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67. ❝Contigo❞🌙

Durante los siguientes veinte minutos, no hago más que seguir llorando como una estúpida. Aun así, pareciese lo que pareciera, me molesta muy poco. Ninguno de los que me observan de manera extraña comprenderán algún día lo que siento en este momento. 

En pocas palabras, esto es asombroso; y por más que lo intente, resulta muy difícil poder creer todo lo que me ha sucedido en el transcurso de la última hora; desde la interminable espera hasta que le respondiera con aquel tan esperado sí. Jamás me hubiera imaginado que a mí me ocurriría algo similar. Jamás. Terminó siendo muy irreal que Natalie Hofmann tuviera esa suerte y la sorprendieran de esta manera, como nunca nadie lo había hecho tiempo atrás. 

Ahora me siento realmente amada y querida, como si David fuese la primera persona en demostrar sus sentimientos hacía mí, y mejor aún: de una forma que nunca hubiera podido imaginar. Pero, pensándolo bien, en realidad sí es el primero porque Jordan, por ejemplo, nunca ha hecho alguna cosa parecida. Sólo decía esos «Te quiero» que fueron más fríos que el Polo Norte, y esperaba a que yo le respondiera con lo mismo, pero sintiéndolo de verdad. 

Sé que no se debería comparar a Jordan con David, como dije ya en una ocasión, pero se relacionan mucho y si no fuese por uno, el otro no sería de la manera que es y tampoco lo querría de la manera que lo quiero. 

Es decir... sé que si el primero nunca aparecía, no hubiese creído que él fue el encargado de dañarme, y con eso David no ocuparía el papel que ejerce hace tiempo sobre mí. La verdad es que tendría que agradecerle a Jordan por hacerme creer que lo amaba. Porque, recién ahora, cuatro años después, descubro que jamás ocurrió. Nunca lo quise. Sólo lo supuse, pero no lo sentía como en este instante siento cosas por David. 

Supongo que después de todo no me había lastimado, sino que estaba desilusionada. Desilusionada por pensar que lo quería, y él no a mí. Tal vez sí lo he querido un poquito, pero no se compara en absoluto con los sentimientos que existen hacia mi novio. 

Mi novio... 

Dios. Dime lo que quieras, aunque sigo sin reaccionar. La felicidad debe tener la culpa. Sí, estoy segura. 

Pensar que cuando ingresé aquí, al internado, lo único que quería era permanecer lejos de David por el simple hecho de ser hombre. Cómo cambian las cosas... Esto demuestra que realmente sí hay momentos en los que miras hacia atrás y ves que las personas que te rodean no suelen ser siempre las mismas, que tus sentimientos al igual tu manera de contemplar las pequeñas cambian y, con ello, todo lo demás. 

—Pitufa, ¿estás bien? —pregunta Luke de repente, moviendo su mano delante de mí. 

Parpadeo, y volteo hacia él. 

—¿Uhm? ¿Qué? 

—Debemos limpiar y ordenar todo para el almuerzo... —En su otra mano tiene una escoba, y me la extiende. No la tomo y él agarra mi mano, la abre, deja el palo del escobillón allí. Se cruza de brazos satisfecho—. Haz de cuenta que estás entrenando para cuando seas mamá y debas hacerlo todos los días... Me lo agradecerás luego. 

Enarco una ceja. 

—Pero... pero... pero yo... —Sacudo la cabeza—. ¿Por qué? No soy tu sirvienta... Además, debo usar ambos brazos y me falta uno. 

—Mira, nena —comienza, como si fuese una niña pequeña y necesitara más que nunca una explicación—. Tu amorcito por poco no le rogó a la directora para poder hacerte esto. Cuando ella aceptó, dijo que después que terminara, se debía dejar todo impecable. Sus palabras, no mías. Yo pienso que sí querrás ayudarlo y no que lo suspendan... 

Suspiro. 

—Sí, quiero ayudar... pero... pero... —Gruño con los dientes apretados—. Joder, Luke, ¡no puedo! 

—Tu amorcito va a enfadarse... 

—Cierra el pico y toma esto. —Suelto la escoba que me ha obligado a sostener, dejándola caer sobre su pecho. 

—Natalie... 

Pongo los ojos en blanco. Él es el único encargado de quitarle lo bonito a la situación. En algún momento me las pagará. 

—Barreré con los pies —espeto, antes de que se queje—. No me molestes, Crawley. Sabes que tengo el maldito brazo enyesado. 

—Okay, okay... 

Tras un suspiro de su parte, comenzamos a juntar todos los papeles que los demás han lanzado cuando me oyeron decirle a David que sí quiero ser su novia, hasta que ya están todos en una misma montaña. Lo hacemos todo en completo silencio. Después de revisar la hora, me dice que nos quedan quince minutos para acomodar todas las mesas y sillas. Antes de hacerlo le digo que lo mejor será deshacernos de todo esto de una vez, y acepta que tengo razón y agradece que haya pensado por primera vez. Me guardo los insultos, y veo cómo él junta los papeles del suelo sin mi ayuda. 

—Oye... —le digo, mientras mete todo dentro de la bolsa—. Han desperdiciado muchas hojas... ¿era necesario? 

Una vez que termina, se levanta. 

—Sí, lo sé —dice, haciéndole un nudo—, pero tu novio tiene ideas extrañas. Supuestamente representan pétalos de flores, aunque son hojas cuadriculadas porque te gusta matemática... También cumplían la función de confeti, así que según él no, no es un desperdicio. 

Sonrío ante el inicio de su respuesta, y hace la bolsa de consorcio a un lado. Camina hacia donde están las mesas y las sillas apiladas; en un rincón. Antes no las había visto. 

—Y... ¿El disfraz...? ¿El de Winnie Pooh? —inquiero, pisándole los talones—. ¿Qué representa? 

Noto que se encoge de hombros. 

—Chloe quería lucirse. En las vacaciones Janner habló con nosotros sobre esto y comenzamos a darle ideas de lo que podría llegar a hacer. Él no aceptó las de ninguno y Bewster se enfadó. 

—¿Ella qué quería que hiciera? 

—Un cartel que dijese «Dumbicienta» junto con un corazón, y también galletas de unicornio que tuviesen escritas una letra de la palabra... Al parecer en ese momento no pensó que tendría que darle una a cada persona, y son bastantes. Mucho, la verdad. Más de ochocientos. 

Ladeo la cabeza, pensado que de todas formas no era muy mala idea. 

—¿Y qué habías dicho tú? 

Se encoge de hombros una vez más. 

—Nada del otro mundo... sólo que te dé un tomate con un cuchillo incrustado... Por tomate asesino. 

Nada del otro mundo. Okay. 

—En todo caso... —empiezo, dejando de lado aquel detalle—, ese sería tomate asesinado. 

—Cállate, tú no sabes nada. 

Ruedo los ojos, aunque con una sonrisa. 

—¿Tan malos han sido sus consejos y por eso no escogió ninguno? 

—Según él, sí. —Suspira cuando ya llegamos a destino. Deja el escobillón a un lado, y con ambas manos toma una de las mesas. Yo agarro una silla con mi mano derecha. Lo sigo hasta el otro extremo de la cafetería—. ¿Sabes? Creo que lo mataré, no me gusta tener que limpiar yo... 

«Ya estaba pareciéndome muy extraño...» 

—Pues, no lo hagas —le contesto—. Intentaré hacerlo yo sola. Después de todo, esto se hizo por mí. Ve con Victoria. 

—Ella también está ayudando. 

Señala con el mentón hacia nuestra izquierda, e instantáneamente recorro con mi mirada el lugar buscándola hasta que la encuentro a unos metros de distancia junto con David. 

¿Qué está haciendo con él? 

Sí, sí, puede que sea mi amiga y todo, pero David es mi novio. Que venga con el estúpido que tengo al lado mío, este sí es suyo. 

—¿Te digo algo? —pregunta Luke—. Tengo hambre, así que termina rápido. Adiós. —Antes que pudiese darme cuenta lo que ha dicho, deja la mesa en el piso y frota sus manos. Luego, así sin más, se dirige hacia su novia, la toma del brazo haciendo que ella suelte la bolsa negra que trae en sus manos, y Dumbo sin haber visto que Victoria no la sostiene ahora deja caer lo que tenía la pala de su mano al suelo, pensando que terminaría en aquella bolsa de consorcio. Frunce el ceño hacia la dirección en la que ellos se alejan, cruzando al mismo tiempo los brazos sobre su pecho. 

Dios. ¿Nota, acaso, que hasta intentando lucir molesto se ve tan guapo? Quiero que venga aquí. Conmigo. 

Durante los siguientes segundos no sucede lo que espero, así que regreso a mi tarea. De todos modos, es difícil continuar. Una silla se me cae, y de reojo veo que él deja lo suyo para venir hacia mí. Me ayuda, sin decir una palabra, y durante los siguientes diez minutos no se hace más que acomodar las mesas y los asientos por todo el comedor. Apenas colaboré. Era demasiado lenta, porque si avanzaba rápido le daba rodillazos a las cosas que cargaba y me lastimaba las piernas. Por suerte acabamos de terminar, y sí: David ha hecho la gran mayoría. No diré que no sabía que eso ocurriría. 

—Ya era hora —murmuro, sólo para mí, a la vez que todos comienzan a ingresar a la cafetería. Limpio mi frente con el dorso de mi mano. 

—¿Estás bien, mi amor? —cuestiona una voz a mis espaldas, haciéndome voltear, y me lo encuentro abotonándose el único botón de su manga derecha. Se había arremangado hasta los codos antes de comenzar con todo lo que debíamos hacer antes del almuerzo. 

—Tengo hambre —le contesto, y me vuelvo una vez más para caminar hacia donde siempre nos sentamos con nuestros amigos. Desde aquí observo el mostrador, deseando que estuviese más cerca. Hago una mueca. 

—Yo iré a buscar tu almuerzo —me dice, tras ponerse a mi altura, y reposa ambas manos sobre mis hombros una vez que ya estoy sentada. Besa mi coronilla y pasa por mi izquierda mientras todos los demás toman asiento dejando el que se encuentra a mi lado libre. 

Yo sonrío. 

—Chris, haz lo mismo que Dumbo... —le pide Chloe dedicándole una sonrisa a su novio—. Sé mi sirviento. 

Él accede sin contradecir. 

Vic carraspea. 

—Luke, tu turno. 

Él alza una ceja. 

—Victoria... sabes que te quiero, pero tú también puedes caminar. 

Por unos momentos pienso que ella va a darle un golpe porque lo cierto es que se lo merece, pero no. Tampoco es que le haya dicho algo. Sólo se pone de pie en silencio, y va por el mismo camino que los otros dos. 

Nosotros tres esperamos, hasta que David y Christopher aparecen con dos bandejas. Victoria con una sola. 

—¿Y la mía? 

Ese es el estúpido quejándose. 

—Luke... sabes que te quiero, pero tú también puedes caminar. 

Suelto una carcajada al ella haber repetido sus palabras, y una falsa sonrisa aparece en sus labios. Luke resopla. 

—Por favor, no seas mala. 

Dejo de prestarles atención cuando alguien coloca la comida al frente mío sobre la mesa. Alzo la mirada, aun sabiendo de quién se trata, y al encontrarme con él me sonríe. Le devuelvo la sonrisa agradeciéndole y toma asiento a mi derecha. Observo una vez más mi bandeja, que sobre ella hay un plato con tallarines, un vaso, una botella, los cubiertos y un pastelito. Tomo éste último, pero en un abrir y cerrar de ojos ya no logra estar en mis manos. 

—Oye... —Lo sigo con la mirada en la dirección que se aleja, y David es el que lo sostiene—. Dámelo. 

Niega con la cabeza. 

—Es para el final —me dice—. Se supone que es el postre. 

Me creo alguna excusa. 

—Algunas... algunas personas comen primero el postre..., ¿no lo sabías? 

Me sonríe de nuevo, y sé que no podré salirme con la mía. 

—Tú no eres de ellos. 

Apartando la mirada, siendo más que consciente que no podré quitárselo ahora, tomo el tenedor. Lo llevo a mi plato y de reojo lo diviso haciendo exactamente lo mismo, después de dejar lo que me ha sacado sobre su bandeja. A continuación, los seis almorzamos en silencio. Yo soy la primera en acabar. Cuando ellos ven que también estoy terminando mi refresco, cosa que no suelo hacer muy seguido, se miran entre sí. 

—¿Qué? —inquiero, dejando el vaso vacío al lado de mi plato. 

—Nada —responden tanto Luke como Christopher al unísono. Los demás sólo hacen de cuenta no haberme escuchado. Bueno... excepto David. 

—Ten —me dice entonces, extendiendo el pastelito. Yo lo tomo, dudando en si realmente quiero comerlo ahora o no, aunque me digo que no perderé nada si lo hago. 

Le doy un mordisco, y de inmediato todos los de la mesa voltean en mi dirección. Me observan, mientras yo me remuevo incómoda, y una vez que logro tragar, les pregunto: 

—¿Y ahora qué les pasa? 

—¿Acaso no podemos mirarte? —inquiere Chloe, que todavía sigue con su ridículo disfraz, aunque de más está decir que sin la cabeza. 

—No —contesto. 

Intento, encogiéndome de hombros, que no me noten diferente. No me gusta eso de comer y que estén sin quitarme los ojos de encima. Después de todo, no soy la reina o algo así. Deberían meterse en sus asuntos más seguido. 

Procuro ignorarlos a los cinco durante los siguientes segundos. Acerco el pastelito a mí una vez más, aunque me detengo. Algo en él llama mi atención. Lo aparto de mi rostro, mirándolo, y veo que brilla. 

—David, ¿me ayudas? —le pido, no mucho tiempo después, al saber que no puedo sacar eso de allí yo sola porque necesitaré ambas manos. 

—Claro —contesta haciendo su plato a un lado, y con la mano izquierda toma aquel pequeño destello. Tira hacia arriba, mientras me pesa su mirada, y logro tener instantes más tarde una cadena delante de mis ojos. 

Enarco una ceja. 

—¡Fue mi idea, agradéceme! 

—Cállate, Chloe —responde Victoria con los dientes apretados—. Todavía no entendió lo que es. 

Una parte mía quiere gritar para que se callen las dos, aunque no digo nada. Dejo el pastel en una servilleta, y me vuelvo hacia David. Él deja sobre mi palma el colgante para que yo lo tomase, y una vez que está entre mis dedos lo observo por un largo rato. Veo el dije que cuelga de la cadena plateada, e intento adivinar de qué se trata. Una vez que lo consigo, sonriendo apenas, susurro: 

—Una luna... 

Alzo la mirada para encontrarme con David y él me sonríe de vuelta. 

—¿Te gusta? —inquiere entonces. 

Abro la boca para responder, aunque me quedo sin palabras. No lo comprendo. Deseo preguntarle qué significa por más que me guste tanto, y cuando mi entrecejo se frunce eliminando mi sonrisa él guarda una de sus manos en el bolsillo de su pantalón. Mis ojos se desvían hacia aquel lugar, haciéndome olvidar lo que debo decirle, y de allí saca una cadenita más. Busco el dije con la mirada, y al verlo creo comprenderlo un poco mejor: es un sol. 

Tras unos segundos, noto que en realidad no le veo sentido. Así que, sintiéndome una estúpida, se lo digo: 

—Perdón, pero no entiendo. 

Al contrario de lo que me esperaba, las comisuras de sus labios se elevan más, enseñándome una nueva sonrisa, y habla de nuevo: 

—En las vacaciones, un día antes de ir a cenar a tu casa por primera vez, junto con Victoria fuimos al centro comercial porque necesitábamos algunas cosas. Cuando ella los vio, pensó que sería buena idea que te regalara uno a ti y que el otro me lo quedase yo. Al principio tampoco comprendía por qué exactamente un sol y una luna, pero después de comprarlos entendí que lo dijo por lo que nosotros somos... 

»Bueno, se supone que el sol representa lo positivo, y la luna lo negativo. Ambos iluminan, pero cada uno a su manera... Son independientes, pero si te pones a pensar, uno no existiría como tal si el otro tampoco lo hiciera. Es algo raro, y tal vez pueda tener otro significado o algo así, pero me gustó y me pareció que a ti también te gustaría. 

Sin responderle siquiera, sin saber tampoco qué pensar al respecto, me inclino hacia la derecha. Al estar a apenas un suspiro de poder besarlo, seguramente esperando a que estuviésemos a esa distancia, la voz de Luke me lo impide haciéndome sobresaltar y que me apartara de David. 

—Pitufa, tú no le hagas caso —es lo que dice—. La mitad de su hipótesis está mal... En realidad, si uno no existe; el otro sí lo hará. Sólo con la diferencia que se sentirá incompleto..., y con ello no será feliz para nada... No lo será sabiendo que su opuesto no está junto a él. ¿Verdad? 

—Prácticamente es lo mismo —comenta Victoria, queriendo corregir a su novio—, porque de todas formas no podrá vivir como lo hace sin el otro... Está bien, sí lo hará, vivirá, pero su existencia no tendrá sentido al no tener a su opuesto presente. Uno desea algo del otro... La luna depende del sol, tanto como el sol la necesita a ella. 

—¿Ves, mi amor? —pregunta él, a mi lado, haciéndome girar en su dirección—. Victoria lo dijo, te necesito a mi lado. Haré lo que sea para no dejarte ir jamás... Luego de meses logré estar contigo, y no voy a permitir que te alejes de mí tan fácil. 

Pienso en mí y todas esas veces que me he propuesto exactamente lo mismo; todas esas veces que me he propuesto no dejar que se apartase porque sabía que valdría la pena tenerlo conmigo. 

—Yo no me iré —le aseguro, al borde de las lágrimas, aceptando que realmente ha valido cualquier pena todo esto—. Sólo espero que tú tampoco lo hagas... —Sonrío, y parpadeo reiteradas veces para no llorar—. Sabes que, si lo haces, tendrás que despedirte de tu rostro bonito para siempre. 

Escucho que Luke se ríe, aunque no le hago caso. Sin embargo, una voz me regaña momentos más tarde: 

—Natalie, ¡tenías que decir algo más romántico! 

—Cállate, Chloe —repite Victoria. 

—Pero... —se queja, y por más que no esté viéndola a ella podría apostar a que está haciendo puchero como niña pequeña—, pero... ¡antes Cenicienta tiene que darme las gracias! ¡Yo le he dicho a Dumbito que había que esconderlo en el cupcake! ¡Agradéceme y me callaré, agradéceme! 

Me digo que es momento de hablarle observándola a ella y no a mi novio. 

—No voy a hacerlo —contesto, cerrando mi mano en un puño con el colgante dentro de él—. Porque, ¿qué habría ocurrido si lo hubiera mordido? Me quedaba sin dientes. O, peor aún, ¿si lo hubiese tragado? 

—Eso no pasó, así que no te quejes. 

—Ese no es el punto. Pudo haber pasado, y lo sabes. 

Como sabe que tengo razón, no dice algo más. Los demás siguen con lo suyo, diciéndonos nada a nosotros dos, y le quito a David su colgante por unos momentos. Contemplo el sol dorado, ladeando la cabeza, y lo hago a un lado después. Limpio con una servilleta los restos de pastel de mi cadena, y él deja una mano sobre la mía cuando estoy por tomar de nuevo la suya. Frunzo el ceño, aunque no digo nada. David toma el dije del sol, dándolo vuelta, y veo que allí hay una inscripción. 

«Te amo...» 

Antes que pudiese pronunciar la más mínima cosa, me quita el colgante de entre mis dedos, permitiéndome leer lo que dice detrás: 

«... a la luna y de regreso.» 

De nuevo, no sé qué decir. Sólo observo mi mano temblorosa, aquella que sostenía su regalo, y muerdo mis labios preguntándome qué se supone que espera que conteste. La verdad es que no lo esperaba en absoluto, y creo que eso ha hecho que no tuviese idea de qué contestar. Tampoco es que yo diga cosas bonitas todo el tiempo... 

—Yo... —comienzo, dubitativa, a la vez que deja el collar una vez más sobre mi mano derecha—. Yo... uhm... —Carraspeo—. No era necesario. 

Se ríe apenas, ante lo que encuentro por fin algo coherente para decir: 

—No, es en serio. No debías comprarlo... signifique lo que signifique. 

Se encoje de hombros. 

—Ese día con Victoria habíamos acordado ir a comprar —comenta—. Ella para Luke y yo para ti. Solamente por ello salimos, ya que ambos queríamos algo para ustedes... —Desvía su mirada hacia Crawley, y cuando sus ojos se posan en mí otra vez, se acerca a mí para susurrar—: por su cumpleaños número diecisiete, y también por nuestro noviazgo. Si es que aceptabas, claro. De todos modos, todos decían que era difícil que no aceptases. 

Yo opino lo mismo: habría sido más que difícil negarme. 

—En el hospital te había dicho que no les pedía regalos a mis novios —replico—. Te había dicho que no quería que me compraran nada. 

—Pues, yo quería hacerlo. —Se propone eliminar aquellos centímetros que distan entre nosotros, y besa mi mejilla. 

No tengo otra opción más que seguir aceptando. 

—Gracias, entonces —digo—. Pero no era necesario, y no me cansaré de decírtelo, David. 

Me sonríe una última vez, antes de contestar. 

—No hay de qué. 

Suelto mi collar, dejándolo caer sobre la mesa roja, y aun estando sentada arrastro la silla por el suelo hasta quedar más cerca de él. Cuando su asiento ya choca contra mi silla reposo la cabeza contra su hombro, y sin mirar hacia abajo busco su mano con la mía. 

—Te quiero, David. 

—Yo no —contesta, provocando que el aire quedase atorado en mi garganta y levantara la cabeza de inmediato para poder mirarlo a los ojos. Las comisuras de sus labios tiran en una sonrisa, bajo todo pronóstico, aunque pareciera que él esté intentando todo lo contrario—. Yo no te quiero, te amo. 

Suelto un suspiro, más que aliviada. 

—Me asustaste, imbécil. 

Regreso a la misma posición de hace unos segundos, y él le da un apretón a mi mano que sostiene. 

—Lo siento, pero no había terminado de hablar... 

«Claro.» 

—Está bien... —respondo, viendo cómo Chloe intenta apartarse el cabello de la cara con el disfraz cubriéndole las manos. Me pregunto cómo ha hecho para comer así—. Luego de lo que has hecho hace unas horas, soy capaz de perdonarte todo... 

—Me alegra mucho que te haya gustado. 

Aparto la mirada de Winnie Pooh, y sonrío al darme cuenta que ésta es mi oportunidad. 

—David, yo no dije que me gustó. 

Me contengo para no reírme y arruinarlo todo. 

—Ah, ¿no? —inquiere, y lo noto un poco desanimado. Sólo un poco. Continúa, y por su tono presiento que en realidad está sonriendo—. Entonces... ¿eso quiere decir que te encantó? 

Bufo. 

—Contigo no se puede jugar. 

Se ríe, y vuelvo el rostro hacia él mientras tanto. Observo sus lunares, y recuerdo lo que he pensado sobre ellos meses atrás: brillantes estrellas en un oscuro cielo. Lo cierto es que ahora eso no tiene tanto sentido, si tenemos en cuenta que David Janner es el sol. De todos modos, sus lunares no dejarán de ser tan especiales para mí. 

Levanto mi cabeza una vez más. Sin prestarle atención a lo demás, dirijo mi mano hacia su rostro. Con las yemas de mis dedos trazo las líneas invisibles que unen cada uno de aquellos puntos, los únicos que desearía que existiesen en nuestra historia, y me detengo cuando llego a su frente. Parpadeo un par de veces, y cuando pienso retomar, me encuentro con sus ojos cafés. Me digo a mí misma que si me preguntasen por qué me he enamorado de él, la respuesta es bastante fácil después de todo. Soy la luna, y mí me encantan las estrellas. Suelo estás acompañada de ellas. Si bien no sería apropiado indicar que sus lunares lo son, ¿qué decir de sus ojos? ¿Qué decir del universo que he encontrado en ellos tras todo este tiempo? 

Me ruborizo, ante lo que me permite contemplar una vez más aquella sonrisa tan maravillosa. Musito, sólo para él, que lo amo. Que lo amo con todo mi resplandor; con toda aquella luz que David y nadie más ha podido apreciar de verdad. Que lo amo como nunca y que lo amo como a nadie. 

Y lo beso. Lo beso, sintiéndome en otro lugar; pero junto a él. Lo beso, mientras un par de lágrimas silenciosas se deslizan por mis mejillas sonrojadas, y diciendo nada y todo al mismo tiempo, se lo agradezco. Le agradezco todo lo que ha hecho por mí, le agradezco por haberme ayudado a encontrar lo que me hará feliz por sobre todo lo demás. Le agradezco por permitirme ser parte de su vida, y por ser parte de mí también. 

Me aparto pocos segundos después. Froto mis ojos, limpiando al mismo tiempo las lágrimas que dejaron rastro sobre mi piel con ayuda de David, y suelto un suspiro. Reposo mi cabeza sobre su hombro izquierdo una vez más, encontrándome con nuestros amigos viendo en esta dirección, y veo que Luke está por decir algo. Cierra la boca enseguida, tragándose el comentario. Escucho una risita tonta proveniente de Chloe Bewster. 

—Son tan lindos —dice. 

Decido dejar de pensar en ellos. 

Busco la mano de David una vez más para entrelazarla con la mía, y desde mi sitio miro el colgante que se encuentra sobre la mesa. Pienso en decirle de nuevo que es demasiado, que no puedo aceptarlo, pero también pienso en que él no aceptará que me niegue. Lo consiguió pensando en mí. No quiero que crea que no lo valoro o algo así, pero simplemente no me gusta que al ser mi novio crea que está en obligación a comprarme cosas. 

Lo suelto minutos más tarde. Extiendo mi mano hacia el regalo, y una vez que lo tomo se lo doy a David. Lo mira, enarcando una ceja, aunque no lo agarra. Me pregunta qué ocurre, y le contesto con otra pregunta: 

—¿Podrías ponérmelo, por favor? 

Media hora más tarde, cada uno con su pequeña parte de sí alrededor del cuello y bajo la clavícula, balanceando nuestras manos, caminamos dejando el comedor detrás. Él me guía hacia uno de los tantos pasillos en completo silencio, y nos detenemos a la mitad, delante de la puerta de Física. 

—¿Qué hacemos aquí? —inquiero, viendo la madera con los ojos entornados, y David tira apenas de mi brazo sentándose en el suelo. Yo lo imito mientras me ayuda, agradeciendo a mi yo del pasado por haber decidido traer al internado tras las vacaciones pantalones cortos para usar debajo de la falda. 

—Pues... aquí nos conocimos —contesta—. ¿Lo recuerdas? —Asiento con la cabeza, con aquel día haciendo presencia en mi memoria—. También estuvimos en este lugar juntos el día en el que supuestamente te expulsaban. Te pregunté si podía besarte... Tú habías dicho que no. 

Recuerdo eso también. 

—Tú sabías que no me iba a ir... —le respondo, queriendo regañarlo—. Y, sin embargo, pediste que te besara poniendo como excusa que horas después ya estaría fuera. Eso no se hace. 

—Por lo menos pregunté si podía hacerlo, y no te robé el beso como realmente quería. 

—No lo has hecho por miedo a lo que podría haberte dicho después. 

En su lugar yo habría tenido muchísimo miedo, sabiendo cómo era capaz de reaccionar ante semejante cosa. De todos modos... en ese entonces David me gustaba. No lo quería aceptar, pero me gustaba y mucho. No estoy segura cuánto es que me habría enfadado que me besara. 

—Sí, creo que lo conté una vez ya... y, si te hubiese besado, te habría perdido sin siquiera tenerte. 

—Y si no me tenías... —empiezo, para hablarle de acuerdo a lo que he pensado hace menos de una hora atrás—. ¿Me explicarás por qué tuviste que gastar tu dinero en algo para mí? La primera vez usaste de tus ahorros para que siga en este lugar, era esa misma vez que me iban a expulsar. 

—Es una pregunta estúpida —indica—. Sabes que en ese entonces ya estaba enamorado de ti, y quería hacer lo que fuera para impedir mantenerte lejos. No te amaba tanto como ahora, así que puedo llegar a hacer mucho más que eso y lo sabes. 

—De todas formas, no debías gastar ese dinero. 

—Sí... Bueno, tal vez no debía; pero sí quería. No debía porque aquello estaba destinado al viaje hacia Estados Unidos con Dylan que iba a tener lugar el año que viene, después de mi cumpleaños número dieciocho. Él quiere conocer a nuestra hermana, y yo a mi sobrino. Nuestro sobrino. 

—¿Sobrino? —pregunto, sonriéndole de repente—. ¿Alisson tiene un bebé, David? ¿En serio? 

—Sí..., ¿no te lo había dicho? 

—No. 

—Oh... lo siento. Creía que eso sí lo sabías... De todos modos, ahora está esperando uno más. Dejé de lado mi oportunidad para conocerlos y reencontrarme con ella para estar contigo. Era ese momento o nunca. 

—Pero... —«¿Cómo has podido hacerlo, Janner? Entre tu familia y yo, ¿por qué yo exactamente?»—. Dyl debe tener muchísimas ansias de conocerla..., y tú de verlos también..., y, y... —Niego con la cabeza, dejando que la felicidad vaya yéndose de a poco. Esto es terrible—. No; David no, no lo tenías que hacer... Aun así, a ver, dime, ¿tienes el dinero suficiente para ir? 

Me dedica una sonrisa, y eso hace que pudiese soltar un suspiro de alivio. No quiero ser una traba ni nada que se interponga en el medio. 

—No, no lo tengo —dice entonces, haciéndome soltar su mano antes de gritarle: 

—¡DAVID! 

—Sí, bebé; yo también te quiero —contesta, tomándome el pelo. Es un imbécil. Lo adoro, pero es un imbécil—. Mucho, mucho. 

Suspiro. 

—Supongo que... bueno... que tendré que pedirle a mi abuela que venda mis libros... para..., para devolverte el dinero. 

Alza una ceja. 

—Haz lo que quieras, pero no lo aceptaré. 

—¿Por qué no? Porque deberías... 

—Porque mientras estés conmigo... —Toma mi mano otra vez—, no necesitaré otra cosa. Ni dinero, ni otra chica, o regalos... Sólo te necesito a ti. Sólo necesito y quiero estar contigo, Natt. 

No puedo estar enojada con él. 

—¿Sabes? —Me acerco un poco más a David, hasta que ambos podemos reposarnos contra la pared del pasillo número cinco—. Aun no entiendo qué fue lo que hice para merecerte. 

Y es la verdad. ¿Cómo yo, Natalie Hofmann, podría tener al novio más cariñoso, romántico y protector; siendo tan lenta, estúpida y negativa? Es un misterio bastante grande, y realmente me siento muy afortunada de tenerlo a mi lado, sin siquiera saber la razón. Lo único que espero es que más hombres sean como él y dejen de existir esos imbéciles que lo único que hacen es desperdiciar oxígeno. 

—Pues... ser tú. 

—No lo entiendo, eso no tiene sentido. 

—Sí, lo tiene. —Permanece, al igual que yo, observando nuestras manos unidas por unos momentos. Cuando yo lo miro a él, se toma unos segundos antes de verme también—. Me enamoré de ti por ser de la manera que eres, no por lo que esperaba que fueras. Puedo asegurarte, con una mano en el corazón, que hasta en tu modo amargada te quiero. 

Lo suelto una vez más, frunciendo el ceño. Él me mira sin comprender qué es lo que me molesta. Así que cuestiono: 

—¿Quieres decir que soy una amargada? 

Sus labios forman una ligera sonrisa. 

—Sólo a veces. No siempre, pero dije que de igual manera me gusta. 

—¿Te gusta que sea amargada? 

—En realidad no tanto, aunque me gustas tú; y mientras te quiera también querré cada parte y faceta de ti. 

—Eso no tiene sentid... 

Me interrumpe para decir: 

—Mi amor, cuando uno está enamorado no muchas cosas tienen sentido. 

Cuando me encuentro con sus ojos nuevamente, recuerdo todo aquello que he hecho en la cafetería. Desde tocar sus lunares y contarlos, viéndolos embobada, hasta perderme en su mirada como es costumbre. Por esa misma razón, no permitiendo que corriese demasiado tiempo, volteo para que no pudiese fijarse en lo que está ocurriendo. 

—¿Te estás sonrojando? —pregunta lo obvio, y doy por sentado que sonríe como nunca. Quiere burlarse de mí, estoy segura. 

Yo lo ignoro. 

—Natt... —No dándose cuenta que no quiero dirigirle alguna palabra me llama, y envuelve mi mano derecha con las suyas—. Me gusta cuando te transformas en un tomate..., te ves hermosa. 

Giro de repente. 

—¿Acaso estás diciendo que soy una fruta? 

Mi voz ha logrado demostrar lo que ha provocado en mí una frase que cualquiera podría denominar insignificante, y él al notar que estoy enfureciéndose contesta, tropezándose con las palabras: 

—No, no, no. Yo no. No... A lo que quería referirme, es a que... que, al estar ruborizándote, PARECES un tomate... pero no lo eres. Claro que no. 

Entorno los ojos. 

—¿Crees que soy comestible? 

Lo único que falta es que me conteste «No me molestaría morderte y comprobarlo de esa manera» para que me vaya corriendo luego de darle una bofetada. No me gusta para nada, y mucho menos cuando estamos de lo más bien y suelta alguna estupidez. 

—No interesa —dice en respuesta—. Lo importante es que eres hermosa. 

Pongo los ojos en blanco, no queriendo dar tan pronto mi brazo a torcer. 

—Lo repites siempre, ¿no te cansas? 

—No. Me gusta decírtelo. Es mi pasatiempo favorito. 

Como en un abrir y cerrar de ojos el pensamiento de que mi pasatiempo favorito es contemplar su rostro (pero más que nada sus ojos y aquellos lunares) pasa por mi mente, y es inevitable no sonrojarme una vez más. Él, para evitar algún tipo de problema, permanece en silencio. De todas formas, noto que quiere hablar sobre eso desde que estábamos en la cafetería con todos los demás interfiriendo. 

En voz baja, de manera a penas entendible, digo: 

—Quince. 

David, intentando que lo mire a él y no a la pared, pregunta: 

—¿Qué? 

Carraspeo. 

—Quince. Quince lunares he podido contar..., del lado izquierdo..., después me perdí. 

Siento cómo el rubor de mis mejillas se hace más notable, y ya no puedo soportarlo más. Nunca me he sonrojado de esta manera al frente suyo. 

—¿Has contado mis lunares? 

Rodea mis hombros con su brazo, y dejo mi cabeza contra la suya sin permitir que me viese. 

—Pues... eso estaba haciendo. 

«Dios mío, qué vergüenza. ¿Qué clase de persona cuenta lunares? Me tomará de psicópata o algo parecido.» 

—¿De verdad? —inquiere—. ¿Quieres seguir ahora? Yo te dejo que lo hagas. Me gusta que lo hagas, también. 

—Bueno... creo..., creo que no es necesario. Estoy bien así. 

—Vamos, hazlo —me anima—. Yo cerraré los ojos, si es que te molesta que te esté viendo mientras tanto. 

—Tienes demasiados —contesto, como excusa. 

—Sí, es verdad... —acepta, y lo miro de soslayo—. Aun así, no podrás contarlos todos ahora. No tengo sólo lunares en el rostro. 

Una vez que calla, me encuentro con su mirada. Por mi expresión se pone a pensar en lo que ha dicho, y mientras el color no abandona mis mejillas en ningún momento, murmura: 

—Oh... 

Y se ruboriza también. 

☀ ☀ ☀ 

Desde antes de abrir los ojos me imagino lo que está ocurriendo. Tampoco es que se necesite verlo para corroborar que se trata de Natalie. De todas formas, con una sonrisa, entreabro los ojos un poco. Inclinando apenas mi cabeza hacia adelante puedo observar hasta los pies de la cama. 

Sus piernas están enredadas a las mías. Su brazo enyesado se encuentra reposado al lado de mi cabeza, con su mano derecha hizo un puño tomándome del hombro, y su cabeza está sobre mi pecho. Ya entiendo por qué ha estado insistiéndome tanto anoche con que me quedase. 

Intento removerme, aunque temo hacerle daño. O que termine golpeándome a mí con la escayola en la cabeza. 

—Natt, despierta... —murmuro, digiriendo una de mis manos a su cabello. Lo hago a un lado para destaparle la cara, y la llamo una vez más—. Natalie, mi amor... vamos, arriba... 

Lo único que escucho después, es su profunda respiración. 

«¿Cómo es que puede estar durmiendo cómoda así?» 

Muy despacio estiro mi brazo hacia la mesa de luz, ya que allí está mi celular junto al suyo. Lo tomo y reviso la hora. A pesar que sea sábado, hoy también tenemos que presentarnos a asignaturas. Especialmente a la de Italiano, porque hoy haremos nuestra interpretación. 

—Van a ser las siete —digo, más alto—. Ya despierta. 

Recibo un gruñido como respuesta. 

—Si no te levantas, mi amor, no volveré a quedarme cuando me lo pidas. 

No demora levantando la cabeza para mirarme a los ojos. Con voz adormilada, contesta: 

—Ya estoy despierta. 

Suelto una carcajada. 

—Sí, me di cuenta. 

Ella vuelve a recostarse como si mi cuerpo fuese su colchón. 

—¿Cómo dormiste? —quiere saber. 

—Excelente. Aplastado por mi novia. 

Farfulla algo después, muy despacio, aunque no se lo entiendo. Después, de forma más clara, dice: 

—Por si no lo notaste... no quería permitir que te escaparas. Otra manera no encontré para que no te levantes. 

—Aun así, no iba a irme —respondo, recordando que ayer por la noche le dije que no nos convenía que me quedase de nuevo porque Mathias notaría que no estaba yendo a mi recámara y, por más que tenga cara de estúpido, no significa que lo sea realmente—. Me gusta dormir contigo. A pesar de todo. 

—Suelen decírmelo... 

Ante aquellas dos palabras, enarco una ceja. 

—¿Disculpa? 

—Sí —contesta, aunque distingo una risa de por medio—. Mi mejor amigo y mi novio me lo dicen. 

No tiene gracia. ¿De qué se está riendo? No es gracioso en absoluto. 

—Levántate —le pido entonces, deseando no ser tan duro con ella—. Debo irme, Natalie. Levántate, por favor. 

Pero no obedece. 

—No voy a hacerlo... ¿Qué es lo que te pasa? Cuando estás enfadado me dices «Natalie». 

—Pues, ¿qué te parece? No creí que irías con Luke Crawley cuando él tiene novia —espeto, arrepintiéndome un poco después, aunque conteniéndome para no ponerme a forcejear contra ella ahora. «Vamos, levántate.» 

—¿Que yo qué? 

Alza la cabeza una vez más, y como si realmente fuese divertido, se empieza a reír. ¡A reír! 

—A ver, mi am..., Natalie. A ver, Natalie, ¿cuál es el chiste? 

—Piensas... piensas que yo... que yo... estuve, ¿con Luke? Ay, ¡no! ¡Qué asco! ¿Cómo puedes creer esas cosas? Prefiero hacerme amiga de tu ex. 

«Bueno... no es algo bueno exactamente, pero yo también preferiría eso.» 

—¿Entonces quién es tu mejor amigo? ¿Eh? No dudaré en ir y romperle la cara, ¿te hizo algo durmiendo contigo? —Llevo ambas manos a sus hombros para poder apartarla de una vez, y es ahora cuando deja de reírse. No hace más que mirarme a los ojos con una sonrisa y los ojos apenas abiertos al acabar de despertar. 

Después, con aquella misma expresión sonriente suya, dice: 

—Hablaba de ti, tonto. 

Y yo no lo comprendo del todo. 

—¿De mí? 

—Sip. La única persona con la cual he compartido cama durante el último tiempo fue contigo. 

—Ah... 

Sin poder evitarlo, agradeciendo que haya sucedido tan rápido todo, suspiro más que aliviado. Soltando sus hombros, acaricio una de sus mejillas después y dejo los brazos detrás de mi cuello—. ¿Sabes? Creí que me convertiría en un asesino siendo menor de edad. 

—Pues, qué poca confianza me tienes... —contesta, a mi parecer queriendo lucir enfadada, aunque no le sale—. Y Luke jamás será mi «mejor amigo». Es un imbécil. Siempre lo serás tú. 

—No es desconfianza... Pero pensé que... 

—Mejor cállate, no quiero pelear. 

Tras decirle que, ciertamente, a mí tampoco me apetece pelear a las siete de la mañana, me disculpo por haber reaccionado de esa manera. Dice que ha sido su culpa, y besa mi mejilla para después reposar su cabeza contra mi pecho una vez más. Insisto en que tenemos que levantarnos, y acepta a regañadientes. Dice que sigue con sueño. 

—Tenías que dormirte temprano... —le reprendo—. Después de mí, ¿qué tan tarde decidiste que ya era hora de intentar dormir? 

Se pone de pie, y se encoge de hombros. 

Comento, en voz baja: 

—La verdad es que no sé qué estuviste haciendo en vez de eso... 

Va hacia su armario para tomar el uniforme, y mientras camina hacia el baño creo haber visto que se ha sonrojado. Sonrío antes de ir lo más rápido posible a mi cuarto, ya que aquí no tengo nada de lo que necesitaré para hoy. 

☀ ☀ ☀ 

Después de haberme dado una ducha y prepararme para clases, la espero en el corredor. No mucho tiempo más tarde la veo corriendo hacia donde me encuentro, y juntos vamos hacia el elevador. Luego de cinco minutos ya estamos los seis en el comedor; cada uno ocupado con la letra de la canción que se le asignó para la interpretación, ya que a todos nos preocupa olvidarnos o decir mal alguna parte. Al ser en otro idioma, está de más decir que es muchísimo más complicado. 

En el transcurso de la semana la he practicado bastantes veces, aunque Natt no la sabe muy bien. Sabe más italiano que yo, pero repite todo el tiempo que no sabe cantar y que por ello lo arruinará todo. Según ella, eso le quitó las ganas de querer ensayarla por más tiempo conmigo durante los últimos días de vacaciones. 

Sé que lo haremos bien, sólo que ella es la que piensa de manera negativa. No es novedad, lo sé, lamentablemente lo sé... Si Natalie supiera lo que también estuve haciendo durante todo este tiempo... creo que dejaría de estar tan preocupada por pensar que reprobaremos. También le preocupa muchísimo el tener que tocar la canción con una mano sola. 

Empezamos y terminamos nuestros desayunos tarareando en voz baja. Al terminar, cada uno con sus pertenencias nos dirigimos a la sala de Música donde el profesor Miller y la profesora Maroni están esperando a que todos ingresemos para comenzar. 

Vemos pasar, diez minutos más tarde de ubicarnos, a cada dúo para presentar su canción, y es bastante aburrido. Por el rabillo del ojo la noto a Natalie cabecear porque de seguro está por dormirse, y cuando decido pasar un brazo alrededor suyo en lugar de sujetarle la mano para que no pueda caerse, es cuando escuchamos pronunciar nuestros apellidos. 

—Joder, es nuestro turno... —susurra, después de ver lo que nos rodea y comprender dónde estamos, y se pone de pie arrastrándome consigo hacia el frente del salón. Suspiro. 

Ambos profesores están sentados a unos metros de nosotros, a la derecha. 

—¿Canción? —cuestiona la mujer, con un bolígrafo y unos cuantos papeles en las manos. 

—All'improvviso —contesto mirando a mi novia, ya que está realmente muy nerviosa. Le doy un apretón a su mano para que se tranquilice, porque sé que todo saldrá bien. 

—¿Instrumento? 

Ahora ella es la que responde. 

—Piano y guitarra. 

Sin embargo... 

—No —interrumpo, sin dejar de observarla—. Sólo piano. 

Aún al tener sus dedos entrelazados a los míos, la llevo hasta el órgano y mientras tanto Natt me pregunta en susurros qué ocurre porque no logra comprender nada de nada. No le contesto todavía. 

Al soltarla, ella se sienta del lado derecho del banco y yo al izquierdo. El profesor asiente con la cabeza para permitirnos empezar, y llevo una de mis manos a las teclas, mientras que con la otra sostengo sus dedos del brazo fracturado. Me inclino hacia su rostro rápidamente para besarla y luego, con tal de que solo ella pudiese escucharme, murmuro: 

—Tú, mano derecha. Yo, mano izquierda. Saldrá bien, te lo prometo. 

Asiente de una manera apenas perceptible con la mirada perdida en un punto fijo del instrumento, y segundos después comenzado la canción. Sí con cierto temor a no coordinar, pero al ir avanzando y lográndolo sonrío. Empiezo con la letra, para que ella pudiese unirse más tarde. 

«All'improvviso le scale» De repente, las escaleras. 
«Che portano indietro» Que llevan atrás. 
«Non sono più basse di quelle che vedi» No son más bajas que aquellas que ves. 
«Non c'è una ragione» No hay ninguna razón. 
«Per fare rumore» Para hacer ruido. 
«Sperando di andarcene in punta di piedi» Con la esperanza de salir en punta de pies. 
«Di cosa son fatte» De qué están hechos 
«Le nostre paure» Nuestros miedos. 
«Di grandi incertezze» De grandes incertidumbres. 
«Di grandi segreti» De grandes secretos. 
«E luci nel cielo» Y luces en el cielo. 
«E vecchie soffitte» Y viejos desvanes. 
«Di compiti in classe» De los trabajos de clase. 
«Di giorni migliori...» De días mejores... 

«All'improvviso gli accenti cadono» De repente, los acentos desaparecen. 
«Finisce il caffè» Termina el café. 
«Le tende che filtrano vita» Las cortinas que cortan la vida. 
«Un'ombra sul viso, un grido di guerra» Una sombra en la cara, un grito de guerra. 
«Tifiamo da sempre la stessa partita» Seguimos el mismo juego. 
«Un filo ci unisce» Un hilo nos une. 
«Il fiato si spezza» Las barreras se rompen. 
«Non basta una mano» No basta una mano. 
«Uno schiocco di dita» Un chasquido de los dedos. 
«Ma dimmelo adesso» Pero dime ahora mismo. 
«Se è giusto o sbagliato» Si es correcto o incorrecto. 
«Qui non c'è nessuno che dice "è finita"» Aquí no hay nadie que diga que "se acabó". 

«Non dimenticherò» Pero no te olvidaré. 
«Forse mi mancherai» Tal vez me harás falta. 
«Sai che a volte un addio è solo un ciao» Sabes que a veces un adiós es sólo un hasta luego. 
«Mi preparo così» Me preparo bien. 
«A chiederti come stai» Para preguntar cómo estás. 
«Con un filo di voce ti dico ciao» Con un hilo de voz te digo hola. 

«Scrivo seguendo le righe» Escribo las siguientes palabras. 
«Un foglio di carta ed un nuovo vestito» Una hoja de papel y un nuevo vestido. 
«Ancora in ritardo» Todavía pendiente. 
«La musica in cuffia» La música en los auriculares. 
«Si mischia nel freddo di questa mattina» Se mezcla con el frío de esta mañana. 
«Un piede è un passo» Un pie es un paso. 
«Diventa poi viaggio» Se convierte en un viaje. 
«Il tempo che sputa minuti all'indietro» El tiempo escupe minutos del pasado. 
«Il cuore somiglia ad un mappamondo che gira da fermo» El corazón se parece a un globo que gira quieto. 

«Non dimenticherò...» No te olvidaré. 
«Forse mi mancherai» Tal vez te echaré de menos. 
«Sai che a volte un addio è solo un ciao» Sabes que a veces un adiós es sólo un hasta luego. 
«Mi preparo così» Me preparo bien. 
«A chiederti come stai» Para preguntar cómo estás. 
«Con un filo di voce ti dico ciao» Con un hilo de voz te saludo. 
«Ma il mio fiato si rompe, amore, ciao» Pero mi aliento se rompe, amor, adiós. 

«All'improvviso sei sveglio» De repente estás despierto. 
«Si accende la luce» Se enciende la luz. 
«Rimane il ricordo di scene confuse» Y queda el recuerdo de escenas confusas. 
«E quel che era ieri» Y lo que fue ayer. 
«Con tutti i pensieri» Con todos los pensamientos. 
«Se ne è andato via...» Se fue... 

«Non dimenticherò...» No te olvidaré... 
«Sai che a volte un addio è solo un ciao» Sabes que a veces un adiós es sólo un hasta luego. 
«Mi preparo così» Me preparo bien. 
«A chiederti come stai» Para preguntar cómo estás. 
«Con un filo di voce ti dico ciao» Con un susurro digo hola. 
«Ma la voce tradisce, amore, ciao...» Pero su voz traiciona, amor, adiós... 

Muy lentamente volteo hacia Natalie. Me encuentro con la misma expresión que he visto en ella cada vez que ha tenido que cantar o hasta leer la letra, y me inclino hacia donde se encuentra para sostener su rostro con ambas manos. Aquella tristeza se desvanece, y me dedica una sonrisa que me encargo de responder al ver cómo su mirada se ilumina cambiando de pronto. 

—¿Estás bien? —le pregunto sin soltarla aún. Ella asiente con la cabeza, y se apresura para eliminar la distancia que nos divide en un corto beso adelantándose a que alguien pudiese interferir. Se levanta del asiento y espera a que yo también lo haga. Al acercarnos a nuestros amigos, Natt sonrió en dirección de los profesores, aunque ellos no le prestan atención por estar tomando notas los dos. 

La única que nos dice algo es Chloe, y sólo es para hacernos ver que está demasiado nerviosa para su gusto. No le tomo importancia, y tomo asiento en mi lugar con ella a mi izquierda. La rodeo con uno de mis brazos. 

—¿De verdad estás bien? —pregunto de nuevo, cuando en los siguientes minutos no emite palabra alguna. 

—¿Por qué hiciste eso...? —inquiere, en lugar de contestar. 

—¿Hacer qué? 

—Fuiste... —Se aclara la garganta—. ¿Durante las últimas semanas fuiste a clases de piano o algo así? 

Me encojo de hombros, pareciéndome algo no muy importante. 

—No. 

—Entonces, ¿me explicarás qué fue eso? 

«Mierda...» 

—¿Estás..., enojada? —cuestiono, con un poco de miedo, y su entrecejo se frunce ante aquella pregunta. 

—¿Qué? No, claro que no. De hecho, todo lo contrario... Aun así..., no debías hacerlo, David... 

Ruedo los ojos. Ya me está cansando. 

—Para ti todo lo que hago está de más —señalo—. Quiero que valores lo que hago y no que estés quejándote todo el tiempo o que digas que no fue necesario. Sabía que te pondrías mal por no poder tocar, y no me pareció mala idea aprender piano para que eso no suceda... Mira, los profesores ni siquiera nos regañaron por ello porque no dejó de ser trabajo en equipo; por más de que tú no supieras que esto ocurriría. 

Chasquea la lengua. 

—No es que me queje... De verdad. Me gusta mucho lo que has hecho, pero hay veces que haces cos... 

—Dejemos el tema aquí, no quiero terminar enojándome contigo. 

«Sería el colmo.» 

—Está bien... Lo siento, no quise pelear ni nada... Perdóname. 

En lugar de responderle procuro prestarle atención a la siguiente pareja, que está al frente de la multitud. Minutos más tarde, cuando están acabando y me estoy aburriendo de nuevo, siento que deja su cabeza sobre mi hombro. Entonces me doy cuenta que no puedo permitirme seguir molesto con ella por una cosa como esta; así que con el brazo que está de su lado rodeo su cintura, intentando atraerla un poco más a mí. 

Bajo el sonido de los instrumentos, murmuro: 

—Te perdono, mi amor. 

La oigo reír por lo bajo, y disimulo no haberlo escuchado cuando, haciéndome sonreír al mismo tiempo, dice: 

—Eso fue rápido... 

☀ ☀ ☀ 

Seis horas más tarde, los charcos de agua consiguen estar constantemente bajo sus pies y ninguno de los dos se preocupa por esquivarlos. Es más, la situación les parece divertida; y mientras corren debajo de la lluvia (desde el parque hacia dentro del internado) no dejan de reír a la vez que se sostienen de las manos, así si uno se cae el otro también lo hace. Sin embargo, cualquiera que los viera se daría cuenta que no lo hacen solamente por eso. 

Su noviazgo, por más reciente que fuese, ha hecho que ambos se convirtieran en más extraños de lo que son usualmente. Especialmente Natalie, aunque a David no le molesta en lo absoluto: esa es una de las razones por las cuales él se encuentra enamorado de ella. No es una persona normal, y parece todo lo contrario a las chicas con las que acostumbraba a salir anteriormente. Típico de oír, lo sé, pero es la verdad y sólo la verdad. 

Antes a su actual novia, solamente había estado en dos relaciones, pero si comparamos a Natalie con ellas las diferencias se notan a larga distancia. 

Una de ellas, Katherine Shern. 

Se la podría denominar la "rompecorazones" por excelencia, a decir verdad. Lo que más le agrada es destrozarlos, demolerlos, pisotearlos y saltar sobre aquellos corazones hasta que no quede absolutamente nada de ellos. 

Lo cierto es que mientras más triste está la gente que no tolera..., más contenta se encuentra ella. 

Mientras más alejado te encuentres de ella..., más te querrá. 

Seas quien seas tú, ella será grosera contigo. Y también la encargada de hacer algo contra ti de ser necesario. Según Katherine, claro. 

¿Vengativa? Podría sorprender, pero la respuesta es un enorme y rotundo no. Bueno... antes. A partir de unos pocos meses es de esta manera, porque antes hacía una cosa tras otra para acabar de una vez. Después descubrió que no obtenía todo lo que quería al continuar. 

«Mejor hacerlo bien una vez y lograr destruir, que dos veces y seguir sin conseguirlo; pareciendo patética e inmadura», repetía ella siempre para sus adentros. Hacerlo bien una vez y lograr destruir, para no desperdiciar más oportunidades y de un sólo tiro matar dos corazones, por así decirlo. Ve innecesario seguir intentando tirarte abajo en un par de ocasiones, cuando puede lograrlo todo en un mismo momento. 

Aun así, como has de suponer, existen las excepciones aquí también. En su único intento de derribar todos los pinos falló, y los que se mantuvieron de pie terminaron burlándose de ella (eso cree ella, por supuesto; no es que sea verdad). Los que cayeron al suelo fueron los que, también según su cabeza, no tuvieron que haberlo hecho bajo ninguna circunstancia y eso los convirtió en unos buenos para nada. 

A partir de aquello desea hacer todo por su cuenta y pensarías que es extraño cruzártela por algún lugar y que esté sola, pero se dio cuenta que mientras más ayuda recibe los resultados menos son los que espera. 

Al tener antes a aquella gente que la ayudaba intentó mantenerse al margen de algunas cosas y piensa al mismo tiempo que por ello nada salió como tanto quería. Y sí, otros llevaban todo a cabo cuando todo con anterioridad había pasado por su mente. Por fuera parece amable con su deslumbrante sonrisa, pero nadie ve la maldad detrás de sus labios; detrás de ella..., detrás de sus intenciones... Detrás de lo que todos los que no la conocen en absoluto suponen observar. 

Y una de esas personas que vio muy (muy) mal, fue David. 

De todas las personas que podrían haber sido... Sí, le tocó a él. 

Lo único que considera bueno de todo aquello, es que por fin logró descubrir por él mismo el significado de la tan famosa y repetida frase «Las apariencias engañan». 

Katherine Shern, su ex novia, es la que intentó matar a la chica que tanto ama, y al mismo tiempo un claro ejemplo para explicar esa oración de tan sólo tres palabras. Y sí, fue ella. Todos han pensado que lo que se llevó a cabo fue bajo los mandos de Ashley Howard, cuando en realidad ha sido la manipulada. 

¿La razón de que fuese Ashley aquella persona y no otra? Simple: nadie soporta a Katherine tanto como ella. Okay, ya no. Eso de ser la rompecorazones se le fue un poco de las manos... Antes de iniciar las vacaciones fue cuando se dispuso a planear todo; no sin antes actuar como una completa zorra y terrible amiga. 

La única que la siguió de verdad luego fue Ashley. Y sí, exactamente bajo todas las reglas que la pelirroja le imponía. La idea era que su grupo (integrado por quienes todos conocemos: Rebecca Williams, Jeniffer Smith, Jefferson Smith, Derek Smith, Mathias Jackman, Peter Courtenay, Luke Crawkey y Sophie Wymer) (Bueno... el sexto y el séptimo ya podría salir de la lista) hicieran lo que Howard les decía, que era lo que Shern quería en realidad. 

Hay que admitir que por más que una le obedeciera a la otra, de todos modos, ambas pudieron hacer de las suyas contra Natalie Hofmann mientras ella no hacía más que pronunciar la palabra amigo cada cinco minutos y comenzar a sentir los síntomas del enamoramiento. 

Una lo dividió en partes durante el transcurso de los días dentro del internado, y la otra durante el transcurso de los primeros momentos fuera del internado. Una quería largarla a la calle, mientras que la otra deseaba enviarla al ataúd sin importar qué. Mentes más retorcidas, imposible. 

Retrocediendo un poco, ninguno de los anteriores mencionados hubiese hecho lo que Katherine pedía por, como ya se ha mencionado apenas, ilusionar y desilusionarlos de una manera que no debería. Para no entrar en detalles, lo único que debes saber es que aparentó ser lo que muchos dicen que es de verdad: una perra. 

No obstante, no está arrepentida ni tampoco se siente una zorra por ello... Es más: busca nuevas víctimas. En realidad... ya las encontró. Lo que sí busca es el momento indicado para actuar. 

Bien. 

Otra de las antiguas parejas de David Janner: Annabeth Johnson. 

Su primera novia. 

Su primer beso. 

Su primera vez en demostrar cómo podría llegar a ser: un imbécil, como todos los demás. 

Él iba a último curso de primaria, y Annabeth fue (es, mejor dicho) un año menor. Aun así, a pesar de eso, ella le gustaba. No la quería, aunque él sí quería quererle, y en ese intento... las cosas no resultaron muy bien para ninguno de los dos. 

No ha sido nada serio, puesto que eran pequeños, y al serlo no se preocupaban en si cometían errores o no lo hacían. Está bien, bueno, David sí, se preocupaba bastante. 

Apenas habían transcurrido un par de años luego que a su hermana, Alisson Janner, le haya sucedido lo que le ocurrió; pero no podía olvidar cuando la había visto llorar y sufrir de esa manera... Él pensó, sintiéndose culpable al mismo tiempo, que a Anna le pasaría lo mismo después que él coqueteara con otra chica sin haber estado en sus planes de verdad. 

A los once años David creía que por eso iría al infierno. 

Lo cierto es que, si lo hizo, fue sin darse cuenta. 

Él bien sabía que a su novia no le agradaría la idea, y mucho menos si se enteraba por otra persona... así que no dudó en ir y contarle. 

—Te he sido infiel —le había dicho así de la nada, cuando ella estaba contándole que no entendía las fracciones. La peor parte, es que eso no ha ocurrido para nada. Mintió sin saber que estaba mintiendo. 

—¿Y qué es eso? 

Luego que le explicara («cuando el novio o la novia está con alguien que no es su novio o su novia»), Annabeth no le dirigió la palabra por un tiempo (ella sabía que cuando una chica estaba enfadada con un niño, hacía eso; entonces también quiso hacerlo) cosa que a David no le gustó..., dentro de los siguientes tres días. Después no le interesaba demasiado, pero sentía la culpa sobre sus hombros de alguna forma. Debía disculpase, lo sabía... 

Y entonces lo hizo: 

—Estuve mal, Anna; en verdad lo siento... No fue ni intención. 

Ella lo recorrió de pies a cabeza con aquellos ojos grises, y dijo: 

—Lárgate. No quiero verte, ya no eres mi novio. 

David no iba a conformarse con eso. 

—Perdóname antes —le pidió. 

—No —fue la respuesta que obtuvo—. Es receso, quiero estar tranquila; con mis amigas estábamos planeando la pijamada. Bórrate. 

—Si no me perdonas, no dejarás de ser un toro nunca. 

Minutos después de decirlo, se dio cuenta que aquello lo convirtió en un imbécil por haberle contestado de ese modo cuando ella no hizo nada malo. Es más, a Annabeth no le importaban sus disculpas, no le importaba él, no le importaba nada... ni siquiera tener una vida amorosa a punto de cumplir los once años: era una niña más que normal. Anna era todo lo contrario al posible amor de su vida. 

Natalie Hofmann resultó ser el polo opuesto de ambas chicas, al igual que de David también... 

Natalie es lenta como una tortuga, Katherine resultó ser es más rápida y audaz de lo que se creía. 

Natalie es un toro tal como diría el Janner de doce años que vive en un Internado, Annabeth es una mariposa que vive en la pradera. 

Natalie es (fue, prácticamente) un tanto negativa, David es (no siempre, pero lo es) alguien positivo. 

Natalie es castaña, Katherine pelirroja. 

Natalie es un enano de jardín, Annabeth es el Everest . 

Natalie es trasero plano, David..., no. 

Natalie lee libros, Katherine lee..., ¿tallas de boxer? 

Natalie lloró a los trece «por desamor», Annabeth lloró a los trece porque se murió su mascota. Era un cachorro. 

Natalie sufrió un accidente automovilístico a los dieciséis, David se cayó de la cama a los dieciséis. 

Natalie sabe la tabla del 7, Katherine dice que 2 + 2 es 2 doble. 

Natalie tiene novio, Annabeth tiene salud. 

Natalie se acaba de resbalar y cae de boca al piso, David se tira a propósito para que su chica no quede como la torpe de la pareja (aunque lo sea). 

—¿Estás bien? —le pregunta él luego de ponerse de pie y ayudarla a que pudiese hacer lo mismo. 

—No, voy a morir... —Natt extiende su brazo sano para que David la abrazara—. Veo la luz, hazlo rápido. 

Él sonríe al recordar que ya lo había dicho meses atrás, cuando apenas se habían hecho amigos, día en el cual ella se desmayó por haber visto sangre, para ser exactos la de Peter Courtenay. 

Sin embargo, su sonrisa desaparece al recordar que en una ocasión realmente estuvo por morir. 

—Es en serio, amor; ¿estás bien? 

—Sip. —Ella asiente, y con el puño de su chaqueta limpia su boca con barro y césped. 

—Vamos entonces, está lloviendo, no quiero que te resfríes. 

Siguen caminando a paso acelerado (no corriendo, por si las dudas) y a estar a unos metros de la puerta que da a la cafetería; David frena y de un rápido movimiento toma con ambas manos el rostro de su novia, para luego capturar aquellos labios con los suyos por unos momentos. Una vez que logra apartarse, ella no hace más que fruncir el ceño hacia su dirección. 

—¿No podías esperar a estar dentro? 

—El sueño de toda chica es un beso bajo la lluvia. 

Aunque David sabe que Natalie es la excepción. 

—Muy cliché para mí —contesta, poniendo los ojos en blanco—. Me estoy helando, ingresemos de una maldita vez. 

Él sonríe. 

—Está bien..., lo admito. En realidad, era mi sueño. —En eso bromea, y ella lo descubre—. Siempre he pensado en, ¿qué se sentiría besar a la persona que amo bajo la lluvia mientras me importa muy poco si yo capto una neumonía? 

A pesar de todo, Natt dice: 

—Pero... ni siquiera pensaste si ella sería la que se enfermaría. 

David simula ofenderse. 

—Quiero ser romántico y lo arruinas... qué cruel eres. 

—Ya sabes... —contesta ella—. Cruel es bueno. 

El que pone los ojos en blanco ahora es David, aunque con una sonrisa. 

—Deja de relacionar lo nuestro con los libros... 

—Pídeme lo que sea, excepto eso. 

Él la abraza por los hombros para seguir avanzando. 

—¿Sabes? Esto es irónico —le dice, sin detenerse en el camino—. No te gusta lo cliché y nuestra historia lo es... «Los mejores amigos que terminan juntos». ¿No te parece? 

—Sí, lo sé... —responde Natalie, sonriéndole en todo momento a su novio—. Aun así, por más de que no me guste ese tipo de libros, nuestra historia será siempre mi favorita. 

—La mía igual. 

Sin pronunciar nada más se esmeran en llegar al edificio, hasta estar bajo techo. Una vez que logran adentrarse en la cafetería, los que aquí se encuentran los observan de manera extraña, murmuran alguna que otra cosa, y después continúan con lo suyo como si nada. 

—Ve a tu habitación... —dice él, rompiendo el silencio—. Lo mejor será que te bañes con agua caliente. Yo luego te esperaré aquí mismo. 

Sin contradecir, dice: 

—De acuerdo. 

David ve cómo sale trotando el comedor y lo único que espera es que no vuelva a tropezarse en el camino. Después se dice que tuvo que haber ido con ella puesto que debería hacer lo mismo, y sin dejar correr más tiempo para evitar que lo vieran tanto de esa manera (y resfriarse, claro) sale del comedor para ir hacia las escaleras. Se quita los zapatos antes de subir por si acaso, y de la manera más rápida posible va por las escaleras tomándose de la baranda para evitar irse de boca contra el escalón. 

Tras haberse duchado ambos se reencuentran en el pasillo del segundo piso, y tomados de las manos caminan hacia el elevador en silencio. A decir verdad, se les hizo costumbre ese gesto y no sería para nada extraño verlos todo el día con sus manos entrelazadas. Por más que sean novios hace menos de veinticuatro horas, desde varios días en ellos es como si fuese normal. 

Llegan a la mesa de siempre pocos minutos después. Allí, se encuentran tanto a Christopher como a Luke que, al verlos, los reciben con una sonrisa. Natalie toma asiento junto a ellos y David es el que va a buscar algo caliente para que los dos pudiesen beber a esta hora. 

Lo ve avanzando hacia el mostrador, y deja de prestarle atención cuando alguien carraspea a su lado. Nota, entonces, que Luke la observa dirvertido. Decide ignorarlo, y entonces nota algo más: faltan sus amigas. Por ello, decide preguntarles a los dos: 

—¿Dónde están Chloe y Victoria? 

Crawley responde: 

—Juegan al misterio... Se escondieron hace un rato en la habitación de Bewster a planificar. —Se encoge de hombros—. No sé qué mierda sea eso, pero me da igual. 

—Oh —contesta Natt, al comprenderlo—. Tal vez luego deba ir con ellas... Después de las interpretaciones dijeron que me necesitaban, pero me había ido con David al parque y lo olvidé por completo. 

—David... —repite él—. ¿Sabes? Algo me dice que nos dejarás de lado y pasarás todo el tiempo posible con tu amorcito. 

—No... —dice, queriendo defenderse—. Todo seguirá igual que antes. El único cambio, y no puedes negarlo, es que ya somos novios. Nada más. 

Luke asiente con la cabeza, tal vez aceptando que ella tiene razón, y la recorre con la mirada una vez más. 

—También... —comienza—. Digo, al ser novios... ¿van a empezar a bañarse juntos? 

Natalie frunce el ceño. 

«¿Qué?» 

—¿De qué hablas? Claro que no. 

Él alza ambas cejas. 

—Entonces, qué loco que ambos aparecieran con el cabello húmedo. 

Ella rueda los ojos, pensando que Luke es un estúpido. 

—Nos bañamos, pero no en el mismo lugar. 

Suelta una carcajada antes de responder: 

—Mira cómo te creo, pitufa. —Chasquea la lengua, pensando, y después agrega—. Y, para que quede claro, no te creo. Olvidé que tú no captas ese tipo de cosas. Mi culpa, lo siento. 

Pone los ojos en blanco, a punto de decirle que sí lo había interpretado de todos modos, aunque dice en su lugar: 

—Que tú te duches con Victoria todos los días no quiere decir que yo también lo haga con mi novio. 

Chris mira cada tanto a quien dirige la mirada. Parece que está presenciando un partido de tenis. Natalie, Luke. Natalie, Luke. Natalie, Luke. 

—¿Victoria dijo que nos bañamos juntos? —inquiere, un tanto incrédulo. Natt lo oye maldecir por lo bajo después. Luego, en voz más alta, comenta lo siguiente—: La mataré, se supone que no debía decir nada. 

Ella simula arcadas por unos instantes, y dice: 

—Por Dios, qué asco. Luke, hazme el favor de callarte, ¿quieres? 

El aludido se encoge de hombros. Momentos más tarde, David regresa con dos tazas y galletas con chips de chocolate. Le entrega a Natt uno de los cafés, con una sonrisa en el rostro, y deja lo demás entre medio de ellos. 

—¿Qué me perdí? —cuestiona, tras sentarse y llevando ahora la pequeña taza a sus labios. 

«Créeme David —piensa su novia—, no querrás saberlo». 

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