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19. ❝Negativa❞🌙

Una hora más tarde, después de que terminara la clase de Música, ambos nos dirigimos al segundo piso para dejar nuestras pertenencias allí. En el camino, hemos visto en la cartelera que las pruebas para ingresar a los deportes serán el jueves a partir de las 4 p.m., así que la charla hasta llegar al corredor fue, básicamente, en que David se presentará para las de baloncesto y yo para voleibol.

Cuando ya hemos terminado, dedicamos unos minutos para buscar a Chloe y Victoria, pero como no aparecen ninguna de las dos (no sabría decir si es bueno o malo) decidimos irnos al parque los dos solos.

Nos sentamos en el césped, y nuestro único compañero por unos momentos es el silencio. No obstante, no es incómoda su presencia… a mí, particularmente, me gusta; sólo porque me ayuda a buscar las palabras exactas y poder disculparme por semejante cosa que le lancé ayer.

Está bien, pensaba que un discurso de media hora se me ocurriría, pero jamás pasó. Así que, sin más, le suelto:

—Lo siento mucho.

Me observa durante unos instantes, frunciendo el ceño en señal de confusión.

—¿Por qué?

—Por…, bueno; ya sabes… lo que sucedió antes de que te fueras y de que Derek llegase.

—Ah… —Suspira—. No te preocupes. De todos modos, yo fui quien reaccionó mal.

—Tenías tus razones para cabrearte.

—Y tú las tuyas para haber dicho ello, ¿no?

Su tono no demostró nada extraño, así que es un alivio saber que las cosas no se fueron al cesto de basura.

«¿Desde cuándo estoy preocupándome por mantener sana la amistad con un hombre?»

—Sí… pero todavía no quiero hablar sobre eso.

—Cuando te sientas segura, sabes que yo estoy aquí para escucharte.

Le sonrío, y él me imita.

—Pues, gracias.

—No hay de qué. —Tras una pequeña pausa, continúa—. Aun así, sí me gustaría acabar con nuestra conversación respecto a él… la pendiente de ayer. Mientras antes terminemos, será mejor para ambos.

Definitivamente, no es buena idea. Desde que sacó el tema veinticuatro horas atrás supe que no lo sería.

—Y, ¿por qué quieres hablar de él? ¿Por qué de Jordan?

—Ya dije que quiero ayudarte.

—¿Sabes? Antes de dormir estuve pensándolo, y no se llegará a nada si lo haces. Es mi problema, yo debo resolverlo sola.

—Sabes perfectamente que no quieres hacerlo sola.

—Yo sé que puedo sola, pero no sé cómo exactamente.

Por parte, sé que estoy mintiendo.

«Esperanza, Natalie, esperanza.»

—¿Cómo? Pues, con ayuda. Deja a tu orgullo fuera de esto, Natt.

—No se trata de mi jodido orgullo —espeto, comenzando a molestarme la situación. El orgullo no tiene mucho que ver con todo esto—. Pasaron tres años, de un día a otro no aparecerás y lo solucionarás…

—Qué poca confianza, sabes. —Pasa una mano por su cabello, suspirando—. Y no lo «solucionaré» yo, lo harás tú. Mi rol es solamente ser tu empuje, tu «mano derecha». Sabes que no está de más alguien a tu lado que esté para ti cuando sea necesario y así salir adelante sin que te atormente la figura de tu ex-novio. —Transcurren unos segundos, hasta que retoma—. Así que…, ¿aceptas mi ayuda, o no?

—Qué pesado. —Suspiro, y cruzo ambos brazos sobre mi pecho—. Sí, la acepto. Pero sé que no llegaremos muy lejos.

Lo único que falta sería que conteste: «Pues, claro que no. Soy guitarrista, no taxista, Natalie. ¿Qué diablos estás diciendo?»

—Deja de ver el lado malo de las cosas, así sí no llegaremos a nada.

—Lo que sea. —Hago rodar los ojos—. ¿Cómo se supone que me ayudarás, David?

—Necesitas una distracción después de analizarlo como se debe.

Segunda vez desde que ingresé a este internado que escucho lo mismo. Si me dieran un billete por cada vez que… no, mejor no. Seguiría siendo pobre.

—Sí, claro. Estuve todo este tiempo yend…

—Tú ayer me has dicho que aún lo quieres. ¿Cómo estás tan segura de ello? ¿Cómo estás tan segura que le tienes cariño?

—No me dejaste terminar, David.

—¿Piensas responder?

Suspiro.

—Pues, últimamente pienso en él y me pongo triste. Supongo que, si no lo quisiera, no pasaría.

—Entonces…, ¿lo extrañas?

—No debería, pero sí. Lo extraño.

—¿Con certeza lo dices?

—¿Crees que esto me ayudará? —pregunto, creyendo que el interrogatorio es innecesario. Está comenzando a sacarme de quicio.

—Calladita, Natalie. Tu única tarea es contestar, no cuestionar. —Yo cierro los ojos por unos segundos. Mientras tanto, él continúa—: Okay, otra pregunta. ¿Cómo sabes que lo que llegaste a sentir por él, era amor? Como te dije, no creo que a los trece años hayas estado tan enamorada como has mencionado… Sin embargo, tú repites y repites que no es ni ha sido atracción.

—No era eso, joder. Y si lo hubiese sido, ¿qué significado habrían tenido los elefantes revolucionados que sentía en el estómago cuando Jordan me decía cosas bonitas?

—Puede que los “elefantes revolucionados”, en realidad, te estaban diciendo «No caigas en su juego, Natalie. No caigas».

—De todas formas, ¿qué con las lágrimas? Si sólo era atracción, ¿por qué lloré por él?

—Tal vez no llorabas… puede que sólo sudabas por los ojos.

Me enseña su sonrisa.

—No estoy jugando —gruño.

—Yo tampoco, Natt… —Aclara su garganta—. Si te nombro a Jordan… ¿Qué es en lo primero que piensas? ¿Qué es lo primero, primero, que te viene a la cabeza?

—Que es un idiota.

—¿Qué más?

—Un error.

—Continúa.

—Un problema. En realidad, no un problema. Pero sí un error, que causó un problema bastante grande.

—Y ese problema que causó, ¿cómo piensas arreglarlo?

—Yo lo planteo como si ese problema fuese una ecuación matemática. Que, al intentar despejar la incógnita, estoy intentando superar a Jordan. Pero no puedo resolverlo. Sé que algo estoy haciendo mal, pero no sé qué exactamente.

»A partir de ese gran error llamado Jordan desencadené otros errores, que no sé cómo deshacerme de ellos. Supongo que tendré que convivir con ellos. Hace tres años lo estoy haciendo. Será difícil hacerlo un tiempo más, pero más difícil es deshacerlos.

—Bórralos —me dice, como si nada.

—¿Qué? ¿De qué hablas?

—Es un error. Puedes borrar y continuar. Cuando resuelves un problema matemático y te equivocas en una suma, borras y sigues de nuevo, como si nada hubiese ocurrido.

—A decir verdad, no es así. Sé que yo sí soy estúpida, pero no me equivoco en una simple suma.

—Ese no es el punto. A lo que voy, es que no te das por vencida y lo sigues intentando hasta llegar al resultado.

—Pero esto es más difícil.

—Nadie dijo que sería fácil, bebé.

Si antes estaba un poco cabreada, ahora mis oídos están largando humo.

—Estás pasándote de la línea —bramo, mientras las facciones de mi rostro se tensan—. Así que, llámame así una vez más, y te arrepentirás de haberlo dicho. Te arrepentirás, y no sabes cómo.

—Lo siento. Pero…

—Me largo.

Sin esperar una respuesta me pongo de pie y comienzo a caminar a través de los árboles. Una mano se posa en mi muñeca, y acelero el paso sin mirar atrás.

—Natalie, espera.

—No.

De repente, un cuerpo aparece delante de mí, y sin haber reaccionado antes, me estrello contra él. Tomo sus hombros para evitar caerme y luego lo suelto, golpeándole en el mismo lugar para que se aparte.

—Natt, no seas tonta. Te cuesta bastante abrir los ojos y ver la realidad que te rodea. Es de imbécil enojarte conmigo por llamarte así y seguir «amando» a Jordan cuando te rompió el corazón.

—¡Tú eres el imbécil, y yo la ciega! ¡Por eso no puedo ver la realidad! ¿Cuál es tu problema, David?

Llevo las manos a su pecho, y cuando voy a volver a golpearle, agarra de mis muñecas otra vez.

—Ahora que lo pienso, por un lado, no es tan malo… porque el amor también es ciego.

—Ah, pues, ¡qué descubrimiento! —Forcejeo para librarme, mas no lo consigo—. Debo tener muchas similitudes con el amor. Una ya es que somos ciegos, y la otra es que yo soy estúpida…, ¡entonces, él también!

—¿Por qué eres tan negativa?

Me detengo y llevo la mirada desde su agarre hasta sus ojos. Pareciera… ¿Herido? ¿Desilusionado? Como si no le gustara que fuese de esa manera, como si esperara algo más de mí.

«¿Por qué eres tan negativa?».

«¿Por qué eres tan negativa?».

«¿Por qué eres tan negativa?».

Negativa… signo negativo… aspectos negativos… error… problema.

Después de todo, es la verdad… Jordan no es el inconveniente. Lo soy yo. A partir de este momento, podré decirlo firme y sin titubeos.

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