¡Hola mis bonitos lectores! Y esta vez sí pude cumplir porque soy mucho mejor escribiendo con estrés. Este es el primer capítulo tan enfocado en dos personajes que tiene la historia, y aunque lo tenía bien planificado salió más lindo de lo que esperaba.
Ojala les guste.
¡Mil gracias por leer!
¿De qué color eran sus sentimientos? Él no lo sabía, aquellas obsidianas lo habían enamorado sin que él pudiese desplegar sus espinas, eran oscuros como una noche sin estrellas, pero tan resplandecientes como rocío sobre girasol.
Esto era un caos, él odiaba el concepto de alma gemela, él no anhelaba una presunta debilidad que le quebrase el corazón, él necesitaba mantener la mente fría y el dolor sellado, sin embargo, acá estaba, arreglándose para su cita con una torpeza digna del primer amor. Su rostro quemó en nervios, su cabello cayó desarreglado frente al espejo, sus manos temblaron sobre su chaqueta mientras él se terminaba de vestir. No era justo, sus latidos perecieron en una mortífera taquicardia por culpa del japonés. Pero su mundo se había vuelto pequeño, algunas veces le cabía en el bolsillo, otras eclipsaba cada parte de su alma, tenía los ojos más bonitos que pudiese vislumbrar y su color lo tenía tan confundido como engatusado.
Eiji Okumura.
—Así que es verdad. —La voz de Yut-Lung Lee lo hizo brincar sobre la cama—. El grandioso Ash Lynx se está arreglando para una cita. —El filo que se trazó en esa sonrisa fue paralizante, jugueteando con las puntas de su cabello él entró a la habitación.
—¿Cómo te enteraste? —Observar tan ansioso al rubio fue una calada de pura satisfacción. Amaba tener el control de la situación, que exquisita era dichosa superioridad. Un deleite.
—Los chicos me dijeron que estabas actuando extraño. —Bones, Alex y Kong se asomaron desde el marco de la puerta para contemplar la catástrofe—. Solo estaba asumiendo hasta que me lo confirmaste. —La ferocidad con la que fulguraron esos jades los forzó a retroceder. Su jefe era aterrador.
—Son unos entrometidos. —El más joven rodó los ojos.
—Y tú eres un desastre. —Aunque él jamás lo admitiría Ash Lynx era portador de una belleza deslumbrante, él era ridículamente atractivo, que desperdicio que la estuviese arruinando con fijador para cabello y ropa de delincuente—. ¿Te estás tratando de parecer a Arthur? —Un escalofrío recorrió cada vértebra de su columna bajo esas palabras—. Porque esto es horrible.
—Yut... —El nombrado tomó el peine del velador para corregir tan espantoso error. Al parecer él era el único ser humano con una pizca de gusto en ese lugar.
—Me ofende que no me hayas pedido ayuda desde el principio. —Que él tironease de su flequillo lo hizo fruncir el ceño, qué manos más toscas para un hombre tan delicado—. ¿Por qué no me lo contaste?—. La suavidad en su voz fue una discrepancia graciosa para la brutalidad de sus movimientos—. ¿No confías en mí? —Sus dedos temblaron contra la peineta.
—No es eso. —Él trató de darse el coraje para mirarlo, sin embargo—. Es que tú y yo jamás fuimos a una. —La culpa no lo dejó. Para el azabache fue doloroso tener que confrontar la verdad.
—¿Eso es todo? —Nadie nunca lo había amado con tan desbordante delicadeza como la que estaba vislumbrando—. ¿Acaso eres estúpido? —No obstante, él estaba genuinamente feliz por ellos dos.
—¿No estás molesto? —Su relación con el lince de Nueva York fue un abrazo entre dos rosas: destructivo, agónico e incompatible.
—Claro que sí. —Que él hubiese encontrado a alguien que supiese acunar sus espinas y no temiese clavarse con ellas le llenaba los latidos de orgullo. Griffin estaría tan contento si lo pudiese ver así—. Ibas a ir luciendo como Arthur a tu primera cita, eso es imperdonable, si querías verte feo hay otras maneras menos dañinas para mis ojos, ¿sabes? —La risa de la pandilla le erizó la cordura.
—Pero... —Él lo silenció con un tirón de cabello.
—Tú y Eiji se hacen bien, habría que estar ciego para no notarlo. —Él dejó de lado la peineta—. Eso es suficiente para mí. —Yut-Lung Lee acomodó sus palmas sobre los hombros del rubio—. Esta sí es una obra de arte. —La ternura con la que esos jades lo contemplaron lo fastidió. Odiaba que viesen a través de él, desde que Shorter lo descubrió su mente comenzó a correr al revés.
—Gracias. —Las mejillas le ardieron, la boca se le secó, él agachó la cabeza.
—Como sea. —Esa suavidad lo abrumó—. Sino me interesara alguien yo te podría quitar a Eiji, después de todo estoy soltero y soy mucho más guapo que tú, así que no lo arruines.
—¿Te interesa alguien? —Las orejas se le tiñeron de escarlata, muy tarde él se percató de lo garrafal de su error—. ¿Es Arthur? Siempre supe que había química entre ustedes dos. —Él tomó una chaqueta del suelo para estamparla contra la cara del más alto, ni meterle mezclilla en la garganta silenció tan fastidiosa carcajada.
¿Por qué diablos le gustó ese idiota alguna vez? El pobre de Eiji Okumura no sabía lo que le esperaba.
—Voy a empezar a cobrarte sueldo si sigues así. —Su bufido llenó el ambiente de complicidad—. Ahora iré a ver al otro desastre, no permitiré que salga con uno de esos horribles suéteres de Nori Nori. —El rubio suspiró cuando lo vio salir.
Yut-Lung Lee era un enigma. Él era como una rosa tratando de florecer en un campo de brea, él merecía a alguien que supiese apreciar semejante belleza y lo ayudase a salir de sus muros de espinas.
—Gracias por delatarme. —Él se cambió de chaqueta bajo el chillido de Bones—. Me alegra saber que su fidelidad está conmigo. —Fue Alex quien tuvo el coraje para asomarse en la habitación.
—Fue por la seguridad de la pandilla, boss. —Que el nombrado alzase una ceja lo incitó a continuar—. Cuando piensas en Eiji pones una cara un tanto...
—Estúpida. —La presencia de Arthur llenó el ambiente de tensión—. No queremos que fracases porque tenemos miedo de que te conviertas en un jefe aún más inútil. —El castaño se encogió de hombros para darle la razón.
—No recuerdo haber pedido tu opinión.
—No recuerdo haber pedido tu permiso para dártela. —Sus dedos juguetearon entre las llaves de su bolsillo—. Esto me parece una idiotez, no tienes alma gemela, estás perdiendo el tiempo. —Él congeló sus movimientos para arrojárselas—. Pero te deseo suerte. —El más joven las miró perplejo.
—¿Me vas a prestar la única motocicleta que nos queda?
—Cuídala, la acabo de arreglar.
—Pero tú odias esta clase de cosas. —El más alto le dio la espalda.
—Las aborrezco tanto como te odio a ti. —Alex tuvo que cubrirle la boca a Bones para que no intensificase el desastre—. Pero Eiji me agrada y esto también es importante para él.
El moreno fue la primera persona que lo escuchó abiertamente y no lo menospreció por ser el segundo lugar, la ternura de su personalidad le resultó contagiosa, en vez de marginarlo él se dio el tiempo para conocerlo, él suspiró, era desesperante tener un amigo cuando carecía de empatía, sin embargo, estaba dispuesto a apoyarlo. Aunque esto fuese una mierda porque en el fondo los envidiaba, él era una mala persona tratando de cambiar. Porque ese girasol se marchitaría en este cementerio de espinas él lo cuidaría.
—Si la pasa mal te golpearé.
¿De qué sabor eran sus caricias? La dulzura de esos labios lo tenía tan encandilado como adicto.
Aunque Nueva York era una ciudad que solo le había traído miseria, esta lució hermosa durante su paseo en motocicleta, tener al japonés rodeándolo con sus brazos, poder escuchar sus latidos entre los semáforos y sentir su aliento contra su nuca lo había atontado. Por solo algunas horas él no sería el grandioso lince de Nueva York, no, él se daría el lujo de ser solo un chico enamorado. Que terrible era anhelar aquello cuando él no era normal.
Mantenerse cerca de Harlem sería lo más inteligente, así que él terminó deteniéndose al costado del centro comercial por precaución. La curiosidad con la que el moreno contempló el paisaje le enterneció el alma, el asombro en sus pupilas y el mecer de su nariz lo hizo pensar en un conejo. ¿Cómo otro ser humano podía ser tan adorable?
