Capítulo 14.
¡Hola mis bonitos lectores! Este es uno de los primeros capítulos que pensé cuando estaba hilando la trama y de los más importantes para su desarrollo, creo que por lo mismo me demoré mucho más de lo que quería, quedó más largo e intenso que en mi mente, pero acá estamos.
¡Muchas gracias a las personas que se toman el tiempo para leer!
Espero que les guste.
Muchas rosas para el chico que soñó con tocar el amanecer pero se quemó tratando de contener su resplandor.
—¡Quédate quieto! —Jugueteos inundaron el cuarto como si fuesen copos de nieve en una ventisca—. ¡Ash! Ya no eres un niño, compórtate como el jefe y da el ejemplo. —El aludido chasqueó la lengua, resignado, antes de acomodar su muñeca frente a la cámara.
—Esto es tan humillante. —El flash paralizó el tiempo para inmortalizar aquellas palabras con plumón en la belleza de una instantánea—. ¿Por qué debes tomarme una a mí también? Ni siquiera tengo impresión. —La sonrisa que el japonés esbozó al vislumbrar el resultado debió ser el cuadro más hermoso que esos jades contemplaron.
—Yut me pidió terminar con mis tareas antes de ir a la subasta, solo estoy obedeciendo a quien me paga. —Sus cejas se fruncieron, sus latidos rebosaron ansiedad, sus puños se acomodaron sobre su pecho para mitigar su palpitar. Aun lo ponía nervioso estar a solas con el moreno.
—El jefe de la pandilla soy yo, no él. —No habían más que cajas con papel de fotografía y cartulinas para simular fondos blancos dentro de esa habitación.
—No es lo que Alex anda diciendo. —Él quiso enfadarse por el comentario, sin embargo, él suspiró, porque la sonrisa del japonés era tan sublime como hipnotizante, su razón era un estrago cuando se trataba de aquel mohín—. Además, a mí me parece adorable que te sigas escribiendo una palabra en la muñeca. —Las mejillas del americano cosquillearon con ferocidad.
—¡No tiene nada de adorable! —El puchero que le regaló le dijo lo contrario, dejando la cámara de lado el psicólogo se sentó junto a él. Poco le importó que las tablas ensuciasen su traje blanco, mientras Yut-Lung Lee no se diese cuenta se evitarían la catástrofe.
—Ash... —Intoxicarse con su nombre era inevitable cuando se trataba de esa voz—. Si sabes que no necesito esto, ¿verdad? —Las yemas del moreno dejaron electricidad sobre las letras del plumón—. No necesito ninguna impresión para saber que mis sentimientos son los correctos. —La delicadeza del tacto le llenó el alma de besos y el vientre de mariposas.
—Lo sé. —Él se dejó mimar—. Esto es un recordatorio para mí. —Era egoísta, sin embargo, él también anhelaba surcar la libertad. Eiji Okumura volaba alto, más alto que nadie—. ¿Te parece tonto?
—No. —¿Estaba bien que desease extender sus alas para acompañarlo? ¿Podía darse el derecho de ser feliz después de haber causado tanto daño?—. Me parece lindo.
—A ti todo te parece lindo. —Los celos tambalearon sobre su entrecejo—. Hasta Bones, deberías cuestionar tu gusto. —Su compañero parecía un cachorro energético cuando se trataba del psicólogo, era evidente lo mucho que disfrutaba ser mimado. El aliento se le atoró en la garganta ante el repentino silencio—. ¿Eiji?
—Su marca desapareció.
—¿Qué? —Los dedos del más bajo temblaron como si padeciesen de rigor mortis contra sus rodillas.
—Su impresión desapareció hace algunos días—Pronunciar la realidad fue cruel—. Está registrado en las fotografías, Bones parece ser el único caso grave... —Él no encontró las palabras correctas para terminar esa frase—. Él dice que está bien pero sé que no es así. —Sin embargo, lo hizo.
—Así que realmente nos usaron como conejillos de indias cuando le servimos a Dino Golzine. —Para el más joven fue imposible disimular su ira, no obstante, sabía que esto afectaba más al japonés que a él. Su libertad era demasiado humana para un mundo cubierto de espinas.
—Tenemos que encontrar algo que nos ayude a revertir eso. —Ambos dejaron que sus espaldas cayesen contra la pared, el estrépito de los ladrillos sobre sus huesos fue deprimente.
Que historia más hosca para la felicidad.
—Ven. —El americano levantó la cámara con cuidado, el lente hizo un sonido metálico cuando apuntó hacia ellos dos—. Te la pasas tomando fotografías de los demás, pero no tienes ninguna conmigo. —Que encantador fue el sonrojo que se pintó sobre esas mejillas.
—Pero... —Ash Lynx no era el mejor dando palabras de apoyo o acunando la pena, sin embargo, él estaba tratando de cambiar. Él quería ser mejor.
—¿Te resistes a una orden de tu jefe? —Él había encontrado una razón para serlo. El moreno rodó los ojos antes de acercarse al rubio, la calidez que desprendió aquel masculino cuerpo lo abrumó, como si la pasión pudiese inmortalizarse en chispas un flash arrancó ese momento para quedárselo.
—Mi jefe abusa de su poder. —Fue cosa de minutos para que la imagen se terminase de revelar, tras ondearla en el aire ellos la pudieron ver.
El cuadro fue simplemente perfecto.
—Tú jefe es bastante atractivo, deberías considerar hacerlo tu amante. —Lo melifluo de esa risa coloreó el gris de su desolación como si fuese una onda en el océano de su alma.
—¿Esas son tus tácticas de coquetería? —Él dejó caer su cabeza sobre el hombro del americano, sus piernas se encogieron hacia su vientre, su atención se enfocó en la belleza de la imagen—. Porque son terribles.
—Pero aun así estas entre mis brazos. —Ash Lynx sabía que era imposible, sin embargo, Eiji Okumura parecía hacerse más bonito cada segundo que pasaban juntos. Tal vez este era el efecto del enamoramiento. Quizás este era el resultado de desearlo como su alma gemela—. ¿Deberíamos mandársela a tu hermana para que vea lo galante que es su cuñado?
—¿Estás loco? Ella es capaz de venir a América solo para comprobar que seas real —No importaba, la única certeza que poseía era que cada instante lo amaba un poco más.
—Cielos onii-chan, si te gusto tanto puedes ser más directo. —El aludido infló las mejillas en un puchero que le pareció absolutamente adorable.
—Eres malo.
—Pero de todas maneras te gusto. —¿Cuándo se había vuelto tan meloso? Pero maldición, no era su culpa, este hombre no solo despertaba sus deseos más patéticos por tener una vida normal—. Eiji... —Él lo hacía querer juntar cada una de sus cosas para entregárselas.
—¿Si? —Aunque jamás fuesen suficientes—. Luces afligido, ¿en qué piensas? —Aunque tuviese que estar vidas enteras recolectando sus pedazos para regalárselos. Él quería demostrárselo.
—Por favor ten cuidado en la subasta. —El terror con el que esas palabras fueron musitadas traspasó la tensión, su mano tembló bajo la del japonés, su mente se quebrajó ante la presión—. No te expongas más de lo necesario.
—Shorter irá conmigo, estaré bien. —¡Claro! El policía que tenía más fama con las hamburguesas que con los criminales. ¡Qué excelente idea! Las entrañas se le revolvieron, la frente le escurrió en fiebre—. No pongas esa cara, es más competente de lo que parece, es una leyenda en la academia.
—Nosotros estaremos afuera todo el tiempo, solo traten de averiguar cuál es el producto que Dino Golzine está presumiendo y si nos puede ser de utilidad. —La estridencia de sus latidos lo forzó a sentarse al frente del japonés—. Promételo.
—Ash, estás exagerando. —Él negó.
—Si también te pierdo a ti... —La vulnerabilidad con la que esos jades lo ahogaron fue paralizante—. Me volveré loco.
—Lo prometo.
Él nunca había sentido un terror tan garrafal hacia la muerte, sin embargo, este torpe japonés lo hacía tan fuerte como humano, él se había vuelto su razón para cambiar el leopardo que fue y empezar de nuevo. Él se aferró a la mano del moreno como si con eso pudiese evitar que las horas siguiesen corriendo, sus párpados se presionaron en un temblor, él llenó sus pulmones con aquella reconfortante esencia a girasoles antes de suspirar. Amar a una persona podía ser devastador, Griffin tenía razón cuando le dijo que al enamorarse el mundo le dejaría de importar, porque su mundo se volvería tan pequeño que podría sostenerlo con una sola palma. Él sonrió, quién lo diría, su hermano mayor estaría orgulloso.
Tal vez él no era tan mala persona.
Si le gustaba a alguien tan bueno como Eiji Okumura no podía serlo.
—Aún te tengo que invitar a una segunda cita, no me hagas sentir que esto es un adiós. —Para el psicólogo la situación no era diferente. Él pasó años tratando de ignorar lo mucho que aspiraba encontrarse con su alma gemela—. Una al estilo japonés. —Pero eso le dejó de importar al conocer a Ash Lynx. Porque apenas lo vio supo que había nacido para quedarse a su lado.
—¿Me llevarás a una convención de anime? —La frustración fue dulce.
—¿Por qué me enamoré de ti si solo me molestas? Por favor, recuérdamelo. —Como si recién comprendiese sus propias palabras él enrojeció—. Yo... —Por la perplejidad atrapada en esos jades, él se dio cuenta de que nunca lo había dicho en voz alta.
—¿E-Enamorado? —El rubor se expandió desde sus mejillas hasta sus orejas—. ¿Tú? —Él asintió con vergüenza—. ¿De mí? —El calor le resultó tan mortífero como la expectación con la que el rubio se apuntó a sí mismo. La violencia de sus latidos lo hizo pensar que moriría.
—Creí que estaba implícito. —Él quiso bajar el mentón, no obstante, Ash se lo impidió al acunar sus mejillas.
—No lo estaba.
La ternura con la que lo besó fue indescriptible, sus labios se sintieron como un delicado cosquilleo sobre los suyos, el roce de sus yemas contra sus pómulos llenó su corazón de electricidad, él cerró los ojos, dejándose embriagar por tan placentera sensación. Cada caricia que este hombre le confería lo impulsaba más a la adicción. El roce fue magnético, aterciopelado y seductor. ¿Cómo pasaron tanto tiempo sin esos besos? Ninguno lo sabía, sin embargo, cada instante que sus bocas se fundían se volvía más inconcebible el separarse.
—También estoy enamorado de ti, Eiji Okumura. —Toda el alma se le llenó de estática bajo esa confesión—. Así que no me rompas el corazón haciendo alguna estupidez esta noche o no te lo perdonaré. —El más bajo enredó sus dedos entre los del americano, el toque fue ensordecedor pero sedoso.
—Nada estúpido, entendido.
—¡Lo sabía! —El grito frustrado de Yut-Lung Lee les erizó la columna—. Apenas Alex me dijo que era tu turno para ser fotografiado supe que lo atacarías.
—Yut... —El azabache se infartó al ver a su preciosa obra de arte convertida en un desastre por ese petulante: el traje de alta costura se había ensuciado, su expresión era estúpida, su cabello un lío.
—¿Sabes cuántas horas estuve arreglándolo para que fuese un incógnito glamoroso? —Con un tirón de brazo el japonés quedó a merced del más joven y su peine—. Perdónalo Eiji, son las hormonas. —Las carcajadas de la pandilla fueron el colmo para la humillación.
—¿Cuánto tiempo llevan ahí? —El rubio se sacudió el pantalón tras preguntar aquello.
—Más de lo que nos hubiese gustado, pero no sabíamos cuándo interrumpir. —Alex estaba rojo hasta las orejas—. ¿Hubieras llegado más lejos sino te deteníamos?
—No pongas imágenes asquerosas en mi cabeza. —El silencio fue fúnebre tras la orden de Yut-Lung Lee, que refrescante era ser respetado, así siempre debió ser—. Listo, eres una obra de arte de nuevo. —La risa de Bones desató un tic nervioso en su cordura—. ¿Algún problema con mi creación?
—No, solo... —El de jardinera se incorporó en el cuarto dando pasos juguetones—. Dices odiar a Eiji pero te comportas como toda una mamá.
—¡Claro que lo odio! —Su grito fue tan histriónico como explosivo, ser descubierto le resultaba humillante—. ¡A todos ustedes! ¡Son una molestia! —Él bufó antes de darles la espalda, sus subordinados eran unos altaneros, cuando acabase esta operación él no quería volver a verlos.
—Ya admite que nos quieres. —La nariz le calcinó.
—¡Vayan abajo! Shorter ya llegó, nos tenemos que ir. —Bones no mentía, sin embargo, él prefería morir torturado a admitirlo.
El japonés esperó pacientemente a que todos dejaran la habitación, la mirada que esos jades le entregaron le derritió el corazón, a pesar de esconder una desmesurada soledad aquellos sublimes ojos se habían empezado a cristalizar con un brillo excepcional. Él necesitaba cuidarlo, por eso también trataría de protegerlo a su manera, él se aferró a la muñeca de uno de los pilares de la pandilla esperando ser escuchado. No porque las rosas tuviesen espinas su belleza no merecía ser admirada.
—Arthur. —Ya no quedaba nadie en ese piso—. Necesito pedirte un favor. —La expresión del aludido fue un poema, era extraño que recurriesen a él como primera opción—. Mientras yo estoy adentro necesito que vigiles a Ash para que no haga nada imprudente. —Conocía al nombrado, él era capaz de sacrificar hasta su misma vida si él peligraba. Él no podía permitírselo.
—¿Yo? —Que un conejo le pidiese resguardar a un lince le resultó hilarante.
—Sí. ¿Puedes hacerlo? —Su mente no procesó esas palabras—. Por favor, Alex tiene la cabeza en otro lugar desde que Bones perdió su impresión y no quiero cargarle más presión a Yut.
—Puedo hacerlo. —La timidez que se pintó en tan toscas facciones le pareció curiosa—. Pero es raro que confíes en mí por mi reputación, ya sabes lo que se rumorea. —Ser poseedor de semejante intimidad lo abrumó.
—¿De qué estás hablando? Eres una pieza fundamental para la pandilla, los chicos te admiran mucho. —El rostro le ardió, las manos se le empaparon de ansiedad, sus latidos fueron irreales—. Les das algo de miedo, pero siguen siendo tus amigos.
—¿Amigos? —Esto debía ser una broma, él no necesitaba ninguna de esas cursilerías, él había venido a este mundo para sobrevivir y reinar. Ash Lynx era su competencia, no su compañero.
—Sí, como tú y yo. —Sin embargo, bajo tan ingenua mirada él quiso creer en esas palabras. Su garganta se cerró, la noche se deslizó con lentitud hacia el cuarto.
—¿De verdad no te importa que Ash carezca de impresión? Tú debes tener un alma gemela buscándote en otro lado. —Como si el moreno le fuese a contar el secreto más importante del universo él miró a su alrededor en busca de soledad.
—Mis sentimientos por él van más allá de eso. —Sus yemas rozaron su muñeca con lentitud—. Lo amo por quién es, no por una impresión. —Aquella sinceridad agobió al pandillero. Tal vez la vida también se compadecería de él y sembraría un girasol en el huerto de sus penurias.
—Ya veo... —Él apoyó su brazo sobre los hombros del psicólogo—. Tu novio cuenta con mi protección, samurai boy.
Quizás él sí podía hacer amigos.
Muchas rosas para el chico que se enamoró de la fragilidad pero fue herido por el filo de sus espinas.
El camino se encontró repleto de tensión, para poder abarcar bien el evento la pandilla se separó en diferentes vehículos antes de tomar trayectorias aisladas. Shorter Wong y Eiji Okumura fueron transportados en un auto de ventanas polarizadas, aunque ambos tenían decenas de cosas que contarse, ninguno fue capaz de musitar la primera palabra. Fue como si el peso de la realidad recién los estuviese despertando de lo que fue un agradable sueño.
El «Club Cod» sería el lugar donde se llevaría a cabo la subasta, aunque el local aparentaba ser un simple restaurante de mariscos, el primer piso no era más que una fachada. Alex les pidió esperar en el vehículo tras llegar a su destino, que no hubiese seguridad en la puerta lo incitó a investigar. Esta operación no podía salir mal, Bones ni siquiera sabía que él era su alma gemela. ¡Maldición! Debió aprovechar la oportunidad cuando la tuvo, ahora solo podía confiar en sus compañeros. Quedarse encerrados juntos luego de tanta distancia los incómodo. El policía quería sucumbir a la melancolía y estrechar al psicólogo entre sus brazos, su ausencia lo atormentaba apenas pisaba el apartamento, extrañaba sus risas, el cuartel parecía hundirse en la inmoralidad sin ese toque de ternura que solo él sabía aplicar. Sí, había una infinidad de cosas que necesitaba proclamarle al contrario, sin embargo, él solo pudo decir...
—Me voy a orinar encima, tomé demasiada gaseosa y esto me da escalofríos. —Él se golpeó la frente al percatarse de la estupidez que dejó escapar. Él no había tenido una conversación decente con el japonés en meses y esto era lo primero que le decía. Ese era el legendario encanto Wong. La carcajada de Eiji no se hizo de esperar.
—¿No se supone que tú eres el valiente entre nosotros dos? —Cada vez que él se ahogaba en su mar de angustia, era Shorter quien lo rescataba con su humor—. ¿Qué pasó con todas las misiones de incógnito a las que fuiste con Max?
—¡Claro que lo soy! —El más alto se cruzó los brazos fingiendo indignación—. Tú luces como un niño a punto de llorar. —Como si nunca se hubiesen separado la tensión dejó de existir entre ellos.
—Eso es porque me siento de esa manera. —El japonés se aflojó la corbata del traje—. Pero es bueno verte y volver a trabajar en equipo. —Para el chino aquella efervescencia fue un alivio, mientras la jovialidad característica de esas obsidianas siguiese fulgurando la realidad no podía ser tan desalmada—. Aunque luces fatal con esas ojeras, dijiste que te cuidarías.
—Lo intento pero es difícil, ya no tengo a nadie que me cocine o me lave la ropa cuando llego cansado de mi turno. —Apenas el japonés infló las mejillas él se deleitó con su victoria.
—¿Me extrañas a mí o que sea tu ama de casa?
—Ambas. —Su chasqueo de lengua fue infantil—. Deberías ver a mi nuevo compañero de patrullaje, es adorable como se preocupa por mi salud, él sí me respeta, no como tú— La picardía en la mueca del psicólogo lo llenó de nervios.
—¿Compañero nuevo? —Bajo la familiaridad de la conversación ellos se olvidaron del contexto—. ¿Es más interesante que yo? —Él no lo admitiría en el cuartel, no obstante, amaba presumir al más joven.
—¡Claro que lo es! —Los ojos de Sing Soo-Ling rebosaban admiración cuando lo miraban, qué caricia más gentil para su ego—. Además tiene una fecha como impresión. Genial, ¿no es así?
—¿Una fecha?
—¡Sí! ¡El veinte de diciembre! —En ese instante Shorter Wong se dio cuenta de la idiotez que había hecho—. Eiji... —Mierda, se dejó llevar por la emoción cuando lo que más le había pedido Yut-Lung Lee era discreción, su fragilidad lo mataría cuando se enterase—. ¿No has sentido nada raro con tu alma gemela? —Su carcajada desquiciada no ayudó a disimular.
—¿Algo raro? —Las mejillas de la libertad se tiñeron de verano al recordar a Ash Lynx—. ¿Cómo qué?
—Lo que sea.
—Es difícil responderte eso. —La repentina timidez en el psicólogo lo enterneció—. Sé que no te agrada porque lo consideras un criminal, pero no es justo reducir a las personas solo a sus errores, de hecho creo que se llevarían bien si se diesen la oportunidad. —Lo melifluo de esa confesión lo ahogó—. Él es tanto para mí que no sabría ponerlo en palabras, él es mi alma gemela. —No obstante, quien se quedó sin respuesta fue el moreno. Esta era la primera vez que vislumbraba tan delicado brillo en esos ojos cafés.
Fue ahí cuando entendió la aflicción que Yut-Lung Lee le mostró al pedirle discreción con la existencia de Sing Soo-Ling.
—De verdad te gusta. —Él negó.
—Es mucho más que eso. —Sus yemas recorrieron su muñeca—. Independiente de la impresión, él es mi amanecer. —La inocencia en esa confesión fue abrumadora. El azabache tenía razón. ¿Con qué derecho acabaría con el romance de su mejor amigo cuando lucía tan feliz?
—Me alegro por ti, Eiji. —Él no podía—. Por cierto. —Los nervios le escurrieron por la nuca—. ¿Sabes si Yut está interesado en alguien? —El tartamudeo en esa pregunta lo forzó a contener una risa.
—¿Qué pasó, señor policía heterosexual? —El rostro le quemó—. Pensé que solo aceptarías a una chica delicada. —Él se rascó el mentón con nervios.
—Parece que me voltearon.
—La entrada es por atrás. —Que Alex golpease la ventana reanudó la realidad—. Los demás ya están en sus posiciones, pueden irse. —Ambos compartieron una mirada determinada antes de adoptar sus nuevas máscaras.
Esa noche el Club Cod reveló sus verdaderos colores, gracias a Yut-Lung Lee y sus contactos ellos pasaron la seguridad sin problemas, uno de los guardias los escoltó hacia el segundo nivel mientras les explicaba la macabra historia de la tradición y les resumía el cronograma. Subir aquellos escalones los transportó a un mundo diferente. Aquello era un laberinto de exquisitez, el lujo que desprendía el ambiente era obsceno, pilares de mármol y bordados dorados los acomodaron dentro de una novela de época, un palco escarlata se hallaba frente al escenario donde se llevaría a cabo la subasta. Las risas de los invitados se derritieron como mantequilla sobre su cordura; los vestidos de diseñador, el derroche de dinero, los aperitivos ostentosos, fue sofocante, dentro de esas paredes se pavoneaba la élite de la sociedad. Sentirse fuera de lugar fue inminente, las luces los marearon, los susurros no se hicieron de esperar. Esto era demasiado para la desgracia de la clase media. ¡Oh! Pero en esta velada ellos no eran ciervos con deudas, no, ellos eran empresarios importantes dispuestos a ofertar por tan codiciado producto. Se debían comportar como tales.
Muchas rosas para los ingenuos que buscaron el amor pero danzaron con el destino.
Tras codearse con algunos políticos y celebridades, ellos comenzaron a comprender lo que estaba ocurriendo. Dino Golzine llevaba meses alardeando sobre el presunto producto que Abraham Dawson lo había ayudado a refinar. El japonés sintió escalofríos al recordar el apellido. Fue con la muerte de su hermano mayor que toda esta catástrofe se desató, además Shorter no había dejado de balbucear algo acerca de banana fish.
Esto le daba un mal presentimiento.
—¿Qué haremos si Fox nos reconoce? —La multitud procedió a tomar asiento en el palco tras anunciar el inicio de la subasta—. Estamos perdidos si eso pasa. —Que el policía se viese tan relajado le llenó la sangre de ansiedad y la mente de tormentas—. Tu peinado no te ayuda a disimular tu identidad, pudiste ponerte un gorro o afeitarte la cabeza.
—No te preocupes. —Ambos se dejaron caer sobre las butacas de terciopelo—. Max me ayudó a memorizar los horarios de ese sujeto, él va a trabajar hasta tarde en su proyecto personal. —Aquella mueca constipada le cerró la garganta, él no quería confesarle lo bajo que había caído su preciado cuartel.
—¿Proyecto personal? —Más que héroes uniformados ellos se habían vuelto una dictadura encubierta.
—Cosas sin importancia, no te preocupes. —Eduardo L. Fox estaba marchitando su pasión con una crueldad devastadora. Los civiles eran tan valiosos como las colillas que él pisaba.
Una mierda.
—Es todo un honor tener a lo más exquisito de la sociedad reunido en mi humilde evento. —Cuando Dino Golzine se abrió paso hacia el escenario—. Aunque mi asociación es dueña de una infinidad de negocios a lo largo de Nueva York, el verdadero motor de mis investigaciones es corregir las injusticias que Dios ha cometido al crear el concepto de almas gemelas. —Eiji Okumura sintió el verdadero terror.
—¿Qué crees que sea el producto? —Inclinarse hacia el policía fue lo más sensato para buscar calma. Debía mantener la mente fría, su amanecer contaba con él.
—No lo sé... —Dino Golzine era el diablo enfundado en un traje de alta costura—. Tal vez sea banana fish. —Aquel elegante y prepotente pavonear frente al podio les revolvió las entrañas.
—Con la ayuda del profesor Abraham Dawson. —El aludido se puso de pie para recibir los aplausos—. Hemos sido capaces de perfeccionar una técnica que no solo nos garantiza lealtad absoluta y obediencia ciega, sino que además nos permite tener una cantidad infinita de almas gemelas. —Una delirante fiebre comenzó a descender por la cordura del japonés bajo esa sonrisa—. Traigan al primer producto.
Él no pudo darle crédito a sus ojos cuando arrastraron a una mujer hacia el escenario al jalarla de un collar, aunque la habían enfundado en un elegante vestido era obvio que se encontraba drogada. La joven apenas se tambaleaba frente a los chiflidos, su mirada yacía ida, la lisonja de su piel parecía esfumarse a cada minuto, sus labios se encontraban teñidos de una mortificante palidez, su cabello parecía marchito. El japonés contuvo una arcada cuando ese hombre la agarró del mentón.
—¡Este espécimen es uno de los más exquisitos y extravagantes que existe a lo largo del mundo! —La inhumanidad con la que habló...Él presionó sus párpados, sus manos tiritaron sobre su regazo, su cordura carcajeó desquiciada—. ¡Esta chica ha nacido sin impresión! —Él se tuvo que tirar el flequillo para comprobar que esto fuese real.
Tras un gesto el doctor Dawson se levantó de su butaca para encaminarse hacia el escenario, un reluciente artefacto metálico le quitó la respiración al público cuando él lo expuso.
—Escribiendo el nombre del comprador en la muñeca no solo se imita el efecto de una impresión, sino que se amplifica cien veces más. —La mujer dejó escapar un jadeo desesperado cuando esa máquina le empezó a quemar la piel, aquellos moribundos forcejeos fueron demasiado para el más bajo—. Lealtad absoluta y obediencia ciega garantizadas.
—Eso es esclavitud. —El psicólogo tuvo que morderse la boca para no gritar, aunque estaban sentados al final del palco, aquella lánguida sonrisa le atravesó el alma. Asqueroso. Simplemente asqueroso.
—Y para garantizar una sumisión prolongada solo se le debe administrar una dosis de B1 a diario.—. Cuando el doctor sacó una caja del bolsillo, Shorter Wong ató cabos sueltos.
—Banana fish.
—Traigan al resto de los productos. —El nombre en la muñeca de la chica acabó siendo el de Dino Golzine, aunque el público debió gritar horrorizado, ellos se levantaron extasiados dispuestos a pujar.
La idea era simplemente maravillosa. Estaba claro que un alma gemela debía carecer de voluntad y ser profanada por dinero. ¿Amor incondicional? ¿Devoción tierna? ¿A quién diablos le importaban esas cosas cuando se podía regresar a la esclavitud? Todo Eiji Okumura tembló de furia, los ojos le ardieron por culpa de la impotencia, la piel se le empapó de decepción. Él amaba su vocación porque creía en la resiliencia y apelaba a la piedad, sin embargo, al ver como una larga fila con niños y mujeres era llevada al escenario para que los ofertasen como si fuesen trozos de carne se le quebró el corazón. Lo más aterrador no fue escuchar aquellas exuberantes cantidades de dinero a cambio de otro ser humano. No. Lo más espeluznante fue imaginarse a Ash Lynx en esa fila: drogado, confundido e ido, siendo vendido sin que él pudiese hacer nada.
—Shorter, me quiero ir. —Él tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no quebrarse, no obstante, era un niño en el escenario. Uno rubio, sollozante y asustado llamando a su mamá.
—¡Vendido! —¡Un niño! ¡Por Dios! Ellos no se podían defender de la crueldad adulta, ellos eran vulnerables, era su trabajo garantizarles una infancia plena, pero ahora solo podía ver cómo lo subastaban.
—Shorter... —La violencia con la que el nombrado lo empujó contra su asiento lo dejó atónito.
—Tenemos que quedarnos hasta el final o levantaremos sospechas. —Fue ahí cuando él se percató de que su amigo estaba llorando—. Si queremos hacer algo por ellos debemos cumplir bien con nuestro trabajo.
—Sí...
Aquello fue un carnaval de crueldad.
El japonés no pudo evitar soltar una carcajada mientras el dolor le quemaba las mejillas, si la humanidad era capaz de vender algo tan sagrado como una impresión para conseguir una mísera ganancia su pasión no era más que un fraude. Ja, que ironía más nauseabunda, al final no pudo hacer más que lamentarse. Sus hombros cayeron contra el respaldo del asiento, su atención se posó inerte en el escenario, él miró esa masacre deseando no sentir nada. Pero un alma gemela era aquella persona cuyos pedazos lograban completar tu corazón.
¿Verdad?
—¿Estás mejor? —La ternura con la que Shorter le acarició la espalda mientras terminaba de vomitar en el baño fue enternecedora. Este mundo era demasiado hosco para un girasol, él lo sabía.
—Eso es trata de personas. —El más bajo negó, tratando de arrancarse la imagen de la cabeza, sin embargo, aquella tortura se le había incrustado en las pupilas—. Tenemos que hacer algo. —El policía le ofreció algunas mentas y pastillas para las náuseas con aflicción.
—Podemos contarle a Max, pero... —Aunque él no fuese tan sensible como su mejor amigo, este golpe de realidad también lo había dejado hecho mierda—. Debemos pensarlo con la cabeza fría. —Si su jefe se encontraba asociado con Dino Golzine eso convertía a todo el cuartel en cómplice.
—¡Y mientras tanto ese lunático escribe su nombre en decenas de muñecas! —Él jamás olvidaría la expresión de desesperanza que esa muchacha esbozó tras ser víctima de esa masacre. Ni siquiera cuando un paciente manifestaba intenciones suicidas su mirada era tan hueca.
—Perder la cordura no nos ayudará, seguimos atrapados acá. —Shorter Wong tenía razón, sin embargo, fue como si su alma se estuviese pudriendo en su interior.
—Ya estoy mejor. —El policía se miró la muñeca al ser prisionero de un desquiciado escalofrío. Nacer con una impresión era especial, si él no tuviese la suya él no habría decidido volverse tan fuerte para proteger a su fragilidad, él creía en la justicia con una pasión ferviente e inquebrantable, él adoraba sentir a Yut-Lung Lee en sus memorias y sueños. Vender eso...
—Bien. —Esto era repugnante—. Tratemos de conseguir una caja de banana fish para podernos ir, sabemos lo suficiente. —Ninguna máscara fue lo suficientemente gruesa como para cubrir lo inmundo que esto se sentía.
Porque ambos debían ser la voz del silenciado trataron de crecer libres de prejuicios, no obstante, ver como aquellos invitados alardeaban a sus nuevas adquisiciones como si fuesen mascotas. Tal vez el mundo sí se encontraba dividido en blanco y negro.
—Los he estado buscando. —Cuando Dino Golzine acomodó su brazo alrededor de la libertad, Eiji Okumura pudo entenderlo.
Porque apenas ese sujeto lo tocó él se convirtió en un desamparado Aslan Jade Callenreese llorando por la pérdida de su hermano. Fue asquerosa la obscenidad con la que él transgredió su espacio personal al murmurarle al oído, su mente se perdió en aquel desgarrador recuerdo del rubio, saber que su alma gemela se sentía como un escusado de semen bajo ese pederasta fue la gota que derramó su vaso.
—Ustedes dos lucían muy interesados antes de la subasta pero no compraron nada. —Al policía le fue imposible descifrar el rostro del contrario, aquellas relucientes obsidianas lo miraron como si fuese una muñeca rota. Bonita pero vacía.
—Ninguno de los productos logró satisfacer nuestros estándares de calidad. —Tener que hablar así le cerró la garganta. Con un sutil movimiento él trató de apartar al japonés de ese psicópata, no obstante, fracasó.
—¿Enserio? —La expresión de horror en el azabache le pareció tan encantadora como excitante, que nostalgia, casi se parecía al desprecio con que solía mirarlo Ash Lynx—. Porque también recuerdo haberlos visto en mi fiesta. —Ahora que lo pensaba él no tenía un conejo dentro de su colección. Sus palmas descendieron hacia aquella delicada cintura
—Nos informaron que usted ofrecía una calidad superior en sus productos.
—Solo lo preguntaré una vez antes de llamar a seguridad. —Sería tan divertido experimentar con semejante terror—. ¿Quiénes son?
—Son mis invitados. —Shorter Wong jamás se había alegrado tanto de ver a ese hombre como ahora—. Monsieur, usted me pidió convocar a la crème de la crème. ¿Acaso le están dando problemas? —El aludido suspiró, decepcionado. Sergei Varishkov era su hombre de confianza, debió ser paranoia. Qué lástima.
—No. —Realmente esperaba que fuesen infiltrados para así poder jugar con ellos—. Solo estábamos charlando. —Cuando retiró sus manos del japonés, este volvió a reaccionar.
—Lo entiendo, ellos son muy interesantes, pero el ministro de interior lo está buscando. —Dino Golzine asintió antes de retirarse.
—Gracias. —Le tomó tiempo reincorporarse a la realidad luego de semejante tortura—. Sino hubieses intervenido nos habría atrapado. —Él tuvo que alzar el mentón para poder mirar al desconocido: su contextura era exageradamente fornida, su rostro era galante, su sonrisa encantadora.
—Él es Blanca. —El más joven dejó escapar un alarido por la sorpresa, ese nombre le era familiar.
—¡El exnovio de Yut! —La coquetería con la que tomó la mano del psicólogo para besarla hizo que Shorter soltase un bufido. Él odiaba a ese sujeto por saber más de su fragilidad—. Lo siento, he escuchado mucho sobre usted, soy Eiji Okumura.
—Es un placer. —Las mejillas le ardieron ante tan seductora sonrisa, las yemas del ruso sostuvieron su mentón con una suavidad abrumadora—. Así que tú eres el chico por el que Ash ha cambiado. —La dulzura en esos grandes ojos cafés le pareció adorable—. Creo que puedo entender sus razones, eres una belleza.
—¡¿Qué no te bastó con Yut?! ¿Cuántas almas gemelas más piensas robarte? —Haber dejado escapar sus pensamientos fue una humillación—. Digo... —Él no era una persona celosa, él confiaba ciegamente en el encanto Wong, sin embargo, con el azabache todo era diferente—. ¿Nos vas a ayudar o no? —Y esto era una catástrofe.
—Me deberán un favor, pero puedo sacarlos de aquí. Ash y los demás ya casi acaban, ellos hicieron un excelente trabajo infiltrándose en el laboratorio del sótano.
—¿Laboratorio? —La realidad no lo dejó terminar.
Fue cosa de segundos.
Aunque la detonación solo duró un parpadeo para quienes estuvieron allí el horror fue eterno, las paredes temblaron, el lujo se hizo trizas, los ventanales explotaron, los gritos desgarraron la noche mientras el lugar empezaba a colapsar. Una mezcla de sangre, escombros y terror bañó las calles de la ciudad. Justo cuando trataron de retomar el aliento un tiroteo se desató en el piso inferior. Evacuar fue imposible, lo único que pudieron hacer los invitados fue refugiarse despavoridos y esperar que los hombres de Dino Golzine los protegiesen.
—¡Hay un incendio en el palco!
La multitud no supo a dónde arrastrar el espanto, empujándose unos a otros el más débil fue aplastado. Blanca los cubrió contra el barandal de la escalera mientras trataba de pensar en una manera para escapar. Definitivamente esta era una venganza personal del lince de Nueva York, él sabía el aprecio que el monsieur le tenía a ese ostentoso club. Que chico más imprudente.
—¡Eiji! ¡Shorter! —No hizo falta mirarlos para saber quienes habían iniciado el caos.
—Intenten bajar, yo los cubriré. —El ruso no chistó cuando sacó una pistola de su traje.
—A nosotros nos revisaron antes de entrar. ¿Por qué tú puedes tener una? —Al moreno le cabreó depender de ese sujeto cuando su talento era envidiado en el cuartel—. ¿De qué lado estás? —La sonrisa que Blanca le arrojó antes de cargar el arma fue digna de un rompecorazones.
—Yo hago mis propios lados. —Él rodó los ojos. Definitivamente odiaba a ese hombre—. ¡Ahora váyanse!
La estridencia de los cartuchos hizo eco contra los gritos, sin soltarse de las manos ellos bajaron las escaleras, el humo intoxicó la esperanza, la sangre manchó las joyas, la pestilencia de la muerte se tornó insoportable. Los hombres de Dino Golzine comenzaron a disparar indiscriminadamente, un escalofrío le paralizó el corazón cuando asesinaron a una mujer al frente de ellos. ¿A este extremo llegaría su profesión? ¿A esto se rebajaría su moral? Ellos corrieron omitiendo el cansancio y los golpes que recibieron. ¿Minutos? ¿Horas? Ni una maldita idea, gracias al ruso ellos lograron refugiarse debajo de una mesa para ver el caos, sin embargo, si se quedaban ahí terminarían siendo víctimas de las llamas.
—¡Eiji! —La sangre se le heló al escuchar su voz, sus piernas se volvieron débiles, el mundo pareció cobrar sentido cuando el rubio apareció. Él se encontraba tan herido como manchado de sangre, aunque tenía una metralleta él parecía devastado. Qué expresión más frágil.
—¡Ash! —El corazón le latió tan rápido que se le detuvo.
—Eiji. —Él no escuchó los disparos a su alrededor, ni los gritos, ni sintió el fuego o las quejas de Shorter Wong, lo único que supo fue que estaba entre sus brazos.
—Ash... —Las manos le temblaron sobre la espalda del japonés, él lo apretó con fuerza, dejando que su rostro se hundiese contra sus cabellos, que aroma más reconfortante.
—Estás a salvo. —Temió tanto perderlo, él jamás estuvo tan asustado como cuando este caos se desató.
—Dame un arma, me protegeré. —La determinación con la que musitó aquello lo llenó de vigor.
—No es necesario, un asesino es suficiente. —Esta era la primera vez que Eiji Okumura observaba lo descompuesta que estaba su alma, aunque mirarlo a los ojos fue una tortura—. Yo te protegeré. —Lo fue más no contemplarlo—. Nunca te alejes de mí.
—¡Cuidado! —El grito del policía fue interrumpido por el disparo de Arthur, el agujero que le hizo en la frente fue perfecto. Él volvió a cargar su revólver tras el caer del cuerpo.
—Te dije que lo protegería. ¿Verdad, samurai boy? —Una fila de hombres con armamento militar ingresaron al recinto.
—¡Ya lo tenemos! —Siendo perseguidos, el grupo de Yut-Lung Lee apareció en el primer piso—. ¡Ya lo tenemos! ¡Podemos largarnos de aquí! —Una pequeña caja blanca fue alzada por el chino. Shorter Wong ni siquiera tuvo que pensarlo para correr a su lado y resguardarlo. Fue en ese instante cuando él entendió la pasión que su mejor amigo le mostró esa noche en Nueva York.
Esto era un alma gemela.
—¡Vámonos! —Basto la orden del lince de Nueva York para que la pandilla se empezase a disipar.
El salón era un desastre de escombros y fuego, él no quería que el japonés tuviese que contemplar semejante festival de sangre, sin embargo, ahora lo estaba arrastrando sobre cadáveres mientras él temblaba. Pero ambos debían mantenerse fuertes, necesitaban espinas para sobrevivir entre rosas.
—¡Ash! —No hizo falta más para que el rubio cubriese al contrario y de un solo disparo atravesase la frente del guardia. Aunque la respuesta le aterrorizaba él necesitaba saberlo.
—¿Te doy miedo? —La sonrisa que Eiji Okumura le regaló fue un brote de esperanza en ese infierno.
—Nunca. —Que ridículo era sentirse humano hasta en estos momentos.
Otra explosión en el segundo piso les sirvió de distracción para escapar, las sirenas de bomberos fueron el preludio para la tragedia, los autos de la pandilla se esfumaron como cenizas en el viento, antes de que pudiesen huir una camioneta blindada los interceptó.
—¡Shorter! —El nombrado parpadeó horrorizado mientras el Club Cod se desmoronaba a sus espaldas, ya casi no quedaban vehículos de escape—. ¡Suban!
—¿Sing? —La expresión del aludido fue un poema—. ¿Qué haces aquí?
—Max me dijo que cometerías una locura así que rastreamos tu celular. —Su jefe lo saludó desde el asiento del copiloto—. Perdón. —Sabiendo que no era momento para contradecir las intenciones de su equipo él abrió la puerta.
—Vámonos chicos, son de confianza. —La expresión que Sing le regaló paralizó la realidad. El aliento se le escapó de la garganta, su corazón latió con una violencia mortífera, él extendió su mano por la ventana para poderlo alcanzar, tocarlo fue pura electricidad.
—¿Q-Qué? —El japonés lo reconoció antes de que su razón lo hiciera.
—Tú... —Cuando Sing Soo-Ling se perdió en los ojos de Eiji Okumura—. Tú eres mi alma gemela.
Él lo supo.
Muchas rosas para Ash Lynx, el chico que se enamoró de la libertad cuando esta ya tenía dueño.
El siguiente capítulo se viene menos intenso que esto, me da algo de risa cómo partió tan bonito y acabo siendo esa abominación. Su servidora descubrió que tendrá clases durante enero, así que nos veremos en un par de semanas como siempre.
Muchas gracias a las personas que se tomaron el tiempo para leer.
¡Cuídense!
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