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68. ❝Estúpidos celos❞🌙

—De verdad te encuentras bien, ¿cierto? —pregunta David, con cierta preocupación reflejada en su mirada, sacándome de mi trance.

Sacudo la cabeza para ahuyentar los pensamientos.

—Que sí, joder. ¿Cuántas veces debo decírtelo?

Con los dientes apretados le lanzo una mirada para nada bonita, haciendo que él dirigiera sus ojos a un lugar lejos de los míos.

—Entonces... ¿no te duele?

«Dios mío.»

Si durante los últimos minutos no quería llegar a alzarle la voz, déjame decirte que de todos modos sabía que llegaría el momento en el que no podría soportarlo más. Está sacándome de quicio.

—RESPONDÍ QUE NO, JANNER; ¡NO ME DUELE, ESTOY BIEN!

—¿Estás segur...?

—¡SÍ, ESTOY SEGURA!

No dice nada. Mis gritos le han dejado claro que debe dejar el tema de lado si no quiere ganarse un puñetazo, supongo. Y, como bien he predicho, durante los siguientes minutos no dice nada al respecto. Lo sigo con la mirada mientras se levanta de la cama, y lo contemplo cuando él se mantiene de pie durante un rato más observándome entre preocupado y un tanto pensativo.

—¿No será mejor que vayas a la enfermería? —cuestiona, haciendo que chasquee la lengua procurando al mismo tiempo no abalanzarme sobre él para rodear su cuello con mis manos, y no precisamente de forma bonita.

«Mantén la paciencia que no posees, Natalie. Mantenla por tu bien. Y por el de David, claro.»

—Estás exagerando mucho... —contesto, tras soltar un suspiro cansado—, demasiado, en realidad. De verdad, cariño; no es nada grave.

Sí, aquel «cariño» me salió más forzado de lo que pretendía.

—Pero...

«Vamos Natt, tú puedes. Inhala, exhala. Inhala, exhala.»

—Si no vas a callarte, hazme el favor de irte ahora.

—Eres tan romántica y cariñosa que me das diabetes, Natalie —me responde, con notable ironía, cruzándose de brazos.

—Y tú eres tan... tan irritante e insoportable que me das dolor de cabeza, David Janner.

Veo cómo, casi de inmediato, alza una ceja.

—¿Disculpa? —Avanza dos grandes zancadas, hasta llegar a donde estoy. Le toca observarme desde aquella altura, al estar yo sentada sobre el colchón—. ¡Lo único que hago es preocuparme por ti y me tratas como la mierda! ¡No me digas esas cosas!

—No deberías preocuparte.

Yo cruzo mis piernas y dejo ambos brazos sobre mis muslos. Al hacerlo, no puedo evitar hacer una mueca. Joder, sí que duele, pero mi orgullo no me permitirá que lo admita en voz alta.

—A ver, ¿y por qué no? Soy tu novio, debería preocuparme, y más si es culpa mía de que estés así.

—¿Y quién se supone que te dijo que es tu culpa? ¡Es mía, en todo caso!

Suspira, pasando ambas manos por su cabello. Debo estar desesperándolo tanto yo a él, como David a mí... Supongo que por eso estamos hechos el uno para el otro.

—Aunque te quiera, hay veces que... —Deja la oración en el aire, no dispuesto a acabarla, y comienza a dar vueltas por la habitación—. Nada, olvídalo... Olvídalo.

—Dímelo, yo también tengo ganas de matarte en ocasiones. Como ahora, por ejemplo. —Sonrío, y luego descruzo mis piernas, produciendo que la sonrisa se transformase en una mueca de dolor. Rezo para mis adentros por que no lo haya notado.

—No iba a decir eso. —Frunce el ceño otra vez, y se detiene justo al frente de mí con ambos brazos a sus costados—. Era algo peor, aunque prefiero no decirlo porque sé que después me arrepentiré.

Me encojo de hombros.

—Pues, de eso se trata: actuar, arruinar todo, pensar y arrepentirse.

—Pero yo no quiero que suceda eso contigo, Natalie.

Suelto un suspiro, antes de decir:

—Lo has hecho minutos atrás al insistir tanto en que fuera a la jodida enfermería, y sin embargo no te arrepientes. Lograste que al sexto día de noviazgo ya quiera volarte por la ventana.

—Esto es diferente —replica— porque sí pensé al momento de decírtelo, y sé al mismo que te sientes mal como para repetirte constantemente en que vayas. ¿Acaso eso es «arruinarla» para ti? ¿Preocuparme por algo que en cierta parte yo he causado?

—Deja de decir que es culpa tuya porque no lo es.

—Y si no es mi culpa, ¿de quién o qué es? ¿Del puto suelo?

—Pues sí.

Y es la verdad y sólo la verdad. El piso es el responsable de todo esto. No se puede hacer nada porque el suelo está allí; interfiriendo y causando problemas.

—Última vez que te lo pido, Natt... Ve a la enfermería. O te llevaré a rastras, y dudo que quieras eso.

Pongo los ojos en blanco.

—Eres un terrible novio pesado e insoportable. El peor. Lo sabes, ¿no?

Me levanto muy despacio, y él sonríe victorioso.

—Y tú eres una terraza novia terca y cabezota. La peor. Lo sabes, ¿no?

—Terca y cabezota son lo mismo —le contesto, corrigiéndole.

—El punto es que eres la peor..., y quiero que seamos los peores juntos.

—Qué romántico. —Ruedo los ojos—. El David Janner del que me he enamorado hubiese dicho: «Te amo. Aunque lo niegues eres la mejor y también muy lenta. Pero eres mi lenta y eso te convierte en la mejor.»

—En realidad, no —dice, como si le desagradara más que cualquier otra cosa lo que acabo de pronunciar—. Suena como si te quisiera porque eres mía, y la verdad es que te amo desde antes que lo fueras. Y no eres mi lenta porque yo quiera, sino que tú lo has dicho. Que seas mi novia no quiere decir que también seas de mi propiedad como si te hubiese comprado. Sabes que jamás te vería de ese modo.

—Anoche me has dicho que era tuya... —Cruzo los brazos sobre mi pecho y gruño con los dientes apretados—. «Eres sólo mía, bebé» y encima...

Me interrumpe alzando una mano.

—Fue por la situación —se excusa—. Sabes perfectamente lo que estaba ocurriendo en ese momento y me sentí..., obligado a hacerlo. Sin embargo... al mismo tiempo no quería decirlo para evitar quedar como un imbécil.

—No sé por qué estoy quejándome, de todos modos... —Me encojo de hombros y camino hacia la puerta. Dejo mi mano sobre el pomo antes de voltear hacia su dirección—. Me gusta ser tuya.

—Pero a mí no me gusta que creas que por eso...

—Cierra la boca, Elliot Reeves.

Frunce el ceño.

—Tampoco me gusta que me llames así.

—A ti no te gusta nada, prácticamente.

—De hecho...

Suspiro, cortándole la oración.

—Sí, sí; te gusto yo. Lo entendí ya, lo has demostrado ayer..., y siempre. Pero en serio, cierra el pico y vayamos a la enfermería de mierda; me duele hasta el paladar.

—¿Cómo sabes que iba a decirte eso? —pregunta ya estando a mi altura, y abro la puerta para salir al pasillo.

—Yo lo sé todo, cielito.

—Deja el ego a un lado, lunita. Tú no sabes mucho que digamos.

Antes de comenzar una pelea innecesaria y sin mucho sentido, me dirijo a paso acelerado al elevador y no pude evitar gruñir entre dientes mientras tanto. A ver, ¿por qué tiene que ser tan doloroso? Tengo ganas de arrancarme las extremidades para evitar todo esto, tal vez eso duela menos.

—¿De verdad te sientes tan mal? —inquiere pulsando el botón para ir hacia la planta baja. Cuando las puertas metálicas del ascensor se cierran ante nosotros, con su brazo derecho rodea mi cintura.

—¿Y tú qué crees? —espeto—. ¿Que estoy actuando? Debo admitir que sí estaba haciéndolo, pero era para que creyeras que en realidad estaba de maravilla; así como nunca en la vida.

—¿Por qué? ¿Era difícil decirme cómo te sientes?

—Algo así.

—Bueno..., para la próxima dímelo. Sí o sí.

—No habrá una próxima, David.

—¿Por qué no? Sabes que sí.

Volteo y frunzo el ceño observándole. ¿No se supone que intenta cuidarme? ¿Para qué dice que sí la habrá? ¿El imbécil quiere hacerme sufrir? Es más que obvio que no ocurrirá de nuevo... Me encargaré de que así sea.

—Entraré a la enfermería contigo, ¿quieres?

—Verdaderamente me da igual —le contesto, notando que realmente estoy de mal humor—. Yo no soy pequeña ni tú eres mi madre, pero si quieres estar conmigo allí, entra.

Antes de darle tiempo a responder, las puertas se abren dándonos paso por el corredor y lentamente avanzamos hasta llegar a destino. Hago un puño con la mano derecha para llamar, y segundos más tarde la enfermera Emma nos recibe a ambos con una sonrisa.

—¿Qué los trae hoy por aquí?

La ignoro y voy hacia la camilla. Intento sentarme, pero al no poder hacer fuerza con el brazo izquierdo David se acerca a mí para ayudarme.

—Pues... —comienza a decir él—. No se quedaba quieta y ahora le duele.

—Cállate —le suelto fulminándolo con la mirada. Me vuelvo hacia Emma—. Tiene razón, pero él dice todo el tiempo que también es culpa suya, así que no me regañes solamente a mí.

—Okaaaay... Entonces..., haberte quitado el yeso ayer por la mañana no resultó ser muy buena idea, ¿verdad?

Hago una mueca.

—Sí y no, la verdad... Me sentía con más libertad y podía hacer lo que quería sin que ningún yeso feo molestara. Pero..., hice cosas que has dicho que no hiciera para impedir que usar esa cosa fuera en vano.

—¿Qué has hecho, exactamente?

—Bueno...

Sin poder evitarlo, me ruborizo ante el recuerdo. ¿Debería decírselo... al frente de mi novio? De todos modos él fue el primero en enterarse, así que no querrá esconderse o irse en el momento de contarle... Es algo..., ¿normal, supongo? lo que sucedió, así que no debería ocultarlo.

Los dos estábamos en la cafetería junto con Chloe, Christopher, Luke y Victoria «finalizando» nuestra cena. Todos ellos hablaban felices de la vida sobre algo que no me interesaba, mientras yo estaba jugando con mis cubiertos. No tenía hambre, sinceramente... No sabía que las peleas con David causarían eso en mí.

Sí, peleas. Al quinto día comenzaron las peleas. Las estúpidas peleas. Y lo peor de todo, es que pensarás que surgieron por mi culpa, pero para ser franca han sido por él. Hasta por un momento creí que habíamos intercambiado papeles; que David era la mujer celosa y yo el hombre tierno, pero luego recordé que estaba (y estoy) con mi período y aquel pensamiento de géneros cambiados rápidamente se esfumó.

Pensé que era extraño que con Andrés de visita no estuviese de mal humor (como ahora) porque ayer estuve en mi modo «cariñosa» la mayor parte del tiempo. Bueno, decir cariñosa creo que sería quedarme corta. La cuestión es que por un rato mi novio afectado por los celos fue el encargado que mi tiempo de hipercariñosismo desapareciera cuando no era necesario. Y entonces la Tercera Guerra Mundial estuvo al borde de iniciar.

—Natalie... —me había llamado David, al ver que no probaba bocado alguno—. Tienes que comer.

No tuve muy buenas experiencias por haberme saltado las comidas.

—No quiero —le contesté.

—Nena..., si tu amorcito dice que comas, tú debes hacerlo; no seas caprichosa. Estás bastante grandecita como para no comprender.

«¿Al estúpido quién le dio la invitación para meterse?»

—Luke... —dijo la víctima de los celos con los dientes apretados—. Te he dicho miles de veces que no la llamaras así.

—¿Cómo? ¿Caprichosa? Pero lo es, parece una pendeja de cinco años.

—«Nena». Deja de decirle «nena». No quiero repetírtelo.

—A ver, Janner... ¿Acaso quieres que la llame «nene»? No tiene pene, obviamente tendré que decirle «nena».

—Díselo a tu novia, no a la mía.

Yo puse los ojos en blanco.

—A ella le digo que otras maneras, y no creo que quieras saberlas. Así que deja de quejarte, no le digo así a Hofmann en el sentido que tú crees.

—Que dejes de llam...

—Dav, ya basta —gruñí, harta de su comportamiento, interrumpiéndole. Estuvo enfrentándose a todos los que se cruzaba.

Crawley rio.

—¿«Déiv»? ¿A tu novio le dices Dav? Eres consciente que existe «Dave» como nombre, ¿verdad? Él es David no Dave.

—A mí me gusta. Tú no interfieras. Yo no me burlo cuando te refieres a Victoria como «pececito» así que cierra la boca.

—Pues, ella sabe nadar. ¿Cómo quieres que la llame, entonces?

—Me da igual cómo le digas. Es tu novia, no la mía.

—Y si te da igual, ¿por qué sacas el tema de que le llamo «pececito», nena?

David se puso de pie, haciendo que la silla cayera al suelo y todos volteáramos a verlo. No sé cómo hacía para soportarse a sí mismo.

—Ya me cansé. Natalie, vámonos. —Extendió su mano para que la tomara, pero en vez de hacerlo había fruncido el entrecejo.

—Yo no iré contigo a ninguna parte. Vete tú solo si quieres.

—Cenicienta, obedécele a Dumbo —dijo quien ya sabes por el uso de los apodos, hablando por primera vez respecto al asunto—. Enciérrense en tu habitación y hagan algo con esa estúpida crisis de pareja que están teniendo. Sé que tu Dav te desespera con su estado, pero podrán arreglarlo si lo entiendes. En su lugar te pondrías igual, así que despega tu culo del asiento y ve con él antes de que quiera golpear a tu mejor amigo.

—Luke no es mi mejor amigo. Lo dicen todo el tiempo, pero no lo es. Mi «mejor amigo» es mi novio así que dejen de repetirlo a cada momento.

—Da igual, vete con David y reconcíliense. Aunque... por si acaso... —Por su sonrisa, noté que nada bueno podría seguir después de aquello—, creo que primero deberían ir a buscar condo...

La interrumpí antes que pudiese decirlo.

—Cállate, perra.

Antes de que alguien dijera algo más, me levanté y tomé a mi novio del brazo para salir de allí lo antes posible. Por el camino ninguno de los dos emitió palabra, y supuse que él no lo hacía así estaba pendiente por si algún otro ser con la víbora se encontraba observándome para quitarle los ojos.

Llegamos a mi cuarto, y después de cerrar la puerta crucé ambos brazos sobre mi pecho.

—Lo siento —dijo él, después de suspirar.

—¿Lo sientes? —repetí, incrédula—. ¿Sientes haberte comportado como un imbécil? Sabes perfectamente que a mí no me molesta que Luke me llame de esa forma porque es un amigo, pero tú transformas todo en un drama; como si aquello fuese un delito o algo así.

—Como ha dicho Chloe: debes entenderme. Escúchame antes, porque obviamente no solucionaremos nada...

—Okay, aquí estoy —le dije—. Te escucho, David. ¿Qué tienes para decir? ¿Por qué estuviste comportándote así todo el maldito día? Intenté hacerte ver que no me interesan los demás, que sólo estaré contigo; fui como la estúpida miel prácticamente toda la tarde y lo ignoras para convertirte en un celoso de mierda. Estoy contigo, te amo a ti, ¿por qué te importa tanto lo que puedan hacer los demás? Veníamos muy bien, pero hoy has amanecido extraño y hasta si un profesor me nombraba tus celos aparecían.

—Has dicho que me escuchabas y luego... —Sacudió la cabeza—. Olvídalo. Quieres que te explique y lo haré. ¿Sabes? Lo haré. La cosa empezó cuando Evan White intentó besarte a la hora del almuerzo al frente de mí. Y no lo niegues, porque yo estaba y sé perfectamente lo que ocurrió.

«Dios mío, Dios mío...»

—¡Él no quería besarme! —chillé, no creyendo que fuese posible que todo iniciara por una estupidez como esa.

—¡Sí, lo hacía! —gritó en respuesta—. ¿Es que no lo ves, Natalie? Todo el internado sabe que estoy saliendo contigo y él no es la excepción. Sabe que te quiero, y...

—Claro. —Rodé los ojos—. Sabe que me quieres y Evan quería hacerte cabrear. Y pues, mírate, Dav: ¡lo ha logrado!

—Joder, Natt. No. —Llevó ambas manos a su cabeza y comenzó a jalarse del cabello—. Bueno, tal vez sí, quería que me enojara. Pero solamente quería besarte porque eres hermosa.

—Amor... —Solté un suspiro, deseando no alzarle la voz de nuevo si no era necesario—. Sólo vino a mí para pedirme los apuntes de Física porque despertó tarde y no entró al salón a tiempo...

Por la forma en la que me observó me di cuenta que no estaba de acuerdo.

—No me sorprende lo ingenua que eres... Natt, bebé..., usó a la tarea como una excusa. ¡Sí fue a clases! Hasta yo lo vi desayunar y cuando te acompañé al aula él estaba ubicado al fondo.

—Evan no quería besarme, estás paranoico.

—¿Ni siquiera te pondrás a pensar si lo que digo tiene sentido?

—Estando contigo se me van las ganas de querer pensar. Y te lo diré por última vez: Evan White no quería besarme. Déjalo aquí, en serio.

—Ah, ¿no? —«No va a rendirse hasta que acepte que tiene razón, estoy segura»—. ¿Y por qué miraba tus labios todo el tiempo? ¿Por qué te pidió la tarea justo a ti? ¿Eh?

Abrí la boca y la cerré reiteradas veces sin saber que decir. Cuando se me ocurrió algo, lo solté:

—Tal vez tenía algo en los dientes y por eso miraba tanto. ¡Que me pida las hojas no quiere decir que le guste!

Ya me estaba poniendo de los nervios, a decir verdad.

—¡Le encantas! —tronó—. ¿Tan difícil es verlo? Últimamente parece que le gustas a todo el mundo porque no te quitan un ojo de encima.

Para mi novio «no quitarme un ojo de encima» es observar la mancha roja de la parte trasera de mi falda.

—¡Uy, sí, les encanto a todos los hombres del internado! —grité y el tono sarcástico lo notó hasta Gato, mi mascota de peluche que estaba sobre la cama—. ¡Soy taaaan hermosa que el único que mostró interés por mí en estos meses has sido tú, idiota!

—¡Es que no lo entiendes!

—¡Pues, tú tampoco! Te he dicho unas cuarenta veces que te prefiero a ti, que seguiré contigo y que te quiero. Pero no te entra en la cabeza. ¡Quiero estar junto a ti, y no con el arrastrado de Evan! ¡Me importa muy poco que quiera besarme o no, sólo me interesa lo que pase contigo! ¿Cuántas veces más debo decírtelo, David? Después me llamas lenta a mí, ¡pero el único retardado terminaste siendo tú!

—¡Es que estaba celoso! Si una chica quisiera besarme, a ti también te molestaría. Y no lo niegues, porque sabes que estoy en lo cierto.

—Yo no me pondría celosa. —Suspiré, y él enarcó una ceja—. Yo la mataría. No habría lugar para los estúpidos celos.

—¿Y tú piensas que no tenía ganas de partirle la nariz?

Me contuve para no eliminar esos pocos pasos y darle un puñetazo, y así que lograse entrar en razón. Lo más calmada posible, decidí decírselo por las buenas, porque sino no llegaríamos a ningún sitio:

—Pero él no quería besarme...

Y entonces su rostro y aquella expresión cambió de inmediato. Sus labios estaban en una línea recta mientras que sus mejillas comenzaron a teñirse de rojo. Debo admitir que fue difícil no reír ante la imagen de un David enojado, porque no es algo con lo que puedas encontrarte todos los días.

—¿Qué es lo chistoso, Natalie?

Sin haberle respondido fui acercándome a él, y con una sonrisa dirigí ambos brazos alrededor de su cuello. «Joder, ¿cómo es posible que con algo así sea capaz de cabrearse tanto?»

—Nada, nada... —le contesté, procurando que aquel abrazo sirviese para que se calmara de una vez—. Lo siento. ¿Ya estamos bien?

Hubo un sonoro suspiro de su parte, y durante los siguientes segundos ni dijo ni hizo nada. Después, poco a poco, fue dejando sus dedos a la altura de mi cintura; hasta que los llevó a mi espalda baja.

—Perdóname tú... Ser un novio celoso no es que esté gustándome.

«Ni a mí, David. Ni a mí...»

—No sé si debería hacerlo, pero sí; te perdono. Espero que no vuelvas a actuar como lo has hecho hoy.

—Tranquila, yo espero lo mismo que tú.

Besé su mejilla, diciendo gracias en mi cabeza por que no haya sido tan complicado que lo comprendiera después de todo, y le pregunté si también esa noche se quedaría a dormir también. Contestó que, si luego de todo lo que había pasado seguía queriendo que se quedase, con gusto lo hará. Yo le dije que debía dormir en el piso y no en la cama desocupada de Ashley porque debe tener bastantes pulgas. No se rió.

—¿Por qué en el suelo? —preguntó.

Yo me aparté un poco para poder mirarlo a los ojos.

—Eres consciente de que no será buena idea que duermas en la misma cama que yo, ¿verdad?

David había fruncido el ceño.

—¿Por qué? —inquirió—. Sabes que no haremos algo hasta que estés lista... Y, además, de todas las veces que hemos...

Lo interrumpí, pensando que no debió planteárselo aún.

—No me refería a eso.

—Ah... Entonces, ¿a qué?

—Estoy con la regla —contesté, con desagrado—. No será bonito compartir cama. Sé por qué lo digo, y tú también.

—Pero a mí no me molesta —dijo, sonriéndome—, no debe ser tan malo.

«No útero; no opinión.»

—Aunque esté dormida sabes que de todas maneras me muevo, Dav. No quiero que seas la bandera humana de Japón mañana.

Pareció que lo estuvo reflexionando sobre lo que acababa de decir, por lo que segundos más tarde aceptó que tenía razón. De todas formas, yo le dije que quería que estuviese conmigo hasta que me durmiera, y que después sí podía irse al piso.

Tras soltar un suspiro aceptó, y fue a su habitación para buscar su pijama. Yo recordé aquella vez que tenía que prestarle uno mío (sí, ese que casi lo deja color bordó) y me reí sola.

Lo cierto es que las últimas noches ha dormido conmigo, y no es que me queje, pero en ese momento, mientras esperaba que regresase, tenía miedo a que nos descubriesen. Decía que si la directora Ellie Howard llegara a enterarse... estaríamos en grandes problemas. Dudaba (al igual que ahora) que su compañero de cuarto, Mathias Jackman, permaneciera con la boca cerrada al saberlo todo.

De seguro Ashley también lo supo siempre, y considero que aquello es mucho peor. ¿Y si se fue con su novio Peter a propósito porque sabía que David vendría? Como aún ésta es su habitación puede entrar cuando ella quiera, y si nos ve juntos irá corriendo tras su tía sin titubear siquiera.

—¿En qué piensas?

Volteé unos centímetros hacia la izquierda al haber oído su voz, y lo había encontrado observándome con una ceja alzada.

—En nada... —mentí—. Sólo que... Nada. Olvídalo.

—¿Estás bien...?

—Sí... No te preocupes.

Le sonreí para que lo creyese, porque si llegaba a enterarse que en parte me asustaba que nos descubrían dejaría de aceptar quedarse conmigo y no es algo que quiera exactamente. Pensando que lo he conseguido veo cómo se apartó para ir al baño, y aproveché que no estaba mirando para cambiarme el uniforme por mis prendas color azul.

Corrí las sábanas a los pies de la cama y me acosté esperando a que Dav regresara. Pocos minutos después lo consigue, y yo me hice a un lado. Me sonrió, recostándose sobre su hombro izquierdo, para así poder mirarme desde aquella posición como yo a él.

—Amor... —llamó, rompiendo el silencio—. ¿Te he dicho que el sábado es el cumpleaños de mi hermano?

Una sonrisa se dibujó en mi rostro al recordar a Dylan.

—Me contaste que es el diez de mayo, sí.

—¿Sabes? —Suspiró—. Mis padres le han pedido permiso a la directora para dejarme salir... Desde el viernes después del almuerzo, hasta la tarde del domingo... Ella aceptó.

Me observó esperando por una reacción de mi parte.

—Ah, pues..., qué bien. Mándales saludos a tu familia de mi parte.

No tenía otra cosa para decir, sinceramente. Él sólo me sonrió por unos momentos, empezando a acariciar mi mejilla. Después, dijo:

—Quiero que vayas conmigo... Si tú estás de acuerdo, claro. He hablado con Dylan y le gustaría que estuviese allí. También podríamos ir a tu casa y estar con tu abuela Isabella.

Esa vez me pregunté de dónde sacaba tiempo para pensar en todo.

—¿De verdad? —quise saber, sonriéndole de nuevo.

—Sí. ¿Quieres?

—Haces preguntas tontas a veces —contesté, como sinónimo de que sí me gustaría—. Pero..., ¿la directora sabe que yo voy a estar fuera?

—Sí, mi padre tuvo que insistirle hasta que finalmente aceptó.

—Tus padres cada vez me caen mejor —había comentado, haciendo que él riera por lo bajo y luego se incorporase para presionar su boca contra la mía por unos instantes.

—A ellos también les caes muy bien —reconoció—. Hace un tiempo, cuando les conté que me gustaba una chica, me dijeron que esperaban que no seas como la última novia que tuve en aquel entonces. Un «es su opuesto» bastó para que te quisieran desde el principio.

Me sonrió de manera que sus ojos se volvieron más pequeños, y yo, en lugar de devolverle la sonrisa, lo observé inexpresiva. ¿Era necesario hacer referencia a Katherine Shern? ¿En serio?

—Natt..., ¿qué tienes?

«Celos.»

—Nada.

Sabía que no era necesario que yo lo diga para que se entere, porque está al tanto que no me gusta mencionarla en nuestras conversaciones. Puede sonar ridículo, pero lo entenderías si estuvieses en mi lugar; cuando esa persona colaboró para que te expulsaran antes de las vacaciones.

—Te amo a ti, lunita —murmuró.

—Okay, solcito.

—¿Tú me amas?

—No tengo idea, pregúntale a tu ex.

No se necesitó algo más para que se empezara a reír a carcajadas. Como si fuese poco, no solo se estaba riendo, sino que se reía de mí. Después anda quejándose cuando supuestamente no le entiendo yo a él al encontrarse celoso... En todo caso, David es el que no comprende nada.

«Luego de esto... lo que menos harás será reír, mi amor»; pensé.

Y, de la manera más rápida posible para que no pudiese detenerme, me arrodillé sobre el colchón y bastó sólo un movimiento para que estuviese sentada sobre él a horcajadas. Cuando notó dónde me encontraba, dejó de carcajearse y sus ojos terminaron abriéndose más de lo que ya estaban.

Entre dientes, echando la cabeza hacia atrás, gruñó:

—Joder, Natalie. Ahora no...

Pues, resulta que él odia que se lo haga. Yo lo encontraba divertido. En ese caso servía como venganza. Lo hice antes ya una vez, y no resultó como esperaba, puesto que las cosas estuvieron a punto de salirse de control. Victoria nos salvó llamando a la puerta de mi habitación, y lo peor de todo es que les contó a los demás. Se burlaron, claro. Chloe cada cinco minutos nos decía que no nos olvidemos en ir a buscar condones a la enfermería, y por esa misma razón antes de emprender camino al dormitorio con David en su ataque de celos lo ha mencionado de nuevo.

—Cállate —le ordené—. Te pasa por burlarte de mí, Janner.

Cerró los ojos con fuerza.

—¿Cuándo te cansarás de hacerme esto?

—Tal vez en algún día lo haga... pero antes debes aprender a no burlarte de tu novia. Debes ser tierno, no así. Espero que sea la última vez que te ríes.

—No estaba haciéndolo —contradijo.

—Si quieres que no me mueva... —empecé, dejando las manos sobre su pecho—, estás obligado a decir la verdad. No soy estúpida, sé que mientes.

Abrió los ojos, observándome aterrado.

—Mierda... —le escuché farfullar. En voz más alta, dijo—. Bueno, está bien, está bien, lo acepto. Estaba burlándome de ti.

—¿Acaso yo me he burlado durante ese ataque de celos que has tenido durante todo el jodido día, David?

—No... De hecho, estabas molesta. Pero, Natt... qué prefieres, ¿que me ría o que me enoje?

—Ninguna —espeté—. No prefiero ninguna. Es lógico.

—Sabía que dirías eso, pero yo prefiero reír porque... —Se detuvo y apartó la mirada cuando no lo miré exactamente de forma bonita. Viendo la pared del lado de la cama de Ashley, siguió—. Natalie, bebé... te amo y lo sabes, pero esto... esto no me gusta. Mientras antes te bajes, será mejor.

—Discúlpate, maldita sea.

Me incliné un poco hacia adelante, para tener su rostro un tanto más cerca, y lo obligué a prestarme atención comenzándome a mover apenas. Cuando sus ojos encontraron los míos, aquel color café dejó de gustarme tanto.

—Luego el que hace mucho drama soy yo, ¿no? —soltó, pidiéndome a gritos con la mirada que deje de hacerle este tipo de cosas. Tragó sonoramente antes de retomar—. Eres muy exagerada, pero me enamoré de ti de todos modos y te quiero. Quiero... quiero pedirte perdón por todo esto... También necesito disculparme otra vez por ser un novio celoso, pero debes recordar tus propias palabras de que eres sólo mía, bebé. —Cerró los ojos una vez más, y una vez que los abrió, rogó—: Sal de ahí arriba, ya escuchaste lo que querías oír.

Sonreí, diciéndole después:

—No, has demorado mucho.

Suspiró, frunciéndome el ceño, y me tomó desprevenida cuando se sentó de repente. Olvidando sujetarme, grité mientras caía de su regazo; aterrizando en el suelo del lado izquierdo de la cama. Gruñí y maldije al golpearme contra el parquet de esa manera, escuchando cómo soltaba palabrotas también y se levantó del colchón para intentar ayudarme.

—Lo siento, lo siento, lo siento... —dijo, reiteradas veces, arrodillándose—. ¿Estás bien...?

—No te preocupes... —había susurrado yo, frotándome el codo con la mano derecha—. Estoy súper...

—Joder, no, no estás bien... —Extendió sus brazos para levantarme, y al tomar con una de sus manos mi muñeca izquierda fue inevitable hacer una mueca de dolor—. De verdad lo siento... no creí que te caerías... Perdóname, perdóname; mi amor... Ay, a ver, deja que te ayude...

Me aparté para que no me tocara, y le pedí que me dejase. La peor parte es que, además del brazo que estaba con la escayola, me golpeé el hombro, la cadera y la rodilla del mismo lado. Hubiese preferido darme la boca contra el piso, en realidad. Sospechaba que dos dientes menos dolerían nada.

Él estaba, realmente, muy nervioso y se tropezaba con sus propias palabras disculpándose una vez tras otra.

—Ya basta... —le pedí, e intenté levantarme sola. No pude.

—Yo... yo te cargaré —dijo, tomándome con delicadeza y temor por que la cosa fuese grave de lo que aparentaba—. Yo te cargaré e iremos a la enfermería, ¿sí? Bien, haremos eso...

—David, no... —insistí, queriendo convencerlo que estaba bien—. Ya olvídalo, es sólo por ahora... Ya se me pasará, quédate tranquilo.

—Y nunca dejó de doler, ¿cierto? —inquiere la enfermera después de que le relatara las partes importantes de lo sucedido ayer por la noche; partes de aquello que acabo de recordar.

—En realidad, sí... —digo, mintiendo en cierto modo. A decir verdad, ahora no me duele el hombro ni la rodilla. La cadera un poco, y hasta tengo moretón. El brazo es lo único que no dejó de doler en ningún momento—. Sin embargo, eso no es todo lo que ha ocurrido para que termine aquí.

—Ah... ¿no?

—No —contesta un David cortante, con sus labios formando una línea recta nuevamente. Sé que está muy molesto conmigo porque esto sí que estuvo muy mal. Aunque bueno... No solamente está cabreado con su novia, sino también con su ex.

Bien, hoy es jueves. Y como sabrás, los jueves son los días que tengo voleibol. Creo que ya te haces una idea de lo que ha ocurrido.

Desde hace meses, se supo que los días 8 y 9 de mayo (jueves y viernes) serían las competencias deportivas. Hoy eran (ya terminaron hace unas dos horas) las de voleibol y baloncesto, es decir; que Ashley jugaría reemplazándome y David estaría con su equipo para ir luego de nosotras.

Yo al no poder participar por lo de mi brazo, debía estar en la banca. No es algo de lo que creí que debía quejarme.

—Espero que hagas bien las cosas —le dicho yo a Ashley Howard, minutos antes de que el partido comenzara.

—Natalie, créeme... —comenzó, sujetando su pelo en una coleta—, haré todo lo posible para que nuestro equipo gane... —Sin más, como quien no quiere la cosa, me sonrió y miró a ambos lados antes de acercarse un poco más a mí, inclinándose porque estaba sentada ya, y me susurró al oído—: En el otro establecimiento está la perra que el año pasado fue alumna de aquí, y quiso robarme a mi novio. Le haré tragar el balón para que vea que Peter siempre va a preferirme a mí antes que a ella.

»Además, ¿sabes qué me ha hecho? Compartía habitación conmigo, como tú, y un día se encargó en tomar mi ropa y tirarla a la maldita piscina. Siempre la he odiado por ello. Hasta le hizo creer a mis amigos que fumaba cuando siempre odié el cigarrillo, y más después de que mi madre muriera por ser fumadora activa.

Se apartó e intentó sonreír una vez más al ver que la observaba sin saber qué decirle exactamente. No me esperaba nada de lo que había pronunciado.

—Yo... —Aclaré mi garganta, tal vez un poco incómoda—. Mucha suerte. Le ganarás... Y, perdón por lo de tu mam...

Me interrumpió antes que pudiese terminar aquella palabra.

—Gracias. Y, por favor, mantén tu boca cerrada. Si te lo he dicho es porque quería, no para que me tengas lástima ni esas cosas... —De lo más despreocupada miró sus uñas, pintadas con barniz rosa, y en voz muy baja añadió—: Tampoco pienses que porque no esté insultándote ahora quiera decir que me caigas bien, porque sigo detestándote como el primer día.

—Tranquila... —Me reí, un tanto aliviada, y la sonrisa que se dibujó en sus labios no ha sido de superioridad ni nada parecido. Y, en cierta parte, eso me agradó—. Yo también sigo detestándote.

—Me parece bien, tienes tus razones, ¿no?

«Bastantes, a decir verdad.»

Sólo asentí con la cabeza.

—Hay días que pienso... —dijo, vagando la mirada por lo que nos rodeaba para asegurarse que nadie estaba observándonos (eso haría yo si fuese ella, la verdad... por eso creo que eso es lo que estaba haciendo)—. «¿Qué habría ocurrido si desde siempre me hubiese llevado bien con Natalie?», y nunca encuentro la respuesta porque sé que suena a algo imposible.

—Pues... la verdad es que nada es imposible.

Palabras de David Janner siendo utilizadas por Natalie Hofmann.

«¿Qué es esto...? ¿Realmente me siento bien?»

—En este caso ambas sabemos que sí lo es —respondió.

—No creo que tenga permitido negártelo.

Sacudió la cabeza hacia un lado y hacia el otro lentamente, para luego sonreír de lado y alejarse yendo hacia el resto de nuestras compañeras.

Minutos más tarde, cuando el partido ya había iniciado, me sorprendió lo bien que jugaban las del equipo contrario porque para ser sincera, al verles la cara crees que no saben ni cómo se llama este deporte.

Y, por si se lo preguntas, Ashley no estuvo siendo un desastre como pensamos que sería. Es increíble... Al comienzo de las prácticas la imbécil tomaba la pelota en vez de pegarle, y ahora resultó ser la mejor de las seis.

La que realmente jugó de una manera tan horrible que desearías haberte quitado los ojos, fue la pelirroja que todos conocemos. Si dijera que la mitad de las faltas fueron por su culpa, estaría quedándome corta porque han sido muchísimas más. En serio.

Como yo estaba quedándome calva (por la desesperación no he dejado de jalarme del cabello), cuando faltaba poco para que el tiempo finalizara y el maldito balón estaba dirigiéndose a Katherine Shern (sabía que ella ni se movería de su lugar para hacer el punto) me levanté sin que estuviese permitido del asiento que se encontraba, a muy pocos metros de ella, para colarme en la cancha e intentar rematar. Pero, como bien dije, «intentar», ya que haberle golpeado a la pelota con mi mano hábil hizo que también le diera un golpe en la cara a ella con mi codo, y las del campo contrario hicieron el bloqueo.

—¡Hija de puta! —había gritado Katherine, no dejándome sorda por poco, y antes de que ella pudiera levantarme la mano, Sienna Clerk (otra chica del equipo) la empujó para que se hiciera a un lado.

En pocas palabras, el partido de voleibol terminó en una pelea.

Por mi culpa, claro.

Nos descalificaron, ganaron las visitantes y David se enojó conmigo porque su novia es una loca a la que no le importa nada. Abandonó el puesto en su deporte para llevarme a mi cuarto y asegurarse que me quedase quieta y dejara de causar problemas. Me regañó quince minutos por reloj y, cuando se dio cuenta que comenzó a alzar mucho la voz, se disculpó durante otros quince minutos hasta que, mucho tiempo después, se le ocurrió preguntar si me dolía. Como ya lo sabes: sí, me dolía. El útero por estar con las tan conocidas visitas, más la patada que me ha dado la idiota debajo del ombligo, y también, el brazo izquierdo porque desde la noche anterior ya estaba mal. Pero, si le sumamos haberme dado el antebrazo contra las gradas cuando quise sentarme, ya exhausta de tantos golpes, sabrás qué tanto me dolía todo. Ayer y hoy no fueron mis días de suerte, desgraciadamente.

—Emma, y lo peor de todo eso... —le dice David, provocando que mi mente regresara a la enfermería en lugar de seguir pensando en lo que ocurrió en el gimnasio y mi habitación—, es que no quería aceptar que está dolorida para venir aquí. Pareciera que no entiende que no es bueno que doce horas después de que le quitaran el yeso ya esté golpeándose.

Me digo que lo mejor será interferir.

—¡Joder, sí lo entiendo! —grito, alzando ambas manos en el aire y luego las dejo sobre mis muslos cuando vuelve a doler—. ¡Pero a ti lo que menos te importaba era cómo me encontraba! Al último tiempo, cuando ya estaba harta de tus regaños, me preguntaste cómo me sentía; y yo ya estaba cabreada y comencé a contestarte mal porque no parecía interesarte de verdad. Si realmente hubieses estado preocupado, lo primero que habrías cuestionado era si estaba bien, y no me contradigas porque sé que sí.

—¡Sí me interesa y por eso me preocupo por ti, Natalie! —grita en respuesta—. Aunque primero debía decirte todo lo demás porque sabía que, si no lo hacía en ese momento, luego no te lo diría y era muy importante.

—¡Sólo estabas «preocupado» por lo de anoche! —exclamo—. ¡Hasta tú lo has dicho! «Soy tu novio, debería preocuparme, y más si es culpa mía de que estés así». Lo que ocurre es que ni siquiera entiendes que no fue completamente culpa tuya.

—Natalie... es que, si lo de ayer no hubiese sucedido, hoy no te habría dolido el antebrazo por más de que te hayas golpeado. Tú sabes y yo también, que haberte caído de la cama fue peor de todo lo que ha estado ocurriendo, porque apenas has podido dormir.

Yo suspiro alternando la mirada entre la enfermera y mi novio, procurando encontrar las palabras adecuadas para contestarle, pero no lo consigo.

—Te odio porque ya no sé qué decir para llevarte la contraria —gruño entonces, ahora evitando su mirada.

Emma se ríe mientras se acerca a mí, y toma cuidadosamente mi brazo para que ahora no esté golpeándole a ella por hacerme doler.

—Tendré que vendarte... —dice—. Esta vez, por favor, debes obedecer. Es por tu bien. Sin movimientos bruscos, y no hagas fuerza. No quiero tener que repetírtelo, ¿bien? Si dentro de dos días sigue doliéndote, debemos ir a hacerte una radiografía... ¿De acuerdo?

Me parece cómico que me hable de esa manera cuando apenas me supera en edad por unos cuantos años.

—Dentro de dos días con David no estaremos aquí —respondo.

—¿Qué? —inquiere, mirándolo a él y luego se vuelve a mí sin comprender—. ¿Los han echado?

—No —contesta él—. Saldremos por un par de días solamente.

Sin necesidad de decir algo más, David la ayuda a ponerme la maldita venda, y me han dado ganas de encajarles a ambos mi puño derecho en el centro de sus rostros por estar haciéndome doler más de lo que ya duele.

Momentos más tarde, cuando ya han finalizado con eso de hacerme sufrir, salimos de la enfermería y nos reunimos con nuestros amigos en el comedor. Una vez que tomo asiento Christopher me pregunta cómo estoy, porque ha sido partícipe de todo aquello que ocurrió, y lo cierto es que los cuatro querían venir con nosotros a mi recámara, pero David se los impidió diciéndoles que debíamos conversar a solas. Al parecer no le gustaba que me sintiera avergonzada por estar dándome sermones delante de mis demás amigos.

—Podría estar mejor —es lo que le digo.

Luke, muy emocionado, grita:

—¡Me encantó cómo le diste el codazo! ¡Era como para filmarlo y publicarlo en todas las redes sociales!

Frunzo el ceño.

—Pues... ¿gracias?

—No debes felicitarla —lo regaña Victoria, y él enarca una ceja al igual que yo—. No le ha pegado tan fuerte como debía.

Mi novio rueda los ojos y lo sigue haciendo durante los siguientes treinta minutos, también después de haber terminado la cena, porque el único tema de conversación fue aquél y no es algo de lo que se siente orgulloso de mí.

Cuando el reloj marca las 8:30 p.m., largando un suspiro, se inclina hasta dejar su mejilla contra mi hombro; de manera que su nariz empieza a hacerme cosquillas en el cuello. Me digo que, si quiero que me perdone por todos mis errores, no debo apartarme.

—Tengo sueño... —musita poco tiempo después, en esa posición.

Lo cierto es que yo también. Como bien le ha dicho a la enfermera, por la noche no es que haya podido descansar realmente.

—¿Quieres que vayamos ahora?

—Por favor.

Espero a que levante su cabeza para así yo poder ponerme de pie. Cuando lo hace, ambos nos despedimos de nuestros amigos y, tomados de las manos, salimos de allí para encaminarnos hacia el elevador. Mientras tanto le pregunto, en voz baja, si está todo bien entre nosotros después de todo, y me contesta que sí puesto que no tiene sentido estar peleándonos a estas alturas por algo que ya pasó. Sonrío hasta que llegamos al segundo piso, donde él se posiciona detrás de mí y entrelaza sus dedos sobre mi estómago; dejando su barbilla contra mi hombro. Todo lo que resta de camino fue con nosotros riéndonos al estar a punto de caer en varias oportunidades, y creo haber festejado en voz baja al tener el número de mi cuarto al frente mío. Ya no quiero tener que soportar más golpes de ningún tipo por esta semana.

Yo soy la que abre la puesta.

—Oh —es lo único que dice Dav instantes más tarde.

Alzo la mirada, y me encuentro a dos personas: Ashley Howard y Peter Courtenay, ambos sentados en la cama que estuvo desocupada por todos estos días; abrazándose.

—Voy a irme... —murmura, alejando sus brazos de mí—. Cualquier cosa, llámame... Buenas noches. —Me hace voltear para darme un beso, hasta que cuando quiero darme cuenta ya ha desaparecido.

«Escapar de los problemas nivel: David Janner.»

Lentamente me adentro a la habitación, y cierro la puerta procurando no llamar la atención de ninguno de los dos. Avanzo hacia mi cama, tomo asiento en ella y contemplo la escena en silencio hasta que Ashley aparta el rostro del pecho de su novio. Mira en mi dirección y puedo distinguir un rasguño en su pómulo derecho.

—¿Regreso más tarde? —pregunto, en voz baja, y ella niega con la cabeza antes de dirigirse a Peter para decir:

—Estaré bien, puedes irte.

Con desconfianza, dice:

—Si me voy..., ¿Natalie también estará bien?

Ella sonríe.

—Sí.

Él no insiste en quedarse, y se levanta tras observarme durante unos segundos. Después, diciendo nada, sale del cuarto dejándonos solas.

—¿Quieres que hable contigo o prefieres dormir? —cuestiona ella, pero extrañamente no de mala manera.

—¿Tú quieres hablar conmigo? —inquiero, incrédula.

Se encoje de hombros.

—Nunca hemos hablado como personas civilizadas, pero hoy podría ser la excepción. ¿No crees?

—Espero que no sea difícil...

«¿Le han hecho algo?»

Ashley se ríe, y da pequeñas palmadas en el colchón, a su lado, para que me siente allí. En silencio obedezco, y toma la palabra primero:

—Como sabes mejor que nadie, perdimos el partido...

Al sentir que está reprochándomelo, digo antes que pudiese continuar:

—Perdona...

—No estaba esperando a que te disculparas... —contesta, frunciendo el entrecejo—. Supongo que tampoco tendrías razones para hacerlo, porque no fue por ti...

—Sí lo fue, y tú querías ganar.

—Ella también sabía que quería ganar.

—¿«Ella...»?

—Katherine —aclara—. ¿Por qué piensas que ha actuado como ciega todo el partido? Miraba al balón como si le tuviese asco.

Y dicen su nombre de vuelta...

«Okay, Natalie... Contrólate. Tú puedes.»

—¿Lo ha hecho a propósito? —pregunto, recordando lo bien que ella solía jugar en las prácticas. Ashley asiente con la cabeza, lo que hace que todo tenga un poco más de sentido—. ¿Pero no se supone que ustedes son amigas?

«¿Por qué iba a querer que perdieran si lo son?»

—Lo nuestro era todo excepto una verdadera «amistad» —confiesa—. Si estuvo conmigo todo este tiempo, es porque una de mis mejores amigas es su «mejor amiga». Sino, ni siquiera me sabría su nombre.

—¿Quién es su mejor amiga? —pregunto, curiosa—. Creí que lo eras tú.

—Jennifer —contesta, e intento recordar quién es. La ex novia de Luke Crawley—. Dice que se conocieron por ser «Shern» y «Smith», y compartir habitación. Aun así, tengo que admitir que sí hubo un tiempo en el que nos llevamos bien... Luego ya no porque lo único que hacía era manipularme.

«¿Qué?»

—Es imposible que alguien pueda manipularte a ti, Ashley.

No parece que eso le haya sentado muy bien, porque con los dientes apretados me suelta:

—Si estoy contándote esto no es para que luego crees tus propias versiones. Me manipuló y punto. La única que no tragó sus mierdas por un tiempo he sido yo, y por ser más «unida» a ella después de que ningún otro la tolerara, aprovechó que yo estuviese para usarme.

—¿Usarte en qué sentido?

Ya dejó de tener sentido para mí.

—Muchos —admite, aunque no puedo tragármelo—. Hasta en mi propia contra. Primero, cuando todos mis amigos estaban molestos con Katherine por ser una puta, sólo quería que yo la defendiera para que así ellos se enojaran conmigo también. Tuvo peleas con Jennifer que luego solucionó, y como yo no le servía demasiado empezó a darme orden tras orden, y yo le hacía caso como si ella fuera la líder. Cuando ya estaba lo suficientemente idiota fue el momento en el que Katherine tuvo para contarme todos sus planes, aquellos que yo debía seguir al pie de la letra; y, pues, como te imaginarás, eso fue lo que hice... Como todo ha salido mal se enojó y ya no nos habló jamás. Sólo a Jennifer. Entonces Rebecca fue la que me hizo ver todo lo que he hecho, que Katherine tenía que haber llevado a cabo por su cuenta y la enfrenté para decirle que ya no era nunca más su marioneta.

Permanezco unos segundos en silencio intentando procesarlo todo.

—¿Y por eso hizo que perdieran? —inquiero—. ¿Por haberla enfrentado?

—No exactamente —dice, y lleva un mechón de cabello rubio detrás de su oreja—. Al comienzo sólo fue tras Peter para arruinar mi relación. Lo ha hecho, sí... Ahora él quiere dejarme... Sabe que le he sido infiel con el estúpido de Mathias. Está enojado conmigo, pero no lo culpo porque si él me lo hiciera a mí yo también lo estaría... Desde siempre viene recolectando mis errores para después echármelos en cara y decir que siguió conmigo solamente porque me quería cuando supuestamente yo no le quiero a él. Pero lo amo, Natalie; y durante estos días estuve detrás de Peter todo el tiempo para rogarle que no me deje, que lo sentía, y Katherine lo sabe. Así que, con lo del partido, hacía que yo viera que ella siempre estaría por delante de mí; haciéndome tragar tierra... Quería que perdiese ante Grace y lo logró. Quería que mi novio termine conmigo y está por conseguirlo...

Parpadeo un par de veces. Con que por eso no ha estado pasando las noches aquí...

—Pues... —empiezo, no muy segura si diré algo metiendo la pata—, a Peter no se lo notó enfadado cuando llegué, ni nada parecido... Es más, estaba abrazándote. Sabes que yo lo vi...

Se encoge de hombros.

—Estoy intentando recomponer un poco las cosas... Se las he dicho después de cenar, para que se dé cuenta de mi avance... Porque yo... —Suspira, pareciendo un tanto inquieta, y da la sensación que desea decir muchas cosas..., aunque parece que algo la retiene.

»Natalie... —Suspira una vez más—. Yo desde siempre he sabido lo de tu accidente. Bueno... no siempre, pero sí dos semanas antes de que ocurra... o tal vez un poco más... —Niega con la cabeza, no queriendo mirarme a los ojos—. El punto, es que Katherine decía que yo no iba a lograr que te expulsaran y por su cuenta buscó una alternativa. De una forma u otra no saldrías intacta, y por ello le pedí al entrenador que a mí me nombrara tu suplente, porque quería ocupar tu lugar. Peter nunca ha estado de acuerdo con lo que te hemos hecho y me repetía constantemente que estaba mal... Y yo... yo no pensé en lo que podía llegar a pasarte a ti, realmente. Pensé en mí. Les hice creer que la cosa era contra tuya, pero lo cierto es que ya no me importaba tanto. Cuando me enteré que Mathias iba a ser el que conduciría, ¿sabes cómo me alegré? Me duele aceptarlo, en parte. Me decía que si él te hacía daño, seguramente se lo hacía a él mismo... y pensé que así podría quitármelo de encima. Pensé que dejaría de perseguirme y podría estar con Peter en paz... Y cuando comprendí que eso era muy egoísta de mi parte, que haberte hecho lo que te hicimos realmente estuvo muy mal por más que quisiera beneficiarme con ello, supe que no sólo debía «ocupar tu lugar» en el equipo tras quebrarte el brazo en el choque, sino que tenía que jugar como si tú estuvieses allí. He practicado tanto que me dolía absolutamente todo el cuerpo, y puedo asegurarte que estuve así durante casi una semana. Mi novio hoy me dijo que le gustó eso que he hecho con respecto a demostrar que soy capaz de reemplazarte para que no te sintieses mal, ya que no podrías participar. Estaba sorprendido. No soy de hacer ese tipo de cosas desde...

Se interrumpe de repente, y mientras tomo cada una de las palabras en el aire para intentar encontrarles sentido, alza la mirada y con una sonrisa de lado, olvidándose de la oración que no ha terminado, sigue con su monólogo:

—Me confesó que, lo que más le sorprendió de todo, dijo que fue lo que le hice a Katherine luego de que tu salieras del gimnasio.

Sinceramente, a pesar de comprender muy poco todo esto, a mí me están sorprendiendo cada cosa que sale de su boca.

Carraspeo antes de decir:

—Un amigo me ha dicho que te vio golpeándola.

—Fue bonito hacerlo, ¿sabes? Lo malo fue que mi tía por primera vez me ha sancionado. De todas formas, no me arrepiento... Mientras que ella me marcó aquí... —Señala el rasguño de su mejilla—, yo le quité cabello y, como tiene las uñas largas, hice que perdiera una entera. Le sangró el dedo y lloró. Grité que es lo mínimo que merece por haber intentado matarte.

«Una vez más... ¿Qué?»

—Eso... eso lo has hecho por ambas... ¿verdad?

Asiente con la cabeza, al mismo tiempo que dice:

—Sí... Si no lo hubiese dicho creo que habría estado todo el día encerrada aquí, en posición fetal, por haber perdido a Peter después de haber estado juntos tanto tiempo.

No puedo imaginarla de esa manera, por más que así lo quiera.

—Y si todo estaba bien..., ¿por qué te abrazaba cuando llegué?

—No estaba todo bien... —contesta, y se le quiebra la voz. Aclara su garganta antes de continuar—. Dijo que aún debía pensar en qué hacer conmigo, pero yo ya estaba llorando y me abalancé sobre él, y repetí que haría todo lo que fuera necesario para que me perdone.

—¿Y qué te dijo?

Los ojos se le llenan de lágrimas.

—Que el daño ya está hecho.

Se trate de Ashley Howard o no, no puedo evitar ponerme en su lugar durante unos momentos. Yo también estaría muy arrepentida y daría lo que fuera si me ocurriese algo similar con David... Alcanzaría hasta lo inalcanzable con tal de que no suceda nunca, y sé que si a mi novio lo cabrea y pone celoso el hecho de que Evan White me pida los apuntes, supongo que si ese chico o cualquier otro llegara a besarme..., David explotaría de verdad. Yo tenga la culpa de que el imbécil me besara o no, de todas formas me sentiría culpable y haría y diría lo que sea con tal de que por ello Dumbo no tome la decisión de que rompamos nuestra relación...

—¿Cuántas veces se lo has hecho ya...? —le pregunto, pensando que sabe a lo que me estoy refiriendo, eliminando a su vez el condenado pensamiento de que Dumbicienta deje de existir.

—He besado a Mathias una vez, y él a mí tres —admite, con un poco de vergüenza. Yo, en lugar de sentirme avergonzada, me tiraría a las vías de un tren. ¿Cómo puede ser que se hayan besado cuatro veces?

—¿Y por qué si tenías novio? —quiero saber, siendo esto lo que menos entendiendo de la situación.

—No lo sé... Sólo lo hacía y ya, nunca pensé en las consecuencias.

Bueno... no me lo esperaba. No lo sé. ¿Qué clase de respuesta es esa?

—A partir de hoy sí pensarás antes de actuar, ¿cierto?

Suelta una carcajada sarcástica.

—¿Tú lo haces?

—No —contesto, lo más sinceramente que puedo. Aquello le saca una sonrisa. No es para estar sonriendo, tampoco...

—¿Y por qué tu relación es bonita? —pregunta, tomándome desprevenida. Pudiendo cuestionar cualquier cosa...

—Pues... uhm... supongo que... bueno... David no se enoja tan fácilmente, a diferencia mía... Sí decimos y hasta hacemos cosas que tal vez al otro no le agrade, pero aparte de no nos gusta estar peleados por mucho tiempo, buscamos la manera para solucionar todo... No obstante, sólo llevamos una semana de novios... nuestra relación no lleva tanto como la tuya como para tener razones en terminar o cosas así. Todo va bastante bien.

—Mis problemas con Peter aparecieron a los siete meses... —me dice, levantando las piernas hasta dejarlas sobre la cama. Abraza sus rodillas—. Aparecieron junto con Grace, la chica que te dije antes del partido que fue mi compañera... Siempre ha sido más bonita, y temía que por ello él la prefiriera. Pero, ¿sabes? No lo hizo... no la prefirió.

»Ella intentó quitármelo todo el tiempo que estuvo aquí. Habrán sido cinco meses solamente, tal vez, porque mi tía la expulsó. Durante aquellas semanas hizo muchísimas cosas para merecérselo. Especialmente a mí. Y por esa misma razón te odié siempre... Cuando llegaste creí que serías igual a Grace. Cuando fuiste demostrando que no me tenías miedo y eras capaz de enfrentarme como ella..., te odié más. Lo único que faltaba era que la nueva odiosa le robara algo a la vieja. Lo típico —gruñe—. Hasta que bueno... la vez que Peter durmió aquí y tú lo golpeaste, lo traje a propósito para que vieras y supieras que era mi novio. No te importó, claro. Me di cuenta que lo que menos querías era tenerlo cerca.

Alzo una ceja.

—Y si sabías que no quería estar con él, ¿por qué me seguías odiando? Aun así, no sólo odiando, sino por qué seguías haciendo todo eso contra mí.

—Pues, por lo demás que me has hecho —contesta, como si se tratase de algo obvio—. Además, los alumnos nuevos nunca me caen bien cuando me hablan. Como si fuese poco compartir cuarto contigo.

—¿Y hoy, ya casi nueve meses después de aquel día que me viste y pensaste que quería arrebatarle lo tuyo, el odio continúa?

—Horas atrás ya te dije que sí.

«Irónico después de estos últimos quince minutos.»

—Entonces, ¿por qué estás teniendo conmigo una conversación a corazón abierto? —interrogo.

—¿A esto lo llamas «corazón abierto»? —cuestiona ella, alzando una ceja.

—Creo que todo el mundo lo llama así.

—Ah... —Cuadra los hombros—. Bueno, da igual. Te lo digo porque a finales de junio me iré de aquí, y supuse que deberías saberlo. Además, necesitaba desahogarme, hace mucho no tenía charlas así.

Me pregunto por qué será.

—¿Necesitas un abrazo también? —inquiero, en todo de burla, aunque en lugar de enojarse sólo se ríe. Después, admite:

—No te tocaría ni con un palo.

—Me alegra oír eso. —Le sonrío—. Sería muy incómodo abrazarte.

☀ ☀ ☀

Raramente a las 7 a.m. ya logro estar despierta sin necesidad de que la alarma sonara poniéndome de malas. Voy de un lado a otro de la habitación después de haberme bañado y puesto el uniforme, y me detengo cuando la escucho hablar contra la almohada:

—¿Quieres hacerme el favor de dejar de cantar, Natalie?

Sí, esa es Ashley.

—No estaba cantando —miento, tomando ahora mi pijama para dejarlo dentro del armario.

—No, estabas aullando —espeta.

Pongo los ojos en blanco, alejándome del estante de mi ropero.

—Creí que las cosas entre nosotras cambiarían luego de que me pidieras desayunar junto a mí y a mis amigos. ¿Es que lo olvidaste?

Pongo los brazos en jarras.

—No es bonito despertar oyendo tu voz, Natt... Créeme... Si quieres un consejo, no levantes nunca de la cama a David de esta manera.

—Gracias, lo tendré en cuenta. —Ruedo los ojos, y decido que en lugar de quedarme de pie en el medio de la habitación debo buscar mi morral. Cuando lo encuentro, dejo el cargador de mi teléfono dentro.

Hoy con Dumbo nos iremos, y llevaré este bolso conmigo. Es lo único que necesitaré. Llevaré también la tarea porque hasta el domingo no regresaremos, y tengo bastante por hacer...

—Me arde la mejilla... —se queja dándose la vuelta sobre el colchón, y tira de las sábanas para cubrirse completamente—. No quiero ir a clases.

Dejo las correas sobre mi hombro izquierdo.

—A ver, mírame.

A regañadientes aparta las mantas, y una vez que puedo observar su cara retrocedo un par de pasos.

—¿Por qué me miras así, Natalie?

—Tienes... Se te está inflamando... ¿Has desinfectado la herida?

—Sí... —Lleva la mano a su cara.

—¿Con alcohol?

—No, con agua.

—El agua no desinfecta, idiota. —Suspiro, y ella me mira horrorizada—. Vamos, levántate. Irás a la enfermería.

—No quiero.

La contemplo por unos momentos antes de soltar:

—Se te deformará el rostro.

Y ella grita que, ya que insisto tanto, irá para contentarme. En realidad, yo sé que es para que no suceda aquello que le he advertido. Niego con la cabeza, tal vez un tanto divertida, viendo cómo se levanta de un salto para ingresar al baño. Veinte minutos más tarde ya está lista, por lo que toma sus pertenencias y ambas salimos del dormitorio. Ya fuera, nos encontramos a Dav apoyado contra la pared, con las manos en los bolsillos.

Me enseña una sonrisa mientras me acerco.

—Buenos días, mi amor —dice, antes de agacharse unos centímetros y besar mis labios. Luego de separarnos, la ve a ella detrás de mí. Carraspea, y entorna los ojos—. Eh.... Hola.

—Hola, David.

Se inclina hacia mí de nuevo para susurrar:

—¿Qué le ha pasado en la cara?

—La perra de tu ex la atacó.

Se vuelve hacia ella.

—¿Estás bien?

—¿Tú crees?

Ante aquella respuesta, David no contesta. Entrelaza nuestros dedos y vamos los tres hacia el elevador. Una vez que estamos en planta baja nosotros dos vamos en una dirección, mientras que Ashley en otra diferente.

—No me llegaron mensajes tuyos anoche —dice, mientras ingresamos al comedor y localizamos nuestra mesa.

—Pues, porque no te he enviado ninguno.

A la distancia noto que tanto Victoria como Chloe ya están ubicadas cada una en su lugar.

—Por lo menos debías —apunta—. Quería saber si ocurrió algo malo para ir a intervenir...

—Si no lo hice fue porque nada malo pasó, amor. Tranquilo.

Ciertamente me quedé dormida y lo olvidé por completo.

—Me gustaría haberme enterado, de todos modos... y no haber dormido con el celular en la mano. Estaba preocupado, y tú allí con ella...

No voy a decir que está exagerando, porque lo comprendo. Sí había motivo para inquietarse. Gracias al cielo todo estuvo bien.

—¿Me perdonas? —pregunto, avanzando mientras me vuelvo para observar su perfil, y suelta mi mano para rodearme con su brazo derecho.

—Siempre termino perdonándote.

☀ ☀ ☀

Un celular vibra sobre la mesa.

Todos nos sobresaltamos ante aquel sonido, y David suelta mi collar para alcanzarlo, ya que es su teléfono. Una vez que lo desbloquea y hace todo aquello que tiene que hacer, me avisa que sus padres ya están fuera. Me pregunto a mí misma cómo es que han llegado tan pronto, aunque también me digo que eso no interesa.

Saludo a mis amigos, pidiéndoles que no me extrañen, y Chloe tras poner los ojos en blanco me asegura que no lo harán y que me quede tranquila. Por unos momentos pienso que hubiese estado bien que Ashley almorzara con nosotros también para poder despedirme de ella, pero después considero que eso ya sería pasarme un poco de la raya. Apenas anoche hemos podido conversar sin insultarnos o cosas parecidas.

Una vez más arreglo las correas de mi bolso para que no se deslicen por mi hombro, y me encargo de entrelazar mis dedos con los de mi novio después. Caminamos hacia la salida, yo deseando reencontrarme con el pequeño después de habernos visto por última vez hace un mes, y cuando llegamos a la puerta veo que nos están esperando los tres.

Dylan corre hacia nosotros antes que pudiésemos traspasar el umbral.

—¡Hola chica de David! —es lo que grita, con una sonrisa, y yo me dedico a besar su mejilla. Cambia su expresión de inmediato, observándome un tanto alerta, y en voz baja dice—. No has estado morida de nuevo, ¿verdad? 

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