50. ❝Alguien que te salve❞🌙
Al cerrar la puerta detrás de mí y encontrarme con aquellas tres personas en mi habitación, mi habitación de verdad, es imposible no maldecir para mis adentros mientras me digo que el día no puede ir peor. Aquí, como si mi vida no tuviese suficientes problemas ya, están Ashley Howard, su novio Peter Courtenay, y (peor aún) Katherine Shern, que es la presencia que más me molesta de todas, como has de notar.
Me pregunto, por unos momentos, cómo la gente puede llegar a ser tan oportuna en ocasiones. ¿Es que no se dan cuenta que bastante mal la estoy pasando como para tener que topármelos ahora?
Con el dorso de mi mano elimino las últimas lágrimas que aún se encuentran en mi rostro, deseando que ninguno se haya dado cuenta de ello. Por un momento creo que he sido bastante rápida respecto a aquel aspecto, ya que no se dice nada de eso. En su lugar, lo que escucho es:
—Hola.
Es Ashley, con una gran sonrisa plasmada en el rostro.
«¿De verdad le da la cara para saludarme siquiera?»
Me dirijo hacia la derecha del cuarto dándoles la espalda mientras saco la maleta de abajo de la cama. Contesto con otro «Hola», lo más fríamente que mi ser me permite ante estas circunstancias, deseando al mismo tiempo que se vayan de aquí lo antes posible.
Dejo la valija sobre el colchón y la abro antes de caminar hacia el armario y tomar de allí toda mi ropa. Al darme cuenta de que posiblemente no falte nada suelto todas las prendas dejándolas caer en la maleta y luego tomo uno de los pijamas y otro uniforme. El pijama porque pasaré la noche aquí, y el uniforme porque el que llevo puesto ahora tiene olor a quemado y mañana por la mañana no podré estar con esto deambulando por el internado esperando a que sea la hora de irme de aquí.
Ellos (que están sentados en la otra cama) observan todos mis movimientos en silencio hasta que cierro la valija. La bajo hasta dejarla en el suelo, y al finalizar llevo mi mirada hacia donde se encuentran. Katherine junto con Ashley están sonrientes, mientras que Peter lo único que hace es mirarme sin expresión alguna reflejada en su rostro.
—¿Qué? —les suelto, molesta e incómoda de que me observen tanto.
—¿Acaso no podemos observarte por última vez? —pregunta la pelirroja.
—No —contesto, y estoy segura que si me lo hubiese cuestionado Ashley me dirigiría a ella de una manera mucho mejor—. ¿Es que no tienen otra cosa más importante que hacer, acaso?
—Ya te vas, así que no —contesta Howard, a la vez que cruza sus piernas.
—Esté o no, no significa si deberían hacer algo o al contrario. Es preferible que estudien, saben.
Katherine alza una ceja.
—¿Estás mandándonos a estudiar?
—Sí —digo—. Es sinónimo de mandarte a la mierda.
Le sonrío muy falsamente, y ella se levanta de un salto. Toma mi brazo derecho de manera violenta, clavándome sus uñas en la piel.
—Tú deberías irte a la mierda, Natalie.
Me encojo de hombros, ignorando el detalle de que esto dará inicio a una pelea, a la que podríamos llamarla sin problema alguno «El David de la discordia». ¿Verdad?
—No, gracias, yo contigo no iré a ningún lado —«Ni siquiera me agrada la idea de respirar el mismo aire que tú, así que imagínate» pienso, aunque no se lo digo. En su lugar, agrego—. Que tus amigos te acompañen, de seguro no es algo nuevo para ellos.
A continuación, antes de que pudiese cubrirme o apartarme, una de sus manos se estampa contra mi mejilla. Otra marca más.
—¿Sabes qué, Katherine? —interrogo, pronunciando su nombre con desprecio—. Casi he roto tu fea nariz una vez… No me molestaría hacerlo de nuevo… Lo sabes, ¿no es así?
Peter interviene, dirigiéndose a ella.
—Oye, Kathe, déjala.
Gira la cabeza en su dirección.
—Tú cállate, nadie te pidió que abrieras la boca.
Se vuelve hacia mí, y yo aprovecho para con mi mano izquierda darle un puñetazo justo en el tabique. Retrocede unos pasos, tocándose la zona golpeada y, a decir verdad, no me sorprende ver sangre en su cara.
Espera, ¡¿sangre?!
Joder, esto no es bueno para mí.
«No ahora, por favor…»
Camino en reversa alejándome, mientras aparto la mirada. No es momento, no es momento… No obstante, me dijera a mí misma lo que me dijera, no sirve de nada, porque ya he comenzado a temblar como si mis piernas fuesen gelatina y quisiesen fallarme en cualquier momento.
Mi visión comenzara a tornarse borrosa, aunque a pesar de ello logro distinguir que un cuerpo avanza hasta mí y jala mi cabello. Otra mano transformada en puño me da en el estómago, y dos me sostienen de los hombros.