—¿Sorprendido? —Ellos se detuvieron frente a la cartelera de las películas.
—Un poco. —A Ash Lynx no podían importarle menos las ofertas del lugar, él solo codiciaba pasar tiempo con el más bajo—. No sabía que había un lugar tan bonito en Harlem. —La altanería en el rostro del rubio le heló la sangre.
—Eso es un poco prejuicioso, onii-chan. —Que el aludido inflase las mejillas fue hipnotizante—. ¿Entonces quieres ver una película de anime? —Molestarlo era su placer culpable. Los murmullos de las demás personas lo incitaron a acercarse.
—Me estás conquistando muy mal, lo sabes ¿verdad? —Que el más alto lo abrazase por la cintura lo hizo temblar, las caricias de ese hombre eran delirantes, aquel masculino perfume lo embriagó.
—¿Es así? —Las orejas le quemaron al tenerlo tan cerca—. Yo diría que lo estoy haciendo muy bien, sweetie. —Los chiflidos a su alrededor fueron vergonzosos, no le gustaba ser el centro de atención.
—¿Tienes que acercarte tanto?
—Es una cita, estoy tratando de actuar como una pareja melosa. —Aunque el japonés frunció el ceño, él no lo apartó. Poder vislumbrar tanta dicha dentro de esos jades le resultó sublime. A pesar de poseer una espléndida belleza lo que más le gustaba eran esos afilados ojos verdes—. ¿Entonces una de anime?
—La que tú quieras estará bien. —Poderlos contemplar sin esa densa bruma de soledad era irreal.
Una moneda escogió la película que verían, gracias a la insistencia de la encargada ellos también llevaron un combo para parejas junto a las entradas. Habían pocas personas en la sala de cine, atravesando la oscuridad entre murmullos ellos llegaron a sus asientos, las botanas saltaron cuando el moreno captó su atención.
—Ash. —Mirarlo fue mortífero. Ahí estaba él, sosteniendo una palomita cerca de la boca del rubio—. Es lo que las parejas hacen, ¿no querías una cita melosa? —Con el rostro completamente consumido por el verano él la tragó—. ¿Sabe bien, sweetie? —El dulzor del caramelo fue insípido bajo la ternura del japonés.
—¿Me vas a molestar con eso? —Cuando él sacó un puñado de palomitas estas supieron amargas.
—Claro que sí. —Eiji no lo miró al acomodar su mano sobre la suya—. Es mi trabajo bajarte el ego, nadie en la pandilla lo hace porque eres un jefe aterrador. —El tacto fue delicado pero electrizante.
—¿También me fueron a delatar contigo? —Aun en la oscuridad él pudo vislumbrar esa sonrisa a la perfección. Cada vez que él dibujaba esa expresión el cielo de su miseria era coloreado por una aurora boreal.
—No te acusarían conmigo si fueses más gentil con ellos, Bones ya me contó cómo le tumbaste el colmillo. —Él no supo cuando las luces se terminaron de apagar—. A mí me cuesta despertarte pero no tanto. —Ni cuando la publicidad comenzó.
—Eso es porque el que me gusta eres tú. —La timidez con la que el rubio entrelazó sus dedos lo paralizó—. No ellos. —La inocencia de esa confesión los apenó a ambos. El moreno trató de concentrarse en los infomerciales en vano.
—Te ves guapo hoy. —Ese susurro fue suficiente para que él lo supiera.
Él se había enamorado de la libertad.
La película tuvo una trama acerca de un triángulo amoroso en una mafia, fue corta y de terrible actuación, no obstante, el psicólogo lució satisfecho. No fue necesario intercambiar palabra para saberlo, él pudo apreciarlo en aquel encanto infantil que danzó dentro de esas obsidianas. En ese momento Ash Lynx encontró algo mucho más interesante para contemplar. Pero no era su culpa, Eiji Okumura era demasiado adorable mientras miraba la función, él se cubría los ojos durante la tensión pero dejaba un pequeño espacio entre sus dedos para seguirla observando, él devoraba palomitas en el silencio y buscaba su protección cuando sentía miedo. En esa hora y media el más joven fue ridículamente dichoso porque pudo saber más de su cita, pero no fue suficiente.
Si fuese su alma gemela él concebiría esas emociones bajo su propia piel, si no fuese un ser humano tan defectuoso él le entregaría sus pedazos, cuando el japonés estaba a su lado su amabilidad, sinceridad y calidez le atravesaban el cuerpo entero, lo completaban. Pero él...su cuerpo reaccionaba como una máquina y mataba gente como si nada, sin pensar, sin sentir. Él nunca había estado tan asustado de sí mismo ni tan avergonzado.
—Eso fue increíble. —Lo mejor era carecer de alma gemela, él estaba demasiado sucio y quebrado para poderlo amar—. Aunque le cambiaron el final del libro, lo leí cuando estaba en la universidad. —Lo más sensato sería detener esto.
—¿Hay un libro de eso? —Sin embargo, él le apretó la mano mientras las personas salían. Era tan doloroso estar enamorado—. ¿Una trama tan terrible vende? —Sus cejas se arquearon en lo que debió ser la expresión más adorable del mundo.
—No es mala. —Él le sacó la lengua—. Tú no sabes apreciar las buenas tramas.
—O quizás tú tienes un gusto terrible. —El repentino cambio en su mirada le llenó el estómago de ansiedad.
—Debe ser eso, después de todo estoy en una cita contigo, Ash. —Ahora era él quien se había indignado.
—La cajera no pensó lo mismo cuando me pasó su número. —El moreno se cruzó los brazos fastidiado—. ¿Celoso?
—Eres todo un Don Juan.
—Entonces deberías caer por mis encantos pronto. —Ambos rieron luego de tan ridícula discusión, el más alto le extendió su palma—. Vamos, aún quedan muchas cosas que quiero hacer contigo hoy. —No existió atisbo de vacilación cuando él correspondió su agarre.
—¿Cómo se siente estar teniendo tu primera cita? —El aroma a comida chatarra los golpeó apenas salieron del cine, el más joven pudo escuchar su palpitar en cada uno de sus pasos.
—Nervioso. —La sinceridad en su respuesta pintó su rostro de carmín.
—Eso es lindo. —El ambiente cambió, el pecho se le llenó de chispas en tan delicada caricia.
—Eso te hace sonar a ti como todo un Don Juan. —Ver al lince de Nueva York celoso por sus viejos amoríos de universidad lo hizo reír, ese hombre era todo un enigma, gobernaba como si fuese la ley sobre la pandilla, sin embargo, con él no era más que un niño caprichoso.
¿Quién de los dos era Ash Lynx en realidad?
—Entonces cae por mis encantos pronto. —Cualquiera que fuese la respuesta él anhelaba cuidarlo.
Ridículo ¿no? Pero él sentía que debía protegerlo.
Una galería de arte se hallaba instalada a las afueras del centro comercial, el lugar desprendía elegancia y magnanimidad, decenas de pinturas se encontraban acomodadas entre marcos dorados y vitrinas de cristales, los murmullos de la multitud fueron una sensación delicada para una historia tan tosca como Nueva York. Él suspiró, su atención pendió desde los cuadros surrealistas hasta la infinidad de colores, poder caminar por aquellos pasillos de la mano con el moreno fue abrumador. Una parte de él le suplicó para que se mantuviese aferrado a esos sentimientos, otra le recordó lo repugnante que era su situación. Si Eiji Okumura pudiese ver lo inmunda que se encontraba su alma él lo dejaría. ¿Lo culpaba?
—¿Extrañas a tu familia? —Alguien tan quebrado como él carecía de salvación—. No has hablado con ellos desde que nos conocimos, ¿verdad? —No fue necesario que el psicólogo lo mirase para que se hundiese en la nostalgia que esas obsidianas desprendieron.
—No es tu culpa. —Un cuadro de una noche fantasiosa se robó la atención de esos luceros—. Yo los estoy evitando. —El cuello se le erizó cuando contempló semejante expresión.
—¿Por qué? —Él no quería entrometerse cuando luego lo tendría que dejar ir, sin embargo.
—Han pasado muchas cosas. —Él ya no tenía el control de su corazón—. Mi padre realmente se esforzó para que pudiese estudiar acá, así que haber fracasado en poner un consultorio... —La suavidad con la que se presionaron sus párpados le resultó violenta—. Me da vergüenza llamarlos. —Así que los girasoles también tenían espinas.
—No creo que sea así. —La sonrisa que el japonés le regaló desembocó un océano de matices en su escarlata, la ternura con la que sus manos se entrelazaron fue mortífera para su voluntad—. Ellos deben estar orgullosos de ti.
—Lo sé. —Aunque Ash Lynx admiraba el arte—. Pero necesito algo de tiempo para contarles. —Él no pudo concentrarse en ninguna obra que no fuese ese chico. La belleza de la libertad era atronadora.
—¿Cómo son ellos? —Las luces de la galería tiñeron de electricidad el ambiente.
—Son buenas personas. —La cercanía del moreno lo mareó, aquella fragancia se le deslizó por las grietas de la cordura para convertirse en una adicción—. Cuando me fui de intercambio mi hermana menor me regaló un amuleto de la buena suerte que resultó ser para el amor. —La indignación con la que infló sus mofletes fue encantadora—. Poco después conocí a Shorter y supe que estaba condenado a la soledad.
—Eres cruel con tu amigo. —Contener una carcajada fue imposible entre ellos dos.
—Es mi trabajo, después de todo él es mi familia en Nueva York. —Haber renunciado al salto de pértiga era una herida que jamás terminaría de cicatrizar, él lo amaba con cada fibra de su alma, el cielo era su vocación, sin embargo, arruinar semejante incondicionalidad por eso no valía la pena ni lo regresaría a antes de la lesión—. Espero que no haya destrozado la casa.
—Eiji, él no es un niño.
—Los niños sí saben usar el hervidor. —Él solo se dio cuenta de la falta que le hacía cuando lo perdió.
—Lamento haberme interpuesto en su amistad. —No eran necesarios sus 200 puntos de CI para saber que el policía lo aborrecía.
—Ambos nos portamos como unos idiotas cuando todo esto pasó. —Lo curioso de la costumbre no era la melancolía sino la ausencia—. Yo también lo siento si fui demasiado insistente contigo, supongo que todo esto del alma gemela se nos salió de las manos. —Y esos suspiros se encontraban repletos de ausencias. Enfocar su atención en una pintura vanguardista fue más sencillo que admitirlo.
—De hecho me siento agradecido con que hayas insistido. —Las luces le erizaron el cuello dentro de esa galería, la multitud fue inexistente al tenerlo a su lado—. ¿Conoces la historia del leopardo en las nieves del Kilimanjaro?
—Sé muy poco del libro.
—En esa historia, cerca de la cima de la montaña yace marchito y congelado el cadáver de un leopardo. ¿Qué hacía tan arriba? Nadie es capaz de explicarlo. —Su atención se ahogó en la sinestesia de los colores—. Cuando pienso en mi muerte, me acuerdo de ese leopardo. ¿Por qué escaló tanto la montaña? Cualquiera que sea la respuesta, debió saber que no podía volver atrás. —A veces Ash Lynx era esta clase de persona.
—Pero los humanos pueden cambiar su destino, ellos tienen sabiduría. —Una que le rompía con suma facilidad el corazón—. Además, tú no eres un leopardo, ¿verdad? —Cada vez que él esbozaba tan desolada expresión algo dentro del japonés se despedazaba y se perdía, el escarlata no se detenía por más que él intentase.
—Supongo que sí. —Su sonrisa fue tan efímera como extinta.
—Ash...
—Pero desde que te conocí ya no me siento de esa manera. —La torpeza con la que esos jades lo encontraron fue feroz—. Eso me aterra, he querido comenzar a tener cosas que no debería. —Aunque la pintura no cambió, esta lució distinta—. Me siento estúpido por soñar con ir a la universidad y poder tener un futuro contigo, pero lo sigo haciendo. —La ternura con la que el moreno acunó sus mejillas detuvo la crueldad de la realidad.
—Podemos hacerlo. —La determinación en esa declaración lo hizo sonreír—. No necesito que me creas, yo tendré fe por los dos, pero no dejaré de luchar por esto. —Así que era verdad, la ingenuidad era el arma más destructiva. El rubio se deleitó con la suavidad de esa caricia, nunca nadie lo había tocado con tan sofocante cariño.
—¿Entonces debería irme preparando para conocer a mi futura cuñada? —El más bajo rodó los ojos.
—Ella te amará, la pobrecita se desmayará cuando vea lo guapo que eres. —La repentina vergüenza que se posó sobre el americano le hizo darse cuenta de lo que musitó—. Yo...
—Vaya, sabía que era galante pero no tanto. —Que su ceño se frunciese fue mera actuación.
—Presumido.
—Puedes presumirme tú también, después de todo soy tu amante. —Ambos enrojecieron cuando él declaró aquello, maldición, ese pensamiento escapó sin su consentimiento.
—¿Amante? —Su mente no parecía funcionar cuando se trataba del psicólogo. Las manos se le empaparon, las piernas se le paralizaron, sus latidos se descarrilaron.
—Eso espero en algún futuro...solo si quieres —Vergüenza más grande él jamás pasó. El más bajo relajó sus hombros antes de arrastrarlo por el resto de la exhibición.
—El amante del lince. —Hasta la nariz le ardió cuando pensó en eso—. Me gusta cómo suena. —Ser jóvenes, estar enamorados y perdidos en Nueva York fue suficiente para dejar de lado la razón.
—A mí también.
¿Qué fragancia desprendía tan meliflua voz? El sonido era tan dulce como violento, era la nota perfecta para romperle el corazón.
Luego de comer, tal como lo prometió él lo llevó hacia un mirador en Central Park, la beldad de los lagos fue un contraste curioso para la amargura del tiempo, aunque habían decenas de bancas vacías, ellos escogieron acomodarse sobre el piso, ambos enfocaron su atención en lo sublime del paisaje. Hojas secas se entrelazaron a su cabello en una brisa, su frente se revistió de vergüenza cuando sus manos se rozaron por accidente, su respiración fue intensa y caliente, él no pudo tragar mientras trataba de memorizar el momento.
En medio de los colores del atardecer esas obsidianas lo encontraron, el corazón se le estremeció. Mirar a Eiji Okumura a los ojos era extraño, de repente todo le parecía raro, ahogarse en esa noche sin estrellas lo hacía profesarse fuerte pero débil, emocionado pero aterrado, pequeño y vulnerable, todo al mismo tiempo. Él se odiaba por haberse vuelto tan egoísta, él no tenía derecho a desear un alma gemela, no era justo que lo arrastrase a su desdicha.
Porque estaba enamorado debía dejarlo ir.
—Golzine no me está buscando solo porque quiere venganza. —Porque Eiji Okumura era más valioso que su misma existencia él le diría la verdad—. El viejo me quiere porque soy especial. —Su voz escapó temblorosa, sus rodillas hicieron presión contra su vientre, él se perdió en el lago.
—¿Especial? —Él asintió.
—No estoy seguro de la razón, pero desde que murió Griffin él se obsesionó conmigo. —Pronunciar ese nombre en voz alta lo quebró un poco más—. Desde que lo perdí tuve que renunciar a muchas cosas para sobrevivir. —Ver al grandioso Ash Lynx temblar como si fuese un niño pequeño lo sofocó.
—No tienes que contarme esto si no te sientes listo. —Pero esa era la ironía, él jamás estaría listo para aceptarlo.
—Eiji, tuve que hacer cosas asquerosas para mantenerme con vida. —Él no pudo mirarlo a los ojos, no quería que viese la clase de basura que era—. Tuve que... —Él se mordió el labio—. Para él yo no era ni siquiera un ser humano. —Un gigantesco muro se instaló entre ellos dos—. Tal vez nunca fui uno, alguien tan usado no puede ser eso.
—Ash... —La pértiga del moreno estaba tan quebrada como sus sueños.
—Merezco no tener un alma gemela, soy una mala persona, no te imaginas la cantidad de cosas que hice para él. —La frialdad con la que musitó aquello fue quimérica—. Soy peligroso. —Sin embargo. ¿Qué otra opción tenía? La ausencia de Griffin lo dejó varado, él pasó años deseando ser rescatado, suplicando por la salvación, no obstante, nadie llegó—. Y esto entre nosotros no debería estar pasando.
—¿Qué es lo que me quieres decir con esto? —Por eso la existencia del psicólogo era tan terrible, él no era digno de ser amado pero ya no estaba razonando y si no se detenía acabaría aún más enamorado, esas dos voces en su interior lo estaban matando.
—Que si llegas a conocer a tu verdadera alma gemela no te detengas por mí. —Un conejo y un lince solo acabarían en tragedia—. Eres inteligente Eiji, sabes que eres la impresión de alguien más. —El aludido se forzó a mantener la calma.
—¿No te lo conté? Lo conocí el otro día. —El terror que se posó en el rostro del rubio fue una contradicción gigantesca para sus palabras.
—¿Q-Qué?
—Sí, pensé que la pandilla te había dicho.
—No. —Cada latido le desgarró el espíritu tras esa confesión—. ¿Cómo es? —Él debería estar contento si eso era lo que estaba pidiendo, ¿verdad?
—Es un hombre mucho más guapo que tú. —Claro que estaba satisfecho con eso, ahora el japonés sería feliz con alguien más—. Su cabello es dorado, ni los jades más hermosos se comparan con sus ojos, es terco, tiene un terrible carácter, pero es la persona más dulce que he conocido. —¿Entonces por qué le dolía tanto?
—Se escucha como un gran sujeto. —Eiji rio, a veces esa legendaria inteligencia no parecía existir.
—Su nombre significa amanecer. —Los engranajes de su mente comenzaron a correr tras escuchar aquello, la inocencia con la que lo miró le robó un suspiro.
—¿Yo? —Que él se apuntase a sí mismo le pareció lindo.
—Claro que eres tú. —El moreno se acercó, sus zapatos se deslizaron entre brotes de flores, sus hombros acariciaron los de él—. ¿Aún no has entendido nada? —La brisa le desordenó los cabellos, él se los acomodó detrás de las orejas, el movimiento lo embelesó—. Tú eres mi alma gemela, Ash. —Y bastaron esas palabras para que sus muros colapsasen.
—¿No escuchaste nada de lo que dije?
—Lo escuché. —Eiji Okumura era un sedante para su dolor—. Pero tú parecías a punto de llorar cuando te dije que había encontrado a mi alma gemela, no luces muy convencido con tus palabras. —Él no tenía que ser el grandioso lince de Nueva York cuando estaba a su lado.
—Si fuese tan fácil resistirse a tus encantos no te habría invitado a una cita en primer lugar. —Porque para él ser solo Aslan Jade Callenreese era suficiente.
—No me importa si soy la impresión de alguien más. —La sinceridad en esa confesión lo dejó desarmado—. Estoy aquí contigo ahora.
—Pero yo no tengo alma gemela... —El moreno tomó el antebrazo del más joven para arremangar su chaqueta.
—¿Y qué es esto? —Todo el rostro le ardió cuando vio esa ridícula marca con plumón.
—Pero... —Él no supo cómo mentirse más.
—Lo único que me interesa es lo que hay acá. —Que él apoyase la palma sobre su corazón lo convirtió en un desastre—. Es algo gracioso, cuando recién comencé a sentirte pensé que un alma gemela lo significaría todo, pero ahora me doy cuenta de que tú significas todo, independiente de lo que diga mi muñeca. —Que injusta era la libertad.
—¿Qué hacemos si luego aparece alguien con quien sí estás unido? Yo no quiero forzarte a... —Un beso lo silenció.
—A veces eres tan denso, Aslan. —Su mente se apagó tras esa sonrisa—. Tienes suerte de que yo sea paciente. —Así que esto era ser genuinamente feliz.
—La tengo. —Que sensación más embriagadora.
Sus manos se acomodaron sobre las mejillas del japonés, sus labios se adueñaron de los suyos, la ternura con la que le correspondió fue seductora, aferrarse a tan coqueta silueta fue un deleite, sus cuerpos se pegaron en el fervor del momento, sus latidos se sincronizaron. Su corazón ensordeció bajo la noche, sus piernas se entrelazaron cuando cayeron encima del pasto. Él trató de guiar aquel beso, los movimientos fueron lentos y delicados, el tacto fue eléctrico, magnético y necesitado. Toda la sangre le ardió, sus dedos se deslizaron por los cabellos del contrario para profundizar aún más el beso. Él se aferró a su cintura mientras perecía en tan letárgico dulzor. Fue embriagador. Ambos se separaron para poder respirar, aunque se rieron no se pudieron dejar de mirar.
—Si sabes que te estas metiendo en problemas conmigo, ¿verdad? —Las yemas del japonés delinearon cada una de sus facciones para reescribirlas.
—Ash, deja de hablar así de ti porque me lastimas. —Cada músculo le tembló bajo esa mirada, él no se atrevió a moverse de encima pero tampoco se pudo acercar.
—Le habrías encantado a Griffin.
—Él falleció hace tiempo, ¿no es cierto? —El rubio asintió—. Pero la primera vez que te sentí llamé su nombre.
—Me escapé de Dino Golzine cuando me enteré de que él fue el responsable de su muerte. —Las piezas terminaron de cobrar sentido esa tarde—. Me encontraste poco después en ese callejón, seguramente fue eso. —El más joven perdió fuerza en el fulgor de esas obsidianas.
—Deberías presentármelo. —La perplejidad con la que dejó caer su mandíbula despertó una desenfrenada necesidad por cuidarlo—. Me encantaría poderlo conocer. —¿Visitar su tumba? Él no se había atrevido a poner un solo pie en el cementerio desde que lo perdió.
—Eso me gustaría. —Sin embargo, él estaba tratando de ser alguien mejor por el japonés. Él sabía que por más que se esforzase no sería digno de ese amor, no obstante, eso ya no lo detendría—. Podemos ir luego de la subasta. —Sus caricias se congelaron en el aire, ese evento no le daba un buen presentimiento.
—¿Tienes miedo? —Aunque el parque se había congelado en escarcha ellos no sintieron frío.
—Bastante. —Su muerte no le aterraba, él era un leopardo—. No quiero que vayas. —Pero su girasol se marchitaría si le seguían poniendo tormentas. Él no resistiría perderlo.
—Estoy bien entrenado ahora, he estado practicando defensa personal con Bones. —La mueca indignada del rubio lo hizo reír—. Soy parte de la pandilla, boss.
—Empiezo a entender por qué tú y Yut se volvieron buenos amigos en tan poco tiempo. —Ese puchero fue adorable—. Ambos son unos insoportables.
—¿Sí? Pero saliste a una cita con este insoportable. —Que el moreno se aferrase a su espalda le dio permiso para acercarse.
—¿Fue la mejor cita de tu vida? —Sus brazos se cruzaron sobre el pecho del más bajo, sus labios se acercaron bajo una bruma de tensión.
—Claro que lo fue. —Ninguno expresaría lo nervioso que se sentía, esta conexión era especial.
—Eiji... —El palpitar fue estridente, delator y fogoso—. Cuando esto termine me quiero ir contigo a Japón. —Las personas eran sueños y promesas, memorias y cicatrices.
—Eso suena como un buen plan. —Dentro de los ojos de Eiji Okumura él se sintió demasiado humano para ser real, toda esa fachada de asesino era insignificante en tan vasta tranquilidad—. Entonces reservaré un vuelo hacia un lugar seguro. —Central Park perdió belleza cuando él sonrió. Porque no existía nada más perfecto que esa sonrisa.
—Lo haces sonar como si nos fuésemos a fugar. —El sonrojo en las mejillas del japonés fue un coqueteo descarado.
—No me molesta como suena eso... —Una alma tan hermosa como la de Ash Lynx no debería cargar con semejante soledad—. Puedes dejar la pandilla a cargo de Yut. —El más joven carcajeó ante la imagen mental.
—Si ellos creen que doy miedo es porque aún no han lidiado con Yut de mal humor. —Ese día se les escapó demasiado rápido para ser verdad—. Aunque él es mucha mejor opción que Arthur o Alex. —Él se tomó su tiempo para deleitarse con la libertad. Que curioso era enamorarse, hace algunos meses él no sabía quién era ese chico.
—No seas tan duro con ellos dos. —Y hoy no podía vivir sin él—. Me preocupan sus impresiones, parecen a punto de desaparecer. —¿Qué diablos les había hecho Dino Golzine para que sus muñecas perdiesen los colores? No necesitaba saberlo para estar seguro del peligro.
—¿Crees que eso afecte su conexión o algo así? —No tener la respuesta lo frustró.
—Espero que no... —¿De qué color eran sus sentimientos?
—¿Qué crees que signifique tener un alma gemela, Eiji? —¿De qué sabor eran sus caricias?
—Ya no estoy tan seguro. —¿Qué fragancia desprendía tan meliflua voz?—. Pero no necesito estarlo para mantenerme a tu lado. —Él no tuvo ninguna de esas respuestas.
Porque saber que existía, poderlo pensar y soñarlo entre latidos era suficiente. Por esta noche a él no le importaría carecer de impresión, por solo un instante él quería pensar que podía ser su alma gemela.
Pasara lo que pasara Eiji Okumura era su vuelo inquebrantable hacia la libertad.
Creo que es obvio pero nos acercamos a las partes más tensas de la historia *Inserte música de suspenso*
Muchas gracias a las personas que se tomaron el tiempo para leer, espero que les haya gustado, si me tienen fe de vida nos veremos en un par de semanas.
¡Muchas gracias!
¡Cuídense!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro