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22. ❝Diferencias❞🌙

Los minutos corren de una manera que me parece completamente insoportable. Sin exagerar. Como no tenemos nada que hacer más que esperar, esto es aburrido. Estoy segura que si alguno fuese claustrofóbico de aburrido esto no tendría nada, pero he preguntado y ninguno de ellos lo es. Chloe dice que solamente le teme a las serpientes. David no dijo si tenía alguna fobia o algo similar, pero tampoco es algo que quiera preguntar en un momento como este. Nos terminaremos yendo por las ramas, y hablaremos (como sucede siempre) de cosas que no tienen importancia.

Los tres nos hemos sentado en el piso metálico, aunque no me agradó del todo la idea. Era eso o permanecer de pie quién sabe por cuánto tiempo.

—¿Qué hora es? —le pregunto a David, que ahora se encuentra a mi derecha, después de un largo rato de silencio.

—8:19 a.m. —responde, y la luz de su móvil alumbra las facciones de su rostro—, tenemos un poco menos de veinte minutos antes de que comience la primera clase. No hay tiempo para que puedan desayunar…

—Pero yo quería un brownie…

Debo admitir que acabo de imaginarme a Chloe haciendo puchero.

—Eso es lo de menos, Chloe —indico—. ¿Cómo se supone que saldremos de aquí? Preocúpate por eso.

—Natalie… —Ella habla otra vez, cambiando su tono de queja a uno cansado, a la vez que estira sus piernas hasta que tocan una de las paredes del elevador. Puedo verlo porque ahora la pantalla encendida de David apunta hacia esa dirección—. Hay veces que pienso que eres inteligente… Luego preguntas estupideces como esas y descubro que me equivoqué. Es obvio que saldremos por la puerta.

—Sólo podremos si regresa la luz, Chloe —contesta David, suspirando.

—¿Y cuándo será eso? Hacer calor aquí dentro.

Luego la estúpida soy yo.

—Cuando haya electricidad, joder.

—Ay, lo siento Einstein que se hace pasar por David Janner. No nos restriegues en la cara que eres el sabio de los sabios, ¿quieres?

☀ ☀ ☀

Luego de quince infernales e interminables minutos, regresa la luz; y nunca he estado tan feliz en toda mi vida. Ya no soportaba estar en ese ascensor por más tiempo, porque parecía que por poco no nos estábamos asfixiando. El cubículo es muy pequeño, hacía calor y para colmo éramos tres personas de las cuales sus estómagos se quejaban constantemente.

—Chloe, tú sabes cuál es la habitación de Victoria, ¿cierto? —le pregunto alisando mi falda, al llegar a la planta número cuatro.

—Sí, es la 348.

Debo admitir que por muy poco no corremos en su búsqueda. Al encontrarla, vemos que su puerta está entreabierta. Con el pie la empujo para abrirla por completo, y ante nosotros aparece un cuarto vacío.

—¿Estás segura que es éste?

—Sí… aunque es raro. Ambas camas están armadas y ella odia hacerlo antes de ir a clase.

—¿Eso qué tiene que v…?

—Hablando de ir a clases… —nos dice David, llamando nuestra atención—. Son las 8:41 a.m., debemos bajar ya.

Sin delicadeza ni cariño nos empujamos unos a otros y hasta también nos pisamos los talones hasta estar en la planta baja. Si no corremos hasta nuestras respectivas asignaturas, llegaremos tarde; y yo al tener Filosofía no quiero ni debería retrasarme, ya que tengo un reporte con este profesor porque una vez me dormí mientras él hablaba en un lenguaje tan aburrido que era imposible no bostezar.

Entro al salón con la respiración entrecortada y me dejo caer en el primer banco desocupado que encuentro. Cuando levanto la cabeza, William Sharman (el docente) está de pie esperando a que mis compañeros hagan silencio.

—Buenos días, alumnos —«Lo serán para usted», pienso mientras que los demás contestan a coro con un «buenos días»—. De acuerdo, comencemos… —Toma asistencia de manera rápida, y luego se apodera de una tiza blanca. Ahora me doy cuenta de que este pizarrón es negro. Otro color a la pequeña lista—. Durante la clase anterior hablamos sobre los sentimientos, pero especialmente sobre el amor y el odio. Hemos dicho que ambos son independientes, pero que a la vez se necesitan uno al otro. En realidad, no se necesitan, aunque sí se relacionan. Hoy veremos que, en la religión católica, el amor y el odio no pueden relacionarse, prácticamente, en ningún sentido. ¿Alguien sabe por qué?

Nadie dice nada.

—Al parecer —sigue diciendo—, por ser el primer bloque, están algo dormidos aún. Sin embargo, sólo espero que esto no se haga costumbre.

»En la religión católica, el amor y el odio son dos polos totalmente opuestos y por nada del mundo hay que relacionarlos o decir que son dependientes entre sí. Para los católicos, su Dios representa el amor. Y si Dios es amor; el odio será representado por el diablo, el mal, el pecado. Tomaré como referencia lo que ha mencionado la señorita Hofmann la clase pasada: «el amor es como una paloma». En el catolicismo, la paloma representa al Espíritu Santo, y, por lo tanto; estamos hablando de Dios.

—¿Quiere decir que Dios es una paloma? —pregunta el chico castaño que se encuentra sentado al frente mío. Por un instante me pasa por la cabeza pedirle que volteara y poder enterrarle el bolígrafo en el ojo. Odio cuando interrumpen para decir cosas que no vienen al caso.

El profesor Sharman ignora su comentario y continúa:

—Si también tenemos en cuenta lo que ha dicho Sophie Wymer, el odio será representado por un lobo. Una paloma y un lobo son totalmente opuestos y no se relacionan de ningún modo.

«Ayuda, ya me perdí.»

—¿Y por qué el lunes usted dijo que sí se relacionaban? —cuestiona el mismo imbécil de la pregunta anterior.

—En la clase pasada, lo expliqué según filósofos, y hoy; según católicos. Hay una gran diferencia entre la filosofía y la religión, pero también hay algo que hace que se relacionen. Por ejemplo, en el siglo XVIII el Empirismo fue una corriente filosófica que decía que el conocimiento se adquiere a través de los sentidos, la experiencia y la observación de la realidad. En el catolicismo, si llega alguien y te dice «Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo; tres personas en una», tú puedes pensar que es imposible que una persona sea tres a la vez. No obstante, uno lo puede comprobar con ayuda de la fe. En cambio, en la filosofía, lo “verificamos” a través de la razón, los sentidos y la experiencia. Si un filósofo dice «Ese perro de allí es color verde», tú lo comprobarás a través de los sentidos, de la vista.

—Y si soy una no vidente, ¿cómo haré para verificar si es cierto? —Esa voz es la de Katherine Shern, la pelirroja que el otro día estuvo sentada a mi lado. La que había dicho lo que era el amor, pero que para mí se memorizó la definición de internet.

—Allí hacen presencia el razonamiento y la lógica. Sería un poco extraño encontrarnos con un perro verde, a no ser que le hayan echado un bote de pintura encima. Pero el punto no es el perro verde, sino que los católicos tienen diferentes maneras de explicar algún fenómeno, comparado a los filósofos. Muchos de éstos últimos son ateos, como Russell; por ejemplo.

»No obstante, dejaré algo claro. Esta materia es Filosofía, ¿no? Pues bien. Lo he comparado con la cristiandad para que logren comprender por qué en la filosofía el amor y el odio son una cosa, mientras que en la religión católica son otras completamente diferentes.

La clase continúa. A unos minutos de que toque la campana, dice que nos dejará libre el tiempo que falte. Yo aprovecho aquel tiempo para llamarlo, y él sin ningún inconveniente se acerca a mi banco.

—Sí, Hofmann, ¿qué sucede?

—Pues… tengo una pregunta. Tal vez sea un poco personal…

—Adelante, dime. Contestaré en caso que sea posible.

Carraspeo.

—Usted… ¿qué es lo que piensa acerca del amor?

Se arremanga la manga derecha de la camisa, procesando mi pregunta:

—Honestamente, creo firmemente que la capacidad de poder amar es el don más grande que la vida ha podido darnos. Si uno se lo pone a pensar, muchas cosas surgieron a raíz del amor. Por ejemplo… los avances en la medicina no se estarían llevando a cabo si no hubiera gente apasionada por la ciencia, las casas no existirían para resguardarnos y protegernos por amor propio y amor a los demás, al no querernos a la interperie y poder tener un sitio de descanso. Sin el amor no existiríamos los profesores, quienes admiramos el conocimiento y queremos compartirlo. No existirían los escritores, no sentirían amor por sus ideas, no intentarían crear un mundo mejor. ¿Entiendes lo que te intento decir? Yo creo que el amor es el motor de todas las cosas.

Wow, nunca lo habría visto de esa forma.

—¿A qué viene la pregunta, Natalie?

—Oh. Pues… yo… sólo estaba pensando qué tan boba puedo llegar a sonar cuando digo que no creo en el amor.

—No lo escucho como si fuera algo bobo, ¿sabes? Una cosa es «no creer en el amor» específico de una cosa, y otra es «amar». Dudo mucho que tú no ames.

—Sí amo, por supuesto. Aunque cuando digo que no creo, me refiero a que no creo en el asunto de las relaciones amorosas. ¿Qué tan mal está reducir su definición de amor a esto? Yo siento que el amor es algo bueno, sí, pero en otro sentido; porque destruye corazones. Enamorarte de una persona hace que salgas lastimado y si terminas de ese modo no vale la pena darle a alguien tu corazón. No vale la pena amarlo tanto. Si esa persona también te amara lo suficiente, no te destrozaría sin titubeos.

—Natalie… —Por un momento me olvido que tengo cuarenta compañeros a mi alrededor oyendo todo, porque sí, rechazaron los minutos de recreo para prestar atención. Están todos en silencio—, hay veces… que dos personas se aman mutuamente… se aman demasiado, y ninguno quiere lastimar al otro. De verdad que no lo quieren. Pero por no querer hacerlo, en ocasiones puede que suceda por una equivocación o malentendido, por cosas externas, por cosas en las que uno lamentablemente no tiene suficiente control… Amar mucho no siempre es del todo sano, y no significa que hará que la relación perdure para siempre. Es posible que la gente enloquezca por ello, y todo lo construido se vaya por el desagüe.

—Y si alguien no te quiere y te lastima a propósito, ¿tiene sentido no creer en el amor?

Se encoge de hombros.

—En ese caso, ¿en qué estaríamos dejando de creer? ¿En el amor, o en encontrar a quien nos ame sin rasguños? Yo no soy quien tiene la verdad, por lo que no te diré si tiene o no tiene sentido. Cada opinión y punto de vista pueden diferir mucho. Asimismo, ten presente siempre que todos somos diferentes. Que alguien te haya lastimado a propósito, no habiendo aprendido a amarte primero, no te garantiza que otras personas vayan a ser de la misma manera, dañándote más aún.

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