9. ❝Otra vez❞🌙
Abro los ojos rápidamente, al oír cómo la alarma comienza a sonar. Odio esa melodía. Realmente la odio. Recuerdo que hace unos meses atrás había puesto como despertador mi canción favorita para despertarme de buen humor, pero te aseguro que no ha funcionado. Ocurrió todo lo contrario: la pista se convirtió en la que más aborrecía. Después aprendí a no volver a hacerlo jamás. Te recomiendo que no cometas el mismo error que yo he cometido.
Extiendo mi brazo hasta tomar el celular, y desactivo la alarma dándole a entender que ya me he despertado. Vuelvo a dejarlo en su lugar, y cubro mi rostro con ambas manos mientras suspiro contra mis palmas: ya es viernes. Mi segundo viernes en este internado.
No podría decir con exactitud si el suspiro era de felicidad o de cansancio, porque fue una mezcla de ambas, sin embargo; estoy contenta. Y con ganas de que el día finalice cuanto antes.
Me pongo de pie, y luego de frotar mis ojos veo cuando Ashley sale del baño. Cruzamos miradas por apenas unos segundos, y yo la ignoro para ir hacia mi armario y tomar de allí un uniforme limpio.
No estoy muy segura de habértelo contado, pero el subsuelo se divide en tres secciones. La sección central es el gimnasio, la de la izquierda corresponde a las habitaciones de los profesores y a la derecha es dónde lavamos nuestra ropa. Chloe me dijo que no demoras más de treinta minutos, ya que las máquinas hacen el trabajo por ti. Tú sólo debes controlarlas y fijarte que haga todo perfectamente puesto que, como somos muchos alumnos, pueden averiarse o cosas así y podrían dañar las prendas. Victoria contó que puedes ir todos los días, siempre y cuando sea entre las 4:10 y las 7:10 p.m. Ni antes ni después. Sino, te toparás con las puertas cerradas.
En cada baño hay dos canastos, ya que en cada habitación hay dos personas, y cada una deja allí lo que tiene para lavar. Yo, déjame decirte, después de ingresar al cuarto de baño y cerrar la puerta; he dejado el pijama que llevaba puesto allí.
Minutos más tarde, al haber terminado de ducharme y de vestirme, empiezo a cepillar mi cabello con los dedos. Realmente no tengo muchas ganas de buscar el peine; Ashley ha desordenado todo y demoraré bastante ya que sus cosas están mezcladas con las mías y las de ella (como debes suponer) son mayoría.
Cuelgo las toallas que utilicé para que pudiesen secarse, y salgo de allí tras cepillarme los dientes. Tomo un par de calcetines blancos y mis zapatos. Ya totalmente vestida me apodero de mi bolso y del celular, y salgo mientras ella se maquilla para empezar a lucir como mapache.
Llego a la cafetería no mucho tiempo después, y dejo mis pertenencias en la mesa donde Victoria se encuentra. La saludo, y al ver que las demás sillas están ocupadas por las mochilas de David y Chloe, deduzco que han de estar haciendo fila para poder ir a recoger cada quien su desayuno. Vic se queda con las cosas, y yo me dirijo hacia el mostrador. Quedo de pie detrás de un chico pelirrojo.
Espero mi turno con los brazos cruzados, y regreso con mis manos sujetando la bandeja. Regreso a la mesa, y saludo ahora a mis otros dos amigos.
—Buen día, Natalie —contesta David, después de que yo me sentara. Chloe lo imita, y los primeros minutos empiezan a correr silenciosos. Sin embargo, cuando todos ya habíamos acabado, notamos que aún falta bastante para que llegara la hora del primer bloque, y comenzamos a hablar de una cosa tras otra.
Se hizo una cadena de temas impresionante, que si te la dijera no la creerías. Hablamos de tantas cosas, que no sé de dónde comenzar para explicártelas. Lo que recuerdo a grandes rasgos es que Chloe tiene un hermano menor de once años llamado Ryan, y un perro de mascota llamado Lucky. Victoria tiene una hermana mayor que de pequeña casi se queda sin dedos por la culpa de una puerta. David sintió cómo una vaca caminaba sobre él luego de haberse caído y supo lo que se siente darse la boca contra el piso por no haberse sujetado bien estando sobre un caballo a los ocho años.
Yo lo que me pregunto es, ¿qué nos inspiró hablar sobre ello? La verdad es que jamás encontraré respuesta. De alguna u otra manera todo lo que decimos tiene relación, aunque hay que buscarla a más no poder para que tenga sentido el salto de un tema a otro.
—No sé lo que es eso —dice Chloe Bewster, haciéndome parpadear para salir de mis pensamientos y prestar así atención a lo que están hablando.
—¿Es en serio? —le pregunta Vic, alzando una ceja—. ¿No sabes lo que es el lacrosse?
Ella se encoje de hombros, y contesta que no. Pide explicaciones de por qué tendría que saberlo y luego sobre qué se supone que el lacrosse es. David se lo explica, y yo escucho palabra por palabra porque tampoco lo sé.
Por si tú no lo sabes, mi fan dice que es un deporte y que dentro de un año lo incorporarán a este internado. Según lo que dijo se ve algo interesante, y nos informó que tal vez sea tanto para hombres como mujeres. Me contaron también que hace dos años vienen reclamando sobre si un deporte es sólo para varones o sólo para nosotras, y al parecer van a hacer algo para remediarlo ya que reciben muchas quejas porque lo que a la mayoría de los alumnos les gusta no pueden hacerlo y cosas así; y por ello no mucha gente hace actividad física. Prefieren reprobar y rendir un examen teórico después.
—De todos modos… —le oigo decir a David—, estos trimestres con el asunto de los deportes seguirá como antes. El cambio se hará el año que viene.
La media hora restante ellos conversaron mientras yo aportaba mi silencio, y cuando la campana suena exactamente a las 8:40 a.m. indicando que faltan cinco minutos para la primera clase, cada uno dice a qué materia debe ir en voz alta. Chloe, David y yo coincidimos. Sin embargo, ella dice que de todos modos digamos el apellido del profesor que en el horario dice porque por asignatura hay dos salones para un mismo ciclo.
No entendiendo nada leo «Profesora Lekings», David repite mis palabras, y ella contesta con otra cosa completamente diferente: «Profesor Foster».
Mientras mi entrecejo se frunce caminando fuera de la cafetería con él a mi lado, le pido que me explique ya que no comprendo mucho cómo es el asunto de los salones. Él me contesta que los primeros siete corredores se repiten, o sea, que están dos veces con las mismas materias salvo que son otros docentes los que las dirigen. Al ser tanta cantidad de alumnos, con una sola aula por grupo no alcanzaba. Le pregunté a qué se refería «grupo», y responde que los que son de 1°, 2° y 3° (12, 13, y 14 años) conforman el Grupo I, y los que somos de 4°, 5° y 6° (15, 16 y 17) estamos dentro del Grupo II.
—Yo lo comprendí en mi segundo año —comenta, una vez después de haber llegado al salón. Nos dirigimos al fondo—. Si no lo entiendes, no te preocupes. En este internado la rectora decidió manejarse de una manera algo peculiar.
Suspiro, creyendo que en cualquier momento me dolerá la cabeza al intentar ordenar todo.
—Y que lo digas —murmuro, a la vez que nos sentamos uno al lado del otro—. Espero entenderlo pronto, sino sé que me traerá problemas…
Deja su mochila en el respaldo de su asiento.
—Te ayudaré para que eso no suceda.
☀ ☀ ☀
Tengo ganas de jugar a las adivinanzas, así que hagámoslo: ¿dónde me encuentro si al frente mío hay una señora con los brazos cruzados sobre el pecho, el ceño fruncido y con un físico similar a Ashley Howard cuando a ella la tengo de pie al lado mío? Exacto, en Dirección. Otra vez.
—¿Qué hacemos aquí? —intenta averiguar la mapache, mascando chicle.
Y, para ser sincera, eso mismo me pregunto yo. ¿Qué hacemos aquí? Si va a ser por un reporte más, volaré a la directora por la ventana; yo no he hecho nada. Me porté bien.
—Ambas están aquí por lo sucedido el viernes pasado por la mañana —dice, respondiéndole a su sobrina—. Les pediría que por favor se sentaran.
«¿Qué se supone que ocurrió aquel día temprano? Ayuda.»
Me encojo de hombros procurando que ninguna note que estoy algo nerviosa y que me preocupa un poco el hecho de estar aquí, y avanzo hasta la silla. No obstante, resulta ser que en aquella también quiere sentarse Ashley.
—Ahí tienes otra —brama, empujándome con sus caderas y casi pierdo el equilibrio al no haber visto venir el golpe.
Cuando cada una ya está en un asiento diferente, la directora abre la boca para hablarle a su sobrina. Su sobrina… Verdaderamente lo que no entiendo es por qué Ashley no es rubia como ella. ¿Razón? En la pared que está frente a mí hay varias fotos, y la gran mayoría de las personas que salen en ellas tienen cabello amarillo y rasgos similares a ambas. La única excepción es mi compañera de cuarto. Se nota que la foto es vieja porque ella debe tener unos doce años, tal vez, pero aun así su pelo está muy lejos de ser rubio. ¿Es que acaso se sentía como la oveja negra y por eso se tiñó? Bah, no es algo que deba importarme.
Ellie comienza con el interrogatorio:
—¿Qué te he dicho respecto a Peter durmiendo en tu habitación, Ash?
—Que no debe… —responde ella, como si se tratara de algo obvio (aunque en realidad lo es). Hace un globo con la goma de mascar, deja que explotara y después agrega—: pero es mi novio.
Descruza sus brazos y los deja en su escritorio uno sobre otro.
—Sabes que eso no me interesa. Tienes que obedecerme cuando te digo una u otra cosa.
Ashley rueda sus ojos delineados exageradamente.
—Yo lo tengo todo controlado; no te preocupes, tía.
—En realidad no tienes controlado nada. ¿O acaso olvidas el incidente entre él y la señorita Hofmann?
Se toma unos momentos para decir:
—No quería referirme a eso.
—Pero yo sí —ladra, enfurecida, en un tono no muy agradable—. Espero que ésta sea la última vez, Ashley. No quiero repetírtelo.
La no-rubia niega con la cabeza.
—No prometo nada.
La directora suspira, supongo que sabiendo que obtendría esa respuesta, y después gira su rostro hacia mi dirección.
—¿Y tú, Natalie? —Suspira de nuevo—. ¿Qué haré contigo? ¿Por qué lo has golpeado? Sabes que es en contra del reglamento, ¿verdad?
«¿Por qué tantas preguntas para algo tan obvio? Estaba defendiéndome y ya, fin del caso.»
—Pues… —comienzo, dubitativa. Algo me dice que no lo tomará muy bien; ya que al parecer me detesta y mis explicaciones no le bastarán—. No me importa si está prohibido o no, yo hice lo que creí que debía hacer. —Hago una pausa, y ella me mira esperando a que continuase—. ¿Usted qué haría en mi lugar? Imagínese… Está durmiendo, escucha un golpe, despierta, hay alguien en su habitación…, pudiendo ser cualquier persona, pero en este caso un es chico… —Me inclino un poco hacia adelante, y levanto mi mano derecha—. Obviamente lo iba a golpear, ¿qué se pensaba? El muchacho, ¿qué tenía que hacer ahí? Para algo tiene su cuarto, su cama… ¿O es que está de sobra porque faltan habitaciones?
Chasquea la lengua.
—Mira, niña… —Se interrumpe para acomodarse los anteojos sobre el puente de su nariz—. Primero, debería importante el reglamento, ya que por y para algo existe. Si no quiere que la expulse, lo seguirá al pie de la letra; porque quien quiera estar aquí lo respetará bajo cualquier circunstancia. ¿Qué sería de esto si cada uno hiciera lo que se le antoja? No me gustaría imaginármelo… —Desvía la mirada para volverse hacia Ashley, y después de unos segundos regresa a mí—. Y segundo, aunque no menos importante: era un alumno; no un delincuente, un ladrón, un violador o lo que a usted se le ocurra, ¿bien?
No decía yo que me odia…
—Señora, no entiende lo que quiero decirle…
Me corta antes de que pudiese acabar.
—Sí, le entiendo, pero sigo pensando que su acción estuvo de sobra. No necesariamente debía hacer lo que ha hecho, podría haber reaccionado de otra manera.
«¿Acaso usted decide cómo reaccionar, señora Ellie Howard? Lo dudo.»
—Tendré que castigarlas a ambas —anuncia, luego de asegurarse que sus lentes estén (otra vez) en la posición que ella desea, pasados unos pocos segundos.
Mis ojos se abren con sorpresa.
—¡¿Qué?! —exclama quien tengo a mi izquierda, provocando que yo cubriese mis oídos por unos instantes—. Tú no puedes castigarme.
—Sí puedo hacerlo, y lo sabes. —Ashley le lanza una mirada llena de odio a su tía, y ella, inmune a tal cosa, agrega—: Las dos, mañana por la tarde, serán las encargadas de lavar la ropa de sus compañeros.
Sin más, se levanta de su silla giratoria; y ruego por mis adentros que esté jugando y que el castigo no sea ese en realidad.
—Vengo a informarle, señora directora —habla Ash utilizando tono sarcástico—, que el reglamento que usted tanto ama y quiere que respete cada persona que está en este estúpido edificio; dice que cada alumno se hace responsable de su uniforme…
—Además… —añado, interfiriendo— no piense que lavaré ropa interior ajena. —Una mueca de desagrado se instala en mi rostro.
—Es raro que lo diga, pero estoy de acuerdo con ella.
Aprieto los labios para impedir que se me escapen carcajadas en este momento. ¿Ashley Howard de acuerdo conmigo? ¿Con Natalie Hofmann? Yo creí que a ella sí le gustaba tocar calzones de otras personas.
—Entonces… —inicia, y se detiene para cambiarlo. Cruzo los dedos entre el respaldo de la silla y mi cuerpo—, estarán en la cocina. Todo este fin de semana cocinarán para los ochocientos alumnos.
Alzo una ceja.
—Es una broma, ¿verdad? —pregunto, incrédula—. ¿Dónde están las cámaras y el sujeto que grita «¡Caíste!»?
—Es en serio. —Me mira a mí, y luego a ella—. Sin quejas, ¿de acuerdo? Ya pueden retirarse.
Por la mirada asesina de Ashley, sé que no le agrada para nada la idea; al igual que sucede conmigo, claro. De todas maneras, no creo que sea tan malo… Bueno, eso sí, debemos quitar el hecho de que no sé cocinar; porque apenas puedo preparar jugo.
—Ya pueden retirarse, he dicho.
Después de escucharla hablar las dos nos ponemos de pie al mismo momento, y comienzo a caminar hacia la puerta con Ashley a mi izquierda. De un segundo a otro una pierna se posa al frente mío; haciendo que no reaccionara antes de tiempo y termine en el suelo por habérmela llevado por delante.
—¡Caíste! —chilla una voz más que conocida, y al alzar la mirada me encuentro con una maraña amarilla de pelo atravesando el marco de la puerta ya abierta.
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