49. ❝¡Voy a morir!❞🌙
Luego de estar un rato observándonos sin nada más que decir, es cuando decidimos regresar a la cafetería con nuestros amigos haciendo de cuenta como si nada ha ocurrido entre nosotros. Porque eso ha pasado: nada. Sólo me recordó aquella vez que me ha dicho que me haría cambiar de opinión respecto a lo que yo pienso que es el amor, pero no es algo muy importante como para saltar de felicidad en el trayecto hacia la mesa con los demás. Aún no es otro beso o algo por el estilo como para actuar de esa manera. Sin embargo… no sé si quiero que nos besemos todavía; pero eso no viene al caso de acuerdo con lo que estaba contando.
—Al fin se fue —le escucho susurrar a David, una vez después de darse cuenta que Luke ya no se encuentra en el lugar.
Yo ruedo los ojos, y cuando estamos a la altura de Chris, Chloe y Vic los tres nos observan esperando a que dijésemos algo. No digo nada porque no tengo qué decir, pero él les sonríe dando a entender que no pasado nada malo allí afuera.
—David… —lo llama Christopher, haciendo que todos le prestáramos atención por más de que nuestro nombre no sea ese—. Tienes un rostro en tu sonrisa.
Chloe frunce el ceño.
—Lo has dicho mal… Tiene una sonrisa en su rostro —lo corrige.
Él niega. David camina hacia donde se encuentra, y le da un codazo juguetón en la cabeza. De todos modos, pareciese que de juguetón aquello no tuviese nada de nada.
☀ ☀ ☀
—¿Otro más? —pregunta Victoria, alzando una de sus cejas.
—Pues sí, otro castigo más —afirmo—. Pero que conste que el castigo es por culpa de Janner.
Él rueda los ojos, aunque en ningún momento pierde su sonrisa.
—Natalie, va a ser mejor que vayamos ahora —dice—, o aumentará los días del castigo. Y sé a la perfección que no quieres eso.
—Tienes razón —acepto—. Me conoces muy bien.
Veo que Chloe hace un gesto algo extraño, que no logro descifrar lo que significa, pero no le hago caso. Ambos nos despedimos de ellos tres para emprender camino hacia la dirección. Al preguntarle a Ellie Howard, la directora, qué es lo que debemos hacer, nos responde:
—Organizar el parque. Como sabrán, ya el invierno se está acabando, y ha sido una estación bastante ventosa. No se habían acabado de recoger las hojas secas al terminar el otoño, y como con el tiempo han vuelto a haber y por todo el parque hay árboles para entretenerse, necesitaría que se encargaran de ello. En la sala de limpieza encontrarán bolsas y también algunos pares de guantes, porque al haber ramas pueden llegar a lastimarse, y allí juntarán todo. Cuando finalicen deben dejar todo en el gimnasio, que el entrenador se encargará de deshacerse de ello. ¿De acuerdo?
Los dos asentimos con la cabeza, y vamos en búsqueda de aquellas cosas al final del décimo tercer pasillo.
☀ ☀ ☀
—Ya me he cansado… —le comunico, dejándome caer sobre las tres bolsas negras que ya hemos llenado con hojas. Por suerte hemos puesto las ramas en otras y no en las que me acabo de recostar. No quiero ni imaginarme siquiera cómo hubiese terminado si fuesen las bolsas equivocadas.
—Vamos, Natt… —le oigo decir—. Mientras más ayudas, más rápido terminaremos.
Suelto un resoplido.
—Has todo tú, yo voy a dormirme una siesta aquí.
—No. Levántate y ayúdame.
Camina unos cuantos pasos hasta llegar a mí, y se agacha hasta tomar mi pie derecho con ambas manos. Yo frunzo el ceño.
—Oye, déjame, tengo falda…
Se encoge de hombros.
—¿Y?
Quita mi zapato, y lo alza en el aire impidiendo que pudiese alcanzarlo. Sé que soy enana, pero tampoco que se abuse de ello.
—¡Devuélvemelo!
—No quiero.
Se levanta, recoge la bolsa de consorcio que estaba llenando con las hojas, y arroja mi zapato allí dentro para luego gritar un «¡En todo caso, ven tú a buscarlo!». Entonces, yo me incorporo hasta sentarme, y al conseguir ponerme de pie, es cuando él comienza a apartarse. Avanzo hacia su dirección, y retrocede para que siguiera habiendo distancia entre uno y otro. Dejo escapar el aire al darme cuenta que no lo obtendré de vuelta tan fácilmente, y me preparo para correr en el momento que él se distrae por haber pisado una rama y ésta se quebrara.
Al llegar hasta David, intento quitarle la bolsa de las manos, pero sigue elevándola restregándome en la cara que de mido 1,59 y él veinte centímetros más que yo.
—¡Janner, ya basta! ¡No es divertido!
—Sólo no es divertido para ti, cariño. —Muestra su sonrisa, y ésta desaparece antes de que se corrigiera—. Lo siento… Me confundí de palabra. Era «Hofmann», no «cariño». Ha sido culpa del auto corrector.
Gruño con los dientes apretados, sin comprender qué tiene esto de entretenido. ¿Tan difícil es devolverme mi maldito zapato? ¿Para qué lo quiere? David tiene los suyos. Si es que quiere más, que se consiga más pies primero.
—No seas un imbécil y dámelo.
—Tú misma puedes tomarlo.
Pongo los ojos en blanco, y dejo de luchar para empezar a retroceder. Cuando noto que no estoy ni tan lejos ni tan cerca, corro hacia él y al tenerlo a unos centímetros salto convirtiéndome en un koala por unos momentos. Pierde el equilibrio intentando sujetarme, y ambos caemos al suelo: Janner recostado sobre el césped, y yo sobre él, a horcajadas.
Permanecemos unos segundos mirándonos a los ojos sin nada para decir, y, al reaccionar de lo que estaba ocurriendo antes a esto, le arrebato de las manos lo que estuve esperando conseguir y busco allí dentro lo que me pertenece. Al encontrarlo lo hago a un lado, vuelvo a mirar a David, le sonrío y, sin más, vacío el contenido de la bolsa en su cara.
«Te quiero, mejor amigo.»
Él se sienta, y yo miro cómo se deshace de las hojas en lugar de levantarme, volver a tomar mi zapato y correr por mi vida.
Las comisuras de sus labios se alzan hacia arriba levemente, y me es imposible no prestarle atención a aquello por segunda vez en el día.
—¿Era necesario atacarme de esa manera, Natt?
Parpadeo haciendo que mi mirada se enfocara en sus ojos, y no en otro lugar donde no debería.
—Tú te lo has buscado, así que jódete.
Tomo el zapato que yacía a mi izquierda, y me pongo de pie lo más rápido posible. Lo coloco en mi pie, y arreglo mi falda.
—No estaba quejándome.
—Pues, deberías —contesto—. Eso no es lo único que puedo hacer, así que contrólate y deja de quitarme mis cosas.
Alza una ceja, llevándose una mano al cabello para asegurarse que no tiene ni césped ni nada allí además de cabello.
—Y, ¿qué otras cosas puedes hacer, a ver?
—Muchas —reconozco—. No sé cuáles exactamente, pero las iré pensando mientras tú continuas con el castigo y yo me quedo allí sentadita… —Señalo detrás de mí, donde se encuentra lo que ya hemos recogido. Rueda los ojos—. ¿Qué te parece? A mí me encanta la idea.
—Aceptaré solamente porque te quiero, porque sino, ten por seguro que te diría que hicieses todo lo que resta del trabajo tú sola.
☀ ☀ ☀
Con Luke cenamos en silencio.
Es algo extraño, ya que antes de la comida hemos conversado como si nuestras vidas dependiesen de ello. A decir verdad, ahora, que nos estamos dirigiendo hacia la habitación 72, lo noto más extraño que en los últimos días. El trayecto al cuarto no es muy largo, pero me ha hecho darme cuenta de ello como si el elevador me lo hubiese dicho a gritos mientras ascendíamos.
Entramos al cuarto luego de que él abriera la puerta, y arrastrando sus pies, va hacia la cama que le pertenece hasta recostarse sobre el colchón. Lo observo durante unos segundos, y cuando le pesa mi mirada, gira hacia mí y lleva su punto de visión al techo como si fuese más entretenido que quitarme un jodido zapato según Dumbo.
Intento ignorarlo (ya que solamente debe estar cansado por la cara que tiene), yendo hacia la mesa de noche para abrir el cajón y agarrar los auriculares que él mismo me ha prestado. Los conecto a mi celular, y sin más tomo asiento en la silla del escritorio en el momento que pulso «Play» y la canción comienza a reproducirse. Cuando llega a la única parte de la interpretación que me sé completa sin necesidad tararear ninguna palabra, canto elevando la voz más de lo debido a esta hora:
—Right or wrong; can’t hold on; to the fear that; I’m lost without you, if I can’t feel, I’m not mine, I’m not real. All our lives, we’ve been waiting, for someone to call our leader. All your lies, I’m not believing, heaven shine a light down on me.
Me detengo al creer que Luke está llamándome, pero me sorprendo al darme cuenta que no es así.
¿Es que acaso estoy esperando a que me grite? ¿A que me diga que aúllo y que mi especialidad es destrozar tímpanos ajenos? ¿A que me diga que deje de cantar de una puñera vez porque le doy dolor de cabeza?
Me quito los auriculares, y con tan sólo verlo con la mirada perdida en algún lugar del ropero que tiene enfrente conozco la respuesta: sí, estoy esperando eso. Estoy esperando lo que en este momento no ocurrirá. Aunque… soy capaz de quedarme sin voz con tal que me diga que canto terrible. No porque crea que él tenga razón, pero sí porque que esté tan callado y de esa manera me hace creer que este no es el verdadero Luke Crawley, sino un alienígena sin sentimientos ni insultos por regalar ocupando su lugar.
Suspiro, y pienso en alguna canción que él deteste que cante. Sonrío cuando recuerdo una de su banda favorita, que odia oírla de mí porque, según dice, la arruino dejando al grupo intérprete en el subsuelo.
Tomo una gran bocanada de aire, antes de empezar.
—Psycho, groupie, cocaine, crazy; psycho, groupie, cocaine, crazy; psycho groupie cocaine crazy; psycho groupie coke; makes you high, makes you hide; makes you really want to go stop.
Joder, me quedé sin aire. No repetiré el estribillo, así que espero que haya funcionado.
Miro hacia donde se encuentra una vez más con una sonrisa en el rostro, pero mi expresión cambia al verlo estar como si nada escuchase. Esto ya es preocupante. Muy preocupante.
Avanzo hacia su cama, y me siento en el suelo de modo que quedo a su lado. Él me mira, y después aparta la mirada. Yo suspiro.
—Oye, Luke… ¿Qué tienes?
Luego de que mi pregunta haya sido formulada, el que suspira es él. Se toma un par de segundos para contestar que no tiene nada.
—Pues, a mí no me engañas —le digo—. Sé que algo tienes, te conozco.
≪ En realidad no, no lo conoces. ≫
Se incorpora hasta sentarse, y se posiciona de modo que estemos uno frente al otro. Noto sus ojos cansados, y algo de tristeza atravesándolos, lo que me hace preocuparme de verdad. Inquieta, espero a que conteste.
—He tenido una pelea con mi nov… —Se interrumpe de inmediato, y sacude la cabeza enérgicamente antes de corregirse—: hermana. Tuve una pelea con mi hermana.
Hago memoria para recordar su nombre.
—¿Acacia…? —Él asiente—. Oh… Qué mal. ¿Por qué se han peleado?
Alza ambas cejas.
—¿Te importa?
—¿Crees que si no me importara estaría preguntándote qué mierda tienes, Luke? ¿Eso crees?
No dice nada, supongo que comprendiendo mi punto, y transcurridos unos cuantos minutos de silencio extiende su brazo derecho hasta su mesa de noche. Abre el cajón y me sorprende cuando toma de allí dos objetos: un atado de cigarrillos junto con un encendedor.
—¿Quieres? —cuestiona, como si fuese un caramelo, mostrándome lo que tiene en sus manos.
—No —respondo—, yo no fumo. Tú tampoco deberías hacerlo, y mucho menos aquí. ¿Lo sabías?
Toda señal de tristeza en él se ha ido de repente.
—A ver, ¿y quién dijo que no puedo?
—El reglamento.
≪ Ni que tú lo cumplieras como para recordarle su existencia. ≫
—No respeto normas, Hofmann —contesta—. Nadie de este lugar lo hace, porque una regla es más estúpida que la otra. Si los nerds no las cumplen, un chico problemático no será nunca la excepción.
—En ocasiones es bonito ser la excepción.
—Pues, ésta no es una de ellas.
Deja los cigarros sobre el colchón, y entrelaza sus dedos. Se inclina unos centímetros hacia adelante, y deja sus manos unidas en el aire mientras que sus codos se encuentran sobre sus muslos.
—¿Te gusta ser así, Luke? —pregunto de pronto—. ¿Te gusta ser alguien al que conocen solamente por causar problemas?
Se lo piensa durante unos instantes.
—No es que me guste, pero mi manera de ser ya es así.
—No lo entiendo, porque si vives de una forma y tomas tus decisiones, es porque te gusta; no porque lo odias o algo parecido.
—¿Desde cuándo te interesa tanto mi forma de vida como para cuestionarla? Métete en tus asuntos, yo no me meto en los tuy… —Se interrumpe, como hace un rato, y exactamente como ha hecho antes; niega con la cabeza—. ¿Sabes qué? Olvídalo.
Sin esperar más, toma uno de los cigarrillos para luego colocarlo entre sus dientes y así poder encenderlo. Yo comienzo a toser cuando el humo llega hasta mí, y mientras intento deshacerme de aquello dando manotazos en el aire, Luke aprovecha para levantarse de la cama e ingresar al baño cerrando la puerta detrás de sí.
Voy hacia mi lado de la habitación y tomo la mochila que está en el suelo. Saco de allí el libro de física, y con ello sigo alejando el humo que sigue estando en la pequeña habitación. Más tarde, aproximadamente unos cinco minutos, cuando ya puedo inhalar oxígeno en vez de alguna otra cosa, es cuando huelo algo quemándose. Miro hacia todas las direcciones posibles, y revoleo el libro que aún tengo en mis manos al ver que hay más humo saliendo por debajo de la puerta del cuarto de baño.
«¡Mierda, mierda, mierda!»
—¡LUUUUKE! —grito, desesperada, golpeando la puerta hasta con los pies, y luego forcejeo el picaporte. La puerta se abre, y estuvo a escasos centímetros de haberme dado en la cara.
Él tose al igual que yo, y al calmarse un poco me toma de los hombros de manera brusca haciendo que me enderezara y lo mirase directamente a los ojos. Sin más, suelta:
—Vamos a morir, Hofmann.
Después de darme cuenta que el asunto no es para nada grave, hago un ademán para que se despreocupara… sí, por más de que yo no esté tan tranquila que digamos.
—No vamos a morir, Crawley —le aseguro—. Sólo es un poco de fueg… —Abro los ojos como platos al ver las llamas dentro del baño, y cuando comprendo que esto realmente sí es importante y hay que preocuparse, empiezo a chillar como una desquiciada—. ¡VAMOS A MORIR! ¡VAMOS A MORIR!
Corro por el cuarto aun gritando «¡VAMOS A MORIR!», y callo cuando me choco contra la pared al no verla por la desesperación.
—Oye, ¡cálmate!
Después de oír su voz a lo lejos, aventa algo hacia mí golpeándome la jodida frente como está haciéndosele costumbre.
—Qué mierd… —Dejo inacabada la frase agachándome, y recojo del piso de madera lo que me ha tirado. Lo miro con expresión seria—. ¿En serio, Crawley? ¿Un jabón?
Se encoge de hombros y ambos seguimos gritando mientras el calor y el humo en el lugar aumentan.
Corrección: solamente yo sigo gritando.
—¡VOY A MORIR! ¡SOY MUY JOVEN AÚN!, PORQUE PRIMERO DEBO IR A LA UNIVERSIDAD, TERMINAR LOS ESTUDIOS, ¡VIAJAR, TENER BEBÉS Y LUEGO MORIR! JODIDA MIERDA, ¿ES QUE ACASO EL DEST…?
Me interrumpe.
—Salgamos por la puerta si tanto es que quieres vivir, idiota.
Al darme cuenta que podríamos haber salido antes, me doy una bofetada mentalmente, y antes de ir hacia la salida del cuarto tomo mi teléfono móvil que está sobre la cama. Cuando salimos y terminamos en el pasillo, Luke se encarga de cerrar la puerta y yo me lanzo al suelo mientras continúo con mis gritos, creyendo que el momento catastrófico no ha acabado:
—¡Voy a morir! —Al observar a mi alrededor y darme cuenta de una vez por todas que nada malo está pasando, mientras que varias personas me miran como si fuese un bicho raro, suspiro aliviada—. Ah, no; me confundí. ¡Ya me salvé, gracias!
Una voz verdaderamente muy conocida, me hace creer que en realidad sí moriré cuando dice:
—Los dos a Dirección, ahora.
Me levanto en el mismo momento que tres personas ingresan a la habitación para deshacerse del fuego. Junto a Luke sigo a la directora que se encamina al elevador y mientras descendemos, cada tanto le envío a él miradas asesinas. ¡Estúpido Crawley! Yo misma me encargaré matarlo la próxima.
No mucho tiempo después entramos a la sala, y Ellie Howard se sienta en su silla giratoria. Nosotros permanecemos de pie frente a su escritorio cubierto de papeles.
—¿Quién de los dos ha sido? —interroga, luego de examinarnos a cada uno. Creí que primero haría una introducción, no que lo soltaría tan de repente. ¿Tú no?
Abro la boca para contestar, pero otra persona responde de manera firme y segura en mi lugar:
—Fue Natalie.
Volteo de inmediato hacia él, no creyendo que haya contestado realmente de esa manera.
—¡Estás mintiendo! —le reprendo—. ¡Has sido tú!
Por lo que él me ladra de vuelta:
—¡No te hagas la inocente, Hofmann, sabes a la perfección que la que miente aquí eres tú!
«Estupendo. Maravilloso. Increíble.»
Ellie Howard interviene.
—¡Ya basta de gritar! —Es lo que exclama, y suspira antes de continuar—. Por favor, que uno me lo explique todo. Con lujo de detalles, si es posible.
—Yo le explicaré —dice Luke apresurándose a hablar antes que yo lo hiciese y dijera la verdad—. Estábamos charlando con Natalie en mi habitación, ¿no? Bueno… y de la nada me pregunta si tenía cigarrillos. Yo le dije que sí, porque como usted sabe, yo fumaba. Ya no, estoy dejando el hábito, pero de todos modos igual los tenía. —Guarda las manos en los bolsillos de su pantalón. Sigue—. Después de eso, me los pide. Le he dicho que no, que en el internado no se fuma, pero me ha amenazado con una barra de jabón. ¡Con una barra de jabón! ¿Puede creerlo? Entonces le di algunos y cuando se terminó el primero encendió otro, luego otro y al terminarlos quería más, aunque yo no iba a darle. Así que dijo que me metería en problemas y así lo hizo. Con el encendedor ingresó al baño, y prendió la cortina de la bañera. Obviamente, a propósito.
Finaliza su «explicación a los hechos» con una sonrisa que solo yo soy capaz de ver, aunque negando con la cabeza como si estuviese decepcionado.
—¡NO HA PASADO ESO! —grito, enfureciéndome—. ¡EL QUE INCENDIÓ EL BAÑO HAS SIDO TÚ!
—Bueno…, pero aun así no niegas haber fumado. ¿Verdad?
Levanto mi mano, para numerar con los dedos.
—Yo no te he pedido ningún cigarrillo de mierda; yo no te he amenazado con ningún jabón, de hecho, tú me has golpeado con uno; yo no he fumado, ni hoy ni nunca y tampoco incendié nada. Ese has sido tú. —A continuación, escupo la palabra—. Gilipollas.
—¡Hofmann, el vocabulario! ¡Por favor!
¿Se queja de cómo hablo y no de las estupideces que él dice? Es sorprendente. Dios mío. No puedo creerlo.
—Directora… —le digo—. Usted no tiene por qué creerle a Luke: yo no he hecho nada… Se lo juro.
—Señorita… mire esto. —Comienza a buscar algo en el estante que tiene a su derecha, y de allí toma una carpeta. Sigue buscando dentro de ella, y saca una hoja. Me la extiende—. Léalo en voz alta, si no le molesta.
Lo agarro frunciendo el ceño, y me encojo de hombros antes de comenzar a leer:
—Natalie Hofmann, dieciséis años de edad, nacida el 3 de junio de 1997, año de ingreso 2013, cursa quinto año, habitación 180. Quince asignaturas aprobadas, ninguna reprobada, siete reportes, dos suspensiones, tres castigos, una llamada de atención y una casi expulsión.
«¡¿Casi expulsión?!»
—Y, pues… —añade—, ahora se le agrega un «Intento de incendio al internado». ¿Usted no me había asegurado no ser una chica problemas?
—Sí, porque no lo soy.
«… aunque no lo parezca.»
—Al parecer no resultó ser como dijo. Y si usted, señorita, es de la manera que nosotros no admitimos… ¿Sabe qué debo hacer? ¿Sabe lo que pasará con usted, o no?
Volteo apenas para ver a Luke, y me lo encuentro viendo hacia las baldosas. Respondo, aun mirándolo:
—No. No lo sé.
Y, justamente, en este momento es cuando levanta la cabeza de modo que me topo con su mirada. Me vuelvo hacia la directora, y ella se acomoda los lentes sobre el puente de su nariz antes de hacer que una bomba inexistente me estallara en la cara:
—Natalie… lo lamento, pero es expulsada del internado Howard.
«No…»
De improviso, las lágrimas comienzan a picarme los ojos. Me niego a derramarlas delante de ellos dos. Sin embargo, mientras repito y repito en mi cabeza para no llorar, es cuando Crawley me susurra en el oído haciéndome recordar lo que me ha dicho aquella vez:
—Las personas cambian, Hofmann. O hay veces que no se muestran como verdaderamente son…
—En una hora me comunicaré con sus padres —me avisa ella, ajena a las palabras del estúpido—. Se irá mañana por la mañana, por favor organice sus pertenencias.
Sólo asiento con la cabeza, y al darme cuenta que mis cosas están en mi antigua habitación y no en la 72, pido de la manera más amable posible:
—¿Podría darme una copia de la llave de mi habitación, por favor?
≪ ¿Ves? No era difícil, podrías haberlo hecho desde un principio
y nos hubiésemos ahorrado todo esto. ≫
Al entregármela me paro delante de Luke para darle las gracias sonriendo de manera más que forzada. Salgo de la Dirección, y a pasos lentos camino hacia el ascensor. En el trayecto, dejo escapar las lágrimas al igual que algunos sollozos, creyendo que me viene como anillo al dedo (nótese sarcasmo) que haya ocurrido toda esta mierda.
Presiono el botón para llamar el elevador, y cuando las puertas metálicas se abren sale de allí David, quien viendo mi expresión se inquieta como siempre ocurre cuando lágrimas no hacen más que cubrir mi rostro.
Yo siento, mientras tanto, a mis labios temblar al darme cuenta que no podré verlo nunca más. ¿Por qué? Porque soy una estúpida.
—Te estaba buscando… —murmura, llevando una de sus manos a mi mejilla izquierda. Elimina el rastro de lágrimas, y continúa—. Me enteré lo que ocurrió, y… ¿Estás bien? ¿Te pasó algo a ti? —No permitiendo que corriera el tiempo pregunta después—: ¿Por qué lloras…?
Asiento con la cabeza, dándole a entender que puede que una parte mía esté bien, pero a otra muy importante sí le ha ocurrido algo y no precisamente algo bonito. Así que, sabiendo que extenderlo me dolerá más, le cuento:
—Me voy, David…
Me mira sin entender.
—¿Cómo qué te vas?
—Me han expulsado.
Suelta una carcajada, tal vez creyendo que es sumamente divertido.
—¿Es el día de los inocentes, cierto?
—¿Crees que mentiría con algo así?
Niega con la cabeza muy lentamente, enjugando las lágrimas que quedan en mi rostro.
—Hagamos esto a la Victoria Steele —digo, recordando lo que ocurrió hace unas horas atrás con respecto a ella—. Dímelo, David.
—¿De qué hablas?
—Dímelo. —Algo me dice que hay varias posibilidades de quedarme sin aliento. Siento que se me estruja el corazón—. Dime que soy una estúpida por confiar en Luke, mientras tú no parabas de recordarme que me traería problemas. Dímelo. Vamos, dímelo.
Ignora mis palabras preguntando:
—¿Cuándo debes salir de aquí?
—Mañana temprano.
Después de eso, él no pronuncia nada más. Sólo permanece unos segundos observándome fijamente a los ojos, hasta que decide apartarse de mí e irse. Veo cómo se va caminando, continuando con su camino como si no se hubiese encontrado conmigo.
Lo peor de todo esto, es que yo estoy llorando porque dejaré a mis amigos, y él actúa como si no le importara en lo más mínimo…, como si esperara a que sucediera lo más pronto posible para deshacerse de mí.
Y, ¿sabes qué?
Me duele más de lo que alguna vez hubiese llegado a imaginar.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro