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Capítulo 12.

¡Hola mis bonitos lectores! Hace meses no actualizaba en un horario tan decente, pero realmente quería subir esto. No lloren por mí, yo ya estoy muerta. 

Muchas gracias a las personas que toman el tiempo para leer.

¡Espero que les guste!

—Vigila que no venga nadie. —La paranoia lo hizo flectar los dedos sobre los archivos antes de tomarlos.

—Lo sé. —La determinación con la que su compañero asintió lo hizo sonreír, se estaban metiendo en algo peligroso, lo sabían, sin embargo, necesitaban respuestas.

—Lamento haberte arrastrado a esto Sing. —El nombrado se encontraba haciendo guardia frente a la oficina de registros mientras él terminaba de inspeccionarla.

—No es nada, a mí tampoco me gusta como Fox está llevando las cosas. —El más joven le extendió un pulgar elevando—. Además somos compañeros. —Para Shorter Wong fue extraño recibir semejante entusiasmo. Que cegadora podía ser la admiración.

—Tienes razón.

Banana fish, ese nombre era su condena. Por más que ellos habían buscado no había aparecido nada relacionado a ese caso, su jefe lo había tratado de convencer para que lo olvidase, no obstante, él no podía, cada día las cosas se tornaban más turbias, violentas y corruptas. En lugar de cuartel policial aquello parecía una maldita milicia. Él ya no lo soportaba, aunque se prometió mantenerse al margen del caos de Nueva York esto quebraba su sentido de justicia. Un hombre murió entre sus manos antes de darle esas dos palabras. ¿Cómo podía simplemente ignorarlas? Sus dedos se volvieron a encrespar antes de que se diese una probada de valor y sacase una decena de folios de los estantes.

—¿Los casos no deberían estar almacenados en la computadora? —La curiosidad del más joven fue más estruendosa que la pila que cayó sobre la mesa.

—Casi todos están ahí pero los hombres de Fox están manejando los ordenadores. —Una serie de asesinatos estaba ocurriendo en todo Nueva York, que macabra era la indiferencia con la que la policía ignoraba al más necesitado—. Es mejor hacerlo a la antigua.

—Es como una película. —Aunque Sing Soo-Ling era mucho más alto que él en el fondo no era más que un niño—. ¿Puedo ayudarte? Todos los demás están almorzando, si cerramos la puerta nadie sospechara. —Él le dio permiso para cumplir con su cometido.

—Max tampoco sabía lo que era banana fish. —Él se aventuró a revisar los más recientes casos, un escalofrío se le clavó a la columna vertebral cuando vislumbró tan nauseabundas imágenes—. Esto no me está dejando dormir. —Mentira, la causa de su insomnio era una silueta coqueta y una lengua afilada, no obstante, él no se lo contaría al más joven. Su fragilidad parecía estarlo buscando.

—¿Esto nos convierte en policías corruptos? —La ingenuidad en esa pregunta lo ayudó a respirar. Fue difícil aceptar que la presunta línea entre el bien y el mal no existía—. ¿Somos los malos?

—Si ellos son los corruptos en teoría solo estamos restaurando el orden. —Sing frunció la boca antes de hojear algunos documentos, aunque él había aceptado ayudarlo su mente parecía encontrarse en otro lugar—. ¿Te pasó algo bueno? —Las mejillas se le tiñeron de un estridente escarlata cuando fue descubierto.

—¿P-Por qué lo dices? —El tartamudeo en su pregunta solo lo confirmó.

—Últimamente te la pasas suspirando. —Shorter se acomodó los lentes sobre la nariz—. ¿Conseguiste novia?

—¡No es eso! —La inocencia de esa reacción lo forzó a contener una carcajada. El escarlata en las mejillas de Sing era más estruendoso que la traición en su preciado cuartel—. Es solo que él parece estar bien...

—¿Él? —La ternura con la que se miró la muñeca lo hizo maldecir al destino—. ¿Hablas de tu alma gemela? —Él no necesitaba más problemas, no le daba un buen presentimiento esa fecha.

—Sí. —Sing repasó su impresión con suavidad—. Nuestra conexión se ha fortalecido bastante estos días, él parece tener más energía, me pregunto si le pasó algo bueno. —La risa nerviosa de Shorter Wong lo sacó de su país de las maravillas.

—Quizás se ganó la lotería. —Él estaba seguro de que el buen humor de esa presunta alma gemela era provocado por un delincuente de cabello dorado y ojos verdes—. No deberías ahondar más en el tema. —La indignación con la que su compañero elevó una ceja lo forzó a retroceder.

—Tú sabes algo. —Los nervios lo hicieron chocar contra un estante, decenas de carpetas le cayeron sobre la cabeza.

—¡Claro que no! —Sing embargo, hasta los lentes terminaron en el suelo por su propia conmoción—. Revisemos esto rápido para poder salir de aquí, te invito una hamburguesa cuando nos vayamos de patrullaje. —Para Sing era obvia la mentira, su colega se había portado extraño desde que él había mencionado a su alma gemela, él casi parecía estar evadiendo el tema, como si no quisiese que se juntaran.

Pero su héroe no le haría eso ¿verdad?

—¿Y tú? —El aludido tenía las emociones tatuadas en el rostro—. ¿Has sabido algo de la tuya? —El golpe fue bajo. Porque sí, últimamente Shorter Wong no podía sacarse de la cabeza a Yut-Lung Lee. La bella fatalidad de lengua afilada lo traía atontado.

—¿Qué te hace pensar eso? Yo solo tengo ojos para la justicia. —El chirriar de la puerta los paralizó. Los despedirían si los encontraban cometiendo semejante traición, debieron ser más cuidadosos.

—¿Acaso son tontos? —La presencia de Max Lobo fue un bocado de irrealidad en esa pesadilla—. Sus gritos se escuchan por todo el cuartel, tienen suerte de que los demás estén afuera. —Tras cerrar la puerta él admiró la escena del crimen—. ¿Qué están haciendo? —La mirada nerviosa que Sing y Shorter intercambiaron fue peor que una confesión.

—Nada importante, solo nos perdimos. —El silbido del moreno fue hilarante.

—¿Sing? —El aludido se mordió el labio, su sentido de justicia era inquebrantable, él perdió a su hermano entre las garras de la corrupción y la crueldad, él se arrastró en la decadencia para seguir los pasos de Shorter, él creía en lo que hacía, por eso no podía mentirle a quien respetaba.

—¡Lo lamento! Estamos cometiendo un atentado contra el cuartel. —El azabache presionó sus párpados con fuerza antes de hacer una reverencia—. Estoy listo para recibir el castigo que sea, pero por favor no nos saque de la agencia. —La satisfacción con la que el castaño sonrió les erizó la cordura.

—¿Están planeando sabotear a Fox y no me invitaron? —Él se arremangó la camisa hasta los codos—. Me siento profundamente ofendido. —Aunque ese hombre era la cabeza del cuartel, Max Lobo no lo soportaba. Menospreciaba su trabajo, usaba a sus subordinados como carne para cañón y archivaba como irrelevantes los casos que no le parecían. Eso lo tenía enfermo.

—Jefe, no lo entiendo... —Jessica ya lo había amenazado con el divorcio sino cambiaba la situación.

—No me mires así Sing, solo estamos arreglando la corrupción de este lugar.

—Bienvenido al equipo, viejo. —Shorter recogió los lentes del suelo antes de seguir revisando.

—¿Qué se supone que estamos buscando? —El castaño era experto en esos papeleos, cuando recién entró al cuartel lo solían mandar a archivar.

—Cualquier cosa que tenga que ver con banana fish.

Él prefirió no preguntar, era obvio que sus subordinados andaban metidos en problemas, a juzgar por la reciente serenidad en el semblante de Shorter Wong él apostaba que el japonés también estaba involucrado en eso. Haberle tenido que entregar su preciado girasol a un delincuente le había roto el corazón, sin embargo, la determinación con la que Eiji Okumura se arriesgó en esa fiesta lo inspiró. Ese era el poder de un alma gemela, amor eterno e incondicionalidad desinteresada, se alegraba por él.

—Chicos... —El rostro de Sing palideció mientras revisaba las carpetas, sus mejillas se empaparon de sudor, las piernas se le quebraron en escalofríos.

—¿Encontraste algo? —Él cayó hacia el piso, la violencia con la que se arañó el pecho fue tétrica, él no pudo respirar, el estómago se le llenó de náuseas, los ojos le ardieron. Esto. Él se aferró con fuerza a la camisa de Shorter.

—E-Él... —Estos no eran sus sentimientos, bajo la ferocidad de un latido la respuesta le golpeó la cabeza como electricidad—. Él está en problemas. —Él no lo conocía, sin embargo—. ¡Eiji Okumura es su nombre! ¡Él está en problemas!— Su alma sí.

—Mierda. —Su mayor temor se hizo realidad.

Eiji Okumura era un girasol buscando luz en una historia con demasiadas tormentas.

—Apártense de él.

Al principio nadie reconoció al lince de Nueva York. ¿Por qué? El sujeto al que las leyendas alababan nunca había sido un hombre de expresiones faciales tan variadas. Casi nunca sonreía y aunque en verdad era hermoso siempre llevaba una mueca severa. Le costó reconocer al joven americano desarmado, riendo alegremente mientras entraba a su territorio. En un instante su expresión cambió. Él se dio cuenta del peligro. Las pupilas verdes fulguraron, su aura se encendió como fuego. Y entonces él adoptó una postura de protección para el chico asiático que parecía ser su amante. Los rumores decían que Ash Lynx era una presencia tan desalmada como salvaje, no obstante, ahora que estaba rodeado él lucía aterrado de que hiriesen a su acompañante.

—¡No lo toquen! —Las palmas del rubio se habían empapado contra el gatillo.

—Tú fuiste quien entró buscando pelea. —Para Cain Blood fue toda una sorpresa que sus mensajes fuesen respondidos por esa pareja—. ¿Qué trampa nos está tendiendo Dino Golzine? —Esa noche, en las profundidades de Harlem, él cerró su bar para recibir a sus invitados.

—Yo ya no trabajo para ese viejo. —Más de veinte hombres se encontraban apuntándolos, listos para disparar. Al rubio no podía importarle menos su muerte, no obstante, Eiji estaba con él.

—Jefe, ahora que lo menciona él tiene razón. —La sonrisa de ese sujeto fue lánguida y escalofriante—. Escuché rumores sobre que la puta favorita del viejo se había escapado. —Sus dedos se enroscaron contra el arma—. ¿Qué pasó? ¿Te cansaste de abrirle las piernas? —Él presionó sus párpados con impotencia.

—Cállate. —Que abusasen de él no era novedad, sin embargo. ¿Con qué cara miraría al moreno si él se enteraba de las atrocidades que había hecho para sobrevivir? No podía, que por favor él jamás se diese cuenta de lo podrido que estaba.

—¿O sino qué? —Aquel hombre se les acercó—. ¿No me rebajaras la tarifa? —Si el japonés dejaba de mirarlo con tan desbordante brillo eso le rompería el corazón, él no lo soportaría, no obstante, no podía culparlo. Él era una mala persona, él era asqueroso, él era un monstruo.

—Ash. —La mano sobre su hombro lo trajo de regreso a la realidad—. No le des razones para atacarnos. —A pesar de las mofas a su alrededor la expresión del psicólogo no cambió.

—Pero... —Al contrario, el brillo con el que lo vislumbró solo se hizo más bonito, más líquido, más especial.

—Vinimos porque estamos en contra de Dino Golzine. —Que Eiji tomase el control le pareció hilarante—. Tú fuiste quien nos dio esta dirección como respuesta en el cuento de Salinger ¿no? —Cain se bajó de la barra, el escarlata de las luces los traía tan mareados como la pestilencia del alcohol.

—Me parece que no tienen pruebas con las cuales afirmarse. —No obstante, su subordinado tenía razón, ese pederasta le había puesto precio a la cabeza del lince de Nueva York—. Ese monstruo se llevó a mis chicos y los convirtió en... —Él no supo cómo terminar la frase—. Están vacíos. —Pero lo hizo.

—¿Vacíos?

—Físicamente los rescatamos pero mentalmente... —Él apretó sus manos contra sus jeans—. No lo sé. —La impotencia era garrafal.

—¿Puedo verlos? —La insolencia del japonés le quitó el aire a todos los presentes—. No haré nada, solo quiero saber si es un cuadro de estrés post traumático o algún trastorno de adaptación. —Si las teorías que la pandilla llevaba forjando eran correctas, lo que estaba por ver sería destructivo.

—Puedes. —Él le indicó a uno de sus hombres que llevase al moreno al otro cuarto—. Tranquilo, no le haremos nada. —Que apretase su hombro forzó al rubio a fruncir la mandíbula—. Las almas gemelas son realmente problemáticas. —El más alto se tuvo que retirar los lentes y limpiarlos para darle crédito a la imagen que sus ojos captaron.

—Nosotros no... —La imponente máquina asesina que amenazó a todos en su bar fue reducida a un chico sonrojado y nervioso—. Yo no tengo alma gemela. —Cain alzó una ceja antes de mirarle la muñeca.

—¿Y eso? —Qué vergonzoso fue que él descubriese su falsa impresión.

—Solo es plumón. —Las letras se corrieron cuando arrastró sus yemas.

—Eres uno de nosotros. —Pronto tuvo sentido la insistencia con la que Dino Golzine estaba buscando a ese chico—. Ha habido una cacería de personas sin marca en Nueva York. —Cain fundó su pandilla para acoger a los marginados, era exuberante la cantidad de personas que llegaban con las muñecas desnudas y el corazón a medias. La discriminación era inhumana.

—¿Una cacería? —El moreno asintió.

—Les dije a mis hombres que fuesen cuidadosos pero atraparon a algunos cuando estuve afuera de la ciudad. —No había nada más humillante para un líder que fracasar al proteger a su legado—. Cuando los rescatamos ya no parecían ser ellos, no hablan, no comen, no parecen ni pensar. —Él se frotó el ceño—. ¿Realmente te rebelaste contra ese bastardo?

—Mató a mi hermano. —La violencia con la que brillaron esos jades fue prueba suficiente para él.

—Entiendo. —Aunque su pandilla llevaba meses pidiendo ayuda a través de mensajes cifrados él no esperaba encontrarse con el lince de Nueva York—. No te pareces en nada a los rumores. —El ceño del rubio se tensó—. Pareces un chico normal cuando estas con él. —Que doloroso fue escuchar aquello.

—No seas ridículo. —Eiji Okumura lo hacía sentir tan humano, eso era aterrador.

—Así que ese es el poder de un alma gemela, de lince pasaste a gato doméstico. —Si el japonés supiese las asquerosidades que había hecho para mantenerse con vida lo repudiaría.

—Yo no tengo un alma gemela. —La picardía en la sonrisa del contrario le enredó las excusas.

—Chico, sé reconocerlas, tengo bastante experiencia haciéndolo.

¿Qué significaba eso?

—¡Tienes razón! —Como si fuesen dos extremos del mismo imán esas obsidianas lo volvieron a engatusar—. Parece un estado de shock pero más violento, no reaccionan a ningún estímulo. —Semejante destrucción jamás había sido registrada, la expresión de esos hombres era tan ida como fría, ni siquiera en las guerras él había estudiado tanta crueldad, parecían eternamente dopados.

—¿Tiene cura? —Al líder de Harlem le causó gracia cómo sin decir palabra alguna el rubio volvió a resguardar al más bajo.

—¿Por qué nosotros lo sabríamos? —Mejor que nadie Ash Lynx entendía la presión que ejercía reinar—. Aunque si nos aliamos podríamos ayudarlos con eso. —El silencio gobernó la multitud, las luces parpadearon en la sagacidad de la propuesta, la tensión se cortó.

—Estaremos en contacto. —Sin intercambiar otra promesa la pareja salió de su bar—. Eso es un problema, él debería ocultar mejor su talón de Aquiles.

Porque los girasoles no tenían espinas eran peligrosos.

Nueva York era una ciudad hermosa durante las noches, la suavidad con la que resplandecían los anuncios comerciales era un contraste sinfónico para la timidez de las estrellas, la voracidad de los peatones los hizo sentir seguros mientras caminaban por el centro, con una torpeza impropia para su edad él le dio la mano. La ternura de la caricia le llenó el estómago de aleteos y el corazón de pirotecnia, que terrible era que ese entrometido japonés lo convirtiese en un caos con semejante facilidad. Cada día la conexión era más intensa, él ya no podía dormir sino lo tenía entre los brazos, no podía dejar de suspirar o sonreír cuando sus ojos se encontraban por accidente en la habitación, no quería apartarse de él, no obstante, él estaba repleto de cicatrices.

¿Él lo seguiría mirando así si descubriese la escoria que era? ¿Lo culparía por la muerte de Griffin si se enterase de toda la verdad? ¿Odiaría tocarlo si supiese lo asqueroso que estaba su cuerpo? Ninguna barrera fue lo suficientemente fuerte como para proteger a su corazón de tan rebosante calidez. Era como si él hubiese visto las grietas a través de su alma y las hubiese rellenado con sus propios pedazos. Y era terrible. Él lo debía apartar porque...

Para Aslan Jade Callenreese era Eiji Okumura su amanecer.

—Llamé a Alex para que nos pasara a recoger. —El japonés era demasiado bueno para él, debía aceptar la realidad, sin embargo—. ¿Quieres esperarlo acá? —Su razón no fue suficiente para detener la estridencia de sus latidos.

—Deberías darle un descanso, tú y Yut lo han tenido de chófer toda la semana. —El moreno se acomodó a su lado, aquella parte de Nueva York casi parecía haber sido arrancada de la ciudad—. Te va a pedir un aumento. —Aquel campo de irrealidad le recordó a Cape Cod.

—Si no le parece puede irse. —El más alto se recostó sobre el pasto—. Últimamente nos ha tocado salir a patrullar solo en la noche. —El más bajo lo imitó. Nadie lo cuestionó cuando él cambió los grupos de vigilancia para arreglarlos a su conveniencia.

—Tú abusas de eso. —La brisa entremezcló el rocío con las flores—. Te levantas a las tres de la tarde al día siguiente y siempre soy yo quien te debe despertar. —Tan altanera sonrisa lo fastidió.

—Es el precio para conservar mi legendaria belleza.

—Lo único legendario es tu mal carácter al despertar. —Eiji acomodó su vientre contra el pasto, sus brazos forjaron un refugio para que pudiese apoyar su mentón—. ¿Por qué tengo que ser arrastrado a eso? Yo sigo siendo el enfermero sin paga de la pandilla, me debo levantar temprano. —La manera en que él movió la nariz le recordó a un conejo, eso lo hizo sonreír. Ser tan lindo debería ser un pecado.

—Porque ya no puedo dormir sin ti. —Los nervios trepidaron en esa confesión—. Yo... —Las estrellas fulguraron con una intensidad especial durante esas horas—. No creo que pueda volver a estar sin ti jamás. —Que descarado fue el sonrojo que se posó sobre el japonés. Y era injusto.

—Exageras. —Sí, era realmente injusto que él fuese tan bonito. Así no se podía resistir.

—No lo hago. —La lentitud con la que sus miradas se conectaron entre la hierba y las hojas le robó el aliento a la realidad—. Sé que tú y Shorter tendrán que ir a esa subasta pero necesito que tengas cuidado. —Los nervios impregnados a esa sonrisa gatillaron la ansiedad.

—Ustedes nos estarán cubriendo desde afuera, no estoy preocupado. —El alma se le atoró en la garganta cuando el más alto apretó su mano. Su suéter se encontraba empapado por el rocío, el frío había cristalizado su aliento, el gélido era impresionante, sin embargo, él sintió calor.

—Eiji. —Un fervor que destruyó el último pilar de su razón por unos jades—. Hablo enserio, me volveré loco si te pierdo. —La seriedad en esa confesión fue un ataque para sus latidos. Él se acercó con timidez hacia el americano, contemplar la luna fue una excusa para negar el magnetismo.

—Estaré bien. —Tocar el rostro de Ash Lynx siempre era una sensación surreal—. ¿Desde cuándo eres tan aprensivo? —Era doloroso vislumbrar semejante belleza marchitarse por la soledad.

—No lo sé. —La calma con la que cerró los ojos fue abrumadora—. Es tonto pero me gustaría sentirme más normal contigo.

—¿Más normal? —Él asintió—. ¿Cómo es eso?

—Ya sabes, me gustaría poder sacarte a una cita. —Hasta las orejas le calcinaron con esa confesión—. Yo... —Y era vergonzoso, sí, tanto que él pensó que moriría—. Nunca he tenido una. —Sin embargo, cuando sus ojos se volvieron a conectar con esas profundas obsidianas él quiso empezar a vivir.

—¿Ni siquiera con Yut? —La mueca de desagrado que esbozó lo hizo reír.

—No éramos esa clase de pareja. —El moreno tensó el ceño—. Nosotros hacíamos otras cosas mientras estábamos a solas. —Los recuerdos de su primera conexión le erizaron la piel.

—Lo sé, no quiero los detalles. —La pizca de celos con la que frunció las cejas lo llenó de satisfacción—. ¿Qué cosas te gustaría hacer en una cita? —El moreno acomodó sus brazos sobre el pecho de su amanecer, el tacto estuvo repleto de magnetismo y electricidad.

—Veamos... —El silencio fue embriagador bajo tan curioso mohín—. Te llevaría a ver una película de terror para que te arrojaras a mis brazos.

—Una llena de calabazas para que tú terminaras entre los míos, me parece bien. —Aunque la carcajada de Eiji lo fastidió, ese fue el sonido más melifluo que él escuchó.

—Luego te llevaría a una cena romántica al estilo americano. —Que adorable fue el cuadro de mofletes inflados y cejas tensas que se pintó.

—¿Un carrito de hot dogs? —Ninguno se percató de la cercanía entre sus rostros hasta que fue tarde.

—Acertaste. —Para Eiji fue inevitable quedar hipnotizado por los labios de Ash—. Luego te llevaría por un paseo romántico en mi motocicleta para que pensaras que soy genial. —La ternura con la que él le acarició las mejillas lo paralizó—. Iríamos a un lugar como un mirador, donde te pudiese tener a solas. —Él casi parecía estar memorizando sus facciones en ese roce.

—¿A solas? —El japonés no dejaba de encantar a Ash Lynx. A veces, él podía ser más sagaz que el mismo lince de Nueva York.

—Sí. —Otras, era tan tímido que le robaba el corazón—. A solas, onii-chan. —El tacto lo había embriagado.

—¿Después? —La chispa de obscuridad en esas pupilas lo hipnotizó—. ¿Qué pasaría después? —¿Cómo una vida tan terrible podía volverse tan valiosa solo por él?

—Me arrodillaría frente a la luna. —Sus yemas se deslizaron bajo el mentón del moreno para acercarlo hacia sus labios—. Tomaría tu mano y te pediría que huyeses conmigo a Japón para que pudiésemos iniciar una nueva vida. —El suspiro de la libertad fue una sinfonía perfecta—. Compraríamos un departamento, yo iría a la universidad, tú pondrías una consulta psicológica y adoptaríamos un perro.

—Has visto demasiadas comedías románticas. —Él se encogió de hombros, el perfume del más bajo lo intoxicó. Que aroma más tentador.

—Yut es un fanático de ellas, pero no le digas que te dije. —Aquello no era un secreto, el resto de la pandilla ya lo había escuchado llorar mientras miraba dramas a las tres de la mañana.

—Tengámosla.

—¿Qué?

—Tengamos esa cita. —Eiji Okumura dijo eso como si fuese tan fácil—. Quiero que me trates de seducir —¿Qué no sabía la clase de basura que tenía al frente? Ni siquiera era su alma gemela. ¿Por qué se estaba esforzando tanto?

—Eso me encantaría. —No obstante, su corazón fue robado por la libertad y él no tuvo oportunidad para recuperarlo. Era una sensación tan mágica como peligrosa—. Tengámosla antes de la subasta. —El toque entre sus narices les llenó el alma de electricidad. La brisa les revolvió los cabellos.

—¿Te da un mal presentimiento ese evento?

—Uno bastante malo. —La suavidad con la que el psicólogo jugueteó con su flequillo fue contagiosa—. ¿No tienes miedo?

—Claro que lo tengo. —Sus dedos se enrollaron en una hebra dorada antes de seguir—. Pero tú estarás ahí para cuidarme. —La sinceridad en esas palabras fue destructiva.

—Eiji. —¿Realmente estaba bien? ¿De verdad tenía derecho a amarlo? Era patético, él parecía un niño escribiendo su propia impresión, sin embargo, él estaba tan enamorado—. Si tú en algún momento llegases a conocer a tu alma gemela yo... —Un beso lo silenció.

—A veces eres demasiado denso, Ash. —El rostro le ardió, las manos se le empaparon de ansiedad, la noche se volvió aún más hermosa dentro de esos grandes ojos de ensueño.

—¡Hey! —Un bocinazo rompió el romance—. ¡Llevo más de diez minutos llamándolos! —El lince chasqueó la lengua antes de levantarse.

—¿Por qué viniste tú a recogernos? Yo llamé a Alex. —Arthur estaba más que cabreado con la situación, él no solo había tenido que soportar la cara de estúpido que ese sujeto había empezado a esbozar, sino que además tuvo que contemplar esa empalagosa escena de horror por una eternidad.

—Deberías agradecer que no los dejé varados cerca de Harlem. —Que Ash le abriese la puerta al moreno le revolvió las entrañas.

—Yo no te pedí que vinieses por nosotros.

—Ni vine por ti, tú no me agradas, vine por Eiji, él sí me cae bien. —El nombrado le agradeció con una sonrisa silenciosa mientras trataba de calmar la furia del lince.

Para él fue frustrante, Ash Lynx tampoco tenía un alma gemela, que injusto era que ese sujeto recibiese semejante cariño cuando él se ahogaba en la miseria. Frederick Arthur jamás lo admitiría en voz alta, sin embargo, además de envidiar la conexión entre ellos dos, aquel lazo le daba esperanza. Tal vez algún día él también podría encontrar algo así, quizás su propia libertad estaba esperando que la buscara.

Pero los girasoles no abundaban en los cementerios de espinas.

Yut-Lung Lee era una rosa floreciendo en tierra muerta.

Él se frotó el ceño antes de mirarse al espejo, sus ojos se encontraban tan rojos que parecían haber sido inyectados con sangre, la nariz aún le goteaba, su cabello estaba pegado por culpa del sudor, que desastre. Mientras él esperaba a Shorter en la cafetería decidió darse un pequeño gusto y ordenar algo de pastel, sin embargo, la anorexia no se superaba con maquillaje y mentiras. Habían días más fáciles que otros, momentos donde comer no era necesario y él podía olvidar los sacos de huesos y la piel de vidrio, no obstante, otras veces el descontrol lo llevaba hacia ese asqueroso burdel. Sus hermanos le indujeron esa maldita enfermedad, él podía superarla intentándolo, no le importaba morir de eso. ¡Daba igual! Pero sus dedos temblando alrededor del lavamanos le dijeron lo contrario. No. Él no le temía al dolor, él lo anhelaba, él no sería frágil, él era indestructible. Él se deleitaba con el hambre. ¡Más! Que lo consumiese con más ganas.

—Debemos hablar. —Encontrarse al moreno del otro lado de la puerta fue una sorpresa.

El silencio que reinó dentro de la patrulla fue fúnebre.

—Entonces... —El azabache odiaba haber sido descubierto, era su problema si se estaba muriendo, no necesitaba que un entrometido se interpusiese—. ¿Sing es el alma gemela de Eiji? —Por ahora cambiar de tema sería lo mejor.

—Eso creo. —Eran demasiadas cosas para que el policía procesase—. Nosotros nunca le dijimos el nombre de Eiji pero lo conoce, al parecer tienen una conexión. —El más joven se dejó caer contra el respaldo del vehículo, el auto olía a fritura y estaba repleto de basura. Que hombre más desordenado.

—Si son almas gemelas lo comprobaran cuando se conozcan. —Aunque ninguno hablaba sobre su fatídico primer encuentro ambos recordaban la electricidad que los ahogó cuando se contemplaron—. Algunos vínculos son tan poderosos que solo lo saben con una mirada.

—Supongo. —Yut-Lung Lee se mordió el labio antes de arrugarse la camisa.

—¿Tenemos que decirles?

—¿A qué te refieres?

—¿Tenemos que decirles la verdad? —Vislumbrar semejante vulnerabilidad en el azabache le pareció irreal—. Ash se ve tan feliz con él. —Sus cejas temblaron, sus mejillas enrojecieron ante la aparición de sus verdaderos colores—. No me malentiendas, me enferman esos dos, son asquerosos juntos, pero... —Sonrisa más hermosa jamás fue esbozada—. Él se ve feliz.

—Yut...

—Él nunca fue tan brillante cuando estaba conmigo, él se ve vivo, él se ve como Griffin lo solía describir. —Sostener una mirada fue imposible. —No quiero quitarle eso, Eiji le corresponde, no es justo que destruyamos eso por una impresión. —Aunque el día se encontraba despejado ningún rayo de sol entró por la ventana.

—Pero no podemos escondérselos, tampoco es justo para Sing. —Haberle tomado tanto cariño a su compañero fue un error, no obstante, él lucía tan desesperado por conocer a su alma gemela—. No es nuestra decisión. —¿Qué derecho tenía para arrebatárselo?

—Mierda. —Él se deslizó por la cabecera.

Aunque Yut-Lung Lee no era fanático de esa relación lo llenaba de orgullo contemplar el brillo en los orbes de Ash. El lince de Nueva York siempre había sido un hombre hermoso, ahora sus expresiones eran dignas de su galantería, además el japonés se había vuelto su primer amigo, odiaba admitirlo pero la presencia de ese chico lo reconfortaba. Tal vez ellos le estaban contagiando la estupidez.

Daba igual.

—Eiji fue el primero en darse cuenta... —Si ya estaba sumido en esa miseria no le importaba caer más bajo—. Le tomó un par de almuerzos descifrarlo. —Él no quiso alzar el mentón—. Ash estuvo años conmigo y jamás se percató de nada. —Esta era su primera vez hablando de ello.

—Eiji es esa clase de persona. —La ternura de su mejor amigo era sanadora.

—Lo es. —La risa del azabache jugó con su corazón—. Primero no supo cómo preguntármelo así que se acercó con ese horrible acento tratando de sacarme conversación cuando lo tenía escrito por toda la cara. —Sus dedos se deslizaron por sus cabellos—. Vio a través de mí, vio lo mucho que me odiaba, debió parecerle repugnante. —Que Yut-Lung Lee musitase tan crueles palabras con tan indiferente expresión lo llenó de coraje.

—¿Por qué tienes que ser tan autodestructivo? —La saña en el rostro del policía fue indescriptible—. ¿Qué no ves que me duele? —La violencia con la que se arañó el pecho lo dejó sin aire—. Me duele mucho cuando haces eso. —Porque sí, desde que lo había conocido sus sentimientos quedaron fundidos en un cóctel con los de su fragilidad.

—Tú...

—Primero no entendía por qué tenía tanta hambre pero con las pesadillas todo fue cobrando forma. —La impertinencia con la que tomó sus manos le robó el aliento—. Pasaste por muchas cosas tú solo. —El tiempo se congeló—. Pero ahora estoy acá, puedes apoyarte en mí. —No. No. No. Eso no podía ser verdad.

—No te creas la gran cosa. —Él no era una damisela en peligro. ¡Él era fuerte! ¡Sí! Él era tan inquebrantable que se rompía a pedazos—. Me voy a bajar. —No obstante, el moreno lo abrazó.

—Estoy acá. —Y él no pudo sostener más esa farsa—. Estoy acá y no te volveré a dejar. —Como si le hubiesen dado permiso él se quebró.

Porque fue doloroso jamás ser visto.

El cuidó de Ash Lynx y la pandilla durante años, él arrastró con las secuelas que sus hermanos le dejaron con una brutalidad destructiva, él se estaba muriendo, cada maldito día el terror lo paralizaba, sin embargo, nadie se daba cuenta y eso le rompía el corazón. Quería parar pero no sabía cómo. Se mentía diciendo que tenía el control, sin embargo, un río de sangre escurría del lavabo hacia su mentón, era asqueroso, él odiaba tan horroroso cadáver, era terrible sobrevivir de esa manera. Solo...

Él estaba cansado.

¿Cómo tener un alma gemela cuando se aborrecía tanto?

¿Cómo alguien podría amarlo si estaba tan quebrado?

No.

No era posible.

—Estoy acá, Yut. —Que terrorífico fue lo real que se sintió esa promesa.

—¿Por qué tienes que ser así? —Yut-Lung Lee hundió su rostro contra la camisa del policía, él no permitiría que lo encontrase tan deshecho—. No necesito que alguien me ame por compasión. —No, pero lo pedía a gritos—. No necesito tu lástima. —Luego de contemplar una conexión tan pura entre el amanecer y la libertad él no podía sumirse en la falsedad.

—¿Por qué crees que es lástima? —La determinación con la que Shorter lo tomó de las mejillas fue suave. Que no lo mirase por favor, que no se diese cuenta de lo pequeño que era.

—Te he tratado como la mierda. —Ambos lo hicieron—. ¿Acaso eres idiota? —Sin embargo, él jamás lo dejó de buscar.

—No te pediré que me aceptes como tu alma gemela porque necesitamos tiempo. —Cuando Shorter Wong contempló semejante belleza empapada de lágrimas y dolor, él lo entendió—. Pero no me apartes de tu lado. —Yut-Lung Lee era como una rosa—. No me dejes afuera cuando estoy tratando de conocerte. —Era hermoso, imponente, hiriente.

—Eres idiota. — Pero sobre todo—. Y tu patrulla esta asquerosa. —Él era frágil. El moreno suspiro ante tan lindo puchero. Algunas personas estaban repletas de muros porque estaban demasiado quebradas como para soportar otro golpe.

—Esas son las sobras de ayer, todavía no he almorzado. —Él no lo presionaría, se tomaría su tiempo para acercarse y conocerlo—. ¿No quieres ir a comer algo conmigo? —La indignación en el azabache le robó una risa—. Puede ser algo pequeño, con lo que te sientas cómodo. —Yut-Lung Lee jamás esperó tan despreocupada respuesta, le acababa de contar que sufrió de anorexia. ¿Qué clase de bruto era él?

—Tú pagas. —Fue tonto y sin importancia, no obstante, el cariño con el que Shorter Wong lo contempló no lo hizo sentir frágil.

—Encantado. —Al contrario, lo hizo profesarse como un inquebrantable—. ¿McDonald's está bien? —Qué lindo fue ser tratado con semejante normalidad.

—McDonald's será.

Tal vez él aún tenía salvación. 

Momento de psicoeducación complemente innecesario pero necesario, los trastornos alimenticios tienen la mayor tasa de mortalidad y la menor de recuperación, son sumamente difíciles de tratar y además son egosintónicos, es decir, al paciente no le molestan porque la ganancia es superior. Sino se tratan estos no se mejoran por arte de magia, y se pueden arrastrar así, de forma silenciosa, con conductas pequeñas, felicito a las personas que sí se dieron cuenta de los hábitos medios insanos de Yut desde el comienzo. No me gusta catetearlos tanto en el tema, pero me ha tocado leer cosas como: "debería amarse más", y no es tan simple, estos son sumamente destructivos y se normalizan por años.

Ahora sí, el siguiente capítulo se viene bien soft y bonito así que tratare de sacarlo pronto.

Muchas gracias a las personas que se tomaron el tiempo y el cariño para leer.

¡Cuídense!


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