Escena 4
—Todo esto es una maldita mierda—
—Elizabeth—antes de que la albina pudiera verlo, el blondo la tomó fuerte de las manos dándole un apretón cariñoso y soltó un suspiro. Ella se sonrojo al momento en el que el cálido tacto de las manos masculinas empezaron pequeños círculos sobre su piel. Sabía que él odiaba cuando se expresaba de esa manera, pero había veces donde su dolor, su culpa y su ira hacia sí misma era tanta que apenas podía controlarlo—Por favor Ellie, basta. Es importante que aprendas a controlar los impulsos, la ira y el odio. Es primordial que...—
—¿Por qué me sigues tratando como una chica más del grupo? —protesto sin pensar, aveces esa actitud le molestaba demasiado, ella era la chica que amaba, llevaban un año saliendo (aunque no habían tenido sexo aún) y aún así la seguía tratando como a una mujer desconfía. Meliodas le dedico una mirada triste que no supo disimular a tiempo antes de que la bella mujer la viera. Elizabeth se sintió mal al instante, maldita sea, ahora lo había hecho sentir miserable. No quería eso, no podía soportarlo. El conocido temblor en su cuerpo empezó a hacerse presente a los dos segundos y las lágrimas en sus bello ojos bicolores se acumularon como cataratas a nada de explotar.
—Oh nena no no—el hombre subió sus manos rápidamente al escuchar el primer sollozo. La sostuvo de las mejillas, limpio las lágrimas que empezaron a salir de sus ojos y junto sus frentes de forma amorosa al mismo tiempo que su respiración empezaba a acelerarse de la misma manera. El simple hecho de tocarla ya era todo un reto para él, el sentirse culpable de algo hacia que ella entrará en crisis—Por favor no te pongas así, nada es culpa tuya, estoy bien—
—Me estas mintiendo, tú voz está rota—Meliodas trago el nudo en su garganta lo más fuerte que pudo para evitar que se siguiera notando ese tono de voz, pero fue inútil. Solo cinco segundos después él también se soltó a llorar libremente y abrazo con fuerza a la mujer que se había vuelto su diosa, su vida, su propósito.
Ambos se quedaron en silencio llorando en los brazos del otro sin ser capaces de decir palabra alguna, el de ojos verdes acariciaba la espalda femenina, la de ojos bicolores le daba un masaje al cabello masculino. Media hora después, cuando su llanto al fin consiguió parar y su mente volvió a la tranquilidad, la pareja se separó en medio de la oscura noche que estaba sobre ellos y se miraron fijamente. No necesitaban la luz, ambos se conocían tan bien que podían distinguir ese brillo en los ojos contrarios. Sus manos se buscaron nuevamente y luego entrelazaron sus dedos suavemente en un gesto de apoyo mutuo.
—Siempre estaré para ti, no estás sola—susurro el de ojos esmeralda. Elizabeth bajo la mirada incapaz de soportar la intensidad en las palabras de su amante. Sabía que iba a contar con él apoyo de ese hermoso hombre siempre, pero también sabía que jamás iba a perdonarse por el pecado que había cometido—Lamento que aveces actúe como si fueras solo una persona más del grupo—El grupo. Ambos estaban inscritos en alcohólicos anónimos siendo ella la más nuevo dentro de aquel círculo de personas que sufrían internamente.
La realidad era que no había entrado ahí por qué quisiera, era la condición para estar en libertad.
Hace solo dos años atrás elizabeth era alcohólica, por completo, de esas personas que estaban ebrias 24/7 y nunca se preocupaban ni por si vida ni por la de las personas a su alrededor, cierto día catastrófico, ella estaba al volante mientras tenía de copiloto a su hermana mayor margareth. No recordaba mucho, pero si podía distinguir gritos borrosos dentro de su mente, recordaba las lágrimas de su hermana mayor la cual estaba preocupada por ella, recordaba como su querida hermana la estaba amenazando con meterla a un anexo. Gritos, luces parpadeantes, el sonido de las llantas derrapando y luego...volar, volar como un pájaro que apenas había descubierto como hacerlo, se recordaba a sí misma sintiendo la gravedad, viendo los árboles y las nubes dando vueltas y vueltas. Para cuando el carro finalmente paro de dar vueltas y llegaron al fondo del acantilado se desmayo.
Despertó en el hospital sobria, es posada a una cama y con dos agentes de policía que le dijeron que estaba acusada del asesinato de su hermana. Por suerte, durante el juicio, su abogado consiguió un acuerdo con el juez para que le dieran libertad condicional, solo si es que hacía trabajos de caridad y entraba al grupo de Alcohólicos anónimos. Así fue como entró al grupo, conoció a personas con historias igual o menos trágicas que la suya y conoció a meliodas quien era su instructor.
Meliodas llevaba 10 años sobrio. No toma desde los 18 años y es la personas más agradable y buena que ella había conocido en el mundo.
—Nunca te conté porque entré a alcohólicos anónimos, ¿oh sí? —elizabeth alzó la mirada al volver a la realidad. Lo que se encontró fue a un meliodas destrozado que estaba llorando por un lejano pasado. Ella solo pudo negar, al mismo momento en que ese movimiento de cabeza terminó, el blondo se soltó a llorar nuevamente, esta vez aún más fuerte que antes, llegando incluso a gritar de dolor mientras era elizabeth la que lo acariciaba preocupada y aturdida sin saber el porqué se había puesto así—La mate...los mate a todos Elizabeth...—la albina se tensó
—¿Qué? —murmuró
—A mi ex novia, la chica antes de ti—un escalofrío recorrió la espalda de Elizabeth—Empecé con el alcohol desde los 14 años por culpa de mi padre, él era alcohólico, golpeaba a mi madre, a zeldris y a mi, mi hermano y yo vivíamos con el miedo de que papá volviera a casa, hacerlo enojar y luego se desquitara con mamá abusando sexualmente de ella o incluso nos golpeara tan brutalmente como para acabar muertos o en el hospital —
—Oh mi cielo—meliodas se aferro fuerte a ella como su único salvavidas en ese momento y enterró la cara en sus senos para buscar fuerza.
—Hice lo mismo que él, empecé a tomar para salir de mi realidad, escapar de mi infierno, para cuando reaccioné ya tenía 16 años y mamá se había separado de ese bastado empezando una vida nueva, pero si problema ahora era yo. No deje el alcohol aunque ya no vivíamos con ese temor, trabajaba solo para juntar el dinero para comprar cerveza, sobornaba al chico de la tienda para que me vendiera el alcohol aunque fuera menor de edad. No sabía el error que estaba cometiendo—aún algo aturdida por empezar a conocer el pasado del hombre que amaba, elizabeth siguió acariciando sus cabellos rubios con amor dejando pequeños besos en la coronilla de su cabeza—A los 18 años ya tenía a una novia que estaba igual de preocupada por mi, zeldris se había alejado de mi tratándome como un desconocido por todas las estupideces que hacía ebrio, mi madre lloraba todas las noches por mi. Hasta que un día todo cambio, no recuerdo como, estaba tan ahogado en alcohol que olvidé casi todo—meliodas tomo un poco de aire para que no le costará tanto respirar—Solo recuerdo estar sosteniendo un arma, recuerdo dispararle a civiles inocentes que estaban aterrados y finalmente le dispare a ella...a liz—
—Oh mierda, meliodas que...—
—Solo reaccione cuando un oficial me arrojó agua helada en el rostro. Estaba esposado, con la ropa llena de sangre y sin recordar nada—finalmente meliodas pudo levantarse al sentir que el agarre de elizabeth empezaba a aflojarse, la miró a los ojos con el dolor que su alma cargaba y luego se limpio las lágrimas para poder contar el final con facilidad—Fui a la cárcel por cinco años y me dejaron salir por buen comportamiento y bajo la condición de entrar a alcohólicos anónimos. Así fue como terminé aquí, ayudando a más personas para que no cometan el mismo error que yo o que la culpa no sea tan grande como para matarlos—silencio, Elizabeth no podía reaccionar. De todo lo que pensó que le había pasado a su instructor y ahora amante para acabar en el grupo, esa no era una de esas razones. Al no recibir respuesta alguna, meliodas continuó—Elizabeth, nosotros nunca vamos a olvidar la culpa, será un fantasma que siempre nos va a seguir y nos va a atormentar, pero aprendemos a vivir con eso. Si aveces soy distante contigo, es porque no puedo evitar acordarme de liz y la culpa me impide ser afectivo contigo. Tengo las manos manchadas de sangre, yo no tengo perdón...pero por eso ayudo a la gente a perdonarse a si mismos—
—Meliodas—Elizabeth ya no dijo nada más, abrazo al brindó que agradeció su contacto en silencio y empezó a acariciarlo en medio de la oscuridad. Ahora entendía muchas cosas, ahora podía saber sus actitudes repentinas o sus muecas cada que se tomaban de la mano. Era demasiado fuerte, no iba a ser capaz de verlo igual después de esa noche, pero si sabía algo, si él había aprendido a vivir con la culpa y había logrado permanecer sobrio por 10 años, ella también podía.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro