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58. ❝Explicaciones❞🌙





«No, no es suficiente»; dice una voz en mi cabeza, contradiciendo lo que he pensado con anterioridad. No es suficiente en ningún sentido. No es suficiente ni siquiera para sacarme una sonrisa. No, no lo es. Para nada. Debería, pero no. La razón es que… ¿y si me lo dice porque sabe que eso es lo que me gustaría escuchar? Es la segunda vez que lo hace, y no lo tolero. Prefiero la verdad, aunque duela muchísimo. Prefiero que me diga que, si ella llega a tener razones para vivir, sea porque la espera algo grande en el futuro; no yo. No estoy seguro si soy suficiente para ella. No sé si soy todo lo que necesita. Lo que sí sé y lo dije y lo seguiré repitiendo es que podré intentar hacerla sentir más feliz. Aunque sí… otra persona podría llegar a ocupar mi lugar. No soy lo suficientemente brillante para brillar en sus espacios. No lo soy. Y dudo en si lo seré algún día.

No le contesto nada. Sólo me vuelvo para que mis ojos se entretengan observando el suelo una vez más. Me pesa tanto su mirada como la de Violet, aunque no digo nada al respecto. Nada de nada. Porque no tengo que decir nada. Y lo que debería, no sé si sea precisamente lo que Isabella quiera oír de mi parte. Mucho menos lo que necesite.

Es decir… ¡su nieta está en coma! Tengo que dejar mis comentarios negativos para otro momento. En realidad, debería hacer que desaparezcan por completo y no que se queden en la punta de mi lengua deseando ser pronunciados, aunque quien esté en mi lugar comprendería cuán complicado se torna ante semejante situación.

Todo es muy complicado. Creo que no sería capaz de deseárselo a nadie, sinceramente. Es mucha carga. Demasiada.

La única verdad es que quiero dejar que me efecte tanto. No quiero llorar más. No quiero hacer de cuenta que por las noches puedo dormir tranquilo. No quiero seguir forzando sonrisas. No quiero dejarla ir. No quiero seguir pensando siquiera. Lo único que realmente me encantaría es acallar mis pensamientos por un largo rato. Ojalá pudiera hasta que ella despierte… Aunque, si no lo hace…, los perdería para siempre, y no solamente a ella. Nuestros pensamientos nos convierten en lo que somos, y sin ellos, ¿quién sería David Janner? Una pregunta que no me gustaría llegar a enfrentarme nunca. Hoy sé quién soy. Mañana querré estar al tanto de ello también.

Necesito distraerme un rato, de manera urgente. Esto no me está ayudando para nada. Soy consciente que Isabella debería irse y no permitiré que Violet se quede sola después de lo que ha hecho, pero no puedo soportarlo más. No pasará nada malo si, durante una noche, ninguno de los tres estamos aquí; ¿verdad?

—Isabella… —la llamo, volteando una vez más para encontrarme con ella—. Creo que… creo que me volveré a ir dentro de un rato.

Asiente con la cabeza, comprendiéndolo.

—Está bien —es lo que dice—. Deberías dormir… porque las ojeras que están debajo de tus ojos demuestran que estás muy agotado.

—Sí —admito—. De todos modos, no sé si precisamente me iré para dormir. No puedo. Cierro los ojos y a los minutos los abro sin haber descansado absolutamente nada.

—¿Acaso probaste con café? —pregunta Violet uniéndose a la conversación, tecleando al mismo tiempo algo en su celular.

«¿Acaso te he hablado a ti?»

—El café quita el sueño —contesto, cortante.

—Por eso mismo.

La miro.

—Si no te has dado cuenta; yo quiero dormir más, no dormir menos.

—Entonces… píldoras para dormir.

Intento contenerme para no soltar algún insulto que el David cuerdo no pronunciaría jamás.

—No puedo depender de eso todos los días, Violet —contesto.

Isabella dirige la mirada de uno a otro, de acuerdo quién tenga la palabra.

—Lo cierto es que resultaste ser peor que yo —oigo que murmura, alzando ambas cejas sin quitar la vista de la pantalla de su móvil.

«Como si alguien pudiese ser peor que tú.»

—Sí, tal vez —contesto, en su lugar. Tras unos momentos, agrego—: Sólo con la diferencia que yo no ayudaría al enemigo.

Se olvida de su teléfono. Veo cómo su rostro comienza a teñirse de rojo, mientras aprieta los labios (supongo que intentando contenerse), pero no lo consigue y termina soltándolo delante de Isabella:

—¡No sabía lo que ella quería hacer! ¡¿Tanto te cuesta comprender?! ¡No fue mi intención! ¡No lo fue! ¡A Natalie la quiero tanto como has de quererla tú! ¿Okay? ¡Ya déjalo!

—¿De qué hablan?

Intercambio una última mirada con la prima de Natt.

—Nada —contesto, acomodándome en el asiento.

—No soy estúpida —me responde, tomándome desprevenido—. Vamos, ¿quién de los dos me lo dirá?

—Tía Isabella, no…, no es nada importante. En serio… Algo entre David y yo, nada más. No te preocupes.

«No te preocupes»; repito en mi cabeza, pensando las palabras con desprecio. «Tu nieta se está muriendo, pero no te preocupes. No es nada importante. No te preocupes…».

—Así que… ¿ustedes ya se conocían desde antes…?

—Pues, algo así… —responde a su pregunta, y no hace más que seguir prestándole atención a su celular.

—Está bien. —Sé que no dice aquellas dos palabras tan convencida, y no la culpo. En su lugar tampoco lo haría. Pasados unos cuantos minutos, donde ninguno dice nada, escucho a mi izquierda aquella voz que haría lo que sea con tal de no oírla de nuevo por el resto del día. O de mi vida, más bien.

—Creo que ya es hora de irnos…

Se levanta, y guarda su teléfono móvil (que, según pude ver, le importa más que la salud de su prima) en el bolsillo de su pantalón. Isabella se pone de pie después de ella, y dice:

—Sí, ya es tarde… —Gira hacia mí, dedicándome una sonrisa—. Adiós, David. Cuídate. Cuídate e intenta dormir. Yo sé que Natt no querría que andes de esta manera. Necesitas descansar.

Se acerca para darme un beso en la mejilla, mientras que yo le sonrío también como puedo.

—Adiós —se despide la otra, desde su sitio.

—Hasta luego —contesto, mientras veo cómo comienzan a alejarse. Considero la idea de ingresar a la habitación una vez más, así que eso es lo que hago antes de irme. Necesito hablar con ella unos últimos minutos antes de volver a casa.

Después que la puerta se cierra a mis espaldas, voy hacia la camilla. La contemplo por unos momentos, como ocurre siempre, de modo que se convierte en una introducción a lo que sé que me destruirá por completo. Miro sus párpados caídos, e intento creer que sólo está durmiendo. Que no ocurrió nada. Que solamente está agotada y ha llegado la otra de descansar. No obstante, las lágrimas obstruyen mi visión al darme cuenta que posiblemente esté así; descansando para siempre. Y para siempre es un largo tiempo. El tiempo que me hubiese gustado aprovechar para demostrarle que sí es posible ponerse de pie después de unas cuantas caídas y tropezones.

Permito que las lágrimas comiencen a correr por mi piel mientras tomo su mano derecha, para entrelazar la con la mía, con mucho cuidado. Está fría. Siempre sus manos están frías. Por momentos su rostro también… Y no me gusta para nada, como has de notar.

—¿Sabes? —comienzo, hablando en voz baja, mirando nuestros dedos entrelazados. Con mi otra mano acaricio su pálida piel, y logro escuchar, sobre los constantes pitidos del monitor cardíaco, cómo trago saliva—. No me voy a cansar nunca de decirte que te extraño…

Mi voz se rompe, cumpliendo con la rutina, si es que puede ser llamado de esa manera. Recorro la habitación con la mirada, como si pudiese encontrarme con algo nuevo cuando sé que no es verdad, y me topo con la banqueta donde he estado sentado hace unas horas. Voy hacia ella, tras soltar la mano de Natalie, y la tomo para llevarla hacia la derecha de la camilla. Me siento, y no demoro en entrelazar nuestras manos una vez más.

—Quisiera saber si me escuchas… —digo, retomando mi monólogo—. Aunque es muy poco probable que lo hagas… ya que, al parecer, el coma es profundo. Y si lo es… no logras oír nada. Bueno, en realidad sí escuchas, pero cuando despiertas no lo recuerdas. —Siento que se me encoge el corazón, y pienso en todas aquellas palabras que se perderían en el olvido si su memoria no fuera capaz de retenerlas. Pienso en mí, diciéndoselas de nuevo, y me imagino su reacción. No será nada bonito que me escuche decírselo con ella consciente—. Así que sí, Natt. Me gustaría que lo recuerdes todo. Absolutamente todo. Sin embargo, en especial, quiero que recuerdes que te amo con todo mi corazón.

Una voz en mi cabeza me contesta que sí lo recordará. Me digo a mí mismo que quiero pensar que es verdad, porque al mismo tiempo no lo creo. Sé que no lo recordará. Y lo digo en voz alta, no dirigiéndome a nadie más que a mí, David Janner, y no puedo evitar sonar de la misma manera que me encuentro. Roto, vulnerable, ya casi sin ningún tipo de esperanza.

—No lo hará. Haga lo que haga, no lo hará; y esa es la peor parte: no voy a poder evitarlo.

Una voz, aquella que he oído en mi cabeza, como si se tratara de una persona que está en la misma habitación que yo, contesta:

—Sí que despertará, señorito hoy-no-es-mi-día-para-ser-un-jodido-positivo.

Me doy cuenta que no es ninguna voz que sólo resuena en mi cabeza sin tener un propietario, sino que es una persona. Sin siquiera verlo lo reconozco, aunque cuando volteo hacia la puerta, que es donde se encuentra, no hago más que fruncir el ceño y preguntarle:

—¿Luke? ¿Qué estás haciendo aquí?

Veo cómo lucha para no poner los ojos en blanco.

—Yo también me alegro de verte —dice—. Y, respondiendo a tu pregunta; sí, soy Luke. Me escapé del internado para poder venir, ¿no soy genial? —Cruza ambos brazos, mientras que ambas comisuras de sus labios se alzan formando una sonrisa. Sin embargo, cuando sus ojos terminan posándose en Natalie, aquella sonrisa desaparece sin dejar rastro alguno—. Mierda…

Asiento con la cabeza, dándole a entender que he reaccionado de la misma manera al verla por primera vez en este estúpido lugar.

—¿Ahora me entiendes? —le pregunto, en voz baja—. Cuando te digo que no puedo soportarlo más… ¿Lo entiendes?

Contesta que sí, muy despacio, y cuando parece que se ha recuperado un poco, suelta:

—Sin duda, cuando despierte le daré lecciones para mirar ambos lados antes de cruzar la condenada calle.

—Eso no es gracioso —le espeto.

—Sí, ya lo sé… —acepta, dejando ambas manos en los bolsillos de su pantalón. Lleva puesto el uniforme—. Aun así, tu cara necesita un par de bromas más que alguna otra cosa. Llamaría a Chloe, pero…

Decido interrumpirlo antes que sea capaz de terminar.

—¿Te digo algo? Dos personas no pueden estar juntas en la habitación junto con el paciente.

Lo he echado, pero con otras palabras.

—Qué mal —es lo único que dice.
Seguido a eso, termina de ingresar al cuarto para poder cerrar la puerta. La verdad es que no me agrada hablar con ella teniéndolo a él presente.

—¿Me darías unos minutos, Luke? Luego tú entras de nuevo y yo me voy.
Se encoge de hombros, posicionándose al otro lado de la camilla.

—No le veo lo malo a que estemos los dos aquí.

«Pues, yo sí.»

—Por si acaso.

—No pasará nada… —asegura—. Además, no entiendo por qué debe ser de a una persona. No vamos a tener un…

Entrecierro los ojos prediciendo lo que quiere pronunciar, y lo interrumpo antes que sea demasiado tarde.

—No lo digas.

Él rueda los ojos.

—Igual me quedaré, para algo vine.

Alzo una ceja.

—¿Te quedarás la noche aquí?

—Pues… si me lo permites, lo haré. Como dije, para algo he venido.

—Sí, puedes quedarte… —Sonrío, en parte más que contento al saber que no pasará la noche sola—. Yo me iré, ¿sabes? Me… me hace mal estar aquí tanto tiempo. Muy mal.

Asiente con la cabeza, comprendiéndolo (los últimos días, cuando no estaba dentro de la habitación, no hacía más que mandarle un mensaje tras otro demostrándole cuán desesperado y deprimido me encontraba), y para cambiar de tema me avisa que estuvo hablando con Christopher. Supuestamente, tanto él como Chloe, dentro de estos días vendrán. También dice que Victoria llegará mañana.

Debo admitir que lo que noté, fue que sonrió de una manera algo sospechosa al decir su nombre. Así que, captándolo todo, le pregunto:

—¿Qué tal van las cosas con ella?

—¿Con quién?

«No es necesario hacerse el desentendido cuando las cosas ya han quedado más que claras.»

—Pues con Victoria, ¿acaso cuántas tienes detrás de ti?

Alza una ceja y observa por sobre su hombro. Yo no puedo evitar reír.

—Sí que eres idiota, Luke —digo, y él contesta a mi pregunta anterior:

—Tengo a Door . Es mi amante. En realidad, su nombre es Dorothea; pero Door suena más bonito, ¿a que sí?

Aquello es lo responsable de sacarme una verdadera sonrisa.

—Reitero: sí que eres idiota, Luke.

Se ríe, al igual que yo hace unos momentos.

—Ahora, hablando en serio… —comienza—, ¿de qué estás hablando?

Alzo una ceja.

—¿De verdad estás preguntándomelo?

—Pues, sí… —Durante los siguientes minutos, por su expresión, noto que está pensándolo. Cuando ya ha pasado suficiente, como si todos los secretos del universo hubiesen sido revelados delante de sus ojos, dice—. Te refieres a Victoria, ¿no?

—¿Y a ti qué te parece?

Se encoje de hombros.

—Si no es ella no sabría cuál quieres decir, porque ella es la única que me importa. Janner, me gusta. Me gusta Victoria.

Le sonrío.

—Ya lo sabía.

Tras que mi mirada conectara con la suya, observo una vez más mi mano entrelazada a la de Natalie. Él sigue:

—¿Sabes? Algunos días ella va al internado a verme, hablamos un rato de tonterías, y hasta nos hemos besado un par de veces… Me gusta, yo le gusto, pero no hay más.

—¿Acaso ahora todos se besan excepto Natalie y yo?

—No es culpa mía —responde—. Yo no interrumpí nada. Tú eres el lento que no la besó.

No voy a decir que no tenga razón, de todos modos.

—Lo intenté varias veces —es lo que digo—. Pero sí nos hemos besado, por más que ninguno de los dos supiera en ese momento que nos estábamos besando. Sé que sabes de la vez que estoy hablando…

Él asiente con la cabeza.

—Lo del gimnasio —contesta.

—Sí. Y, el día en el que realmente tuvimos la oportunidad, Chloe nos interrumpió. Esa fue la primera vez.

—¿Y qué más? Creo que vamos a estar para rato mientras me cuentas tus besos fallidos no-dados con Hofmann.

Pongo los ojos en blanco.

—Pues… una de las últimas veces ha sido el día en el que Natalie supuestamente sería expulsada del internado. Le pregunté si podía besarla y dijo que no, que no la besara.

El que pone los ojos en blanco ahora es él.

—No debías preguntarle, idiota —espeta—. La hubieses besado y ya.

Me apresuro a darle mis excusas:

—Si lo hubiese hecho sin su permiso se habría enfadado conmigo, y ya tuve que lidiar con una Natalie molesta, que no me habló por varias semanas. No quería que se repitiese.

—Debías arriesgarte.

—En ese momento preferí que ella estuviese de acuerdo.

—Yo sé que sí quería. Sólo que, como es bien terca, no lo quería aceptar.

—¿Cómo es que sabes que Natalie sí quería? ¿Eh?

Lo único que deseo es que no haga lo mismo que Isabella: decir lo que están seguros que quiero escuchar.

—Pues… —comienza, ladeando la cabeza—. No voy a decirte. Sería un mal amigo si lo haciera. Confórmate sabiendo que yo nunca me equivoco.

Él y su modestia.

—De todos modos… —sigue, cuando yo no le contesto—, cuando despierte tendrán tiempo. Todo el tiempo del mundo. Como debes suponer, yo podré mantener apartada de ustedes a Victoria, y Christopher hará lo mismo con Chloe. Ya verás. Te lo prometo.

No le contesto. Nadie sabe si realmente eso podrá pasar. Y, si no lo digo en voz alta, es porque quiero intentar un poco por lo menos a dejar el negativismo de lado. No pronunciarlo es un avance, según quiero creer. Debo guardarme ese tiempo de cosas, como si no existieran. Será lo mejor, después de todo. Mucho mejor.

Luke tampoco dice algo. Sólo, muy despacio, se acerca a la camilla. Yo acaricio la mano de Natalie con mi pulgar derecho, observándola. Cuando menos me lo espero, lo escucho decirle:

—No quiero que tu amorcito inunde nada, así que te conviene despertar… Además, será extraño no escucharte cantar cuando estés en tus días. Andrés te necesita, quiere verte rendirle culto… —Alzo la cabeza, y dirije su mirada hacia mí para continuar—. David, ¿sabías que tu amorcito le canta al tomate asesino? Es muy rara.

—Así me gusta… —le contesto en voz baja, encogiéndome de hombros—. Me gusta que sea rara.

Se vuelve hacia ella.

—¿Lo escuchas, Natt? Se gustan mutuamente; así que o te despiertas, o va a venir otra pendeja y se lo va a llevar.

Algo más que me saca una sonrisa. Le contesto, casi riéndome, que es un idiota. Él me contesta que él puede ser idiota, pero que yo me asemejo a un zombie y aquello es peor. También dice que parece que no duermo hace mucho tiempo. Yo le contesto que hace una semana no lo hago, en realidad. No como debería.

—¿Tanto tiempo? —preguta, sin creérselo.

—Sí… —murmuro—. Como has de ver, ya no soporto.

Pensativo, asiente con la cabeza. Después, cuando vuelvo a prestarle atención a Natalie, me hace volverme hacia él una vez más. Dice que me vaya, que se quedará cuidándola. Y también que todo estará bien. Tengo que dormir, que debo dormir.

Yo acepto que tiene razón, porque he estado pensándolo, y se lo agradezco. Suelto un suspiro, mientras me pongo de pie sin soltar en ningún momento la mano de Natalie. Me inclino unos centímetros hacia adelante para darle un beso en la mejilla, y luego es cuando comienzo a separar nuestros dedos de forma lenta. Quiero, y no quiero irme. Quiero irme, pero no dejarla. Sé que quedará en buenas manos, pero me gustaría al mismo tiempo no tener que marcharme.

Empiezo a caminar hacia la puerta, pero me detengo.

—Si pasa algo, Luke… —le dijo, mirándolo—, quiero que me llames. No importa la hora que sea. Tú me llamas. ¿Bien?

Intenta sonreír. Y lo comprendo.

—Está bien, pero no pasará nada. Despreocúpate. Duerme tranquilo; yo estaré aquí hasta que regreses.

Le tomo la palabra, y me voy.

Tengo que regresar a mi casa caminando. Una vez más, he olvidado el dinero para un taxi. Sin embargo, por suerte, el camino está iluminado, de la misma manera que no circulan tantos coches por las calles.

Miro mis pies mientras dan un paso tras otro. Me pierdo en mis pensamientos, sin importarme lo demás. La recuerdo a ella y todo aquello que me hizo feliz y no tan feliz en su momento. Lo recuerdo todo. Y aquello no hace más que actuar en mí, como numerosas puñaladas a mi corazón.

Recuerdo esa vez que había salido del salón de Física con la excusa de ir al baño. En el pasillo me la había encontrado, con su notable baja estatura y aquellos ojos verdes recorriendo de forma desorientada el lugar. Parecía que no tenía ni idea de dónde estaba parada. Y así era.

Yo, durante los siguientes instantes, no hice más que contemplarla. Aquella primera vez me dije a mí mismo que era muy bonita. También, cuando ella notó mi presencia, no pude evitar sonreírle. Debo admitir que tampoco me fue posible mantenerme en silencio.

—Hola —fue lo que le dije, sonriendo aún.

—Hola —contestó ella, después de unos segundos. No la vi demasiado confiada, y comprendí. Puede identificarla al mismo tiempo, ya que la había visto esa misma mañana en uno de los corredores del segundo piso.

—¿No deberías estar en clase? —le pregunté, ignorando otras preguntas que deseaban ser pronuciadas. No me fue posible apartar mi mirada de la suya en nigún momento.

—Debería —dijo, permitiéndome ver su semblante serio. A comparación mía, creí que ella no pensaba que fuera momento de sonreír—. Me he extraviado, soy nueva y necesito ir a… —Alargó la última letra y yo esperé a que terminara, pero como no lo hizo, aproveché la oportunidad para tomar la palabra de nuevo.

—Yo te ayudo, si quieres. ¿A qué clase debes ir?

Soltó un suspiro, aliviada a mi parecer.

—En realidad, debo ir a Dirección —respondió.

—Déjame adivinar… —No fue necesario pensármelo demasiado, por lo que hago una mueca antes de seguir—: ¿En problemas tu primer día?

—Se podría decir que sí. —Luego, la escuché gruñir por lo bajo—. No es agradable ni mucho menos bonito que te pongan un estúpido reporte por haberte perdido.

—Yo te ayudo, si quieres.

Ella, de una manera apenas perceptible, sonrió.

—Está bien, gracias.

Así que había comenzado a caminar, esperando que ella me siguiera. Logró ponerse a mi altura poco tiempo después, y en completo silencio, la llevé a Dirección. Muy romántico de mi parte, soy consciente de ello. Agh. ¿Algo mejor no se me ocurrió? Si era lo único que podía hacer…

Al detenernos, le dije que allí era. Me lo agradeció e ingresó. Yo estuve esperándola, considerando la idea que posiblemente necesite ayuda para regresar al aula que le corresponde. Y sí, no me había equivocado. Tuve que dirigirla hacia el aula de Biología. Tras despedirnos, me agradecí a mí mismo por decirle al profesor que iría al baño con tal de perder unos cuantos minutos de clases. Valío mucho la pena haberle mentido.

Al día siguiente, a la hora del almuerzo, recuerdo que había ido a la cafetería. Casi de inmediato pude identificar a la chica que se había enfrentado con Ashley ese mismo día, y la razón por la que no se me dificultó verla ha sido porque todos estaban volteados en su dirección. Pensé en ese momento que nadie sabía disimular.

Justamente, ella era al mismo tiempo la chica de bonitos ojos verdes que, el día 15 de septiembre, había acompañado para enseñarle el camino hacia la Dirección. También pensé que no era malo acercarme y hablar con Natalie (sí, supe su nombre porque todos estuvieron nombrándola. Que alguien le conteste a Ashley Howard de la manera que lo hizo no es algo que se viera todos los días), puesto que ya había mantenido una conversación con ella no mucho tiempo atrás.

Así que sí, fui hacia donde se encontraba.

—Hola —le dije, tras llegar. Sus ojos recayeron en mí, y le sonreí ante aquello. Dios mío…

—Hola —me contestó al unísono junto con Chloe Bewster, que era con quien estaba compartiendo mesa.

—Natalie, ¿puedo hablar contigo? —pregunté, sentándome sin permiso al mismo tiempo en una de las dos sillas desocupadas.

Una persona (que claro está que no fue ella), me respondió:

—Ya lo estás haciendo, genio.

—¿Cómo sabes mi nombre? —quiso saber, ignorando a su acompañante.

Me encogí de hombros.

—Supongo que ya todo el internado lo sabe.

—Ni que fuera importante conocerlo.

—Es que, a todos nos sorprendió la manera en la que te has dirigido a Ashley Howard esta mañana.

—No debe ser tan sorprendente —repone—. Alguien ya debió haberlo hecho alguna vez, ¿no?

Negué con la cabeza.

—Que yo sepa, nunca nadie lo ha hecho antes. Todos le tienen miedo, por llamarlo de una manera.

—¿Y por qué? —Tras pronunciar aquella pregunta, suelta una carcajada más que forzada.

—Pues, ella es sobrina de la directora.

Vi que frució el entrecejo por unos momentos. Reponiéndose, dijo:

—Igual… si alguien te trata como lo hizo ella, te “defenderías” sin importarte quién es su tía.

—¿Tú sabías y a pesar de eso, lo has hecho?

—No, no sabía —contesta, después que yo me riera apenas—. Sin embargo, si me hubiese enterado antes, de todas maneras, lo habría hecho. —Y sonrió, sin importarle tanto lo que acababa de decirle.

Le sonreí de vuelta. Me gustaba que se viera tan… despreocupada. Me gustaba. Y me sigue gustando.

—¿Sabes qué? —le pregunté, sin creer del todo todavía que me había cruzado a alguien como ella—. Soy tu fan, Natalie. Tu fan número uno.

Ella no hizo más que reírse, y oírla ha hecho que, sin siquiera planearlo, me gustase más. Sí, gustase más, a pesar que al mismo tiempo Natalie Hofmann fuese una amargada de primera.

—¿Mi fan? —quiere saber, un tanto incrédula—. ¿Por haberla enfrentado? Por favor, no seas ridículo… tú… tú… Por cierto, ¿cómo te llamas?

—Me llamo David, David Janner. Tu fan.

Antes de levantarme del asiento e irme, le guiñé uno de mis ojos cafés. De inmediato, toda expresión agradable se había eliminado de inmediato de su rostro. Ante lo que yo pensé, al instante:

«Creo que he metido la pata…»

No muchos días después, el 19 del mismo mes, ella me había preguntado:

—¿No deberías estar en clase?

No hice más que encogerme de hombros antes de decirle:

—Sí, pues; debería.

Debió considerar muy extraño que me encontrase en el comedor en un horario que no debería. Yo me hubiese preguntado lo mismo de acuerdo a ella, pero no porque ya sabía sus motivos.

—¿Y por qué no vas? —interrogó, tal vez algo impaciente.

—Estás suspendida.

Ante su desconcierto, las comisuras de mis labios se alzaron un poco.

—Lo sé —dijo—, pero, ¿eso qué tiene que ver contigo para que no te presentes?

Debatí en mi cabeza por si debía decírselo o no. Decidí ir por la verdad, ya que no conseguiría nada malo si lo hacía después de todo. O eso pensaba.

—Bueno… no quería que estés más de cinco horas sola, sin conocer exactamente el lugar y… decidí saltearme las clases para quedarme junto a ti.

Negó con la cabeza, a la vez que conectaba los auriculares a su teléfono. Luego soltó:

—Vete a clases, David.

—No lo haré.

—Sí, lo harás.

—No.

Hizo rodar los ojos. Noté, al mismo tiempo, que no era una persona muy paciente que digamos.

—Está bien, no vayas; pero no esperes que te hable, ¿entendido?

Tras ponerse los auriculares de una vez, tomó la taza para comenzar a beber de su estúpido té. Yo, sin poder evitarlo, le pregunté:

—¿Por qué no quieres que seamos amigos? —«No te he hecho alguna cosa mala… ¿o sí?»—. ¿Tengo cara de pedófilo o algo?

El recuerdo se traslada a otro sitio, convirtiéndose en la sala de música. De inmediato identifico aquella fecha.

—Janner —me llamó el profesor Miller, interrumpiéndome mientras estaba hablándole a ella.

Sin apartar la mirada de Natalie en nigún momento, contesté que era yo, alzando la mano al mismo tiempo.

—Instrumento y canción.

—Guitarra y “Counting Stars” —dije.

—¿Artista?

—One Republic.

—¿Sólo guitarra?

—No, guitarra y voz.

Me levanté del banco, a pesar de no haber querido dejarla allí. Conseguí tomar el instrumento, y no muchos minutos después ya estaba comenzando, sonriendo de todos modos.

«Lately, I’ve been, I’ve been losing sleep» Últimamente, he
estado, he estado perdiendo el sueño.
«Dreaming about that things we could be» Soñando con
las cosas que podríamos ser.
«But, baby, I’ve been, I’ve been praying hard» Pero cariño, he
estado, he estado rezando mucho.
«Said no more counting dollars» Dije “Basta de contar dólares.
«We’ll be counting stars, yeah, we’ll be counting stars» Estaremos contando estrellas”, sí,
estaremos contando estrellas.

«I see this life like a swinging vine» Veo esta vida como una viña balanceándose
«Swing my heart across the line» Se balancea mi corazón por la línea.
«And my face is flashing signs» En mi cara parpadean señales
«Seek it out and you shall find» Búscalo y lo encontrarás.

«Oh, but I’m not that old» Oh, pero no soy tan viejo.
«Young, but I’m not that bold» Soy joven, pero no soy tan audaz.
«I don’t think the world is sold» No creo que el mundo esté vendido.
«I’m just doing what we’re told» Sólo estoy haciendo lo que hemos dicho.

«I feel something so right» Siento algo tan bueno.
«Doing the wrong thing» Haciendo lo incorrecto.
«I feel something so wrong» Siento algo tan malo.
«Doing the right thing» Haciendo lo correcto.
«I couldn’t lie, couldn’t lie, couldn’t lie» No podría mentir,
no podría mentir, no podría mentir.
«Everything that kills me makes me feel alive» Todo
lo que me mata me hace sentir vivo.

«Lately, I’ve been, I’ve been losing sleep» Últimamente, he
estado, he estado perdiendo el sueño.
«Dreaming about that things we could be» Soñando con
las cosas que podríamos ser.
«But, baby, I’ve been, I’ve been praying hard» Pero cariño, he
estado, he estado rezando mucho.
«Said no more counting dollars» Dije “Basta de contar dólares.
«We’ll be counting stars» Estaremos contando estrellas.”

«Lately, I’ve been, I’ve been losing sleep» Últimamente, he
estado, he estado perdiendo el sueño.
«Dreaming about that things we could be» Soñando con
las cosas que podríamos ser.
«But, baby, I’ve been, I’ve been praying hard» Pero cariño, he
estado, he estado rezando mucho.
«Said, no more counting dollars» Dije “Basta de contar dólares.
«We’ll be, we’ll be counting stars» Estaremos, estaremos contando estrellas.”

«I feel the love and I feel it burn» Siento el amor y lo siento apagarse.
«Down this river, every turn» En este río, en cada curva.
«Hope is a four-letter word» La esperanza es una palabra de nueve letras.
«Make that money, watch it burn» Mira ese dinero, míralo arder.

«Oh, but I’m not that old» Oh, pero no soy tan viejo.
«Young, but I’m not that bold» Soy joven, pero no soy tan audaz.
«I don’t think the world is sold» No creo que el mundo esté vendido.
«I’m just doing what we’re told» Sólo estoy haciendo lo que hemos dicho.

«I feel something so right» Siento algo tan bueno.
«Doing the wrong thing» Haciendo lo incorrecto.
«I feel something so wrong» Siento algo tan malo.
«Doing the right thing» Haciendo lo correcto.
«I couldn’t lie, couldn’t lie, couldn’t lie» No podría mentir,
no podría mentir, no podría mentir.
«Everything that drowns me makes me wanna fly» Todo
lo que me ahoga me hace querer volar.

«Lately, I’ve been, I’ve been losing sleep» Últimamente, he
estado, he estado perdiendo el sueño.
«Dreaming about that things we could be» Soñando con
las cosas que podríamos ser.
«But, baby, I’ve been, I’ve been praying hard» Pero cariño, he
estado, he estado rezando mucho.
«Said no more counting dollars» Dije “Basta de contar dólares.
«We’ll be counting stars» Estaremos contando estrellas”.

«Lately, I’ve been, I’ve been losing sleep» Últimamente, he
estado, he estado perdiendo el sueño.
«Dreaming about that things we could be» Soñando con
las cosas que podríamos ser.
«But, baby, I’ve been, I’ve been praying hard» Pero cariño, he
estado, he estado rezando mucho.
«Said no more counting dollars» Dije “Basta de contar dólares.
«We’ll be, we’ll be counting stars» Estaremos, estaremos contando estrellas.”

«Take that money» Toma ese dinero.
«Watch it burn» Míralo arder.
«Sink in the river» Hunde en el río.
«The lessons I've learn» Las lecciones que he aprendido.

«Take that money» Toma ese dinero.
«Watch it burn» Míralo arder.
«Sink in the river» Hunde en el río.
«The lessons I've learn» Las lecciones que he aprendido.

«Take that money» Toma ese dinero.
«Watch it burn» Míralo arder.
«Sink in the river» Hunde en el río.
«The lessons I've learn» Las lecciones que he aprendido.

«Take that money» Toma ese dinero.
«Watch it burn» Míralo arder.
«Sink in the river» Hunde en el río.
«The lessons I've learn» Las lecciones que he aprendido.

«Everything that kills me makes feel alive» Todo lo que me mata me hace sentir vivo.

«Lately, I’ve been, I’ve been losing sleep» Últimamente, he
estado, he estado perdiendo el sueño.
«Dreaming about that things we could be» Soñando con
las cosas que podríamos ser.
«But, baby, I’ve been, I’ve been praying hard» Pero cariño, he
estado, he estado rezando mucho.
«Said no more counting dollars» Dije “Basta de contar dólares.
«We’ll be counting stars» Estaremos contando estrellas”.

«Lately, I’ve been, I’ve been losing sleep» Últimamente, he
estado, he estado perdiendo el sueño.
«Dreaming about that things we could be» Soñando con
las cosas que podríamos ser.
«But, baby, I’ve been, I’ve been praying hard» Pero cariño, he
estado, he estado rezando mucho.
«Said no more counting dollars» Dije “Basta de contar dólares.
«We’ll be counting stars» Estaremos contando estrellas”.

«Take that money» Toma ese dinero.
«Watch it burn» Míralo arder.
«Sink in the river» Hunde en el río.
«The lessons I've learn» Las lecciones que he aprendido.

«Take that money» Toma ese dinero.
«Watch it burn» Míralo arder.
«Sink in the river» Hunde en el río.
«The lessons I've learn» Las lecciones que he aprendido.

«Take that money» Toma ese dinero.
«Watch it burn» Míralo arder.
«Sink in the river» Hunde en el río.
«The lessons I've learn» Las lecciones que he aprendido.

«Take that money» Toma ese dinero.
«Watch it burn» Míralo arder.
«Sink in the river» Hunde en el río.
«The lessons I've learn» Las lecciones que he aprendido.

Una vez después que había terminado y haber hablado unos momentos con el profesor, regresé con ella sentándome a su lado. Natalie me sonrió, por lo que le pregunté:

—¿Y?

—Excelente —contestó, sin titubear siquiera—. Cantas muy bien. Me gustó mucho.

—Gracias, pero no creo ser mejor que tú.

—Uhm, ¿sabes? Soy tu fan, David. Tu fan número uno. —Sin más, como había ocurrido en aquella ocasión, aunque con los géneros invertidos, me guiñó su ojo izquierdo. Le sonreí por lo que acababa de pasar, y ante eso me tocó contestar:

—No. El único fan aquí soy yo.

Mi mente vaga hacia el 3 de octubre del año pasado. Veo la piscina que tuvimos frente a nosotros en aquella oportunidad, y cuando mi mirada se encuentró con ella fue inevitable no abrir la boca.

—¿Qué pasa? —fue lo que pregunté.

Ella negó con la cabeza, saliendo de su trance.

—¿Qué?

—Te… te quedaste como hipnotizada observando el agua. ¿Le tienes miedo, Natt?

—No. —Volteó hacia mí—. No sé nadar, pero no le temo al agua… Tal vez sí a ahogarme.

Sonreí un poco, aunque no lo notó. Lo supe porque se la veía aún vagando un poco entre sus pensamientos, sin prestarme tanta atención.

—Pues, estando conmigo nunca te ahogarías.

—David…, estando contigo o no, de cualquier manera, no lo haría.

Debo admitir que me contuve para no poner los ojos en blanco.

—¿Y cómo lo sabes?

—Supongo que como no sé nadar, no me acercaría al agua…

—¿Y si alguien te empuja?

—¿Acaso eso planeas?

—¿Qué? No, claro que no.

—¿Y quién lo haría?

—Eso es lo de menos, supongo —dije—. Lo más importante creo que es quién te salvará.

—¿Y si nadie me salva?

—No va a ocurrir, porque yo estaré contigo; y no te caerás al agua.

—¿Y si caemos los dos? —inquirió, inquieta.

«Voy a matarla.»

—Por el amor de Dios, Natalie; ¿puedes dejar de ser tan negativa?

—Ay, no —contestó, haciendo una mueca—. Qué difícil.

Mi mente se traslada al interior del internado Howard-Sivan. Yo me contraba caminando por una de las plantas, regresando de mi habitación para ir al comedor. Era hora de la cena. Sin embargo, al estar pensando en otra cosa distrayéndome por completo, llegó el momento en el que mi hombro golpea a otra persona. Accidentalmente, claro.

—Idiota. —Escuché que murmuró, y recogió esas cosas que tras haberse tropezado conmigo han caído al piso. Maldije mentalmente al saber de quién se trataba. Carraspeé.

—Eh… yo… —empecé, pero no encontré las palabras. Y eso que con anterioridad estuve pensando en qué decirle. Era como si verla, tenerla a tan sólo unos centímetros, me dejara completamente en blanco. Y no que «era como…» sino que era y punto.

Se levantó, y no hace más que mirarme molesta. Después preguntó:

—¿Qué sucede contigo, David?

Esperé no fallarme a mí mismo. Como pude, respondí.

—Fue un accidente, Natalie. Lo siento.

Decidí que lo mejor sería darme la vuelta y seguir con mi camino. No obstante, cuando quise empezar a dar unos pasos, ella me detuvo tomándome del brazo. Volteé, suspirando, para mirarla a ella y sólo a ella.

—No me refería a esto —dijo, llevando su mirada al suelo, y supuse que estaba refiriéndose a lo que acababa de ocurrir con su celular y cuaderno que se le habían caído de las manos tras chocarnos—. ¿Qué te ocurrió? ¿Por qué te habías ido de la cafetería, así como así? No habíamos terminado de hablar.

—Nada importante —gruñí en respuesta, viendo el agarre, y Natt me soltó al darse cuenta de ello—. Gracias por recordarme que debo romperle la cara a tu amigo.

Al acordarme de Luke, en ese momento me puse peor. Así que, para que no lo notara, emprendí camino por el corredor dejándola atrás.

—¡Joder, David; no! —exclamó, y no muchos segundos después fue cuando sentí cómo tomó mi mano izquierda con la suya. Suspiré cansado, volteando hacia Natalie una vez más.

—Ya basta, Natt.

Eso, verdaderamente, no me molestaba; pero sí me dolía. Rememorarlo también. Y más de lo que creía que dolería.

—Sólo no le hagas nada… —había pedido—, te meterás en líos.

Resoplé.

—Sí, claro. Líos. Había olvidado que lo quieres a él, seguramente me negarás y lo defenderás.

—Cállate, porque no estoy defendiéndolo. Como dije, estoy evitando que te metas en problemas. Como tú hacías conmigo…

«Yo creo que es demasiado tarde, preciosa.»

—Sí, qué bonitos recuerdos. —Puse los ojos en blanco, simulando que no me gustaba para nada que ella quisiera ahorrarme algo que ya no se podía prevenir—. ¿Desde cuándo te importo tanto? ¿Ya no te importa Luke?

Tengo que admitir que por más que en ese momento una parte mía estuviese forzando todo, la otra estaba cabreándose de verdad.

—Siempre me has importado, idiota.

Me quedé en blanco de nuevo. Aquel día, esas palabras actuaron tanto como para bien que para mal. Y no lo comprendía. Ahora sí. Lo único que deseo es no haberme guiado tanto por el lado bueno, después de todo. Ya que, en consecuencia, mientras sonreía bastante contento, le pregunté:

—¿Qué?

Necesitaba que lo repitiera. Y sí, lo hizo. Sólo agregándole algo que actuó en mí como un puñetazo.

—Pues, eso… ¿Cómo no vas a importarme? Eres mi mejor amigo, Dumbo.

«Estúpida friendzone», pensé; y después de pronuciar unas palabras más me fui. Era sabido que contestaría de esa manera. Le gustaba destruirme de esa forma, al parecer.

También logro revivir ese día. El día. Ella había admitido que le gustó la canción “Someone to save you”, lo cual me pareció fantástico ya que la he interpretado para Música por ella horas atrás, antes del castigo que estábamos llevando a cabo.

—A mí me ha gustado la tuya —admití, y la frase que más me llamó la atención había vuelto a rondar por mi cabeza: «¿Quién nos va a salvar ahora?»—. Y, ¿sabes? Creo tener respuesta a la pregunta… —Natt frunció el ceño y yo, al haberme dado cuenta que no comprendió, añadí—: qué es el amor. «Amor» es lo que sientes por alguien cuando estás enamorado. Realmente enamorado. —Vi que asentía no tan convencida con la cabeza, ante lo que quise preguntarle—: ¿Tú qué opinas? ¿Qué es el amor para ti?

Ella se tomó unos minutos para contestar.

—El amor es como una paloma… —Tras oírlo, supe enseguida lo que le seguía—, como una paloma que viene, te caga y se va.

Yo le sonreí, con aquella idea loca reemplazando la anterior, para dar vueltas en mi mente y jugar con ella durante ese entonces.

—Haré que cambies de opinión.

Me devolvió la sonrisa antes de decir:

—No creo que lo logres.

Totalmente convencido, contemplando aquellos ojos verdes, respondí:

—Lo lograré, ya verás.

Y fue el dieciocho de febrero. No me arrepiento de haberlo prometido en voz alta, por más que ya haya hecho la promesa conmigo mismo tiempo atrás.

Cuando quiero darme cuenta, regreso al presente; dándome cuenta al mismo tiempo que me encuentro frente a mi casa. Cuando estoy llevando mi mano al picaporte me detengo, y toco mis mejillas. Al sentirlas húmedas, limpio mis lágrimas con la camiseta. No deben verme llorando. No.

Ingreso de una vez, al estar la puerta sin seguro. Me encuentro con mi madre y con Dylan en la sala de estar, ambos sentados en el sofá mirando la televisión. Siempre que llego están de la misma manera. Me dijo D en una ocasión que esperan a que llegue. También les había dicho que no era necesario. De todos modos, yo sé que no es para enterarse a qué hora llego, sino para asegurarse que llego. No es que les desagrade que me quede a dormir en el hospital, pero saben que me hará mal e intentan prevenirlo.

—Hola —saludo, sin mucho entusiasmo.

Dylan amaga con levantarse de su asiento, aunque luego se arrepiente.

—¿Y cómo está tu chi…? —empieza a preguntar, pero se detiene. Es consciente que ese tema es un punto débil. Así que, como menos me lo espero, cuestiona después—: ¿Tienes hambre?

—No —le respondo. Los últimos días no he tenido ganas de comer en lo absoluto. Y, si lo hacía, era porque estaba obligado. Como si fuese un niño pequeño. Ni siquera hacen eso con Dylan. Porque bueno, él come todo lo que le des… No entiendo cómo con cinco años pueda comer tanto.

—Mamá dice que debemos comer todos los días, David. Y lo sabes. No seas rebelde, te castigarán.

—No tengo apetito, sinceramente.

Se encoje de hombros, y voltea hacia nuestra madre.

—Mami, entonces… ya lo oíste. ¿Puedo comer las porciones de pizza que guardaste para él? No las comerá… Si quieres le pido que lo repita. Yo sí las quiero. En serio, no las va a comer… Sé que no miente…

«Bueno… puede que haya cambiado de parecer. Es pizza.»

Sonrío.

—¿Saben qué ocurrió? Fue así, de repente. Tengo hambre ahora, qué extraño. No me lo esperaba.

Ella me devuelve la sonrisa.

—Ve la cocina, antes que tu hermano se te adelante.

Así que lo hago. Y me lo encuentro a mi padre lavando los platos, lo cual me sorprende un poco porque a esta hora suele estar durmiendo.

—Hola, papá.

Voltea a verme, y me recorre con la mirada por unos momentos. Se detiene en mi rostro.

—¿Todo está bien?

Chasqueo la lengua, procurando no romperme.

—Si dejamos de lado el diminuto e insignificante detalle de que Natalie sigue sin despertar… Sí, todo bien.

Suspira, secándose las manos.

—Ya despertará, David.

Hago un pequeño esfuerzo para contestar.

—Sí, eso espero. La comida, ¿dónde está?

«Traducción: no estoy de ánimos para oír cosas que posiblemente no ocurrirán jamás, así que prefiero cambiar de tema.»

—Fíjate en el microondas.

Abandona la cocina dejándome solo. Yo reviso donde me ha dicho, y efectivamente, encuentro un plato con tres porciones. Lo tomo, y voy a buscar algo para beber junto con un vaso. Estando con ambas manos ocupadas me dirijo hacia el comedor y me ubico en uno de los tantos lugares desocupados para comenzar. A los segundos de sentarme, Dylan llega y se ubica a mi lado. Sé porqué ha venido, así que le extiendo el plato tras darle un mordisco a la que ya he empezado a comer. Él, con una sonrisa, toma una de las dos porciones que quedaban, y la muerde al mismo tiempo que siento vibrar algo dentro de mi bolsillo trasero. Después tomar un sorbo de agua, agarro el celular, pensando que posiblemente es un mensaje de Luke. Me equivoco. Es de Christopher.

Christopher Gilbert a las 11:13 p.m.
Dumbo, ¿cómo está Natalie?

David Janner a las 11:14 p.m.
Igual, ya sabes.

«Ha pasado una semana; si tanto quieres saber de ella, ¿por qué jodida razón no te he visto ni cinco minutos en el hospital? Sé que eres mi amigo, pero actitudes tuyas me dan ganas de mandarte muy seguido a la mierda.»

☀ ☀ ☀

Me detengo en seco en la puerta de mi habitación, viendo el interior. Se encuentran todos aquí. No me lo esperaba. Los miro, a uno tras otro, pero no dicen nada ni ellos ni sus expresiones. Ingreso, muy despacio, sin terminar de comprender. Dylan está saltando en mi cama. Les pregunto qué sucede, hasta que me pongo a la altura de mi hermano. Le pido que me devuelva la guitarra, ya que está brincando con ella entre manos. Lo hace, y tras obedecer, no hace más que seguir saltando.

—Queremos hablar contigo… —contesta mi mamá, recorriendo mi cuarto con su mirada—. Últimamente o estás en el hospital o te encierras aquí… Y eso no es bueno.

Cuando estoy a punto de comentar algo al respecto, mi padre le ordena a Dylan que se quede quieto, y a regañadientes él obedece. Después me pide a mí que me siente, junto a ellos en mi cama. Eso hago, ya que a decir verdad no tengo otra opción.

—¿De qué quieren hablar? —pregunto entonces.

—De lo que sea, mientras que haga que te sientas mejor.

Sólo quería llegar a mi dormitorio para dormir después de haber terminado mi cena, no prepararme para llorar como sé que ocurrirá.

—¿Y cómo hago para sentirme mejor?
Así que sí. De manera casi instantánea, es cuando mi vista comienza a nublarse poco a poco. Sentirme mejor es algo que dudo mucho que ocurra en estos momentos, sinceramente.

—Te estás guardando todo para ti… —dice mi mamá, como si tuviese la capacidad de leerme la mente. Antes de regresar he pensado lo mismo estando con Luke—. Nosotros somos tus padres… Estamos para escucharte.

Debato en mi cabeza en si soltarlo todo o seguir almacenándolo en mi corazón; seguir almacenando la angustia y desamparo, la culpa y la desesperación, lo que siento y sé que jamás dejaré de sentir.

—¿Qué es lo que quieren escuchar? —logro preguntar, cayéndose aquella barrera que siempre construyo estando frente a mis padres; demostrádome cómo realmente estoy—. ¿Que estoy perdiendo a la chica que más amo en el mundo? ¿Que la estoy perdiendo y que no sabe lo que siento por ella? ¿Que lo único que quiero es tenerla aquí, a mi lado, y no que esté en esa estúpida camilla, luchando por sobrevivir? ¿Eso es lo que quieren escuchar?

Sé que estoy llorando cuando las lágrimas llegan a mis manos, humedeciéndome los dedos. No hago nada para evitar que me vean.

—Oh, dijo una mala palabra… —dice Dylan, cubriéndose la boca, más que sorprendido. Después, apartando las manos de su cara, continúa dirigiéndose a mí—. Y para de llorar, niña.

—Déjalo… —le susurra mamá—. Que llore. Le hará bien, Dyl.

—Ya no lo soporto… —admito, con las palabras desgarrándome la garganta. Ya no lo soporto—. Quiero pensar que no se irá, pero tengo el presentimiento de que tampoco se quedará…

D enarca una ceja. Pregunta:

—¿A dónde se irá tu chica?

—Al cielo… —le contesto, mirando aquellos ojos inocentes. Sonríe, y suelta una risita antes de decir:

—No va a ir al cielo, David… Ella no sabe volar, ¿cómo va a ir al cielo?

—¿Lo ves? Hasta un niño de cinco años lo dice. No tienes que pensar en que morirá. Ya verás que dentro de poco estarás aquí con ella, presentándola como corresponde. No debes verle el lado malo a las cosas, y lo sabes.

—Y yo también sé que va a dibujar conmigo… —agrega mi hermano menor, para después golpearme el brazo con su puño diminuto.
Me río al recordar los dibujos desastrosos de Natalie.

—Oye, ¿por qué fue eso? —le pregunto, refiriéndome al golpe.

—Pues, porque tú nunca dibujas conmigo.

—¿Quieres que dibujemos ahora, entonces?

Veo cómo su mirada se ilumina de inmediato. Asiente más que contento con la cabeza, antes de bajarse del colchón y correr a lo que quiero creer que es su habitación. Sonrío por ello.

—Sólo no se queden hasta tan tarde despiertos… Sabes que ambos deben dormir. —Tras pronunciar tales palabras, mi madre comienza a dirigirse hacia la salida de mi recámara. Una vez que traspasa el umbral, me toca voltear hacia mi padre, Frederic, quien es el que ha tomado la palabra primero.

—Tú dile a Natalie todo lo que tengas para decirle, ¿bien? Que no te importe lo demás. Sólo descárgate. No te quedes con todo acá… —Con su dedo índice, señala mi pecho—. Puede que ella esté inconsciente, pero estoy seguro que te escuchará, y decirlo será mejor para ti; ya que te sacarás el peso de los hombros. De verdad, llora todo lo que creas necesario. No te quedes con nada dentro de ti. Nada.

Acepto, en voz baja, que tiene razón. Dejo que sus brazos me envuelvan por unos momentos, y después de darme unas cuantas palmadas en la espalda abandona el cuarto. Me quedo solo, en silencio, hasta que tomo una gran bocanada de aire y me pongo de pie. Voy hacia el dormitorio de mi hermano.

—Siéntate aquí —me pide al instante de verme entrar, señalando una sillita más que pequeña.

—Estuve sentado todo el día —digo, como excusa para no usarla—. ¿No puedo quedarme así?

—He dicho; siéntate aquí. —Señala el asiento una vez más—. ¿Acaso tú dibujas de pie? Lo dudo mucho, sabes.

Ruedo los ojos, y después obedezco. Nunca puedes ganar contra él. Y no, no es raro contemplarme siendo manipulado por un niño de cinco años.

Él toma asiento a mi lado, en otra de esas sillas a escala, y frente a nosotros tenemos una mesa (también pequeña), donde sobre ella hay varios cuadernos, hojas blancas y lápices de colores. Por las paredes hay unos cuantos dibujos suyos también. Y no, no es que se hayan pegado las hojas allí, sino que literalmente hay dibujos en las paredes. Hechos por él mismo, sí. De esa forma mis padres descubrieron que eso le gustaba mucho.

—¿Tú qué vas a dibujar? —le pregunto, tomando uno de los papeles.

—A ti.

—¿A mí? —Frunzo el ceño.

Suelta un suspiro, como si estuviese harto.

—Además de venerable, ¿eres sordo? Deberías ir a la doctora de los oídos, te hace mucha falta. De verdad, mucha.

Es inevitable de mi parte no reír.

—Todos los días cambias la palabra, Dylan… Es «vulnerable». No bolunera o venerable. Vulnerable sí.

—Lo puedo decir mal, pero tú seguirás siendo sordo.

—Bien, lo que sea. ¿Por qué me dibujarás a mí?

—No se me ocurre otra cosa para dibujar. Se me fueron las ideas.

—De acuerdo… —contesto, ahora tomando un lápiz negro—. Yo dibujaré un pato. ¿Tú sabes cómo se dibujan los patos?

—Sí —contesta, comenzando a trazar la punta de su lápiz sobre el papel—. Tú no, ¿cierto?

—La verdad es que no.

—Entonces haz una casa, eso es fácil.

Acepto, ya que sí es bastante fácil. Lo primero que hago es trazar una recta no tan recta en la parte inferior, queriendo representar la acera. Luego las paredes de la casa, el techo, dos ventanas rectangulares, la puerta y una chimenea. Siempre he hecho dibujos de casas con chimeneas largando humo, cuando por las flores o el radiante sol que acompañan la casa den a entender que en la realidad no se necesitaría que esté quemándose la leña. De pequeño no pensaba sobre esas pequeñas cosas que hacen la diferencia.

Y, por si te preguntas, en esta ocasión sólo he hecho la chimenea inactiva, aunque con un gran sol en una de las esquinas del papel. Decidí hacer algunas nubes también, ya que eso no significa que el día no sea bonito. En mi dibujo el día es agradable, por más que el cielo no esté despejado. A diferencia de lo que está ocurriendo por aquí, tanto en Londres como en mi interior. 

—Ya terminé —digo, orgulloso, alzando la hoja en el aire.

—Debes colorearlo —contesta él, sin despegar la mirada de la mesa, mientras sigue trazando el lápiz; ahora haciendo mis zapatos.

—La casa es blanca —respondo.

Gira para observarme, alzando una ceja.

—¿El sol es blanco, acaso? Que no tenga color se le hace ver triste.

—¿Y tú qué sabes si es sol está triste o no?

—Pues, no debería estarlo. Por más que tenga días feos, llegarán los bonitos y no debería sentirse mal por ello. El sol hace que todo lo demás se sienta feliz. Sabiendo eso no creo que quiera sentirse mal.

☀ ☀ ☀

Hojeo su cuaderno número tres. La verdad es que es impresionante. Es increíble cómo, siendo tan pequeño, pueda hacer dibujos tan bonitos. De verdad, y no lo digo porque sea mi hermano. Se lo hago ver, demostrándole cuánto me sorprenden lo que contienen cada una de las hojas. Ante mi «Tus dibujos son realmente muy buenos», él me contestó con un «Sí, lo sé». Eso sí que no me sorprendió.

Una vez que lo termino, lo cierro dejándolo sobre la mesita. Le digo que será mejor cambiarme de atuendo, puesto que he estado todo el día con lo mismo y necesito ponerme la ropa de dormir. Quiero estar cómodo por lo menos unos momentos.

Me visto en mi cuarto lo más rápido que puedo. Al terminar, regreso. Por su expresión al verme, pareciera que le horrorizo o algo así.

—¿Qué pasa? —quiero saber, mirándome a mí mismo.

—Tienes las piernas muy peludas… —contesta—. Debes depilarte. Como mamá. Creo que deberías pedirle que te enseñe…

Después, no hace más que seguir dibujando.

Yo vuelvo a dirigir la mirada hacia mi ropa, que consiste en una camiseta negra junto con un pantalón que me llega hasta las rodillas. Por esa razón ha podido ver mis piernas peludas. No sé qué otra cosa esperaba.

—Cállate, enano. ¿Quieres?

—Miren, habla la jirafa… —contesta, sin mirarme sino a su papel. Se detiene por unos momentos, observando el lápiz, y bastante pensativo se le oye decir—: Uhm, jirafa… Podría dibujar eso.

Entonces no se necesitó más para que yo recordara aquella ocasión donde Natalie había dibujado una jirafa. Aunque, a mí parecer, era una vaca más que desnutrida. Me sorprendo un poco cuando me río ante el recuerdo.

—Tengo sueño… —murmuro, sentándome en su cama, bostezando a la vez. Él me contesta que me duerma y ya. Le digo que, en todo caso, debería irse a dormir él también.

—Mejor no duermas nada —contesta, en un susurro, supongo que para que nuestros padres no nos escuchen. De todos modos, no lo harán.

—Dylan…

Ante mi tono de advertencia, suelta un suspiro como ha ocurrido anteriormente. Hace a un lado su dibujo, y se levanta de la silla. Como si no lo quisiera, pesándole bastante los ojos porque parece que en cualquier momento se le van a cerrar, pregunta:

—¿Puedes dormir aquí?

—Ya eres grande, duerme solo.

Deja escapar el aire una vez más, queriendo decir con ello: «éste es bien imbécil, pero es mi hermano y lo debo soportar de todos modos».

—El problema eres tú… —señala, tratándose de algo sumamente obvio para él—. Creo que deberías dormir conmigo pensando que soy Natalie… Si piensas en ella, dormirás bien. O eso espero. Deberíamos intentarlo, ¿no? Quiero que estés feliz, no así triste como ese sol que habías dibujado.

No puedo evitar reírme un poco. Durante los siguientes segundos no puedo dejar de sonreír. Agradezco tener un hermano. Agradezco que él sea mi hermano.

—Está bien —le digo, aceptando la propuesta—. Iré a buscar mi celular antes. —«Por si Luke me llama», agrego, sólo para mí.

Asiente con la cabeza, y una vez después de haber vuelto, me lo encuentro poniéndose la camiseta del pijama. No es una tarea muy fácil, al parecer.

—¿Quieres que te ayude? —pregunto.

—No —contesta—. Dijiste que era grande, yo puedo solo.

Retrocedo hasta sentarme en la cama una vez más. Mientras tanto, veo cómo lucha con la prenda. Cuando lo consigue, sus mejillas están sonrojadas y su rostro enseña una gran sonrisa de satisfacción.

—Soy el mejor —comenta entonces, acercándose a donde estoy.

Me toca levantarme para que él se ubique, y al mismo tiempo, me dice:

—Yo dormiré del lado de la pared, David; tú no me aplastes.

—¿Y yo? ¿No puedo dormir de ese lado?

Sonríe más.

—¿Tienes miedo de caerte, grandulón?

—En realidad… golpeas mientras duermes. Ese sí es mi miedo.

—Tranquilo, ni que lo haga a propósito. Sabes que te quiero igual.

Espero a que se termine de ubicar. Una vez que lo hace, voy hacia el interruptor para apagar la luz. Camino de regreso, pero termino chocando con algo, haciendo que pegue un grito al mismo tiempo. Justo el dedo pequeño. Justo ese. ¿por qué tiene que doler tanto? Aun así, la pregunta más importante: ¿por qué la cosa con la que me golpee debía estar ahí?

Ante lo que Dylan ha podido escuchar, le escucho preguntar:

—¿Qué pasa, amor mío?

Frunzo el ceño, eliminándose así la mueca de dolor.

—¿A ti qué te pasa?

—Dije que hagas de cuenta que soy Natalie. ¿Lo olvidaste?

Avanzo, yendo a tientas, poco a poco.

—Ella no me llamaría «amor mío».

—Me da igual, ya lo dije. ¿Por qué habías gritado?

—Pues, creo que golpeé con algo…

A pesar de no estar viéndolo, me lo imagino rodando los ojos.

—No seas llorón y acuéstate, David.

Desbloqueo la pantalla de mi celular (ya que acabo de notar que lo tengo en mis manos) para alumbrar bien el camino y así evitar tropezar con algo más.

Me dejo caer sobre el colchón, a modo de festejo por haber llegado ya, y tras cubrirme con las mantas miro las notificaciones. Me encuentro con cuarenta y dos mensajes del grupo. Los ignoro a todos, presionando la tecla de inicio. De esa manera, me encuentro con una foto. La foto. Aquella que nos hemos tomado el último día de clases; antes que me la arrebataran de tal manera tan apresurada, sin que pudiésemos defendernos juntos.

☀ ☀ ☀

Abro los ojos encontrándome con la claridad que entra por la ventana. Dejo caer mis párpados otra vez, impidiendo ver esa luz molesta; cuando siento que algo se mueve a mi lado. Procuro ignorarlo durante los siguientes minutos, creyendo al mismo tiempo que se quedará quieto, pero no lo consigo de la misma manera que no sucede.

—Joder, Dylan… —me quejo, queriendo darme la vuelta.

Él empieza a darme pequeñas palmadas en las mejillas.

—Buen día, amor mío —es lo que dice después.

—Déjame.

Se toma apenas unos momentos para contestar.

—Tú debes dejarme a mí… estás abrazándome y tienes una de tus piernas feas arriba mío.

Abro los ojos una vez más, y como me describe es la forma en la que me encuentro… dios, qué vergüenza.

—Te tomaste muy, muy en serio cuando te dije que hagas de cuenta que soy tu chica Natalie… Espero no repetírtelo, esto no me gusta nada.

—Sí… —acepto a la primera parte de su respuesta, y suspiro después con una sonrisa en la cara—. Soñé con Natalie…

Me acomodo en el colchón de manera que termino con ambas manos detrás de mi cabeza. De esa forma logro dejarlo libre, ante lo que él no hace más que agradecérmelo un par de veces en silencio. Una parte de mí cree que está realmente muy agradecido, no sé tú.

—Bien por ti —comenta, empezando a empujarme tanto con sus manos como sus pies—. Ahora fuera de mi cama, vete a la tuya.

—¿Ahora me echas cuando anoche has dicho que me quede aquí?

—Sí, eso estoy haciendo.

☀ ☀ ☀

Dylan se acerca a nuestro padre con una gran sonrisa. Ya ha dejado de quejarse tanto por lo que he hecho, y la verdad es que sabía que ocurría. Y si así fue, ha sido porque le pedí que no me lo recordara.

—Papá, mira qué feo dibuja tu hijo… —le dice, extendiéndole un papel.

Yo enarco una ceja, e intervengo diciendo:

—Pero tú dibujas bonito…

—Sí, ya sé… —Sonríe más, y lo comprendo—. Lo que sucede es que le estoy enseñando tu dibujo. Está horrible.

Me termino encogiendo de hombros, ya que no me interesa. Sé que tiene razón. Mucha razón…

Los escucho conversar, y decido revisar mi celular. Es especialmente por si Luke me ha escrito y no lo escuché sonar. Pero nada… Ni llamadas ni mensajes. No sé cómo sentirme, la verdad. Si me habla, es porque algo ha pasado. Y si no lo hace… ¿debería creer que las cosas están bien?

Hace un par de horas tengo en mente comunicarme con él. En serio. Quiero más que nada saber si las cosas siguen igual a como me fui, o si han mejorado. Dudo que hayan mejorado de alguna manera, pero nunca se sabe. Hace quince horas que no estoy en el hospital. Le prometí a mi papá que iría a las 8:00 p.m., y quiero también cumplir con mi palabra. Sólo queda esperar, deseando también que la espera no se haga tan tediosa. En todo caso, si no cumplo, de cualquier manera, debería esperar un rato más ya que me he despertado de buen humor y casi no hubo malos presentimientos torturándome. No quiero que todo esto se esfume tan rápido, ya que estoy (dentro de lo que podría decirse) muy bien.

Y así pasaron los minutos, transformándose en horas poco a poco, hasta que las manillas del reloj marcaron los números indicados. Voy en el coche con mi padre, en silencio. Lo que sí, antes de bajarme le pido dinero. Dudo que a la vuelta quiera volver caminando otra vez. Lo he hecho ya toda la semana a excepción del primer día que me he vuelto con Isabella.

Recorro gran parte del hospital hasta llegar a la sección indicada. Camino por el pasillo, lo más rápido que puedo, y me encuentro a dos personas más que conocidas, haciendo lo que no debería hacerse en este lugar. Carraspeo para llamar la atención. Después, como si no fuese suficiente, agrego que el intercambio de saliva debe tener sitio fuera de aquí. Y funciona más de lo que pensaba para que ambos se apartaran.

Al encontrarse conmigo, Luke me fulmina con la mirada. Victoria intenta sonreírme, pero no lo consigue. Si lo hiciese, tampoco sería muy creíble de todos modos. Su expresión no lo favorece.

—Hola, David… —dice ella, en voz baja.

—Hola —susurro de vuelta, a pesar de todo.

Luke opina en voz alta que es raro no verme llorar, ganándose una mala mirada de parte de Victoria. No parece percatarse de ello. Después, me dice:

—Dentro de la habitación está Isabella, por si querías entrar tú… No creo que demore tanto en salir, ya estuvo por un largo rato.

Pero se confunde. Después de más de media hora es cuando la abuela de Natalie abandona el dormitorio, aunque no debería quejarme. Como bien dije y sabemos, es su abuela. Tiene derecho. No soy quien para decirle que se apure porque necesito abrir mi jodido corazón. No, claro que no.

La saludo cuando toma asiento a mi lado, y me pregunta cómo me ha ido. Le contesto que ciertamente pude descansar, y noto que se alegra un poco. Yo también estoy feliz por ello.

No le digo nada más, y no porque no quiera hacerlo, sino porque tengo que hacer otra cosa antes. Debo hablar con ella. Lo antes posible debo sacar y dejar en la habitación todo de mí como me sea posible. Natalie lo merece; merece conocer al David Janner que se ha enfrentado los últimos meses de la misma manera que yo merezco sacármelo todo de encima cuanto antes.

Veo que la banqueta se encuentra de la misma manera que ayer la dejé, así que me encamino hacia la camilla ni bien cierro la puerta detrás de mí. Tampoco es que demore demasiado en entrelazar nuestras manos como ocurre todos los días, siempre que me adentro a este lugar.

Lo cierto es que por unos minutos no digo nada, por más que tenga demasiado para decir. Debo buscar las palabras adecuadas antes de comenzar, ya que no siempre la vida te da segundas opotrunidades. Pienso todo lo que debo revelarle. Lo que desde un comienzo supe que debía decirle, y lo que no. Pienso todo hasta que me doy cuenta que ya ha pasado demasiado tiempo. Y, cuando ya estoy listo, me pongo de pie aún sujetando su mano. Me posiciono de manera que puedo ver su rostro, aunque esconda al mismo tiempo lo único que me gustaría contemplar.

Aclaro mi garganta, y todo empieza.

—Bueno… como te digo siempre; te extraño demasiado. Es inevitable no hacerlo, ¿sabes? Que seas una persona muy especial para mí te lo explica… Sé que nunca podré pasar tiempo sin ti y no necesitarte conmigo. Creo que… que es tal vez no imposible, pero sí muy poco probable… Me gusta mucho pasar el tiempo contigo. También me gusta pensarte. Siempre te pienso… Y, por más que me guste, no ayuda si tu estás de esta manera. Quiero pensarte siendo consciente al mismo tiempo que estás bien. Ahora yo sé que no estás bien. Quiero ayudarte… y estoy intentándolo. Lo mejor que puedo, Natt… Estoy haciendo lo mejor que puedo.

»¿Te cuento algo? Siempre me agradó la idea de ayudarte. Si me dieran a elegir, elegiría ayudarte a ti que a alguna otra persona. Porque, como te dije, tú eres especial… Y no me lo esperé en lo absoluto. Cuando te conocí no me imaginé que te convertirías en alguien tan importante… Tan importante, que yo fuese capaz de hacer lo que sea con tal de rescatarte. Hace unos días ocurrió algo que me hizo dar cuenta que me enfrentaría a lo que fuera con tal que tú estés bien. Si te lo preguntas, fue a mi mayor miedo. Bueno… no sé si mayor, pero me persigue desde que soy pequeño. Tanto mi padre como yo le tememos a las agujas. De él ya lo sabías, te lo conté. Pero no de mí… No sé por qué no lo hice, aunque ahora lo considero estúpido… tú siempre me contabas a lo que tenías miedo, y cuando me di cuenta que yo no lo hacía no me sentó muy bien. Me sentí un imbécil. Tal vez también haya pensado que me llamarías imbécil por temerle a cosas tales como las agujas, pero espero que me entiendas. Decidí donar sangre para ti, Natt. Y se necesitaron agujas. Ya lo sabía, claro, y por ello lo hice. Para enfrentarme a todo, por ti. Porque eres increíble y creo que no encontraré jamás a una chica como tú.

»Cuando, años atrás, debían hacer lo mismo conmigo, recuerdo que me hacían preguntas para distraerme. No querían ver a un condenado niño llorar o patalear, me imagino. En esta ocasión, todas las preguntas que te puedes imaginar, me las han hecho antes. Mientras tanto, nada. Y todo estuvo bien. Estuvo bien porque yo sabía que ibas a estar bien tú también si yo lo hacía. Y créeme que lo haría todas las veces que sea necesario, Natalie. Todas.

»Mi padre, además de tenerle miedo a las jodidas agujas, es un hombre sabio. Él me dijo que debía decirte todo aquello que sintiera que tenía que contarte. ¿Sabes? Acepté que tenía razón, y eso es lo que haré. Te lo contaré. Te meceres conocer mi parte de la historia… No sería justo si no lo hicieras, ¿verdad? Bueno… eso creo yo. Espero que tú también.

»Desde un primer momento me encantaron tus ojos. En parte puede sonar superficial, porque claro, son verdes. Y a veces celestes. O grises. Pero ese no es el punto… Sino que no me gustaban tanto tus ojos porque fuesen tan bonitos, sino porque yo veía que por momentos eran lo más sincero que tú tenías. Podías tratarme muy mal, pero yo sabía que realmente no eras así. Tus ojos me demostraban que estabas herida y eras como eras para evitar que te hicieran más daño… Y lo entendí. De todos modos, que lo entienda no quiera decir que me gustara que por momentos me trataras de esa forma… Si no di por vencido nunca, si no dejé de buscarte, si no dejé de decirte constantemente que te quiero, fue y seguirá siendo siempre por tus ojos. Ya te digo, son verdes. Y el verde representa la esperanza. Cuando tú misma me contaste todo lo que había pasado, tenía la espernza de que pudieses ser feliz con quien te valorara de verdad… Con alguien a quien no le importase lo que habías sido, sino que le importase lo que eres y la gran persona que podrás llegar a ser. Alguien que viera lo que vi yo: que eres increíble. De todos modos… tus ojos… aquellos tan bonitos… ¿creerías irónico que no los pudiese ver cuando más esperanza necesitamos? En realidad, todos la tienen. Excepto yo. Y no porque no quiera, simplemente… simplemente es que te entiendo, Natt. Te entiendo. Te entiendo cuando decías que preferías ser una persona negativa todo el tiempo. Te entiendo y no sabes cuánto, por más que sepa al mismo tiempo que ser de esta manera está muy mal…

»También he leído en una oportunidad que el verde es el color de la primavera y todas esas cosas que pueden crecer; progresar y desarrollarse. Tal vez por esa razón crea tanto en ti. Sólo deseo que tú también lo hagas. 

»Nunca me gustó verte tan vulnerable, tan rota… Detestaba verte sufrir, de la misma manera que no poder ver tu sonrisa… Sin embargo, llegó el momento en el que me detestaba a mí mismo. ¿Sabes por qué? No podía actuar como realmente quería. Sabía que tenía que hacer algo para que te sintieses mejor, algo más que sólo abrazos de mejor amigo y repetirte constantemente que Jordan no valía y nunca valerá la pena. Yo te quería demostrar que te quería, Natt. Demostrar que te quería de verdad, y no sólo como tu mejor amigo. Porque lo que tengo más que claro es que no quiero ser solamente tu mejor amigo. No podía demostrarme como me sentía, y considero que por ello me mandabas todo el tiempo a la zona de amigos. Te hacía ver algo, tal vez, que no era. Yo te amaba, Natt. Yo te amaba y tú no dejabas de pensar que el amor era una porquería. Puede que en ese sentido quiera comprenderte, pero déjame decirte que el amor no es el problema. Sino que las personas que crees que son las indicadas. También por esa razón te prometí hacerte cambiar de opinión. Quería que vieras todo con otros ojos, no que estés pensando una vez tras otra cosas que creías ciertas en cierto punto. No digo que tu manera de pensar esté mal, pero sí la manera en la que demuestras lo que crees. No creo explicarme, de todos modos… Lo que sí sé que se entiende a la perfección, es si te digo que me encantaría saber si he logrado lo que me propuse. Y también se entiende mi temor que sigas aquí, en un maldito hospital.

»Sé que tú no te dabas cuenta, pero a lo largo de nuestra amistad te he mandado muchas indirectas para que vieras que no te quería como tú pensabas. Aun así, no sirvió demasiado… tú no te dabas cuenta. Y, si lo hacías, no lo demostrabas en absoluto. De todos modos, si lo supieras, estoy totalmente convencido que me hubieses estado gritando por un largo rato. Por ello puede que agradezca que no lo notaras. Y, como no lo notaste, ¿por qué no darte aquellas pequeñas explicaciones ahora?

»La vez que te había dicho que los polos opuestos se atraen, no estaba hablando de ese estúpido examen que tenías y que yo te explicaba para que lo comprendieras. Hablaba de nosotros. Nada más que nosotros. También, debo admitir que te dediqué unas cuantas canciones por medio de indirectas… Una de ellas, ha sido “I lived”, diciéndote que no está mal amar y darlo todo; con “Someone to save you”, haciéndote ver que siempre te ayudaría a salvarte si me lo permites… También “All the right moves”, que ha sido dos veces. La primera, donde tuvimos que interpretarla, donde preguntaba si era suficiente para ti, si era todo aquello que te merecías. Y que, a pesar de todo, miraras lo que miraras, pensaras como pensaras o dijeras lo que dijeras, no podría ser como tú nunca. Sin embargo, tampoco podría estar en desacuerdo. Es extraño, y supongo que no llegas a comprenderlo hasta que no lo sientes. La segunda vez, que ha sido por medio de una nota, quería hacerte ver mi opinión de la friendzone. No te diste cuenta de ello tampoco, aunque no es algo que me haya sorprendido mucho. Es algo que te caracteriza. Y no, no me quejo. Es una de esas cosas que me han gustado mucho de ti, porque te convierten en quien eres y no en otra persona. No me quejo de nada, porque si lo hiciera, estaría reclamándote por no ser otra persona. Y yo amo a esta Natalie de aquí y a nadie más. De todos modos, a pesar de absolutamente todo, la primera canción que te he dedicado en parte ha sido “Counting stars”, queriendo decirte con ella que me sentía mal haciendo lo correcto. No te decía que me gustabas. Y me gustabas muchísimo. Y yo sabía que no me convenía para nada decírtelo. Me hubieses expulsado de tu vida casi de inmediato, y de más está decir que no quería… Y, si no quería, es por la razón de la próxima canción: “Something I need”. Recuerdo que te ofrecí interpretarla una vez. Te negaste sin escucharla siquiera. Y después lo hiciste. Tal vez no hayas visto que te la estaba dedicando para decirte que quiero estar contigo. Estar contigo y ayudarte a ser feliz en todo momento. Ser feliz junto a ti, asegurándome de darte todo lo que te mereces. Y asegurándote a ti que lo que más quiero es quedarme si te quedas, e irme si te vas. Todo contigo, y nada sin ti. Por que amo, Natalie. Te amo.

No me sorprendo cuando mi voz se rompe al final. Siempre sucede, me digo. Siempre sucede. Pero lo que no sucede siempre son cosas como éstas. Sin embargo, ignorando todo lo demás, aprieto su mano dejándola entre las mías. Miro su rostro, inexpresivo y con aquellos párpados cerrados, y se me escapa un nuevo sollozo. Lo ignoro. También ignoro cómo se oiga mi voz. Ignoro todo, excepto a ella. Porque ella es lo único que me importa.

—You got something I need… In this world full of people there’s one killing need… And if we only die once… I wanna die with you; you, you, you. If we only die once… I wanna die with… If we only live once…  —De repente, mis ojos se cierran con fuerza. Suelto un suspiro. Me armo de valor para terminar de una vez, susurrándole a ella y sólo a ella—. I wanna live with you.

No ocurre nada más que oírse los pitidos del monitor cardíaco. Nada más que nosotros aquí, sujetados de las manos, yo viéndola con lágrimas en los ojos. No ocurre nada. Si tenía el presentimiento que ella abriría los ojos y me dijese que soy el hombre más cursi que ha conocido, tampoco ocurre. No ocurre nada por unos momentos, hasta que yo me digo que es momento de acabar con esto. Acabar con la carga. Acabar contándoselo absolutamente todo.

—Natt… yo… bueno… —Carraspeo una vez más, y después tomo una gran bocanada de aire. Ya es momento—. Sí te he dicho que te amo, sí te he dicho que eres muy especial, aunque eso no es todo. No es todo de lo que necesito conversarte. De hecho, lo que realmente quise decirte desde que he llegado aquí es que estoy enamorado de ti. Estoy enamorado de ti, y esa es la mayor razón por la que no quiero perderte.

Mis ojos, inquietos, se posan en sus párpados cerrados una vez más. Con una pequeña pizca de esperanza, tal vez la última que me queda, espero que me enseñen aquella mirada maravillosa. Espero que me sonría. Espero que realmente haya podido escuchar todo lo que tenía que decir. Espero escuchar su voz una vez más antes de regresar a mi casa. Sin embargo, segundos después, lo único que logro escuchar es un sonido agudo constante. No sé lo que ocurre por unos instantes, pero, cuando dirijo mi mirada al sitio de donde proviene; el monitor cardíaco me enseña una perfecta línea horizontal. Y es, ciertamente, lo último que esperaba contemplar.

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