Escena 12
Estaba molesto, Elizabeth se pudo dar cuenta por la oscura aura de ira que lo estaba rodeando y consumiendo lentamente.
Meliodas había tenido varias semanas demasiado tenso y estresado por su trabajo, habían sido peleas tras peleas con su padre sobre el futuro de su empresa y aunque cada que llegaba a casa parecía que todo se había solucionado, su rechazo hacia cualquier contacto le hacía saber que las cosas no estaban bien.
Ella había intentado quitarle el estrés con un masaje, pero apenas lo rozó su esposo se alejó balbuceando bromas y prefirió meterse a dar un baño, tal comportamiento se le hizo extraño ya que la albina pudo notar como un bulto en su pantalón había comenzado a crecer y no entendió la razón por la que huyó.
Había intentado repartir besos y nuevamente se alejó, trató de acariciar sus cabellos y el blondo huyó y para ese punto ella ya estaba tan molesta que también era notable.
Después de varias semanas pensando fríamente en toda la situación, Elizabeth descartó con rapidez la idea de que él tuviera alguna amante, ya que sus hermosos ojos verdes, pese a estar empañados por el enojo, siempre la miraban con un profundo amor y deseo, entonces, ¿Por qué se negaba a ser tocado?
Al ver cómo su cuerpo temblaba en esos momentos y luchaba por mantener el control, Elizabeth decidió que ambos habían tenido ya suficiente de aquella situación y se mantuvo detrás de él.
—Ellie, nena...—gruñó el blondo y tras aquel sonido inhaló hondo tratando de controlarse—Por favor déjame solo—dijo entre dientes. Ella sabía perfectamente que el enojo lo consumía cada vez más, pero no le temía.
Nunca le había temido al demonio dentro de su marido. Ella sabía perfectamente como doblegarlo ante ella, como calmar aquella parte oscura en su interior, era la única capaz de tranquilizarlo y justo por eso su bello esposo la apodaba "diosa".
Sin dudar ni un momento, la joven dio más pasos hacia adelante dejando que su tacón hiciera eco en el piso de mármol y Meliodas se tensó.
—Por favor Elizabeth, déjame solo un momento—volvio a gruñir y está vez la miró por encima del hombro delatando la oscuridad dentro de sus ojos. Sus esferas verdes ahora parecían casi negras de la ira y ella sintió un escalofrío tan delicioso que una sonrisa cruzó su rostro. En toda respuesta Meliodas frunció más el ceño y se dio media vuelta—¿Qué te hace tanta gracia?—
—Que quieras huir de mi como si no supieras que yo soy capaz de calmarte—el blondo permaneció tenso en su lugar, casi estupefacto por lo que le había dicho y finalizó con pasar sus ojos por casa parte del cuerpo de su mujer. Si tuviera poderes, Elizabeth estaba segura de que ya le habría arrancado la ropa con un solo pensamiento—¿Por qué tratas de dejarme de lado? Somos tú y yo contra cualquier problema. Yo puedo ayudarte, yo puedo calmarte, ¿Por qué me alejas?—
—No necesitas involucrarte en esto—clavó los ojos en el suelo admirando el reflejo de ambos—No quiero que te embarres de toda esta...mierda—bufó—No quiero que mis emociones me...—se detuvo, no, decirlo iba a delatar lo que tanto quería y, de manera contradictoria, terminaría pasando aquello que quería evitar. Al ver su duda, Elizabeth se acercó hasta estar frente a frente y pasó sus suaves manos por los hombros de su esposo, luego comenzó a hacer hacia atrás el sacó que lo cubría y comenzó a acariciar en círculos su piel cubierta por la camisa negra.
El efecto en el cuerpo contrario fue inmediato, ese simple toque habia bastado para que la entrepierna de su marido se pusiera dura como una piedra, Meliodas reprimió el suspiro de necesidad con un gruñido y cerró los ojos tratando de escapar de nuevo.
—No, no está vez— dijo la irritada mujer, que con un firme movimiento le sostuvo la barbilla a su hombre y lo obligó a alzar la cabeza para que abriera los ojos y la mirara—No escaparas de nuevo, necesitas esto— apretó con firmeza su barbilla y luego paso aquella mano hacia sus cabellos para tirarlos un poco e inclinarme la cabeza hacia atrás. No pudo contenerse, Meliodas gimió extasiado de la brusquedad con la que su esposa lo había tratado y la observo con un nuevo tipo de oscuridad en sus ojos.
—Por favor no me tientes—sus manos se movieron por fin, acunando la curva de su trasero para apretarlo con fuerza sacándole un jadeo a la albina—Estoy demasiado molesto, Ellie...—advirtió. Estaba ansioso de necesidad, pero incluso en tal estado todavía no perdía tanto la cabeza como para que la lujuria lo nublara—No quiero ser demasiado rudo contigo, no quiero lastimarte, lo mejor sería que esperemos hasta que...—
—No pienso dejarte escapar—la hermosa mujer frente a él se agachó lentamente, como si quisiera que él perdiera la cabeza con mirarla y aprovechando la posición en la que lo tenía, rozó sus labios con el cuello masculino. Su recompensa fue un gemido grave y la humedad en sus piernas se hizo presente—Jamas he temido a que seas rudo conmigo—
—Ellie...—
—Deposita toda tu oscuridad en mi—era tan tentadora la oferta que él casi cede—Deja que cure tú alma, déjame saciar su hambre...—los besos sobre su piel comenzaron y entonces él ya no pudo más. Todo su autocontrol se rompió, toda su cordura se fue al carajo mientras las emociones de deseo, amor, pasión e ira se mezclaban para desatar al demonio que habitaba dentro de aquel sexy cuerpo.
—Elizabeth te juro que si te follo ahora no podrás caminar en toda una maldita semana—advirtio por ultima vez, tratando de que su esposa entre en razón, pero en toda respuesta la albina pasó su lengua por lo largo del cuello de Meliodas sacándole un gemido ronco.
Entonces los roles se cambiaron. Usando toda su fuerza, Meliodas tomó el delicioso trasero de su esposa entre sus manos, la cargó de tal forma que sus piernas de ella quedarán alrededor de su cintura masculina y ella aflojó su agarre para echarle los brazos al cuello.
Al ver cómo su marido comenzaba a besarla con pasión Elizabeth sonrió en medio de aquel beso completamente victoriosa y permitió que él la guiará directo hacia su recámara. Una vez llegaron el rubio la depósito en la cama con delicadeza, nada comparado con lo que estaba por hacerle y se separó para tomar aire y admirarla.
—Esto te va a encantar—susurró y ella gimió de solo imaginarlo.
En ese precioso instante Meliodas le arrancó la camisa haciendo que botones salieran disparados por el suelo haciendo pequeños sonidos, admiro lo hermosa que se veía con aquel sostén rojo de encaje que le había regalado en navidad y tras subirlo admiro los turgentes pechos de su esposa con anhelo.
—Ahhhh— en un segundo ya lo tenía devorando sus rosados pezones como un verdadero hambriento y ella tuvo que jalar un poco sus cabellos.
*
La idea de crear un momento de pasión que se sintiera rudo, fuerte, salvaje, pero a la vez que entre líneas se sintiera el amor, la confianza y la ternura me hizo tener está idea 🤭
No está bien desarrollada, hace falta un poco más de trama para volverla One-Shot, pero debía sacarla de mi cabeza antes de olvidarla jaja ✨
¿Qué les pareció? Dependiendo de su les gusta o no anotaré la idea para poder pensar en la trama del OS
Así que haré la pregunta. ¿Les gustaría ver una trama así para un OS?
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