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2🍃 Cúbreme.

Lunes 16 de septiembre del 2013,12:15 p.m.
2🍃 Cúbreme.

La enfermería me provoca escalofríos.

Está dividida en tres habitaciones. En la que me encuentro, que es la segunda, es más pequeña de lo que había esperado y me hace sentir atrapada entre las paredes blancas. Es un color uniforme, sin una sola mancha, y ni siquiera se distinguen las pinceladas ni las marcas de los rodillos. Si observo su color fijamente hace que me sienta algo mareada ante el vacío que demuestra. No me gustan las paredes tan aburridas. Parece que nadie ha pasado por aquí.

Recuerdo cuando he estado en el hospital durante algunos días y debía enfrentarme a aquellas paredes tan silenciosas. Estaba acostumbrada a mi habitación, color azul, y de repente me crucé con un color plano y sin nada que decir. No me daba aquella tranquilidad que necesitaba, sino que hasta me enojaba. Sé que es una simple pared, ¡pero ni siquiera me inspiraba a apoyarme en ella! ¡Ni siquiera le podía hablar!

Porque sí, no necesitas estar loco para hablar con las paredes. Muchas veces solo lo haces cuando nadie más te puede escuchar y las palabras necesitan salir de tus labios para no terminar ahogándote en lo que no dices.

—¿Podrías extender tu mano, por favor? —pregunta la enfermera, tras sentarse en la camilla frente a mí con mucha más facilidad que yo hace unos minutos, y a su lado se encuentran las cosas que había ido a buscar mientras la esperaba.

Yo obedezco extendiéndole mi mano izquierda y con cuidado me quita la venda. Una vez que lo consigue observa mis nudillos con más detenimiento del que me gustaría, y tras alzar unos centímetros su cabeza sus ojos acaban fijos en los míos.

—¿Qué te pasó?

—No es la gran cosa —digo en respuesta, queriendo restarle importancia. No hay tiempo para explicar la historia del gato otra vez. Ya lo he hecho seis veces en poco más de tres horas.

Regresa su mirada hacia la herida y murmura que no son cortes muy profundos, por lo que cicatrizará relativamente bastante rápido. Limpia con cuidado mientras observo cómo lo hace, y noto que mi mano no se ve tan mal después de todo. Hay momentos donde creo que se ve más lastimada que otras veces.

—¿Tú con qué mano escribes? —inquiere entonces, ya rodeando mi mano con una venda nueva, y en ese momento llaman a la puerta con golpes suaves. Sin dejar de hacer lo suyo, mira unos momentos el reloj que se encuentra en la pared y yo la imito. Son las doce y media. En un tono más alto, dice—; adelante.

La puerta abre y se asoma una cabeza lentamente, seguido de un cuerpo, muy despacio también, como si no pretendiera llamar mucho la atención. Yo me vuelvo hacia la enfermera y le respondo:

—Eh, soy diestra.

Asiente con la cabeza mientras ajusta la venda, y escucho los pasos del chico que acaba de ingresar. Se detiene a un par de zancadas de nosotras. Me es inevitable no observarlo unos segundos más, y me toma mi tiempo darme cuenta por qué lo miro con ojos entrecerrados intentando encontrarle algo: los rasgos de ellos dos son tan similares que es complicado apartar la mirada para evitar encontrar más parecido entre ellos.

Cabello negro, ojos cafés, lunares en el rostro y definitivamente mucho más altos que yo.

—Hola, David —lo saluda ella, con una sonrisa en el rostro, mientras recoge con los guantes puestos lo que ha utilizado.

Yo aprovecho para intentar bajarme de la camilla sin fracasar, aunque me cuesta que mis pies logren tocar el suelo porque es muy alta para mis cortas piernas.

—Oh, yo te ayudo —musita él eliminando los pasos que nos separan, pero yo termino dando un salto hasta tocar el suelo. Sin embargo, resulta ser algo inseguro y me deja tambaleando un poco.

—¡No! Puedo sola, gracias.

Tomo mi bolso que está sobre el colchón y me despido de la enfermera dándole las gracias. Voy hacia la salida, queriendo apartarme de este sitio tan vacuo, y mientras avanzo fuera de la habitación me hago un mapa en la cabeza intentando descifrar dónde está el salón de Física, si los horarios decían que es el aula número 9.

Recorro varios pasillos hasta encontrar el correcto y busco el salón. Ingreso a él, encontrándolo vacío ya que todos se encuentran en el comedor, y aprovecho para elegir mi lugar. Voy hacia el fondo, justo en la punta, procurando poder ocultarme un poco de esa forma cuando el salón se llene. Y, cuando lo hace, siento que los demás no me ven. O me ven, pasándome por alto, como si fuera parte del mobiliario o un dibujo del muro que tengo detrás.

Y eso, al menos por ahora, está bien.

Me han puesto muy nerviosa durante los tres bloques anteriores y ahora solo quiero estar un poco tranquila. Creo que no soportaría tener que decirlo una vez más. Al principio parecía fácil, pero repetir siempre el mismo discurso cansa un poco. Podré reponerme para mañana responder, si eso quieren. Pero por hoy ha sido suficiente.

Tomo los apuntes necesarios mientras los minutos pasan y la clase avanza, y a medida que completo un reglón en mis hojas el sueño viene a mí, lentamente, no queriendo exaltarme, pero más que sorprenderme sólo consigue que me encuentre molesta. No es momento de tener sueño, aún tengo una quinta hora luego de esta y no puedo ausentarme; menos el primer día.

Gruño apenas, suelto mi lápiz, froto mis ojos y apoyo los brazos en el banco para esconder mi cabeza después entre ellos. Gruño una vez más, amortiguando el sonido conmigo misma. Deseo por unos momentos ser la cotorra que habla de Chloe y encontrarme dentro de una jaula, que alguien llegue y me cubra con su manta favorita. Que me cubra y nadie me vea, para que no se me acerquen y no me cuestionen nada. Para que hagan de cuenta que no estoy por unos momentos, así puedo respirar tranquila y dejar la actuación de lado. Que me cubran, como aquella venda cubre mi mano; para no exponerme, para no enseñar mis heridas que dentro de un tiempo se convertirán en cicatrices, cicatrices que muy probablemente brillarán sobre mi piel llamando la atención..., para que no me vean sangrar. Para que no vean lo que aquella voz provocó en mí.

Y descubro, entonces, que yo no sería una pared. Ni blanca, ni azul, ni de ningún otro color. Sería un edificio en demolición.

Por su culpa.

Por mi culpa.

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