¿Qué sentido tendría?—. Me encargaré de convertirlo en una buena esposa. —Ex prostituto, líder de pandilla, asesino y todavía temblaba.

—Las bestias salvajes son las más difíciles de controlar pero también las más hermosas. —Yut-Lung Lee lucía tan hueco como él al otro lado del salón.

—Estoy de acuerdo, la belleza exótica es un lujo.

—Nuestro adorado hermanito tiene mucho que compensarnos. —Cuando Hua-Lung le tocó la cadera el vómito le destrozó las cuerdas vocales, no obstante, él se mantuvo indiferente. No lo verían sudar.

—¿Entonces finalizamos el contrato de compra? —Era aberrante la naturalidad con la que ese pederasta le había colocado un precio para intercambiarlo.

—Sí y puede considerar al clan Lee como un fiel inversor para su compañía. —Él arrugó la nariz, conteniendo las náuseas, era enfermiza esa pestilencia a bourbon entremezclada con Old Spice—. El B1 nos abrirá una infinidad de puertas en el mercado negro.

—Me alegra escuchar eso. —Dino Golzine le acarició los cabellos como si lo quisiese, él sonrió, la ternura del toque fue casi paternal—. Vamos a mi oficina para finalizar el contrato. —Cuando él le besó la mejilla su corazón gritó pidiendo ayuda pero su boca se mantuvo inerte.

—¿Estará bien dejarlos solos? —Nada de esto habría pasado si Griffin no hubiese seguido a esa mujer por ser su alma gemela.

—Ni siquiera se moverán, los tenemos bien controlados. —Nada de esto dolería tanto si no se hubiese enamorado de la libertad.

—Bien. —La puerta se cerró pero ni siquiera se miraron.

Eran dos muñecas de trapos, desechas.

Una al frente de la otra.

—Eiji... —Él se miró, desesperado, no era un hombre, era miles de pedazos—. Perdóname por no poder estar a tu lado. —Mientras más se trataba de reparar, más roto quedaba.

Él se abrazó a sí mismo, haciéndose un ovillo en el sillón, no sabía si era por la ausencia del moreno o los nauseabundos recuerdos que le traía ese lugar, sin embargo, se profesaba como un niño abandonado. Para Ash Lynx jamás fue un problema ser usado, cuando perdió a su hermano mayor tuvo que aprender a sobrevivir con ese monstruo, él abría las piernas, se tragaba la humillación, clavaba su atención en el techo y suplicaba para que se acabara. Nunca fue la gran cosa, no tuvo tiempo para sufrir por la transgresión, pero ahora su piel era tierra sagrada. Eiji había pintado galaxias enteras en sus cicatrices, lo garrafal de sus heridas era un recuerdo melifluo, uno que lo purificó para teñirlo de blanco. Fue consentido, dulce y conmovedor. No fue su primera vez teniendo sexo, pero sí la primera vez que él escogió hacer el amor.

Saber que otra vez lo mancharían...

¿Cómo volvería estando tan podrido?

—Este es el final, ¿no es así? —La crueldad en la voz de Yut-Lung Lee le craqueló la razón.

—Lo es. —Ellos no querían condenarse de esa manera, sin embargo, el destino era una ruleta rusa trucada—. Es gracioso pensar que nos conocimos en estas mismas circunstancias. —El azabache trató de acomodar una de sus piernas sobre la otra, sin embargo, no pudo. ¿Para qué pretender? Estaba devastado.

—Nunca te agradecí por sacarme de ahí... —Él apretó la mandíbula y cerró los puños—. Puede que hayamos sido la peor pareja de la historia pero me salvaste. —Esa fue la primera vez que se atrevió a mirarlo luego de que los hubiesen vendido—. Gracias. —Ya no quedaban vestigios de tan fatídica e imponente belleza.

—Yut... —Solo había fragilidad.

—Pudiste darme la espalda e irte, pero tú y Blanca arriesgaron sus pellejos para sacarme cuando ni siquiera me conocían. —Sus dedos juguetearon por los bordes de su vestido, sus hermanos lo habían arreglado para que se viese bonito pero se concebía como un montón de mierda—. ¿Por qué? —La sonrisa que el lince de Nueva York le regaló fue una encrucijada.

—Porque cuando te vi supe que éramos iguales. —Su respiración fue pesada—. Cuando perdí a Griffin nadie escuchó los gritos de ayuda que arrojé. —Sus piernas se crisparon hacia el sillón—. Habría sido lindo que alguien lo hiciera. —Irónico, más de dos años siendo pareja y jamás intimaron tanto como hoy.

—Tu plan fue estúpido. —Él sonrió, le gustaba que le dijesen las verdades sin anestesia—. Sabías que Golzine estaba coludido con Fox, los chicos se deben estar pudriendo en alguna celda. —Él negó.

—Shorter no se ve como la clase de persona que los dejaría ahí dentro. —Evitar su nombre sería lo más sano para su magullado corazón.

—¿Cómo puedes estar tan seguro?

—Porque es tu alma gemela. —El azabache se aferró a su muñeca como si su vida dependiese de eso—. Tu salvación no puede ser una mala persona. —Pero lo hacía, por eso dolía tanto.

—Fue bonito fantasear con una vida normal. —El sol opacó a la luna, por eso se empeñó en odiarlo.

—Lo fue. —El amanecer perdió esplendor bajo el fulgor plateado. Chocaban como si fuesen enemigos pero eran dos caras de la misma moneda, tal vez por eso hundirse juntos funcionaba como un mísero consuelo—. ¿Qué te habría gustado ser, Yut? —Esa fue la conversación más vulnerable que tuvieron.

—¿No te reirás? —Él negó—. Me hubiese gustado especializarme en trastornos alimenticios o nutrición, es tonto. —Sus dedos golpearon su muñeca—. Pero quería ser el adulto que necesité.

—Creo que entiendo el sentimiento. —El pánico lo mareó—. Pase lo que pase ellos están bien.

—Lo sé.

Ninguno se movió cuando el mundo se desmoronó.

Los muros se cayeron a pedazos, el piso tembló, el techo crujió con violencia junto al ventanal, ambos se levantaron de los sillones, asustados, los floreros se quebrajaron, la lámpara se agrietó. Una explosión. La realidad pareció a punto de colapsar bajo tan despiadado sonido. Los libreros gruñeron, el pánico les corroyó las venas con una implacable ferocidad, Ash se posicionó al frente de Yut-Lung cuando las bisagras chirriaron, otro estruendo hizo eco por la residencia antes de que la puerta cayese de golpe contra la alfombra.

—Blanca. —El nombrado acomodó un rifle de asalto contra su hombro.

—Supuse que necesitarían ayuda. —La cólera le destrozó la tráquea, ese sujeto no era más que problemas, aparecía cuando se le daba la maldita gana y jugaba en ambos bandos—. Apresúrense, si el monsieur me ve será un problema. —Pero el veneno le estaba escurriendo hasta los pulmones.

—¡Eres un idiota! —Estas semanas fueron un infierno emocional, él ya no tenía fuerzas ni para respirar, pero aun así...—. ¡Siempre haces esto! ¡Yo realmente te odio, Blanca! —Le quedaba energía para aborrecer a su expareja.

—Desquítate después, afuera es un caos. —Sin embargo, los más jóvenes lucían famélicos, el imponente lince de Nueva York no era más que un gatito echado en un basurero y la afilada víbora de los Lee una culebrita herida—. ¿Les dieron algo? —La nitidez en sus pupilas era tormentosa.

—Podría jurar que la comida tenía alguna droga, pero apenas la probamos. —Ambos se tuvieron que afirmar del ruso para poder salir, correr cuando las piernas eran vidrio molido no era el escape más heroico.

—Por eso estaban tan confiados dejándonos a solas. —La carcajada de Yut-Lung Lee se expandió como fuego contra los alaridos del caos—. Los cerdos nos doparon. —No le debería sorprender si sus hermanos amaban usar trucos sucios para someterlos. Porque sino lo humillaban no había placer. Él clavó sus uñas en los hombros de Blanca.

—Nos vamos. —Fue una suerte que los hubiesen sacado de la institución psiquiátrica para realizar la transacción en la mansión del Dino Golzine. Las miles de máscaras de la hipocresía debían tener alguna ventaja.

Volver a la realidad fue un ensueño extraño para el lince de Nueva York.

Él no entendió lo que ocurrió, la cabeza le punzó, las náuseas se tambalearon desde sus entrañas hacia su garganta, sus huesos se profesaron como agujas rotas, cada respiración le desgarró el tórax. Aún así él se las arregló para quitarle el arma a un herido y ayudar a su antiguo mentor. La sala estaba ardiendo, el sabor de la pólvora se le agolpó contra los dientes, él pudo distinguir la voz de Cain gritándole entre la multitud mientras Blanca lidiaba con los guardias de la residencia, no podía dejar testigos que lo delatasen, con una bala en la cabeza era suficiente. ¿A cuántos hombres él le disparó? No le importó. En la agonía él se abrió paso para arrastrar a Yut-Lung Lee afuera de esta pesadilla. Los cartuchos retumbaron contra el suelo, los alaridos cercenaron la piedad, la sangre escurrió contra sus zapatillas. Nadie estuvo a salvo. Él mató pero no sintió nada, como si fuese una máquina. Cierto...

Él era un asesino.

—¡Ash! —El alma se le heló cuando esa voz rompió la realidad, la ansiedad le destrozó las venas, el mundo volvió a girar al revés con una desalmada violencia.

—¡Eiji! —Él quiso gritarle por estar dentro de uno de los vehículos, sin embargo, no pudo. Porque adoraba esa terquedad. El resto de la tragedia se esfumó cuando sus miradas se conectaron.

—¡Ash! —El japonés no se pudo mantener al lado de Sing en la patrulla, él corrió para acunarlo entre sus brazos.

—Eres tú. —Sus manos temblaron contra la espalda del moreno, un espasmo eléctrico le recorrió desde la columna vertebral hacia la cordura, el corazón le volvió a latir con una dolorosa humanidad—. Estás aquí. —Él sollozó antes quebrarse entre sus brazos, ambos lucían terribles, la lejanía los estaba matando.

—Estás a salvo. —Él lo apretó con fuerza, permitiéndose respirar, su nariz se hundió en esa catastrófica matita abenuz, él se embriagó por esa mortífera esencia. Lo tenía acá y ahora. Era real. Una infinidad de sentimientos se arremolinaron entre sus latidos. Blanca le gritó algo detrás, sin embargo, él ya no estaba escuchando, porque su mundo estaba justo entre sus manos.

—Estás conmigo. —La infinidad se les hizo pequeña en ese reencuentro, volvieron a sentir, el universo se coloreó de belleza, la ternura pendió como un barquito de papel, esos profundos ojos verdes lo contemplaron como si todo el amor del mundo fuese para él—. ¡Vámonos! —Pero había un problema.

—Lo lamento... —Él ya no podía volver. ¿Cómo hacerlo? Estaba condenado.

—¿Ash? —El nombrado solo comprendió que estaba llorando cuando vio a sus propias lágrimas agolparse en su mentón—. ¿Qué estás esperando? Vámonos. —El japonés lo tiró del brazo, sin embargo, el agarre se rompió y un abismo se zanjó.

—Te amo. —Él le delineó el rostro como si fuese la última vez, su voz escapó enferma, él apretó los párpados, destrozado, sabiendo que no tenía derecho a regresar cuando era asqueroso—. Te amo tanto que no puedo hacerte esto. —La ternura incondicional que solía danzar dentro de esas obsidianas se comenzó a apagar.

—¡Ya no hay tiempo! ¡¿Qué esperan?! —Aslan dio dos pasos hacia atrás antes de acariciarse la muñeca. Él se contuvo para no volver a lloriquear, porque los ojos más bonitos del mundo ya ni siquiera lo reconocerían como humano.

—Perdón. —El vendaje cayó desde su mano hacia el piso, el horror que deformó las facciones de Eiji Okumura lo terminó de devastar.

Así que era real.

—Ash... —Él era una monstruosidad.

—No puedo volver. —La noche había comprado el último retazo de su dignidad—. Porque ya tengo un alma gemela.

Oh...

Pero un alma gemela era aquella persona cuyos pedazos lograban completar tu corazón.

¿Verdad? 

Noticias, nos deben quedar unos tres capítulos juntos para llegar al final, tal vez un poco más, así que estoy ansiosa a morir. Estos dos fueron los capítulos más intensos emocionalmente en esta bendita trama, gracias por llegar hasta acá conmigo, me tenía cero fe escribiendo un AU soulmate aunque los amo mucho, no puedo agradecer lo suficiente el cariño, me dejan corta de palabras.

Nos vemos en algunas semanas.

¡Cuídense!  

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro