Escena 7
Estaba nervioso, por supuesto que lo estaba, la hermosa mujer frente a él le dedicaba la más dulce de las sonrisas haciendo palpitar su corazón fuerza y le estaba dando unas caricias en el brazo que no tenían comparación.
Afuera del apartamento de elizabeth todo parecía moverse más lento, el aire se había vuelto azucarado, las luces se habían vuelto más brillantes y la luna los estaba bañando con su tenue luz blanca.
—Escucha ellie—habló finalmente cuando ella lo hizo reaccionar de su trance y tomó las llaves de su apartamento para abrirlo. Esa acción lo hizo sentir aún más nervioso y emocionado—Los últimos 10 años yo he estado...—
—Lo se—su voz casi lo hizo caer de rodillas. Tan calmada, tan linda, tan compasiva. Al momento en el que la puerta de su casa quedó abierta, la albina volvió a mirar sin detener esa sonrisa y entró con un aire casi misterioso, meliodas la siguió de cerca, pero antes de entrar, mejor prefirió quedarse en el borde de la puerta para observarla. La mujer se quito su abrigo gris dejándolo sobre el perchero, luego se quito los tacones soltando un suspiro de alivio al poder liberar sus pies y finalmente lo miró otra vez invitándolo a pasar con la mirada. Al ver que el rubio seguía dudando, Elizabeth soltó un suspiro y quito esa sonrisa de su rostro mostrándose mortalmente sería y madura, nada comparado a la inocente mujer joven de 18 años que meliodas había dejado 10 años atrás—Se que estuviste estudiando en Inglaterra, se que trabajaste muy duro hasta volverte reconocido y juntaste mucho dinero. Re-hiciste tu vida—dijo esto último con un toque de tristeza. Antes de que ella pudiera seguir, meliodas levantó la mano pidiéndole silencio y desvío la mirada hasta el suelo mortalmente arrepentido.
La razón era obvia. Cuando elizabeth tenía 18 y meliodas 19 eran una pareja de jóvenes enamorados, planeaban casarse dentro de poco tiempo con el apoyo de la familia de ella que siempre quiso su felicidad, pero sus padres al enterarse de eso lo obligaron a irse, prácticamente lo secuestraron para marcharse y se lo llevaron lejos. Sin dinero y sin oportunidades de volver meliodas entró en una profunda depresión, no comía, casi no dormía, se la pasaba en su habitación sin querer disfrutar de su vida, cuando fue de emergencia al hospital por culpa de su desorden alimenticio fue su hermano quien lo hizo entrar en razón y lo ayudó a seguir adelante.
El plan era simple, seguirle el juego a sus padres, estudiar tanto como podía, conseguir el dinero necesario como para vivir y cuando finalmente lo consiguiera volver a su ciudad natal para encontrarse con él amor de su vida. Durante 10 años meliodas se dedico a seguir ese plan con muchas dudas atacando su mente, tal vez elizabeth lo olvidó y se caso con otra persona, tal vez ella ya no iba a vivir ahí para cuando volviera y sería difícil encontrarla, tal vez había muerto, tal vez lo odiaba tanto por dejarla de la nada que le iba a cerrar la puerta en la cara.
Ninguna de las opciones pasadas había sucedido, él volvió con emoción, la encontró caminando por la calle y ella lo recibió como un viejo amigo, no podía pedir más que eso teniendo en cuenta lo que había pasado entre ellos, hablaron sobre sus vidas, ella siempre tenía esa sonrisa cuando se encontraban, tuvieron varias citas, fueron a un parque a caminar y para cuando finalmente se besaron, ella lo invitó a su casa.
Así fue como terminaron en esa situación.
Meliodas tomó aire preparándose para lo que iba a decir y súbitamente se puso tan colorado como el color de las fresas, verlo así de vulnerable y adorable hizo que el corazón de la peli plateada latiera con fuerza.
—Me fui sin que yo quisiera, mis padres me obligaron y nos mudamos con mis tíos de Inglaterra, entre en una profunda depresión e incluso terminé en el hospital por un desorden alimenticio...anorexia—Elizabeth se cubrió los labios y abrió muy fuerte sus ojos azules, claramente ella no estaba enterada de eso y saberlo hizo que su corazón se estrujara dentro de su pecho. Se veía sano, fuerte, con músculos que antes no tenía, nunca se le hubiera ocurrido que hubiera pasado por algo como eso—Zeldris me convenció de vivir, me hizo darme cuenta que negandome a los deseos de nuestros padres iba a salir perdiendo. Me prepare todos estos años para volver por ti y por fin cumplir con esa boda que teníamos pensada—Meliodas llevando la mirada para verla directamente a los ojos y descubrió como sus bellos iris azules ya estaba desbordando lágrimas—Elizabeth, en 10 años jamás pude sacarte de mi mente ni de mi corazón, eras lo único que me mantenía con vida, ahora que por fin he conseguido mi meta, volví por ti. Si es que aún tengo oportunidad de volver a ganarme tu corazón, entonces haré todo lo que pueda para hacerlo y cumplir mi prome...—no pudo terminar, al instante la joven mujer se le lanzó encima entre risas y lágrimas para abrazarlo con todo el amor que sentía por el de menor estatura. El corazón de meliodas se relajo cuando sintió ese tacto y su mente comprendió que la respuesta era clara, en todo ese tiempo ella tampoco lo olvido, ella tampoco estuvo con nadie más y siempre lo estuvo esperando. Tener la certeza de que ella lo aceptaba de nuevo en su vida lo inundó de una gran felicidad que hundió su nariz en su cuello y acarició su espalda con cariño.
Se quedaron así durante aproximadamente 20 segundo disfrutando de su cariño y amor recuperado, pero antes de que meliodas pudiera hacerle la gran propuesta de que sea su novia de nuevo, Elizabeth se separó de su abrazo, se limpio las lágrimas entre risas y luego lo miró con una expresión de timidez que lo dejó desarmado.
—Yo te acepto de nuevo en mi vida, porque nunca haz salido de mi corazón. Siempre serás el amor de mi vida y siempre voy a querer estar a tu lado—
—Oh ellie yo...—ahora fue el turno de ella de levantar la mano pidiendo silencio.
—Pero si en verdad quieres volver a mi vida, entonces primero debes de pasar una prueba—el brillo en sus ojos azules lo dejo completamente hipnotizado, tanto que no pudo negarse, ni siquiera pudo pensar en los riesgos que corría al aceptar esa propuesto. Entró por completo en su apartamento, observó como ella cerraba la pierna y le ponía llave y finalmente la siguió por la vivienda observando su sonrisa misteriosa y nerviosa.
¿Por qué repentinamente estaba tan nervioso? ¿Por qué sus manos estaban sudando? ¿Por qué la sonrisa de Elizabeth parecía la de una bruja traviesa?
—Mi amor...—Las palabras de elizabeth le helaron la sangre a meliodas. ¿Había dicho, mi amor?—Ven por favor, debo presentarte a alguien muy especial—el sonido de unos pasos corriendo por ahí, un pequeño quejido cuando esa persona pareció tropezar con algo y ante los ojos de ambos, un pequeño niño de cabellos revueltos, una espada de madera en la mano y una cobija atorada en su pie se presentó. Elizabeth le sonrió con ternura al menor, le ayudó a liberarse de la sabana que lo había hecho tropezar al querer venir a su llamado y luego le dio un besito en su mejilla pálida. Los ojos del niño y de meliodas se juntaron como dos imanes poderosos. Las lágrimas empezaron a bajar de los iris verdes del rubio y sus fuerzas le habían fallado causando que cayera de rodillas a los pies del menor.
—Mami...—esa palabra le confirmo sus sospechas
—Oh Dios—susurro Meliodas entre lágrimas sintiendo un dolor tan profundo como la fosa más grande del océano y una culpa tan grande que tuvo ganas de morirse en ese mismo momento. La había dejado cuando más lo necesitaba, lo habían obligado a irse antes de que pudiera enterarse de la existencia de ese niño, había estado lejos 10 años que pudo haber pasado al lado de ella viendo crecer a...
—¿Si cielo? —
—¿Quién es este señor?—Preguntó el pequeño. Elizabeth lo miró con cariño, le beso la frente a su hijo y luego se agachó hasta abrazar al rubio que se rompió por completo entre los brazos del amor de su vida.
—Es tu papá, Tristan—
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