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Capítulo 16.

¡Hola mis bonitos lectores! No actualizaba tan seguido una historia desde que solo tenía el amante del lince y la tentación del lince en emisión, así saben que tengo poquitos fics activos.

Momento publicitario: Esta mujer deokumura sacó una nueva historia ayer y es mi deber moral gritarle a todo el mundo lo maravillosa que es, así que vayan a fangirlear conmigo. No, ya más en serio, estoy muy enganchada con esta autora tanto por su prosa como por su imaginación. (Si, te amo)

Ahora a lo que nos concierne, es un buen momento para recordarles la clasificación del fic y que yo confío en que mis lectores son rigurosos y si algo les molesta por último tendrán la madurez para seguir de largo. Muchas gracias a las personas que se toman el tiempo para leer. 

¡Espero que les guste!

        

Él se enamoró del fuego pero lloró por las cenizas, porque estas se esfumaron antes de que diese su último aliento.

—Llevas más de una hora escogiendo. —Sus manos se deslizaron por la cintura del japonés—. Solo toma cualquier paquete y vámonos. —Su rostro se hundió en los trazos de su espalda, la nariz le cosquilleó, Eiji siempre olía bien, él no podía identificar el perfume, sin embargo, era floral y le sentaba de maravilla.

—Tú fuiste quien hizo berrinche para que pasáramos al supermercado. —Las ruedas del carrito chirriaron cuando él trató de zafarse del agarre.

—Porque estuvimos conduciendo durante una eternidad. —Su aliento le erizó el cuello, él tragó duro, apretando con fuerza el cartón de leche, tenerlo tan cerca lo ponía nervioso—. Los ancianos siempre se demoran tanto en escoger.

—Solo soy dos años mayor. —El moreno no tuvo que verlo para saber que había trazado una sonrisa—. Y es importante que escojamos bien, tengo que cocinar para un americano delicado.

—Eres una buena ama de casa. —El carrito chocó contra la sección de lácteos, él quedó atrapado entre la baranda y los fornidos brazos de Ash.

—No soy una ama de casa. —El pecho le explotó como si hubiese una galaxia naciente luego de que esos jades lo encontraran. Si algo le gustaba al psicólogo eran los ojos de Ash Lynx, aquel verde le resultaba tan mortífero como feroz. Era hermoso.

—Bones me dijo que eres amigo de las amas de casa de la avenida. —La altanería de esa mueca lo fastidió.

—¡Ellas son amables! —Él echó enfurruñado el cartón hacia el carro.

—Lo que digas, cariño. —El aludido le sacó la lengua antes de seguir con la lista de compras.

—Eres imposible. —Con una sonrisa mal disimulada él lo siguió.

—Pero aun así te gusto. —El moreno no pudo hacer más que arrugar la nariz e ignorarlo el resto de las compras. Porque era verdad, Aslan le encantaba, él estaba tan enamorado que temía que un día se le paralizase el corazón por lo rápido que le estaba latiendo.

Que lo llevase a Cape Cod luego de tan fatídico desastre lo tomó por sorpresa, aunque no hubo mayor explicación, la aflicción que empañó esas pupilas fue lo suficiente para que el alma se le estrujara y abandonase el terror. No soportaba que él esbozase tan desolada expresión, no luego de haberse desmoronado una infinidad de veces mientras sus espinas lo terminaban de destrozar. Amar a este hombre era una piadosa crueldad, él haría cualquier cosa con tal de verlo feliz, sin embargo...

—Oye. —Los hombros le pesaron como si fuesen de plomo, sus dedos se crisparon contra la barra del carrito—. Luces pálido, ¿pasó algo? —Él negó, mirando con sumisión los distintos letreros del pasillo.

—No pasa nada. —La sonrisa que Eiji Okumura le arrojó—. Vamos a pagar. —Fue un bote hundido en el mar del engaño.

—Claro.

Para Ash esto también era frustrante, sabía que había sido estúpido dejarse llevar por el despecho y menospreciar la incondicionalidad que esos grandes ojos cafés rebalsaban, sin embargo, esto era una mierda. ¡No era justo! Él amaba al japonés, cada milímetro de su alma se electrizaba con un simple roce de manos, aquellas desgarradoras heridas eran casi bellas bajo tan desmesurada calidez, la cordura apenas se bamboleaba en su pulso cuando se quedaba embobado contemplándolo, pero él odiaba no tener una impresión. Él no quería darle un amor a medias, sin embargo, sentía que moriría si lo dejaba ir y se aborrecía por permitirse consumar en este ciclo de egoísmo. ¿Por qué un desconocido como Sing Soo-Ling podía desmoronar a su libertad? Él se apretó el pecho, lastimado.

¿Por qué no había nacido normal?

El resto del camino fue silencioso e incómodo, la radio cubrió la ausencia en los lamentos, él oprimió el volante, colérico, si fuese una persona normal podría comprender las emociones del moreno, si él tuviese esa maldita impresión no sería un ladrón de almas gemelas, él quería que fulgurase, él adoraba perecer bajo ese vuelo inquebrantable, él lo amaba tanto que le suplicaba a Dios cada noche para que convirtiese esa ridícula palabra de plumón en una conexión real, pero jamás pasaba. Él suspiró, tratando de concentrarse en la autopista, ni siquiera valía la pena, tal vez Dino Golzine tenía razón y él solo servía para abrir las piernas. Quizás esta era su condena por matar. Sonrió, que estúpido fue pensar que merecía más.

—Casi nada de lo que hay adentro funciona, pero debería sernos de utilidad por el fin de semana. —Y acá estaba otra vez, justo donde empezaron sus desgracias.

—Es bastante grande. —El moreno se aferró a las bolsas de compras mientras él abría la puerta, una espesa capa de polvo los recibió apenas pusieron un pie en el interior—. Es bonita.

—No tienes que ser amable. —El repentino gélido en su voz le cerró la garganta—. No hay nada bueno en este basurero.

—¿Entonces, por qué estamos acá? —El japonés lució tan herido con esa barrera entre ellos dos, su primer reflejo fue dar un paso hacia él, sin embargo, la libertad dio dos hacia atrás, con las compras contra su mentón, casi a la defensiva.

—No deberíamos pensar con el estómago vacío. —El americano no pudo hacer más que congelarse y apartarse—. Te ayudo a preparar los emparedados.

—No. —Lo directo de la negativa le quebró el corazón—. Yo puedo. —Sin siquiera mirarlo a los ojos él se deslizó hacia la cocina mientras Ash se dejaba agonizar en una de las sillas. Cuando él discutía con Yut-Lung Lee una disculpa usualmente lo arreglaba, no obstante, la grieta en esta relación lo estaba empujando hacia el borde de la desesperación.

—Eiji. —De repente sus ojos se aguaron—. Lo siento si te obligue a venir, no quería que esto fuese... —Y la voz se le quebró—. Perdón. —El aludido parpadeó una infinidad de veces antes de poder procesar esas palabras.

—No me obligaste a venir. —Al lince le enfermaba ser tan vulnerable cuando se trataba de él, no obstante—. Ash...

—¿Por qué no puedo ser yo? —Esto era demasiado cruel—. ¿Por qué él puede saber tanto de ti sin esforzarse? —Él tomó asiento a su lado.

—Pensé que ya habíamos hablado de esto. —El rubio se abrazó a sí mismo, aterrado.

—Lo sé. —Pero tener que escuchar a ese mocoso balbucear sobre cómo se sentía el maravilloso salto de pértiga de su japonés, tener que atestiguar el fanfarroneo acerca de una infancia desconocida o anécdotas tan vergonzosas como adorables—. Pero yo también quería sentirte volar. —Le quebró el corazón en miles de pedazos—. ¿Por qué todo lo que tú sientes de mí es asqueroso y yo no puedo tener nada de ti? —El llanto se le agolpó en las mejillas.

—Esto es por lo que dijo Sing, ¿verdad? —El pecho le punzó como si una eternidad de espinas lo estuviesen desgarrando por dentro.

—Sí. —Sus girasoles se marchitaron al carecer de luz—. Sé que es tonto. —Pero cada cosa que tocaba perecía con violencia, él se tenía miedo, no sabía cuánta sangre había en sus manos—. Ya no lo sé. —Él no sentía nada.

Nada...

—¿Quieres saber cómo se siente volar? —Ash asintió con una timidez infantil—. Entonces párate.

—¿Qué? —Eiji se apartó de la mesa, ofreciéndole una palma.

—Me escuchaste, párate y cierra los ojos con mucha fuerza.

—No me trates como un niño. —La sonrisa del moreno fue tan bonita que él no supo qué hacer.

—Te estás comportando como uno. —Y con una impresionante facilidad él se las arregló para encontrarlo en medio de esa tormenta de soledad—. ¿Entonces...? —Él suspiró antes de obedecer. Aún en la oscuridad él pudo sentir como un par de delgados brazos le rodeaban la cintura, aquel toque fue exquisitamente devastador.

—¿Qué estás haciendo? —Ash apenas pudo contener la risa cuando vio el esfuerzo sobrehumano que el psicólogo estaba haciendo para levantarlo, sus mejillas se encontraban completamente infladas y rojas, sus cejas trepidaban de manera graciosa. ¿Cómo otro ser humano podía ser tan adorable?

—Te estoy ayudando a volar, soy tus alas. —Tanta ternura lo abrumó.

—Eiji... —El nombrado se paralizó cuando él bordeó sus mejillas—. ¿Por qué siempre sabes qué decir? —El tacto se derritió como pétalos de flor contra su piel, él se relajó, dejándose pintar por esas ásperas yemas. Cuando sus miradas se conectaron el mundo dejó de importar.

—No siempre sé qué decir. —El japonés limpió una pena silenciosa con sus pulgares—. Pero me duele verte de esa manera, no me gusta que haya un abismo entre nosotros dos. —Ash sonrió, embobado. Él estaba seguro de que Eiji Okumura era la misma definición de belleza.

—Me gustas tanto. —Los pensamientos se le esfumaron tras un suspiro—. Digo... —¿Desde cuándo había perdido el control? Él era un depredador, no debería estar sonrojándose y haciendo pucheros como un crío—. Me gustas tanto. —Pero su mente no funcionaba cuando se trataba de él.

—Creo que has engordado con el natto y por eso no te puedo levantar. —Ver al infame Ash Lynx avergonzado le llenó el vientre de mariposas.

—Tal vez tú eres demasiado debilucho, onii-chan. —Antes de que pudiese reclamar las palmas del rubio se acomodaron sobre su cintura para alzarlo en el aire, las tablas crujieron por el cambio de peso, sus yemas se deslizaron como electricidad contra su piel—. ¿Y bien? ¿Cómo se siente estar en el aire otra vez?

—¿Sabes qué? —Sus alientos se fundieron en una mortífera sinestesia—. Esto es mucho mejor que saltar la pértiga. —Aunque el calor se le extendió desde la nariz hacia las orejas él no pudo dejar de admirar ese verde majestuoso, la brisa removió el polvo y las cortinas con un arrullo.

—¿Lo es? —Las palmas del lince se deslizaron contra su cintura para acercarlo—. Creo que prefiero verte volar a ti a sentirlo. —Pronto sus narices se rozaron con timidez.

—¿Si? —Los brazos de Eiji se acomodaron alrededor de su cuello, con suavidad—. Yo prefiero hacerlo juntos, es más especial. —Con esas palabras él lo amó un poco más. Porque sí, cada segundo que pasaba el japonés encontraba una manera para seducirlo y empujarlo más profundo en estos sentimientos.

—Maldición, me siento tan feliz de esta manera. —El moreno se alzó en la punta de sus pies cuando regresó al piso—. Podría pasar toda una vida contigo. —Los brazos del americano lo rodearon con fuerza, casi con temor a que se esfumara—. Quiero pasar el resto de mis días contigo. —Él no pudo hacer más que corresponderle y desear que esa promesa fuese real.

—Entonces pasémoslos juntos. —El corazón se le agolpó en la tráquea por la emoción.

—He estado practicando un poco de japonés. —Amor infinito suspendió en esas obsidianas cuando se apartó—. Aún es básico, pero...

—¿Quieres que te enseñe? —Él asintió.

—Pero aún tengo hambre. —Él adoraba lo mimado que podía ser Aslan cuando estaba a su lado. La galantería en esas facciones le resultaba mucho más sublime tras suavizarse y permitirse solo ser él.

—¿El americano delicado quiere un sándwich preparado por un descuidado japonés?

—Mientras no tenga restos de tus dedos. —Ambos carcajearon luego de fruncirse el ceño.

Él se enamoró de la infinidad del jade pero olvidó que la belleza era efímera.

Cape Cod era una telaraña de malos recuerdos, desde el restaurante de su padre hasta esa asquerosa cabaña estaban podridos en maltrato, él aborrecía ese pueblo maldito, sin embargo, hubo algo mágico cuando se sentaron en el muelle y se vieron envueltos por la calidez del atardecer. Aquel sucio dorado se tornó sublime bajo la risa del japonés, la infinidad del cielo desbordó ondas de esperanza mientras tonteaban frente al lago con un cuaderno y una terrible pronunciación, era impresionante la facilidad con la que el moreno le arrancaba esos inmundos recuerdos para reemplazarlos con rayos de sol. Ambos balancearon sus piernas sobre el agua, ansiosos, había algo demasiado íntimo en esta cercanía.

—Eres un terrible profesor, ¿alguien te lo había dicho antes? —El rosa en esas mejillas lo cautivó, sus dedos se crisparon nerviosos contra el papel, el dulzor del trigo entremezclado con tan exquisito perfume fue un estrago.

—Y tú eres algo lento para ser un genio. —Él rodó los ojos, jugueteando con el lápiz entre sus dedos, de alguna manera venir con Eiji lo forzó a mirar a su pueblo con diferentes ojos. De repente Cape Cod parecía un lugar tan pacífico como hermoso, los colores eran mucho más brillantes cuando fulguraban dentro de esas obsidianas—. Pasemos a la siguiente lección.

—Te estás tomando esto en serio. —Él chasqueó la lengua, ofendido.

—Claro que lo hago. —Aunque las tablas del muelle se encontraban húmedas y la brisa era mucho más helada que Nueva York—. Tienes que saber lo básico para estudiar en la universidad, ¿no? —Esa palabra no existió entre ellos dos.

—Es verdad. —La sonrisa que Ash Lynx le regaló le derritió el corazón—. Gracias. —En el fondo él no se lo diría, sin embargo, el japonés lo inspiraba no solo para que quisiese ser mejor.

—No es nada. —Sino para que lo intentase—. Bien, lo siguiente es cómo decir adiós. —El trazo contra la hoja fue torpe—. Sa-yo-u-na-ra. —Él se inclinó hacia su adoración, la cercanía entre sus labios se convirtió en una tortura.

—Sa-yo-u-na-ra.

—¡Sí! ¡Sí! ¡Muy bien! —Como si todo el amor del mundo se hubiese concentrado en esos ojos, él lo contempló.

—¿Cómo se pronuncia esto? —El rostro se le encendió con un desvergonzado escarlata, las manos se le empaparon de ansiedad, sus piernas se congelaron frente al agua.

—¿Cómo conoces ese término? —Su estómago burbujeó como si hubiese un universo de girasoles floreciendo en su interior.

—No subestimes mi inteligencia. —La piel le ardió en la inocencia de un roce.

—Ash, las palabras en japonés tienen un peso diferente a las que se usan en América. —Eiji solo había escuchado a sus padres pronunciar dichoso término en el video de su matrimonio. El más joven dejó el cuaderno de lado.

—¿Estaría mal si la quisiera decir? —Sus manos se deslizaron sobre las del psicólogo, con suavidad.

—No, pero... —Él se mordió el labio—. Nunca me la han dicho. —Él no estaba seguro si era el efecto del atardecer o el brillo del cielo, no obstante, Aslan se acababa de hacer más hermoso con esa expresión. Y fue justo en ese momento que esos ojos verdes le recordaron porqué lo había escogido.

—¿Debería guardarla para una ocasión más especial? —Él no quería un alma gemela sino era este imprudente americano.

—Lo haces sonar como si fuera una propuesta. —La curvatura en esa sonrisa le llenó el pecho de pirotecnia.

—Pero lo es. —Él trató de retroceder, sin embargo, las palmas del rubio ya lo estaban sosteniendo por la cintura.

—Ni siquiera hemos formalizado lo que tenemos y me estás diciendo algo como esto. —Él bajó su mentón, con timidez, sus yemas se deslizaron por el ancho de esa camisa de tela, sus piernas temblaron tras chocar con las de él.

—Que gracioso, Yut me dijo lo mismo antes de salir. —El moreno no tuvo oportunidad, antes de que se pudiese refugiar, el amanecer lo embriagó. Como si fuese un lienzo Ash le delineó cada facción para inundarla de color, él estaba cerca, tan cerca que podría escuchar la violencia de su corazón.

—Él dice cosas así. —La boca se le secó, el aliento del rubio cosquilleó entre sus pestañas, él presionó sus párpados con fuerza.

—Eiji... —Sus dedos se hundieron en los hombros del americano, era injusto que su nombre sonase tan tentador envuelto por esa voz—. Si te propusiera tener una relación conmigo, ¿qué me dirías? —De repente su cordura había perecido para llenarse de Ash Lynx.

—Tendrías que preguntármelo para saber. —La tensión chispeó, él le acomodó aquellos rebeldes mechones abenuz detrás de las orejas, su columna fue recorrida por una implacable electricidad.

—Eiji Okumura. —Cada poro se le erizó—. Aishiteru. —En ese instante toda su vida cobró sentido, como si su alma solo hubiese sido creada para encarnar este momento—. Sé que no tengo mucho que ofrecerte pero... —El tiempo se paralizó—. Todo lo que soy es tuyo.

—Ash... —La conmoción que se posó sobre esos ojos los hizo lucir demasiado verdes.

—No tienes que aceptarme, entiendo sino lo haces, pero te amo. —Él tomó la mano del japonés para apoyarla contra su pecho—. Y no hay nada que me haría más feliz en el mundo que ser tu amante. —Las lágrimas no se hicieron de esperar y él no tardó en llenarse de terror por verlas—. No te sientas mal por rechazarme, solo. —Un beso lo silenció.

—Aslan. —El nombrado quedó aturdido por tan exquisita sensación—. Para ser un genio a veces puedes ser bastante tonto. —Él quiso ofenderse, sin embargo, la sonrisa de Eiji fue tan bonita que no pudo hacer más que suspirar atontado—. Te he amado desde hace mucho, ni siquiera te lo imaginas, ¿verdad?

—Pero... —Otro beso lo embriagó.

—Te lo repetiré toda mi vida si es necesario, me da exactamente igual lo que digan las impresiones, eres mi alma gemela y nada cambiará eso. —Esas palabras lo intoxicaron, él se tuvo que apoyar contra el muelle para disimular la conmoción, sin embargo, su palma se acomodó demasiado a la orilla y terminó cayendo al lago—. ¡Ash!

El agua se deslizó por su piel como si pudiese limpiarle el dolor, sus brazos se extendieron hacia un cielo demasiado transparente mientras disfrutaba la sensación, sus piernas se estiraron con lentitud antes de empezar a patalear, así que Cape Cod sí podía ser hermoso. Las orejas se le despejaron apenas regresó a la superficie, él se retiró el flequillo hacia atrás, poder ver una expresión tan preocupada en el rostro de Eiji le pareció adorable. Porque era verdad, mientras la impresión dentro de su corazón fuese la correcta daba igual lo que dijese su muñeca.

—Dame la mano para salir de ahí. —Él obedeció, sin embargo, al ejercer demasiada fuerza terminó arrojando al psicólogo hacia el lago—. ¡Ash! —El nombrado trató de contener una risa, no obstante, él lucía como un conejito empapado, su cabello se hizo aún más esponjado por culpa de la humedad.

—No fue a propósito. —Él le salpicó agua contra la cara, ofendido—. ¡Oh, vamos! Ahora tú te estás comportando como un niño, onii-chan. —Sus brazos se enredaron contra el vientre del japonés—. Estábamos teniendo un momento especial ahí arriba.

—Quiero retractar mi confesión. —La risa de Ash le erizó el cuello en una deliciosa sensación.

—Muy tarde. —Como si fuese un gato mimado él escondió su rostro en el hombro del moreno—. Ahora que somos pareja ya no puedes librarte de mí. —La risilla de Eiji se expandió como ondas en el lago de su alma.

—No estamos casados para que digas eso.

—Aún. —Él rodó los ojos, tratando de disimular la felicidad.

—Regresa con un anillo y lo voy a considerar.

Esa tarde fue el recuerdo más maravilloso que plasmó en Cape Cod.

Regresar a ese pueblo fue una tortura, las vagas memorias que tenía sobre su infancia eran de un padre violento y un hermano angustiado, las pesadillas lo asfixiaban desde que tenía siete años, la tragedia se enterró en un campo de béisbol, sin embargo, esa parte tan nauseabunda como fea fue su inicio, él sabía que el psicólogo merecía a alguien mejor, no obstante, el retazo más vulnerable de él se encontraba estancado en ese pantano de rosas, así qué...Él relajó sus hombros, jugueteando en el agua. Él solo quería que Eiji tuviese la oportunidad de conocer a Griffin.

Él se enamoró de las cenizas detrás de las llamas pero murió congelado.

Cuando las estrellas comenzaron a pintar el agua con una sublime claridad ambos salieron del lago, las noches en el pueblo eran heladas y sus estómagos se encontraban vacíos. El rubio se dio coraje para encaminarse hacia el comedor de su padre, Jennifer era una persona dulce, a ella probablemente le encantaría conocer al japonés, porque vamos. ¿Quién podría ser inmune a semejantes encantos? Sin soltarse de las manos ellos se abrieron paso por el recinto, el mohín que la mujer le entregó fue de pura felicidad, ella fue lo más cercano que tuvo a una madre, la quería mucho.

—Aslan. —La sonrisa de Jennifer se ensanchó tras verlos tomados de las manos—. Hace mucho no venías de visita. —La timidez con la que su novio ingresó le pareció adorable.

—Hemos venido a ver a Griffin. —Sus hombros se relajaron, ella dejó el trapo contra la mesa.

—La urna la tiene tu padre en la casa, pero deberías pedírsela. —Ambos tomaron asiento frente a la barra—. ¿Quieren que les sirva algo? Deben estar hambrientos.

—No es necesario. —Jennifer hizo caso omiso antes de arrastrar dos platos con sopa sobre el mostrador, el humo les abrió el apetito, el aroma era delicioso, tanto jugueteo los dejó agotados.

—¿Y quién es este chico tan lindo? —Cada fibra se le tensó al convertirse en el centro de atención.

—Él es mi amante. —Ash apretó su agarre con orgullo—. Eiji Okumura. —La ternura en los ojos de Jennifer fue abrumadora. Quizás habían algunos pétalos entre las espinas de la reminiscencia.

—Me alegro tanto. —El dulzor de la sopa le danzó entre las papilas gustativas—. A Griffin le habría encantado conocerlo, lucen radiantes. —Ni siquiera el vapor pudo cubrir la intensidad de su sonrojo.

—Gracias. —Ash le regaló una sonrisa divertida, eran pocos los momentos donde podía apreciar al japonés tan cohibido.

—¿Qué pasa cariño? Lucías mucho más animado cuando estábamos en el lago. —El aliento del rubio le erizó la piel—. ¿Ya no soportas las ganas de tocarme? —Él se atragantó con la sopa, las orejas le ardieron, el pulso se le congeló. Poder encarnar este momento era una bruma de irrealidad.

—¿Qué te hace pensar que puedes regresar aquí? —Pero los sueños también lloraban brea—. ¿Qué tan desvergonzado tienes que ser para mostrarme tu cara? —Hasta el último milímetro de su cuerpo se tensó.

—Solo vinimos a ver a Griffin. —Como si fuese una persona completamente diferente el semblante se le endureció, la inocencia de ese verde fue reemplazada por indiferencia, él se levantó con violencia del taburete—. Nos vamos. —La brutalidad con la que lo jaló fue impropia.

—¿Qué es esto? —Antes de que Ash pudiese escapar él lo tomó de la muñeca—. ¿Libertad? —Los gruesos dedos de Jim repasaron la impresión de plumón hasta borrarla—. ¿Así seduces a tus clientes?

—¿C-Clientes? —La garganta se le desgarró, las entrañas se le revolvieron en putrefacción, él había soportado las humillaciones de su padre desde que tenía memoria, no obstante...—. Nosotros no quisimos molestarlo señor, ya nos íbamos. —Él apretó la mandíbula y cerró los puños.

—Viste lo que le pasó a Griffin, esto es patético. —Él no quería que Eiji viese lo grotesco que era su pasado—. ¿Este marica te convenció? —Las venas se le destruyeron, la furia lo poseyó.

—¿Qué diablos fue lo que dijiste? —Ni siquiera el agarre del japonés lo logró calmar.

—¿Al menos le estás cobrando?

—¡Ash! ¡Detente! —Eiji lo tuvo que tomar del vientre para frenar sus golpes—. ¡Vámonos! No empieces una pelea. —La sonrisa de ese hombre lo llenó de impotencia. ¡Porque claro! El trabajo de un padre era pisarle la mierda de autoestima que tenía y emborracharlo de inseguridades.

—No te engañes, naciste sin ser normal. —Jim Callenreese le dio más golpes que abrazos, él lo aborrecía, las piernas se le rompieron como si fuesen de cristal, ese sujeto no hizo nada cuando Griffin cayó en la desesperación. Él solo los abandonó—. Igual que la puta de tu madre.

—¡¿Qué diablos está mal con usted?! —La frustración en la voz del moreno los sorprendió— ¡Usted no sabe nada! ¡¿Cómo se atreve a hablarle así?! —Y de repente ese destructivo vórtice en su pecho...

Cesó.

—Soy el padre de esa escoria. —Esa respuesta cabreó aún más al japonés, él conocía las consecuencias que traía para los niños crecer con esa clase de negligencia, no soportaba tan grotescos tratos.

—¡Con mayor razón! —Ahora era Ash quien trataba de calmarlo—. Usted se perdió al hijo más maravilloso que pudo tener, yo no me quedaré parado mientras veo como le hace daño.

—Eiji...

—¡Usted es un completo idiota! —Como si fuese el gesto más obsceno del mundo, él le sacó la lengua mientras apretaba los párpados.

—Vámonos, Eiji. —Él se dejó abrazar, enfurruñado, la noche ya había pintado Cape Cod cuando salieron del restaurante, sus pasos fueron plomo contra la humedad, la rabia seguía cosquilleando para que abriese y cerrase la nariz frenéticamente. La carcajada de Ash le golpeó la dignidad.

—¡No te rías! —Pero el más joven no pudo parar, él se limpió una lágrima con el pulgar, extasiado.

—Esta es la primera vez que alguien me defiende. —Esa confesión le cayó como un balde de agua fría—. Lo siento pero estoy muy feliz. —Ese hombre tenía talento para jugar con su corazón.

—¿Quieres que regrese a golpearlo?— Las cejas le temblaron, en un instante Ash Lynx pasó de lince feroz a gato manso—. Puedo insultarlo un poco más.

—Esa es una terrible manera de ganarte a tu suegro. —El más joven se cubrió la boca, incrédulo.

—Mi suegro es un idiota, él debería tratar de ganarme. —Ahora él era feliz, porque sabía que al menos una persona se preocupaba por él y no esperaba nada a cambio, él no podía creer la suerte que tenía, era el sentimiento más feliz del mundo.

Esto era un alma gemela.

Ambos se sentaron sobre la cama, la lámpara encima de la mesita había coloreado con una tenue bruma dorada las paredes del cuarto, el aroma a polvo desapareció con el murmullo de la ventana, las cortinas se bambolearon con timidez, el japonés apretó sus rodillas, dándose valor para mirar a su amante. Las palabras le chispearon en la garganta cuando alzó el mentón, el plateado de la luna danzó de manera juguetona sobre esas largas y curvas pestañas, el filo en esos pómulos lució mucho más varonil bajo tan intensa sonrisa, él tragó, ansioso, dejando que la calidez de Aslan se filtrara hacia cada una de sus grietas tras un simple roce de manos.

—¿Me trajiste a Cape Cod para que pudiese conocer a Griffin? —Aunque lo musitó bajito la sinceridad de la pregunta fue lo suficiente para acelerarle el corazón.

—Sí. —Sabiendo que sería inútil él dejó caer la última de sus barreras—. Griffin fue la única persona que se molestó en ver cosas buenas en mí. —Sus dedos tiritaron en la ternura de la caricia—. Él trabajó muy duro para que pudiese tener una vida normal pero al final me lo quitaron. —Él cerró los ojos, con suavidad, antes de llevarse los nudillos del moreno hacia los labios—. Tengo miedo.

—Ash...

—Tengo miedo de que salgas herido por estar involucrado conmigo. —Un beso de seda le quemó la piel—. Golzine es capaz de arrebatármelo todo con tal de llevarme a su lado, no podría perdonarme si algo te llegase a pasar. —Como si fuese una delicada pieza de porcelana, el más bajo lo rodeó.

—Estás conmigo. —Sus palabras le hicieron cosquillas—. Estás a salvo entre mis brazos ahora, Aslan. —El nombrado apretó con fuerza el pecho de su amante, rompiéndose en miles de pedazos. Porque mierda, no tenía derecho a ser salvado pero anhelaba con desesperación la libertad.

—Eiji. —Con las palmas tiritonas él logró rodearlo—. Realmente te amo. —Y el nombrado no hizo más que corresponderle. La fragilidad del toque fue tan diferente a lo que conoció.

—Y yo a ti. —Después de todo Eiji Okumura era quien lo estaba sosteniendo, no había nadie en el mundo que lo hiciese sentir tan seguro como su descuidado japonés.

—Ni siquiera te lo pude presentar. —De repente él se sintió pequeño—. Le habrías gustado tanto, él habría sido el primero en molestarme por la cara de idiota enamorado que pongo cuando estoy contigo.

—Pensé que ese era Yut. —Él sonrió, dejándose ahogar por esa dulce esencia a girasoles entremezclada con esperanza.

—También él. —Este era el infame lince de Nueva York—. Y toda la pandilla, siento que me han perdido el respeto. —Un hombre que solo quería amar y ser amado.

—Para ser justos Yut está haciendo la mayoría del trabajo de planificación. —El rubio le tiró la mejilla, con ternura.

—No te pongas de su lado. —La sonrisa que el japonés esbozó le robó el aliento.

—¿Celoso? —Porque no había imagen más etérea que ver a las estrellas danzar en semejante belleza.

—No. —Él se inclinó, despacio—. Ni un poco. —La tensión chispeó, sus yemas se deslizaron por las mejillas del psicólogo, él adoraba el descarado color que adquirían bajo sus roces de terciopelo—. Porque solo me miras a mí de esta manera. —Sus piernas se crisparon contra las sábanas.

—¿D-De qué manera? —Aquel torpe tartamudeo incitó una risilla.

—Como si estuvieras esperando algo. —Ambos se inclinaron contra el colchón, con suavidad—. Como si quisieras ser besado. —Los brazos del japonés se deslizaron hacia el dorado.

—Pero Aslan. —De repente el único seducido era él—. Estoy esperando que me beses. —Ese brillo travieso le ahogó la cordura.

—De verdad te gusta enloquecerme.

La pasión con la que sus labios se fundieron los intoxicó, sus yemas se deslizaron por la cintura del japonés, cada milímetro que él tocó fue poseído por un intenso candor, el rostro se le tiñó de escarlata, la adicción fue delirante, él cerró los ojos, sintiendo cómo la atmósfera comenzaba a chispear, los movimientos de Ash fueron lentos pero ansiosos, sus manos se deslizaron hacia las caderas de su amante para presionarlas, un seductor jadeo se ahogó junto al aliento, sus piernas se enredaron, la cama crujió, descargas relumbraron desde su vientre hasta su pecho, el sabor fue una dulzura mortífera.

—A-Ash. —La irregularidad en su respiración fue peligrosa, él se llevó la mano hacia el pecho, tratando de calmarse, no obstante, ese hombre lo traía borracho—. ¿Tú estás seguro? —La mirada del aludido se suavizó con una ternura desmesurada.

—Eiji... —Esta era la primera vez que él se sentía de esa manera. Ash tenía experiencia, lo sabía, sin embargo, jamás había querido atesorar tanto a alguien como con el japonés. Su cuerpo y su alma, se los quería dar ambos a él.

—No tenemos que hacer nada que te incomode, no te tienes que forzar. —Pero él lo silenció con un pequeño beso en la nariz.

—Lo sé. —Porque él realmente quería hacerlo, eso lo aterró, no obstante, la ferocidad de sus latidos solo le permitió adorarlo. Cada doloroso recuerdo era reemplazado por una luz cegadora cuando esas finas palmas lo acariciaban—. Pero te dije que te daría todo de mí. —Un adorable rubor le matizó los mofletes.

—Estás siendo injusto. —Él le acomodó un mechón detrás de la oreja.

—¿Tú estás bien conmigo? —Un sinfín de emociones se arremolinaron contra su pecho—. No quiero que te sientas desagradable o... —Él negó.

—No hay nada desagradable contigo. —Esas palabras lo quebraron—. Aslan Jade Callenreese eres absolutamente hermoso, todo de ti. —Y solo cuando fue decenas de pedazos él se pudo recomponer.

—Te amo tanto. —Su aliento le rozó los labios, él extendió sus brazos hacia su amante, tomándose su tiempo para vislumbrar la galantería en esas facciones. Aunque llevaba varios meses admirando semejante beldad, esta parecía ser la primera vez donde contemplaba al verdadero Ash Lynx.

—Solo quieres escucharme decirlo otra vez, ¿no es así? —Él sonrió, una galaxia explotó donde debía estar su corazón ante tan atractiva expresión.

—Lo sabes.

Un «te amo» silencioso fue presionado contra la boca del rubio, él lo besó con tanta suavidad que logró aturdirlo por el dulzor impregnado a sus labios, la caricia fue tierna y lenta, como si estuviesen tratando de grabarla para el resto de la eternidad. Sus dedos se deslizaron por esos finos mechones abenuz para profundizar el tacto. La sensación fue exquisita, peligrosa y apasionada, un intenso calor se extendió por su piel, como si un espectáculo de fuegos artificiales estuviese cosquilleando por doquier. La oscuridad dentro del cuarto solo profundizó lo delirante de la sensación, era un veneno placentero, mientras más se besaban más se anhelaban. El vaivén entre sus lenguas fue una adicción.

—Me encantas. —Las manos del rubio le recorrieron con lentitud la cintura, el toque fue pura electricidad. Se sentía bien, demasiado apasionado.

Ash le dio un pequeño beso en el arco de cupido antes de desvestirlo, él se apartó, anonado, mientras se robaba ese instante para inmortalizarlo entre sus latidos. Tenerlo debajo, con los labios hinchados, con el rostro completamente sonrojado y una expresión de puro éxtasis lo excitó de sobremanera. Él sonrió con altanería al verlo tan necesitado. Quería que se sintiese mucho mejor. Él se acercó hacia el pecho del japonés, sus yemas le presionaron los pezones para que se derritiese por el placer, el moreno se estremeció, tratando de contener un jadeo. Tan lindo.

—Tu corazón está latiendo realmente rápido.

—Claro que lo está. —Eiji se cubrió el rostro con el antebrazo—. Eres tú. —¿Cómo alguien podía ser tan obsceno y adorable al mismo tiempo? No lo supo, sin embargo, tampoco lo soportó.

Su lengua saboreó cada rincón de su piel, el moreno apretó los párpados con fuerza, sintiendo como el corazón le explotaba mientras esos afilados ojos vislumbraban cada vergonzosa expresión. La euforia lo ahogó cuando Ash Lynx hizo lo que quiso con él, el roce de sus dientes lo puso aún más erecto, los movimientos de sus yemas sobre las areolas fueron locura, él se derritió bajo su boca.

—Ash... —La sensualidad cargada en su voz le burbujeó en la sangre—. Déjame tocarte también. —Sabiendo que se entregaría a este hombre en cada una de sus vidas, él se quitó la camisa para quedar a su merced.

La ternura en los toques fue tan erótica como tímida, Eiji lo estaba recorriendo como si fuese una obra de arte digna de ser contemplada, pequeños besos comenzaron a ser repartidos desde su cuello hasta su clavícula, los latidos le fallecieron en la tráquea, él cerró los ojos y echó la nuca hacia atrás, liberando un ronco suspiro. Ser tocado por él era un deleite. Solo cuando se inclinó hacia el japonés él se percató de lo excitados que estaban, una sonrisa coqueta fue lo suficiente para ponerlo nervioso.

Él lo amaba.

Él le encantaba.

Él lo enloquecía.

Él lo deseaba.

Los nervios se le clavaron como espinas cuando Ash le desabrochó el pantalón y liberó su erección, él tragó duro, atreviéndose a hacer lo mismo por él. Sus miradas desprendieron amor infinito en ese candoroso encuentro, no tenía nada de malo entregarse a la pasión carnal, este era su amante, este era su lugar seguro, él anhelaba poseer cada centímetro de él y entregarle cada uno de sus retazos. Un goce inexplicable le burbujeó entre las venas cuando el japonés lo empezó a masturbar, su respiración se tornó irregular, él dejó caer su rostro contra esos delgados hombros antes de jadear. Los dedos de Eiji le presionaron desde el glande hacia el prepucio, un espeso líquido perlado empezó a gotear bajo sus dedos hasta sus testículos, con movimientos ansiosos, él lo estimuló. Escuchar a Aslan gemir mientras su pene se hacía más grande lo hizo perder la cordura, sus miembros se frotaron para aumentar la intensidad, un sinfín de agujas placenteras le cosquilleó en las caderas . El cuarto se llenó de sonidos húmedos.

—E-Eiji... —La fricción fue caliente y rápida.

Sus labios se volvieron a fundir, dejando que el ritmo de sus caricias coincidiera con la intensidad de la lujuria, la atracción quemó el aire, el calor iluminó su sonrojo mientras Ash aumentaba la velocidad de la masturbación, sus bocas se perdieron entre jadeos ahogados, el placer los mareó para nublarles el juicio. Los besos se volvieron implacables e invasivos. Sus piernas temblaron mientras la presión se volvía insoportable.

—¡Ah! ¡A-Ash...! —Lo acalorado del vaivén los enloqueció, sudor empapó sus cuerpos, una dulce sinfonía lasciva retumbó por la noche. Rompiendo con el beso por la excitación ambos se corrieron.

El orgasmo fue delicioso.

—Aslan.

Ellos se amaron desde las sombras hacia sus almas.

—Necesito que te relajes.

Porque Ash Lynx no quería solo tener sexo con Eiji Okumura.

—Puedes tocarme tanto como quieras, está bien.

Él anhelaba hacerle el amor en lo más puro, profundo y apasionado del significado.

Y eso estaba bien, porque la ternura incondicional atrapada en esas obsidianas le dijo que él ansiaba lo mismo.

El amor impregnado en esos toques fue imposible de relatar, electricidad chispeó en cada uno de sus músculos, el japonés no solo lo hizo sentir seguro mientras trataba de recuperar el aliento y dejaba un universo de besos plasmado contra su pecho, él lo hizo sentir tan amado que olvidó todo lo malo, él sanó sus cicatrices con la ternura de esos roces. El aire se vio cargado de seducción, el sonrojo del moreno se le extendió hasta las orejas cuando Ash lo comenzó a preparar. Él se sobresaltó tras sentir un dígito en su interior, sus piernas se crisparon hacia las sábanas, el vaivén lo envenenó, era como si cada centímetro de él estuviese siendo cubierto por llamas. La manera en que esos ojos verdes lo contemplaron no tuvo nombre, él no encontró las palabras suficientes para describir tan desmesurado sentimiento.

Mientras dilataba a su amante él se dedicó a repartir pequeños besos en sus muslos, poder ver a Eiji tratando de recuperarse de un orgasmo, con una delgada capa de sudor y semen resplandeciendo bajo la noche, con los labios irritados y una mirada tan adorable que solo podía describirse como sensual. Él corazón se le descarriló. De repente ya ni pudo respirar.

—Eres realmente hermoso. —Y sus pensamientos lo sobrepasaron. Porque era tan especial poderse entregar a la persona que amaba—. Eiji eres...Te deseo tanto. —Él se sobresaltó ante tan intensa intromisión—. Me gustas tanto. —Sus dedos abandonaron aquella palpitante entrada, él se inclinó hacia el rostro de su novio—. Te amo tanto. —Poco le importó estar siendo absolutamente cursi durante este momento.

—Aslan. —Un sediento jadeo se le atoró en la garganta cuando su propio nombre cosquilleó en su oreja—. Haz un desastre en mí.

Oh.

Él lo hizo.

Intoxicado por el placer él separó las nalgas de su amante para introducir su hinchado miembro, el japonés tembló sobre la cama ante la repentina intromisión, la excitación fue indescriptible, la entrada de Eiji era tibia y estrecha, simplemente deliciosa, sus palmas se deslizaron por tan obscena silueta, abrumado. Una ensordecedora oleada de placer lo poseyó cuando se empezó a mover, la presión fue un exquisito erotismo. Lo último que supieron era que se estaban besando otra vez, con hambre y necesidad. El corazón le bombardeó con una ferocidad mortífera, sus manos se entrelazaron mientras él arremetía en su interior. Más profundo, él lo quería mucho más adentro, por eso enredó sus piernas alrededor de Ash, suplicando por más. Los dedos se le contrajeron tras encontrar su próstata, la erección fue inminente.

—¡Ah! ¡Ash! —La presión en sus miembros se volvió insoportable.

—E-Eiji... —El goce los destrozó.

Él palpitó en su interior, el chirriar de la cama y los gemidos contenidos armonizaron bajo la luna, el japonés se aferró con fuerza a la espalda de su amante mientras una agobiante presión tomaba todo lo que era él. Sus pieles fueron una tormenta de fuego, sus labios una delirante adicción. Cada fibra le tembló cuando él volvió a arremeter contra su punto de placer. Estaba demasiado lleno.

—¡A-Aslan...! —La sinfonía de jadeos pereció en la ternura de esos besos.

Sus cuerpos se fundieron con la misma intensidad que sus almas.

Los muslos les tiritaron, sus pies se encogieron entre las sábanas, un último gemido pereció contra los labios de Ash mientras ambos se corrían. La sensación fue electrizante, placentera y sofocante. Como si un incendio se hubiese expandido desde sus vientres hacia sus caderas, simplemente glorioso. El rubio no tardó en envolverlo entre sus brazos, decenas de besos fueron repartidos en la nuca del moreno, sus piernas se enredaron en el desastre al que se redujo la cama.

—No sabía que te gustaba acurrucarte. —Una sonrisa satisfecha se grabó entre sus mejillas cuando vislumbró un potente carmín sobre las orejas del más bajo.

—Mientras tú seas la cucharita pequeña está bien. —La risa de Eiji Okumura le llenó el corazón de sol. Él no pudo describir lo especial que fue entregarse a este persona, simplemente lo amaba.

—¿El pequeño Aslan es demasiado orgulloso para ser la cucharita pequeña? —El japonés se dio vueltas entre sus brazos, con timidez.

—Si tú me sostienes podría serlo. —Ambos rieron, sin entender la repentina vergüenza que los azotaba—. Gracias. —La ingenuidad con la que se abrieron esos grandes ojos cafés le llenó el vientre de cosquillas.

—¿Por qué?

—Por darme la experiencia más maravillosa que he tenido. —Así como él solo comprendió el verdadero significado de estar enamorado cuando sus ojos se conectaron, él solo entendió la belleza de entregarse tras haberse fundido esa noche. Porque tenerlo tan cerca era una felicidad indescriptible.

—Realmente eres increíble. —Los dedos de Eiji cosquillearon sobre su frente mientras le trataba de retirar el flequillo, él se inclinó para poder besarle la nariz.

—Lo tomaré como un halago. —Lo único que pudo hacer tan intoxicado por el cariño fue desear que el tiempo se detuviera y ellos pudiesen permanecer así por siempre.

—Bien. —Sus manos se entrelazaron con timidez—. ¿Entonces nos abrazaremos esta noche? —Él le sonrió. Sí, con esa clase de galantería que le derretía el corazón que solo Ash Lynx podía esbozar.

—Todas las que quieras.

Él se enamoró del amanecer sabiendo que la fugacidad solo lo hacía inolvidable.

Pero cuando tuvieron que regresar esa delicada burbuja de felicidad se reventó.

—¿Qué pasó?

El complejo de apartamentos era un caos, sus cosas se encontraban tan revueltas como perdidas, sus computadoras habían sido hackeadas, los registros de las impresiones fueron usurpados, un macabro escalofrío le recorrió la columna vertebral al no poderse comunicar con los integrantes de la pandilla.

—Mierda. —Cuando el lince de Nueva York sostuvo una pequeña nota que fue dejada en el suelo, él lo supo—. Nos encontraron.

Él se enamoró de la libertad pero la encerró en una jaula.

No me miren así, todos sabíamos que esto pasaría.

Oh ya, estamos arriba en la trama, ahora caemos en picada hacia el otro lado, ahora sí, nos vemos a fin de mes. Muchas gracias a las personas que se tomaron el tiempo para leer.

¡Cuídense!


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