Capítulo 15.
¡Hola mis bonitos lectores! Me di cuenta de que este fic siempre me queda un poquito más largo que los demás, ¿favoritismo dónde?
Muchas gracias a las personas que se toman el tiempo y el cariño para leer.
¡Espero que les guste!
Él llenó su alma con sonrisas para que la soledad no fuese tan sublime como la del sol antes del amanecer.
—Hola.
—Hola. —Él se mordió el labio, inseguro, sus manos jugaron con torpeza contra su vientre, sus piernas fueron botes de papel a la deriva.
—¿Te molesta si te hago compañía? —El japonés negó, convirtiéndose en un ovillo aún más pequeño sobre la azotea, su atención pendió desde los rascacielos hasta las nubes, Nueva York era una ciudad realmente hermosa cuando despertaba.
—Esto debe ser extraño para ti. —Sing sonrió, cada fibra de su alma fue poseída por una sofocante electricidad cuando sus hombros se rozaron, él dejó que sus piernas colgasen en el vacío.
—No tanto. —Él se apretó el pecho, afligido—. Lo lamento. —Como las olas arrastraban la arena, el viento se llevó sus palabras—. No quería que las cosas acabaran de esta forma. —¿Cómo alguien podía ser tan hermoso mientras esbozaba una expresión tan dolorosa?
—Lo sé. —Sing no lo supo, sin embargo, una desmesurada necesidad por abrazarlo se instaló en lo más profundo de su pecho—. Entiendo que él este dolido, pero... —Él hundió su mentón entre sus rodillas—. Me duele.
Apenas llegaron al complejo de apartamentos Ash Lynx le cerró las puertas de su corazón, era como si un gigantesco muro de espinas hubiese florecido entre ellos dos, como si todas esas bellas promesas no hubiesen significado nada. Él arrastró sus zapatillas hacia la orilla. Claro que Eiji lo entendía, debió ser sumamente difícil y doloroso para el rubio haber presenciado esa chispeante conexión, seguramente pensó que lo mejor sería dejarlo ir en una especie de sacrificio altruista, no obstante, no lo era. Y era tan frustrante que él no comprendiese lo mucho que eso lo hería. Su mirada se perdió en el cielo, como si recién estuviese siendo alcanzado por sus emociones, él quiso llorar ¿Tan patético fue su amor para que él pensase en renunciar? ¿Tan poco significaba el lazo entre sus alma para que él lo tratase como basura?
—Fue bastante valiente lo que hiciste. —Daba igual, él ya no quería seguirse atormentando por Ash—. Tú y Max realmente nos salvaron —Él más joven se acarició la nuca, ansioso, para él era un sueño estar teniendo esta conversación.
—¡Fue como en una película! Me sentí como en rápido y furioso. —La risita que el moreno dejó escapar provocó que el rostro se le calcinara, porque diablos, esa debía ser la sonrisa más bonita de todo el universo.
—Eres un niño. —El rubor se le extendió desde la nariz hacia las orejas—. Shorter es afortunado de tenerte como compañero. —Sus brazos se tensaron contra su vientre mientras un puchero era dibujado.
—No menciones a ese traidor. ¡Él sabía que tú eras mi alma gemela y me lo escondió! Estoy enfadado. —Ver a un hombre de casi dos metros hacer berrinche le resultó hilarante. La tensión no alcanzó a existir entre ellos dos.
—Tienes razón, Shorter es un idiota. —Ambos se apartaron de la orilla para sentarse frente al otro.
—¿Cierto? ¡Debió ser muy gracioso escucharme balbucear sobre lo mucho que tú me gustas! —Humo le escapó de las orejas cuando musitó aquello—. Digo... —Él se golpeó la frente—. Esto no está yendo bien, ¿verdad? —Sing Soo-Ling parecía tener el impresionante talento de humillarse frente al japonés.
—Yo diría que va de maravilla. —Los hombros se le relajaron frente a tan tímida mirada—. Hace mucho no asistía a un buen stand-up comedy.
—¡Oye! —Toda la galantería que él ensayó para seducir a su alma gemela desapareció, pero no era su culpa, él jamás se imaginó que Eiji Okumura sería tan...especial—. Esto ya no es gracioso, es humillante. —El japonés debía ser el hombre más hermoso que existiese sobre la faz de la tierra.
—Tienes razón, lo siento Sing. —El corazón le bombardeó con violencia, su nombre nunca se había escuchado tan suyo hasta que él lo pronunció—. Pero se nota que admiras a Shorter, me alegra que te tenga.
—Sí... —De repente se le olvidó cómo pensar—. Él es la persona más genial que he conocido pero sigo enfadado. —La imagen le pareció absurda, Eiji acababa de salir de un tiroteo, sin embargo, esa polera de nori nori a la que se cambió le queda demasiado bien.
—Puede parecer bastante duro por fuera pero es un hombre sensible. —El rosa de la prenda destacó el fulgor de esas obsidianas e hizo que sus pómulos luciesen aún más suaves—. Se irá a disculpar pronto.
—Eso espero. —El negro de esos ojos le resultó abrumador—. Eiji... —Aunque el color se asemejaba a una noche estrellada a él le pareció transparente—. ¿Eras saltador de pértiga?
—¿T-Tú? —La perplejidad que le obsequió le pareció adorable—. ¿Cómo lo sabes?
—Porque te he visto saltar muchas veces en mis sueños. —La ternura en la sonrisa del policía le cosquilleó en el estómago—. ¡Eres el Fly boy! —Su rostro ardió, las manos se le empaparon de ansias—. Realmente pones una expresión maravillosa cuando saltas, creo que por eso me enamoré de ti. —Ninguno pudo soportar la vergüenza.
—No lo sabía. —La humillación los hizo soltar una risa cuando se volvieron a mirar—. Pero ya no puedo saltar, no desde...
—¿El accidente? —Él asintió, atontado—. Sí, también lo soñé.
—Ya veo.
Era bastante extraño que este chico supiese detalles tan íntimos sobre su vida personal, seguramente así se sintió Ash cuando él indagó sin su permiso en sus memorias, tal vez por eso quiso apartarlo, quizás merecía quedarse fuera de su corazón. ¿Qué derecho tenía un extraño como él a meterse en su dolor? Ni siquiera lo pensó, él estaba demasiado embriagado por la emoción, no debió olvidar aquella sublime soledad que rodeaba a su amanecer, pero lo hizo. No fue a propósito, sin embargo, el deseo por acompañarlo fue irrefrenable. Era como si Aslan estuviese enviando una última y desesperada señal de auxilio a través de esos profundos ojos verdes, suplicando para ser escuchado. Probablemente hubiese sido menos doloroso si hubiese fingido ignorancia. Al final él solo le causó problemas.
¿Verdad?
—Vaya, creo que no estaba preparado para esto. —Él se aferró a su muñeca, el pecho se le comprimió cuando sus yemas acariciaron su impresión, amarlo era tan doloroso como dulce.
—No puedo creer que ya no saltes. —Sing estiró sus piernas hacia el japonés, aunque la azotea era un lugar enorme, a ellos se les hizo pequeña—. Estar allí arriba era simplemente... —La sinceridad en su sonrisa le descolocó la cordura—. Libre, me sentía como si pudiese hacer cualquier cosa.
—¿También me sentías?
—Solo las conexiones más fuertes pueden sentirse además de ver sus recuerdos, pero sí. —Él se encogió de hombros—. Puedo sentir tus emociones cuando son muy intensas. —Él se atrevió a darle la mano, para Sing no existió encaje más perfecto que el de ellos dos.
—¿Qué palabra tienes escrita? —El policía se arremangó la camisa—. ¿Una fecha? —El moreno le arrebató un suspiro cuando le acarició el antebrazo.
—Sí, aún no significa nada para mí, pero creo que en el futuro lo hará. —La curiosidad con la que esos grandes ojos de ciervo lo contemplaron lo puso tan nervioso que él pensó que moriría. Pero este no era momento para flagelar, no, él debía verse cool. Él era un galán.
—¿Cuál es la tuya, Eiji? —Pagándole con la misma confianza, él se la mostró.
—Amanecer.
—Qué casualidad, a mí me encantan los amaneceres, ¿no crees que es perfecto? Parecemos hechos el uno para el otro —El labio le tembló, el vientre se le llenó de cosquillas, una lágrima rodó hacia su mejilla antes de que una carcajada retumbase por el cielo.
—¿Ese es tu intento de coqueteo? —Aunque él debió sentir vergüenza no pudo hacer más que mirarlo con una infinita ternura.
—¿Quieres escuchar más? —El psicólogo le acunó las manos con una impresionante suavidad.
—Sing luces como un buen chico, pero... —El verano pintó sus facciones con una belleza arrebatadora—. Estoy enamorado de alguien más y eso no lo va a cambiar una impresión. —El silencio de Nueva York fue aplacado por la estridencia de sus latidos—. Perdón.
—Es el sujeto que parece una mezcla entre Rambo y Adonis, ¿verdad? —No fue necesario que él se lo confirmase para que el policía estuviese seguro.
—Lo es. —Eiji Okumura miraba a ese hombre como si todo el amor del universo pendiese dentro de esas obsidiana para serle entregado a él, una ternura inquebrantable suspiraba entre ellos dos, apenas Sing los vio tomarse de las manos supo que no tenía ninguna oportunidad.
—Eres un chico grandioso, conocerás a alguien mucho mejor.
—¿Podemos ser amigos? —Pero él quería estar cerca del psicólogo, él pasó toda su historia anhelando poder descifrar el enigma sobre su alma gemela—. Solo quiero estar cerca de ti, nada más, no tengo la intención de hacerle daño a nadie. —El tesoro que encontró quebró hasta la más sórdida de sus expectativas.
—No veo porque no. —Porque Eiji era tan especial que ni él sabía cómo llamarlo y mientras pudiese permanecer cerca de esa luz, aunque solo fuese un poco.
—Gracias. —Él estaría bien—. Eres bastante amable, no esperaba esto.
—¿Qué esperabas encontrarte? —Él sonrió.
—No lo sé, pero que seas tú me hace muy feliz. —La sinceridad en la confesión le resultó conmovedora—. Nosotros no nos iremos hasta que Max acabe de craquelar la memoria, ¿te molesta si me quedo? —El moreno forjó un refugio para sus rodillas con sus brazos antes de inclinarse.
—Me encantaría que te quedaras. —Fue imposible para el policía disimular la emoción—. ¿Me puedes contar algo sobre ti? Tengo curiosidad por la clase de persona que está lidiando con Shorter. —Él suspiró.
—Te quiero contar muchas cosas. —Su entrecejo tembló antes de que volviese a mirarlo—. Pero antes quiero saber algo. —La brisa los convirtió en un desastre mientras el sol terminaba de despertar—. ¿Tu novio va a algún gimnasio? Sus músculos son realmente geniales, ¡casi tanto como los de Shorter! —Él se tuvo que apretar el estómago para no reír. Sing Soo-Ling era demasiado infantil.
—¿También quieres lucir como Rambo y Adonis?
—¡Sí quiero! Aunque no lo creas solía lucir como un renacuajo. —La perplejidad en esos ojos le resultó seductora.
—No puedo creer eso cuando pareces un poste. —Sing se dejó envolver por su calidez cuando se acomodó a su lado.
—Tengo varias fotos en el teléfono.
Él marcó su alma con tinta deseando que la libertad lo encontrase incluso cuando él mismo se perdía.
—¡Ya basta de esto! ¡Eres el jefe, compórtate como tal! —Ash ni siquiera despegó su atención del monitor, él había escogido enfocar toda su energía para comprender lo qué era el banana fish y ponerle final a esta tortura.
—Estoy haciendo lo que me pediste. —Cada crujir de tecla fue un martillazo contra su cordura—. ¿Por qué te enfadas? ¿No querías que analizara los componentes?
—¡No! Te viniste a recluir a tu oficina porque eres un cobarde. —Sus cejas temblaron, la garganta se le cerró, el orgullo le tambaleó, la lengua de Yut-Lung Lee era demasiado afilada—. ¿Viste la cara que Eiji puso cuando te encerraste? Ni siquiera quisiste hablar con él, siempre haces lo mismo, tampoco hablabas conmigo cuando teníamos problemas, vaya novio.
—Yut, quiero estar solo.
—¡Eres imposible! ¿No se supone que estás enamorado? ¿Qué diablos haces ahogado en tu propia miseria? —Él cerró el computador.
—Yut. —La ferocidad en su voz lo forzó a retroceder—. Déjame solo.
—¡Como quieras! Luego no llores si nadie te soporta— La sangre le hirvió en un carnaval de cólera antes de que la puerta fuese azotada.
¡Y es que él no lo podía creer! ¡Uy sí! Qué lástima, Eiji resultó tener una verdadera alma gemela, que pena más grande. ¿Y qué? El moreno en ningún instante flaqueó acerca de sus sentimientos o lo dejó de mirar con esos asquerosos ojos de amor, cualquier ser humano con al menos una neurona viva era capaz de darse cuenta de lo mucho que esos dos se adoraban. ¿Cómo Ash Lynx pudo ser tan bruto para dejarlo afuera? Claro que entendía al idiota, su ex pretendía ser un lince imponente cuando no era más que un gatito aterrado. Él trató de calmarse al dejarse caer en el sillón. No quería que ese drama le importase, sin embargo, el japonés fue tan insistente cuando le suplicó su amistad y aunque él los odiaba a todos, los quería un poco más.
—¿Entonces...? —Toda la pandilla permaneció expectante, en silencio, alrededor de Yut-Lung Lee.
—Su jefe es un imbécil. —Un suspiro fatigado retumbó al unísono.
—Una impresión no lo es todo. —Bones fue quien tomó la palabra entre la multitud—. A mí se me borró y no me importa. —No obstante, la aflicción en el rostro de Alex resultó obvia.
—Bones... —El nombrado lo interrumpió.
—Aunque, si el producto son personas sin alma gemela. ¿Eso me pone en venta? ¿Cómo a los hombres de Cain?
—¡Claro que no! —La tensión de sus hombros crujió entre sus huesos—. Nadie será la mercancía de ese viejo. —Para el azabache tanto sus hermanos como Dino Golzine eran la misma clase de basura. Él los destruiría a ambos, ¿querían tratar a los seres humanos como ganado? Bien, él les daría una maldita lección.
—Pareces estresado. —La filosa mirada que él le arrojó solo lo incitó a acercarse—. Por favor no me golpees, solo trato de ayudar. —Sin esperar su permiso, Shorter se atrevió a acomodar sus palmas sobre esos delicados hombros, electricidad corrió por sus venas bajo tan tentadora caricia.
—¿Qué estás...? —Antes de que pudiese reclamar las manos del moreno lo derritieron—. Oh, eso se siente bien, sigue así. —Los dedos del policía hicieron magia entre sus músculos—. Hazlo más fuerte, no temas lastimarme. —Hasta las piernas le trepidaron bajo semejantes toques. El resto de la pandilla contempló la imagen, horrorizados.
—¿Desde cuándo ustedes son una cosa? —Fue Kong quien balbuceó aquello.
—¿Nosotros? —Ver a Yut-Lung Lee sonrojado fue la imagen más extraña del cosmos—. ¡No lo somos!
—¡Sí lo son! ¡Estaban coqueteando! Me sentí como si estuviese viendo una película para adultos. —Alex tuvo que cubrirle la boca a Bones para que no avivase aún más el caos.
—¿Me estabas coqueteando? —Shorter se acercó con timidez antes de asentir.
—¿Estaba funcionando? —La petulante carcajada del azabache le cosquilleó dentro del pecho.
—Fue el intento más patético que he visto. —Pero sus orejas seguían rojas—. Eres estúpido. —Él se estiró con elegancia sobre el sofá, una de sus piernas se deslizó por los cojines con sensualidad—. Me gusta eso en un hombre. —Y Shorter Wong no pudo hacer más que caer embobado, su fragilidad tenía un encanto mortífero.
—Es inútil, no puedo averiguar más si nadie hackea el sistema. —La presencia de Max Lobo mitigó la tensión del cuarto—. ¿Dónde está el genio de los 200 puntos de IQ?
—Llorando en su oficina. —Yut-Lung Lee era el único que se atrevía a humillar de esa manera al americano, sin embargo, el vínculo entre ellos era tan nostálgico como doloroso—. ¿Pudiste averiguar algo? —Ninguno de los dos bandos comprendió cómo terminaron trabajando juntos cuando eran adversarios.
—Sí... —Ambos supusieron que este era el poder de un enemigo común—. Shorter. —La amargura en el ambiente lo sofocó, la aflicción con la que se apagaron los ojos del castaño fue su balde de agua fría.
—Nuestro cuartel está corrupto, ¿no es así? —La realidad se sintió demasiado real.
—Lo está. —Max presionó sus puños mientras su atención perecía en el suelo—. Además de ser socio de Dino Golzine, Fox es el comprador más grande de banana fish que se encuentra registrado. —Aunque la risa del moreno fue estridente, no hubo nada de gracioso en la situación.
—Mierda. —Su nuca se hundió contra el respaldo—. Así que sí somos los malos. —Más que policía él se sentía como un sicario, las órdenes de sus superiores eran sospechosas, él lo sabía, no obstante, no lo quería admitir.
—No te atormentes Shorter, no podíamos prevenirlo. —Porque él puso su corazón en la justicia, él se recuperó gracias a una pasión inquebrantable por la moral, y ahora...
—¿Los últimos criminales que atrapamos? ¿Eso tiene que ver con Golzine? —¿Qué diferencia había entre el pandillero grotesco del policía mediocre?
—No lo sé. —Para Max esto tampoco era sencillo, él arriesgó hasta su matrimonio para perseguir sus sueños, él le prometió a Jessica que todo estaría bien—. Pero tengo el presentimiento de que Fox y Golzine se están ocultando cosas, no creo que su alianza sea sincera. —Ahora estaban en las fauces del lobo. Él se frotó el entrecejo, cansado, su mirada se paseó por la pandilla.
—Gracias por la ayuda, señor Lobo. —El colmillo de Bones sobresalió en esa sonrisa, a pesar de ser criminales ellos lucían como niños. ¿Cómo podía entregarlos cuando no hicieron nada?
—¿Eso es todo? —Él se congeló frente a tan imponentes amatistas—. ¿No hay nada más del cuartel en la memoria? —La imagen le recordó a una víbora al acecho, lista para clavarle los colmillos.
—Puedo buscar más si nos deshacemos del software de protección. —Yut-Lung Lee era toda una tragedia—. ¿Alguien me puede ayudar? —Ese chico tenía un expediente gigantesco en la estación, pero no por sus crímenes, sino por los abusos a los que sus hermanos lo sometieron.
—Genial, la especialidad de Ash. —El azabache dejó escapar un largo bufido antes de hundirse contra el sillón—. ¿Alguien quiere ir a confrontarlo? Porque a mí no me va a escuchar. —La pandilla intercambió una mirada nerviosa tras la propuesta. Nadie era capaz de domar a un lince herido, excepto Eiji, no obstante, él tampoco estaba en condiciones para encararlo.
—Iré yo. —El aire se volvió tan pesado como el concreto cuando él apareció.
—Arthur, queremos que salga, no que empiecen una pelea con navajas. —Él rodó los ojos.
—Soy la persona más indicada para ir. —La indiferencia de sus compañeros lo forzó a proseguir—. Tampoco tengo alma gemela, creo que entiendo cómo se siente. —Él aborrecía al rubio desde lo más profundo de sus entrañas, sin embargo, esa desolación, esa envidia entremezclada con rencor...
Nadie debería enfrentar eso solo.
—Buena suerte con la fiera.
Ash ni siquiera se dignó a mirarlo cuando abrió la puerta, sus pasos fueron tan pesados como forzados, tratando de enfocarse en cualquier otra cosa, él posó su mirada desde los imponentes estantes del cuarto hasta la patética oficina improvisada que se armó. El rojo entremezclado con el jade delataron un llanto silencioso.
—Te ves patético. —El teclear cesó, como el depredador que era, él le mostró una expresión de pura ferocidad.
—¿Qué quieres? —La altanería en ese tono le golpeó la cabeza, él se mordió la boca y apretó los puños, realmente aborrecía a este sujeto.
—¿Te vas a comportar así? ¿De verdad? —No era justo, Ash Lynx siempre se quedaba con todo, él le arrebató el puesto de líder en la pandilla, él le rompió los dedos y se dio el lujo de enamorarse cuando era obvio que terminarían en condena.
—No es tu asunto. —El rencor le escurrió como brea por las venas, su respiración se tornó pesada, él le cerró de golpe el ordenador.
—Claro que lo es. —Lo que más le enfermaba a Frederick Arthur del lince de Nueva York era que no podía odiarlo por completo. ¿Cómo hacerlo si eran la misma escoria?—. Te estás comportando como un imbécil. —La violencia con la que Ash se levantó fue mera protección.
—Lo dice el imbécil que me está fastidiando cuando ya estoy molesto. —La ira opacó el verde con una peligrosa facilidad—. ¿Quieres pelear? ¿A eso viniste?
—Vine porque deberías estar hablando con Eiji. —Su carcajada se escuchó como vidrio quebrado.
—Nunca pensé que recibiría consejos románticos de ti. —El pecho le punzó con una despiadada brutalidad—. ¡Ustedes no entienden nada! Solo déjenme solo, necesito trabajar. —No obstante, Arthur lo agarró de la muñeca.
—¡Claro que lo entiendo! —Y ese odio que chispeaba entre ellos dos se convirtió en lástima—. Claro que lo entiendo. —Y la ira se apagó como una vela en una tormenta.
Porque era duro no tener un alma gemela, si...
Era casi cruel.
—Él ya encontró a alguien, yo no... —De repente esa petulante fachada indestructible se desmoronó en miles pedazos, él se abrazó a sí mismo, sintiéndose más pequeño que abandonado—. Yo no tengo derecho a interponerme en eso. —Esa fue la primera vez que él conoció al verdadero lince de Nueva York, eso solo lo hizo odiarlo aún más.
—Eres un idiota. —Porque no podía perdonarle que se rindiese con semejante facilidad luego de verlos tan enamorados—. ¿Sabes la suerte que tienes? —La rabia se le encendió como fuego—. ¡¿Sabes lo cabreado que estoy con tu autocompasión?!
—Pero...
—¡Tuviste la suerte de conocer a alguien que te aceptó aún sin una jodida impresión! Eiji te mira como si fueses la persona más especial del universo, él haría cualquier cosa por ti, incluso sino eres su alma gemela. —De repente la voz se le quebró—. ¿Sabes lo que yo daría por algo así? —Y él tuvo que admitir lo que no quería.
—Dijiste que no necesitas una.
—Dijiste lo mismo pero ambos sabemos que es una mentira. —Él negó—. Se siente como la mierda no tener un alma gemela, ¿verdad? —Respirar fue tan imposible como natural—. Daría lo que fuera para que alguien me aceptara como Eiji lo hace contigo, es enfermizo ver cómo te rindes. —En el fondo esto eran ellos, mitades que gritaban para ser amadas.
—Debo ver si Cain respondió nuestros mensajes, esto se ha vuelto urgente. —Y eso era aterrador.
Porque Eiji Okumura era demasiado bueno para él.
Y él ni siquiera tenía un alma gemela.
Era terrible amarlo tanto. Era como si su corazón hubiese sido creado solo para llegar a las manos del japonés, cada toque que se daban lo dejaba tan encantado como expectante, el mundo lucía de un color diferente cuando despertaba a su lado: más bonito, más real, mucho más vivo. Eso lo hizo anhelar una realidad distinta a la que lo aprisionaba, eso le permitió pensar que merecía ser feliz. Ese era el efecto «Eiji Okumura». Era impresionante como sus heridas no solo habían comenzado a cicatrizar, sino que se habían llenado de sol para transformarse en inspiración. Pero él...
¿Cómo podría competir cuando estaba tan quebrado? Sing Soo-Ling era todo lo que él deseó ser pero se le negó: tenía educación, era un servidor de la justicia y parecía divertirse mientras surcaba la libertad. Eso lo hizo darse cuenta de lo sucio que estaba. Y qué grotesco sería ofrecerse estando tan roto. No quería compasión, no la soportaría de esos ojos. Por eso él se fue a esconder a la biblioteca pública de Nueva York, él sabía que sus amigos tenían razón y era infantil evitar los problemas, no obstante, estaba paralizado. Porque haría cualquier cosa para que su adoración fuese feliz, pero dejarlo ir...La frente le palpitó un infierno, las entrañas se le revolvieron, su mano recorrió su impresión para borrarla. ¿Por qué era tan doloroso imaginarse un futuro sin él? Era como si hubiese perdido el alma y ahora estuviese vacío.
¿Esto era enamorarse?
Griffin se reiría si lo viese así.
—Hola. —Él no se atrevió a alzar el mentón—. Ya me viste, ¿no? No te hagas el tonto.
Él coloreó su alma de girasoles sabiendo que amarlos lo hacía libre en una historia repleta de ataduras.
La tarde ya había caído sobre Nueva York cuando salieron de la biblioteca, los rayos del crepúsculo crearon una majestuosa sinestesia dorada entre los rascacielos y la laguna, sus brazos reposaron contra el barandal, su atención danzó entre las nubes mientras la brisa arrastraba sus pensamientos. Solo por un instante, él se atrevió a contemplarlo, el corazón le arremetió con una despiadada violencia cuando él se ahogó en esos grandes ojos cafés. Él se mordió el labio, sabía que era imposible, sin embargo, Eiji se había hecho mucho más bonito desde la última vez que lo vio, o tal vez era el sol danzando en sus pestañas y bañando su belleza el que le daba ese efecto tan inalcanzable, o quizás solo era un tonto enamorado.
—Entonces... —Fue el japonés quien rompió la tensión—. ¿Pudiste contactarte con los hombres de Cain? —Él parpadeó, tratando de recordar sus propias mentiras antes de negar.
—Aún no me han respondido.
—Ya veo.
—Si...
—Supongo que tendrás que esperar. —Sus dedos se crisparon contra el barandal, sus piernas se sintieron demasiado débiles mientras el frío le terminaba de calar entre las grietas. ¿Cómo se permitieron llegar hasta esto? De risas ahora solo quedaba incomodidad.
—Supongo que sí. —Él no lo pudo soportar.
—Así es. —El alma se le ahogó en ese inmenso cielo estrellado para que musitase la verdad.
—¿Cómo es Sing? —Sus palmas trepidaron contra el metal —. Él parece ser una buena persona.
—Lo es. —El japonés ni siquiera lo miró—. Es bastante agradable. —¿Podía culparlo? Él fue quien huyó apenas las cosas se pusieron difíciles, él solo le dio la espalda para seguir subiendo como si fuese un leopardo.
—Me alegra. —Aunque estaban afuera la tensión les resultó sofocante.
—Gracias. —Ash tenía miles de cosas que decirle, disculpas que aún no florecían de sus labios, súplicas que le clavaban los latidos como espinas y promesas de entresueños que anhelaban la libertad. Sí, él tenía una infinidad de emociones bombardeando su corazón, no obstante...
—Parece que ya encontraste a tu alma gemela. —Él solo pudo pronunciar eso—. Bien por ti. —Porque era doloroso, era terriblemente cruel tener que pararse a su lado y desearle lo mejor cuando lo amaba tanto.
—Al parecer sí. —Los ojos se le agolparon de pena, las piernas le fallaron, aferrándose al barandal, él se atrevió a mirarlo.
—¿Vas a terminar conmigo? —Un triste rubor pendió desde su nariz hacia sus mejillas.
—Nunca formalizamos la relación. —Él trató de sonreír, sin embargo, se quedó a la mitad.
—Es cierto. —Su carcajada fue amarga—. Nosotros jamás pudimos comenzar a tener algo. —Aunque el paseo peatonal se encontraba inmerso en una impresionante tranquilidad—. No me debes nada. —Esto le pareció tormentoso—. Lo entiendo, ¿sí? No me interpondré.
—Ash... —El dulzor en su propio nombre lo quebró. ¿Por qué esa palabra tenía que escucharse tan especial bajo esa voz?—. ¿Puedes responderme solo una pregunta? Pero quiero que lo hagas con completa honestidad.
—Puedo hacerlo. —El japonés abandonó la baranda para confrontarlo.
—¿Me amas?
El mundo se le cayó a pedazos tras esa interrogante, como si fuese un niño pequeño él apretó sus manos contra su pecho. ¿Él amaba a Eiji Okumura? Sí, en lo más profundo, sagrado e inquebrantable de la palabra. Él había encendido la palidez de su corazón con solo una sonrisa, era como si él hubiese plantado girasoles en su interior y estos lo estuviesen impulsando para que buscase la luz. Su luz. Él haría cualquier cosa con tal de verlo florecer, él suspiró, los párpados le tiritaron, por eso esto era tan difícil. Porque por mucho que atesorase a esta persona él sentía que moriría si lo llegaba a perder.
—Sí. —La boca le tembló cuando se permitió ser sincero—. Te amo más que a mí misma vida, haría cualquier cosa por ti, tú... —Sus miradas chispearon, sus latidos se sincronizaron en la belleza de Nueva York—. Eres mi mundo entero. —Y sin importar que tan alta fuese su barrera, el japonés se las arregló para volverla a saltar.
—¿Eso no es suficiente, Ash? —Como si fuesen de terciopelo, sus toques lo embriagaron—. Si ambos nos amamos eso debería bastar, ¿verdad?
—Pero él es tu alma gemela.
—Probablemente. —Electricidad le recorrió la columna vertebral cuando él le acarició la nuca—. Pero yo te estoy eligiendo como mi alma gemela, independiente de lo que me pueda decir una impresión, yo... —Un adorable rubor se expandió hacia sus orejas—. No creo poder amar a nadie como a ti, Aslan. — Los brazos le temblaron, su armadura indestructible se cayó a pedazos. En ese momento él entendió que jamás pudo ser un depredador furioso dentro de esos grandes ojos cafés.
—Eiji. —Porque para el nombrado él era solo un niño cuyos sollozos nunca fueron escuchados. Él lo abrazó despacio, casi con temor a tocarlo—. Estaba asustado. —Su mente se coloreó de tranquilidad—. No debería, lo sé, pero no pude evitarlo. —El psicólogo terminó de envolverlo contra su pecho.
—Lo sé, pero ya estamos bien. —Él suspiró.
—Lamento haberme encerrado sin explicarte nada. —Sus hombros cayeron, sus latidos se hundieron en la conmoción—. Pensé que te irías con ellos y esta sería nuestra última conversación. —El moreno no pudo sentir más que una desmesurada ternura por esa confesión. Él sabía que Ash Lynx tenía la creencia inmutable sobre que estaba condenado a la soledad y no merecía ser feliz.
—Estoy aquí. —Por eso trataba de ser paciente e ir a su ritmo, despacio, él jamás lo presionaría.
—Incluso tuve que escuchar a Arthur sermonearme. —Él se apartó, indignado—. ¿Sabes lo humillante que fue eso? —El puchero que esbozó lo hizo reír.
—La pandilla se preocupa por ti, terco.
—Supongo que lo hacen. —Él quiso detenerse, sin embargo, esa expresión lo embelesó. El japonés ni siquiera se daba cuenta de lo que provocaba en él, ¿no era así?—. Eiji... —El corazón se le derritió en esa sonrisa—. Me haces querer cosas que no debería.
—¿Cosas que no deberías?
—Sí. —Su voz fue bajita—. Me haces querer ir a comprar un pasaje para acompañarte a Japón y tener una vida normal, eso no está bien, no merezco desear algo así. —La soledad con la que se empañaron esos jades le resultó tan sublime como descorazonada.
—Ash. —Él no temió herirse cuando atravesó ese muro de espinas—. Puedes hacer lo que quieras, realmente creo eso. —Era tan fácil dejarse llevar cuando se trataba de él.
—¿Y si me atrevo a estudiar medicina y fracaso? ¿Qué haré entonces? Ni siquiera completé toda mi educación. —Con una impresionante naturalidad, él desmoronó sus excusas.
—Eso no importa, siempre puedes buscar más opciones, ¿crees que yo escogí psicología en una especie de epifanía? No, son cosas que necesitan tiempo y eso está bien, cada persona tiene un ritmo diferente. —De repente la vida se dejó de sentir tan terrible a su lado—. Además creo que serías una linda enfermera, esa podría ser una alternativa. —El verano le golpeó las mejillas bajo tan pícara expresión—. Podrías tener un uniforme y usar un nombre como Barbara.
—¿Qué clase de fetiches tienes, onii-chan? —El aludido bufó, humillado.
—Eres malo. —El puchero que se trazó sobre sus labios fue absolutamente exquisito. La ciudad se profesó tranquila mientras la noche terminaba de caer, habían pocos peatones en el paseo y los complejos comerciales ya habían encendido sus luces de neón.
—Tú eres quien se está juntando demasiado con Yut. —Ambos se volvieron a acomodar contra el barandal—. De todas maneras, ¿de qué hablan ustedes dos? No entiendo cómo pueden ser amigos.
—De hecho tenemos muchos temas en común. —Antes de que pudiese preguntar—. Tú eres uno de ellos por si quieres saber. —Él lo leyó con una impresionante facilidad.
—Y yo que pensaba que eras lindo. —Esa risa le llenó los latidos de sol. Sus manos se deslizaron sobre el barandal, con lentitud, antes de tomar las de él.
—Ash... —Como sus almas se reconocieron antes de que la razón lo hiciera.
—¿Si? —Él le expuso todo lo que era, deseando que lo aceptara.
—¿Tú me sentías antes de conocernos? —El brillo con el que fulguraron esos jades fue sublime—. Sé que ya tuvimos esta conversación, pero... —Como si fuese su reflector, el atardecer se bamboleó entre ese verde tormentoso para hacerlo lucir aún más galante—. No puedo dejar de pensar en lo que me dijo Bones. ¿Por qué conocías mi nombre? ¿Me sentías en tus sueños?
—Sí... —La última de sus barreras se desmoronó—. Llevaba bastante tiempo soñando contigo, incluso Griffin llegó a conocer tu nombre, él solía molestarme con eso. —Como si pudiese arrancarse los latidos, él se aferró a su pecho—. Pero siempre despertaba con una sensación dolorosa, ¿sabes? —Electricidad chispeó cuando le tomó la palma.
—¿Dolorosa? —Lo último que él deseaba era herir al americano.
—Sin importar qué tanto te tratara de alcanzar nunca lo lograba. —La reminiscencia le destiñó los latidos—. Como si estuvieses huyendo de mí. —La voz le tiritó—. Como si supieras de antemano la clase de monstruo que era. —El moreno no lo pensó antes de acunarlo entre sus brazos.
Así que este era el temerario Ash Lynx.
—Estoy al frente tuyo, ¿sí? No estoy huyendo. —Un alma cuyos gritos jamás fueron escuchados.
—Tienes razón, estás muy cerca. —Él le acarició el rostro, con suavidad, sus yemas colorearon sus facciones como si fuesen un lienzo—. Pero temo que te vayas a un lugar lejano cuando veas lo que soy, por eso no quiero sentirte. —Su cordura chispeó para que su mente se viese inundada por él.
—¿Además de los sueños puedes sentirme? ¿Cómo una conexión de almas gemelas? —En ese momento él comprendió que no tenía sentido seguirse mintiendo.
—A veces. —Aunque no fuese digno de un alma gemela...—. Por eso ya tenía una buena impresión de quien era Shorter y lo mucho que te hace enfadar —Él lo amaba.
—¡Eso es su culpa! Se la pasa molestándome, debería buscarse otro pasatiempo—Ese puchero le llenó los latidos de electricidad, el silencio de la ciudad los envolvió con el caer de la noche.
—Frunces demasiado el ceño, terminarás luciendo como un anciano. —La cabeza le palpitó frente a semejante altanería. Ash se acarició el mentón, pensativo—. Tal vez eso sea bueno, después de todo te ves como un niño. —Él acomodó sus palmas sobre la cintura del japonés—. Aunque no tienes que vestirte como uno.
—Eres malo. —Él se dejó envolver por tan desmesurada calidez—. Ya tengo suficiente con Yut, no te burles de nori nori también. —¿Cómo una simple conversación podía hacerlo tan feliz? Él no lo supo.
—Deberías escucharlo, él sabe de esos temas. —Sin embargo, cada cosa que se relacionaba con Eiji le llenaba el corazón de satisfacción, era como si a su lado el mundo fuese diferente, mucho más pacífico y esperanzador.
—¿Y él es la mala influencia? —Aunque probablemente ese fuese el mero efecto que tenían esos grandes ojos cafés sobre él.
—Eiji... —La vergüenza que tiñó su rostro fue impropia—. ¿Esto de verdad está bien? —La suavidad en su pregunta estuvo repleta de vulnerabilidad—. ¿Está bien que quiera ser tu alma gemela y te quite la oportunidad de encontrar a la tuya? —La impresión en su muñeca no era más que una mancha de tinta y anhelos.
—¿Quieres esto? —Ash asintió, despacio—. Eso es suficiente para mí. —Y cuando creyó entenderlo todo se dio cuenta de que no sabía nada. Eiji Okumura era...Él le acarició los labios.
—No sé bien lo que va a pasar con todo este asunto del banana fish, pero antes de que las cosas empeoren me gustaría llevarte a un lugar. —Los toques se derritieron como si fuesen pétalos de flor contra su piel.
—¿A dónde? —La palidez fue reemplazada por un tenue escarlata.
—A Cape Cod. —El terror fue mitigado por una ferviente ternura.
—Bien. —Ambos se dieron la mano mientras contemplaban el lago—. Vayamos a Cape Cod.
Cuando sus corazones se fundieron en una caricia, él marcó su alma para que siempre estuviese con la suya.
La mayoría de las personas que están acá tuvieron la mala fortuna de leerme en otra historia así que saben que se viene lo fuerte. Pero el siguiente capítulo será bonito, es uno de los que más he querido escribir. Como aviso de utilidad pública, su servidora entró a clases de verano hoy porque su universidad es un desastre, así que estará en un par de semanas el capítulo.
¡Muchas gracias a las personas que se tomaron el tiempo para leer!
¡Cuídense!
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