Raven se tumbó en la cama, estirando el cuerpo, haciendo que la blusa se le subiese y mostrase parte de su abdomen. Volvió a mirarlo a los ojos. Aquellos ojos que le hacían evocar un mar en calma, que la perdían por momentos en una realidad desconocida.

—¿Y cómo me ves tú a mí forastero? —preguntó sin dejar de sonreírle.

—Como un misterio —respondió Bucky devolviéndole el gesto.

Se recostó junto a ella. Pasando el brazo de metal bajo su cabeza y la otra mano por su cintura, bajo la camiseta, hasta que encontró y comenzó a acariciar con la yema de los dedos la cicatriz que le surcaba las costillas.

—Debo decir que ese es el cumplido más raro que me han hecho nunca.

—No es un cumplido, es una amenaza —la contempló desafiante.

Rave estalló en una sonora carcajada.

—¿Y eso?

—Los misterios hay que resolverlos. Averiguar qué esconden.

Ella le revolvió el pelo con ternura. Bucky cerró los ojos cuando le acarició la mejilla con el dorso de la mano, la tomó con la suya, llevándosela hasta los labios.

Por unos segundos permanecieron en silencio, observándose, memorizando cada detalle uno del otro. Al final Raven rompió el nexo de sus miradas con un suspiro, apartándose y sentándose al borde de la cama.

—A lo mejor te decepcionas al ver lo que hay dentro, forastero.

Bucky la abrazó. Después la agarró de la cintura e hizo que se sentara sobre sus piernas, estrechándolo con las de ella. Tomó el rostro de la chica con ambas manos y murmuró viéndola a los ojos.

—O a lo mejor me sorprendo y tú también.

La besó despacio, jugando con su lengua, mordisqueándole los labios, poniendo toda su pasión en ese instante. Cuando se apartaron, jadeantes, ambos sonreían otra vez.