Esa persona grita cerca de mi oído, haciéndome entornar los ojos:
—¡¿Es que no entiendes?! ¡Déjala!
¿Que quién es el que desea dejarme sorda? Pues, Peter. No sé si agradecerle o insultarlo, pero la oscuridad me consume no dándome tiempo para elegir lo que mejor nos convenga.
☀ ☀ ☀
De manera lenta abro los ojos, ya que la luz me está dañando, y al poder ver lo que me rodea identifico qué lugar es de inmediato. Pero, no sólo por haberlo visto, sino por el olor a quemado que hay aquí. Intento removerme, pero mientras tanto gruño al dolerme la cabeza. Giro el rostro unos centímetros a la derecha, y allí me encuentro con alguien sentado en el suelo. Al reconocerlo, aun sabiendo la respuesta, pregunto:
—¿Peter?
Él alza la mirada y al encontrarse con la mía se apresura en pronunciar:
—¿Cómo estás, Natalie?
Frunzo el ceño, y el dolor se intensifica un poco. ¿Acaso está preguntándome eso? ¿No se supone que es el novio de mi… oponente?
—¿Qué? —cuestiono, todavía con el entrecejo algo fruncido.
Suspira, y una voz (que, por cierto, no es la de él) contesta:
—Te preguntó cómo estás, Hofmann.
Abro más los ojos, con sorpresa, al oír a Luke y de manera rápida (olvidando todos mis dolores) me pongo de pie yendo hacia la salida del cuarto. No es buen estar aquí con ellos un rato más… prefiero poner las manos al fuego. Y sí, suena bastante irónico teniendo en cuenta que hace unas horas gritaba porque creía que iba a morirme en pleno incendio.
Como todos deberíamos estar durmiendo, al llegar al corredor, de más estaría decir que no hago más que encontrarme con la oscuridad. Debo caminar a tientas hasta que llego al ascensor y de la misma manera voy hacia mi habitación. Ya en el dormitorio, sonrío un tanto aliviada al ver que tanto Katherine como Ashley han abandonado el lugar dejándolo sólo para mí.
Sin tomarle mucha importancia al horario tomo mi pijama y me adentro al baño para tomarme una ducha rápida, ya que estoy toda sudada y con el mismo olor que aquella desastrosa habitación.
Los minutos pasan transformándose en horas, y al hacerse las 6 a.m. me encuentro bufando por el hecho de que aún no he dormido nada, ni siquiera un poquito. Ya han pasado cuatro horas desde que estoy intentando dormirme, pero se me es prácticamente imposible. He contado ovejas, Davids, elefantes, árboles, suricornios, almohadas y hasta hormigas, pero no funcionó mucho que digamos. No ha funcionado nada de nada, en realidad.
Ya harta de todo me levanto de la cama y comienzo a vestirme con el uniforme. Consigo mi celular junto a mis auriculares, y con la maleta salgo del dormitorio cerrando la puerta detrás de mí. Como de más está especificar, al llegar al comedor no me encuentro con nadie porque son casi las 6:30 de la mañana y nadie (salvo algunos profesores, quizá) se despierta a esta hora pudiendo hacerlo media hora después. O hasta una.
Camino hacia una de las mesas, dejando mis brazos sobre ella después de tomar asiento dejando la valija a mi izquierda y de ponerme los auriculares al seleccionar una de mis canciones favoritas. Reposo mi cabeza sobre mis antebrazos, escondiendo mi rostro entre ellos y de este modo procuro dormirme. Minutos más tarde, gracias al cielo, lo consigo.
Cuando me despierto encuentro a la cafetería aún vacía. Reviso la hora, creyendo que mi mente me ha engañado y que en realidad no ha pasado nada de tiempo, y veo que ya son las 11 a.m. Me pregunto si tanto he dormido, porque no parecía real. Bueno, sé que cinco horas no es mucho, pero sí comparado con lo que creí que dormiría.
Guardo todo en la maleta luego de poner en pausa la música, y me pongo de pie para dirigirme hacia la Dirección. Ya allí saludo a Ellie, ella a mí, y después me hace verla confundida cuando me pregunta qué se supone que hago aquí. Yo le respondo que me ha expulsado. Al estar por contestarme la puerta se abre, y por ella ingresa la estúpida de Ashley diciendo en un tono para nada bonito «Ya llegaron». La directora se levanta de su famosa silla giratoria antes de decir:
—Natalie, haya a hacer sus cosas, después del almuerzo quiero verla aquí otra vez. ¿Bien?
Acepto sin comprender demasiado, y al salir, diviso que a unos metros de mí se encuentra una señora sonriente con el que supongo que es su esposo. Están acompañados de un niño, que no debe tener más de siete años. Ellie Howard los saluda de una manera que me parece nada común en ella (¿Desde cuándo sonríe tanto?) y siento que mi mandíbula toca el suelo cuando la escucho decir:
—Por favor, señor y señora Janner, ingresen a la Dirección. Yo iré a buscarlo y luego regresaré con él, no se preocupen.
☀ ☀ ☀
Me siento en las escaleras, algo impaciente, sin encontrarle sentido a que los padres de David estén aquí. Él no es de hacer cosas malas, no hay razón para que los haya citado…, ¿no? Es raro.
De manera instantánea recuerdo al pequeño que estaba junto a ellos. Aquel niño debe ser el hermano de Dumbo. Verdaderamente, son como dos gotas de agua. Por más de que tengan bastantes años de diferencia, no dejan de ser muy parecidos. ¡Dylan (sí, así se llama, lo he dicho ya en una ocasión) es Davidcienta en miniatura! Apuesto a que es como él en todos los sentidos posibles. Ya me lo imagino decir todas aquellas cosas sorprendentes…
Aquellas cosas que no volveré a escuchar en mi vida.
Suspiro, buscando mi celular en la valija, pero antes de llegar a tomarlo, siento a alguien sentarse a mi lado. Volteo enseguida, y vuelvo a suspirar al ver de quién se trata.
—¿Qué es lo que quieres? —pregunto, escupiendo por poco las palabras con repulsión.
—Disculparme —contesta—. ¿Qué otra cosa sería, sino?
—No voy a perdonarte, Luke.
Antes de escuchar alguna palabra suya más, me levanto, tomo mis pertenencias e inicio con mi caminata rápida para alejarme lo antes posible de él. Sin importarle demasiado lo que podré llegar a hacerle, me sigue.
—¿Me dejarás darte la razón de por qué lo he hecho, Hofmann?
—Las razones ya las tengo bien claras… —le espeto— Así que ahora vete, y no me hables nunca más.
—Pero no sabes mi versión.
—Tampoco quiero saberla, aléjate.
—Natt…
Giro hacia Luke para mirarlo a los ojos.
—¡Déjame en paz!
Iba a abrir la boca para contestar lo que sea que fuese, pero yo me apresuro apartándome de él. No me persigue, y me alegro por ello.
Sin siquiera darme cuenta, teniendo en mente sólo la idea de mantener distancia con el imbécil, ya estoy caminando por uno de los pasillos y para no volverme sobre mis pasos termino por sentarme en el piso con ambas piernas estiradas. Necesito sólo unos pocos segundos para darme cuenta que en este pasillo he conocido a David. Era en el primer día de clases, y yo me había perdido. Él me había ayudado a encontrar la salida.
Sonrío ante el recuerdo, pero mi sonrisa se desvanece transformando mi expresión en una triste. ¿Razón? Debo dejar a mis amigos, pero, de todos modos, lo que más me preocupa y lo que menos quiero es dejarlo a él, porque a David le tengo un cariño diferente… Él es el que hace que lo quiera de una manera diferente, y por ello presiento que lo quiero más que a mis demás amigos. Como bien sabes, he pasado más tiempo junto a él, he hecho más estupideces junto a él y me siento muchísimo más segura junto a él. Por ejemplo, mi amistad con Victoria no es como la que tengo con David. Primero porque no es lo mismo mi tipo de amistad «mujer y mujer», que mi tipo de amistad «mujer y sobreviviente (digo, hombre)». Segundo porque ella su gran parte del tiempo (antes) se la dedicaba a su novio, y no pasé mucho tiempo con Vic como esperaba. Además, comencé a tenerle más confianza a David antes que a ella.
Otro ejemplo: Chloe. Bueno…, ella está completamente loca y esa es una de las tantas cosas que la convierten en mi mejor amiga. Haga lo que haga, nunca me caerá mal. Siempre te divierte, es alguien con que disfrutas pasar de tu tiempo… Sin embargo, todos sabemos muy bien que durante este último tiempo ha estado muy distanciada de todos nosotros.
Y, por último, Christopher… A él lo he conocido tiempo después, por ende, confié en él luego que en los demás. De todos modos, está muy embobado con Bewster como para pasar más tiempo conmigo, ¿no?
Sean como sean, todos ellos son como mis hermanos…, tal vez no de sangre, pero sí de corazón; y eso es lo más importante. No obstante, todos tenemos favoritismos, y, en este caso, mi «hermano favorito» es David Janner, sin lugar a dudas. Él es el que más se preocupa por mí, me regaña al igual que me advierte… tal como un hermano mayor. Aunque bueno… que sea mi hermano no es lo que quiero exactamente, y por ello sé que será muy difícil separarme de él.
A partir de unas horas, estaré sin alguien al que le moleste mi negativismo, sin alguien que me ayude como él lo hacía, sin alguien que esté contigo para lo que necesite como él solía estar… Y sí, la idea de que posiblemente hoy sea el último día que podré verlo, me aterra. Con respecto a los demás también, pero, como ya mencioné, con David es diferente. Muy diferente… Siempre lo será, estoy segura.
Aún recuerdo el día que me dijo que era mi fan número uno, cuando me suspendieron y él decidió faltar a clases para quedarse conmigo, cuando estuvo ayudándome a buscar el problema de mi ecuación, cuando dijo que me quería… En este momento me vienen a la memoria todos aquellos hermosos recuerdos que quedarán por siempre conmigo, pero que a la vez dolerán. Aunque lo peor de todo es que ya duelen, y creo que uno de los motivos es porque desde anoche se fue dando a entender que no le interesa mi expulsión.
Necesito despedirme de él antes que nada. Puede que no le importe en lo más mínimo, pero a mí sí, y mucho. Sin embargo… por parte pienso que no debería hacerlo por el hecho que odio las malditas despedidas.
—No llores… —Escucho a alguien susurrar a mi lado, haciendo que yo llevara ambas manos a mis mejillas.
Por si te lo preguntas; sí, es verdad, estoy llorando. Pero lo que realmente debes saber es que David me está observando en este preciso momento.
—No estoy llorando… —digo—. Sudo por los ojos, hace calor.
—Hoy hace frío, Natt… no puedes tener calor.
—Conoces mi rareza, David. Entiéndeme.
Suspira.
—Y tú me conoces a mí, y sabes que odio verte de esta manera…
Se acerca un poco más, y comienza a enjugar mis lágrimas con las yemas de sus dedos.
—¿Cómo quieres que no lo haga? —Mi voz sueña entrecortada, pero no me preocupo por ello en lo absoluto y grito después—: ¡Me iré, Janner!
Me mira, frunciendo el ceño, deteniendo su mano cálida en mi mejilla.
—¿Cómo qué…? —Por su expresión, noto que ya lo comprende. Lo recuerda, en realidad—. Ahh, sí. Te vas, sí.
Sin más, sonríe; y ver aquello me da ganas de darle con mi maleta en la cara para sacarle de allí esa hermosa sonrisa por un rato. ¿Cómo puede estar feliz con lo que está sucediendo?
—¿Por qué sonríes? —pregunto, empezando a molestarme.
—No lo sabes, ¿no?
—¿De que quieres que me vaya cuanto antes? Claro, me he dado cuenta de eso anoche, tranquilo.
—No…, no lo sabes. —Vuelve a sonreír—. Bueno… ya que te vas, aprovecharé para decirte que te quiero mucho y que en las vacaciones iré a visitarte siempre que me lo permitas.
Rodea mis hombros con su brazo y, por más de que me guste que lo haga, en este momento estoy detestándolo como ni te imaginas.
—No.
—Sí.
—No.
Él se ríe.
—No quiero que te vayas… —confiesa, sacándome de pronto una pequeña sonrisa—. De todas formas, no te olvidaré nunca.
—Yo tampoco… —acepto, y él me devuelve la sonrisa. Continúo—. Yo tampoco quiero irme.
Me contengo para no reír.
—Ah pues —dice, claramente enfadado—. Qué bien.
Unas cuantas carcajadas se me escapan.
—Yo tampoco te olvidaré, tonto.
Dejo mi cabeza sobre su hombro derecho, y vuelve a rodearme con su brazo a la altura de mi cintura. Se toma unos minutos para hablar de nuevo:
—Oye… antes de que te vayas, ¿puedo hacerte una pregunta?
—Claro.
Sin dejar que corriera demasiado tiempo, lo suelta:
—¿Puedo besarte?
Siento que dejo de respirar por unos instantes, y permanezco callada los siguientes segundos. ¿De verdad ha dicho eso o son alucinaciones mías? Claramente, una parte de mí quiere responder que sí, mientras que la otra me dice que no debería hacerlo. Es como que quiero, pero no puedo, ¿me explico? A ver… Quiero porque… bueno, porque sí. No hay explicación. Aun así, al mismo tiempo no puedo porque sólo somos amigos. Mejores amigos, en realidad. No podemos si lo somos.
—No, no puedes besarme —respondo, finalmente.
Quita su brazo de detrás de mí.
—De todos modos, no quería hacerlo.
Dicho aquello de su parte yo me levanto, comenzando a molestarme a pesar de yo haber dicho que no podía cuando lo deseaba, y lo miro directo a los ojos antes de decirle que se vaya a clases. Si después de todo él no quiere el beso, que no me moleste. Tal vez así estaban destinadas a acabar las cosas.
—Tampoco quiero ir a clases, quiero estar aquí contigo.
También se pone de pie, y permanece al frente mío cruzado de brazos. ¿No se supone que la única enfadada de aquí tengo que ser yo? Dios mío.
—Te meterás en problemas —le contento, disimulando mi repentino cambio de humor—, y no quiero que lo hagas. Vete, sabes que de todos modos nos veremos en el almuerzo antes de que me vaya.
No hace más que mirarme por un largo rato, y pienso por unos instantes que está queriendo ver a través de mí. Lo observo, un tanto nerviosa ahora, y él termina aceptando no con muchas ganas, aunque pienso que de cualquier manera no obedecerá. Tomándome desprevenida se acerca, besa mi mejilla, y así se va, caminando de manera lenta a lo largo del corredor. Entonces, la frase vuelve a circular por mi cabeza: tal vez así estaban destinadas a acabar las cosas.
☀ ☀ ☀
Espero y espero. No aparecen, y me inquieto mucho más. ¿Dónde se han metido? Querer decir adiós y no poder verlos no está ayudando para nada. Al único que he logrado encontrar es a Christopher, quien estaba buscándome a mí también. Nos encontramos en la cafetería. Me dijo que todos sabían que yo me iría y, por lo tanto, no permitirían que lo hiciese sin verme por última vez. Por un momento se lo creí.
Cabeceo, buscando entre todas las mesas rostros conocidos, y lo consigo, pero no pertenecen a las personas que yo necesito. Por un lado, sé que, posiblemente, Chloe esté con sus demás amigas, pero… ¿y Victoria? No la he visto en todo el día… Sólo a David, hace casi cuatro horas ya, y no ha aparecido después de nuestra conversación. ¿De verdad no quieren saludarme, después de todo lo que hemos pasado estos últimos meses?
Pienso, por un momento, que todo pasa por algo y que, si ellos no aparecen, ha de haber una razón. Seguramente el destino tenía preparado esto: que no me despidiera de nadie, porque les dará igual, a excepción de Chris.
Empiezo a buscar las palabras adecuadas, aunque no lo consigo. Se me oprime el corazón con sólo pensar que será la última vez que lo veré… Me hubiese gustado muchísimo quedarme y contemplar cómo Chloe Bewster cae a sus pies. Él, realmente, es increíble y dudo que sea capaz de hacerle daño.
—Voy a extrañarte, Chris… —le digo, después de haberme puesto de pie.
Él me imita y contesta:
—Igual te extrañaré, Natt… Será difícil acostumbrarnos a que no estés aquí… Tú eres muy especial, ¿lo sabes?
Le doy un abrazo.
Le sonrío luego, y me digo a mí misma que lo mejor será acabar con esto de la manera más rápida posible. Así que tomo mi maleta y comienzo a caminar en dirección a las puertas del comedor. Freno antes de estar lo suficientemente lejos, y desde esta distancia le grito:
—¡Suerte con Chloe!
Veo cómo se ríe.
—¡Gracias! —contesta—. ¡Y tú suerte con Dav…! Digo, digo, ¡suerte con tu salud! Eres muy buena persona como para pescar una enfermedad o cosas así, ¡¿no crees?!
Niego con la cabeza, divertida, y volteo de nuevo al fin. Avanzo, dejando la gran cafetería detrás de mí, y me dirijo hacia la sala donde se encuentra Ellie Howard. Al ingresar, con el corazón hecho un puño, enarco una ceja confundida al verla conversando con el David desaparecido.
Ambos notan mi presencia y me miran, y ella le pide que salga por unos minutos. Sin embargo, no oigo en ningún momento la puerta cerrarse.
—Ya debo irme, ¿no?
Tras mi pregunta, niega con la cabeza.
—En realidad, he decidido no expulsarla, señorita Hofmann. Iba a decirle hoy cuando vino por primera vez en el día, pero no le vi el mal en hacerlo un par de horas después.
Joder, estoy tan confundida…
—Pero… ¿cóm…?
Me interrumpe.
—Janner le explicará. —Observa lo que está detrás mío con una sonrisa, y volteo para ver dónde ella. Tal como sospechaba, allí se encuentra él con ambas manos en sus bolsillos, luciendo despreocupado. Cuando mi mirada se encuentra con la suya, me guiña un ojo.
Lo suficientemente feliz como para querer darle un abrazo a la directora avanzo a grandes zancadas hacia él. Porque puede que no abrace a Ellie, pero sí a él. Ahora. No sé cuál sea aquella explicación que debe darme, ¡pero al infierno todo! ¡Me quedaré aquí, con él! Con los demás, sí, aunque… ¡especialmente con él!
Sus fuertes brazos me rodean, y me veo obligada a ponerme de puntitas de pie. Sonrío, contra su hombro, sin terminar de comprender qué está sucediendo; aunque feliz de todos modos.
—Tú no debes irte… —dice, después de separarnos—. Y por suerte no lo harás, Natt… No lo harás.
Sin nada más que hacer aquí salimos de Dirección, y empezamos a caminar uno al lado del otro sin ningún rumbo fijo. Nuestros pies avanzan hasta que llegamos al parque, y yo veo los árboles que nos rodean uno tras otro. Nos detenemos, ambos con una sonrisa en el rostro, aún sumidos en un bonito silencio. Sin embargo, pasados unos segundos, yo soy la encargada de romperlo diciéndole:
—Tenías razón, David… Mucha razón. Lo siento.
Él se encoje de hombros.
—No debes disculparte.
—Sí, debo —contradigo. ¿Cómo es que dice que no? Esto del cambio de a último momento le afectó un poco, al parecer—. Confíe más en Luke que en ti, cuando debía haber sido al revés.
—Ya no importa eso… —contesta, lo que me sorprende en cierto modo. Ha dicho eso cuando, durante meses y meses, no ha dejado de repetir que Crawley no es alguien de fiar, que era un asunto muy importante y demás cosas—, hagamos como si nada hubiese pasado, ¿qué te parece?
—Pero sí importa, y tú lo sabes…
—Sólo ha sido una equivocación… —Guarda ambas manos en sus bolsillos, de la misma forma que lo vi al estar en Dirección—. Ahora, por favor prométeme que no te meterás en más problemas, porque eso sí que no te perdonaré si lo haces.
Ya me parecía demasiado extraño.
Después de rodar los ojos, dándome cuanta que en cierta parte el David que yo conozco ha regresado, digo:
—Te lo prometo.
—No sonaste muy convencida.
—Te lo prometo, Janner.
—¿Segura?
Suspiro, antes de cambiar de tema.
—¿Qué hacían tus padres aquí?
—Con que los has visto, ¿no? —Asiento con la cabeza—. Eso es a lo que hacía referencia la directora al decir que debía explicarte…
—¿Estaban aquí por mí? —pregunto, comenzando a sentirme confundida una vez más. ¿Qué tienen que ver ellos conmigo como para hacerlo?
—Algo así… —responde—. Luego de que ayer me hayas dicho que te habían expulsado te dejé sola, ¿recuerdas? Pues, había ido a buscar a Luke.
Debería estar molesta por habérmelo hecho recordar, lo mal que me sentía, todo lo que pensé al respecto, pero no estoy enfadada. No de esa manera.
—¡David Elliot…!
Quita una mano de su bolsillo para alzarla en mi dirección y acallar mis sermones antes de que pudiese aclararlo todo.
—No le he hecho nada, por si eso crees, por más que en realidad sí haya querido. Sólo quería hablar con él sobre algo.
—¿Qué es ese algo? ¿Se puede saber?
Sin problema alguno, cuando creí que daría vueltas para evadir el tema, me contesta:
—La razón de tu expulsión. Me dijo que él provocó el incendio a propósito, pero no quiso decir nada más. Después fui a Dirección para hablar con la directora. No iba a permitir que te fueras.
—¿Qué le dijiste? ¿Qué fue culpa de Luke?
—No. Le he dicho un par de cosas que en este momento no te contaré.
Ya me parecía a mí que iba a guardarse algo para él…
—¿Y por qué no? —inquiero.
Su mano derecha regresa a su bolsillo delantero.
—Regresando al tema de mis padres… yo los llamé para que vinieran y así ellos platicaban con la rectora para que te quedaras aquí.
No me lo esperaba en absoluto, debo admitirlo… Por eso, incrédula, le pregunto para poder unir todos los cabos sueltos de una vez:
—¿Tan rápido la convencieron platicando?
Escucho una carcajada de su parte.
—Natalie… hay algo que se llama dinero.
Abro los ojos más de la cuenta. ¿Cómo es que ha sido capaz de llamar a sus papás para eso? ¿Me está cargando? Lo valoro un montón, sí, le quiero, sí, pero… ¡¿en serio?!
No demoro en demostrar cómo me encuentro por dentro en voz alta.
—¡¿Qué?! ¡No, David! ¿Por qué? No era necesario, yo…
Avanza un par de pasos en tiempo récord, y me cubre la boca con su mano izquierda. Si no fuera quien soy, hubiese preferido que me callase de otra manera…
—Aún no terminé, luego te quejas. —Quita su mano para luego continuar—. Fue como si te hubiesen inscrito de nuevo aquí… solo que no debes meterte en problemas o ahí sí te expulsan y no vuelves más. Sé que tanto yo como tú no queremos eso.
—David… no era necesario que ellos desperdiciaran dinero por mí.
—De cualquier manera, el dinero no era de mis padres.
Se encoje de hombros una vez más, y mi entrecejo se frunce de inmediato. Abro la boca para decirle algo al respecto, pero antes de que tuviese la oportunidad de hacerlo como esperaba, me detiene agregando:
—Era mío.
Parpadeo un par de veces.
—¿Qué…? ¿De dónde lo sacaste?
Como si se tratara de algo obvio, contesta:
—De mis ahorros, pitufina.
—Pero, David… —Suspiro—. No debías hacer eso… —Froto uno de mis ojos con la manga de mi camisa, pensando, hasta que retomo—. A ver, yo no soy millonaria ni me sobra dinero, pero dime, ¿cuánto era?
—No me devolverás nada.
—Yo quiero hacerlo, nadie te dijo a ti que debías hacer eso por mí, así que, quieras o no, te lo devolveré a pesar que esté toda la vida para ello.
—No permitiré que me lo devuelvas, Natt.
Resoplo.
—La verdad es que aun no entiendo por qué lo hiciste…
Él se ríe, burlándose de mí. Genial.
—Eres muy necia en ocasiones, Natalie.
—Sí, ya lo sabía. ¿Alguna novedad? —Ruedo los ojos, creyendo que no es momento para los insultos, y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—¿Por qué a veces haces preguntas con respuestas tan lógicas? —quiere saber—. Lo hice porque no quiero que te vayas, quiero que estés aquí conmigo… y con nuestros amigos, claro. Además, te prometí algo, y si te ibas sin que yo hiciese algo al respecto no me lo perdonaría jamás.
—Bueno… —Desciendo la mirada al césped por unos momentos, intentando ocultar la sonrisa tonta que acaba de formarse en mi rostro—. Gracias, David. Muchas gracias.
—No ha sido nada.
Noto que avanza un paso hacia mí. Yo alzo la cabeza para mirarlo a los ojos, aun sonriendo, y antes de que mi mente pudiese procesarlo por completo, le confieso:
—Te quiero… te quiero demasiado.
—Yo también te quiero. Y más de lo que crees.
Me río algo nerviosa al ver que cada vez está más cerca, y cuando pienso que sí debí haberle dicho que me besara, la tonta sonrisa de mis labios desaparece cuando algo logra hacer clic dentro de mi cabeza. ¡Él lo sabía desde antes! ¡Desde temprano sabía que no me iría!
—¿Por qué no me lo dijiste? —le suelto, de repente.
—¿Qué cosa? —cuestiona él, haciéndose el desentendido.
—De que no me expulsaría.
Sonríe, como lo ha hecho durante toda la tarde.
—Porque no, quería que sufrieras un poco más.
Formo un puño con mi mano izquierda y golpeo su brazo apenas.
—Eres un maldito.
—Y tú rara.
—Me gusta ser rara —contesto.
—Me gusta que lo seas.
—Me gusta que… —comienzo, hasta que me interrumpo frunciendo el ceño—. Espera…, ¿qué has dicho?
—Pues, que me gusta como aseas.
—A mí también me gustas como seas.
Después de todo, él lo ha reconocido primero… ¿verdad? A no ser…
«Joder, no… He metido la pata.»
—¿Qué?
Que sonría tanto cuando siento que he cometido un error que no esperaba en absoluto no ayuda nada.
—Que me gustan las peras —corrijo, nerviosa, sintiéndome en un aprieto bastante grande. ¿Cómo he podido interpretarlo mal?
David niega con la cabeza, divertido, y antes de que dijese algo al respecto (por cierto, no ha sido mi intención. Solo… pasó. Porque creía que lo había aceptado antes, claro está) decido cambiar el tema de nuevo:
—Gracias otra vez, por lo que has hecho.
Él permanece en silencio, hasta que retoma sus pasos para seguir acercándose a mí. Sonrío, más nerviosa aún, y cuando logra estar lo suficientemente cerca me toma de la cintura, provocando que sintiera un hormigueo donde sus manos se posan. Poco a poco, acerca su rostro al mío, recordándomelo todo como tiempo atrás. Se detiene a tan sólo unos centímetros, y yo no pienso en apartarme todavía. Cierro los ojos, dejando que la imagen se recompusiera en mi cabeza, y recuerdo la sensación de sus labios sobre los míos, de su cabello entre mis dedos… hasta que me doy cuenta que lo mejor será no concentrarme en lo que ya ha sucedido, sino en lo que pueda causar en mí en este momento. ¿Qué importan aquellos besos, cuando deberían importar los que podríamos darnos ahora?
Siento que acerca un poco más, y se atora en aire en mi garganta mientras pienso en todo lo que podría llegar a ocurrir. Roza mis labios con los suyos, haciendo que soltara un pequeño suspiro. Sin embargo, cuando creo que va a besarme como tanto espero de una vez por todas y no lo hace, abro los ojos. Los suyos se encuentran cerrados, y su boca entreabierta. Considero la opción de deshacerme yo misma de aquellos centímetros que tanto estorban, pero entonces fuerza su agarre y ladea un poco la cabeza hacia la derecha. Se inclina hacia adelante, dejando su mentón junto a la curva de mi mandíbula, y su aliento choca contra mi piel dándome escalofríos. Intento recomponerme, cuando, con voz ronca, le oigo murmurar:
—I said to save you; save you, save you. Someone to save you, what you need is… someone to save you.*
________________________________
*Yo dije que te salvaría. Alguien que te salve. Lo que necesitas es... alguien que te salve.
________________________________
Gruño contra las palmas de mis manos, aceptando la idea que soy un completo imbécil. ¿Cómo es que fui tan idiota en aceptar? Joder, oficialmente, soy un imbécil con todas las letras, sin excepción. Estoy tan arrepentido que ni yo me lo creo… ¿Por qué tuve que decir que sí, maldita sea? ¿Por qué no lo he pensado mejor, en lugar de responder casi al instante? De seguro Natalie en este momento debe estar en su casa, odiándome, y yo aquí bajo una estúpida amenaza que no me costaba para nada ignorar.
Hace como, aproximadamente, quince minutos debería estar en el punto de reunión (o como lo llamas tú, el laboratorio), aunque estoy planteándome en si realmente me conviene ir hacia allá. Es decir… en aquel lugar Ashley Howard junto con sus amigos (también yo, a pesar de no ser para nada su amigo y nunca lo seré) nos reuníamos para idear todas aquellas cosas que llevaríamos a cabo. Sinceramente no entiendo por qué hay que ir otra vez, o por qué querrían planear algo más. Es decir, la mayoría les salió un completo desastre… Si son fracasados, son fracasados y ya, ¿de qué sirve continuar cuando, además, ya han logrado lo que esperaban?
En lugar de seguir un rato más en la habitación, que lo único que hace es recordarme a ella, decido ir a donde me ha dicho que fuera. Como no colaboraré, no voy a perder nada, ¿o sí?
Pasados unos cuantos minutos es cuando llego, y me encuentro a todos aquí. Al notar mi presencia voltean hacia mi dirección y me observan todos y cada uno con una expresión para nada bonita. ¿Y ahora que hice además de nacer, para que estén molestos?
—¿Qué quieren? —pregunto, cruzándome de brazos mientras dejo mi espalda reposada en la pared.
—Siéntate —me ordena Ashley señalando la única silla libre, que es al lado de Peter Courtenay y de Derek Smith, o, como yo le digo: suricata. Creo que, si se perdiera en un jodido zoológico, lo confundirían con ese animal.
Tomo asiento bajo la mirada de varios pares de ojos furiosos, y vuelvo a formular mi pregunta:
—¿Qué quieren?
—Ella sigue aquí —espeta Williams.
—¿Ella…?
—Ella, Natalie… la estúpida de los ojos verdes —dice Katherine Shern.
—¿Ah?
Oigo a Ashley gruñir antes de contestar:
—Mi tía no la ha expulsado, idiota. ¿Quieres prestar atención?
De repente sonrío, creyendo que al fin ha pasado alguno bueno en el día.
—¿Y qué hago aquí entonces? —quiero saber.
—Debías hacer que se fuera, no sé si lo recuerdas.
Esa es Wymer.
—Yo hice mi parte —respondo, queriendo lavarme las manos—. La directora sí la había expulsado, lo dijo al frente mío. Que haya cambiado de opinión no es mi culpa, y lo saben.
—Y, por ello, como ha cambiado de opinión; debemos seguir con el plan. Natalie no es el centro, están los otros imbéciles que tiene de amigos.
Pongo los ojos en blanco. ¿Tanto les cuesta dejarlos en paz?
—Salió todo mal, que las cosas queden como están… De la mayoría de ustedes éste es su último año aquí, ¿y así lo desperdician?
—Mira, huerfanito… —empieza a decir Mathias, provocando que me dieran ganas de partirle la cara—. Nosotros vamos a seguir quieras o no, ¿bien? Sin que nos importe lo que tú digas.
Me levanto de un salto.
—Jackman, huerfanito tu culo.
—Luke, cállate —me manda Howard una vez más. Luego sigue hablando cuando, a regañadientes, tomo asiento—. No será difícil, ya que solo quedan tres. A esa chica estúpida, Chloe creo que se llama, y a la que era novia de éste… —Señala a la suricata—, las descartamos.
—De cualquier forma, debemos hacer algo con Natalie… —le contesta Rebecca—, porque en ella comenzó todo.
—Ya fue suficientemente lo que le han hecho a ella, ¿no creen?
Por si te lo preguntas, no. No he sido yo. Fue Courtenay.
Ashley rueda los ojos antes de aceptar, y después dice que no; que lo mejor será dejarla para el final. Shern dice, con una sonrisa, que ella se encargará de Hofmann, lo cual me hace entornar los ojos. Lo que llegue a salir de su cabeza no será para nada mediocre.
—Y yo voy al baño… —avisa Derek levantándose, aunque no tenga nada que ver, y accidentalmente tira dos tubos de ensayo al suelo. No le importa, y sin más sale del laboratorio.
—Lo de Chloe es lo más fácil —dice Sophie—. Es la más «manipulable».
—Lo difícil será David…. él no es ningún tonto.
—Pues… a mí Christopher también me está resultando difícil —declara Rebecca Williams.
—Aun así, no se puede comparar a Christopher con David y todos somos conscientes de ello —comenta el imbécil de Jackman.
—No importa eso, solo debemos apurarnos…
Es suficiente.
—¡Ya basta! —grito, sobresaltándolos, cansado de todo esto—. Yo me largo, no cuenten conmigo.
—Tú te quedas aquí… —contesta Howard, hablando lentamente queriendo sonar tal vez amenazadora, pero en mí no lo consigue.
—Yo sé por qué no quiere seguir… —se incorpora una voz nueva a la conversación—. No quiere hacer nada más en contra de Natalie y de sus amigos…, ¿por qué? ¡Porque la quiere, joder, es obvio! Eres un idiota Luke, al igual que Natalie… Tú lo eres porque la defiendes, y ella lo es mucho más, pensando que yo soy Jefferson. —Se ríe—. Dios mío, no tengo nada de ese imbécil. Sería un insulto compararme con él.
Mis intentos por no volver a gritar o ponerme de pie son en vanos, ya que, cuando termina de hablar, no hago más que levantarme con las mejillas encendidas. Sin más, suelto:
—¡Cierra la boca, Smith!
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro