Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

65. ❝¿Momento indicado?❞🌙

Y bien, aquí estoy en este mismísimo momento: frente al gran edificio llamado Internado Howard-Sivan, casi de la misma manera en la que me hallaba hace siete meses atrás. Si digo «casi» es porque ahora no sostengo la maleta, sino que en su lugar se encuentra la mano de David Janner. Como nuestras casas están sólo a medio kilómetro de distancia optamos por venir juntos, y la razón por la que nuestros dedos están entrelazados es porque ya no somos simples amigos. 
La verdad es que la relación es algo extraña, ya que no somos mejores amigos, aunque tampoco novios. Nos tratamos como si fuésemos estos últimos, pero nos describimos como si fuéramos los primeros. Es un hueco entre medio de ambos vínculos que es bonito, pero que a la vez duele. 

Es bonito porque actuamos como si fuésemos pareja, y como cada uno siente algo por el otro; la sensación obviamente no es fea. Pero sí es feo en el sentido que duele, porque no somos lo que yo quisiera y él no es capaz de pedírmelo de una vez. Y lo cierto es que no sé por qué no lo hace... es decir; yo le quiero, David me quiere, nos queremos, ¿por qué no somos novios y ya? Cuando por fin logro decir lo que siento suceden estas cosas, y no me agrada para nada. 

—Vamos, Natt —dice él mirándome y sonriendo a la vez, mientras que yo observo con terror cómo todos se empujan y golpean para ingresar al lugar. No ha cambiado nada—. Entremos. 

—Soy muy joven para morir —le contesto—, hazlo tú. 

—Ni que fuera para tanto —comenta, y suelta una pequeña carcajada—. Además, yo no permitiré que te hagan nada. 

Pongo los ojos en blanco, aunque segundos más tarde me encuentro sonriendo por lo que ha dicho después. 

—Prefiero esperar a que se tranquilicen un poco, David. Creí que la única emocionada por regresar sería yo, pero al parecer me confundí... 

—Sí, tal vez... —responde, coincidiendo conmigo—. Ahora ellos poseen parte de tu rareza. 

Alzo una ceja. 

—¿Lo tomo como un insulto? 

—Claro que no, Natalie. Vamos, ingresemos de una vez. 

Luego de interminables segundos y empujones logramos adentrarnos al establecimiento; en una sola pieza. Bueno... he pensado en lo mismo mi primer día aquí, el 15 de septiembre del año pasado. Sin embargo, debía repetirlo por más que sepa que habría sido muy extraño si hubiese perdido mi yeso entre la multitud. 

Y, ya que lo menciono, te diré que no lo soporto; no soporto tener un brazo menos, por decirlo de alguna manera. Es desesperante y además no puedo hacer todo lo que quiero. David es el que me repite todos los días que debo tener paciencia, pero ésta no se encuentra debajo de las rocas. Y, además, yo no soy una persona muy paciente que digamos. No obstante, no solamente con el asunto de mi brazo soy impaciente; sino también con la extraña e inentendible relación entre Janner y yo. 

Para que el asunto sea mucho más rápido, soy capaz de preguntarle yo a él si quiere salir conmigo. 

Después del tiempo que pasó desde que los dos nos declaramos (fue el viernes y estamos a domingo, sí puede que parezca que exagero un poco, pero créeme que es insoportable) cada vez la desesperación aumenta más y más, mientras que me vuelvo a interrogar... ¡¿Por qué no lo hace?! No creo que sea tan difícil formular la maldita pregunta. Aparte, medio mundo sabe que no sólo somos amigos. ¿Tanto cuesta hacerlo oficial? Ni que él no quisiera estar conmigo. 

No... aguarda... ¡¿y si ha cambiado de opinión?! ¡¿Y si ya no quiere?! ¡Tal vez sea por eso! No quiere que la cosa se convierta en oficial, pero igual está enamorado de mí. ¿Quién lo entiende? Se supone que la indecisa debería ser yo. Primero porque después de haber estado cuatro años sin un novio y todo ese tiempo estar pensando e intentando convencerme que la mayoría son unos imbéciles, debería sentirme insegura y hasta la desconfianza hacia los otros tendría que ser muy grande. Sin embargo..., la cosa no es así. Siento que con David es diferente y que, en todo caso de no estar convencida, él me daría seguridad y me haría ver que sí puedo confiar en su persona, porque los que sí son unos imbéciles no le llegan ni a los talones. 

De todas maneras, no necesito que me lo diga para comprenderlo; porque yo misma logré interpretarlo por su manera de actuar y por cómo se dirige hacia mí. Sus palabras no son necesarias para darme cuenta que con David me siento segura y que me da más confianza que estando con otro; ya que solamente si está presente es suficiente para lograr distinguir su buena actitud para conmigo... Porque sí, si él no hubiese estado nunca, habría sido imposible poder percibir todas aquellas cosas que he logrado distinguir. Me di cuenta, con el pasar de los días, que alguien que no está es alguien que no quiere estar. Y que, si decide quedarse, hará lo que sea para jamás apartarse de tu lado. Como David. Aunque... en algunos casos con sólo estar físicamente no es suficiente porque si lo vemos desde el punto de vista de nuestro noviazgo que no existe, lo único que quiero de él no es su presencia. 

Está bien, sí, para que lo demás que quiero que suceda ocurra primero debe estar en carne y hueso junto a mí. Sin embargo, anteriormente Jordan estuvo de la misma forma, y no llegó a cumplir con lo que yo necesitaba que él hiciera. Sé que no debería compararlos porque desde lejos David es mucho mejor, pero para que comprendieras estaba obligada a mencionarlo. 

—Te acompañaré a tu habitación para dejar allí tu maleta —dice él, sacándome de mis pensamientos—. Sola no podrás hacerlo. 

Pestañeo para apartar por completo todo aquello que estaba pensando. 

—No es necesario —contesto—, dámela. 

Suelto su mano para con la mía señalar la valija roja, que es la que me pertenece. Aunque, ahora que me doy cuenta... ¿cómo hizo para poder cargar ambas maletas con una sola mano? 

—Sí, es necesario. Vámonos. —Vuelve a entrelazar nuestros dedos sin importarle lo que acababa de decirle, y sin más comienza a arrastrarme hacia el elevador. 

—¡Que no! —exclamo—. Yo podré solita, en serio. 

—No, no podrás —niega, sonriendo de lado—. Ayer me habías llamado para que vaya a tu casa porque no podías bajar una caja de tu cama. 

—En realidad, no soy tan estúpida. Era una excusa para verte. 

«Mantén el orgullo sano, ante todo.» 

Alza una ceja. 

—¿Y no era más fácil decir «Oye David, no soporto estar sin ti luego de que nos hemos visto hace media hora; por favor, ven a mi casa»? 

—¡No habían transcurrido treinta minutos, mentiroso! 

—Bueno, treinta y cinco; da igual. 

Sin habernos detenido en ningún momento, llegamos al ascensor. Al esperar a que éste esté a nuestra disposición, yo estiro mi pierna y con el pie izquierdo intento poder tomar mis pertenencias. Pero él, para hacerme la contra y aparentar ser el chico que ayuda a su novia que no es su novia, de a poco va alejando la estúpida manija de mi alcance. 

—Ya basta, Natt —me pide, luego que las puertas metálicas blancas del ascensor se abrieran para que podamos entrarnos en él. 

—Aún tengo tiempo para quitártela. —Suelto su mano por segunda vez para presionar el botón correspondiente, y llegar así al piso número dos—. Nuestras habitaciones están en la misma planta, sólo que la mía se encuentra a la derecha del pasillo. Tú deberás ir a la izquierda así que en ese momento me apoderaré de mis cosas. 

—No seas terca, quiero ayudarte 

—Ya me has ayudado mucho este último tiempo —le hago ver—. Además, es una valija. Ni que se trataran de bloques de concreto. 

—Si te ayudo es porque quiero hacerlo —indica—. Así que tú cierras la boca y yo te brindo de mi ayuda. 

«Dios mío, ¿qué tanto le cuesta?» 

Creo que lo mejor será amenazarlo o algo así, ¿no? 

Y, por si te lo preguntas, no sé por qué estoy negándome tanto. Sólo lo hago y ya. Admite que es divertido. 

—O sueltas eso... —comienzo—, o no volveré a besarte en lo que resta del día. Sí. 

No podrá resistirse, yo lo sé. 

—Tal vez tú no me besarás, pero sí podré besarte yo a ti. 

—No, genio. No entendiste. Nada de besos. Ni tuyos ni míos. Por un día. 

También sé que propongo sólo veinticuatro horas porque yo no podré soportar más que eso. 

Las puertas se abren ante nosotros, y una vez que estamos en el corredor del segundo piso Janner dobla hacia la derecha, a la vez que yo por poco no lustro las baldosas con mi falda, ya que me rehúso a caminar y él tira de mi brazo; trasladándome así en línea recta. 

—¡Suéltame! —le grito—. ¡No debes ayudarme! ¡Ya eres muy perfecto como para seguir haciendo qu...! 

—He dicho que basta —contesta, interrumpiéndome—. Pareces una niña pequeña, Natalie. 

Si pudiera estoy segura que me encogería de hombros. 

—Sí, lo sé —acepto—. No tiene arreglo eso, Chloe me ha contagiado. 

—De todas maneras, no debería quejarme de que lo seas. 

«Yo en tu lugar sí lo haría.» 

—¿Por qué no? Es lo que soy, no me molesta que lo digas. Es la verdad. 

—Pues, porque me enamoré de esa niña rara, lenta e inmadura. 

«Y vamos otra vez...» 

—¡QUE NO SOY UNA TORTUGA! ¡NO ME JODAS! 

Frena de repente, y voltea para mirarme. Suelta las maletas dejándolas detrás de él retirando al mismo tiempo su mano de mi antebrazo sano. Recuerda que me estaba llevando como si fuese un jodido trineo. 

—No eres lenta en ese sentido —dice, antes de mirar en varias direcciones. Luego de abrir y cerrar la boca reiteradas veces como lo haría un pez, señalando su cabeza con el dedo índice, continúa—: Lo eres de aquí. 

—¿Sabes? —inquiero, enfadándome un poco—. Ya dejaste de ser perfecto... —Intento cruzar mis brazos para sonar molesta, pero parece que me quiero rascar las axilas. Estúpido yeso que no colabora. 

—Nunca lo fui —contradice en respuesta—. Además, creí que sería buena idea decírtelo... Y, a partir de esta conversación, necesito que empieces a entender las indirectas, esas mismas que tu lentitud lo impedía. 

Aún sentada en el suelo, apunto: 

—¿Ves? Se te fue la perfección por los poros, eso no sonó romántico. Sonó como si fuese una imbécil de primera y me lo quieras hacer ver. 

«Es que, en realidad, lo soy.» 

—No lo digo para quejarme, porque dije que me gustas así... Pero no es bueno para ti que no comprendas ni una palabra que te digo. 

—Sí lo comprendo. 

—Sólo cuando lo digo directamente. 

—Bueno... sí, tal vez... —Ruedo los ojos—. Y si sabes que no entenderé nada, ¿para qué las indirectas? 

—Ya me acostumbré de cuando creí que lo interpretarías bien. Aunque eres confusa... Es decir, tú me dices cosas indirectamente, pero cuando lo hago yo es como si no lo notaras. 

—No soy confusa, David —gruño—. Dijiste que era una estúpida sin cerebro. Eso te lo explica. 

Suelta un bufido. 

—Y me faltó decir que lo poco que crees entender lo interpretas mal... ¿Qué haré cuándo te pida en forma de indirecta que seas mi nov...? ¿Que me ayudes a estudiar? ¿Eh? 

—Tú no necesitas ayuda para el estudio. —Me río—. Te tragas los libros, pero lo irónico es que no te crece la panza, sino se te agranda el trasero. 

—Yo no me tr... Espera, ¿qué dijiste? 

Y entonces es cuando, más notable que cualquier cosa, termina convirtiéndose en la manzana que me ha regalado el otro día. 

—¡SE ESTÁ SONROJANDO! —grito, poniéndome de pie—. ¡DAVID JANNER SE ESTÁ SONROJANDO! 

Es inevitable no ponerme a saltar como lo haría ella, a la vez que él se lleva las manos a las mejillas y luego a las orejas. Se ve tan tierno. 

—No me estoy ruborizando..., es que... es que aquí hace calor... —se excusa, quitándose el pulóver rojo que lleva puesto. 

—Si ahora tienes calor, cuando te vi completamente descubierto estabas derritiéndote, entonces. 

Abre los ojos como platos. 

—¡¿ME HAS VISTO DESNUDO?! 

—Bueno... en realidad no exactamente... Estabas en bóxer. 

Aún con el rostro encendido, pregunta: 

—¿Cuándo fue? 

—Ayer —respondo, sin problemas—. La culpable ha sido tu madre. Me dejó entrar a tu casa sabiendo que estabas durmiendo casi sin ropa sobre el sofá. Lo cierto es que me parece que ella quiere que pase algo entre nosotros, porque primero me invitó a dormir y luego eso. Y, ya que hablamos sobre el tema, ¿qué hacías durmiendo en ese lugar? 

Suspira. 

—Dylan..., rompió su cama. Decidí prestarle la mía por un tiempo, hasta que pudieran arreglarla. 

—¿Cómo hizo para romperla? 

—Se la pasa saltando en ella. 

Le sonrío. 

—Supongo que ya puedo llamarte perfecto de nuevo. ¿Verdad? 

—Nadie es perfecto, Natalie —contesta, aún con las mejillas más rosadas de la cuenta—. Pero bueno..., tú sí eres la excepción. 

Me río como lo haría la supuesta nueva Winnie Pooh con sus chistes desastrosos y sin sentido, de los cuales solo a ella le producen carcajadas. 

—Tengo más defectos que otra cosa —reconozco. 

—No para mí. 

—Si vamos por ese lado, no los verías nunca sintiendo algo por mí. 

—Al igual que tú conmigo. 

—Joder, David... Tú no tienes nada malo... 

Avanzo un par de pasos hacia él. 

Se prepara para numerar con sus dedos. 

—Hay momentos en los que me vuelvo insoportable, soy sensible, tengo fobias estúpidas que nadie las tendría, mis ojos son feos, mis lunares también, no teng... 

Pongo los ojos en blanco antes de interrumpirlo. 

—¿Y? Eso es lo que menos me importa. Sí, me comenzaste gustando físicamente y todo eso..., pero no digas que tus lunares o tus ojos no son bonitos porque sabes que eso es lo que más me gusta de ti. ¿Y sabes por qué no me interesa? Porque a pesar de esos supuestos defectos que tienes, estoy aquí contigo y fuiste la primera persona a la que amé más de lo que podría llegar a pensar luego de cuatro años en los que pensaba que no existía nadie como tú. Pero te encontré y me enamoré; y pase lo que pase, para mí serás perfecto por tu forma de ser, por cómo te comportas conmigo y porque me haces feliz. Lo demás no me interesa. 

—Y luego te ríes cuando te digo que, en realidad, lo eres tú... 

David es el que se encarga de terminar de eliminar unos cuantos pasos más, hasta que luego sólo un par de centímetros son los que nos separan uno del otro. 

—No sé si es el momento más indicado... —digo, ladeando un poco la cabeza—, pero presiento que eres mucho para alguien con yo... Que por más de que sienta lo que sienta; no te merezco. 

—No digas tonterías y cállate. 

—No son tonterías, es lo que creo... 

—Cállate. 

—... y eso me pone mal, porque yo realmente te amo. No me gustaría perderte; pero, de todas maneras, eres algo que nunca podré merecer... 

—Natt, cállate. Si hablas mucho no podré besarte y... 

—Pero es cierto... —admito—. Además, es un tema serio y tú lo único que quieres es un beso. 

Hace rodar los ojos. 

—¿Tienes algo más para decir? 

—Sí. Que no sólo te amo, sino que también te detesto al mismo tiempo porque no eres mi novio. 

Veo cómo su boca se curva en una sonrisa. 

—Natalie Hofmann quiere un novio... ¿Quién lo diría? 

—Pues yo lo digo, idiota. —Le sonrío de vuelta, e intento no reírme. 

—Recuerdo que cuando te conocí, lo que menos querías era una relación. Hasta eras muy negativa... Y ahora..., bueno; no tanto. 

—Ya te conté que no tengo razones para serlo. 

Las comisuras de sus labios se elevan más de lo que ya estaban. Después de tener la mirada fija en él durante unos instantes, noto algo distinto en sus ojos; algo que no podría describir porque lo acabo de detectar, y nunca antes lo había percibido. Pareciera una mezcla algo extraña entre emoción y desesperación. Estaría bueno preguntarle por qué. 

—¿En qué piensas? 

Tras pensarlo unos momentos, responde: 

—En que voy a matarte porque no dejas de hablar, pero que a la vez no quiero hacerlo porque luego de bastantes meses te has transformado en lo que yo sabía que podías convertirte. Sin cambiarte completamente respecto a lo que eras, pero sí un poco de acuerdo a tu manera de pensar. Me pone muy feliz saber que el intento de querer enamorarte haya valido la pena... Y sí, terminaste siendo alguien mucho mejor de lo que me pensaba. 

—Ya lo notas, ¿verdad? No te merezco y te lo diré todas las veces que sean necesarias para que aceptes que tengo razón. Si otra persona se hubiese propuesto enamorarme, habría sido para luego romperme el corazón. Sin embargo, sé que eres él único que no sería capaz de hacerlo nunca. 

—No creo que importe si me mereces a mí o no, Natt. ¿Y sabes por qué? Lo que realmente mereces es ser feliz y sonreír después de no haberlo hecho por un largo tiempo. 

Sonriéndole más aún, le digo: 

—Ahora sí, bésame antes que Chloe aparezca. 

Así que, sin decir algo más; lleva ambas manos a mi rostro y tras unos cortos segundos elimina esa distancia tan pequeña pero que tanto nos dividía. 

Todas esas sensaciones que antes también sentí al unir nuestros labios se duplican, y durante todo el beso noto algo muy especial: es el primero que realmente nos damos aquí, sin ningún tipo de interrupciones. De todos modos, no será el único que no cortarán puesto que no permitiremos que vuelva a suceder. Lo digo en serio. Y, si por esas casualidades de la vida llega alguien, lo mandaremos a lavar ropa interior y seguiremos con lo nuestro. Así de simple. Sé que podríamos haber utilizado esto desde un comienzo, pero nos dimos cuenta de esto ayer. 

Ya que mencioné eso de la ropa interior, recuerdo cuando la directora me los quería hacer lavar a mí tiempo atrás. Parece que fue hace años cuando ella iba dando órdenes por todos lados... Además, da a entender que ella piensa que los alumnos somos sus sirvientes. Sé que no olvidaré jamás cuando me encerró en la cocina con la estúpida de su sobrina para que preparemos la cantidad de hamburguesas que yo no soy capaz se comer durante un año. Fue un caos. Y, hablando de comida... tengo hambre. 

Sin comprender por qué, él se separa de mí de manera brusca y repentina; y yo lo único que hago es observarlo con el entrecejo fruncido por haberme desconcentrado cuando estaba deseando el almuerzo lo antes posible. 

—Me has mordido... —se queja, llevándose los dedos al labio inferior. Cuando continúa no se le comprende tanto, aunque yo puedo entenderlo todo tras pensarlo unos momentos—. No se supone que sea tan fuerte, sabes. 

Deseo golpearme la cabeza contra algún lugar. 

—¿Qué dices? —pregunto, haciéndome la desentendida—. Yo no hice nada... —Deslizo mi cuerpo lentamente hacia la derecha, teniendo en mente la idea de tomar mi maleta que está detrás de David y después salir corriendo como nunca en la vida lo he hecho. 

Una vez que logro tenerla a mi disposición, a paso acelerado recorro los pocos metros que me separan de mi cuarto. Pero, a pesar de que la distancia sea corta, por poco no me doy los dientes contra el piso unas seis veces. ¿Por qué? Todo objeto está contra mí: primero el yeso haciéndome parecer un mono, y ahora la estúpida y gigantesca valija a la que se le descompusieron las rueditas diminutas y en vez de estar detrás mío, se interfiere en mi camino. 

Estoy utilizando bastante las comparaciones últimamente, así que haz de cuenta que mi equipaje es una valla e intento saltarla, cuando en realidad es lo que menos logro hacer. Además, gira como si fuese un trompo, golpeándome los talones para que mi cara se estampe contra las baldosas blancas. 

—¡Natalie, ven aquí! —le escucho gritar detrás de mí, mientras intenta alcanzarme. Debo escapar antes de que piense que soy caníbal o algo así. 

Una vez había leído una noticia periodística que informaba que un caníbal mató a una mujer comiéndole el rostro, o una cosa similar. No sé demasiado del tema porque si no quería desmayarme por el estúpido periódico, debía mantenerme alejada lo más posible. No obstante, haberlo leído no fue el problema, sino que los imbéciles habían puesto un par de imágenes donde figuraba sangre. ¡Sí, sangre! ¡Y era mucha! 

—¡No intentaba asesinarte, lo juro! —grito, sin mirar atrás—. ¡Lo juro por tu trasero más grande que dos pelotas de playa si quieres...! ¡Pero no debes vengarte! 

—¡¿Qué es lo que tienes contra mi trasero que lo nombras tanto?! 

—Ay cierto, ¡te sonrojas! 

Todo eso ha sido escuchado por medio internado, porque nuestras voces resuenan por todo el jodido corredor. O eso creo, la verdad... Sé que alguien más lo oyó porque pasé por al lado de una habitación y una chica salió de ella, observándonos como si fuéramos dos estúpidos que no tienen otra cosa más importante que hacer más que estar a los gritos. 

—¡Y pues, por vergüenza! —contesta—. ¿POR QUÉ OTRA COSA ME RUBORIZARÍA? 

Yo me detengo porque he llegado. Sin embargo, él todavía no y al no estar completamente cerca, me veo obligada a alzar la voz. 

—¿DE QUÉ VERGÜENZA ME HABLAS? ¡GRITAS A LOS CUATRO VIENTOS MENCIONÁNDOLO! 

De a poco va descendiendo la velocidad, hasta que se pone a mi altura. 

—¿Y a ti no te da vergüenza contar que lo viste? 

Me encojo de hombros. 

—No... Hasta te tomé una foto, mira. —Le sonrío, para luego inclinarme hacia adelante y así sacar mi celular de la maleta. No tengo que revolver toda mi ropa para encontrarlo, porque lo coloqué arriba de todo a propósito, para que cuando lo necesitara no demorase en su búsqueda. 

—¡¿QUE HICISTE QUÉ?! 

—Creo que la desesperación te está dejando sordo... 

—Quiero que la elimines. Ahora. 

—Después de todo sí habías oído. 

—Por favor, bórrala. 

—Pero a mí me gusta... 

«Y mucho.» 

—A ti te incomodaría que yo ponga como fondo de pantalla una foto tuya en ropa interior. Entiéndeme, Natt. 

—Nunca dije que yo sí la tenía como fondo —digo, queriendo defenderme de alguna manera—. ¿De dónde sacaste eso, a ver? 

—Pues, te conozco. Si tomaste la foto era obvio que la pondrías. 

—No lo hice —le miento. 

David suspira, aunque no luce enojado ni mucho menos, ya que una pequeña sonrisa lo delata demasiado. 

—Si no vas a deshacerte de ella, lo único que te diré es que por no quiero que la vea alguien más. ¿Bien? 

Estoy conforme. 

—Bien —le contesto. 

Suelta un último suspiro una vez que logro apoderarme de mi teléfono y cierro la cremallera. Luego me dice que lo mejor será dejar de una vez mis cosas en mi habitación para ir a la cafetería, ya que muy probablemente estén allí los demás. Yo acepto, e ingresamos a mi cuarto; encontrándonos a Ashley junto con Mathias dentro de esas cuatro paredes. Ambos están sentados en la cama que le pertenece a ella, mientras que las muletas de él están en el suelo. Una vez que nos ven, no se sorprenden. De seguro también escucharon de nuestros gritos y ya sabían que nos dirigíamos hacia aquí. 

David deja mi valija de frente a mi ropero, y salimos por la puerta antes que él comenzara a golpear a Mathias Jackman por haberme atropellado. Aun así, ellos dos comparten la misma habitación, por lo que creo que tendrá bastantes oportunidades para darle su merecido. 

—¿Y dónde está tu maleta? —pregunto, una vez que cierra la puerta detrás de él al abandonar el cuarto en silencio. 

—Para correr detrás de ti, la dejé a mitad de pasillo. 

—Eres muy inteligente, ¿sabes? 

—No hay que serlo para llegar a la conclusión que, si corría con ella, me caería en el intento de alcanzarte. 

—Ah. 

—No lo habías pensado cuando te alejabas, ¿no? 

—No —le respondo negando con la cabeza al mismo tiempo. 

—Lo imaginé, tú eres especial. 

☀ ☀ ☀ 

Al estar dentro del comedor, a los segundos localizo a Luke, Chloe, Christopher y Victoria, ya que llaman la atención por ser los únicos de aquí que tienen sus equipajes y un par de bolsas negras en el suelo, alrededor de ellos. 

—Mira, ya los encontré —le digo a David, señalándolos, mientras camino por delante de él. 

El rostro de Crawley, aquel que enseñaba una sonrisa, cambia de expresión cuando su mirada recae en mí, y rápidamente junto con su novia se levantan de sus asientos. Caminan hacia donde yo me encuentro. 

—¡Pitufa! —exclama él, diciéndolo mal como ocurre siempre—. ¿Cómo estás? —Abre sus brazos para rodarme con ellos, y una vez que lo hace comienza a brincar en su sitio. Al parecer no se da cuenta que terminará asfixiándome si no me suelta. 

—Bien —consigo responder—, hasta que me has abrazado. 

—Siempre tan linda... Qué buena amiga tengo, quisiera ser como tú. 

Una vez que me suelta, es inevitable no sonreír. 

—¡Natt, necesito tu ayuda! 

Me vuelvo para enfrentarme a Victoria, y suelto un bufido antes de cuestionarle si tengo que caminar para ello. 

—Sí. Vamos... 

Toma con fuerza mi brazo derecho, sin importarle mis quejas ni que le diga que tengo hambre porque hoy no desayuné, y me lleve fuera de la cafetería. Mientras tanto dice que no me preocupe, podré comer más tarde. 

Una vez que ya estamos lo suficientemente lejos del comedor, le pregunto en qué se supone que debo ayudarla, y me contesta con otra cuestión: 

—Sabes que falta poco para el cumpleaños de Luke, ¿verdad? 

—Sí —contesto—, cumple una semana antes que yo. 

—Sí Natt, recuerdo eso, pero estamos hablando de él; no de ti. 

—¿Ya me dirás en qué te doy una mano? Si no lo haces me iré a almorzar. 

Así que está un largo rato contándome todo lo que ha planeado prepararle, y me necesita para que salga lo mejor posible. Palabras suyas, no mías. No sé qué tan servible puedo llegar a ser, pero agrega después que los demás no podrán colaborar por razones que no quiere mencionar. 

—Entonces, ¿cuándo empezamos? 

—En un mes y medio será —responde—. Es decir, en seis semanas, así que creo que una o dos antes a la fecha debemos empezar. 

—Bien. Ya quiero que mi estómago deje de cantar, ¿podemos irnos? 

Ella suelta algunas carcajadas ante mi petición, y yo la observo con el ceño fruncido. No querida, no te rías; no es bonito ni mucho menos gracioso estar por desmayarse de hambre. Okay, exagero un poco, pero cuando uno carece de comida suele decir bastantes estupideces. Bueno, en mi caso. 

—Está bien, vam... 

Sin permitirle a que finalizara; empiezo a correr. Sin embargo, tal vez por la emoción y desesperación, me termino resbalando a medio camino. Victoria, en lugar de ayudarme a que pudiese ponerme de pie o asegurarse que estoy bien, sólo se ríe. Y me digo que debe ser por ser la novia de Luke, ya que debió haberle afectado bastante. Lo que está haciendo ahora es lo que el estúpido hacía en sus zapatos. No es bueno para nada. 

Lo cierto es que las amigas se vuelven más crueles cuando tienen novio. Yo, por supuesto, no me convertiré en una de ellas... Preciso un novio, antes que nada. Y obtenerlo se está tornando algo difícil. 

☀ ☀ ☀ 

Dos horas. Sólo dos. Dos horas han transcurrido y ya estoy más aburrida que una roca. Si es que las piedras pueden aburrirse, claro... 

Estoy como una roca triste, solitaria e inerte. Todos me abandonaron dejándome completamente sola en la cafetería. Porque claro, de seguro luego de haber tragado tanto creyeron que no podría moverme, y se fueron por ahí. 

Natalie, la estúpida roca triste; porque creí que como las vacaciones ya han terminado, estaríamos todos más unidos, más cerca, y más... más... más unidos. Sí, otra vez. 

Y también inerte, porque pues..., las rocas no tienen vida. Dah. Además, porque hace un rato pasó Chloe a mi lado con una de esas bolsas color negro que había visto hace un par de horas; y me ignoró como si no existiese. 

Es algo irónico y hasta estúpido compararme ahora con una roca porque a diferencia de ésta, sí tengo sentimientos y también no soy dura con respecto a mi actitud. Antes sí lo era y, esos sentimientos que mencioné, durante el pasado no los denominaba tan intensos. Hasta los creía dormidos. 

Todo lo contrario a como lo es hoy, y me enorgullece decirlo. 

Sigo agradeciendo a David por ello también, porque gracias a él me convertí en lo que soy y dejé a atrás esa vida de roca que tenía. Gracias a él fui alejándome del mundo del cual nunca deseé hacer parte; y si me aparté de eso no sólo fue por su influencia, sino que fue por él. Y así, como bien sabes, soy muy feliz. 

Podré actuar como roca cuando me lo proponga, pero solamente si es en un momento en el que realmente me encuentre perdida, sin ayuda, y sin siquiera con alguien que se atreva a acompañarme. De todos modos, David ya me dejó en claro que eso no se volverá a repetir como sucedió hace unos cuatro años atrás. Y yo le creo. Confío en él. Me sostengo de sus promesas y palabras. Aunque... está el diminuto detalle de que si él se alejara, no tendría mi puerto seguro; no me sentiría protegida y mucho menos querida por alguien deslumbrante. En resumen: caería a ese pozo profundo, del cual todos queremos mantenernos alejados. A ese lugar en el que, si entras, es muy complicado de que puedas seguir adelante. 

Para conseguirlo tendrás que ver el lado bueno de las cosas a pesar de todo, como hice gracias a David. 

Tendrás que superar lo que has vivido, como hice gracias a David. 

Tendrás que aprender a sonreír de verdad, como hice gracias a David. 

Gracias a David... Supongo que le debo la vida entera por todo lo que hizo para que me encontrara lo mejor posible. 

De todas maneras, lo que más aprecio, es que haya despertado ese sentimiento que parecía estar estancado y que nunca podría salir de ese coma tan profundo; porque el amor debe existir dentro de nosotros mismos, no del que nos ayuda a sentirlo. Sí yo pienso que es sumamente indispensable que, para poder sentir sin privarnos de ello, aparezca esa persona que colabore a encontrar aquella parte especial de ti. Que colabore, por decirlo de alguna manera, dándole golpes a tu conciencia, y con sus puños esté dándote a entender que hay algo tuyo digno de adorar. Que, si no fuese sacudido de tal manera, esa víctima no tendría nada de qué sostenerse. Apenas puede decirse que tal vez existiría, porque en realidad se encontraría inerte; como una roca sin ese sentimiento del cual todos necesitamos en nuestra vida para seguir con nuestro camino, levantándonos siempre que sea necesario: el amor. 

Estoy completamente convencida que, si hubiese dicho esto unos meses atrás, pensaría que necesitarían encerrarme en un manicomio por decir cada estupidez que me llegase a la cabeza. Pero ahora, tras un largo recorrido (que sí, no terminé por transitar en absoluto), llegué a la conclusión que estaba más que equivocada respecto a lo creía sobre enamorarse. Ya no lo considero un problema. Sin embargo, lo que sí lo es, sería el amor no correspondido, por el simple hecho de que la otra persona no te quiere como tú esperas. 

Teniendo eso en cuenta, lo que me ocurrió fue que Jordan no sentía nada por mí y, sin embargo; actuó como si fuese diferente y sí me amara. Lo hizo para él ser el único sobreviviente de la batalla y que yo me dé por vencida sin ni siquiera intentar derribarlo; haciéndome creer que soy débil y que jamás podré llevar adelante una situación como ésta. Pero, ¿sabes qué? Lo logré. Y tardé bastante tiempo en desembocar en aquella conclusión que me decía que él podrá pensar, creer y suponer lo que quiera; pero la que hará el verdadero esfuerzo soy yo, y no debe importarme lo que pueda llegar a pasar por su condenada cabeza. 

No obstante, no dejaré de repetirlo: no lo conseguí yo sola. Considero que, si David se propuso ayudarme para que pudiese levantarme, fue porque él también me vio como una chica débil; una chica débil que no lograría obtener nada por sí misma. Y, si yo hubiese sido David Janner en esos tiempos, habría hecho exactamente lo mismo porque cualquiera sería capaz de ver lo que llegué a ser de verdad, y no lo que aparentaba ser. Por ejemplo, no me denominaba fuerte y hasta creo que nadie diferenciaba eso de mí, porque era una cualidad falsa que tiene la capacidad de esfumarse en segundos. Era aquella cobarde que no sabía cómo enfrentarse a los problemas y lloraba, cuando habían transcurrido cuatro años. ¡CUATRO AÑOS! JODER, ¡ES UNA LOCURA! 

Recuerdo la vez que me he encontrado con Victoria por primera vez, más que destrozada, en uno de los pasillos. Sabía que debía ayudarla, pero no cómo. Ni siquiera tenía una idea de qué hacer con mi vida y no podría llegar así de la nada y decirle «¡Soy tu salvación!». 

Después de que haya ocurrido eso, pensé mucho en la conversación que tuvimos ese mismo día, y por parte me detestaba a mí misma. Primero porque cuando debía consolarla, lo único que hice fue decirle que un hombre siempre y cuando tenga la oportunidad de hacerlo; terminaría lastimándola. Por parte no me confundí con respecto a ello porque luego llegó Derek como con un paracaídas haciéndose el guapo arrepentido, logrando de esa manera que ella volviera a caer a sus olorosos pies. Le rompió el corazón una vez más como supuse que ocurriría, y tiempo más tarde apareció Luke. 

Sólo espero que detrás de ese rostro bonito y de su actitud estúpida, haya un hombre que realmente valga la pena. 

Aunque no estoy aquí para hablarte sobre los amores de Victoria ni mucho menos (la verdad es que no creí que me desviaría tanto de tema), sino que simplemente debes saber que me siento como una jodida roca. 

—Lindo yeso. 

Aquella voz femenina, que se oyó a tan sólo unos centímetros, hizo que más que nunca desease ser una piedra para golpearle en la cabeza. Alzo la mirada, sabiendo muy bien de quién se trata, y no me he confundido: es ella, Katherine Shern. 

—¿Qué es lo que quieres? —espeto. 

Ignora lo que he dicho, mientras observa mi brazo con expresión extraña. 

—¿Te duele? —pregunta entonces. 

—No. ¿Qué quieres? 

—Es una lástima... —«Lo que sí es una lástima es que no tenga las dos manos para ahorcarte, maldita»—. ¿Qué es eso de «Dumbicienta» que tienes ahí escrito? ¿Tan infantil eres? 

«¿Tan penosa es tu vida para que decidas hablar conmigo?» 

—¿Puedes dejarme en paz e irte, Katherine? 

—¿Puedes responder mi pregunta? 

Me contengo para no darle con la escayola en la cara. 

—Pues... si digo que no ya estoy haciéndolo y me dejarás tranquila al fin; así que no. Ahí tienes tu respuesta. 

Toma asiento al frente mío, tras rodar los ojos. 

—Qué carácter de mierda tienes, eh. 

«Qué perra de mierda eres, eh.» 

Si no lo dije en voz alta fue porque sería más un insulto para los animales que para ella, y a mí me gustan tanto los gatos como los perros. Bueno, en realidad no, me gustan un poco más los gatos, pero igual. No puedo tratarlos de esa manera por su culpa. 

Lo que contesto en realidad, es: 

—Así me quieren, ¿sabes? Con este carácter de porquería y todo. Qué pena que a ti no. 

Suelta una carcajada, y parece una gallina cacareando. 

Ay, no, espera... ¿qué me ocurre? ¿Por qué me desquito con animalitos indefensos cuando ellos no me han hecho nada? 

—A ver, ¿y quiénes son los que te quieren? 

—Mis amigos —contesto—. No creo que tú sepas lo que eso significa. La amistad, me refiero. Qué pena..., otra vez. 

—Claro que lo sé, estúpida. Hasta estoy segura que tengo muchos más amigos que los que has de tener tú. 

Le sonrío cínicamente. 

—Entonces tendrás muchas flores para tu funeral, ¿no? 

—Sí —contesta, aunque sin entender (a mi parecer) por qué he mencionado aquello—. El doble de lo que tendrás tú, obvio. 

—En realidad, yo no tendré ninguna... 

—Pues, jódete por imbécil. 

—... porque no me gustan las flores y sólo mis amigos lo saben. No me las llevarán sabiendo que las detesto tanto como te odio a ti. 

Pasa por alto lo último. 

—Pero estarás muerta —dice—. No te enterarás si cumplen o no. 

—Las verdaderas amistades tienen principio, pero no fin. Serán fieles en todo momento; sin importarles si esté viva o muerta, Katherine. 

—Yo no soy tu amiga... —«Si no lo decías no me daba cuenta. Imbécil»—, así que te llevaré una para cuando eso suceda... Tengo por seguro. 

Alzo una ceja. 

—Dudo que quieras desperdiciar tiempo en eso. 

—Creo que te llevaré pasto. El césped debe contar como una flor, así que sí. En mi casa no hay flores, y en lo que no desperdiciaría tiempo sería para conseguirte una. 

«Si serás estúpida...» 

—No quiero, gracias —contesto, haciendo una mueca. Me dejo caer contra el respaldo de mi silla—. Métete todo el querido pasto que tienes en tu jardín, ya me imagino de todo el espacio que dispones. 

No lo comprende. 

—Bueno... la verdad es que mucho espacio no hay. Está la piscina y por ello no tenemos flores. Ni que fuesen necesarias, de igual forma... Por cierto, lo he escuchado por ahí... ¿es verdad que no sabes nadar? 

Ya está agotando mi poca paciencia. 

—¿Y eso a ti qué te importa? 

Parece bastante ofendida, lo cual no le veo sentido. 

—¿Qué tienes contra mí? ¿Eh? 

«Eres la ex novia de mi Janner, ¿crees que es una tontería?» 

—¿A ti qué te parece? —gruño, con los dientes apretados. 

Tira de su cabello pelirrojo hacia atrás, con aires de suficiencia. 

—Que me tienes envidia. 

Sin siquiera haber podido procesar por completo sus palabras, de mi garganta ya comienzan a surgir grandes carcajadas que retumban por la cafetería casi vacía. Dios mío, ¿qué le pasa? ¿Ha dicho... envidia? ¿Yo, envidia de ella? 

—Tus... chistes son... son geniales —admito, sin exagerar nada, intentando tomar grandes bocanadas de aire mientras tanto. Joder, creo que debería avisarle a Chloe que desean quitarle el puesto. 

—No es ninguna broma —ladra, furiosa—. Me tienes envidia, yo lo sé. Me tienes envidia porque soy más bonita que tú, porque yo sí tuve una relación con David, y porque no solamente fue una relación amorosa. 

«¿Qué?» 

Bien, con respecto a lo primero: no y más no. Si realmente fuese bonita para alguien más que no sea ella, supongo que tendría novio en este mismísimo momento y no estaría aquí, dejándome los ovarios por el suelo. 

¿Sobre lo segundo? Dios, no. Envidia jamás. Tal vez sí muchos celos, pero nunca llegaría a ser envidia. Celos, como ya digo, y más de los que me gustarían. No me agrada para nada pensar que David llegó a sentir atracción por ella alguna vez. 

Y lo último... ¿a qué se supone que se refiere? No lo entiendo. 

—¿Te doy un consejo? Deja las drogas, hacen mucho daño. 

Rueda los ojos otra vez, y si llega a hacerlo una tercera le golpeo. 

—¿Ni siquiera vas a admitir que eres fea, Natalie? 

«¿Qué se supone que ganarás con ello?» 

—Sí, soy fea —admito, para contentarla y pegarle al mismo tiempo—, pero no necesito aparentar ser una chica perfecta para ser mejor persona que muchas otras. 

—¿Te crees un filósofo o alguien importante? —Me mira esperando una estúpida respuesta tras tu pregunta más estúpida aún, pero yo sólo la observo lanzando dardos por los ojos para que desapareciese de mi vista lo antes posible—. Me tienes envidia, ¿tanto te cuesta admitirlo? 

«Me harté. ¡Me harté!» 

—¡NO TENGO NADA QUE ENVIDIARTE! 

Sus ojos marrones me recorren de torso a cabeza, creyéndose superior, y pienso que ese color no tiene nada de bonito en ella. 

—Tu envidia alimenta mi ego —suelta entonces, cruzando los brazos sobre su pecho. Tengo que cruzar los dedos debajo de la mesa para no reírme en su cara. Se ha quedado en el tiempo, nadie dice eso ahora. 

Deseando cerrarle la boca, digo: 

—No necesitas que lo haga para que tu maldito ego aumente. Sufres de egocentritis desde nacimiento. 

No me sorprende cuando, con el ceño fruncido, cuestiona: 

—¿Qué es eso? 

—Una enfermedad muy, muy grave. Muy. Demasiado... Te recomendaría que vayas a la enfermería si no quieres morir de sobregotis. 

Me observa horrorizada durante los siguientes segundos. Después, como alma que lleva el diablo, se lleva por delante parte de los asientos hasta lograr salir de la cafetería. Supongo que irá a donde le dije que fuese... Y sí, es realmente muy estúpida. 

No puedo evitar golpear mi frente con la palma derecha, no creyendo que fuese posible que se lo haya creído de verdad. ¿Cómo es que David pudo ser novio de... alguien así? 

Bueno, es cierto, soy la persona menos indicada para hablar de ese tema, porque él me ama a pesar de mi lentitud mental, y sin embargo no se anda quejando por aquí ni por allá. 

☀ ☀ ☀ 

—¡Los odio! —grito, y luzco más furiosa de lo que realmente me encuentro—. ¡¿POR QUÉ ME DEJARON SOLA?! 

¿Desde cuándo tus amigos te dejan olvidada por cinco horas que se semejan más a ser tres días enteros? 

—Estábamos ocupados, Hofmann. 

«Y me lo voy a creer.» 

—¡Estar exportando saliva no cuenta como estar ocupados, Luke! 

—No hacíamos eso —contesta. 

—A ver, ¿entonces qué? 

—Algo par... 

—Cosas —dice Christopher, interrumpiendo a su novia, luego de dejar una de sus manos sobre los labios de ésta. 

—¿Qué tipo de cosas? ¿Hacer que pierda la paciencia esperándolos? 

—No. 

—Pero Pitufa, ya hemos aparecido. Deja de quejarte y dame un abrazo, ¿sabías qué algún día quiero ser como tú? 

—Ya lo dijiste... —Camino en reversa un par de pasos para impedir que se haga el osito cariñoso y me asfixie como lo ha hecho hoy. Crawley quiere matarme antes que cumpla los diecisiete. 

—Lo volveré a decir: algún día quiero ser como tú. 

—Procura que primero te salga vagina —le espeto, alzando los brazos para que no se acerque más. Estoy a punto de agregar algo sobre Andrés, aunque lo descarto. 

—No lo decía por eso, Natalie —responde, y se rinde sentándose en una de las sillas. Tanto Victoria como Chloe lo imitan. 

—Ah. ¿Entonces por qué? 

—Ya olvídalo. —Se encoje de hombros. 

—Bien. —Me encojo de hombros también—. ¿Dónde está David? 

Estaba tan concentrada hace momentos pensando en el tomate asesino (y en yo convirtiéndome en la asesina de ellos por hacer como si no existiera) que no me había percatado de la ausencia de Dumbo. 

Pasan varios segundos en los que ninguno dice nada, y yo vuelvo a preguntar. Siguen sin contestar. Insisto e insisto. Perdiendo la calma, alzando la voz más de lo que debería, lo repito: 

—¡¿ALGUIEN VA A DECIRME DÓNDE ESTÁ DAVID O QUÉ?! 

—Dónde está David o qué —escucho que murmura Luke, por lo bajo, y formo un puño con mi única mano posible. Él se pone de pie, muy despacio, y avanza hacia mí. Me toma de los hombros, y queriendo lucir (terriblemente) algo nostálgico y afligido, dice: 

—No tuviste que enamorarte, nena. 

En lugar de decirle que no se lo tome con gracia (ya que a millas de distancia se nota que está fingiendo estar apenado), mi entrecejo se frunce. Él suelta un suspiro, y antes que pudiese decir algo al respecto se me adelanta. 

—Cálmate, ¿bien? No es el fin del mundo si no lo ves por un rato. 

—¿Dónde está? —cuestiono por enésima vez. 

Una vez más intenta (sin conseguirlo, claro) transmitir tristeza con su expresión, aunque lo único que logra es que esté perdiendo los estribos. 

—Lamento ser yo el que deba decirlo, Hofmann... pero Janner se fue con su amante. 

Pongo los ojos en blanco. 

—Ya, en serio, Luke. ¿Dónde está? 

—No dejarás de preguntar hasta que te responda de una vez por todas, ¿verdad? —Yo asiento con la cabeza—. Está bien, fue al baño. Dijo que se estaba haciendo encima. 

☀ ☀ ☀ 

Mañana debo comenzar a despertar a las siete de la mañana de nuevo, pero algo me dice que no despertaré, sino que ya estaré con los ojos más que abiertos. ¿Que por qué? ¡El maldito no aparece! 

Seguramente creerás que estoy exagerando demasiado, pero la realidad es que estoy un tanto preocupada. Puede sonar ridículo, porque está aquí en el internado y no en otro lugar, pero no me gusta que haya estado tanto tiempo desaparecido. Además, también me acostumbré a ir a dormir todas las noches después de que David fuese a mi casa a despedirse. Desde que hemos podido besarnos al fin, todas las noches a la misma hora iba a verme. Sin excepción. 

La noche del viernes 11 fue la más especial de todas. Ha sido aquella vez que nos encontramos todos en la casa de Christopher. David me estaba acompañando a mi hogar mientras yo comía la manzana que me había regalado. Sí, aquella, la robada de la cocina. 

Una vez que llegamos, yo me quedé de pie contra la puerta, aun dándole mordidas a la manzana, mientras que él que encontraba al frente de mí. Noté que se acercaba cada vez más, aunque no me importaba. Que me deje sin escapatoria alguna en esos momentos no estaba dentro de mis preocupaciones. Para nada. 

Sin embargo, sí estaba un poco nerviosa. David me observaba sin emitir palabra mientras yo masticaba, y no sabía qué significaba eso; si esperaba a que terminara o que le convidara un poco. Entonces creí que lo mejor sería romper el silencio. 

—Fue un día bastante peculiar —dije—. Desbordaron las emociones y los estados de ánimo, seamos sinceros. 

—Especialmente para ti —concordó, dejando una de sus manos en la madera oscura de la puerta; sobre mí. 

—Amo a Chloe y a la misma vez deseo matarla. ¿Eso es normal? 

Me sonrió, y pude apreciar aquella hermosa sonrisa a pesar de la oscuridad. Los faroles no alumbraban demasiado donde estábamos nosotros. 

—Supongo que sí —contestó, ladeando la cabeza—. Pero no hablemos de ella, ¿sabes? No importa en este momento. 

En un susurro, le pregunté: 

—¿Y qué es lo que importa ahora? 

Por lo que él me respondió: 

—Sólo nosotros dos. 

Se había agachado un poco más para estar a mi altura, pero yo lo detuve. Abrí mi bolso y dejé allí dentro la fruta para tener las manos libres. Una vez que lo conseguí, había levantado ambos brazos para poder rodar su cuello, sin importarme el insoportable yeso en el izquierdo que me impedía estar con yo quería realmente. David no dudó en llevar su otra mano hacia mi cadera, y con su dedo pulgar comenzó a hacer círculos invisibles sobre el vestido. Cada vez que un nuevo minuto finalizaba, él era el encargado de seguir inclinándose hacia adelante; hasta que nuestros labios se encontraron. 

—¿Sabes? —preguntó, luego de habernos separado—. Creo que desde que nos despedimos de los demás ya te quiero más. 

Una risa tonta se oyó de mi parte. 

—Y yo creo que eres un bobo porque luego de haber admitido lo que sentimos, no dejaste de repetir que me amas. 

—¿Es que no te gusta que lo haga? Pues, ya no te diré nada. 

—Sí que me gusta —admití—. Me gusta mucho, pero me empalagas. Es demasiado para mí, deja que me acostumbre. Sabes que esto no es lo mío. 

—Está bien, lo siento. 

—No, no te perdonaré. No tienes consideración. 

—Ah, ¿no? 

—Nop. 

—Okay. —Por más que él supiese que estaba jugando un poco, retiró su mano de mi costado, y luego hizo lo mismo con la que se encontraba sobre mi cabeza. 

—Mentira —dije entonces—. Sí, te perdono; ahora ven aquí. —Había afianzado mi agarre, obligándolo a volver a su anterior posición. 

Su aliento caliente rozó mi mejilla, a la vez que le escuché decir: 

—Que rápido has cambiado de opinión, bebé. 

—No soy un bebé, soy Natalie. 

—Yo quiero llamarte así. 

—Pero yo no, es feo... ¿Recuerdas cuándo antes me lo decías y yo me enojaba; y hasta te amenazaba con pegarte en las pelotas? Bueno, esa idea no desapareció de mi mente, aún puedo hacerlo; por más de que me gustes. 

Él sólo se limitó a sonreír, como si se lo tomara como un chiste más. 

—Hablo en serio, David. 

—No te creo. 

—Pues, no me creas. —«Aunque, yo que tú, lo haría»—. Y es tarde, así que deberías irte. 

Suspiró. 

—Sí... De todos modos, antes de hacerlo, debo preguntarte algo. 

—¿Qué? 

—¿Estás enojada? 

—No. 

Y era verdad, porque no lo estaba. Sí debo admitir que un poco molesta, porque siempre supo que no me gusta que me llamaran de esa forma. 

—Bueno, entonces no tengo nada de qué preocuparme. 

—No. 

—Bueno, adiós —murmuró, y yo no quería que se fuese por más de lo que le acababa de decir—. Mañana vendré un rato... escríbeme cuando estés desocupada, ¿sí? Descansa mi amor, te amo. 

Volvió a darme un beso sin dejar que se lo respondiera, giró sobre sus talones y comenzó a alejarse de mí, permitiendo que el frío de la noche me rodeara por completo. Aunque sí..., a excepción de mi rostro. Apostaría a que en ese momento estaba más roja que una cereza, y puedo asegurarte que el calor en mis mejillas cada vez aumentaba mientras yo repetía sus palabras en mi mente. 

La noche siguiente se despidió de la misma forma. 

Y hoy me gustaría que lo haga. Considero que es lo único que voy a pedir para esta semana: que logre despedirse, para descansar tranquila. Porque como menos estoy ahora es calmada. Es decir, ¡el reloj marca que son las 12:04 a.m., cuando lo perdí de vista hace nueve condenadas horas! 

Acepto que el internado es grande, pero lo conoce muy bien como para estar perdiéndose. Y dudo mucho que siga en el baño. 

Puede que haya una mínima probabilidad de que ya esté en su habitación, así que supongo que será buena idea ir par... 

—Fíjate tu celular, está sonando —me dice Ashley, interfiriendo en mis hipótesis. De seguro estaba tan concentrada pensando que no me había dado cuenta de eso. 

Estiro mi brazo para tomar el móvil de la mesa de noche, y cuando lo desbloqueo me encuentro con mensajes de WhatsApp. Como son de más de una persona, en la notificación no aparecen los nombres de los dueños, así que entro entusiasmada a la aplicación por si uno de los mensajes le pertenece a David. Sin embargo, al leer ambos contactos, mi sonrisa se esfuma en cuestión de segundos. Presiono sobre la primera conversación. 

Violet Osborne a las 12:02 a.m. 
Natalie, tengo algo para decirte... 

Natalie Hofmann a las 12:07 a.m. 
¿Qué? 

Últimamente la he notado algo extraña... Tal vez quiera hablar sobre eso. 

El jueves apareció en mi casa sin avisar, y yo me encontraba con David riéndonos de recuerdos vergonzosos que él tenía, una vez que ya habíamos ido a comprar su guitarra. Intentar incorporarla a la conversación se hizo completamente imposible. Janner la observaba molesto y hasta parecía que su presencia le generaba impaciencia; y mi prima lo miraba con culpa y temor. 

Y yo... bueno, yo los contemplaba con el ceño fruncido; no entendía para nada ese juego de miradas. 

—¿Alguien me dirá qué ocurre? —recuerdo que había cuestionado, deshaciendo ese silencio incómodo, aunque la tensión continuaba allí. 

—No sé de qué hablas, aquí no pasa nada —respondió él, haciéndose el desentendido. 

—Todo está bien, Natt. 

—Me da miedo la manera en la que se están mirando... 

—No es nada, en serio —insistió Violet—. Pero creo que será mejor que me vaya, sólo vine para ver si estás bien, y por lo que veo; lo estás. 

Se despidió de ambos, temerosa al llegar a David (ni que pudiera a morderle, no lo tiene permitido) y desapareció por la puerta como si fuese lo mejor que podría hacer en ese momento. Él se tranquilizó después, y seguimos animadamente con la charla, sin mencionar nada de lo que había sucedido hace unos minutos atrás. 

Violet Osborne a las 12:08 a.m. 
Tengo hambre. 

Natalie Hofmann a las 12:09 a.m. 
¿Solo eso tenías para decir? 

Violet Osborne a las 12:09 a.m. 
Eh, sí. ¿Qué otra cosa sería sino? 

Opto por dejarle en visto y dirigirme hacia la otra conversación. 

Estúpido Crawley a las 12:04 a.m. 
Pitufa 

Me pica el ojo 

Y estoy aburrido 

Sé que aún estás despierta por tu amorcito, así que no es mala idea que hablemos un rato hasta que aparezca... 

Natalie Hofmann a las 12:10 a.m. 
Búscalo, así te divertirás 

Estúpido Crawley a las 12:11 a.m. 
No necesito buscarlo porque ya sé dónde está 7u7 

Natalie Hofmann a las 12:11 a.m. 
¿¡¿¡¿¿¡¡¡¿¿¡¿DÓNDE?!??!!!??!?!? 

Estúpido Crawley a las 12:11 a.m. 
No te diré 

Natalie Hofmann a las 12:12 a.m 
Por favor, prometo hacerte la tarea :D 

Estúpido Crawley a las 12:12 a.m. 
Hice una apuesta con David hace tres semanas y él perdió así que ya tengo quien me haga la tarea 

Natalie Hofmann a las 12:13 a.m. 
¿En qué consistía la apuesta? 

Debió ser algo realmente difícil para que David perdiese ante Luke. 

Estúpido Crawley a las 12:13 a.m. 
Pues, yo le había dicho a tu amorcito que sentías algo por él, pero como es muy cabezota, así como tú, dijo que era mentira. Y de ahí surgió la apuesta. Si yo tenía razón él debía hacer mi tarea luego de las vacaciones, y si Janner ganaba yo tenía andar en falda por el internado durante una semana 

No sé qué es peor: si imaginarme a Luke con eso, o de que le haya contado mi secreto, diciéndole que estoy enamorada de él. 

¡Oh! ¡Ya lo entendí! ¡Por eso mismo me dijo que David ya lo sabía, después que escapara de la casa de Christopher! ¡Él se lo contó! 

Recuérdame no revelar nunca más nada delante de Luke. Gracias. 

Natalie Hofmann a las 12:14 a.m. 
Una parte de mí te agradece por haber ganado tú, y la otra quiere arrancarte eso que te cuelga para metértelo por la nariz .-. 

Estúpido Crawley a las 12:14 a.m. 
No creo que quieras que alguien te odie

Natalie Hofmann a las 12:15 a.m. 
¿De quién hablas? 

Estúpido Crawley a las 12:15 a.m. 
De Victoria, claro 7w7 

Y luego de incontables segundos, comprendo a lo que se refiere. 

Natalie Hofmann a las 12:16 a.m. 
Eres un asco. 

Estúpido Crawley a las 12:16 a.m. 
Y tú lela. 

Natalie Hofmann a las 12:16 a.m.
¿Eso que tiene qué ver? 

Estúpido Crawley a las 12:17 a.m. 
No sé, pero quería decirlo. Jeje. 

Oye, ia que estamos aquí... 

No debería contarte, pero creo que hay algo importante que debes saber sobre David 

Natalie Hofmann a las 12:17 a.m. 
¿Qué cosa? 

Estúpido Crawley a las 12:21 a.m. 
Es gay 

Piensa engañarte conmigo 7u7 

Natalie Hofmann a las 12:21 a.m. 
Es mentira y si fuese verdad no te lo diría a ti porque no sabes guardar secretos 

Estúpido Crawley a las 12:22 a.m. 
Me diste en el jart :'c 

Natalie Hofmann a las 12:23 a.m. 
Te lo mereces .-. 

Estúpido Crawley a las 12:23 a.m. 
Bueno, sí, lo que sea. Ya hablando en serio, hay algo que debes saber 

Natalie Hofmann a las 12:24 a.m. 
Dilo de una maldita vez 

Estúpido Crawley a las 12:25 a.m. 
Janner me dijo que está esperando el momento indicado para que ustedes, ia sabes, sean novios de verdá 7u7r 

¿Momento indicado? ¿Es en serio? ¿ESPERAR MÁS? 

Natalie Hofmann a las 12:25 a.m. 
Sabe perfectamente que no tengo paciencia 

Estúpido Crawley a las 12:26 a.m. 
Pero valdrá la pena esperar, Hofmann. Sé por qué te lo digo, tú confía ;) 

¿Acaso debo quedarme sentada hasta los cuarenta años esperando que encuentre el «momento indicado» para preguntarlo? Me desespera. Y eso que la que desespera a la gente soy yo. 

Estamos perfectamente bien como para serlo ahora, ¡pero no! Según él aún falta. Agh. 

Después de estar como media hora maldiciendo y jalándome del cabello, mi celular emite un sonido diciéndome con ello que recibí un nuevo mensaje. Al tomarlo, sospecho que es Luke otra vez, pero por poco no salto sobre mi cama al saber de quién se trataba. 

Pulso la notificación para leerlo lo antes posible, aunque se trata de una nota de voz. Espero ansiosa a que carguen esos cuatro segundos de audio. Una vez que logro pegar mi oído al altavoz, oigo cómo se reproduce: 

Descansa mi amor, te amo. 

Lo escucho unas quince veces más, mientras mi sonrisa crece a cada momento, y llego a la conclusión de que sí podré esperarlo. Como ha dicho Luke sí que vale la pena, y aunque quiera que el momento indicado llegue lo antes posible; ocurrirá cuando tenga que ocurrir. Días atrás prometí que no lo dejaría ir tan fácilmente, y si dispongo de impaciencia no lo lograré. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro